La ciudad islámica medieval tenía un trazado regular con una medina en el centro rodeada de arrabales. La medina albergaba la mezquita principal, el zoco donde se desarrollaba la actividad comercial, y las alhóndigas que servían para almacenar grano. El alcázar era el palacio del gobernante musulmán y la alcazaba era la fortaleza que lo protegía. Los hombres y mujeres acudían regularmente a la mezquita con el objetivo de rezar.