Este documento describe la historia de una escultura de Cristo crucificado tallada en 1781 por el artista palmero Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona. La escultura fue encargada por Nicolás Massieu y Salgado para presidir el Sermón de las Siete Palabras en la ermita familiar de La Caída. A lo largo de los años, la escultura ha sufrido varios traslados e incidentes como un incendio, y actualmente se venera en la iglesia de El Salvador en Santa Cruz de La Palma.
2. José G. Rodríguez Escudero
El polifacético artista local Marcelo Gómez
Rodríguez de Carmona (1713-1791) es el autor del
enorme Crucificado, encargado por Nicolás Massieu y
Salgado (1720-1791). Este ilustre caballero era teniente
coronel de Infantería, Regidor Perpetuo en el antiguo
Cabildo de La Palma, Alguacil Mayor del Santo Oficio y
Gobernador de las Armas de la Isla. Hijo del coronel
Nicolás Massieu y Monteverde y Antonia de Campos y
Monteverde, fue también poeta de amplia producción,
uno de los destacados de su época. Pérez García nos
informaba de que gran parte de su obra había quedado
inédita y “buena parte se conserva en archivos
particulares”. Escribió en prosa la Novena dedicada al
Dulcísimo Jesús de la Caída en 1764, en la que narra los motivos de aquella fundación
por su tía María Josefa Massieu y Monteverde. El adinerado caballero era también
patrono del oratorio de la desaparecida ermita del Cristo de La Caída. Según Fernández
García, el mecenas quería la gran talla para que presidiera la ceremonia del “Sermón de
las Siete Palabras” o también llamada “de las Tres Horas” en la tarde del Viernes Santo.
Se conocía así porque ente las tres y las seis de la tarde era cuando generalmente tenía
lugar esta ceremonia. Así se cita en el segundo proceso inquisitorial que el escultor
sufrió por haber blasfemado contra la imagen del Señor en 1783, llevado por la ira
producida por las adversidades que presentaba su talla (el primero fue en 1755).
Es digna de mención una curiosidad que, en nuestra ciudad, tenía lugar
durante ese rito de las “Tres Horas”. Era frecuente que los jóvenes y no tan jóvenes, se
divirtieran con una especial escenificación, denominada “Archicofradía de la Santa
Mueca”. Una costumbre que se había desarrollado desde el siglo XIX hasta mediados
del XX. El profesor Régulo Pérez recordaba que esta ceremonia consistía en invitar a
aquellos forasteros que, por su puesto o cargo, tuviesen mayor representación social,
como jueces, médicos, militares, notarios, abogados… Eran convocados mediante unos
oficios impecablemente redactados que eran enviados a los domicilios de aquellos
“sabidillos llamados godos”. Se les invitaba a acudir a la hora del sermón con el traje
que se le prescribía “a fin de contribuir a dar más esplendor a los actos que se
celebraban en días tan señalados”. Ejemplos a los que
eran convidados los invitados: venir con alpargatas
blancas y vestidos con rigurosa etiqueta, subirse a una
gavia y dar sebo a una cucaña, y disparates similares.
Un profundo investigador sobre escultura en
Canarias, Fuentes Pérez, escribe: “polémica imagen es
la que se venera con mucha devoción en la iglesia de El
Salvador de la capital palmera, que representa a Cristo
Crucificado, de textura corpulenta, alcanzando una
altura de 1, 70 mts”. Para el mismo estudioso, se trata
de una obra barroca de madera policromada, de autor
anónimo del siglo XVII. Se refiere a numerosas
publicaciones de historiadores isleños que atribuyen a
Marcelo Gómez su autoría argumentando que aquellos
lo afirmaban “sin demasiadas reservas”. Para Fuentes,
esta gran escultura corresponde a una etapa aún barroca,
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3. “tanto por su técnica empleada como por su expresión psicológica”. Considera que está
llena de imperfecciones y que es fruto de un principiante, pero, sin embargo “el sentir y
la capacidad interna son aspectos que corresponden a un escultor maduro, quizás poco
preparado, pero respetuoso en transmitir los esquemas tradicionales”. Algunas dudas
asaltan a este investigador: “si admitimos la autoría de Gómez, hay que fecharla en la
primera época como escultor, es decir, antes de trasladarse a Las Palmas. Pero es de
suponer que aún sus conocimientos no debieron ser tan extensos como para llevar a
cabo una obra de este tipo y aceptada por la parroquia más importante de la Palma”.
Fuentes continúa divagando: “podríamos pensar, entonces, en una talla trabajada por
Marcelo en su última etapa, pero sus excelentes dotes como artista y su dilatada
experiencia no le hubiesen permitido cometer tales imperfecciones”. Empeñado en
reconocer en la talla un estilo arcaico donde debiera transmitir una “lisura un tanto
clasicista”, concluye su estudio confirmando que “seguimos sin conocer el autor de esta
figura de Cristo que, sin demasiadas conjeturas, es de taller canario”.
Rodríguez Lewis, en su trabajo sobre
nuestra Semana Mayor, recoge las Siete Palabras que
Cristo dijo antes de expirar:
“Padre, perdónalos porque no saben lo
que hacen”, “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”,
Madre, he ahí a tu hijo; Juan, he ahí a tu madre”,
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”, “Tengo sed”, “Todo está cumplido”,
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Había sido precisamente la investigadora
palmera ya fallecida, Gloria Rodríguez, quien había
deducido que este Crucificado de Carmona había sido
ejecutado para esta ermita familiar de los Massieu
con cargo al sermón de las tres horas. Coincidía con
la conclusión de los estudios del también finado
Fernández García.
Hernández Correa añadía: “y del cotejo del sumario elevado ante el Santo
Oficio contra el escultor, previa denuncia cursada ante Francisco Volcán Monterrey,
comisario inquisitorial en La Palma, por el clérigo Felipe Benicio Rodríguez de León el
3 de abril de 1781”. Uno de los testigos que comparecieron en el proceso fue el
carpintero Juan Sánchez, del “Barrio de la Canela”, quién declaró que “por el mes de
marzo de este año poco más o menos estando el declarante ayudándole a trabajar en
una escultura de Nuestro Señor Crucificado, que había de dar para la función de
Semana Santa al Theniente Coronel de esta ciudad, que tenía a su cuidado, estando
dicha ymagen perfecta de madera porque sólo le faltaba darle el barnis, habiendo echo
dicha madera vna apertura en la pierna de la ymagen y habiendosele abierto mas con
el motibo de atarugarla, profirió la expresión dicho Marcelo que va escrita: «los
demonios te lleven; me da gana de coger vna hacha y hacerte pedazos»…”
El imaginero palmero también fue médico y pintor, emigrado a Venezuela
(donde estuvo entre 1758 y 1774). Llegó a ser cirujano en Caracas y corregidor, juez de
comisos y teniente de Justicia Mayor. Más tarde regresó a la capital palmera como
médico-jefe del Hospital de Dolores.
Estamos, por lo tanto, ante una imagen tallada y policromada de Cristo en la
Cruz, aún vivo, de 2,20 mts. de altura. De características neoclásicas mezcladas con
rasgos barrocos, encontramos una postura forzada, pero a la vez de gran expresión. Fue
realizada en 1781, diez años antes de su muerte. Recordemos que el artista también dejó
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4. una imagen de vestir del Señor del Huerto (que ejecuta en su taller de Las Palmas entre
1733 y 1742) que vino a sustituir a la primera efigie de Rodríguez de Las Vacas en la
iglesia de San Francisco de Asís de la capital palmera. Fue artífice también del
magnífico coro de la parroquia matriz de El Salvador. En palabras de Fuentes Pérez, la
obra de este escultor autodidacta, resulta “más barroca que la de Luján y más violenta
que la de Estévez”.
El sermón siempre se leía desde el púlpito a la luz
mortecina de una vela, con el templo completamente a oscuras,
y otra a los pies del Cristo a punto de morir en el
desmantelado altar mayor, ofreciendo un aspecto impresionante
y sobrecogedor. En la meditación de la séptima palabra todos
los fieles se arrodillaban al mismo tiempo que en el coro se oía
por espacio de unos momentos un fuerte estrépito de carracas
en símbolo de aquel momento trascendental de la muerte de
Jesucristo, acompañadas por un estruendo producido por unas
bolas de hierro que caían por las escaleras del coro,
imprimiendo aún más emoción a aquellos instantes. Se
simulaba perfectamente la escenificación de un terremoto y de los truenos durante una
tormenta eléctrica.
La escultura fue rescatada de las llamas una noche en la que un pavoroso
incendio provocado por un rayo, en diciembre de 1827, estuvo a punto de quemarla
junto con otras imágenes.
Existe una anécdota acerca de este incidente. Según se cuenta, ante la
imposibilidad inicial de rescatar la talla del Cristo, alguien encendió dos velitas para que
protegiera la imagen de las llamas, con el asombro de los presentes al observar que tras
extinguirse el incendio se habían quemado las esculturas de San Dimas (el Buen
Ladrón) y de Gestas (el Mal Ladrón) que formaban conjunto con la del Señor, quedando
la figura del Redentor prácticamente intacta. Sin embargo, se puede apreciar que la
imagen del Señor está ennegrecida por el humo y tiene partes quemadas. La pieza
necesita una urgente restauración.
Después de este trágico suceso, la imagen fue trasladada a El Salvador en la
Semana Santa de 1847, y el resto de las salvadas se repartieron por las iglesias de la
ciudad. Así consta en el Inventario de 1851, como donación del heredero de la ermita
mencionada, Felipe Massieu. La efigie estuvo muchísimos años retirada del culto,
guardada al lado de la pila bautismal, hasta que en 1956 fue puesto en el lugar en el que
actualmente se venera, entre el espléndido cancel de la entrada principal y el retablo del
Sagrado Corazón, en la nave de la Epístola.
La obra refleja características neoclásicas, pero, aunque bien resuelta,
manifiesta cierta dureza en el cuerpo de Cristo y en el
tratamiento del perizoma o paño de pureza que la privan de
naturalidad. Algunos estudiosos, como es el caso de Darias
Padrón, la han calificado de “obra discreta, pero que no puede
compararse con la escultura peninsular del momento”. El
propio autor, durante sus viajes y trabajos realizados en Gran
Canaria y en Venezuela, llegó a manifestar que poseía
numerosos libros con los que confesó haber aprendido la
pintura, la arquitectura y la escultura “por autores
correspondientes a dichas ciencias”.
En palabras del periodista, investigador y maestro
Ortega Abraham: “Aportación reciente a la Semana Santa, el
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5. Crucificado de Gómez Carmona se ganó su condición de pregonero de dolores y su
alisada anatomía, en contraste con su rictus desolado, incorporó un icono singular al
magno repertorio cristológico de la ciudad afable y memoriona”.
Este Crucificado desfila procesionalmente con unas descomunales y pesadas
andas de madera llenas de fanales con velas encendidas, con un peso que se aproxima a
la media tonelada, cargadas a hombros por dieciocho costaleros. Acompaña a la
procesión la Cofradía de cargadores de Cristo Preso y las Lágrimas de San Pedro. Ésta
sale una semana antes del Domingo de Ramos –el viernes anterior por lo general- a
modo de pregón de Cuaresma; una procesión solemne donde impera un ambiente de
recogimiento tan sólo roto por el tronar de los tambores. Ha habido años en los que no
ha salido en estas andas y también ha habido procesiones en las que no le ha
acompañado ninguna banda de música.
La talla nuevamente desfila en el Vía Crucis “desde la soledad y el silencio”
de la mañana del Viernes Santo pero, no sobre sus andas, sino que es transportado a
mano –desde 1995- por varios
miembros de las distintas cofradías de
la Parroquia de El Salvador, idea que
fue concebida por la Cofradía del
Santo Sepulcro. Participa esta
Hermandad junto con la mencionada
de Cristo Preso y las Lágrimas de San
Pedro, al igual que la del Santo
Encuentro –en la edición de 2009 ésta
recupera la antigua denominación de
Venerable Hermandad de Jesús de
Nazareth-, la de Nuestra Señora de la
Esperanza y la de los “Siete Dolores”.
Esta procesión ha variado la hora de su
salida. Sin razón aparente, como dijera
Rodríguez Lewis, “había dejado de
desfilar durante la década de los
ochenta del pasado siglo”.Actualmente
tiene lugar a las siete, pero en algunas
ocasiones ha llegado a salir a las cuatro
y media o cinco de la mañana.
En el programa que, de
forma conjunta, publicaron las
parroquias de El Salvador y San Francisco para la edición de 2012 se lee: “Viernes 23
de marzo. 19:30: Eucaristía (El Salvador); 20:00: Procesión con la imagen del Cristo
de las Siete Palabras (El Salvador)”.
BIBLIOGRAFÍA
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