El documento discute el término "queer" y sus implicaciones. El autor argumenta que el término es impersonal y admite que hay algo malo con las personas no heterosexuales. También señala que el término pone a toda la comunidad LGBTQ en una situación de broma y que la palabra "gay" no tiene nada de malo. El autor concluye que se trata de una estrategia lingüística y sus consecuencias políticas.