Este documento discute los principios financieros eternos presentados en la Biblia. Explica que Dios es el dueño soberano de todo el mundo y todo lo que hay en él, y que nosotros solo somos mayordomos de los bienes que Él nos ha confiado. Resalta la importancia del diezmo como reconocimiento de la soberanía de Dios y analiza las promesas divinas de prosperidad para aquellos que son fieles en la devolución de sus diezmos y ofrendas.