Javier siempre participaba en clase y no dejaba que sus compañeros lo hicieran, por lo que en el recreo ninguno quería jugar con él. Cuando Javier se dio cuenta de la situación, les preguntó a sus amigos la razón, y ellos le explicaron que se sentían molestos porque los interrumpía. Javier decidió dejar que también participaran sus compañeros, y desde entonces todos pudieron jugar felices en el recreo.