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Acción Psicológica
ISSN: 1578-908X
accionpsicologica@psi.uned.es
Universidad Nacional de Educación a
Distancia
España
CARRASCO ORTIZ, MIGUEL ÁNGEL
EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA AGRESIVA
Acción Psicológica, vol. 4, núm. 2, junio-, 2006, pp. 67-81
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid, España
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=344030758003
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2, 67-81 67
EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA AGRESIVA
ASSESSMENT OF AGGRESSIVE BEHAVIOR
MIGUEL ÁNGEL CARRASCO ORTIZ
Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
Resumen
En el presente artículo se revisan los princi-
pales instrumentos y técnicas utilizados para la
evaluación de la conducta agresiva. Tras unas
breves consideraciones sobre la evaluación de la
agresividad, el contenido se estructura según
las diferentes técnicas aparecidas: análisis de
archivos, técnicas de observación, informes ver-
bales y técnicas proyectivas. Finalmente se ex-
ponen algunos instrumentos para evaluar el
riesgo de emisión de una conducta agresiva y su
peligrosidad. La revisión realizada pone de ma-
nifiesto que el mayor número de instrumentos
diseñados para evaluar esta conducta son infor-
mes verbales (autoinformados o heteroinforma-
dos) y que el desarrollo de instrumentos especí-
ficos que evalúen agresividad no es todavía muy
numeroso.
Palabras Clave
Agresión, violencia, evaluación, medidas,
instrumentos, técnicas
Abstract
This paper offers an overview of current ag-
gressive measures. After some considerations
about aggression assessment, the article provi-
des information about different instruments and
measures of aggression: archives, observation
scales, verbal reports and projective techniques.
Finally, it is also provides, some instruments for
assessing violence risk and potential aggression.
This overview of current aggressive measures
shows two conclusions: a) the instruments more
used for conducting an assessment of aggres-
sion are verbal reports (self-report or hetero-re-
port), and b) the number of specific instruments
of aggression is limited at the moment.
Key Words
Aggression, violence, assessment, measures,
instruments, techniques
Introducción
La agresividad ha sido evaluada con dife-
rentes técnicas de gran utilidad para su identifi-
cación y estudio. Inicialmente, la evaluación de
la conducta agresiva se realiza a través de ob-
servación, entrevistas o técnicas proyectivas,
pero el posterior desarrollo de los autoinformes,
en los años 50, aportó un mayor número de ins-
trumentos y una mayor especialización de las
medidas. Uno de los problemas que acompa-
ñan a la evaluación de la agresividad, que clara-
mente se refleja en el estudio de los instrumen-
tos diseñados para tal fin, es la falta de claridad
conceptual de este constructo y la ausencia de
un marco teórico único para su comprensión
entre los investigadores. Posiblemente, es ésta la
razón por la que la agresividad es, en ocasio-
nes, evaluada con instrumentos específicos de
ira, hostilidad, impulsividad o a través de ins-
trumentos diseñados para evaluar otros cons-
tructos (ej. Conducta prosocial, empatía, reso-
lución de conflictos, desarrollo moral, etc…)
que, si bien están relacionados con ella, no la
evalúan específicamente. En numerosas ocasio-
nes, la conducta agresiva es evaluada mediante
medidas más globales (competencia social, ha-
bilidades sociales, adaptación, personalidad,
etc…) que contienen una dimensión, escala o
factor, referida a la agresividad. En el presente
artículo se recoge una selección de las principa-
les medidas aparecidas en la literatura para la
evaluación de la agresividad, las cuales han
mostrado adecuadas propiedades psicométri-
cas, con especial mención a aquellas adaptadas
al castellano.
Algunas consideraciones
en la evaluación de la agresividad
Previamente a la descripción de los instru-
mentos de evaluación de la agresividad selec-
cionados, se apuntan algunas de las considera-
ciones que han de ser tenidas en cuenta en
relación con la selección de dichas medidas:
– Selección de medidas apropiadas y especifici-
dad de las mismas
La existencia de instrumentos específicos
para la evaluación de la agresividad no ha proli-
ferado aún suficientemente en nuestro entorno,
si bien contamos con instrumentos de amplio
espectro, diseñados para otros contenidos más
globales (personalidad, habilidades sociales, psi-
copatología, interacción familiar, etc…) que con-
tienen escalas o dimensiones para evaluar la
agresividad. Quizás, para población infantil y
en contextos escolares, se ha producido un ma-
yor desarrollo de estas medidas, pero no es el
caso para población adulta y, menos aún, para
contextos particulares (laboral, conducción, do-
méstico, etc…) en los que la agresividad cobra
un matiz peculiar.
La selección de una medida, dada la limita-
da oferta disponible en castellano, nos obliga, en
muchas ocasiones, a elegir instrumentos dise-
ñados para otro fin. No obstante, y salvando
esta dificultad, la selección de un instrumento
que evalúe la agresividad ha de ir acompañado
de adecuadas propiedades psicométricas, de su
ajuste a las características del evaluado (edad,
nivel cultural, disponibilidad) y la especificidad
del contexto en el que se produce (escolar, labo-
ral, doméstico, social).
– Evaluación multifuente-multimétodo
El carácter de no-deseabilidad y censura, al
que socialmente la conducta agresiva está so-
metida, hace que ésta sea negada por el agresor
o que aparezca, a veces, de forma solapada o
sólo en aquellas situaciones en las que estas
censuras no están presentes. La información ob-
tenida por distintas fuentes y a través de dife-
rentes métodos controlaría estos sesgos y per-
mitiría una mayor validez ecológica derivada
de la recogida in situ por informantes externos
procedentes de diferentes contextos. La evalua-
ción multicomponente (varios métodos, varias
fuentes) ha sido especialmente enfatizada en
población infantil (Achenbach y McConaugh,
1987; Silva,1995; Del Barrio, 2002). La ausencia
de concordancia entre fuentes en la evaluación
infantil, se explica por dos razones fundamen-
talmente: a) las diferencias en el acceso a la in-
formación del niño que tienen cada una de las
fuentes que evalúan y b) los diferentes sesgos
que se manifiestan según qué fuentes (padres,
profesores o amigos) estén o no implicadas. En
general, es conocido que las conductas exte-
riorizadas son mejor identificadas por profeso-
res, padres o iguales que por el propio sujeto, al
68 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81
contrario que las interiorizadas, sobre las que el
niño parece dar una información más precisa.
– Importancia de la evaluación del contexto fun-
cional de la conducta agresiva
La conducta agresiva es activada bien por
un acontecimiento externo (ej. Un conflicto in-
terpersonal, laboral o un insulto), bien por un
acontecimiento interno al sujeto (ej. Estado
emocional, cogniciones facilitadoras, reglas mo-
rales, expectativas de daño, atribuciones de in-
tencionalidad, etc…) y tiene unas consecuen-
cias que instauran o mantienen su emisión. Por
lo tanto, el estudio de las relaciones funcionales
de esta conducta con el contexto externo o in-
trapersonal en el que se produce, puede ser de
gran importancia para la comprensión futura y
modificación de esta conducta. El análisis fun-
cional o narrativo del acontecer de estas mani-
festaciones pueden ser dos herramientas de
gran utilidad.
– Evaluación comprensiva
La agresividad puede manifestarse de diver-
sas y complejas formas, de ahí la necesidad de
una evaluación comprehensiva, que abarque
distintos aspectos de la misma así como los fac-
tores asociados al comportamiento agresivo. La
evaluación de variables, entre las que destacan,
la historia de agresión previa, impulsividad, em-
patía, personalidad, desarrollo moral, conducta
prosocial, asertividad, resolución de conflictos,
autocontrol o estado emocional, pueden resultar
de especial interés. En este sentido, la evalua-
ción de los factores de riesgo vinculados con la
conducta agresiva, es de gran relevancia para
la prevención e intervención en este campo.
Técnicas e instrumentos que evalúan
la agresividad
Las técnicas utilizadas para la evaluación de
la agresividad han incluido, desde investigación
de archivos, observación, entrevista y técnicas
proyectivas, hasta autoinformes (Baron y Ri-
chardson, 1994; Suris et al., 2004). A continua-
ción, se comentan algunas de ellas junto con
una selección de los instrumentos más relevan-
tes que pueden ser utilizados para tal fin (ver ta-
bla 1).
Archivos
La investigación de archivos, historias clíni-
cas o protocolos de diferentes instituciones (ser-
vicios de salud, servicios penitenciarios etc.), ha
permitido el análisis a posteriori de las conduc-
tas agresivas. Aunque esta información está más
libre de sesgos que la evaluación directa, no es
una medida diseñada con el propósito de eva-
luar la agresión, por lo que la información ex-
traída suele carecer de una buena precisión.
Técnicas de observación
Las técnicas de observación son otro de los
medios que pueden ser empleados para la eva-
luación de la agresividad. Su valor reside en per-
mitir una evaluación directa de la conducta de
interés en situaciones naturales. La aplicación
correcta de estas técnicas requiere el entrena-
miento de los observadores y la especificación
de un procedimiento sistemático y riguroso. Son
dificultades de estas técnicas las siguientes: la
posible reactancia del observado, la dificultad de
acceder a ámbitos privados del sujeto, la difi-
cultad de obtener índices de fiabilidad interjue-
ces a través de diferentes escenarios y el elevado
coste que suponen, principalmente, con con-
ductas como la agresiva cuya frecuencia de emi-
sión no es muy alta.
Existen sistemas de categorías, que recogen
conductas específicas, para evaluar la agresivi-
dad. Patterson (1977) diseñó un sistema de co-
dificación que incluye 28 categorías y sus defi-
niciones correspondientes para evaluar la
conducta disruptiva de los niños. Organiza las
categorías en tres grupos: un primer grupo de
conductas verbales, como ordenar o llorar; un
segundo grupo de conductas no verbales, como
destruir cosas, ignorar a personas, o conductas
físicas negativas; y un último grupo, que incluye
otras conductas verbales y no verbales, como
obediencia, desaprobación, juego o tomaduras
de pelo.
Otros de los registros de observación utiliza-
dos para observar la conducta agresiva, se han
elaborado específicamente para emplearse en
determinados contextos: durante la conducción
de automóviles, durante la realización de com-
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81 69
pras en grandes almacenes, o tiendas, o en el
ámbito de las investigaciones de laboratorio. En
este último contexto, se han diseñado diferentes
situaciones para evaluar la conducta agresiva:
juegos competitivos en los que uno de los miem-
bros, previamente amañado, instiga a otro de
los jugadores; agresión verbal ante disputas pro-
vocadas o ante los insultos de otros; reacciones
agresivas frente a máquinas dispensadoras de
corrientes eléctricas a uno mismo o a terceros
(Baron y Richardson, 1994).
Entre las escalas de observación halladas es-
tán las siguientes:
– Inventario de Agitación de Cohen Mansfield
(CMAI; Cohen-Mansfield, Marx y Rosent-
hal, 1989) consta de 29 conductas, opera-
cionalmente definidas, agrupadas en tres
dimensiones: conductas agresivas, no
agresivas físicamente y conductas verbales
agitadas. Tiene una escala de siete pun-
tos, diseñada para la evaluación de ancia-
nos en contextos residenciales.
– La Escala Modificada de Agresión para Pa-
cientes Ambulatorios (OAS-M; Coccaro et
al., 1991) posee 25 ítems, que evalúan la
frecuencia y severidad de conductas agre-
sivas, referidos a tres dimensiones: agresi-
vidad, irritabilidad y suicidio.
– En castellano, contamos con el Sistema de
Observación SOC-III de Interacciones fa-
miliares (Cerezo, Keesler, Dunn y Wahler,
1991). Es un sistema de observación di-
recta que mide problemas de relación y
agresión en niños de 3 a 12 años, a través
de numerosas categorías mutuamente ex-
cluyentes. La observación se cuantifica por
medio de códigos de interacción y de no
interacción, acerca de la conducta del pro-
pio niño y del padre, madre o hermanos.
Informes verbales
La información verbal suministrada, bien por
el propio sujeto (autoinformes) o bien por otras
personas cercanas a éste, como familiares, com-
pañeros, conocidos, etc., es otro de los procedi-
mientos utilizados para la evaluación de estas
conductas.
Los autoinformes nos permiten acceder a
determinados contenidos, principalmente emo-
cionales y cognitivos, que sólo conoce el eva-
luado. Esto posee un especial interés en el caso
de la agresividad, conducta socialmente repro-
bada cuya manifestación queda restringida, en
muchas ocasiones, a situaciones privadas o fren-
te a desconocidos. Por esta misma razón, en el
caso de los autoinformes, uno de los grandes
inconvenientes está en la posible manipulación
de la respuesta por parte del evaluado. Por ello,
se recomienda, la utilización de instrumentos
que contengan escalas de validez y control.
Dentro de los informes verbales se pueden
incluir los que se comentan brevemente a conti-
nuación:
Entrevistas
Las entrevistas, tanto las estructuradas como
las no estructuradas, se han utilizado para la
evaluación de la agresividad. Esta técnica re-
quiere complejas habilidades por parte del eva-
luador si se pretende una correcta administra-
ción de la misma. No obstante, a medida que el
grado de estructuración es mayor, su fiabilidad y
validez es más independiente de la habilidad
del entrevistador y por tanto, su validez está
mejor garantizada.
Para adultos, existen varias entrevistas es-
tructuradas que pueden destacarse, entre ellas:
a) la Entrevista Clínica Estructurada para el
DSM-IV (SCID-IV; First, Spitzer, Gibbon y Wi-
lliams, 1997); b) la Entrevista Clínica Estructu-
rada para los trastornos del Eje I del DSM-IV
(SCID-I; First, Spitzer, Gibbon y Williams,
1997); o c) la Entrevista de Diagnóstico Interna-
cional Compuesta (CIDI; Organización Mundial
de la Salud, 1993). Ninguna de ellas ha sido es-
pecíficamente diseñada para evaluar la agre-
sión, pero contienen preguntas que evalúan las
manifestaciones agresivas de muchos de los
trastornos clínicos (ej. Trastorno explosivo inter-
mitente, trastorno límite de la personalidad,
trastorno antisocial). Con formato de entrevista,
puede también utilizarse la Historia Vital de
Agresión (LHA; Life History of Aggression, Coc-
caro, Berman y Kavoussi, 1997), la cual contie-
ne 10 ítems acompañados de una escala de seis
puntos que evalúan cuatro dimensiones: Agre-
70 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81
sión, consecuencias sociales de la agresión, con-
ducta antisocial y agresión autodirigida.
Para niños, se encuentra la Entrevista Diag-
nóstica para Niños y Adolescentes (DICA; Reich,
Welter y Herjanic, 1997), adaptada al castellano
por Ezpeleta, De la Osa, Doménech, Navarro y
Losilla (1995, 1997). Posee diferentes versiones:
para padres (EDNA-IV-P), niños de 8 a 12 años
(EDNA-IV-C) y adolescentes de 13 a 17 años
(EDNA-IV-A). Entre las áreas diagnósticas que
evalúa este instrumento se encuentra las referi-
das a los trastornos de conducta, que son las
más relacionadas con las manifestaciones agre-
sivas (ej. Trastorno por déficit de atención con
hiperactividad, trastorno negativista desafian-
te, trastorno disocial y uso y abuso de sustan-
cias).
Autoinformes y cuestionarios específicos
Entre los autoinformes y cuestionarios es-
pecíficos para la evaluación de la agresividad
se mencionan los siguientes:
– Cuestionario de Agresividad Física y Verbal
(AFV; Caprara y Pastorelli, 1993; Pastore-
lli, Barbaranelli, Cermak, Rozsa y Capra-
ra, 1997), adaptado al castellano por Del
Barrio, Moreno y López (2001). Es un ins-
trumento específico para la evaluación de
la agresión física y verbal en niños y ado-
lescentes. Se trata de un instrumento de
20 elementos que describen conductas
agresivas tanto físicas como verbales,
acompañados de una escala graduada en
tres niveles de frecuencia: 3 “a menudo”; 2
“algunas veces”; 1 “nunca”. Del conjunto
de elementos que recoge esta prueba, exis-
ten 5 ítems control que no puntúan (ej.
Veo mucha televisión), los cuales son in-
cluidos para evitar fundamentalmente ten-
dencias de respuesta. La escala proporcio-
na una puntuación total y dos
puntuaciones por factor: agresión física y
agresión verbal. El instrumento puede ser
utilizado de forma autoinformada, por el
propio niño, o de forma heteroinforma-
da, por profesores o padres.
– Inventario de Expresión de Ira Estado Ras-
go (STAXI; Spielberger, 1999). Adaptado al
castellano por Miguel-Tobal, Cano-Vindel,
Casado y Spielberger (2001). Es un instru-
mento para evaluar la ira en adolescentes y
adultos. Consta de 49 ítems distribuidos
en tres partes diferenciadas: 1) ira estado
(sentimiento, expresión verbal y expresión
física); 2) ira rasgo (temperamento de ira y
reacción de ira); y 3) afrontamiento (ex-
presión interna, expresión externa, control
externo y control interno). Además, pro-
porciona un índice de expresión global de
la ira. El formato de los ítems se presenta
en forma de afirmaciones con cuatro op-
ciones de respuesta según la frecuencia de
las conductas. Existe una versión para ni-
ños y adolescentes (STAXI-NA), adaptada
al castellano por Del Barrio, Aluja y Spiel-
berger (2004), la cual consta de 55 ítems,
con un formato de respuesta de tres op-
ciones, que evalúan, como en la versión
para adultos, la experiencia de la ira (esta-
do y rasgo) y su afrontamiento. Aunque
estos no son instrumentos específicos de la
conducta agresiva, la ira es una emoción
claramente asociada a la agresión y sus
manifestaciones exteriorizadas guardan
una estrecha relación con ésta, por lo que
dichas puntuaciones son una buena medi-
da de la misma.
– Taxonomía de las Situaciones Sociales Pro-
blemáticas para Niños (TOPS; Dodge, Mc-
Claskey y Feldman, 1985). Consiste en una
escala de valoración con 44 elementos que
evalúa la competencia social de los niños
en las siguientes situaciones: integración
en el grupo de iguales, respuesta a las pro-
vocaciones, respuesta al fracaso, respuesta
al éxito, expectativas sociales y expectati-
vas del profesor.
– Escala Infantil de Tendencias a la Acción
(CATS; Deluty, 1979). Está diseñado para
evaluar, en niños de 6-12 años, las res-
puestas agresivas, asertivas o sumisas en
un total de 30 situaciones problema. Ante
cada una de estas situaciones, el niño ha
de elegir una de las cuatro respuestas al-
ternativas presentadas: agresión física,
agresión verbal, aserción o sumisión.
– Batería de Socialización (BAS; Silva y Mar-
torell , 1987), adaptada de la Escala de
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81 71
Conducta Antisocial (ASB; Allsopp y Feld-
man, 1976). Esta batería consta de 46
ítems de verdadero o falso. Recoge diver-
sas conductas antisociales relativas a la
transgresión de normas, vandalismo y
otros comportamientos sociales que se
agrupan en diferentes dimensiones (lide-
razgo, autocontrol, ansiedad social, timi-
dez, retraimiento social y agresividad). To-
das ellas ofrecen una medida acerca de la
adaptación y el comportamiento social del
niño. Posee diferentes versiones, una au-
toinformada, otra para padres y otra para
profesores, a través de las que se obtiene
una medida de adaptación del comporta-
miento social infantil.
– Cuestionario A-D de Conductas Antisocia-
les y Delictivas (Seisdedos, 1988). Es un
instrumento para niños y adolescentes que
consta de dos partes autoinformadas, cada
una de las cuales posee 20 ítems de verda-
dero o falso: la primera, evalúa el com-
portamiento delictivo (ej. Robar o entrar
en lugares prohibidos); y la segunda, la
conducta antisocial y desviada (ej. Albo-
rotar, salir sin permiso, hacer trampas).
– Test Evaluativo Multifactorial de Adapta-
ción Infantil (TAMAI; Hernández, 1990).
Este cuestionario está diseñado para eva-
luar la inadaptación personal, social, es-
colar y familia, así como las actitudes edu-
cadoras de los padres desde los 8 hasta
los 18 años. Consta de 175 ítems de verda-
dero o falso, que pueden ser aplicados de
forma autoinformada, individual o colec-
tivamente. En todos los niveles de edad,
aparece un factor de inadaptación social
que posee una escala de agresividad social
(conflicto con las personas) y otra de dis-
nomia (conflicto con la norma). Ambas
pueden ser de utilidad para la medida de
la agresividad.
– Cuestionario BULL (Cerezo, 2000, 2001).
Elaborado para evaluar la agresividad en
el contexto escolar. Permite obtener infor-
mación sobre la dinámica agresor-víctima
(bully-victim) (situaciones de abuso, ca-
racterísticas del agresor y la víctima, re-
presentación social que el grupo tiene del
aula) y sobre las variables de aceptación-
rechazo (situación sociométrica, inciden-
cia “agresor-víctima en el grupo”, reper-
cusión de ésta, estructura del grupo y nivel
de cohesión del mismo). Está basada en la
técnica del sociograma y consta de dos
formas, una para los alumnos y otra para
los profesores, cada una de ellas con de
10 preguntas cortas.
– La vida en la escuela (Smith y Sharp,
1994). Es un listado de elementos para el
despistaje de la identificación del agresor
(bullying) en la escuela. Está diseñado
para ser completado por el propio alum-
no. Consta de 39 ítems muy breves, cada
uno de los cuales recoge la frecuencia de
las diversas conductas presentadas: a)
agresivas (ej. Me han dicho motes, me han
dado patadas, intentó hacerme daño, ame-
nazarme); b) positivas (ej. Sonreírme, de-
jarme algo, darme un regalo, ayudarme
en algo ); c) neutras (ej. Hablar de ropa).
El instrumento permite obtener un índice
de víctimización y un índice de agresión
general.
– Batería de Cuestionarios sobre Conviven-
cia Escolar (Ortega y del Rey, 2003). Cons-
ta de 8 cuestionarios breves de entre 11 y
16 cuestiones cada uno, cuyo contenido
está referido a la convivencia escolar, las
relaciones y la participación de la familia
con el centro escolar y las relaciones de
los estudiantes y los profesores entre sí.
– Cuestionario de Agresión (AQ; Buss y Perry,
1992). Buss y Perry han diseñado para
adultos (18-20 años) un autoinforme, que
consta de 52 ítems, distribuidos en cua-
tro escalas: agresión física, agresión ver-
bal, ira y hostilidad. La totalidad de las
escalas han mostrado una adecuada con-
sistencia interna y una buena estabilidad
en el tiempo.
– Escala de Actitudes Criminales hacia la
Violencia (CAVS; Polaschek, Collie y Wal-
key, 2004). La escala de actitudes a la vio-
lencia CAVS ha sido elaborada a partir de
varias escalas de actitudes más amplias
cuyo contenido se relaciona con acciones
físicamente violentas, actitudes hacia la
agresión y actitudes al crimen. Específi-
72 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81
camente, los ítems fueron seleccionados
de la Escala EXPAGG-M de Archer y
Haigh (1997) y de la Escala de Actitudes
hacia la Violencia ATVS de Funk, Elliott,
Urman, Flores y Mock (1999). Los ítems
finales extraídos de estas escalas fueron
20 (ej. “pelear es la mejor opción que un
hombre puede enseñar a su hijo”; “algu-
nas personas tienen que ser tratadas vio-
lentamente porque carecen de sentimien-
tos” ) y todos ellos se agrupan en una sola
dimensión, componiendo una estructura
unidimensional. La escala de medida es
tipo lickert con cinco alternativas, desde
1 (muy en desacuerdo) hasta 5 (totalmen-
te de acuerdo). La relación de las actitudes
con la conducta, hacen de esta medida,
además de un buen predictor del compor-
tamiento futuro violento, una buena he-
rramienta para identificar aquellas actitu-
des y creencias susceptibles de ser
modificadas en una intervención.
– Escala de Tácticas de Conflicto (CTS-II;
Straus, Hamby, Boney-McCoy y Sugar-
man, 1996). Esta escala es una versión ac-
tualizada de la Conflict Tactisc Scale (CTS;
Straus, 1979), ambas fueron diseñadas
para la evaluación de la violencia intrafa-
miliar. Evalúa los conflictos interpersona-
les violentos y no violentos entre los
miembros de la pareja a través de 5 di-
mensiones: negociación, agresión psicoló-
gica, agresión física, coerción sexual y le-
siones. Consta de 78 ítems graduados
según diferentes niveles de gravedad. Po-
see una versión para la evaluación del
maltrato infantil por parte de los padres,
“Parent-child Conflict Tactics Scale”
(CTSPC; Straus, Hamby, Finkelhor, Moore
y Runyan, 1998).
Tests de personalidad
Cabe destacar, dentro de los informes ver-
bales, algunos tests de personalidad que contie-
nen escalas para evaluar la agresividad, enten-
dida ésta como rasgo o tendencia habitual del
comportamiento de un sujeto. En estas líneas se
recogen algunos de los instrumentos más utili-
zados que incluyen estas escalas: el Inventario
de Personalidad Multifásico de Minesota
(MMPI-II; Hathaway y Mckinley, 1999) y el In-
ventario de Personalidad de Millon (MCMI-II;
Millon, 1987), junto con sus versiones para ado-
lescentes, diseñados para evaluar características
de personalidad patológicas y síndromes clíni-
cos; los Cuestionarios de Personalidad de Ey-
senck (EPQ-R, Eysenck y Eysenck, 1997; EPQ-J
y EPQ-A, Eysenck y Eysenck, 1986), así como el
Listado Revisado de Psicopatía de Hare (PCL-R;
Hare, 1991, 2003).
El primero de ellos, el Inventario de Perso-
nalidad Multifásico de Minesota (MMPI-II;
Hathaway y Mckinley, 1999), en la versión espa-
ñola adaptada por Ávila Espada y Jiménez
(1999), contiene diferentes escalas relacionadas
con la conducta agresiva: una escala clínica bá-
sica, Desviación psicopática (Pd), una suple-
mentaria, escala O-H de Hostilidad excesivamen-
te controlada, y dos escalas de contenido, la
escala ANG de Hostilidad (problemas con el con-
trol de la ira) y la escala de conductas antisocia-
les. Para adolescentes, está disponible en caste-
llano una versión también adaptada, MMPI-A
(Butcher et al., 2003), que contiene tres escalas
para evaluar la conducta agresiva: una escala
básica, Desviación psicopática, y dos suplemen-
tarias, Hostilidad y Problemas de Conducta.
El Inventario de Personalidad de Millon
(MCMI-II; Millon, 1987), adaptado al castellano
también por Ávila-Espada et al. (1998), posee
175 ítems de verdadero/falso, con 26 escalas. De
estas escalas, se relacionan con la conducta
agresiva específicamente, los desórdenes de per-
sonalidad Antisocial, Agresivo-sádico, Pasivo-
agresivo y, en menor medida, la personalidad
Narcisista y la Autodestructiva/Masoquista.
Craig (2003) encuentra que la personalidad an-
tisocial, la agresiva-sádica y, ocasionalmente, la
narcisista, se relacionan con la violencia do-
méstica. Por otro lado, Dutton (1994) encontró
que la personalidad pasivo-agresiva y la antiso-
cial eran las que mejor predecían este tipo de
violencia.
Existe también una última versión adaptada
al DSM-IV (MCMI-III; Millon, Millon y Davis,
1994) y una versión para adolescentes (MACI;
Millon, 2004). La versión para adolescentes es
de gran utilidad para la detección de prototipos
de personalidad, síndromes clínicos relevantes y
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81 73
detección de sentimientos y actitudes que preo-
cupan en la adolescencia. Entre los primeros,
existen dos prototipos de personalidad relacio-
nados con la conducta agresiva: rebelde y rudo y
otros, que se relacionan, como el oposicionista,
autopunitivo y con tendencia límite. Entre los
síndromes clínicos recogidos, tienen una aso-
ciación directa con la conducta agresiva la pre-
disposición a la delincuencia, la propensión a la
impulsividad y la inclinación al abuso de sus-
tancias.
Otra de las medidas utilizadas para la iden-
tificación de las conductas violentas es la Escala
de Psicoticismo de Eysenck, contenida en el
cuestionario de personalidad revisado para
adultos EPQ-R (Eysenck y Eysenck, 1997) y en
las versiones para niños (EPQ-A) y jóvenes
(EPQ-J) (Eysenck y Eysenck, 1986). Más que
una medida de la conducta agresiva, la dimen-
sión de psicoticismo es una medida de la pre-
disposición o tendencia a ésta.
Finalmente, el Listado de Características de la
Psicopatía de Hare (PCL-R; 1991, 2003), permite
la obtención de una medida de psicopatía y de
los criterios diagnósticos del DSM-III-R del
Trastorno Antisocial de la Personalidad. Es una
escala heteroaplicada, de 20 ítems cuyo conte-
nido se refiere a tres facetas de la psicopatía:
interpersonal (se muestra con labia, grandioso,
mentiroso, falsificador), afectiva (falta de em-
patía, culpa, remordimiento) y estilo de vida
(impulsivo, antisocial, irresponsable, carece de
metas, parásito). Estos ítems se organizan en
dos factores: factor 1, dureza afectiva e interper-
sonal y factor 2, estilo de vida impulsivo, antiso-
cial e inestable. Se administra junto con una en-
trevista semiestructurada. Además de la versión
para adultos existe una versión para jóvenes de
12 a 18 años de similares características (PCLR-
YV; Forth, Kosson y Hare, 2003). Una traduc-
ción en castellano de los ítems de la escala para
adultos está reproducida en Corral (1994).
– Listados de conducta
Otros de los instrumentos que contienen es-
calas para evaluar la agresividad y que requieren
de una información verbal, son las escalas de
listados y problemas de conducta. Entre éstas,
se destacan las diseñadas por Achenbach en sus
diferentes versiones: versiones autoinformadas,
como el Inventario de Conducta Infantil (CBCL,
Child Behavior Checklist; Achenbach y Edel-
brock, 1983) aplicable a niños y el Inventario
para jóvenes (YSR; Youthth Self Report, Achen-
bach, l991) aplicable a adolescentes; y versio-
nes heteroinformadas, como las versiones para
padres (PRF) y profesores (TRF) (Achenbach y
Edelbrock, 1986). Del total de los 112 ítems que
recoge este listado, se obtiene un síndrome ex-
teriorizado y otro interiorizado. El primero, en
clara asociación con la conducta agresiva, con-
tiene las dimensiones de hiperactividad, con-
ducta antisocial, problemas de atención y agre-
sión. Contamos en castellano con una
adaptación para preescolares (Osa, Ezpeleta y
Navarro, 1997) y una versión traducida y adap-
tada para adolescentes (Lemos, Fidalgo, Calvo y
Menéndez, 1992). La primera (CBCL-2-3 años),
consta de seis factores de primer orden (agresi-
vidad, retraimiento, problemas de sueño, de-
presión, destructividad, somatizaciones) y dos
de segundo (Internalizante y Externalizante) y
La segunda (YSR, Lemos et al., 1992) posee sie-
te dimensiones, de las que cuatro se relacionan
estrechamente con la conducta agresiva (con-
ducta antisocial, Conducta delictiva; Conducta
agresiva y Búsqueda de Atención). Estas se agru-
pan para constituir una escala exteriorizada.
Las escalas de Reynolds y Kamphaus (2004)
denominadas como Sistema de evaluación de la
conducta de niños y adolescentes (BASC) tam-
bién se han diseñado para la evaluación multi-
método y multifuente de los problemas emocio-
nales y conductuales del niño. Evalúa una
amplia gama de dimensiones que van, desde los
trastornos emocionales y psicopatológicos, pro-
blemas conductuales y de personalidad, hasta
problemas adaptativos. También identifica, en-
tre sus escalas, rasgos positivos. Consta de tres
versiones: una versión autoinformada, otra para
padres y otra para tutores. Cada una de ellas
están disponibles para diferentes edades: nivel 1
(3-6 años), nivel 2 (6-12 años) y nivel 3 (12-18
años). La batería cuenta, además de las escalas
mencionadas, con una historia clínica estruc-
turada de desarrollo y un protocolo de observa-
ción del estudiante. Específicamente, para la
evaluación de la agresividad posee una escala
de agresividad (Agr) dentro de las escalas clíni-
cas y, tanto en el cuestionario para padres como
en el cuestionario para tutores, posee una di-
74 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81
mensión global de problemas exteriorizados que
incluye las puntuaciones de agresividad, hipe-
ractividad y problemas de conducta. En la esca-
la específica referida a agresividad, se evalúa
tanto la agresividad física (romper propiedades
de otros, golpear, ser cruel con animales) como
la verbal (discutir, insultar, criticar, culpar y
amenazar a otros). El instrumento incluye un
Sistema de observación del estudiante, diseñado
para que el profesional evalúe al sujeto en el
aula. En este sistema contiene una categoría de
observación, denominada Comportamientos
agresivos, que incluye conductas, tales como gol-
pear, tirar objetos a terceros, destrozar cosas de
otros intencionadamente, empujar y robar.
Para adultos, el listado el Listado de sínto-
mas SCL-90-R (Derogatis, 1983. Adaptado al
castellano por González de Rivera et cols., 2002)
contiene alguna escala relacionada con la agre-
sividad. El SCL-90-R es un cuestionario multi-
dimensional, autoaplicado de 90 ítems. Cada
ítem se acompaña de una escala tipo lickert de 5
puntos, que evalúa el grado de malestar psico-
lógico a través de numerosos síntomas. De las
nueve dimensiones que se extraen de sus ítems,
existe una escala de Hostilidad, claramente vin-
culada a la conducta agresiva.
Técnicas Proyectivas
Las técnicas proyectivas se han mostrado
también de utilidad para la identificación de la
agresividad, principalmente, en aquellos casos
en los que existe una motivación para falsear u
ocultar estas conductas. Aunque son técnicas
que requieren una formación específica para su
corrección e interpretación y contienen un ele-
vado grado de subjetividad, que limita sus pro-
piedades psicométricas, su mayor enmascara-
miento frente a otras técnicas, permite desviar
el objetivo de la medida y la verdadera intención
de la misma. Se recomienda el uso de estas téc-
nicas conjuntamente con una batería más am-
plia, que permita evaluar la convergencia de los
resultados y obtener algún tipo de contrasta-
ción de la información entre medidas.
Existen diferentes tipos de pruebas proyec-
tivas que pueden ser utilizadas para la evalua-
ción de la agresividad. En el caso de las pruebas
proyectivas expresivas de dibujos o gráficos, ta-
les como el Test de la familia (Corman, 1967 ), la
Figura Humana (Machover, 1949; Koppitz,
1991), Test del árbol (Koch, 1962) o el Test de la
Casa árbol y persona (HTP, Buck, 1948), se han
identificado como indicadores de posibles ma-
nifestaciones agresivas: ojos bizcos, dientes, bra-
zos largos, manos grandes, figura desnuda o
aparición de genitales, especial énfasis en el ros-
tro, ojos grandes, cuellos cortos, agujeros en la
nariz, dedos alargados y en forma de punta, más
de cinco dedos (en el caso de adultos). Otros in-
dicadores relacionados con la conducta agresiva
han sido aquellos derivados de la conducta im-
pulsiva tales como, deficiente integración de las
partes, asimetría entre las extremidades de am-
bos lados del cuerpo, sombreados o rellenos
densos, tamaño excesivo de los dibujos, predo-
minio de las rectas y los ángulos, presión fuerte
del trazo y omisión del cuello. En el test del ár-
bol, suelo acentuado en zig-zag, tronco ensan-
chado en el centro o ramas abiertas (Koppitz,
1991; Xandró, 1991).
El Test de Rorschach (Rorschach, 1921),
como uno de los más destacados dentro de las
pruebas proyectivas estructurales, permite iden-
tificar también diversos indicadores de agresivi-
dad. Siguiendo a Bohm (1984) y Rorschach
(1921), estos indicadores se encuentran en las
respuestas de localización WS (respuesta global
que considera espacios blancos) y las respuestas
S de espacio en blanco, que implican la existen-
cia de cierta carga de agresividad o de energía
de la tensión agresiva. En cuanto a los determi-
nantes, la agresividad puede ser localizada en
el bajo porcentaje de Respuestas de Forma (F),
indicativo de impulsividad y descontrol emo-
cional; en las Respuestas de Color puras (C), in-
dicativas de impulsividad afectiva, falta de con-
trol social, ético o moral. Además de éstos, los
contenidos relacionados con sangre, tienen en
muchas ocasiones, relación con aspectos de an-
gustia, impulsividad y sentimiento de culpa. Fe-
nómenos especiales, como choque al rojo en las
láminas II y III, pueden indicar, igualmente, re-
presentaciones agresivas y sádicas (sangre, gue-
rra…).
En el caso de las pruebas temáticas, el Test de
Apercepción Temática (TAT, Murray, 1973, 1996),
es uno de los instrumentos que evalúan agre-
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81 75
76 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81
MEDIDAS
DE
OBSERVACIÓN
–
Sistema
de
categorías
de
Patterson
(Patterson,
1977)
–
Inventario
de
Agitación
de
Cohen
Mansfield
(CMAI;
Cohen-Mansfield,
Marx
y
Rosenthal,
1989)
–
Escala
modificada
de
agresión
para
pacientes
ambulatorios
(OAS-M;
Coccaro
et
al.,
1991)
–
Sistema
de
observación
SOC-III
de
Interacciones
familiares
(Cerezo
et
al.,
1991)
MEDIDAS
DE
ENTREVISTA
–
Entrevista
Clínica
Estructurada
para
el
DSM-IV
(SCID-IV;
First,
Spitzer,
Gibbon
y
Williams,
1997)
–
Entrevista
Clínica
Estructurada
para
los
trastornos
del
Eje
I
del
DSM-IV
(SCID-I;
First,
Spitzer,
Gibbon
y
Williams,
1997)
–
Entrevista
de
Diagnóstico
Internacional
Compuesta
de
la
Organización
Mundial
de
la
Salud
(CIDI;
OMS,
1993)
–
Historia
Vital
de
Agresión
(LHA;
Coccaro,
Berman
y
Kavoussi,
1997)
–
Entrevista
Diagnóstica
para
niños
y
adolescentes
(DICA;
Reich,
Leacock
y
Shanfeld,
1997).
Adaptación
española
por
Ezpeleta
et
al.
(1995,
1997):
versión
para
padres
(EDNA-IV-P),
niños
de
8-12
años
(EDNA-IV-C),
niños
de
13-17
años
(EDNA-IV-A).
AUTOINFORMES/HETEROINFORMES
–
Cuestionario
de
Agresividad
Física
y
Verbal
(AFV;
Caprara
y
Pastorelli,
1993;
Pastorelli
et
al.,
1997).
Adaptado
al
castellano
por
Del
Barrio
et
al.
(2001).
–
Inventario
de
Expresión
de
Ira
Estado
Rasgo
(STAXI,
Spielberger,
2001).
Versión
para
niños
y
adolescentes
(STAXI-NA,
Del
Barrio,
Aluja
y
Spielberger,
2004)
–
Taxonomía
de
las
Situaciones
Sociales
Problemáticas
para
Niños
(TOPS;
Dodge
et
al.,
1985)
–
Escala
Infantil
de
Tendencias
a
la
Acción
(CATS;
Deluty,
1979)
–
Batería
de
Socialización
(BAS;
Silva
y
Martorell
,
1987)
–
Cuestionario
A-D
de
conductas
antisociales
y
delictivas
(Seisdedos,
1988)
–
Test
Evaluativo
Multifactorial
de
Adaptación
Infantil
(TAMAI;
Hernández,
1990)
–
Cuestionario
BULL
(Cerezo,
2000,
2001)
–
Cuestionario
la
vida
en
la
escuela
(Smith
y
Sharp,
1994)
–
Batería
de
cuestionarios
sobre
convivencia
escolar
(Ortega
y
del
Rey,
2003)
–
Cuestionario
de
Agresión
AQ
(AQ;
Buss
y
Perry,
1992)
–
Escala
de
Actitudes
Criminales
hacia
la
violencia
(CAVS;
Polaschek
et
al.,
2004)
–
Escala
de
Tácticas
de
Conflicto
(Conflict
Tactics
Scale-II)
(CTS-II;
Straus
et
al.,
1996)
AUTOINFORMES/HETEROINFORMES-LISTADOS
DE
CONDUCTA
–
Inventario
de
Conducta
Infantil
autoinformada
(CBCL;
Achenbach
y
Edelbrock,
1983).
Versiones
heteroinformadas
para
padres
(PRF)
y
profesores
(TRF);
Versión
autoinformada
para
adolescentes
(YSR;
Adapatación
Lemos
et
al.,
1992)
y
Versión
heteroinformada
para
preescolares
(Osa
et
al.,
1997).
–
Manual
del
Sistema
de
evaluación
de
la
conducta
de
niños
y
adolescentes
(BASC;
Reynolds
y
Kamphaus,
2004)
–
Listado
de
síntomas
SCL-90-R
(Derogatis,
1983).
Adaptación
española
por
González
de
Ri-
vera
et
al.
(2002)
AUTOINFORMES-PERSONALIDAD
–
Inventario
de
Personalidad
Multifásico
de
Minesota
(MMPI-II;
Hathaway
y
Mckinley,
1999.
Adaptación
española
de
Ávila
y
Jiménez,
1999)
–
Inventario
de
Personalidad
Multifásico
de
Minesota
para
adolescentes
(MMPI-A;
Butcher
et
al.,
2003)
–
Inventario
de
personalidad
de
Millon
(MCMI-II;
Millon,
1987).
Adaptación
española
por
Ávila-Espada
et
al.
(Millon,
1998)
–
Inventario
de
personalidad
de
Millon
para
adolescentes
(MACI;
Millon,
1993.
Adaptación
española
por
Ávila
et
al.
1998)
–
Cuestionario
de
Personalidad
de
Eysenck
(EPQ-R;
Eysenck
y
Eysenck,
1997)
(EPQ-A
y
EPQ-
J;
Eysenck
y
Eysenck,
1986)
–
Listado
de
características
de
la
psicopatía
(PCL-R;
Hare,
1991,
2003)
(PCLR-YV;
Forth
et
al.,
2003)
MEDIDAS
PROYECTIVAS
–
Tests
Gráficos:
Test
de
la
familia
(Corman,
1967
);
Figura
Humana
(Machover,
1949;
Koppitz,
1991);
Test
del
árbol
(Koch,
1940);
Test
de
la
Casa,
Arbol
y
Persona
(http;
Buck,
1948)
–
Test
de
Rorschach
(Rorschach,
1921)
–
Test
de
Apercepción
Temática
(TAT,
Murray,
1973,
1996)
y
sus
diferentes
versiones
CAT-H,
CAT-A,
SAT
–
Test
de
Pata
Negra
(Corman,
2001)
–
Test
de
los
Cuentos
de
Hadas
(FTT;
Coulacoglou,
1995)
T
ABLA
1:
Principales
medidas
e
instrumentos
para
la
evaluación
de
la
agresividad
sión. Aunque las respuestas dadas a una lámina,
pueden ser compartidas por otras o estar rela-
cionadas con ellas, las láminas cuyo tema central
incluye la agresividad son, las láminas 8BM,
12M, 13MF, 15, 18BM, 18GF. La identificación
con un personaje (protagonista), frecuentemente
implicado en conflictos interpersonales, es un
indicador de agresividad. Los motivos, tenden-
cias y sentimientos agresivos del protagonista
pueden evaluarse, mediante las láminas 14 (agre-
sión emocional y verbal), 8 (agresión física y so-
cial) y 4 (destrucción). Las presiones agresivas
del ambiente o las fuerzas del ambiente del
protagonista, relacionadas con la agresión, se
evalúan a través de las láminas 10 (emocional y
verbal), 11 (física y social), 12 (física asocial) y 2
(destrucción de la propiedad). Existen diferentes
versiones de este instrumento, uno para niños
con 10 láminas (Test de Apercepción Infantil-Fi-
guras Humanas. CAT-H o animales CAT-A), y otro
para ancianos con 16 láminas (Test de apercep-
ción para la senectud. SAT). En estas dos versio-
nes, la evaluación de la agresividad no está tan
claramente delimitada como en la versión de
adultos. No obstante, en esta última versión las
láminas 3, 8 y 15 contienen temas relacionados
con la agresión y la hostilidad.
Para niños, el test de Pata Negra (Corman,
2001) y el Test de los Cuentos de Hadas (FTT,
Coulacoglou, 1995) pueden ser utilizados para
obtener indicadores de conductas agresivas.
La evaluación del riesgo:
una evaluación para la prevención
La evaluación de los factores de riesgo es
uno de los aspectos que más pueden ayudar a la
prevención de la conducta agresiva y violenta.
Como se recoge en el presente monográfico,
existe un conjunto de variables facilitadoras de
la agresión, cuya presencia aumenta la probabi-
lidad de que una persona se comporte de forma
agresiva.
Mossman (1994) describe cuatro aproxima-
ciones en la identificación de sujetos de ries-
go: 1) a través de listados de conductas asocia-
das a la agresión, que permiten la obtención
de un perfil; 2) a través del despistaje de pro-
blemas de conducta, tanto interiorizados como
exteriorizados, junto con algunos indicadores
de riesgo, tales como, presencia de apoyo so-
cial, relaciones con víctimas potenciales y dis-
ponibilidad de armas; 3) mediante la evalua-
ción de experiencias adversas escolares
(agresiones recibidas, presencia de violencia o
experiencias negativas con el profesor); y 4) me-
diante la evaluación de la amenaza, examinan-
do las vías y el proceso que pueden llevar hasta
la conducta violenta (ej. Relaciones, apoyo so-
cial, funcionamiento psicológico, etc…). En la
tabla 3, se recoge un grupo de cuestiones-guía
para la evaluación del riesgo, basadas en las
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o
2, 67-81 77
TABLA 2. Cuestiones guía para evaluar la amenaza de actuar violentamente o la peligrosidad
1. ¿Qué motiva a una persona a cometer actos o declaraciones que le puedan traer problemas?
2. ¿La persona ha comunicado la intención de realizar algún acto violento?
3. ¿Ha mostrado interés en temas violentos, como en criminales, armas, grupos extremistas u homicidios?
4. ¿La persona ha estado implicada en actos violentos como acoso o asedio?
5. ¿La persona ha tenido alguna enfermedad mental que le llevara a actuar bajo el dominio de alucinaciones o ilu-
siones?
6. ¿Cómo de organizada es la persona y hasta qué punto es capaz de llevar a cabo un plan?
7. ¿La persona ha experimentado la pérdida reciente de una persona o de su status que le lleve a sentirse desesperada?
8. ¿La persona hace declaraciones o afirmaciones que luego se corroboran con sus acciones (hace lo que dice)?
9. ¿Se conoce algún amigo o amiga de esta persona con ideas inapropiadas (extremistas, sectarias, fanáticas…) de las
que ésta pueda tomar parte?
10. ¿Qué factores existen en la vida de esta persona que puedan incrementar la probabilidad de cometer un acto vio-
lento?
elaboradas por Burns et al. y Borum et col. en
el ámbito del contexto escolar (Burns, Dean y
Jacob-Timm, 2001; Borum, Fein, Vossekuil y
Berglund, 1999).
El desarrollo de instrumentos para la eva-
luación del riesgo de la conducta violenta no
está aún muy desarrollado. Se citan, a conti-
nuación, tres de los instrumentos genéricos más
utilizados en lengua inglesa diseñados para eva-
luar el riesgo de cometer un acto agresivo futuro
y de su peligrosidad:
– Listado de la evaluación temprana del riesgo
para chicos (Early Assessment Risk List for
Boys; EARL-20B) (Augimeri, Webster, Koegl y
Levene, 1998)
Está compuesta por 20 ítems que evalúan la
violencia potencial en niños menores de 12
años. El instrumento recoge información sobre
tres dimensiones: familia (circunstancias del ho-
gar, continuidad del cuidador, apoyos, estreso-
res, estilo parental, valores sociales y conduc-
ta), niño (problemas evolutivos, comienzo de
las dificultades conductuales, existencia de trau-
ma, impulsividad, grado de agradabilidad, so-
cialización entre compañeros, funcionamiento
escolar, actividades extraescolares, antecedentes
policiales, actitudes antisociales, conducta anti-
social y habilidad de afrontamiento) y docili-
dad-adaptabilidad (responsividad familiar y gra-
do en que el niño es tratable).
– HCR-20, Version 2 (Historical, Clinical, Risk-
20) (Webster, Douglas, Eaves y Hart, 1997)
La versión más reciente de la Historia Clíni-
ca de Riesgo (HCR-20) para la evaluación del
riesgo de la violencia posee 20 ítems, 10 recogen
información de la historia del evaluado (vioen-
cia previa, desempleo, relaciones inestables,
abuso de sustancias, enfermedad mental, psi-
copatía, desorden de personalidad, supervisión
fallida), 5 se refieren a variables clínicas (falta
de insight, actitudes negativas, síntomas de en-
fermedad mental, impulsividad, no respuesta al
tratamiento) y 5 al manejo de los factores de
riesgo (falta de planes viables, exposición a de-
sestabilizadores, falta de estrés, baja implica-
ción en la rehabilitación, falta de apoyo social).
Cada ítem se puntúa en una escala de tres nive-
les: 0 (no presente), 1 (posiblemente presente) y
2 (definitivamente presente). La puntuación to-
tal de la escala es de 40 puntos. La corrección
del instrumento con ayuda del manual que la
acompaña permite establecer predicciones so-
bre la emisión futura de comportamientos vio-
lentos en contextos psiquiátricos, forenses o pe-
nitenciarios.
– Evaluación estructurada del riesgo de la vio-
lencia en jóvenes (Structure Assessment of
Violence Risk in Youth; SAVRY) (Bartel, Bo-
rum y Forth, 1999).
El SAVRY consta de 25 ítems que recogen
variables biográficas, clínicas y contextuales,
que aparecen en la literatura, asociadas al desa-
rrollo de la agresividad y la violencia en jóvenes.
Cada ítem tiene una escala de tres niveles que
son codificados según unos criterios-guía en
riesgo bajo, medio o alto. Los ítems se agrupan
en tres amplias dimensiones: factores históri-
cos (10 ítems; ej. Historia de violencia, suicidio,
maltrato, criminalidad parental, pobre rendi-
miento escolar); factores contextuales (8 ítems;
ej. Compañeros delincuentes, rechazo social, es-
trés y pérdidas, escasa supervisión parental) y
factores clínicos (7 ítems; abuso de sustancias,
ira, impulsividad, psicopatía, hiperactividad y
problemas de conducta). Además cuenta con
una escala adicional que provee cuatro factores
protectores (apoyo social, apego positivo, per-
sonalidad resistente, actitud positiva a la reha-
bilitación). La prueba ha mostrado adecuadas
características psicométricas y un buen valor
predictivo.
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  • 1. Acción Psicológica ISSN: 1578-908X accionpsicologica@psi.uned.es Universidad Nacional de Educación a Distancia España CARRASCO ORTIZ, MIGUEL ÁNGEL EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA AGRESIVA Acción Psicológica, vol. 4, núm. 2, junio-, 2006, pp. 67-81 Universidad Nacional de Educación a Distancia Madrid, España Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=344030758003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
  • 2. M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 67 EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA AGRESIVA ASSESSMENT OF AGGRESSIVE BEHAVIOR MIGUEL ÁNGEL CARRASCO ORTIZ Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Resumen En el presente artículo se revisan los princi- pales instrumentos y técnicas utilizados para la evaluación de la conducta agresiva. Tras unas breves consideraciones sobre la evaluación de la agresividad, el contenido se estructura según las diferentes técnicas aparecidas: análisis de archivos, técnicas de observación, informes ver- bales y técnicas proyectivas. Finalmente se ex- ponen algunos instrumentos para evaluar el riesgo de emisión de una conducta agresiva y su peligrosidad. La revisión realizada pone de ma- nifiesto que el mayor número de instrumentos diseñados para evaluar esta conducta son infor- mes verbales (autoinformados o heteroinforma- dos) y que el desarrollo de instrumentos especí- ficos que evalúen agresividad no es todavía muy numeroso. Palabras Clave Agresión, violencia, evaluación, medidas, instrumentos, técnicas Abstract This paper offers an overview of current ag- gressive measures. After some considerations about aggression assessment, the article provi- des information about different instruments and measures of aggression: archives, observation scales, verbal reports and projective techniques. Finally, it is also provides, some instruments for assessing violence risk and potential aggression. This overview of current aggressive measures shows two conclusions: a) the instruments more used for conducting an assessment of aggres- sion are verbal reports (self-report or hetero-re- port), and b) the number of specific instruments of aggression is limited at the moment. Key Words Aggression, violence, assessment, measures, instruments, techniques
  • 3. Introducción La agresividad ha sido evaluada con dife- rentes técnicas de gran utilidad para su identifi- cación y estudio. Inicialmente, la evaluación de la conducta agresiva se realiza a través de ob- servación, entrevistas o técnicas proyectivas, pero el posterior desarrollo de los autoinformes, en los años 50, aportó un mayor número de ins- trumentos y una mayor especialización de las medidas. Uno de los problemas que acompa- ñan a la evaluación de la agresividad, que clara- mente se refleja en el estudio de los instrumen- tos diseñados para tal fin, es la falta de claridad conceptual de este constructo y la ausencia de un marco teórico único para su comprensión entre los investigadores. Posiblemente, es ésta la razón por la que la agresividad es, en ocasio- nes, evaluada con instrumentos específicos de ira, hostilidad, impulsividad o a través de ins- trumentos diseñados para evaluar otros cons- tructos (ej. Conducta prosocial, empatía, reso- lución de conflictos, desarrollo moral, etc…) que, si bien están relacionados con ella, no la evalúan específicamente. En numerosas ocasio- nes, la conducta agresiva es evaluada mediante medidas más globales (competencia social, ha- bilidades sociales, adaptación, personalidad, etc…) que contienen una dimensión, escala o factor, referida a la agresividad. En el presente artículo se recoge una selección de las principa- les medidas aparecidas en la literatura para la evaluación de la agresividad, las cuales han mostrado adecuadas propiedades psicométri- cas, con especial mención a aquellas adaptadas al castellano. Algunas consideraciones en la evaluación de la agresividad Previamente a la descripción de los instru- mentos de evaluación de la agresividad selec- cionados, se apuntan algunas de las considera- ciones que han de ser tenidas en cuenta en relación con la selección de dichas medidas: – Selección de medidas apropiadas y especifici- dad de las mismas La existencia de instrumentos específicos para la evaluación de la agresividad no ha proli- ferado aún suficientemente en nuestro entorno, si bien contamos con instrumentos de amplio espectro, diseñados para otros contenidos más globales (personalidad, habilidades sociales, psi- copatología, interacción familiar, etc…) que con- tienen escalas o dimensiones para evaluar la agresividad. Quizás, para población infantil y en contextos escolares, se ha producido un ma- yor desarrollo de estas medidas, pero no es el caso para población adulta y, menos aún, para contextos particulares (laboral, conducción, do- méstico, etc…) en los que la agresividad cobra un matiz peculiar. La selección de una medida, dada la limita- da oferta disponible en castellano, nos obliga, en muchas ocasiones, a elegir instrumentos dise- ñados para otro fin. No obstante, y salvando esta dificultad, la selección de un instrumento que evalúe la agresividad ha de ir acompañado de adecuadas propiedades psicométricas, de su ajuste a las características del evaluado (edad, nivel cultural, disponibilidad) y la especificidad del contexto en el que se produce (escolar, labo- ral, doméstico, social). – Evaluación multifuente-multimétodo El carácter de no-deseabilidad y censura, al que socialmente la conducta agresiva está so- metida, hace que ésta sea negada por el agresor o que aparezca, a veces, de forma solapada o sólo en aquellas situaciones en las que estas censuras no están presentes. La información ob- tenida por distintas fuentes y a través de dife- rentes métodos controlaría estos sesgos y per- mitiría una mayor validez ecológica derivada de la recogida in situ por informantes externos procedentes de diferentes contextos. La evalua- ción multicomponente (varios métodos, varias fuentes) ha sido especialmente enfatizada en población infantil (Achenbach y McConaugh, 1987; Silva,1995; Del Barrio, 2002). La ausencia de concordancia entre fuentes en la evaluación infantil, se explica por dos razones fundamen- talmente: a) las diferencias en el acceso a la in- formación del niño que tienen cada una de las fuentes que evalúan y b) los diferentes sesgos que se manifiestan según qué fuentes (padres, profesores o amigos) estén o no implicadas. En general, es conocido que las conductas exte- riorizadas son mejor identificadas por profeso- res, padres o iguales que por el propio sujeto, al 68 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81
  • 4. contrario que las interiorizadas, sobre las que el niño parece dar una información más precisa. – Importancia de la evaluación del contexto fun- cional de la conducta agresiva La conducta agresiva es activada bien por un acontecimiento externo (ej. Un conflicto in- terpersonal, laboral o un insulto), bien por un acontecimiento interno al sujeto (ej. Estado emocional, cogniciones facilitadoras, reglas mo- rales, expectativas de daño, atribuciones de in- tencionalidad, etc…) y tiene unas consecuen- cias que instauran o mantienen su emisión. Por lo tanto, el estudio de las relaciones funcionales de esta conducta con el contexto externo o in- trapersonal en el que se produce, puede ser de gran importancia para la comprensión futura y modificación de esta conducta. El análisis fun- cional o narrativo del acontecer de estas mani- festaciones pueden ser dos herramientas de gran utilidad. – Evaluación comprensiva La agresividad puede manifestarse de diver- sas y complejas formas, de ahí la necesidad de una evaluación comprehensiva, que abarque distintos aspectos de la misma así como los fac- tores asociados al comportamiento agresivo. La evaluación de variables, entre las que destacan, la historia de agresión previa, impulsividad, em- patía, personalidad, desarrollo moral, conducta prosocial, asertividad, resolución de conflictos, autocontrol o estado emocional, pueden resultar de especial interés. En este sentido, la evalua- ción de los factores de riesgo vinculados con la conducta agresiva, es de gran relevancia para la prevención e intervención en este campo. Técnicas e instrumentos que evalúan la agresividad Las técnicas utilizadas para la evaluación de la agresividad han incluido, desde investigación de archivos, observación, entrevista y técnicas proyectivas, hasta autoinformes (Baron y Ri- chardson, 1994; Suris et al., 2004). A continua- ción, se comentan algunas de ellas junto con una selección de los instrumentos más relevan- tes que pueden ser utilizados para tal fin (ver ta- bla 1). Archivos La investigación de archivos, historias clíni- cas o protocolos de diferentes instituciones (ser- vicios de salud, servicios penitenciarios etc.), ha permitido el análisis a posteriori de las conduc- tas agresivas. Aunque esta información está más libre de sesgos que la evaluación directa, no es una medida diseñada con el propósito de eva- luar la agresión, por lo que la información ex- traída suele carecer de una buena precisión. Técnicas de observación Las técnicas de observación son otro de los medios que pueden ser empleados para la eva- luación de la agresividad. Su valor reside en per- mitir una evaluación directa de la conducta de interés en situaciones naturales. La aplicación correcta de estas técnicas requiere el entrena- miento de los observadores y la especificación de un procedimiento sistemático y riguroso. Son dificultades de estas técnicas las siguientes: la posible reactancia del observado, la dificultad de acceder a ámbitos privados del sujeto, la difi- cultad de obtener índices de fiabilidad interjue- ces a través de diferentes escenarios y el elevado coste que suponen, principalmente, con con- ductas como la agresiva cuya frecuencia de emi- sión no es muy alta. Existen sistemas de categorías, que recogen conductas específicas, para evaluar la agresivi- dad. Patterson (1977) diseñó un sistema de co- dificación que incluye 28 categorías y sus defi- niciones correspondientes para evaluar la conducta disruptiva de los niños. Organiza las categorías en tres grupos: un primer grupo de conductas verbales, como ordenar o llorar; un segundo grupo de conductas no verbales, como destruir cosas, ignorar a personas, o conductas físicas negativas; y un último grupo, que incluye otras conductas verbales y no verbales, como obediencia, desaprobación, juego o tomaduras de pelo. Otros de los registros de observación utiliza- dos para observar la conducta agresiva, se han elaborado específicamente para emplearse en determinados contextos: durante la conducción de automóviles, durante la realización de com- M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 69
  • 5. pras en grandes almacenes, o tiendas, o en el ámbito de las investigaciones de laboratorio. En este último contexto, se han diseñado diferentes situaciones para evaluar la conducta agresiva: juegos competitivos en los que uno de los miem- bros, previamente amañado, instiga a otro de los jugadores; agresión verbal ante disputas pro- vocadas o ante los insultos de otros; reacciones agresivas frente a máquinas dispensadoras de corrientes eléctricas a uno mismo o a terceros (Baron y Richardson, 1994). Entre las escalas de observación halladas es- tán las siguientes: – Inventario de Agitación de Cohen Mansfield (CMAI; Cohen-Mansfield, Marx y Rosent- hal, 1989) consta de 29 conductas, opera- cionalmente definidas, agrupadas en tres dimensiones: conductas agresivas, no agresivas físicamente y conductas verbales agitadas. Tiene una escala de siete pun- tos, diseñada para la evaluación de ancia- nos en contextos residenciales. – La Escala Modificada de Agresión para Pa- cientes Ambulatorios (OAS-M; Coccaro et al., 1991) posee 25 ítems, que evalúan la frecuencia y severidad de conductas agre- sivas, referidos a tres dimensiones: agresi- vidad, irritabilidad y suicidio. – En castellano, contamos con el Sistema de Observación SOC-III de Interacciones fa- miliares (Cerezo, Keesler, Dunn y Wahler, 1991). Es un sistema de observación di- recta que mide problemas de relación y agresión en niños de 3 a 12 años, a través de numerosas categorías mutuamente ex- cluyentes. La observación se cuantifica por medio de códigos de interacción y de no interacción, acerca de la conducta del pro- pio niño y del padre, madre o hermanos. Informes verbales La información verbal suministrada, bien por el propio sujeto (autoinformes) o bien por otras personas cercanas a éste, como familiares, com- pañeros, conocidos, etc., es otro de los procedi- mientos utilizados para la evaluación de estas conductas. Los autoinformes nos permiten acceder a determinados contenidos, principalmente emo- cionales y cognitivos, que sólo conoce el eva- luado. Esto posee un especial interés en el caso de la agresividad, conducta socialmente repro- bada cuya manifestación queda restringida, en muchas ocasiones, a situaciones privadas o fren- te a desconocidos. Por esta misma razón, en el caso de los autoinformes, uno de los grandes inconvenientes está en la posible manipulación de la respuesta por parte del evaluado. Por ello, se recomienda, la utilización de instrumentos que contengan escalas de validez y control. Dentro de los informes verbales se pueden incluir los que se comentan brevemente a conti- nuación: Entrevistas Las entrevistas, tanto las estructuradas como las no estructuradas, se han utilizado para la evaluación de la agresividad. Esta técnica re- quiere complejas habilidades por parte del eva- luador si se pretende una correcta administra- ción de la misma. No obstante, a medida que el grado de estructuración es mayor, su fiabilidad y validez es más independiente de la habilidad del entrevistador y por tanto, su validez está mejor garantizada. Para adultos, existen varias entrevistas es- tructuradas que pueden destacarse, entre ellas: a) la Entrevista Clínica Estructurada para el DSM-IV (SCID-IV; First, Spitzer, Gibbon y Wi- lliams, 1997); b) la Entrevista Clínica Estructu- rada para los trastornos del Eje I del DSM-IV (SCID-I; First, Spitzer, Gibbon y Williams, 1997); o c) la Entrevista de Diagnóstico Interna- cional Compuesta (CIDI; Organización Mundial de la Salud, 1993). Ninguna de ellas ha sido es- pecíficamente diseñada para evaluar la agre- sión, pero contienen preguntas que evalúan las manifestaciones agresivas de muchos de los trastornos clínicos (ej. Trastorno explosivo inter- mitente, trastorno límite de la personalidad, trastorno antisocial). Con formato de entrevista, puede también utilizarse la Historia Vital de Agresión (LHA; Life History of Aggression, Coc- caro, Berman y Kavoussi, 1997), la cual contie- ne 10 ítems acompañados de una escala de seis puntos que evalúan cuatro dimensiones: Agre- 70 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81
  • 6. sión, consecuencias sociales de la agresión, con- ducta antisocial y agresión autodirigida. Para niños, se encuentra la Entrevista Diag- nóstica para Niños y Adolescentes (DICA; Reich, Welter y Herjanic, 1997), adaptada al castellano por Ezpeleta, De la Osa, Doménech, Navarro y Losilla (1995, 1997). Posee diferentes versiones: para padres (EDNA-IV-P), niños de 8 a 12 años (EDNA-IV-C) y adolescentes de 13 a 17 años (EDNA-IV-A). Entre las áreas diagnósticas que evalúa este instrumento se encuentra las referi- das a los trastornos de conducta, que son las más relacionadas con las manifestaciones agre- sivas (ej. Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno negativista desafian- te, trastorno disocial y uso y abuso de sustan- cias). Autoinformes y cuestionarios específicos Entre los autoinformes y cuestionarios es- pecíficos para la evaluación de la agresividad se mencionan los siguientes: – Cuestionario de Agresividad Física y Verbal (AFV; Caprara y Pastorelli, 1993; Pastore- lli, Barbaranelli, Cermak, Rozsa y Capra- ra, 1997), adaptado al castellano por Del Barrio, Moreno y López (2001). Es un ins- trumento específico para la evaluación de la agresión física y verbal en niños y ado- lescentes. Se trata de un instrumento de 20 elementos que describen conductas agresivas tanto físicas como verbales, acompañados de una escala graduada en tres niveles de frecuencia: 3 “a menudo”; 2 “algunas veces”; 1 “nunca”. Del conjunto de elementos que recoge esta prueba, exis- ten 5 ítems control que no puntúan (ej. Veo mucha televisión), los cuales son in- cluidos para evitar fundamentalmente ten- dencias de respuesta. La escala proporcio- na una puntuación total y dos puntuaciones por factor: agresión física y agresión verbal. El instrumento puede ser utilizado de forma autoinformada, por el propio niño, o de forma heteroinforma- da, por profesores o padres. – Inventario de Expresión de Ira Estado Ras- go (STAXI; Spielberger, 1999). Adaptado al castellano por Miguel-Tobal, Cano-Vindel, Casado y Spielberger (2001). Es un instru- mento para evaluar la ira en adolescentes y adultos. Consta de 49 ítems distribuidos en tres partes diferenciadas: 1) ira estado (sentimiento, expresión verbal y expresión física); 2) ira rasgo (temperamento de ira y reacción de ira); y 3) afrontamiento (ex- presión interna, expresión externa, control externo y control interno). Además, pro- porciona un índice de expresión global de la ira. El formato de los ítems se presenta en forma de afirmaciones con cuatro op- ciones de respuesta según la frecuencia de las conductas. Existe una versión para ni- ños y adolescentes (STAXI-NA), adaptada al castellano por Del Barrio, Aluja y Spiel- berger (2004), la cual consta de 55 ítems, con un formato de respuesta de tres op- ciones, que evalúan, como en la versión para adultos, la experiencia de la ira (esta- do y rasgo) y su afrontamiento. Aunque estos no son instrumentos específicos de la conducta agresiva, la ira es una emoción claramente asociada a la agresión y sus manifestaciones exteriorizadas guardan una estrecha relación con ésta, por lo que dichas puntuaciones son una buena medi- da de la misma. – Taxonomía de las Situaciones Sociales Pro- blemáticas para Niños (TOPS; Dodge, Mc- Claskey y Feldman, 1985). Consiste en una escala de valoración con 44 elementos que evalúa la competencia social de los niños en las siguientes situaciones: integración en el grupo de iguales, respuesta a las pro- vocaciones, respuesta al fracaso, respuesta al éxito, expectativas sociales y expectati- vas del profesor. – Escala Infantil de Tendencias a la Acción (CATS; Deluty, 1979). Está diseñado para evaluar, en niños de 6-12 años, las res- puestas agresivas, asertivas o sumisas en un total de 30 situaciones problema. Ante cada una de estas situaciones, el niño ha de elegir una de las cuatro respuestas al- ternativas presentadas: agresión física, agresión verbal, aserción o sumisión. – Batería de Socialización (BAS; Silva y Mar- torell , 1987), adaptada de la Escala de M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 71
  • 7. Conducta Antisocial (ASB; Allsopp y Feld- man, 1976). Esta batería consta de 46 ítems de verdadero o falso. Recoge diver- sas conductas antisociales relativas a la transgresión de normas, vandalismo y otros comportamientos sociales que se agrupan en diferentes dimensiones (lide- razgo, autocontrol, ansiedad social, timi- dez, retraimiento social y agresividad). To- das ellas ofrecen una medida acerca de la adaptación y el comportamiento social del niño. Posee diferentes versiones, una au- toinformada, otra para padres y otra para profesores, a través de las que se obtiene una medida de adaptación del comporta- miento social infantil. – Cuestionario A-D de Conductas Antisocia- les y Delictivas (Seisdedos, 1988). Es un instrumento para niños y adolescentes que consta de dos partes autoinformadas, cada una de las cuales posee 20 ítems de verda- dero o falso: la primera, evalúa el com- portamiento delictivo (ej. Robar o entrar en lugares prohibidos); y la segunda, la conducta antisocial y desviada (ej. Albo- rotar, salir sin permiso, hacer trampas). – Test Evaluativo Multifactorial de Adapta- ción Infantil (TAMAI; Hernández, 1990). Este cuestionario está diseñado para eva- luar la inadaptación personal, social, es- colar y familia, así como las actitudes edu- cadoras de los padres desde los 8 hasta los 18 años. Consta de 175 ítems de verda- dero o falso, que pueden ser aplicados de forma autoinformada, individual o colec- tivamente. En todos los niveles de edad, aparece un factor de inadaptación social que posee una escala de agresividad social (conflicto con las personas) y otra de dis- nomia (conflicto con la norma). Ambas pueden ser de utilidad para la medida de la agresividad. – Cuestionario BULL (Cerezo, 2000, 2001). Elaborado para evaluar la agresividad en el contexto escolar. Permite obtener infor- mación sobre la dinámica agresor-víctima (bully-victim) (situaciones de abuso, ca- racterísticas del agresor y la víctima, re- presentación social que el grupo tiene del aula) y sobre las variables de aceptación- rechazo (situación sociométrica, inciden- cia “agresor-víctima en el grupo”, reper- cusión de ésta, estructura del grupo y nivel de cohesión del mismo). Está basada en la técnica del sociograma y consta de dos formas, una para los alumnos y otra para los profesores, cada una de ellas con de 10 preguntas cortas. – La vida en la escuela (Smith y Sharp, 1994). Es un listado de elementos para el despistaje de la identificación del agresor (bullying) en la escuela. Está diseñado para ser completado por el propio alum- no. Consta de 39 ítems muy breves, cada uno de los cuales recoge la frecuencia de las diversas conductas presentadas: a) agresivas (ej. Me han dicho motes, me han dado patadas, intentó hacerme daño, ame- nazarme); b) positivas (ej. Sonreírme, de- jarme algo, darme un regalo, ayudarme en algo ); c) neutras (ej. Hablar de ropa). El instrumento permite obtener un índice de víctimización y un índice de agresión general. – Batería de Cuestionarios sobre Conviven- cia Escolar (Ortega y del Rey, 2003). Cons- ta de 8 cuestionarios breves de entre 11 y 16 cuestiones cada uno, cuyo contenido está referido a la convivencia escolar, las relaciones y la participación de la familia con el centro escolar y las relaciones de los estudiantes y los profesores entre sí. – Cuestionario de Agresión (AQ; Buss y Perry, 1992). Buss y Perry han diseñado para adultos (18-20 años) un autoinforme, que consta de 52 ítems, distribuidos en cua- tro escalas: agresión física, agresión ver- bal, ira y hostilidad. La totalidad de las escalas han mostrado una adecuada con- sistencia interna y una buena estabilidad en el tiempo. – Escala de Actitudes Criminales hacia la Violencia (CAVS; Polaschek, Collie y Wal- key, 2004). La escala de actitudes a la vio- lencia CAVS ha sido elaborada a partir de varias escalas de actitudes más amplias cuyo contenido se relaciona con acciones físicamente violentas, actitudes hacia la agresión y actitudes al crimen. Específi- 72 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81
  • 8. camente, los ítems fueron seleccionados de la Escala EXPAGG-M de Archer y Haigh (1997) y de la Escala de Actitudes hacia la Violencia ATVS de Funk, Elliott, Urman, Flores y Mock (1999). Los ítems finales extraídos de estas escalas fueron 20 (ej. “pelear es la mejor opción que un hombre puede enseñar a su hijo”; “algu- nas personas tienen que ser tratadas vio- lentamente porque carecen de sentimien- tos” ) y todos ellos se agrupan en una sola dimensión, componiendo una estructura unidimensional. La escala de medida es tipo lickert con cinco alternativas, desde 1 (muy en desacuerdo) hasta 5 (totalmen- te de acuerdo). La relación de las actitudes con la conducta, hacen de esta medida, además de un buen predictor del compor- tamiento futuro violento, una buena he- rramienta para identificar aquellas actitu- des y creencias susceptibles de ser modificadas en una intervención. – Escala de Tácticas de Conflicto (CTS-II; Straus, Hamby, Boney-McCoy y Sugar- man, 1996). Esta escala es una versión ac- tualizada de la Conflict Tactisc Scale (CTS; Straus, 1979), ambas fueron diseñadas para la evaluación de la violencia intrafa- miliar. Evalúa los conflictos interpersona- les violentos y no violentos entre los miembros de la pareja a través de 5 di- mensiones: negociación, agresión psicoló- gica, agresión física, coerción sexual y le- siones. Consta de 78 ítems graduados según diferentes niveles de gravedad. Po- see una versión para la evaluación del maltrato infantil por parte de los padres, “Parent-child Conflict Tactics Scale” (CTSPC; Straus, Hamby, Finkelhor, Moore y Runyan, 1998). Tests de personalidad Cabe destacar, dentro de los informes ver- bales, algunos tests de personalidad que contie- nen escalas para evaluar la agresividad, enten- dida ésta como rasgo o tendencia habitual del comportamiento de un sujeto. En estas líneas se recogen algunos de los instrumentos más utili- zados que incluyen estas escalas: el Inventario de Personalidad Multifásico de Minesota (MMPI-II; Hathaway y Mckinley, 1999) y el In- ventario de Personalidad de Millon (MCMI-II; Millon, 1987), junto con sus versiones para ado- lescentes, diseñados para evaluar características de personalidad patológicas y síndromes clíni- cos; los Cuestionarios de Personalidad de Ey- senck (EPQ-R, Eysenck y Eysenck, 1997; EPQ-J y EPQ-A, Eysenck y Eysenck, 1986), así como el Listado Revisado de Psicopatía de Hare (PCL-R; Hare, 1991, 2003). El primero de ellos, el Inventario de Perso- nalidad Multifásico de Minesota (MMPI-II; Hathaway y Mckinley, 1999), en la versión espa- ñola adaptada por Ávila Espada y Jiménez (1999), contiene diferentes escalas relacionadas con la conducta agresiva: una escala clínica bá- sica, Desviación psicopática (Pd), una suple- mentaria, escala O-H de Hostilidad excesivamen- te controlada, y dos escalas de contenido, la escala ANG de Hostilidad (problemas con el con- trol de la ira) y la escala de conductas antisocia- les. Para adolescentes, está disponible en caste- llano una versión también adaptada, MMPI-A (Butcher et al., 2003), que contiene tres escalas para evaluar la conducta agresiva: una escala básica, Desviación psicopática, y dos suplemen- tarias, Hostilidad y Problemas de Conducta. El Inventario de Personalidad de Millon (MCMI-II; Millon, 1987), adaptado al castellano también por Ávila-Espada et al. (1998), posee 175 ítems de verdadero/falso, con 26 escalas. De estas escalas, se relacionan con la conducta agresiva específicamente, los desórdenes de per- sonalidad Antisocial, Agresivo-sádico, Pasivo- agresivo y, en menor medida, la personalidad Narcisista y la Autodestructiva/Masoquista. Craig (2003) encuentra que la personalidad an- tisocial, la agresiva-sádica y, ocasionalmente, la narcisista, se relacionan con la violencia do- méstica. Por otro lado, Dutton (1994) encontró que la personalidad pasivo-agresiva y la antiso- cial eran las que mejor predecían este tipo de violencia. Existe también una última versión adaptada al DSM-IV (MCMI-III; Millon, Millon y Davis, 1994) y una versión para adolescentes (MACI; Millon, 2004). La versión para adolescentes es de gran utilidad para la detección de prototipos de personalidad, síndromes clínicos relevantes y M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 73
  • 9. detección de sentimientos y actitudes que preo- cupan en la adolescencia. Entre los primeros, existen dos prototipos de personalidad relacio- nados con la conducta agresiva: rebelde y rudo y otros, que se relacionan, como el oposicionista, autopunitivo y con tendencia límite. Entre los síndromes clínicos recogidos, tienen una aso- ciación directa con la conducta agresiva la pre- disposición a la delincuencia, la propensión a la impulsividad y la inclinación al abuso de sus- tancias. Otra de las medidas utilizadas para la iden- tificación de las conductas violentas es la Escala de Psicoticismo de Eysenck, contenida en el cuestionario de personalidad revisado para adultos EPQ-R (Eysenck y Eysenck, 1997) y en las versiones para niños (EPQ-A) y jóvenes (EPQ-J) (Eysenck y Eysenck, 1986). Más que una medida de la conducta agresiva, la dimen- sión de psicoticismo es una medida de la pre- disposición o tendencia a ésta. Finalmente, el Listado de Características de la Psicopatía de Hare (PCL-R; 1991, 2003), permite la obtención de una medida de psicopatía y de los criterios diagnósticos del DSM-III-R del Trastorno Antisocial de la Personalidad. Es una escala heteroaplicada, de 20 ítems cuyo conte- nido se refiere a tres facetas de la psicopatía: interpersonal (se muestra con labia, grandioso, mentiroso, falsificador), afectiva (falta de em- patía, culpa, remordimiento) y estilo de vida (impulsivo, antisocial, irresponsable, carece de metas, parásito). Estos ítems se organizan en dos factores: factor 1, dureza afectiva e interper- sonal y factor 2, estilo de vida impulsivo, antiso- cial e inestable. Se administra junto con una en- trevista semiestructurada. Además de la versión para adultos existe una versión para jóvenes de 12 a 18 años de similares características (PCLR- YV; Forth, Kosson y Hare, 2003). Una traduc- ción en castellano de los ítems de la escala para adultos está reproducida en Corral (1994). – Listados de conducta Otros de los instrumentos que contienen es- calas para evaluar la agresividad y que requieren de una información verbal, son las escalas de listados y problemas de conducta. Entre éstas, se destacan las diseñadas por Achenbach en sus diferentes versiones: versiones autoinformadas, como el Inventario de Conducta Infantil (CBCL, Child Behavior Checklist; Achenbach y Edel- brock, 1983) aplicable a niños y el Inventario para jóvenes (YSR; Youthth Self Report, Achen- bach, l991) aplicable a adolescentes; y versio- nes heteroinformadas, como las versiones para padres (PRF) y profesores (TRF) (Achenbach y Edelbrock, 1986). Del total de los 112 ítems que recoge este listado, se obtiene un síndrome ex- teriorizado y otro interiorizado. El primero, en clara asociación con la conducta agresiva, con- tiene las dimensiones de hiperactividad, con- ducta antisocial, problemas de atención y agre- sión. Contamos en castellano con una adaptación para preescolares (Osa, Ezpeleta y Navarro, 1997) y una versión traducida y adap- tada para adolescentes (Lemos, Fidalgo, Calvo y Menéndez, 1992). La primera (CBCL-2-3 años), consta de seis factores de primer orden (agresi- vidad, retraimiento, problemas de sueño, de- presión, destructividad, somatizaciones) y dos de segundo (Internalizante y Externalizante) y La segunda (YSR, Lemos et al., 1992) posee sie- te dimensiones, de las que cuatro se relacionan estrechamente con la conducta agresiva (con- ducta antisocial, Conducta delictiva; Conducta agresiva y Búsqueda de Atención). Estas se agru- pan para constituir una escala exteriorizada. Las escalas de Reynolds y Kamphaus (2004) denominadas como Sistema de evaluación de la conducta de niños y adolescentes (BASC) tam- bién se han diseñado para la evaluación multi- método y multifuente de los problemas emocio- nales y conductuales del niño. Evalúa una amplia gama de dimensiones que van, desde los trastornos emocionales y psicopatológicos, pro- blemas conductuales y de personalidad, hasta problemas adaptativos. También identifica, en- tre sus escalas, rasgos positivos. Consta de tres versiones: una versión autoinformada, otra para padres y otra para tutores. Cada una de ellas están disponibles para diferentes edades: nivel 1 (3-6 años), nivel 2 (6-12 años) y nivel 3 (12-18 años). La batería cuenta, además de las escalas mencionadas, con una historia clínica estruc- turada de desarrollo y un protocolo de observa- ción del estudiante. Específicamente, para la evaluación de la agresividad posee una escala de agresividad (Agr) dentro de las escalas clíni- cas y, tanto en el cuestionario para padres como en el cuestionario para tutores, posee una di- 74 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81
  • 10. mensión global de problemas exteriorizados que incluye las puntuaciones de agresividad, hipe- ractividad y problemas de conducta. En la esca- la específica referida a agresividad, se evalúa tanto la agresividad física (romper propiedades de otros, golpear, ser cruel con animales) como la verbal (discutir, insultar, criticar, culpar y amenazar a otros). El instrumento incluye un Sistema de observación del estudiante, diseñado para que el profesional evalúe al sujeto en el aula. En este sistema contiene una categoría de observación, denominada Comportamientos agresivos, que incluye conductas, tales como gol- pear, tirar objetos a terceros, destrozar cosas de otros intencionadamente, empujar y robar. Para adultos, el listado el Listado de sínto- mas SCL-90-R (Derogatis, 1983. Adaptado al castellano por González de Rivera et cols., 2002) contiene alguna escala relacionada con la agre- sividad. El SCL-90-R es un cuestionario multi- dimensional, autoaplicado de 90 ítems. Cada ítem se acompaña de una escala tipo lickert de 5 puntos, que evalúa el grado de malestar psico- lógico a través de numerosos síntomas. De las nueve dimensiones que se extraen de sus ítems, existe una escala de Hostilidad, claramente vin- culada a la conducta agresiva. Técnicas Proyectivas Las técnicas proyectivas se han mostrado también de utilidad para la identificación de la agresividad, principalmente, en aquellos casos en los que existe una motivación para falsear u ocultar estas conductas. Aunque son técnicas que requieren una formación específica para su corrección e interpretación y contienen un ele- vado grado de subjetividad, que limita sus pro- piedades psicométricas, su mayor enmascara- miento frente a otras técnicas, permite desviar el objetivo de la medida y la verdadera intención de la misma. Se recomienda el uso de estas téc- nicas conjuntamente con una batería más am- plia, que permita evaluar la convergencia de los resultados y obtener algún tipo de contrasta- ción de la información entre medidas. Existen diferentes tipos de pruebas proyec- tivas que pueden ser utilizadas para la evalua- ción de la agresividad. En el caso de las pruebas proyectivas expresivas de dibujos o gráficos, ta- les como el Test de la familia (Corman, 1967 ), la Figura Humana (Machover, 1949; Koppitz, 1991), Test del árbol (Koch, 1962) o el Test de la Casa árbol y persona (HTP, Buck, 1948), se han identificado como indicadores de posibles ma- nifestaciones agresivas: ojos bizcos, dientes, bra- zos largos, manos grandes, figura desnuda o aparición de genitales, especial énfasis en el ros- tro, ojos grandes, cuellos cortos, agujeros en la nariz, dedos alargados y en forma de punta, más de cinco dedos (en el caso de adultos). Otros in- dicadores relacionados con la conducta agresiva han sido aquellos derivados de la conducta im- pulsiva tales como, deficiente integración de las partes, asimetría entre las extremidades de am- bos lados del cuerpo, sombreados o rellenos densos, tamaño excesivo de los dibujos, predo- minio de las rectas y los ángulos, presión fuerte del trazo y omisión del cuello. En el test del ár- bol, suelo acentuado en zig-zag, tronco ensan- chado en el centro o ramas abiertas (Koppitz, 1991; Xandró, 1991). El Test de Rorschach (Rorschach, 1921), como uno de los más destacados dentro de las pruebas proyectivas estructurales, permite iden- tificar también diversos indicadores de agresivi- dad. Siguiendo a Bohm (1984) y Rorschach (1921), estos indicadores se encuentran en las respuestas de localización WS (respuesta global que considera espacios blancos) y las respuestas S de espacio en blanco, que implican la existen- cia de cierta carga de agresividad o de energía de la tensión agresiva. En cuanto a los determi- nantes, la agresividad puede ser localizada en el bajo porcentaje de Respuestas de Forma (F), indicativo de impulsividad y descontrol emo- cional; en las Respuestas de Color puras (C), in- dicativas de impulsividad afectiva, falta de con- trol social, ético o moral. Además de éstos, los contenidos relacionados con sangre, tienen en muchas ocasiones, relación con aspectos de an- gustia, impulsividad y sentimiento de culpa. Fe- nómenos especiales, como choque al rojo en las láminas II y III, pueden indicar, igualmente, re- presentaciones agresivas y sádicas (sangre, gue- rra…). En el caso de las pruebas temáticas, el Test de Apercepción Temática (TAT, Murray, 1973, 1996), es uno de los instrumentos que evalúan agre- M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 75
  • 11. 76 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 MEDIDAS DE OBSERVACIÓN – Sistema de categorías de Patterson (Patterson, 1977) – Inventario de Agitación de Cohen Mansfield (CMAI; Cohen-Mansfield, Marx y Rosenthal, 1989) – Escala modificada de agresión para pacientes ambulatorios (OAS-M; Coccaro et al., 1991) – Sistema de observación SOC-III de Interacciones familiares (Cerezo et al., 1991) MEDIDAS DE ENTREVISTA – Entrevista Clínica Estructurada para el DSM-IV (SCID-IV; First, Spitzer, Gibbon y Williams, 1997) – Entrevista Clínica Estructurada para los trastornos del Eje I del DSM-IV (SCID-I; First, Spitzer, Gibbon y Williams, 1997) – Entrevista de Diagnóstico Internacional Compuesta de la Organización Mundial de la Salud (CIDI; OMS, 1993) – Historia Vital de Agresión (LHA; Coccaro, Berman y Kavoussi, 1997) – Entrevista Diagnóstica para niños y adolescentes (DICA; Reich, Leacock y Shanfeld, 1997). Adaptación española por Ezpeleta et al. (1995, 1997): versión para padres (EDNA-IV-P), niños de 8-12 años (EDNA-IV-C), niños de 13-17 años (EDNA-IV-A). AUTOINFORMES/HETEROINFORMES – Cuestionario de Agresividad Física y Verbal (AFV; Caprara y Pastorelli, 1993; Pastorelli et al., 1997). Adaptado al castellano por Del Barrio et al. (2001). – Inventario de Expresión de Ira Estado Rasgo (STAXI, Spielberger, 2001). Versión para niños y adolescentes (STAXI-NA, Del Barrio, Aluja y Spielberger, 2004) – Taxonomía de las Situaciones Sociales Problemáticas para Niños (TOPS; Dodge et al., 1985) – Escala Infantil de Tendencias a la Acción (CATS; Deluty, 1979) – Batería de Socialización (BAS; Silva y Martorell , 1987) – Cuestionario A-D de conductas antisociales y delictivas (Seisdedos, 1988) – Test Evaluativo Multifactorial de Adaptación Infantil (TAMAI; Hernández, 1990) – Cuestionario BULL (Cerezo, 2000, 2001) – Cuestionario la vida en la escuela (Smith y Sharp, 1994) – Batería de cuestionarios sobre convivencia escolar (Ortega y del Rey, 2003) – Cuestionario de Agresión AQ (AQ; Buss y Perry, 1992) – Escala de Actitudes Criminales hacia la violencia (CAVS; Polaschek et al., 2004) – Escala de Tácticas de Conflicto (Conflict Tactics Scale-II) (CTS-II; Straus et al., 1996) AUTOINFORMES/HETEROINFORMES-LISTADOS DE CONDUCTA – Inventario de Conducta Infantil autoinformada (CBCL; Achenbach y Edelbrock, 1983). Versiones heteroinformadas para padres (PRF) y profesores (TRF); Versión autoinformada para adolescentes (YSR; Adapatación Lemos et al., 1992) y Versión heteroinformada para preescolares (Osa et al., 1997). – Manual del Sistema de evaluación de la conducta de niños y adolescentes (BASC; Reynolds y Kamphaus, 2004) – Listado de síntomas SCL-90-R (Derogatis, 1983). Adaptación española por González de Ri- vera et al. (2002) AUTOINFORMES-PERSONALIDAD – Inventario de Personalidad Multifásico de Minesota (MMPI-II; Hathaway y Mckinley, 1999. Adaptación española de Ávila y Jiménez, 1999) – Inventario de Personalidad Multifásico de Minesota para adolescentes (MMPI-A; Butcher et al., 2003) – Inventario de personalidad de Millon (MCMI-II; Millon, 1987). Adaptación española por Ávila-Espada et al. (Millon, 1998) – Inventario de personalidad de Millon para adolescentes (MACI; Millon, 1993. Adaptación española por Ávila et al. 1998) – Cuestionario de Personalidad de Eysenck (EPQ-R; Eysenck y Eysenck, 1997) (EPQ-A y EPQ- J; Eysenck y Eysenck, 1986) – Listado de características de la psicopatía (PCL-R; Hare, 1991, 2003) (PCLR-YV; Forth et al., 2003) MEDIDAS PROYECTIVAS – Tests Gráficos: Test de la familia (Corman, 1967 ); Figura Humana (Machover, 1949; Koppitz, 1991); Test del árbol (Koch, 1940); Test de la Casa, Arbol y Persona (http; Buck, 1948) – Test de Rorschach (Rorschach, 1921) – Test de Apercepción Temática (TAT, Murray, 1973, 1996) y sus diferentes versiones CAT-H, CAT-A, SAT – Test de Pata Negra (Corman, 2001) – Test de los Cuentos de Hadas (FTT; Coulacoglou, 1995) T ABLA 1: Principales medidas e instrumentos para la evaluación de la agresividad
  • 12. sión. Aunque las respuestas dadas a una lámina, pueden ser compartidas por otras o estar rela- cionadas con ellas, las láminas cuyo tema central incluye la agresividad son, las láminas 8BM, 12M, 13MF, 15, 18BM, 18GF. La identificación con un personaje (protagonista), frecuentemente implicado en conflictos interpersonales, es un indicador de agresividad. Los motivos, tenden- cias y sentimientos agresivos del protagonista pueden evaluarse, mediante las láminas 14 (agre- sión emocional y verbal), 8 (agresión física y so- cial) y 4 (destrucción). Las presiones agresivas del ambiente o las fuerzas del ambiente del protagonista, relacionadas con la agresión, se evalúan a través de las láminas 10 (emocional y verbal), 11 (física y social), 12 (física asocial) y 2 (destrucción de la propiedad). Existen diferentes versiones de este instrumento, uno para niños con 10 láminas (Test de Apercepción Infantil-Fi- guras Humanas. CAT-H o animales CAT-A), y otro para ancianos con 16 láminas (Test de apercep- ción para la senectud. SAT). En estas dos versio- nes, la evaluación de la agresividad no está tan claramente delimitada como en la versión de adultos. No obstante, en esta última versión las láminas 3, 8 y 15 contienen temas relacionados con la agresión y la hostilidad. Para niños, el test de Pata Negra (Corman, 2001) y el Test de los Cuentos de Hadas (FTT, Coulacoglou, 1995) pueden ser utilizados para obtener indicadores de conductas agresivas. La evaluación del riesgo: una evaluación para la prevención La evaluación de los factores de riesgo es uno de los aspectos que más pueden ayudar a la prevención de la conducta agresiva y violenta. Como se recoge en el presente monográfico, existe un conjunto de variables facilitadoras de la agresión, cuya presencia aumenta la probabi- lidad de que una persona se comporte de forma agresiva. Mossman (1994) describe cuatro aproxima- ciones en la identificación de sujetos de ries- go: 1) a través de listados de conductas asocia- das a la agresión, que permiten la obtención de un perfil; 2) a través del despistaje de pro- blemas de conducta, tanto interiorizados como exteriorizados, junto con algunos indicadores de riesgo, tales como, presencia de apoyo so- cial, relaciones con víctimas potenciales y dis- ponibilidad de armas; 3) mediante la evalua- ción de experiencias adversas escolares (agresiones recibidas, presencia de violencia o experiencias negativas con el profesor); y 4) me- diante la evaluación de la amenaza, examinan- do las vías y el proceso que pueden llevar hasta la conducta violenta (ej. Relaciones, apoyo so- cial, funcionamiento psicológico, etc…). En la tabla 3, se recoge un grupo de cuestiones-guía para la evaluación del riesgo, basadas en las M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81 77 TABLA 2. Cuestiones guía para evaluar la amenaza de actuar violentamente o la peligrosidad 1. ¿Qué motiva a una persona a cometer actos o declaraciones que le puedan traer problemas? 2. ¿La persona ha comunicado la intención de realizar algún acto violento? 3. ¿Ha mostrado interés en temas violentos, como en criminales, armas, grupos extremistas u homicidios? 4. ¿La persona ha estado implicada en actos violentos como acoso o asedio? 5. ¿La persona ha tenido alguna enfermedad mental que le llevara a actuar bajo el dominio de alucinaciones o ilu- siones? 6. ¿Cómo de organizada es la persona y hasta qué punto es capaz de llevar a cabo un plan? 7. ¿La persona ha experimentado la pérdida reciente de una persona o de su status que le lleve a sentirse desesperada? 8. ¿La persona hace declaraciones o afirmaciones que luego se corroboran con sus acciones (hace lo que dice)? 9. ¿Se conoce algún amigo o amiga de esta persona con ideas inapropiadas (extremistas, sectarias, fanáticas…) de las que ésta pueda tomar parte? 10. ¿Qué factores existen en la vida de esta persona que puedan incrementar la probabilidad de cometer un acto vio- lento?
  • 13. elaboradas por Burns et al. y Borum et col. en el ámbito del contexto escolar (Burns, Dean y Jacob-Timm, 2001; Borum, Fein, Vossekuil y Berglund, 1999). El desarrollo de instrumentos para la eva- luación del riesgo de la conducta violenta no está aún muy desarrollado. Se citan, a conti- nuación, tres de los instrumentos genéricos más utilizados en lengua inglesa diseñados para eva- luar el riesgo de cometer un acto agresivo futuro y de su peligrosidad: – Listado de la evaluación temprana del riesgo para chicos (Early Assessment Risk List for Boys; EARL-20B) (Augimeri, Webster, Koegl y Levene, 1998) Está compuesta por 20 ítems que evalúan la violencia potencial en niños menores de 12 años. El instrumento recoge información sobre tres dimensiones: familia (circunstancias del ho- gar, continuidad del cuidador, apoyos, estreso- res, estilo parental, valores sociales y conduc- ta), niño (problemas evolutivos, comienzo de las dificultades conductuales, existencia de trau- ma, impulsividad, grado de agradabilidad, so- cialización entre compañeros, funcionamiento escolar, actividades extraescolares, antecedentes policiales, actitudes antisociales, conducta anti- social y habilidad de afrontamiento) y docili- dad-adaptabilidad (responsividad familiar y gra- do en que el niño es tratable). – HCR-20, Version 2 (Historical, Clinical, Risk- 20) (Webster, Douglas, Eaves y Hart, 1997) La versión más reciente de la Historia Clíni- ca de Riesgo (HCR-20) para la evaluación del riesgo de la violencia posee 20 ítems, 10 recogen información de la historia del evaluado (vioen- cia previa, desempleo, relaciones inestables, abuso de sustancias, enfermedad mental, psi- copatía, desorden de personalidad, supervisión fallida), 5 se refieren a variables clínicas (falta de insight, actitudes negativas, síntomas de en- fermedad mental, impulsividad, no respuesta al tratamiento) y 5 al manejo de los factores de riesgo (falta de planes viables, exposición a de- sestabilizadores, falta de estrés, baja implica- ción en la rehabilitación, falta de apoyo social). Cada ítem se puntúa en una escala de tres nive- les: 0 (no presente), 1 (posiblemente presente) y 2 (definitivamente presente). La puntuación to- tal de la escala es de 40 puntos. La corrección del instrumento con ayuda del manual que la acompaña permite establecer predicciones so- bre la emisión futura de comportamientos vio- lentos en contextos psiquiátricos, forenses o pe- nitenciarios. – Evaluación estructurada del riesgo de la vio- lencia en jóvenes (Structure Assessment of Violence Risk in Youth; SAVRY) (Bartel, Bo- rum y Forth, 1999). El SAVRY consta de 25 ítems que recogen variables biográficas, clínicas y contextuales, que aparecen en la literatura, asociadas al desa- rrollo de la agresividad y la violencia en jóvenes. Cada ítem tiene una escala de tres niveles que son codificados según unos criterios-guía en riesgo bajo, medio o alto. Los ítems se agrupan en tres amplias dimensiones: factores históri- cos (10 ítems; ej. Historia de violencia, suicidio, maltrato, criminalidad parental, pobre rendi- miento escolar); factores contextuales (8 ítems; ej. Compañeros delincuentes, rechazo social, es- trés y pérdidas, escasa supervisión parental) y factores clínicos (7 ítems; abuso de sustancias, ira, impulsividad, psicopatía, hiperactividad y problemas de conducta). Además cuenta con una escala adicional que provee cuatro factores protectores (apoyo social, apego positivo, per- sonalidad resistente, actitud positiva a la reha- bilitación). La prueba ha mostrado adecuadas características psicométricas y un buen valor predictivo. Referencias Achenbach, T.M. (1991). Manual for the Youth Self Report and 1991 profile. Burlington VT: University of Vermont. Department of Psychiatry. Achenbach, T.M. y Eldelbrock, C. (1983). Manual for the Child Behavior Checklist/4-18 and 1991 Profile. Burlington: University of Vermont, Department of Psychiatry. Achenbach, T.M. y Eldelbrock, C. (1986). Manual for de Teacher´s Report Form and 1991 Profile. Bur- lington: University of Vermont, Department of Psychiatry. Achenbach, T.M. y McConaughy, S.H. (1987). Empi- rically based assessment of child and adolescent 78 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 67-81
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