1. La Naturaleza en la ciudad
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En el primer número de la nueva etapa de la
revista URBAN (una de las publicaciones que
actualmente edita el departamento de
Urbanística y Ordenación del Territorio de la
UPM en el que desarrollo mi actividad
docente regular) puede leerse un artículo de
Erik Swyngedouw que se titula “¡La
naturaleza no existe! La sostenibilidad como
síntoma de una planificación despolitizada”.
El artículo no tiene desperdicio y recomiendo
que lo leáis. Prometo además que escribiré
otro día acerca de nuestras publicaciones,
porque pienso que tienen bastante interés
para los lectores de este blog (aunque tengo
que esperar a salga el primer número de
Urban-e, que se resiste).
2. Los animales en la naturaleza
La naturaleza , en su sentido más amplio, es equivalente al mundo
natural, universo físico, mundo material o universo material. El término
“naturaleza” hace referencia a los fenómenos del mundo físico
3. A los hombres no les interesa la
naturaleza
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Casi desde el mismo momento en que se inventó la
ciudad surgió la necesidad de introducir en ella
árboles, vegetación, flores, animales. Pero no
cualquier elemento natural, sino una naturaleza
(esa cosa que no existe, simple metáfora de la
realidad) controlada y antropizada. No me canso de
repetir que la ciudad es entendida en casi todas las
definiciones tradicionales como algo distinto “al
campo”. La importancia que a lo largo de los años la
Humanidad ha concedido a esta identificación se
concreta en el cuidado que ha tenido a la hora de
fijar físicamente esta separación. En los ritos
fundacionales de la ciudad, el surcus primigenius, la
línea que señalaba el recinto urbano, era tan
importante que los muros construidos siguiéndola
eran sagrados. Esta fundación inicial nacía con
vocación de mantenimiento, de permanencia a lo
largo de muchos años. Muros, murallas, cercas o
fosos, establecían un límite que iba a permitir
conocer de forma inequívoca que partes del
territorio estaban ordenadas de forma antrópica.