El autor argumenta que la oración genuina es política y escatológica, ya que se ocupa de los problemas de la vida pública y coloca la sociedad bajo el propósito de Dios de crear un nuevo cielo y una tierra nueva. La oración genuina nos compromete con la acción transformadora de Dios en el mundo y nos motiva a dejar que Dios nos utilice para cumplir su propósito. La oración es más importante que la acción porque da sentido y dirección a la acción.