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El 7 de agosto de 18191
Jaime Ricardo Reyes Calderón2
Miembro de Número
Academia de Historia de Norte de Santander
Desde hace 200 años la batalla del Puente de Boyacá se considera el gran suceso militar por el cual se selló
definitivamente el proceso de revolución independentista iniciado en 1810 y amenazado serísimamente por la
reconquista española agenciada por el pacificador Pablo Morillo.
Los ejércitos
Thibaud (2003) explica: “La campaña de 1819 es una Campaña Admirable al revés, hecha desde Venezuela
hacia la Nueva Granada, y en la que se enfrentan dos ejércitos regulares y ya no dos milicias inmaduras” (p.
424). Los patriotas conformaron un ejército que mezclaba combatientes surgidos en el ejercicio de guerrillas del
llano, veteranos de las batallas de la campaña admirable, y los refuerzos extranjeros, principalmente de
soldados ingleses. Además, se ha de recordar la creación de la fuerza del Casanare, organizada, entrenada y
equipada por Santander. Así, 2.850 combatientes estaban bajo el mando del general Simón Bolívar. La
vanguardia la comandaba Francisco de Paula Santander y la retaguardia José Antonio Anzoátegui. Carlos
Soublette ofició en Boyacá de jefe del estado mayor. Sus integrantes eran criollos, mestizos, mulatos, zambos,
negros e indígenas, usualmente de extracción humilde, con pocos alimentos y muy mal vestidos, apodados por
los españoles como "insurgentes". Luego del épico paso del páramo de Pisba popularmente llamado como
“del Perro”, rebautizado posteriormente “Pisba” por Santander (Pardo, 2015: 129), recordando las crueles
acciones de la reconquista, este “ejército de pordioseros” (según Barreiro) encontró apoyo popular de los
granadinos, especialmente de las gentes de Tunja. Como anécdota:
“El cura de Socha reunió a todos los pobladores en la Iglesia, cerró las puertas y les pidió a los feligreses,
hombres y mujeres, despojarse de parte de sus ropas, ruanas y camisolas, para entregarlas a las tropas
patriotas. Así tuvieron ropa los soldados”. (Pardo, 2015: 131)
El Régimen del Terror de Morillo había eliminado a la generación precursora que planeó inicialmente la
revolución, con la salvedad entre otros, de Nariño, quien al momento de la reconquista se hallaba en prisión.
Para la campaña Libertadora de 1819 “notamos el influjo de los militares venezolanos encabezados por Bolívar,
Sucre, Páez, Anzoátegui, Soublette y otros”. Se ha de afirmar también que el grueso de las fuerzas patriotas
eran de origen venezolano. (Thibaud, 2003, p. 422). La revolución fue impulsada por la juventud, Bolívar y
Santander en 1819 tenían 36 y 25 años, respectivamente. La Independencia llegó de la mano, no de militares
de profesión, sino de patriotas audaces forjados en la experiencia: “Bolívar, Santander, Nariño y demás líderes
del ejército patriota, aprendieron en la escuela práctica de la guerra y surgieron en la lucha, afianzándose en la
experiencia”. (Ocampo, 1979: p. 118-120).
Por su parte, las armas del Rey fue un ejército que a 5 de julio lo componían “1.558 soldados de infantería
distribuidos en cuatro cuerpos (Primero y Segundo Batallones del Rey, de Tambo y Numancia) y de 354
soldados de caballería (regimiento de los Dragones de Granada)” (Thibaud, 2003, p. 422). Esta fracción de la
Tercera división del Ejército Expedicionario de la Reconquista estuvo comandada por el coronel José María
Barreiro; el jefe del estado mayor fue el coronel Sebastián Díaz, y la vanguardia la guiaba el coronel Francisco
1
Artículo publicado en la Gaceta Histórica de Norte de Santander, No. 152, de diciembre de 2019. Fue este la base del discurso de
orden del autor en la sesión solemne del Bicentenario celebrada en la Casa de Santander.
2
Doctor en educación. Magíster en educación. Especialista en literatura. Especialista en desarrollo humano. Licenciado en Filosofía.
Teólogo. Estudios de lingüística y literatura. Estudios de Historia. Coordinador académico de la Institución Educativa Santo Ángel de
Cúcuta. Contacto: keraj1964@hotmail.com
2
Jiménez. (Ocampo, Semana, 2004). “Tanto las legiones realistas como las patriotas nunca alcanzan el tamaño
de un regimiento europeo. Pero en el marco americano, donde los ejércitos nunca fueron numerosos, son
contingentes respetables.” (Thibaud, 2003, p. 424).
Gámeza, Pantano de Vargas, Paipa y Tunja
En la batalla de Gámeza el 10 de julio lucharon 1080 realistas contra 2150 patriotas. Duró cerca de 8 horas. En
esta confrontación murió Arredondo el heroico capitán del Cazadores y fue herido Santander por una bala
en el cuello. En Gámeza no hubo un claro triunfador, ambos lados buscaron reposo y la llegada de nuevos
refuerzos. Los patriotas saludaron el arribo de la Legión Británica mientras que a los realistas, asentados en
Tópaga, sumaron nuevas tropas llegadas de Labranzagrande.
La batalla del Pantano de Vargas del 25 de julio contó con 1800 realistas contra 2400 patriotas. Allí los llaneros
de Rondón lograron salvar la patria con su arrojo y valentía, transformando una segura derrota libertadora en
una eufórica victoria. En Vargas se sufrió el sacrificio del jefe del Batallón Bravos de Páez y de la Legión Británica
el recordado James Rook. Barreiro intentaba hacer tiempo para recibir refuerzos del ejército que venía de
Venezuela. Se hizo claro que Bolívar no iba a permitir la llegada de refuerzos españoles desde Venezuela. El
historiador venezolano Briceño (1976) afirma: “[Bolívar] decidió poner fin a esta campaña con una operación
estratégica de primera clase” (p. 383).
Tras el desgaste acaecido por las dos confrontaciones anteriores (Gámeza y Pantano de Vargas), los ejércitos
quedaron imposibilitados de acometer acciones ofensivas. Cada uno trató de recuperar las bajas. Barreiro
demandó refuerzos a los pueblos vecinos, y Bolívar expidió un decreto que exigió la presentación de todo
hombre soltero o casado, mayor de 15 y 40 años, en las provincias de Tunja, Casanare, San Martín, Pamplona
y el Socorro. El 28 de julio en Duitama sentenciaba, “4. Todo hombre [...] que pasadas las 24 horas de la
publicación no se presentare, será fusilado”. Los boyacenses, llaneros y santandereanos, llegados con
cabalgaduras frescas, significaron un factor decisivo en las cargas triunfadoras de la lucha sobre el Teatinos.
El ejército patriota desde Los Corrales de Bonza reanudó operaciones el 3 de agosto en dirección a Paipa. Copó
con una avanzada de caballería al mando de Leonardo Infante, un escuadrón adelantado de los realistas sobre
el río Surba obligando a los españoles a dejar Paipa. El 4 de agosto los dos ejércitos estuvieron a la vista uno
del otro. El ejército patriota entró a Paipa preparándose para acampar allí.
Pero esa noche del 4, se deja “una partida de guerrillas del Socorro comandada por Félix Pabón” (Pardo, 2015,
p. 141) para que mantuvieran hogueras prendidas en Paipa para llamar la atención de los vigías realistas.
Entonces, en medio del mayor sigilo y protegido por la oscuridad, una parte del Ejército patrio enrumba a Tunja
hacia las 8 de la noche a través de la serranía. Con las primeras luces del alba llegan a Firavitova. Ese 5 de
agosto sucede pues la toma de Tunja, defendida escasamente por 40 hombres. Allí estaba la reserva de
provisiones, municiones y armas de la Tercera División realista. Con este golpe de astucia se consiguieron 600
fusiles, pólvora, alimentos, medicinas. Pero además, se afectó psicológicamente al contrario, llevándolo al afán
por recuperar sus pérdidas. “El atrevido movimiento de Bolívar aterrorizó al realista y decidió la suerte de la
campaña” (O´Leary, 1952, p. 657). La audacia y la sorpresa fueron nuevamente los factores fundamentales que
permitieron a las tropas republicanas avanzar.
Luego del insospechado descalabro, las tropas del rey dejaron la inmovilidad para cerrar el paso de los patriotas
hacia Santafé. Sin reposo marcharon durante el día 6 de agosto a toda velocidad con dirección a Motavita, dos
kilómetros al noroccidente de Tunja. El boletín español explica: “A fin de estar prontos a batirlos determinó el
comandante general se detuviese la división en el pueblo para limpiar las armas y enjugarse de la lluvia
horrorosa de la noche anterior” (Friede, 1969, p. 134).
3
La batalla de Boyacá
Para recuperar la conexión con Santa Fe e impedir la avanzada patriota hasta esa capital, Barreiro decide
flanquear Tunja y tomar hacia el occidente por la senda que pasaba Cucaita y el valle y el pueblo de Samacá,
para hacerse al Camino Real que llevaba de Tunja a Santa Fe. De esta manera podría, hacia las alturas de
Chocontá, hacerse fuerte e impedir el avance patriota. La Tercera División española salió el 7 de agosto a las
4 a.m. Bolívar salió de Tunja a las 7 a.m. y solamente hacia las 10 a.m. pudo ver qué camino tomaban las tropas
españolas. Dio entonces la orden, que fue entregada por un jinete llanero: “Generales Santander y Anzoátegui,
salgan inmediatamente por el camino real y destruyan a Barreiro donde lo encuentren” (Dousdebes, 1940, p.
265). El camino real estaba a 16 kilómetros desde Tunja y a 14 desde Motavita.
El terreno donde se libró la batalla no es ancho ni espacioso. Está lleno de ondulaciones. El militar e historiador
Álvaro Valencia Tovar nos informa:
“Los caminos que conducen de Santafé a Tunja y Samacá, [...] se encuentran en una ‘y’ abierta, cuyos brazos
son separados por el Cerro de Tobal, en tal forma que no existe visibilidad entre uno y otro, sino en el momento
de su encuentro casi sorpresivo. El ramal a Tunja se desarrolla en cierta forma aprisionado por las
estribaciones del dicho cerro, de tal manera que el avance de una formación de tropa debe hacerse en
columna profunda” (Valencia Tovar, 1980, p. 213).
Las tropas libertadoras sumaban casi 2800 hombres mientras que los realistas llegaban a 2200. (Thibaud, 2003,
p. 425). Entre las 12 y la 1 p.m. llegó una fracción de la vanguardia realista a un punto denominado Casa de
Postas, hoy conocido como Casa de Teja. Este lugar estaba 1 km. arriba del camino real, cerca al puente sobre
el río Teatinos. El comandante realista Francisco Jiménez observó que aún no habían pasado los insurgentes.
Decidió, extrañamente confiado, dar descanso a la tropa. Para tal efecto ordenó preparar y dar alimentos. Si
hubiera seguido 1 km. más, pasando el puente, probablemente la suerte de la batalla hubiera sido otra.
La guardia de Jiménez apostada en el Boquerón, hacia las 2 de la tarde avistó la descubierta del Ejército
patriota, encomendada al capitán Andrés Ibarra. Jiménez creyó que era una guerrilla más, como las que habían
conocido en enfrentamientos aislados en los últimos días. Al ser atacada por fuego graneado, retrocedió la
avanzada patriota sólo para que llegara Santander y la vanguardia rebelde en pleno. Jiménez defendió la altura
con una compañía del Segundo de Numancia, ordenando al resto que retrocedieran para encontrarse con el
grueso de la Tercera División. Este propósito no se logró porque tres compañías del Cazadores “se interpusieron
entre Jiménez y el resto de las tropas realistas” (Pardo, 2015, p. 146). Santander con la compañía más
adelantada del Cazadores al mando de Joaquín París puso en fuga a la vanguardia realista hasta el Puente
sobre el Teatinos. Jiménez decidió pasar el puente para refugiarse. Allí, el Tercero de Numancia y un escuadrón
de Dragones organizó la defensa. Con el punto consolidado, el Segundo de Numancia llegó y encontró seguro.
Frente a la defensa realista organizada, Santander tomó posiciones en línea: “el Cazadores enfrentado al
Tercero de Numancia, y el Primero de Línea enfrentado al Segundo de Numancia. El Guías de Apure […] se
ubicó detrás del Primero de Línea como su reserva” (Pardo, 2015, p. 147).
La fuerza realista quedó fracturada: la vanguardia al otro lado del río, huyéndole a Santander y la retaguardia,
a 500 metros de casa de Teja, defendiéndose de Anzoátegui. En medio estaban la vanguardia y la retaguardia
patriotas en consistente comunicación. Esta batalla tendrá dos combates que se desarrollarán simultáneamente:
“Dos combates separados configuran el gran todo de la acción. Al sureste, sobre la línea del Teatinos
forcejean las dos vanguardias. Al noreste, la línea del rey con tres batallones de infantería, la artillería al
centro, la caballería en las alas, con los Flanqueadores a la izquierda. Dragones y Granaderos a la derecha”
(Valencia Tovar, 1940, p. 220).
Anzoátegui posicionado entonces en Casa de Teja, ordenó al Rifles de Venezuela atacar en línea a la cabeza
de la retaguardia realista que venía por la parte alta en posición favorable. Los españoles se protegieron con
los numerosos montículos y las grandes piedras que allí había. Entonces el jefe de la retaguardia patriota
dispuso protección para el Rifles y envió a la Legión Británica quien hizo retroceder al Cazadores español hasta
4
ponerse en línea con el Primero y Segundo del Rey, mandados por Barreiro. Hacia las tres de la tarde, el
Batallón Barcelona fue alineado a la derecha del Rifles. Barreiro dispuso entonces que toda la retaguardia
estableciera línea con el Cazadores, quedando los Batallones del Rey y los Dragones de Granada como sus
reservas.
Santander desde las 2 p.m. había intentado por dos veces pasar el puente, pero sufrió más de 20 bajas, por lo
que decidió aguardar a las maniobras de Anzoátegui.
Hacia las tres y media, Anzoátegui ordenó a los Lanceros del Alto Llano de Rondón realizar una carga cuesta
arriba. En grupos de 8 a 10 jinetes “atacaron por varios sitios a las columnas del Segundo del Rey, lanzándose
sobre la artillería ubicada en el centro de la línea, alanceando a los artilleros y logrando desordenar, con un
ataque por el flanco, al Primero del Rey […] Rifles, Legión Británica, el Barcelona y el Bravo de Páez avanzaron”
(Pardo, 2015, p. 148).
En el ataque de los lanceros de Juan José Rondón se aplicó la famosa maniobra del “Vuelvan caras” típica de
Páez. Con esa táctica se había ganado en Las Queseras del Medio, no hacía más de tres meses. “La maniobra
consistía en retroceder ante el avance de la caballería enemiga y, en cierto momento y con total coordinación,
devolverse o “volver caras” y enfrentar a los perseguidores sorprendiéndolos” (Pardo, ídem.). La carga de los
llaneros la narraron los españoles así: “La tercera y quinta compañía del Dragones de Granada cargó sobre un
escuadrón enemigo, pero apenas llegaron al crítico momento del choque, volvieron caras y tomaron la fuga de
nuestra caballería” (Díaz en Friede, 1969, p. 118). La caballería realista del Dragones de Granada, de sólo
ibéricos, huyó a todo galope rumbo a Samacá.
Con la vigorosa y efectiva maniobra de Anzoátegui, Santander buscó un paso por el Teatinos con los Guías de
Casanare al mando de José María Ruiz. Así lograron llegar unos 600 metros río abajo del puente ante el
Segundo de Numancia al que atacaron por la espalda. Santander aprovechó el desorden causado a la defensa
española y ordenó al Cazadores y al Primero de Línea que tomaran el puente. Alcanzada la orilla opuesta por
los patriotas, los realistas retrocedieron a la altura de Casa de la Venta desde donde vieron también el triunfo
de Anzoátegui sobre la retaguardia. Emprendieron entonces la fuga siendo apresado Jiménez. Los dos
combates librados por separado duraron dos horas. La batalla terminó a las 4 de la tarde del 7 de agosto de
1819.
Anzoátegui hizo 1600 prisioneros, “con todo su armamento, pertrechos y bagajes” (Pardo, 2015, p. 149).
Barreiro, al anochecer, fue capturado por un joven soldado boyacense, Pedro Pascasio Martínez, quien no se
dejó sobornar por las monedas de oro del militar español. El ejército patriota hizo prisioneros a 38 oficiales
realistas.13 patriotas encontraron la muerte (entre ellos el capellán de la vanguardia, Fray Miguel Ignacio Díaz),
contra 86 de los españoles (sobresalen las bajas del coronel Tolra y el comandante Salazar). Los heridos
patriotas fueron 53, casi todos de la infantería de Anzoátegui. De los españoles, 130 resultaron heridos,
principalmente los que sufrieron las cargas de la caballería llanera. Al día siguiente, 8 de agosto, en
Ventaquemada, Soublette expidió el Boletín Nº 4 sobre la Batalla de Boyacá: “Todo el ejército enemigo quedó
en nuestro poder […] apenas se han salvado cincuenta hombres, entre ellos algunos jefes y oficiales de
caballería, que huyeron antes de decidirse la acción” (Citado por Liévano Aguirre, 1959/2018, p.78). La cifra de
bajas, mayoritariamente por heridos, es más bien pequeña “cerca del 5 % […] tampoco el tamaño modesto de
los ejércitos favorece una mayor brutalidad en los combates” (Thibaud, 2003, pp. 426-427).
La Batalla de Boyacá se ganó porque los realistas, pese a las derrotas anteriores, avanzaban confiados
infravalorando todavía a los patriotas. De otra parte, se sumó el valor y la resolución de Santander, a la eficacia
y la valentía de Anzoátegui. Pardo (2015) resume: “La decisión táctica de Santander de precipitar el encuentro
con su avanzada y separar los dos cuerpos españoles con rápida acción del Cazadores y del Primero de Línea
fue decisiva para el resultado final de la batalla” (p. 150).
Bolívar, posicionado en Casa de Teja con su estado mayor, organizó la persecución de las tropas españolas.
En la persecución de los fugados Bolívar “hizo un dramático descubrimiento en el campo de su victoria en
5
Boyacá: entre los prisioneros estuvo el italiano Francisco Vinoni, a quien Bolívar creía responsable de la entrega
a los españoles de la fortaleza de Puerto Cabello, y en 1812 juró ahorcar. La muerte de Vinoni fue la única
represalia autorizada por él” (Liévano Aguirre, Bolívar, 1974, p. 229). El Libertador dictó el decreto de la 'Orden
de Boyacá' para enaltecer a todos los batallones y escuadrones que participaron en la memorable batalla.
Huida de Sámano
El virrey Sámano, recordado por su sanguinaria rudeza en la represión del movimiento patriota, recordó el
“Decreto de guerra a muerte” publicitado por Bolívar y emprendió sin dilación veloz huida de su sede.
Recordemos este decreto enunciado en Trujillo, en medio de la campaña admirable, el 15 de junio de 1813:
“Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos
republicanos […]Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os
hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la
muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los
tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a
la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que
desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que
su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra
ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América.[…]
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y
eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será
irremisiblemente pasado por las armas.[…] Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo
indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América”.(Tomado de:
https://es.wikipedia.org/wiki/Decreto_de_Guerra_a_Muerte)
Antonio Caballero (2019:193) señala que “Sámano había huido con tanta precipitación que olvidó sobre su
escritorio una bolsa con medio millón de pesos”. Cordovez Moure, el reconocido cronista bogotano, describe el
hecho:
“Sámano trató de ocultar a sus copartidarios la noticia de la derrota de Boyacá, con el menguado propósito
de preparar sin estorbos su cobarde fuga, y ni aun siquiera se dignó dar el "¡Sálvese quien pueda!" a los
muchos españoles que residían en Santafé. Sería preciso acudir a la relación de algún acontecimiento de los
tiempos bárbaros para dar al lector aproximada idea de la confusión y terror que reinó entre los españoles
cuando la verdad apareció en toda su desnudez. Cada cual huyó despavorido con dirección al Occidente, a
fin de llegar cuanto antes a Honda o a La Plata, puertos de salvación momentánea, sin más equipo que el
vestido que tenían encima, cuando los sorprendió la para ellos funesta nueva. Dejaron abiertas y
abandonadas las casas y tiendas de comercio, de que se apoderaron los patriotas de última hora, y
emprendieron camino de la emigración, asidos de las manos, ancianos, padres, esposas e hijos, en
grupos desolados que no se atrevían a mirar atrás para no perder ni un momento de un tiempo que
les valía la vida; y, como complemento de aquel cuadro, sólo comparable a un cataclismo bíblico, Sámano,
el autor principal de las atrocidades que hacían temer la venganza de los insurgentes victoriosos, y
que debió a lo menos organizar la retirada de los realistas, huyó vestido con traje de campesino de la
Sabana, montado en soberbio corcel, precedido de numerosa escolta de caballería, que atropellaba a los
malaventurados fugitivos que les cerraban el paso, dejándolos envueltos en torbellinos de polvo, que
levantaban los caballos con su incesante galopar. "Cada uno para sí y Dios para todos", eran las palabras
que don Juan dirigía por vía de aliento a los emigrantes que le pedían algún socorro en su desesperada
situación”. (1893, p. 155)
El 11 de octubre, el comandante de la tercera división del rey, coronel José María Barreiro, fue fusilado en la
Plaza Mayor junto a 37 de sus oficiales. Pese a que Bolívar había escrito a Sámano para realizar un intercambio
de prisioneros, parece que Santander hizo caso de una
“Especie que cundió entonces sobre una conspiración urdida por los realistas con el fin de libertar a los
prisioneros y emprender una reacción en favor de Fernando VII. Esta al menos, fue la explicación que dio el
general Santander cuando trató de justificar ante el mundo el sacrificio de los treinta y ocho jefes y oficiales
del ejército español, cumplido a sangre fría, después de dos meses de prisión, Santander asumió la enorme
responsabilidad de la muerte dada a Barreiro y demás compañeros, sin esperar la respuesta negativa de
Sámano a Bolívar, porque del 9 de septiembre al 11 de octubre era imposible entonces ir y volver de Santafé
6
a Cartagena, respaldándose el vicepresidente, acaso, en la popularidad de la medida entre los santafereños,
que, acostumbrados a ver morir en el cadalso a los patriotas, deseaban contemplar el reverso de la medalla
[…] Se arguye que el general Santander hizo uso del terrible derecho que le daba la guerra a muerte, en vigor
desde 1813, año en que la decretó Bolívar con el propósito de contener las crueldades de los jefes españoles,
que no daban cuartel a los patriotas, y que ejecutaban atrocidades sólo parecidas a las de la invasión de los
bárbaros” (Cordovez Moure, p. 158-159).
Conclusión
Con la batalla de Boyacá se da fin a la Campaña Libertadora de 1819, llevada a cabo en tan sólo 77 días, desde
el 23 de mayo, cuando el Libertador Simón Bolívar expuso el plan en la aldea de los Setenta ante los jefes del
ejército patriota, siguiendo un itinerario militar desde los Llanos de Casanare, la cordillera de los Andes y las
tierras de la antigua provincia de Tunja, el cual culminó en el Puente sobre el río Teatinos hoy recordado como
el Puente de Boyacá. Luego de Angostura, en diciembre, se extenderá la lucha hasta la toma de Cartagena en
1821 y la reducción de Pasto en 1823.
En su informe al Ministerio de Guerra de España, el general Pablo Morillo, el español más importante de
esas colonias americanas, resumiría así la importancia de la victoria patriota:
“El sedicioso Bolívar ha ocupado inmediatamente la capital de Santa Fe, y el fatal éxito de esta batalla ha
puesto a su disposición todo el reino y los inmensos recursos de un país muy poblado, rico y abundante, de
donde sacará cuanto necesite para continuar la guerra… Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco
años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del Rey ganaron en muchos combates”.
(Liévano, 1959/2018, p. 81)
La Batalla de Boyacá se convirtió en la piedra angular de la independencia del norte de Suramérica, que llevó
a los triunfos de las batallas de Carabobo en Venezuela, Pichincha en Ecuador, Junín y Ayacucho en el Perú
y Alto Perú o Bolivia. ¿Qué puede significar esto? Sabemos que:
“Las revoluciones liberales son acontecimientos de un extraordinario poder de transformación a todos los
niveles de la realidad. Constituyen la sustitución del principio jerárquico, que ordenaba la sociedad, por el
igualitario, y con él la aparición del ciudadano y de la política representativa. Las gestas independentistas
evidenciaron el derrumbamiento de un poder que se sostenía sobre la religión y la historia, entendida como
tradición, y la asunción de otro de carácter reflexivo, apoyado en la soberanía del pueblo”. (Calderón &
Thibaud, 2002, p. 148).
Mucho ha sucedido en estos últimos 200 años. Hacer memoria del suceso nos señala que la independencia se
patentiza fundamentalmente a través del accionar histórico permanente de sus sujetos. Más que evento puntual
y particular connota un proceso complejo. Independencia no es un punto absoluto que simplemente se “supone”
porque sucedió un día y a partir de allí, todo cambió y el nuevo estado se hizo eterno. Desde el principio
igualitario, el poder de la nación trasciende hacia realizaciones más conformes a la voluntad y la necesidad de
desarrollo y plenificación del pueblo.
Kalmanovitz sintetiza la coyuntura del momento: “La guerra unificó a las élites regionales por un tiempo, pero
las fronteras administrativas legadas por España siguieron teniendo una influencia decisiva en la conformación
de las nuevas repúblicas, mientras que la tradición absolutista marcó el comportamiento de los nuevos
gobiernos; las frecuentes asambleas constitucionales trataban de imponerse a la fuerza sobre los opositores
excluidos de ellas” (El Espectador, 21 de julio de 2019).
La independencia sucede con nuevas conquistas libertarias porque la historia no se detiene. La conquista de la
libertad deviene en la transformación de todos los órdenes de realidad, penetra el dinamismo de los complejos
hechos de la historia en todas sus dimensiones y sobre todos sus agentes. Celebrar este bicentenario es
comprometernos con una más clara, profunda, humana, benéfica y justa construcción de la realidad histórico-
social. Y para ello tendremos que librar aún, muchas más batallas. Para los cultores de la libertad y la justicia
de los pueblos, Boyacá es la batalla que no cesa.
7
Con El Espectador (2 de enero de 2019) podemos concluir:
“Las obras humanas son falibles y la epopeya de Bolívar y Santander también lo fue. Pero lo que corresponde
ahora, en este año bicentenario, es exaltar cómo la alianza de dos pueblos hizo posible una nación. Buena
lección para quienes erráticamente en estos tiempos quieren hacer sonar clarines de guerra entre dos países
cuya historia es también la de dos hermanos siameses.”
Referencias Bibliográficas
Briceño, Manuel. La campaña de Boyacá. Fragmento de un tratado sobre estrategia. Edición facsimilar.
Carvajal, Bogotá: 1976.
Caballero, Antonio. Historia de Colombia y sus oligarquías. Crítica, Bogotá: 2019.
Calderón y Thibaud. “La construcción del orden en el paso del Antiguo Régimen a la República” en Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 29, 2002.
Cordovez Moure, José María. Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Aguilar, Madrid: 1957.
Dousdebes, Pedro. Trayectoria militar de Santander. Ministerio de Guerra, Bogotá: 1940.
Friede, Juan. La Batalla de Boyacá, a través de los archivos españoles. Banco de la República, Bogotá: 1969.
Kalmanovitz, Salomón. “Las independencias” en El Espectador, 21 de julio de 2019. Disponible en:
https://www.elespectador.com/opinion/las independencias columna 872081
Liévano Aguirre, Indalecio. Bolívar. Presidencia de la República de Venezuela, Caracas: 1974.
_____________________. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Tomo 2.
Intermedio editores, Bogotá: 2018.
Ocampo López, Javier. “7 de agosto: adiós al imperio”. Semana, 2004. Disponible en:
https://www.semana.com/especiales/articulo/agosto 1819bradios imperio/65790 3
____________________. “El proceso político, militar y social de la independencia”. En: Manual de Historia de
Colombia. Tomo II. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá: 1979.
O’Leary, Daniel Florencio. Memorias del general Daniel Florencio O’Leary. T. I. Imprenta Nacional, Caracas:
1952.
Pardo, Rafael. La historia de las guerras. Debate, Bogotá: 2015.
Thibaud, Clément. Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en
Colombia y Venezuela. Planeta, Bogotá: 2003.
Valencia Tovar, Álvaro. El ser guerrero del Libertador. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá: 1980.

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La Batalla del Puente de Boyacá

  • 1. El 7 de agosto de 18191 Jaime Ricardo Reyes Calderón2 Miembro de Número Academia de Historia de Norte de Santander Desde hace 200 años la batalla del Puente de Boyacá se considera el gran suceso militar por el cual se selló definitivamente el proceso de revolución independentista iniciado en 1810 y amenazado serísimamente por la reconquista española agenciada por el pacificador Pablo Morillo. Los ejércitos Thibaud (2003) explica: “La campaña de 1819 es una Campaña Admirable al revés, hecha desde Venezuela hacia la Nueva Granada, y en la que se enfrentan dos ejércitos regulares y ya no dos milicias inmaduras” (p. 424). Los patriotas conformaron un ejército que mezclaba combatientes surgidos en el ejercicio de guerrillas del llano, veteranos de las batallas de la campaña admirable, y los refuerzos extranjeros, principalmente de soldados ingleses. Además, se ha de recordar la creación de la fuerza del Casanare, organizada, entrenada y equipada por Santander. Así, 2.850 combatientes estaban bajo el mando del general Simón Bolívar. La vanguardia la comandaba Francisco de Paula Santander y la retaguardia José Antonio Anzoátegui. Carlos Soublette ofició en Boyacá de jefe del estado mayor. Sus integrantes eran criollos, mestizos, mulatos, zambos, negros e indígenas, usualmente de extracción humilde, con pocos alimentos y muy mal vestidos, apodados por los españoles como "insurgentes". Luego del épico paso del páramo de Pisba popularmente llamado como “del Perro”, rebautizado posteriormente “Pisba” por Santander (Pardo, 2015: 129), recordando las crueles acciones de la reconquista, este “ejército de pordioseros” (según Barreiro) encontró apoyo popular de los granadinos, especialmente de las gentes de Tunja. Como anécdota: “El cura de Socha reunió a todos los pobladores en la Iglesia, cerró las puertas y les pidió a los feligreses, hombres y mujeres, despojarse de parte de sus ropas, ruanas y camisolas, para entregarlas a las tropas patriotas. Así tuvieron ropa los soldados”. (Pardo, 2015: 131) El Régimen del Terror de Morillo había eliminado a la generación precursora que planeó inicialmente la revolución, con la salvedad entre otros, de Nariño, quien al momento de la reconquista se hallaba en prisión. Para la campaña Libertadora de 1819 “notamos el influjo de los militares venezolanos encabezados por Bolívar, Sucre, Páez, Anzoátegui, Soublette y otros”. Se ha de afirmar también que el grueso de las fuerzas patriotas eran de origen venezolano. (Thibaud, 2003, p. 422). La revolución fue impulsada por la juventud, Bolívar y Santander en 1819 tenían 36 y 25 años, respectivamente. La Independencia llegó de la mano, no de militares de profesión, sino de patriotas audaces forjados en la experiencia: “Bolívar, Santander, Nariño y demás líderes del ejército patriota, aprendieron en la escuela práctica de la guerra y surgieron en la lucha, afianzándose en la experiencia”. (Ocampo, 1979: p. 118-120). Por su parte, las armas del Rey fue un ejército que a 5 de julio lo componían “1.558 soldados de infantería distribuidos en cuatro cuerpos (Primero y Segundo Batallones del Rey, de Tambo y Numancia) y de 354 soldados de caballería (regimiento de los Dragones de Granada)” (Thibaud, 2003, p. 422). Esta fracción de la Tercera división del Ejército Expedicionario de la Reconquista estuvo comandada por el coronel José María Barreiro; el jefe del estado mayor fue el coronel Sebastián Díaz, y la vanguardia la guiaba el coronel Francisco 1 Artículo publicado en la Gaceta Histórica de Norte de Santander, No. 152, de diciembre de 2019. Fue este la base del discurso de orden del autor en la sesión solemne del Bicentenario celebrada en la Casa de Santander. 2 Doctor en educación. Magíster en educación. Especialista en literatura. Especialista en desarrollo humano. Licenciado en Filosofía. Teólogo. Estudios de lingüística y literatura. Estudios de Historia. Coordinador académico de la Institución Educativa Santo Ángel de Cúcuta. Contacto: keraj1964@hotmail.com
  • 2. 2 Jiménez. (Ocampo, Semana, 2004). “Tanto las legiones realistas como las patriotas nunca alcanzan el tamaño de un regimiento europeo. Pero en el marco americano, donde los ejércitos nunca fueron numerosos, son contingentes respetables.” (Thibaud, 2003, p. 424). Gámeza, Pantano de Vargas, Paipa y Tunja En la batalla de Gámeza el 10 de julio lucharon 1080 realistas contra 2150 patriotas. Duró cerca de 8 horas. En esta confrontación murió Arredondo el heroico capitán del Cazadores y fue herido Santander por una bala en el cuello. En Gámeza no hubo un claro triunfador, ambos lados buscaron reposo y la llegada de nuevos refuerzos. Los patriotas saludaron el arribo de la Legión Británica mientras que a los realistas, asentados en Tópaga, sumaron nuevas tropas llegadas de Labranzagrande. La batalla del Pantano de Vargas del 25 de julio contó con 1800 realistas contra 2400 patriotas. Allí los llaneros de Rondón lograron salvar la patria con su arrojo y valentía, transformando una segura derrota libertadora en una eufórica victoria. En Vargas se sufrió el sacrificio del jefe del Batallón Bravos de Páez y de la Legión Británica el recordado James Rook. Barreiro intentaba hacer tiempo para recibir refuerzos del ejército que venía de Venezuela. Se hizo claro que Bolívar no iba a permitir la llegada de refuerzos españoles desde Venezuela. El historiador venezolano Briceño (1976) afirma: “[Bolívar] decidió poner fin a esta campaña con una operación estratégica de primera clase” (p. 383). Tras el desgaste acaecido por las dos confrontaciones anteriores (Gámeza y Pantano de Vargas), los ejércitos quedaron imposibilitados de acometer acciones ofensivas. Cada uno trató de recuperar las bajas. Barreiro demandó refuerzos a los pueblos vecinos, y Bolívar expidió un decreto que exigió la presentación de todo hombre soltero o casado, mayor de 15 y 40 años, en las provincias de Tunja, Casanare, San Martín, Pamplona y el Socorro. El 28 de julio en Duitama sentenciaba, “4. Todo hombre [...] que pasadas las 24 horas de la publicación no se presentare, será fusilado”. Los boyacenses, llaneros y santandereanos, llegados con cabalgaduras frescas, significaron un factor decisivo en las cargas triunfadoras de la lucha sobre el Teatinos. El ejército patriota desde Los Corrales de Bonza reanudó operaciones el 3 de agosto en dirección a Paipa. Copó con una avanzada de caballería al mando de Leonardo Infante, un escuadrón adelantado de los realistas sobre el río Surba obligando a los españoles a dejar Paipa. El 4 de agosto los dos ejércitos estuvieron a la vista uno del otro. El ejército patriota entró a Paipa preparándose para acampar allí. Pero esa noche del 4, se deja “una partida de guerrillas del Socorro comandada por Félix Pabón” (Pardo, 2015, p. 141) para que mantuvieran hogueras prendidas en Paipa para llamar la atención de los vigías realistas. Entonces, en medio del mayor sigilo y protegido por la oscuridad, una parte del Ejército patrio enrumba a Tunja hacia las 8 de la noche a través de la serranía. Con las primeras luces del alba llegan a Firavitova. Ese 5 de agosto sucede pues la toma de Tunja, defendida escasamente por 40 hombres. Allí estaba la reserva de provisiones, municiones y armas de la Tercera División realista. Con este golpe de astucia se consiguieron 600 fusiles, pólvora, alimentos, medicinas. Pero además, se afectó psicológicamente al contrario, llevándolo al afán por recuperar sus pérdidas. “El atrevido movimiento de Bolívar aterrorizó al realista y decidió la suerte de la campaña” (O´Leary, 1952, p. 657). La audacia y la sorpresa fueron nuevamente los factores fundamentales que permitieron a las tropas republicanas avanzar. Luego del insospechado descalabro, las tropas del rey dejaron la inmovilidad para cerrar el paso de los patriotas hacia Santafé. Sin reposo marcharon durante el día 6 de agosto a toda velocidad con dirección a Motavita, dos kilómetros al noroccidente de Tunja. El boletín español explica: “A fin de estar prontos a batirlos determinó el comandante general se detuviese la división en el pueblo para limpiar las armas y enjugarse de la lluvia horrorosa de la noche anterior” (Friede, 1969, p. 134).
  • 3. 3 La batalla de Boyacá Para recuperar la conexión con Santa Fe e impedir la avanzada patriota hasta esa capital, Barreiro decide flanquear Tunja y tomar hacia el occidente por la senda que pasaba Cucaita y el valle y el pueblo de Samacá, para hacerse al Camino Real que llevaba de Tunja a Santa Fe. De esta manera podría, hacia las alturas de Chocontá, hacerse fuerte e impedir el avance patriota. La Tercera División española salió el 7 de agosto a las 4 a.m. Bolívar salió de Tunja a las 7 a.m. y solamente hacia las 10 a.m. pudo ver qué camino tomaban las tropas españolas. Dio entonces la orden, que fue entregada por un jinete llanero: “Generales Santander y Anzoátegui, salgan inmediatamente por el camino real y destruyan a Barreiro donde lo encuentren” (Dousdebes, 1940, p. 265). El camino real estaba a 16 kilómetros desde Tunja y a 14 desde Motavita. El terreno donde se libró la batalla no es ancho ni espacioso. Está lleno de ondulaciones. El militar e historiador Álvaro Valencia Tovar nos informa: “Los caminos que conducen de Santafé a Tunja y Samacá, [...] se encuentran en una ‘y’ abierta, cuyos brazos son separados por el Cerro de Tobal, en tal forma que no existe visibilidad entre uno y otro, sino en el momento de su encuentro casi sorpresivo. El ramal a Tunja se desarrolla en cierta forma aprisionado por las estribaciones del dicho cerro, de tal manera que el avance de una formación de tropa debe hacerse en columna profunda” (Valencia Tovar, 1980, p. 213). Las tropas libertadoras sumaban casi 2800 hombres mientras que los realistas llegaban a 2200. (Thibaud, 2003, p. 425). Entre las 12 y la 1 p.m. llegó una fracción de la vanguardia realista a un punto denominado Casa de Postas, hoy conocido como Casa de Teja. Este lugar estaba 1 km. arriba del camino real, cerca al puente sobre el río Teatinos. El comandante realista Francisco Jiménez observó que aún no habían pasado los insurgentes. Decidió, extrañamente confiado, dar descanso a la tropa. Para tal efecto ordenó preparar y dar alimentos. Si hubiera seguido 1 km. más, pasando el puente, probablemente la suerte de la batalla hubiera sido otra. La guardia de Jiménez apostada en el Boquerón, hacia las 2 de la tarde avistó la descubierta del Ejército patriota, encomendada al capitán Andrés Ibarra. Jiménez creyó que era una guerrilla más, como las que habían conocido en enfrentamientos aislados en los últimos días. Al ser atacada por fuego graneado, retrocedió la avanzada patriota sólo para que llegara Santander y la vanguardia rebelde en pleno. Jiménez defendió la altura con una compañía del Segundo de Numancia, ordenando al resto que retrocedieran para encontrarse con el grueso de la Tercera División. Este propósito no se logró porque tres compañías del Cazadores “se interpusieron entre Jiménez y el resto de las tropas realistas” (Pardo, 2015, p. 146). Santander con la compañía más adelantada del Cazadores al mando de Joaquín París puso en fuga a la vanguardia realista hasta el Puente sobre el Teatinos. Jiménez decidió pasar el puente para refugiarse. Allí, el Tercero de Numancia y un escuadrón de Dragones organizó la defensa. Con el punto consolidado, el Segundo de Numancia llegó y encontró seguro. Frente a la defensa realista organizada, Santander tomó posiciones en línea: “el Cazadores enfrentado al Tercero de Numancia, y el Primero de Línea enfrentado al Segundo de Numancia. El Guías de Apure […] se ubicó detrás del Primero de Línea como su reserva” (Pardo, 2015, p. 147). La fuerza realista quedó fracturada: la vanguardia al otro lado del río, huyéndole a Santander y la retaguardia, a 500 metros de casa de Teja, defendiéndose de Anzoátegui. En medio estaban la vanguardia y la retaguardia patriotas en consistente comunicación. Esta batalla tendrá dos combates que se desarrollarán simultáneamente: “Dos combates separados configuran el gran todo de la acción. Al sureste, sobre la línea del Teatinos forcejean las dos vanguardias. Al noreste, la línea del rey con tres batallones de infantería, la artillería al centro, la caballería en las alas, con los Flanqueadores a la izquierda. Dragones y Granaderos a la derecha” (Valencia Tovar, 1940, p. 220). Anzoátegui posicionado entonces en Casa de Teja, ordenó al Rifles de Venezuela atacar en línea a la cabeza de la retaguardia realista que venía por la parte alta en posición favorable. Los españoles se protegieron con los numerosos montículos y las grandes piedras que allí había. Entonces el jefe de la retaguardia patriota dispuso protección para el Rifles y envió a la Legión Británica quien hizo retroceder al Cazadores español hasta
  • 4. 4 ponerse en línea con el Primero y Segundo del Rey, mandados por Barreiro. Hacia las tres de la tarde, el Batallón Barcelona fue alineado a la derecha del Rifles. Barreiro dispuso entonces que toda la retaguardia estableciera línea con el Cazadores, quedando los Batallones del Rey y los Dragones de Granada como sus reservas. Santander desde las 2 p.m. había intentado por dos veces pasar el puente, pero sufrió más de 20 bajas, por lo que decidió aguardar a las maniobras de Anzoátegui. Hacia las tres y media, Anzoátegui ordenó a los Lanceros del Alto Llano de Rondón realizar una carga cuesta arriba. En grupos de 8 a 10 jinetes “atacaron por varios sitios a las columnas del Segundo del Rey, lanzándose sobre la artillería ubicada en el centro de la línea, alanceando a los artilleros y logrando desordenar, con un ataque por el flanco, al Primero del Rey […] Rifles, Legión Británica, el Barcelona y el Bravo de Páez avanzaron” (Pardo, 2015, p. 148). En el ataque de los lanceros de Juan José Rondón se aplicó la famosa maniobra del “Vuelvan caras” típica de Páez. Con esa táctica se había ganado en Las Queseras del Medio, no hacía más de tres meses. “La maniobra consistía en retroceder ante el avance de la caballería enemiga y, en cierto momento y con total coordinación, devolverse o “volver caras” y enfrentar a los perseguidores sorprendiéndolos” (Pardo, ídem.). La carga de los llaneros la narraron los españoles así: “La tercera y quinta compañía del Dragones de Granada cargó sobre un escuadrón enemigo, pero apenas llegaron al crítico momento del choque, volvieron caras y tomaron la fuga de nuestra caballería” (Díaz en Friede, 1969, p. 118). La caballería realista del Dragones de Granada, de sólo ibéricos, huyó a todo galope rumbo a Samacá. Con la vigorosa y efectiva maniobra de Anzoátegui, Santander buscó un paso por el Teatinos con los Guías de Casanare al mando de José María Ruiz. Así lograron llegar unos 600 metros río abajo del puente ante el Segundo de Numancia al que atacaron por la espalda. Santander aprovechó el desorden causado a la defensa española y ordenó al Cazadores y al Primero de Línea que tomaran el puente. Alcanzada la orilla opuesta por los patriotas, los realistas retrocedieron a la altura de Casa de la Venta desde donde vieron también el triunfo de Anzoátegui sobre la retaguardia. Emprendieron entonces la fuga siendo apresado Jiménez. Los dos combates librados por separado duraron dos horas. La batalla terminó a las 4 de la tarde del 7 de agosto de 1819. Anzoátegui hizo 1600 prisioneros, “con todo su armamento, pertrechos y bagajes” (Pardo, 2015, p. 149). Barreiro, al anochecer, fue capturado por un joven soldado boyacense, Pedro Pascasio Martínez, quien no se dejó sobornar por las monedas de oro del militar español. El ejército patriota hizo prisioneros a 38 oficiales realistas.13 patriotas encontraron la muerte (entre ellos el capellán de la vanguardia, Fray Miguel Ignacio Díaz), contra 86 de los españoles (sobresalen las bajas del coronel Tolra y el comandante Salazar). Los heridos patriotas fueron 53, casi todos de la infantería de Anzoátegui. De los españoles, 130 resultaron heridos, principalmente los que sufrieron las cargas de la caballería llanera. Al día siguiente, 8 de agosto, en Ventaquemada, Soublette expidió el Boletín Nº 4 sobre la Batalla de Boyacá: “Todo el ejército enemigo quedó en nuestro poder […] apenas se han salvado cincuenta hombres, entre ellos algunos jefes y oficiales de caballería, que huyeron antes de decidirse la acción” (Citado por Liévano Aguirre, 1959/2018, p.78). La cifra de bajas, mayoritariamente por heridos, es más bien pequeña “cerca del 5 % […] tampoco el tamaño modesto de los ejércitos favorece una mayor brutalidad en los combates” (Thibaud, 2003, pp. 426-427). La Batalla de Boyacá se ganó porque los realistas, pese a las derrotas anteriores, avanzaban confiados infravalorando todavía a los patriotas. De otra parte, se sumó el valor y la resolución de Santander, a la eficacia y la valentía de Anzoátegui. Pardo (2015) resume: “La decisión táctica de Santander de precipitar el encuentro con su avanzada y separar los dos cuerpos españoles con rápida acción del Cazadores y del Primero de Línea fue decisiva para el resultado final de la batalla” (p. 150). Bolívar, posicionado en Casa de Teja con su estado mayor, organizó la persecución de las tropas españolas. En la persecución de los fugados Bolívar “hizo un dramático descubrimiento en el campo de su victoria en
  • 5. 5 Boyacá: entre los prisioneros estuvo el italiano Francisco Vinoni, a quien Bolívar creía responsable de la entrega a los españoles de la fortaleza de Puerto Cabello, y en 1812 juró ahorcar. La muerte de Vinoni fue la única represalia autorizada por él” (Liévano Aguirre, Bolívar, 1974, p. 229). El Libertador dictó el decreto de la 'Orden de Boyacá' para enaltecer a todos los batallones y escuadrones que participaron en la memorable batalla. Huida de Sámano El virrey Sámano, recordado por su sanguinaria rudeza en la represión del movimiento patriota, recordó el “Decreto de guerra a muerte” publicitado por Bolívar y emprendió sin dilación veloz huida de su sede. Recordemos este decreto enunciado en Trujillo, en medio de la campaña admirable, el 15 de junio de 1813: “Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos republicanos […]Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América.[…] Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas.[…] Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América”.(Tomado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Decreto_de_Guerra_a_Muerte) Antonio Caballero (2019:193) señala que “Sámano había huido con tanta precipitación que olvidó sobre su escritorio una bolsa con medio millón de pesos”. Cordovez Moure, el reconocido cronista bogotano, describe el hecho: “Sámano trató de ocultar a sus copartidarios la noticia de la derrota de Boyacá, con el menguado propósito de preparar sin estorbos su cobarde fuga, y ni aun siquiera se dignó dar el "¡Sálvese quien pueda!" a los muchos españoles que residían en Santafé. Sería preciso acudir a la relación de algún acontecimiento de los tiempos bárbaros para dar al lector aproximada idea de la confusión y terror que reinó entre los españoles cuando la verdad apareció en toda su desnudez. Cada cual huyó despavorido con dirección al Occidente, a fin de llegar cuanto antes a Honda o a La Plata, puertos de salvación momentánea, sin más equipo que el vestido que tenían encima, cuando los sorprendió la para ellos funesta nueva. Dejaron abiertas y abandonadas las casas y tiendas de comercio, de que se apoderaron los patriotas de última hora, y emprendieron camino de la emigración, asidos de las manos, ancianos, padres, esposas e hijos, en grupos desolados que no se atrevían a mirar atrás para no perder ni un momento de un tiempo que les valía la vida; y, como complemento de aquel cuadro, sólo comparable a un cataclismo bíblico, Sámano, el autor principal de las atrocidades que hacían temer la venganza de los insurgentes victoriosos, y que debió a lo menos organizar la retirada de los realistas, huyó vestido con traje de campesino de la Sabana, montado en soberbio corcel, precedido de numerosa escolta de caballería, que atropellaba a los malaventurados fugitivos que les cerraban el paso, dejándolos envueltos en torbellinos de polvo, que levantaban los caballos con su incesante galopar. "Cada uno para sí y Dios para todos", eran las palabras que don Juan dirigía por vía de aliento a los emigrantes que le pedían algún socorro en su desesperada situación”. (1893, p. 155) El 11 de octubre, el comandante de la tercera división del rey, coronel José María Barreiro, fue fusilado en la Plaza Mayor junto a 37 de sus oficiales. Pese a que Bolívar había escrito a Sámano para realizar un intercambio de prisioneros, parece que Santander hizo caso de una “Especie que cundió entonces sobre una conspiración urdida por los realistas con el fin de libertar a los prisioneros y emprender una reacción en favor de Fernando VII. Esta al menos, fue la explicación que dio el general Santander cuando trató de justificar ante el mundo el sacrificio de los treinta y ocho jefes y oficiales del ejército español, cumplido a sangre fría, después de dos meses de prisión, Santander asumió la enorme responsabilidad de la muerte dada a Barreiro y demás compañeros, sin esperar la respuesta negativa de Sámano a Bolívar, porque del 9 de septiembre al 11 de octubre era imposible entonces ir y volver de Santafé
  • 6. 6 a Cartagena, respaldándose el vicepresidente, acaso, en la popularidad de la medida entre los santafereños, que, acostumbrados a ver morir en el cadalso a los patriotas, deseaban contemplar el reverso de la medalla […] Se arguye que el general Santander hizo uso del terrible derecho que le daba la guerra a muerte, en vigor desde 1813, año en que la decretó Bolívar con el propósito de contener las crueldades de los jefes españoles, que no daban cuartel a los patriotas, y que ejecutaban atrocidades sólo parecidas a las de la invasión de los bárbaros” (Cordovez Moure, p. 158-159). Conclusión Con la batalla de Boyacá se da fin a la Campaña Libertadora de 1819, llevada a cabo en tan sólo 77 días, desde el 23 de mayo, cuando el Libertador Simón Bolívar expuso el plan en la aldea de los Setenta ante los jefes del ejército patriota, siguiendo un itinerario militar desde los Llanos de Casanare, la cordillera de los Andes y las tierras de la antigua provincia de Tunja, el cual culminó en el Puente sobre el río Teatinos hoy recordado como el Puente de Boyacá. Luego de Angostura, en diciembre, se extenderá la lucha hasta la toma de Cartagena en 1821 y la reducción de Pasto en 1823. En su informe al Ministerio de Guerra de España, el general Pablo Morillo, el español más importante de esas colonias americanas, resumiría así la importancia de la victoria patriota: “El sedicioso Bolívar ha ocupado inmediatamente la capital de Santa Fe, y el fatal éxito de esta batalla ha puesto a su disposición todo el reino y los inmensos recursos de un país muy poblado, rico y abundante, de donde sacará cuanto necesite para continuar la guerra… Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del Rey ganaron en muchos combates”. (Liévano, 1959/2018, p. 81) La Batalla de Boyacá se convirtió en la piedra angular de la independencia del norte de Suramérica, que llevó a los triunfos de las batallas de Carabobo en Venezuela, Pichincha en Ecuador, Junín y Ayacucho en el Perú y Alto Perú o Bolivia. ¿Qué puede significar esto? Sabemos que: “Las revoluciones liberales son acontecimientos de un extraordinario poder de transformación a todos los niveles de la realidad. Constituyen la sustitución del principio jerárquico, que ordenaba la sociedad, por el igualitario, y con él la aparición del ciudadano y de la política representativa. Las gestas independentistas evidenciaron el derrumbamiento de un poder que se sostenía sobre la religión y la historia, entendida como tradición, y la asunción de otro de carácter reflexivo, apoyado en la soberanía del pueblo”. (Calderón & Thibaud, 2002, p. 148). Mucho ha sucedido en estos últimos 200 años. Hacer memoria del suceso nos señala que la independencia se patentiza fundamentalmente a través del accionar histórico permanente de sus sujetos. Más que evento puntual y particular connota un proceso complejo. Independencia no es un punto absoluto que simplemente se “supone” porque sucedió un día y a partir de allí, todo cambió y el nuevo estado se hizo eterno. Desde el principio igualitario, el poder de la nación trasciende hacia realizaciones más conformes a la voluntad y la necesidad de desarrollo y plenificación del pueblo. Kalmanovitz sintetiza la coyuntura del momento: “La guerra unificó a las élites regionales por un tiempo, pero las fronteras administrativas legadas por España siguieron teniendo una influencia decisiva en la conformación de las nuevas repúblicas, mientras que la tradición absolutista marcó el comportamiento de los nuevos gobiernos; las frecuentes asambleas constitucionales trataban de imponerse a la fuerza sobre los opositores excluidos de ellas” (El Espectador, 21 de julio de 2019). La independencia sucede con nuevas conquistas libertarias porque la historia no se detiene. La conquista de la libertad deviene en la transformación de todos los órdenes de realidad, penetra el dinamismo de los complejos hechos de la historia en todas sus dimensiones y sobre todos sus agentes. Celebrar este bicentenario es comprometernos con una más clara, profunda, humana, benéfica y justa construcción de la realidad histórico- social. Y para ello tendremos que librar aún, muchas más batallas. Para los cultores de la libertad y la justicia de los pueblos, Boyacá es la batalla que no cesa.
  • 7. 7 Con El Espectador (2 de enero de 2019) podemos concluir: “Las obras humanas son falibles y la epopeya de Bolívar y Santander también lo fue. Pero lo que corresponde ahora, en este año bicentenario, es exaltar cómo la alianza de dos pueblos hizo posible una nación. Buena lección para quienes erráticamente en estos tiempos quieren hacer sonar clarines de guerra entre dos países cuya historia es también la de dos hermanos siameses.” Referencias Bibliográficas Briceño, Manuel. La campaña de Boyacá. Fragmento de un tratado sobre estrategia. Edición facsimilar. Carvajal, Bogotá: 1976. Caballero, Antonio. Historia de Colombia y sus oligarquías. Crítica, Bogotá: 2019. Calderón y Thibaud. “La construcción del orden en el paso del Antiguo Régimen a la República” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 29, 2002. Cordovez Moure, José María. Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Aguilar, Madrid: 1957. Dousdebes, Pedro. Trayectoria militar de Santander. Ministerio de Guerra, Bogotá: 1940. Friede, Juan. La Batalla de Boyacá, a través de los archivos españoles. Banco de la República, Bogotá: 1969. Kalmanovitz, Salomón. “Las independencias” en El Espectador, 21 de julio de 2019. Disponible en: https://www.elespectador.com/opinion/las independencias columna 872081 Liévano Aguirre, Indalecio. Bolívar. Presidencia de la República de Venezuela, Caracas: 1974. _____________________. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Tomo 2. Intermedio editores, Bogotá: 2018. Ocampo López, Javier. “7 de agosto: adiós al imperio”. Semana, 2004. Disponible en: https://www.semana.com/especiales/articulo/agosto 1819bradios imperio/65790 3 ____________________. “El proceso político, militar y social de la independencia”. En: Manual de Historia de Colombia. Tomo II. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá: 1979. O’Leary, Daniel Florencio. Memorias del general Daniel Florencio O’Leary. T. I. Imprenta Nacional, Caracas: 1952. Pardo, Rafael. La historia de las guerras. Debate, Bogotá: 2015. Thibaud, Clément. Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en Colombia y Venezuela. Planeta, Bogotá: 2003. Valencia Tovar, Álvaro. El ser guerrero del Libertador. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá: 1980.