LA ECUACIÓN DEL NÚMERO PI EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS. Por JAVIER SOLIS ...
La construcción del aula ALFABETIZADORA
1. LA CONSTRUCCIÓN DEL AULA
COMO UN AMBIENTE ALFABETIZADOR
¿Por qué iniciar con el nombre propio?
El mundo actual está atravesado por la lengua escrita y los niños viven rodeados
de escrituras. La escuela incorpora esta realidad y aprovecha todo lo que ya
conocen. Sin embargo, no todos los niños han tenido las mismas experiencias ni
tienen sobre el lenguaje escrito saberes semejantes. La diferencia entre los
conocimientos previos de los niños es un aspecto esencial a ser tenido en cuenta
a la hora de evaluar los progresos ya que los avances siempre estarán en relación
con los puntos de partida de cada niño y las oportunidades que se les brinde en el
marco de la escuela.
En las primeras semanas de clase, incluya en el aula diversos materiales escritos:
almanaques, carteles con los días y los meses del año, agenda semanal, carteles
con el propio nombre, abecedario, listados de títulos de cuentos, de autores, de
personajes... Los niños tienen que estar inmersos en un contexto de escrituras,
saber qué dicen y para qué sirven, poder usarlos como fuentes de información
seguras para recurrir a ellos o evocarlos a la hora de escribir.
Decididamente, es importante comenzar con el propio nombre para pasar luego a
reflexionar sobre otros nombres. Muchos se agregarán, paulatinamente, al
repertorio de formas fijas conocidas: las frutas que comen, los juegos preferidos,
las mascotas que desean tener en casa... Y, por supuesto, todos los nombres que
surjan de los proyectos y secuencias que se llevan adelante durante el año
escolar: los títulos de los cuentos, los nombres de autores e ilustradores, ficheros
de personajes, frases inolvidables de los cuentos leídos, nombres de los animales
que se estudian…
EL PROPIO NOMBRE
El nombre propio tiene una alta significación social y personal; su escritura
introduce al niño en el mundo de la lengua escrita. Es, también, una de las
primeras escrituras que se presentan en el aula.
Los carteles con los nombres
Para las distintas situaciones de lectura y de escritura que les va a proponer a sus
alumnos necesita contar con diferentes juegos de carteles. Hágalos usando letra
de imprenta mayúscula, cartulina de un solo color y con el mismo marcador, de
forma tal que solamente las letras indiquen lo que dice y lo reconozcan entre
varios; por lo tanto, no introduzca otras referencias (fotos o dibujos) que distraigan
su atención de lo que quiere que aprendan. Los carteles tienen el propósito de que
los niños aprendan la escritura del nombre.
Tenga en cuenta cómo llaman al niño para saber qué escribir. Si en el aula hay un
Federico a quien le dicen Fede, por ejemplo, se pueden hacer para él dos carteles:
uno para su nombre y otro para su sobrenombre o acordar qué va a decir el único
2. cartel que está confeccionado. Si hay, por ejemplo, dos niños con el mismo
nombre y resuelven agregar una inicial del apellido para reconocer el propio, esta
inicial tendrá que estar suficientemente separada del nombre para que no se
confunda con él. En todos los casos, asegúrese que los alumnos sepan muy bien
qué dice lo que está escrito en su cartel.
Es importante que los carteles estén, siempre, “a la vista” de los niños y en función
de diversos propósitos. Por ejemplo:
● Ubicados debajo de las letras del abecedario que correspondan a sus iniciales.
● En una lista con nombre completo y apellido (similar a la del registro de
asistencia) que puede servir para anotar a los ayudantes.
● En un panel que registre los cumpleaños de cada mes.
● Guardados como fichas en una caja o pegados con chinches o velcro a un panel
de modo que permitan llevarlos a la mesa para copiarlos o usarlos como formas
seguras de información.
En las etapas iniciales de la alfabetización, un niño no tiene por qué conocer la
estrategia de copia. Cuando se copia, se selecciona cierto fragmento del texto
modelo y se escribe, luego el fragmento siguiente y así hasta finalizar –lo cual
implica no escribir dos veces el mismo fragmento ni saltear ninguno. Por esa
razón, con todos los niños, es importante explicitar esta práctica y enseñarles a
controlar sus escrituras cuando copian; con muchos otros, es imprescindible
comenzar por enseñarles a copiar.
Si le interesa saber más sobre este tema, le recomendamos la lectura de
Nemirovsky, M., “Leer no es lo inverso de escribir”. En: Más allá de la
alfabetización (1995). Santillana.
Dictando a mí maestro…
El dictado al maestro es una situación didáctica en la que los alumnos pueden
“escribir en voz alta”, liberados de la realización efectiva de la escritura. Al dictar,
los niños centran sus esfuerzos en el proceso de producción de las ideas y en la
forma de expresarlas por escrito.
Cuando los alumnos dictan al docente se pone de manifiesto para ellos que la
escritura es un proceso recursivo, planificado y dirigido a un potencial lector más
allá del maestro.
Comienzan a darse cuenta de que el escritor debe controlar los momentos de ese
proceso: cuándo planificar, cuándo escribir, cuándo revisar o modificar el plan,
cuándo releer lo escrito.
Mientras se avanza en la escritura colectiva, el docente regula el avance del
escrito y les propone a los alumnos releer lo que se ha escrito hasta el momento.
De este modo, se muestra que el texto escrito condiciona lo que sigue y el escritor
se tiene que convertir en lector de su propio texto. Revisar es leer para escribir
mejor.
Si usted desea conocer más sobre la situación de dictado al maestro puede leer
Teberosky, A. y Fabbretti, D., “Escribir en voz alta”. En: Monográfico. Leer y
3. escribir. Cuadernos de pedagogía (1993) y Sulzby, E., “Hablar el lenguaje escrito”
(1986). En: Lectura y Vida (2005).
Los niños pueden dictar:
Canciones
Versos
Rimas
Grupos de palabras, etc.
¿Planas?
“La invención de la escritura fue un proceso histórico de construcción de un
sistema de representación, y no un proceso de codificación (...). La diferencia
esencial es la siguiente: en el caso de la codificación ya están predeterminados
tanto los elementos como las relaciones (...). Por el contrario, en el caso de la
creación de una representación ni los elementos ni las relaciones están pre-
determinados.
Por ejemplo, en la transcripción de la escritura en un código Morse todas las
configuraciones gráficas que caracterizan a las letras se convierten en secuencias
de puntos y rayas, pero a cada letra del primer sistema corresponde una
configuración diferente de puntos y rayas, en correspondencia biunívoca (...). En
cambio, la construcción de una primera forma de representación adecuada suele
ser un largo proceso histórico hasta lograr una forma final de uso colectivo (...). La
distinción que hemos establecido (...) no es meramente terminológica. Sus
consecuencias para la acción alfabetizadora marcan una línea divisoria neta (...) si
la escritura se concibe como un código de transcripción, su aprendizaje se concibe
como una técnica; si la escritura se concibe como un sistema de representación,
su aprendizaje se convierte en la apropiación de un nuevo objeto de conocimiento,
o sea, en un aprendizaje conceptual.”
Emilia Ferreiro. Proceso de alfabetización. La alfabetización en proceso (1986:11).
CEAL.