Don Antonio Peredo enseñó a varios de sus alumnos a enamorarse de la literatura y a descubrir que en ella reside la médula de la buena descripción periodística. Tenía todo un arsenal de autores latinoamericanos para defender sus ideas. Rayuela, de Julio Cortázar; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa encabezaban la lista.