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La pareja criminal y la relación de correspondencia entre víctima y victimario.
Su aplicación al mobbing y al hostigamiento sexual.
Por
Mg. Juan Manuel Iglesias
El legado de los pioneros de la nueva ciencia como B. Mendelsohn en los estudios sobre la pareja
criminal ha demostrado la recíproca interacción existente entre autor y víctima dándole una
imagen más realista y dinámica como sujeto activo capaz de influir en la configuración del hecho
delictivo, en su estructura dinámica y preventiva. Esto llevó a ampliar los estudios hacia temas
como actitudes y propensiones de los sujetos para convertirse en víctimas, la tipología victimaria y
daños que padecen las víctimas como consecuencias del delito.
Tanto el acoso u hostigamiento sexual como el mobbing, son conductas que se manifiestan en
ámbitos donde pueden establecerse relaciones sociales jerárquicas o de poder abusivas
configurando por lo general una pareja criminal entre un subordinado y un superior1
. Lo que
implica entender al mobbing y al acoso sexual como una relación y acción social.
Siguiendo la definición de acción social de Max Weber como la que se “orienta por las acciones
de los otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras (…). Los otros
pueden ser individualizados o conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y
completamente desconocidos (…)” (Weber; 1982: 18).
Weber reconoce en la acción social cierta subjetividad dada por el sentido mentado que cada
sujeto atribuye a una acción. “Por acción debe entenderse una conducta humana siempre que el
sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo” (Weber, 1982:6). Weber
reconoce al hecho social, en tanto acción social como subjetivo, es decir originado en las
conductas de los sujetos “referidas” a las conductas de otros. Podemos decir que la unidad de
análisis está en el individuo, en tanto éstos son los únicos que pueden tener intenciones en sus
actos.
Esto sucede tanto en el mobbing como en el hostigamiento donde la conducta de los victimarios
está enlazada a la conducta de la víctima. Por lo cual no podemos estudiar el acoso sino
entendemos la reciprocidad que se da entre víctima y victimario. Para ello recurriremos al
concepto victimológico como el de “pareja criminal” y los aportes de la psicología criminal para
1
Claro está que también puede existir hostigamientos horizontales entre compañeros, también pueden ser verticales
ascendentes cuando personas en posición jerárquica inferior acosan al jefe.
entender la “personalidad criminal” del acosador.
Para entender este sentido de la acción del acosador hay que tener en cuenta los aspectos de la
personalidad desde un punto de vista criminológico.
Entonces teniendo en cuenta que el acoso y mobbing son una “relación”, pasemos a estudiar al
primer componente de la pareja: el victimario:
1 “Aspectos de la personalidad del acosador”
Siguiendo a Hikal (2005) existen tres tipos de personalidad para la criminología, las dos últimas
son las que más nos interesan puesto que pueden llegar a orientar su conducta hacia prácticas de
acoso laboral y sexual2
.
 La personalidad social que está caracterizada por aquella que responde positivamente al
“control social” tanto informal como formal (Bustos Ramírez y Hormazabal Malareé (2004)),
es decir, que se adapta a las normas mas comunes de convivencia y desarrollo. Estas
conductas no son destructivas de la sociedad y buscan llevar a cabo relaciones de
interacción.
 La personalidad desviada: Dentro de este tipo de personalidad se pueden encontrar
diversas conductas, entre algunas de ellas son las que carecen de contenido social, no
tiene relación con las normas de convivencia y/o se aísla; por ejemplo, el que no convive
con su familia, no tiene amigos, etc. Esto es contrario a lo que los seres humanos deben
aprender, a vivir juntos en una forma de unión. Es la no aceptación de los valores
adoptados por la colectividad, pero es importante señalar que aunque a veces no se
acepten las normas hay quienes las respetan.
 Finalmente tenemos la personalidad anti-social: Para entender la personalidad anti-social
que desprecia y reacciona al control social mediante la violación de las normas (tanto las
sociales como las positivas) debemos tener en cuenta el desarrollo psicosocial y la historia
del individuo3
. Este comportamiento general de desprecio y violación a los derechos de los
demás, comúnmente comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa
en la edad adulta. La personalidad antisocial también ha sido denominada: “psicopatía,
sociopatía o trastorno antisocial de la personalidad”; en general, es todo comportamiento
2
Claro está que no existe una personalidad estereotipada que predestine a una persona a ser delincuente
sino que más bien ofrecemos aquí una tipología ideal (Weber) para un mejor análisis de la conducta.
3
No hablamos de delitos sino de estados criminógenos en los cuales podemos incluir al acoso sexual y al
mobbing. Es por ello que tal como afirma Hikal (2005) la criminología debería ocuparse de los llamados
“estados criminógenos”, que sin encontrarse tipificados como delitos, constituyen una predisposición, un
riesgo, una inclinación más o menos acentuada, que inducen al individuo a delinquir, como son el
alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, la vagancia, etc.” así como los trastornos de la personalidad.
Estos últimos son considerados conductas desviadas pero no siempre constituyen delitos tipificados.
que va contra el orden social, y lo destruye. Como lo señalaba Rafael Garófalo, se muestra
indiferencia y falta de remordimientos al causar un daño, o no se da alguna explicación ni
enmiendan a nadie por su comportamiento, no hay sentimientos de empatía ni de respeto
o como él los llamaba sentimientos de probidad y de piedad.
Las características de la personalidad anti-social, siguiendo el análisis que propone Hikal (2005) y
la Dra Hilda Marchiori (1997) son:
• una persona con una marcada inestabilidad en todas sus conductas que proyecta, una
personalidad con una grave conflictiva que se traduce especialmente en la relación interpersonal
agresiva y autodestructiva;
• el antisocial presenta dificultades en el pensamiento, en especial en relación a un pensamiento
lógico debido a que se mueve en un plano bastante inmaduro e infantil;
• el juicio está en desconexión con la realidad y esto posibilita las fantasías y ansiedades
persecutorias. Las características están dadas por la permanente hostilidad y los juicios que hace
están en función de esa hostilidad;
• la comunicación es inestable y predomina un contenido verbal sádico e infantil, tiende a una
manipulación y burla de las personas. El lenguaje por lo general es autoritario;
• en la afectividad, el sentimiento de culpa está muy disminuido, con escasa capacidad para
experimentar emociones. Frente a los demás, el antisocial parece frío, rígido, pero es una
protección a sus sentimientos infantiles. Existen fuertes sentimientos internos de inferioridad, de
ahí la necesidad del comportamiento agresivo.
Podemos agregar también algunas consideraciones sobre cuestiones actitudinales y culturales.
Por ejemplo son hiperactivos y se aburren fácilmente con sus actividades, por lo que busca
cambiar de una a otra, además marcan su cuerpo a través de tatuajes y cortes que son conductas
de identificación en un grupo y de autodestrucción. Tienden a sobrevalorarse en su cuerpo y en
sus habilidades, pero a la vez tienen una autoimagen pobre de sí mismos.
Hikal agrega otras características que podrían aplicarse a por ejemplo los “lobos solitarios” y a los
terroristas, aunque particularmente sigo la tesis de Horgan (2005) en relación a que los terroristas
son personas normales y sanos4
. El antisocial agrede a la sociedad, destruye, no respeta las
leyes, no va de acuerdo con la sociedad sino que va en su contra, no se adapta a ella; además,
4
Para Horgan (2005) los terroristas son individuos normales y sanos, rechazando el trasfondo positivista
criminológico en que se basó la psicología forense para tratar de construir una “personalidad terrorista” de corte
anti-social. Tal como afirma Horgan, es posible identificar pruebas de que los terroristas no necesariamente se
caracterizan por un tipo de rasgos psicológicos concretos que han sugerido otros estudios psicológicos del área. Es
decir que estos rasgos que aplicamos a los terroristas y que constituyen personalidad anti-social no necesariamente
son determinantes ya que hay casos como por ejemplo Front de Liberation du Quebec donde no se constató ningún
indicio de paranoia, psicopatía, fanatismo u otro fenómeno psicótico o neurótico.
muestra desprecio, es impulsivo, no tiene capacidad para planear el futuro, es agresivo,
irresponsable y carece de remordimiento. El antisocial es egocentrista, ya que piensa que lo que
hace está bien, lo justifica, racionaliza y es por ello su falta de remordimiento; es lábil, el castigo
no lo intimida, no piensa en el pasado ni en el futuro.
Claro está que aquí presentamos una personalidad anti-social en estado puro. En las empresas
podemos encontrar liderazgos atravesados por estas patologías pero se ve que no hay una
desconexión total con la sociedad. El acosador laboral combina una personalidad desviada con
algunos elementos anti-sociales. Este tipo de personalidad lo podemos observar en los síndromes
laborales de Cronos, Ganímedes y Anat.
1.1“Personalidad anti-social y violencia de género”
También la personalidad anti-social abarca lo relacionado con la familia y la violencia de género ya
que los sujetos antisociales tienden a ser irritables y agresivos y pueden tener peleas físicas o
cometer actos de agresión. Pueden descuidar o abandonar el cuidado de un niño de forma que
puede ponerlo en peligro. Los sujetos antisociales también tienden a ser continua y
extremadamente irresponsables.
Tienen pocos remordimientos por las consecuencias de sus actos, pueden ser indiferentes o dar
justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado. Estas personas pueden
culpar a las víctimas por ser tontos, débiles o por merecer su victimización (“me porté así porque
tú me provocas”), pueden minimizar las consecuencias desagradables de sus actos o
simplemente mostrar una completa indiferencia.
También lo que está relacionado con accidentes, imprudencias y adicciones. Estos individuos
también muestran una despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás, esto
puede demostrarse en su forma de conducir (repetidos excesos de velocidad, conducir estando
intoxicado, accidentes múltiples). Pueden involucrarse en comportamientos sexuales o consumo
de sustancias que tengan un alto riesgo de producir consecuencias perjudiciales.
1.2 El estudio del delincuente en la criminología contemporánea: una oportunidad de prevenir el
acoso sexual y laboral desde la elección racional del delito
Hay que destacar que hablar de personalidad anti-social no implica sostener la tesis de los
positivistas del siglo XIX inspirados en el evolucionismo biológico de Darwin que concebía al
delincuente como una especie atávica no evolucionada y que entendía la conducta delictiva como
constituida por cuestiones genéticas que se transmitían con la herencia. En este sentido vale la
pena recordar la categorización de los seis grupos de delincuentes de Lombroso que se basaba
en la concepción del “delincuente nato”, esto es como dice Mendoza (2008), una subespecie o
subtipo humano entre los seres vivos superiores pero sin alcanzar el nivel superior del “homo
sapiens” siendo un ser atávico, degenerado producto de la regresión y no de la evolución.
Estos grupos son: El nato (atávico), el loco moral (morbo), el epiléptico, el loco, el ocasional y el
pasional, tipología que enriquecería, posteriormente, con el examen de la criminalidad femenina
(La Doña Delincuente) y el delito político (el crimen político y las revoluciones).
Ahora bien rechazamos esta cuestión determinista del positivismo que considera al delincuente un
sub-humano. El delincuente es un actor anti-social pero no necesariamente un enfermo mental,
incluso podríamos decir que existen gran cantidad de delincuentes que desarrollan conductas
desviadas y en menor medida conductas antisociales, siguiendo la distinción de Hikal porque no
rompen del todo con la sociedad, sino que integran actividades ilícitas con actividades lícitas
constituyendo sistemas híbridos, tal es el caso de los empresarios mafiosos.
Tal como sostiene Medina Gallego (2012) “un modelo de acumulación capitalista criminal que
logra moverse en una franja en la que convergen lo legal y lo ilegal en los aspectos social,
económico y político. (…) Establece complejas redes productivas articuladas a diversos procesos
de desarrollo económico en actividades que se mueven de lo estrictamente ilegal a lo
predominantemente legal mediante la captura y ocupación de actividades económicas de alto
impacto bajo la forma de los sistemas empresariales convencionales y una gerencia ejecutiva a
prueba de sospechas”.
También el terrorismo se asienta sobre individuos sanos más que patológicos. En estos casos
sería conveniente entender la personalidad anti-social o mejor dicho, desviada desde la teoría de
la decisión racional de Clarke y Cornish que sostiene que la persona es libre y que opta por llevar
a cabo conductas criminales y la propuesta es disuadir removiendo de la mente del criminal el
objeto del delito. En los casos de la mafia, el terrorismo y algunos casos del narcotráfico, la
antisocialidad dispone de un alto componente racional, sin embargo siempre hay cuestiones
emocionales y patologías y deficiencias sociales que por supuesto influyen en lo racional5
.
5
No existe un delincuente 100% racional sino que como seres humanos siempre estamos atravesados por
cuestiones emocionales, traumas, historias de vida, conflictos de la niñez, pero en casos de mafia, terrorismo y en
delitos de cuello blanco, salvo casos de patologías severas como estafadores psicópatas o psicopatías violentas
que pueden alentar al enfermo a convertirse en sicario de los narcotraficantes o lobo solitario, estamos ante un gran
elemento racional que permite planificar al delito como una operación empresarial. Vale recordar la planificación
logística a modo de una gran cadena de suministro de los carteles de la droga.
En estos casos el hombre (anti-social) es un ser racional que decide a veces por el delito, pero no
necesariamente quiere destruir la sociedad, en el caso de la mafia y cada vez más en el
narcotráfico es al contrario, quieren integrarse a la sociedad y al Estado.
En el caso del Mobbing que muchas veces aparece como una forma de “terrorismo laboral”
sucede lo mismo, si bien hay un elemento emocional consistente, también hay una racionalización
del acoso puesto que sigue una estrategia lógica, la de expulsar al elemento “nocivo”, “diferente”
del entorno. También hay que mencionar que en empresas mafiosas o que tienen una corrupción
estructurada desde la cultura organizativa también puede darse el acoso como práctica
habitualizada que se sitúa a medio camino entre una moral “trasgresora” del orden social y otra
reproductora y conservadora de dicho orden tal como el ejemplo del narcotráfico, la mafia y el
terrorismo.
1.3 ¿Cómo identificar a un individuo anti-social?
En el caso de personalidades anti-sociales con una fuerte carga patológica, siguiendo a Mendoza
(2008) la mayor parte de los adultos diagnosticados con personalidad antisocial fueron
antisociales en su etapa infantil. El adulto antisocial generalmente falla en mantener relaciones
íntimas con otras personas, su desempeño laboral es deficiente, está implicado en conductas
ilegales, tiende a cambiar sus planes impulsivamente y pierde el control en respuesta a pequeñas
frustraciones. Cuando niño tendía a ser intranquilo, impulsivo, sin sentimientos de culpa,
funcionaba mal en la escuela, se fugaba de casa, era cruel con los animales y cometía actos
delictivos6
.
A modo de resumen final, podríamos sintetizar la conducta anti-social en 4 características
centrales, tal es la clasificación que hace Hikal (2005):
Egocentrismo: es el sobrevalor exagerado de la propia personalidad, considerada como el centro
de atención de todo momento y situación. El sujeto está preocupado por él y comúnmente
6
Tal como expresa Mendoza (2008) “ Esta idea de una personalidad antisocial que crece en la infancia y persiste en
la vida adulta con numerosas manifestaciones conductuales, entre ellas las delictivas, fue popularizada por Robins
y posteriormente representada en el DSM-III-R y DSM IV con el diagnóstico del “Desorden de Personalidad
Antisocial”, donde tienen cabida tanto los psicópatas como los delincuentes multirreincidentes y donde se prima
especialmente, el carácter ilegal de la personalidad antisocial. Precisamente el término de trastorno (desorden) de
conducta, recogido en la cuarta edición revisada del Manual Diagnóstico de la asociación americana de Psiquiatría,
pretende agrupar a aquellos menores que evidencian un patrón de conducta antisocial persistente, caracterizado
por una desadaptación generalizada en su funcionamiento diario y por la violación repetida de los derechos básicos
de los demás y las normas sociales fundamentales apropiadas a la edad. Una de las características principales de
este síndrome clínico radica en la conducta agresiva, y de hecho muchos estudios retrospectivos y prospectivos
han mostrado que la agresión en la niñez y en la adolescencia está asociada con una conducta delictiva posterior,
especialmente si los comportamientos agresivos también se producen fuera del hogar”
indiferente hacia los demás.
Agresividad: Si bien la agresividad es necesaria para la supervivencia, en el caso de las
personalidad anti-social tomamos el aspecto negativo de la misma, es decir cuando toma la forma
de hostilidad y se expresa de manera incompatible con las pautas de conducta aceptadas.
Labilidad: En el sujeto antisocial, la falta de temor a la pena se debe a no visualizar el futuro con
claridad, ven el castigo como lejano, se les resbala. Los sujetos antisociales no logran adaptarse a
las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, se les resbalan las normas. Se
puede poner de manifiesto un patrón de impulsividad mediante la incapacidad para planificar el
futuro.
Indiferencia afectiva: La indiferencia afectiva es la ausencia de sentimiento, consiste en la
distorsión de expresión de las emociones. También es llamada como aplanamiento afectivo, falta
de emotividad o inhibición de los afectos.
2. El estudio de la víctima
y el aporte de la victimología al estudio del acoso sexual y el mobbing.
Siguiendo a Cuarezma Terán (1996: 297) “el estudio de la víctima tiene su origen en el positivismo
criminológico, que inicialmente polarizó la explicación científica del comportamiento criminal
alrededor del delincuente, ignorando en buena medida a la víctima, considerándola como un
objeto neutro, pasivo y estático, que nada aporta a la génesis, dinámica y control del hecho
criminal”.
En este sentido, y retomando las características del positivismo criminológico podemos decir que
en base a este paradigma se estructuraron estudios que daban prioridad y preocupación por el
delincuente pero abandonando a la víctima. El positivismo si bien recuperó el protagonismo de la
estructura social y del orden social, se dedicó exclusivamente al delincuente y no tomó a la víctima
como un elemento central en el estudio del delito. Pero vemos que se produce un cambio con la
Moderna Criminología de corte sociológico.
Para este enfoque la figura del delincuente pasa a segundo plano dirigiendo la atención hacia
investigaciones sobre la conducta delictiva, la víctima y el control social. Estos enfoques que
retoman el estudio de la víctima y el control social del crimen tuvo como fin poder paliar este olvido
de las víctimas por medio de estudios científicos, que como se verá tuvo una consecuencia
nefasta en el sistema penal (ya que permite la segunda victimización). Estos estudios irán
conformando una nueva ciencia, la victimología, con perspectivas interdisciplinarias que tendrán
por objeto a la víctima como tal, a sus características y su personalidad, tanto en relación con el
hecho social (mobbing y acoso sexual), como en función de su propia intervención en la dinámica
social y criminal.
Es decir, como sostiene Cuarezma Terán (1996) que el Derecho Penal se ha orientado en forma
unilateral hacia el autor del delito, dejando a la víctima en una posición marginal. Los derechos de
las víctimas en cuestiones de la justicia penal son muy precarios, lo que motoriza este olvido,
incluso como testigo se convierte en destinatario de serios compromisos y obligaciones, portador
de pocos o ningún derecho. Este olvido también aparece en el ámbito de la empresa ya que
muchas veces se cree que separando al acosador (despido, cambio de departamento, jubilación,
retiro, etc) se soluciona el problema dejando a la víctima sin la debida atención del estrés
postraumático que el acoso causó.
Este olvido, que demanda un redescubrimiento de la víctima no es casual sino que se genera
cuando el Estado monopoliza la reacción penal, al decir de Max Weber, cuando el Estado
consigue el “monopolio de la violencia legítima”. Este principio lo encontramos en la tradición pre-
ilustrada del pensamiento de Bodin, Grocio y Hobbes y en el liberalismo de Locke. La teoría del
pacto de sujeción que los autores del Leviatán contratan al autorizar al soberano y ceder el
derecho de castigar a su victimario7
por ejemplo, sienta las bases para este olvido.
Hay que destacar que estas influencias del contractualismo hicieron impronta en la criminología
clásica sumado esto a la centralidad que dio al delincuente también la escuela Clásica del
Derecho Penal que siguiendo a Zuñiga Cabalceta (2005) fija su preocupación en el delito como
forma jurídica, basando su enfoque en el hecho concreto de una conducta criminal y el actor de la
misma.
Esto evidencia una centralidad, no en la víctima sino en el victimario, lo que importa es el
delincuente y la conducta de éste. Se creía que explicando y comprendiendo al delincuente se
comprendía al delito, y se dejaba de lado a la víctima por considerarlas sujetos neutro, pasivo y
estático, que no contribuía en nada al hecho criminal. Pero, como dice Cuarezma Terám (1996)
hacía la década del 40 es que el movimiento victimológico emprende estudios sobre lo que
Mendelsohn llama “pareja criminal” dándole a la víctima una visión más activa capaz de contribuir
a la génesis y dinámica de la conducta delictiva.
7
Este aspecto es muy característico en el pensamiento de Hobbes y Locke. Para poner fin a la guerra de todos
contra todos donde el hombre es el lobo del hombre, Hobbes sostiene que es imprescindible ceder la fuerza y el rol
judicial al “deus mortalis”,al Soberano, en tanto Locke para evitar los excesos que pudieran cometer los individuos al
juzgar las desviaciones de la ley natural por su cuenta, instruye el II ensayo del Gobierno Civil, la teoría de un pacto
de asociación para crear un juez imparcial.
Ahora bien, sobre este cuadro de situación voy a explicar, siguiendo a Cuarezma Terám(1996)
cómo se redescubre a la víctima. En investigaciones, los científicos se dan cuenta que en una
notable cantidad de hechos, la víctima tenía una gran participación en los sucesos y en otras
ocasiones era la causante del delito, de este tema se ocupará la victimodogmática. Este hallazgo
evidenció que la víctima podía, o mejor dicho debía ser objeto de estudio, y análisis desde dos
puntos de vista, bien bajo su comportamiento individual o bien en función de sus relaciones con el
autor del delito.
2.1 ¿Qué podemos observar en la víctima del delito?
Siguiendo a Hilda Marchiori (1997), una de las consecuencias de un acto delictivo que puede
observarse en la víctima es la disminución del sentimiento de seguridad individual y colectivo. No
sólo el delito afecta a la víctima primaria que es la que padece el delito, denominado por los
teóricos de la Justicia Restaurativa como “partes interesadas primarias”8
, sino que también afecta
a las “partes interesadas secundarias” es decir a las personas indirectamente afectadas por el
delito (Sampedro Arrubla; 2005: 17).
Las partes directamente afectadas engloba a la víctima y a las comunidades de apoyo, como por
ejemplo la familia extendida. Pero esta disminución en el sentimiento de seguridad no sólo lo
experimentan los directamente afectados sino también los afectados indirectamente, es decir las
partes secundarias que se ven dañadas indirectamente y de forma colectiva e impersonal. Es por
eso que Marchiori (1997) habla de observar una disminución del sentimiento de seguridad tanto
individual (subjetivo) como colectivo (social pero en el sentido no objetivo sino de memoria
colectiva).
Tanto la víctima concreta, su familia, y la comunidad social y cultural sentirán que hubo una
transgresión del sentimiento de inviolabilidad porque la mayoría de las personas tienden a tenerse
por inmunes a los ataques delictivos. El delito crea una situación traumática que altera a la víctima
y su familia. Debemos observar los elementos que evidencien este trauma.
Según Marchiori (1997) podemos observar en la víctima:
La víctima sufre a causa de la acción delictiva: Este sufrimiento puede aparecer bajo la forma
de estrés postraumático. Como dice Marchiori (1997) con el delito se crea una verdadera situación
de estrés porque significa un daño y un peligro -en muchísimos casos un peligro de muerte- que
representa para la víctima y para la familia vivir con miedo, angustia y la posibilidad de ser
victimizada nuevamente. Tal como dice Ginger Alegría (2011), el estrés implica siempre una
8
La Justicia Restaurativa incluye aquí al delincuente como víctima primaria.
dinámica de resistencia, tensión y lucha, que persiste mientras los factores externos lo exigen, o
mientras dura la resistencia del organismo.
El trauma indica ya una ruptura, un fracaso de las capacidades de integración, una discontinuidad
en la vida psíquica. Cuando se convierte en traumático, su intensidad o su naturaleza superan las
capacidades de procesamiento del sistema nervioso, dando lugar a disrupciones permanentes en
la organización del mundo interno
El delito implica daño en su persona o en sus pertenencias. Este daño no sólo afecta lo
patrimonial sino también involucra las consecuencias inmediatas y traumáticas delictivas que
comprenden: estrés, conmoción y desorganización de la personalidad de la víctima. También
incredulidad, paralización temporal y negación de lo sucedido, terror, aturdimiento, desorientación,
sentimientos de soledad, depresión, vulnerabilidad, angustia, depresión.
Este daño también afectará a la familia ya que las consecuencias involucran de un modo
determinante a todo el grupo familiar al cual pertenece la víctima. La familia, de la misma manera
que la víctima, sentirá miedo, angustia, temor a la repetición de la violencia, se identificará con la
víctima -en un autoconfinamiento- o en otras reacciones, rechazará a la víctima, la culpará por lo
sucedido, negará el hecho o intentará un comportamiento de aislamiento, de reproche a sí misma.
El delincuente provoca con su violencia humillación social: Por ejemplo los síntomas que
presentan las víctimas después de un tiempo como la “reacción crónica retrasada” es temor a la
delincuencia que sienten las víctimas y afecta todos los aspectos de su vida, les impide realizar
sus actividades, reunirse con sus amistades, lo que acentúa su aislamiento. El miedo a ser
atacado nuevamente constituye un elemento fundamental que angustia al grado de reforzar el
autoconfinamiento de la víctima y de su familia.
La víctima experimenta temor por su vida y la de su familia. Esto se potencia con la sensación
de inseguridad producto del delito, aún más cuando la víctima no recibe la atención, información y
respuesta a su grave situación produciendo la segunda victimización ahora por el maltrato del
sistema de justicia y las FFSS. La inseguridad también está vinculada con dos aspectos:
desprotección institucional en la población (sentida por la víctima en forma generalizada) e
impunidad del delincuente (sentida por la víctima en el temor de que el delincuente regrese).
La víctima se siente vulnerable y esto provoca sentimientos de angustia, desconfianza,
inseguridad individual y social. Este aspecto se relaciona con los factores de vulnerabilidad de
la víctima. Siguiendo a Ginger Alegría (2011) en algunas personas, la baja autoestima y el
desequilibrio emocional preexistente, sobretodo si van acompañados de una dependencia al
alcohol y drogas y de aislamiento social, desde una perspectiva psicológica acrecientan la
vulnerabilidad, y también el nivel de humillación que puede provocar el delincuente a la víctima,
que tendrá repercusiones en su conducta social y afectará sus relaciones y los roles que
desempeñe en la estructura social. Factores tales como: un nivel bajo de inteligencia (sobre todo,
cuando hay un historial de fracaso escolar), una fragilidad emocional previa, mala adaptación a los
cambios, sensación de fatalismo, percepción de lo acontecido como algo extremadamente grave e
irreversible. Este grupo de personas cuentan con muy poca confianza en los recursos psicológicos
propios para hacerse con el control de la situación. Es por ello que también estos recursos
psicológicos y simbólicos deben ser observados para poder asistir a la víctima.
3. Conclusión
Para poder comprender el mobbing y el acoso sexual en las empresas, es menester
tomar en consideración un estudio no sólo la personalidad del acosador sino también las
características psicológicas de la víctima. En la prevención y en la reparación tenemos
que tener presente cuál es el rol de la víctima así como los elementos de su personalidad
que pueden motivar al acosador.
El problema no se soluciona sólo con la separación del victimario sino que es necesario
contar con un plan de asistencia a la víctima de acoso para que pueda reintegrarse en el
ambiente de trabajo.
Esto último implica trabajar no sólo con los perfiles psicológicos sino también con los
estándares éticos, la mejora constante y medición del clima organizacional, la
construcción de una cultura de la no violencia que integre lo diferente como una
oportunidad de mejora y la eliminación de toda estructura de corrupción, entre las más
importantes.
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La pareja criminal y la relación de correspondencia entre víctima y victimario. Su aplicación al mobbing y al hostigamiento sexual.

  • 1. La pareja criminal y la relación de correspondencia entre víctima y victimario. Su aplicación al mobbing y al hostigamiento sexual. Por Mg. Juan Manuel Iglesias El legado de los pioneros de la nueva ciencia como B. Mendelsohn en los estudios sobre la pareja criminal ha demostrado la recíproca interacción existente entre autor y víctima dándole una imagen más realista y dinámica como sujeto activo capaz de influir en la configuración del hecho delictivo, en su estructura dinámica y preventiva. Esto llevó a ampliar los estudios hacia temas como actitudes y propensiones de los sujetos para convertirse en víctimas, la tipología victimaria y daños que padecen las víctimas como consecuencias del delito. Tanto el acoso u hostigamiento sexual como el mobbing, son conductas que se manifiestan en ámbitos donde pueden establecerse relaciones sociales jerárquicas o de poder abusivas configurando por lo general una pareja criminal entre un subordinado y un superior1 . Lo que implica entender al mobbing y al acoso sexual como una relación y acción social. Siguiendo la definición de acción social de Max Weber como la que se “orienta por las acciones de los otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras (…). Los otros pueden ser individualizados o conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos (…)” (Weber; 1982: 18). Weber reconoce en la acción social cierta subjetividad dada por el sentido mentado que cada sujeto atribuye a una acción. “Por acción debe entenderse una conducta humana siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo” (Weber, 1982:6). Weber reconoce al hecho social, en tanto acción social como subjetivo, es decir originado en las conductas de los sujetos “referidas” a las conductas de otros. Podemos decir que la unidad de análisis está en el individuo, en tanto éstos son los únicos que pueden tener intenciones en sus actos. Esto sucede tanto en el mobbing como en el hostigamiento donde la conducta de los victimarios está enlazada a la conducta de la víctima. Por lo cual no podemos estudiar el acoso sino entendemos la reciprocidad que se da entre víctima y victimario. Para ello recurriremos al concepto victimológico como el de “pareja criminal” y los aportes de la psicología criminal para 1 Claro está que también puede existir hostigamientos horizontales entre compañeros, también pueden ser verticales ascendentes cuando personas en posición jerárquica inferior acosan al jefe.
  • 2. entender la “personalidad criminal” del acosador. Para entender este sentido de la acción del acosador hay que tener en cuenta los aspectos de la personalidad desde un punto de vista criminológico. Entonces teniendo en cuenta que el acoso y mobbing son una “relación”, pasemos a estudiar al primer componente de la pareja: el victimario: 1 “Aspectos de la personalidad del acosador” Siguiendo a Hikal (2005) existen tres tipos de personalidad para la criminología, las dos últimas son las que más nos interesan puesto que pueden llegar a orientar su conducta hacia prácticas de acoso laboral y sexual2 .  La personalidad social que está caracterizada por aquella que responde positivamente al “control social” tanto informal como formal (Bustos Ramírez y Hormazabal Malareé (2004)), es decir, que se adapta a las normas mas comunes de convivencia y desarrollo. Estas conductas no son destructivas de la sociedad y buscan llevar a cabo relaciones de interacción.  La personalidad desviada: Dentro de este tipo de personalidad se pueden encontrar diversas conductas, entre algunas de ellas son las que carecen de contenido social, no tiene relación con las normas de convivencia y/o se aísla; por ejemplo, el que no convive con su familia, no tiene amigos, etc. Esto es contrario a lo que los seres humanos deben aprender, a vivir juntos en una forma de unión. Es la no aceptación de los valores adoptados por la colectividad, pero es importante señalar que aunque a veces no se acepten las normas hay quienes las respetan.  Finalmente tenemos la personalidad anti-social: Para entender la personalidad anti-social que desprecia y reacciona al control social mediante la violación de las normas (tanto las sociales como las positivas) debemos tener en cuenta el desarrollo psicosocial y la historia del individuo3 . Este comportamiento general de desprecio y violación a los derechos de los demás, comúnmente comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa en la edad adulta. La personalidad antisocial también ha sido denominada: “psicopatía, sociopatía o trastorno antisocial de la personalidad”; en general, es todo comportamiento 2 Claro está que no existe una personalidad estereotipada que predestine a una persona a ser delincuente sino que más bien ofrecemos aquí una tipología ideal (Weber) para un mejor análisis de la conducta. 3 No hablamos de delitos sino de estados criminógenos en los cuales podemos incluir al acoso sexual y al mobbing. Es por ello que tal como afirma Hikal (2005) la criminología debería ocuparse de los llamados “estados criminógenos”, que sin encontrarse tipificados como delitos, constituyen una predisposición, un riesgo, una inclinación más o menos acentuada, que inducen al individuo a delinquir, como son el alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, la vagancia, etc.” así como los trastornos de la personalidad. Estos últimos son considerados conductas desviadas pero no siempre constituyen delitos tipificados.
  • 3. que va contra el orden social, y lo destruye. Como lo señalaba Rafael Garófalo, se muestra indiferencia y falta de remordimientos al causar un daño, o no se da alguna explicación ni enmiendan a nadie por su comportamiento, no hay sentimientos de empatía ni de respeto o como él los llamaba sentimientos de probidad y de piedad. Las características de la personalidad anti-social, siguiendo el análisis que propone Hikal (2005) y la Dra Hilda Marchiori (1997) son: • una persona con una marcada inestabilidad en todas sus conductas que proyecta, una personalidad con una grave conflictiva que se traduce especialmente en la relación interpersonal agresiva y autodestructiva; • el antisocial presenta dificultades en el pensamiento, en especial en relación a un pensamiento lógico debido a que se mueve en un plano bastante inmaduro e infantil; • el juicio está en desconexión con la realidad y esto posibilita las fantasías y ansiedades persecutorias. Las características están dadas por la permanente hostilidad y los juicios que hace están en función de esa hostilidad; • la comunicación es inestable y predomina un contenido verbal sádico e infantil, tiende a una manipulación y burla de las personas. El lenguaje por lo general es autoritario; • en la afectividad, el sentimiento de culpa está muy disminuido, con escasa capacidad para experimentar emociones. Frente a los demás, el antisocial parece frío, rígido, pero es una protección a sus sentimientos infantiles. Existen fuertes sentimientos internos de inferioridad, de ahí la necesidad del comportamiento agresivo. Podemos agregar también algunas consideraciones sobre cuestiones actitudinales y culturales. Por ejemplo son hiperactivos y se aburren fácilmente con sus actividades, por lo que busca cambiar de una a otra, además marcan su cuerpo a través de tatuajes y cortes que son conductas de identificación en un grupo y de autodestrucción. Tienden a sobrevalorarse en su cuerpo y en sus habilidades, pero a la vez tienen una autoimagen pobre de sí mismos. Hikal agrega otras características que podrían aplicarse a por ejemplo los “lobos solitarios” y a los terroristas, aunque particularmente sigo la tesis de Horgan (2005) en relación a que los terroristas son personas normales y sanos4 . El antisocial agrede a la sociedad, destruye, no respeta las leyes, no va de acuerdo con la sociedad sino que va en su contra, no se adapta a ella; además, 4 Para Horgan (2005) los terroristas son individuos normales y sanos, rechazando el trasfondo positivista criminológico en que se basó la psicología forense para tratar de construir una “personalidad terrorista” de corte anti-social. Tal como afirma Horgan, es posible identificar pruebas de que los terroristas no necesariamente se caracterizan por un tipo de rasgos psicológicos concretos que han sugerido otros estudios psicológicos del área. Es decir que estos rasgos que aplicamos a los terroristas y que constituyen personalidad anti-social no necesariamente son determinantes ya que hay casos como por ejemplo Front de Liberation du Quebec donde no se constató ningún indicio de paranoia, psicopatía, fanatismo u otro fenómeno psicótico o neurótico.
  • 4. muestra desprecio, es impulsivo, no tiene capacidad para planear el futuro, es agresivo, irresponsable y carece de remordimiento. El antisocial es egocentrista, ya que piensa que lo que hace está bien, lo justifica, racionaliza y es por ello su falta de remordimiento; es lábil, el castigo no lo intimida, no piensa en el pasado ni en el futuro. Claro está que aquí presentamos una personalidad anti-social en estado puro. En las empresas podemos encontrar liderazgos atravesados por estas patologías pero se ve que no hay una desconexión total con la sociedad. El acosador laboral combina una personalidad desviada con algunos elementos anti-sociales. Este tipo de personalidad lo podemos observar en los síndromes laborales de Cronos, Ganímedes y Anat. 1.1“Personalidad anti-social y violencia de género” También la personalidad anti-social abarca lo relacionado con la familia y la violencia de género ya que los sujetos antisociales tienden a ser irritables y agresivos y pueden tener peleas físicas o cometer actos de agresión. Pueden descuidar o abandonar el cuidado de un niño de forma que puede ponerlo en peligro. Los sujetos antisociales también tienden a ser continua y extremadamente irresponsables. Tienen pocos remordimientos por las consecuencias de sus actos, pueden ser indiferentes o dar justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado. Estas personas pueden culpar a las víctimas por ser tontos, débiles o por merecer su victimización (“me porté así porque tú me provocas”), pueden minimizar las consecuencias desagradables de sus actos o simplemente mostrar una completa indiferencia. También lo que está relacionado con accidentes, imprudencias y adicciones. Estos individuos también muestran una despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás, esto puede demostrarse en su forma de conducir (repetidos excesos de velocidad, conducir estando intoxicado, accidentes múltiples). Pueden involucrarse en comportamientos sexuales o consumo de sustancias que tengan un alto riesgo de producir consecuencias perjudiciales. 1.2 El estudio del delincuente en la criminología contemporánea: una oportunidad de prevenir el acoso sexual y laboral desde la elección racional del delito Hay que destacar que hablar de personalidad anti-social no implica sostener la tesis de los positivistas del siglo XIX inspirados en el evolucionismo biológico de Darwin que concebía al
  • 5. delincuente como una especie atávica no evolucionada y que entendía la conducta delictiva como constituida por cuestiones genéticas que se transmitían con la herencia. En este sentido vale la pena recordar la categorización de los seis grupos de delincuentes de Lombroso que se basaba en la concepción del “delincuente nato”, esto es como dice Mendoza (2008), una subespecie o subtipo humano entre los seres vivos superiores pero sin alcanzar el nivel superior del “homo sapiens” siendo un ser atávico, degenerado producto de la regresión y no de la evolución. Estos grupos son: El nato (atávico), el loco moral (morbo), el epiléptico, el loco, el ocasional y el pasional, tipología que enriquecería, posteriormente, con el examen de la criminalidad femenina (La Doña Delincuente) y el delito político (el crimen político y las revoluciones). Ahora bien rechazamos esta cuestión determinista del positivismo que considera al delincuente un sub-humano. El delincuente es un actor anti-social pero no necesariamente un enfermo mental, incluso podríamos decir que existen gran cantidad de delincuentes que desarrollan conductas desviadas y en menor medida conductas antisociales, siguiendo la distinción de Hikal porque no rompen del todo con la sociedad, sino que integran actividades ilícitas con actividades lícitas constituyendo sistemas híbridos, tal es el caso de los empresarios mafiosos. Tal como sostiene Medina Gallego (2012) “un modelo de acumulación capitalista criminal que logra moverse en una franja en la que convergen lo legal y lo ilegal en los aspectos social, económico y político. (…) Establece complejas redes productivas articuladas a diversos procesos de desarrollo económico en actividades que se mueven de lo estrictamente ilegal a lo predominantemente legal mediante la captura y ocupación de actividades económicas de alto impacto bajo la forma de los sistemas empresariales convencionales y una gerencia ejecutiva a prueba de sospechas”. También el terrorismo se asienta sobre individuos sanos más que patológicos. En estos casos sería conveniente entender la personalidad anti-social o mejor dicho, desviada desde la teoría de la decisión racional de Clarke y Cornish que sostiene que la persona es libre y que opta por llevar a cabo conductas criminales y la propuesta es disuadir removiendo de la mente del criminal el objeto del delito. En los casos de la mafia, el terrorismo y algunos casos del narcotráfico, la antisocialidad dispone de un alto componente racional, sin embargo siempre hay cuestiones emocionales y patologías y deficiencias sociales que por supuesto influyen en lo racional5 . 5 No existe un delincuente 100% racional sino que como seres humanos siempre estamos atravesados por cuestiones emocionales, traumas, historias de vida, conflictos de la niñez, pero en casos de mafia, terrorismo y en delitos de cuello blanco, salvo casos de patologías severas como estafadores psicópatas o psicopatías violentas que pueden alentar al enfermo a convertirse en sicario de los narcotraficantes o lobo solitario, estamos ante un gran elemento racional que permite planificar al delito como una operación empresarial. Vale recordar la planificación logística a modo de una gran cadena de suministro de los carteles de la droga.
  • 6. En estos casos el hombre (anti-social) es un ser racional que decide a veces por el delito, pero no necesariamente quiere destruir la sociedad, en el caso de la mafia y cada vez más en el narcotráfico es al contrario, quieren integrarse a la sociedad y al Estado. En el caso del Mobbing que muchas veces aparece como una forma de “terrorismo laboral” sucede lo mismo, si bien hay un elemento emocional consistente, también hay una racionalización del acoso puesto que sigue una estrategia lógica, la de expulsar al elemento “nocivo”, “diferente” del entorno. También hay que mencionar que en empresas mafiosas o que tienen una corrupción estructurada desde la cultura organizativa también puede darse el acoso como práctica habitualizada que se sitúa a medio camino entre una moral “trasgresora” del orden social y otra reproductora y conservadora de dicho orden tal como el ejemplo del narcotráfico, la mafia y el terrorismo. 1.3 ¿Cómo identificar a un individuo anti-social? En el caso de personalidades anti-sociales con una fuerte carga patológica, siguiendo a Mendoza (2008) la mayor parte de los adultos diagnosticados con personalidad antisocial fueron antisociales en su etapa infantil. El adulto antisocial generalmente falla en mantener relaciones íntimas con otras personas, su desempeño laboral es deficiente, está implicado en conductas ilegales, tiende a cambiar sus planes impulsivamente y pierde el control en respuesta a pequeñas frustraciones. Cuando niño tendía a ser intranquilo, impulsivo, sin sentimientos de culpa, funcionaba mal en la escuela, se fugaba de casa, era cruel con los animales y cometía actos delictivos6 . A modo de resumen final, podríamos sintetizar la conducta anti-social en 4 características centrales, tal es la clasificación que hace Hikal (2005): Egocentrismo: es el sobrevalor exagerado de la propia personalidad, considerada como el centro de atención de todo momento y situación. El sujeto está preocupado por él y comúnmente 6 Tal como expresa Mendoza (2008) “ Esta idea de una personalidad antisocial que crece en la infancia y persiste en la vida adulta con numerosas manifestaciones conductuales, entre ellas las delictivas, fue popularizada por Robins y posteriormente representada en el DSM-III-R y DSM IV con el diagnóstico del “Desorden de Personalidad Antisocial”, donde tienen cabida tanto los psicópatas como los delincuentes multirreincidentes y donde se prima especialmente, el carácter ilegal de la personalidad antisocial. Precisamente el término de trastorno (desorden) de conducta, recogido en la cuarta edición revisada del Manual Diagnóstico de la asociación americana de Psiquiatría, pretende agrupar a aquellos menores que evidencian un patrón de conducta antisocial persistente, caracterizado por una desadaptación generalizada en su funcionamiento diario y por la violación repetida de los derechos básicos de los demás y las normas sociales fundamentales apropiadas a la edad. Una de las características principales de este síndrome clínico radica en la conducta agresiva, y de hecho muchos estudios retrospectivos y prospectivos han mostrado que la agresión en la niñez y en la adolescencia está asociada con una conducta delictiva posterior, especialmente si los comportamientos agresivos también se producen fuera del hogar”
  • 7. indiferente hacia los demás. Agresividad: Si bien la agresividad es necesaria para la supervivencia, en el caso de las personalidad anti-social tomamos el aspecto negativo de la misma, es decir cuando toma la forma de hostilidad y se expresa de manera incompatible con las pautas de conducta aceptadas. Labilidad: En el sujeto antisocial, la falta de temor a la pena se debe a no visualizar el futuro con claridad, ven el castigo como lejano, se les resbala. Los sujetos antisociales no logran adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, se les resbalan las normas. Se puede poner de manifiesto un patrón de impulsividad mediante la incapacidad para planificar el futuro. Indiferencia afectiva: La indiferencia afectiva es la ausencia de sentimiento, consiste en la distorsión de expresión de las emociones. También es llamada como aplanamiento afectivo, falta de emotividad o inhibición de los afectos. 2. El estudio de la víctima y el aporte de la victimología al estudio del acoso sexual y el mobbing. Siguiendo a Cuarezma Terán (1996: 297) “el estudio de la víctima tiene su origen en el positivismo criminológico, que inicialmente polarizó la explicación científica del comportamiento criminal alrededor del delincuente, ignorando en buena medida a la víctima, considerándola como un objeto neutro, pasivo y estático, que nada aporta a la génesis, dinámica y control del hecho criminal”. En este sentido, y retomando las características del positivismo criminológico podemos decir que en base a este paradigma se estructuraron estudios que daban prioridad y preocupación por el delincuente pero abandonando a la víctima. El positivismo si bien recuperó el protagonismo de la estructura social y del orden social, se dedicó exclusivamente al delincuente y no tomó a la víctima como un elemento central en el estudio del delito. Pero vemos que se produce un cambio con la Moderna Criminología de corte sociológico. Para este enfoque la figura del delincuente pasa a segundo plano dirigiendo la atención hacia investigaciones sobre la conducta delictiva, la víctima y el control social. Estos enfoques que retoman el estudio de la víctima y el control social del crimen tuvo como fin poder paliar este olvido de las víctimas por medio de estudios científicos, que como se verá tuvo una consecuencia nefasta en el sistema penal (ya que permite la segunda victimización). Estos estudios irán conformando una nueva ciencia, la victimología, con perspectivas interdisciplinarias que tendrán por objeto a la víctima como tal, a sus características y su personalidad, tanto en relación con el
  • 8. hecho social (mobbing y acoso sexual), como en función de su propia intervención en la dinámica social y criminal. Es decir, como sostiene Cuarezma Terán (1996) que el Derecho Penal se ha orientado en forma unilateral hacia el autor del delito, dejando a la víctima en una posición marginal. Los derechos de las víctimas en cuestiones de la justicia penal son muy precarios, lo que motoriza este olvido, incluso como testigo se convierte en destinatario de serios compromisos y obligaciones, portador de pocos o ningún derecho. Este olvido también aparece en el ámbito de la empresa ya que muchas veces se cree que separando al acosador (despido, cambio de departamento, jubilación, retiro, etc) se soluciona el problema dejando a la víctima sin la debida atención del estrés postraumático que el acoso causó. Este olvido, que demanda un redescubrimiento de la víctima no es casual sino que se genera cuando el Estado monopoliza la reacción penal, al decir de Max Weber, cuando el Estado consigue el “monopolio de la violencia legítima”. Este principio lo encontramos en la tradición pre- ilustrada del pensamiento de Bodin, Grocio y Hobbes y en el liberalismo de Locke. La teoría del pacto de sujeción que los autores del Leviatán contratan al autorizar al soberano y ceder el derecho de castigar a su victimario7 por ejemplo, sienta las bases para este olvido. Hay que destacar que estas influencias del contractualismo hicieron impronta en la criminología clásica sumado esto a la centralidad que dio al delincuente también la escuela Clásica del Derecho Penal que siguiendo a Zuñiga Cabalceta (2005) fija su preocupación en el delito como forma jurídica, basando su enfoque en el hecho concreto de una conducta criminal y el actor de la misma. Esto evidencia una centralidad, no en la víctima sino en el victimario, lo que importa es el delincuente y la conducta de éste. Se creía que explicando y comprendiendo al delincuente se comprendía al delito, y se dejaba de lado a la víctima por considerarlas sujetos neutro, pasivo y estático, que no contribuía en nada al hecho criminal. Pero, como dice Cuarezma Terám (1996) hacía la década del 40 es que el movimiento victimológico emprende estudios sobre lo que Mendelsohn llama “pareja criminal” dándole a la víctima una visión más activa capaz de contribuir a la génesis y dinámica de la conducta delictiva. 7 Este aspecto es muy característico en el pensamiento de Hobbes y Locke. Para poner fin a la guerra de todos contra todos donde el hombre es el lobo del hombre, Hobbes sostiene que es imprescindible ceder la fuerza y el rol judicial al “deus mortalis”,al Soberano, en tanto Locke para evitar los excesos que pudieran cometer los individuos al juzgar las desviaciones de la ley natural por su cuenta, instruye el II ensayo del Gobierno Civil, la teoría de un pacto de asociación para crear un juez imparcial.
  • 9. Ahora bien, sobre este cuadro de situación voy a explicar, siguiendo a Cuarezma Terám(1996) cómo se redescubre a la víctima. En investigaciones, los científicos se dan cuenta que en una notable cantidad de hechos, la víctima tenía una gran participación en los sucesos y en otras ocasiones era la causante del delito, de este tema se ocupará la victimodogmática. Este hallazgo evidenció que la víctima podía, o mejor dicho debía ser objeto de estudio, y análisis desde dos puntos de vista, bien bajo su comportamiento individual o bien en función de sus relaciones con el autor del delito. 2.1 ¿Qué podemos observar en la víctima del delito? Siguiendo a Hilda Marchiori (1997), una de las consecuencias de un acto delictivo que puede observarse en la víctima es la disminución del sentimiento de seguridad individual y colectivo. No sólo el delito afecta a la víctima primaria que es la que padece el delito, denominado por los teóricos de la Justicia Restaurativa como “partes interesadas primarias”8 , sino que también afecta a las “partes interesadas secundarias” es decir a las personas indirectamente afectadas por el delito (Sampedro Arrubla; 2005: 17). Las partes directamente afectadas engloba a la víctima y a las comunidades de apoyo, como por ejemplo la familia extendida. Pero esta disminución en el sentimiento de seguridad no sólo lo experimentan los directamente afectados sino también los afectados indirectamente, es decir las partes secundarias que se ven dañadas indirectamente y de forma colectiva e impersonal. Es por eso que Marchiori (1997) habla de observar una disminución del sentimiento de seguridad tanto individual (subjetivo) como colectivo (social pero en el sentido no objetivo sino de memoria colectiva). Tanto la víctima concreta, su familia, y la comunidad social y cultural sentirán que hubo una transgresión del sentimiento de inviolabilidad porque la mayoría de las personas tienden a tenerse por inmunes a los ataques delictivos. El delito crea una situación traumática que altera a la víctima y su familia. Debemos observar los elementos que evidencien este trauma. Según Marchiori (1997) podemos observar en la víctima: La víctima sufre a causa de la acción delictiva: Este sufrimiento puede aparecer bajo la forma de estrés postraumático. Como dice Marchiori (1997) con el delito se crea una verdadera situación de estrés porque significa un daño y un peligro -en muchísimos casos un peligro de muerte- que representa para la víctima y para la familia vivir con miedo, angustia y la posibilidad de ser victimizada nuevamente. Tal como dice Ginger Alegría (2011), el estrés implica siempre una 8 La Justicia Restaurativa incluye aquí al delincuente como víctima primaria.
  • 10. dinámica de resistencia, tensión y lucha, que persiste mientras los factores externos lo exigen, o mientras dura la resistencia del organismo. El trauma indica ya una ruptura, un fracaso de las capacidades de integración, una discontinuidad en la vida psíquica. Cuando se convierte en traumático, su intensidad o su naturaleza superan las capacidades de procesamiento del sistema nervioso, dando lugar a disrupciones permanentes en la organización del mundo interno El delito implica daño en su persona o en sus pertenencias. Este daño no sólo afecta lo patrimonial sino también involucra las consecuencias inmediatas y traumáticas delictivas que comprenden: estrés, conmoción y desorganización de la personalidad de la víctima. También incredulidad, paralización temporal y negación de lo sucedido, terror, aturdimiento, desorientación, sentimientos de soledad, depresión, vulnerabilidad, angustia, depresión. Este daño también afectará a la familia ya que las consecuencias involucran de un modo determinante a todo el grupo familiar al cual pertenece la víctima. La familia, de la misma manera que la víctima, sentirá miedo, angustia, temor a la repetición de la violencia, se identificará con la víctima -en un autoconfinamiento- o en otras reacciones, rechazará a la víctima, la culpará por lo sucedido, negará el hecho o intentará un comportamiento de aislamiento, de reproche a sí misma. El delincuente provoca con su violencia humillación social: Por ejemplo los síntomas que presentan las víctimas después de un tiempo como la “reacción crónica retrasada” es temor a la delincuencia que sienten las víctimas y afecta todos los aspectos de su vida, les impide realizar sus actividades, reunirse con sus amistades, lo que acentúa su aislamiento. El miedo a ser atacado nuevamente constituye un elemento fundamental que angustia al grado de reforzar el autoconfinamiento de la víctima y de su familia. La víctima experimenta temor por su vida y la de su familia. Esto se potencia con la sensación de inseguridad producto del delito, aún más cuando la víctima no recibe la atención, información y respuesta a su grave situación produciendo la segunda victimización ahora por el maltrato del sistema de justicia y las FFSS. La inseguridad también está vinculada con dos aspectos: desprotección institucional en la población (sentida por la víctima en forma generalizada) e impunidad del delincuente (sentida por la víctima en el temor de que el delincuente regrese). La víctima se siente vulnerable y esto provoca sentimientos de angustia, desconfianza, inseguridad individual y social. Este aspecto se relaciona con los factores de vulnerabilidad de la víctima. Siguiendo a Ginger Alegría (2011) en algunas personas, la baja autoestima y el desequilibrio emocional preexistente, sobretodo si van acompañados de una dependencia al alcohol y drogas y de aislamiento social, desde una perspectiva psicológica acrecientan la vulnerabilidad, y también el nivel de humillación que puede provocar el delincuente a la víctima, que tendrá repercusiones en su conducta social y afectará sus relaciones y los roles que desempeñe en la estructura social. Factores tales como: un nivel bajo de inteligencia (sobre todo, cuando hay un historial de fracaso escolar), una fragilidad emocional previa, mala adaptación a los
  • 11. cambios, sensación de fatalismo, percepción de lo acontecido como algo extremadamente grave e irreversible. Este grupo de personas cuentan con muy poca confianza en los recursos psicológicos propios para hacerse con el control de la situación. Es por ello que también estos recursos psicológicos y simbólicos deben ser observados para poder asistir a la víctima. 3. Conclusión Para poder comprender el mobbing y el acoso sexual en las empresas, es menester tomar en consideración un estudio no sólo la personalidad del acosador sino también las características psicológicas de la víctima. En la prevención y en la reparación tenemos que tener presente cuál es el rol de la víctima así como los elementos de su personalidad que pueden motivar al acosador. El problema no se soluciona sólo con la separación del victimario sino que es necesario contar con un plan de asistencia a la víctima de acoso para que pueda reintegrarse en el ambiente de trabajo. Esto último implica trabajar no sólo con los perfiles psicológicos sino también con los estándares éticos, la mejora constante y medición del clima organizacional, la construcción de una cultura de la no violencia que integre lo diferente como una oportunidad de mejora y la eliminación de toda estructura de corrupción, entre las más importantes. BIBLIOGRAFÍA ALLER MAISONNAVE, GERMÁN (2010) Paradigmas de la Criminología Contemporánea, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires BERDUCIDO MENDOZA, H (2008) “El objeto de la Criminología: Delito, Delincuente, Víctima y Control Social” en https://hectorberducido.wordpress.com consultado 20 de febrero de 2018 BERDUCIDO MENDOZA, H (2008) “Funciones de la Criminologia” en https://hectorberducido.wordpress.com consultado 20 de febrero de 2018 BERDUCIDO MENDOZA, H (2008) “La Criminología como Ciencia Empírica” en https://hectorberducido.wordpress.com consultado 20 de febrero de 2018 BERDUCIDO MENDOZA, H (2008) “Sociología Criminal” en https://hectorberducido.wordpress.com consultado 20 de febrero de 2018 BERDUCIDO MENDOZA, H (2008) “El origen de la Criminología Científica”. en https://hectorberducido.wordpress.com consultado 20 de febrero de 2018
  • 12. BERDUCIDO MENDOZA, H (2008) “Factores Criminógenos y Psicología Del Delincuente”. en https://hectorberducido.wordpress.com consultado 20 de febrero de 2018 CUAREZMA TERERÁM, SERGIO (1996) “La Victimología” en Serie: Estudios Básicos de Derechos Humanos, Tomo V, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José, Costa Rica, pp 295 a 317 GINGER ALEGRÍA, CÉSAR A, (2011) “Aproximación Psicológica de la Victimología” en Revista Derecho y Criminología HIKAL, WAEL (2005) Criminología Psicoanalítica, Conductual y del Desarrollo, México HORGAN (2005) Psicología del terrorismo. Cómo y por qué alguien se convierte en terrorista. Editorial Gedisa MARCHIORI, HILDA (1997) “La víctima en la prevención integral del delito” en Delito y Seguridad de los Habitantes, Programa Sistema Penal Derechos Humanos de ILANUD y Comisión Europea, Editorial Siglo XXI, México, D.F MEDINA GALLEGO, CARLOS (2012) “Mafia, narcotráfico en Colombia. Elementos para un estudio comparado” en El prisma de las seguridades en América Latina. Escenarios regionales y locales, Clacso, Buenos Aires PALACIOS PÁMANES, GERARDO S (2012) Criminología Contemporánea. Introducción a sus fundamentos teóricos, Instituto Nacional de Ciencias Penales, México. RAPOSO LÓPEZ (SIN FECHA) “La víctima de delitos”, en www.coet.es, consultado el 18 de febrero de 2018 SAMPEDRO ARRUBLA, JULIO A, (2005) “¿Qué es y Para qué sirve la Justicia Restaurativa?”, en Revista Internacional de Derecho Penal Contemporáneo, Número 12, pp 53 a 85 WEBER, Max, (1982) Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1982 ZUÑIGA CABALCETA, VERNY E, (2005)“La Victimología desde la perspectiva de los Derechos Humanos”, Tesis para obtener el grado de Maestro en Derechos Humanos. Universidad Iberoamericana, México.