Este documento discute y refuta dos mitos comunes sobre la Iglesia Católica. El primer mito es que el Papa Gregorio I impuso el latín como lenguaje de oración, cuando en realidad fue adoptado varios siglos antes. El segundo mito es que la Biblia prohíbe orar a cualquier persona excepto a Dios, cuando en realidad se muestran ejemplos de santos intercediendo. El documento argumenta que la práctica católica de orar a María y los santos tiene fundamentos bíblicos.