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Vincent sobre Vincent
I. EL JOVEN VINCENT. DEL PÚLPITO AL CABALLETE
II. PARÍS SANS GLAMOUR
III. EL ESPLENDOR PROVENZAL
IV. ORATE EGREGIO. ST. RÉMY-AUVERS
«Frente a la lucidez de VAN GOGH, la psiquiatría no es más que un
refugio de gorilas obesos y perseguidos que no tienen para aliviar los
más espantosos estados de la angustia y de la socavación humana, sino
una terminología ridícula, digno producto de sus cerebros tarados»
Antonin Artaud
I. EL JOVEN VINCENT — DEL PÚLPITO AL CABALLETE
30 de Marzo 1853 — Marzo 1886
Incluso entre aquellos para quienes Van Gogh no cuenta en la nómina de sus pintores favoritos, será difícil hallar quien le
niegue la admiración que merece la enormidad de su obra y su trascendencia, su decisiva influencia en tantos y tan eximios
pintores en quienes podemos hallar desde entonces, poco tiempo después de su muerte hasta hoy, su indeleble rastro; ni
tampoco dejarán de apreciar la genialidad de su desempeño, a veces visionario, siempre vanguardia e inspiración para toda
creación posterior, e inmediatamente para un universo tan pleno, fructífero y duradero como iba a ser el expresionismo,
abstracto y figurativo, fauvismo mediante; ni, por qué no, consideración a su popularidad, la amplísima variedad de
sensibilidades que por tan distintas vías concurren en su obra, desde entonces hasta hoy, con una admiración inextinguible,
mal deudora de modas. Con todo ello, a pesar de todo ello, conocida su obra y una vez leída también la copiosa
correspondencia que mantuvo con su hermano Theo fundamentalmente —de carácter profesional, con Anthon van
Rappard— lo verdaderamente fascinante de esa obra, como acaso pocas otras más, es su imbricación en un todo indisociable
con el autor, con la biografía de quien iguala en muchos aspectos y aun sobrepasa la grandeza de la misma, de tal modo
además, que resulta determinante para su plena comprensión.
Hay que añadir, por otra parte, que la obra pictórica de Vincent van Gogh es de las pocas a las que la reproducción gráfica no
la hizo desmerecer respecto a la obra en vivo, original, ni mucho menos en la medida terminante en que lo haría con la de
otros pintores de cualquier tiempo, lo que sin duda favoreció su irradiación y, sobre todo, su creciente buena acogida entre
el público, cuando éste todavía no se movía entre ciudades y museos como lo hacemos hoy.
Enormidad en términos cualitativos, sin duda, pero también por su extensión y variedad temática. Y, sin embargo, la de Van
Gogh fue una obra fraguada, cierto que a un ritmo estajanovista, en algo menos de una década. La que transcurre entre
1880, en que con 27 años comienza a dibujar y a pintar de manera sistemática, dedicando a ello todo su tiempo y el aciago
verano de 1890, en el que, en algún trigal perdido por los alrededores de Auvers-sur-Oise, determinó dispararse un tiro en el
pecho que le causaría la muerte un par de días después.
La profundización en su obra y en la tormentosa biografía de Vincent va adhiriendo un sinfín de detalles a esa impresión
inicial, que vienen a reforzar la de hallarnos ante un personaje de una talla humana excepcional, digno de la mayor
admiración y respeto, no sólo por un legado artístico cuya dimensión él jamás hubiera podido concebir desde una
personalidad tan empapada de humildad —tantas veces zaherida, acosada otras—, sino de forma muy remarcable por el
modo prometeico en que su autor se sobrepuso a toda precariedad para entregarse ciegamente a su pasión, tan tardía
y tan ascéticamente concebida.
Con la singularidad de que una vez conocidos ambos, el personaje —su biografía— y su obra ya resultan un continuo
amalgamado. En el sentido de que sus croquis, sus bocetos, dibujos, acuarelas y óleos, sin quererlo, al examinarlos te
transportan a un periodo concreto de calma o de zozobra, a una fase de ánimo cimero o abisal. Bien a esos estadios de
pugna denodada por alcanzar a dibujar todo cuanto le rodea casi desesperadamente, bien a esos otros de la destreza
lograda, la seguridad de un trazo ya ligero, indiferente y libre, sin otro dueño que la mente ávida y siempre insatisfecha
de su autor. Pero asimismo, en el sentido de que no es posible hablar de Vincent van Gogh, sin aludir a qué momento
nos estamos refiriendo de esa década o de los años previos de su formación juvenil y acaso de dislocación creciente con
su mundo y con su tiempo, con la vida misma; el Vincent juicioso y reflexivo, peripatético paseante que localiza temas
en Etten, en La Haya o en Arlés o el que incurre en dislates que paralizan a sus circunstanciales compañeros de viaje,
despertando en ellos su recelo y su temor; a qué tramo de su arduo camino nos referimos, al minero, el parisino, el
arlesiano, al paciente en Saint Rémy..., lo que es hablar, en suma, de su personal orografía anímica, la delicada gráfica de
sus desequilibrios entretejiéndose con la de sus logros artísticos más brillantes.
Vincent van Gogh nació en Groot-Zundert, en el Brabante neerlandés, un treinta de marzo de 1853. La fotografía inferior izquierda corresponde a la casa
parroquial de dicha localidad, a su vez casa natal del propio Vincent, hijo y nieto de pastores evangelistas y con un largo linaje de clérigos alternándose en su
ascendencia con comerciantes, que en la generación previa a la suya coincidirían en serlo precisamente de arte, como marchantes, hasta en tres casos entre
sus parientes directos.
Fue el mayor de los seis hijos de Ana Cornelia y del pastor Théodore, quienes le procurarían una cuidada educación en un internado privado hasta los dieciséis
años en que, como aprendiz, comenzaría a trabajar en la galería de arte de su tío Vincent en La Haya, una filial de la parisina Goupil, con sede en varios países y
de la que su pariente era socio.
Fue así que Vincent cruzó el Canal en el año 1873 con destino a la sucursal
de Goupil en Londres, y dos años después a la sede parisina, donde residió
un año más, hasta que en 1876, por desavenencias con sus jefes entre
otras razones, se despidió para regresar a Holanda. Su hermano Théo,
quien sería su protector y fiel confidente a lo largo de toda su vida, seguiría
esa tradición de comerciante de arte, en París, donde se establecería poco
después, hasta su muerte, acaecida al poco de la del propio Vincent.
De la infancia y adolescencia de Vincent Van Gogh nos queda la semblanza
de un joven muy introvertido, tendente al aislamiento, de ánimo voluble y
fuerte carácter.
Como estudiante, la de un alumno muy poco integrado y con intereses aún
menos en consonancia con la mayor parte de las materias objeto de su
instrucción.
La de alguien, en fin, que fue siempre causa de preocupación para su familia,
por sus excentricidades y la aparente desorientación de sus pasos.
1879 Verano. Mina de carbón en el Borinage. Lápiz, acuarela transparenta, sobre papel de pergamino
La primera vocación que se despertó en el joven Van Gogh fue la de misionero, la de pastor evangelista, como su padre y su abuelo. Ese despertar sucedió en Londres, adonde fue por
primera vez en junio de 1873, con veinte años, para permanecer allí hasta el mes de octubre. Más adelante hubieron otros dos viajes a la metrópoli del Támesis. El siguiente —de carácter
exclusivamente sentimental—, desde final de diciembre de ese mismo año, sólo dos meses después de su vuelta a París, un Vincent desesperado pide de nuevo el regreso a Londres, que
le es concedido no sin reparos, obstinado como está en pretender una relación imposible con Ursula*, la hija de su casera al otro lado del canal, quien no sólo le había rechazado ya sino
que le profesaba la más absoluta indiferencia —en realidad se ha venido burlando de su candidez y de las grandes expectativas de matrimonio que ciegamente albergaba él—. La penosa
comprobación de lo cual, de la nula consideración que le profesaba la destinataria de su fervor, le haría permanecer allí hasta mayo del año siguiente, 1875, en que otra vez regresa al
continente despechado, solo y sumido en el mayor abatimiento. Por último, hubo una tercera y última estadía, por su cuenta, al margen ya de las galerías Goupil. Lo remarcable es que, en
todos esos periodos —de una densidad vivencial sólo propia de Vincent—, fueran cuales fueran sus circunstancias, el esteta, el artista que hay en él no deja de hacerle siempre
referencias a Théo sobre pintores que ha conocido o que desea conocer, referencias a la necesidad de seguir la evolución de la pintura, de leer La Gacette des Beaux-Arts:
*algunos biógrafos coinciden en que se ha confundido el nombre de la chica con el de la madre, según este criterio Eugene sería el de ella y Ursula pues, el de la madre.
En la última de esas etapas, Vincent acude de nuevo a Londres porque ha conseguido trabajo, en principio como profesor de francés en una institución
con sede en Ramsgate —condado de Kent—, a la sazón reubicada en Isleworth, junto al Támesis. El alumnado, proveniente sobre todo del área
suburbial del Est End londinense, no atiende los pagos al pensionado con la debida regularidad y el director decide que sea un sensible y taciturno
Vincent quien se ocupe del cobro. Vincent conocerá entonces toda suerte de penalidades en barrios obreros tan deprimidos, de tan infrahumanas
condiciones como no hubieran en la ciudad; esa otra cara de la metrópoli que aún resulta más terrible a sus ojos que la conocida a través de su
admirado Dickens. Para él tomar partido por los desfavorecidos nunca será, y tampoco entonces, siquiera objeto de consideración y análisis, de cotejo,
sino un inmediato reflejo moral que se abre paso ante cualquier conveniencia personal o social. Su incompetencia para ese encargo no es tal pues, sino
más bien renuncia a perseguir a quienes no tienen posibilidad de darle nada en realidad. Pero, precisamente allí donde el pecado más grave viene
siendo el concerniente al dinero, ese no puede ser ni lejanamente un criterio para la institución y, al poco, es despedido. Afectado en lo más íntimo,
consternado, no por el despido sino por las condiciones extremas que ha visto ante si, engagé como sólo él es capaz con aquella comunidad, de igual
modo en que más tarde lo estará con los mineros belgas y a lo largo ya de toda su vida, ética y estéticamente, con la pobreza y las penalidades de los
más humildes, Vincent siente despertar en él la vocación de su padre y comienza a trabajar como ayudante de predicador de un pastor metodista,
“predicando la palabra de Jesucristo”, según informa a su hermano.
Se inicia un ciclo de fervor religioso y de algo más que un abnegado compromiso con los desheredados, los excluidos londinenses. Con esa propensión
a la demasía que será privativa de Vincent para siempre, más que hacer adeptos entre la comunidad obrera a cargo del predicador, Vincent los deja
muchas veces sumidos en la perplejidad, cuando no los espanta con la desmesura de sus juicios, su testimonio personal y sus prédicas desgarradas y
confusas. La carga que acarrea sobre si durante semanas, sus desvelos excesivos y las atenciones a que se obliga acaban por pasarle factura y enferma,
si bien él considera la enfermedad sólo como un inconveniente nimio que debe obviar resignadamente ante Dios.
Las cartas a Théo que se conservan de ese periodo rozan lo místico, a fuer de piadosas. Forzado por su familia o motu proprio, no hay noticia de ello, lo
cierto es que Vincent llega de regreso a Etten pasada la Navidad de 1876, con veintitrés años, por primera vez agotado y enfermo. De nuevo uno de sus
tíos le encuentra ocupación en una librería de Dordrecht, como dependiente. Un oasis de paz para Vincent, porque los libros son su otro medio
natural, el hábitat aislante donde prospera el sosiego que necesita para superar los excesos emocionales, donde acaso se posan clementes esos negros
pájaros que sobrevolarán muchas veces sus trigales y cipreses desazonados.
“Si ves también algo de Lagey, de Braekeleer, Wauters, Maris, Tissot, Jorge Saal, Jundt, Ziem,
Mauve, escríbeme sobre eso: son pintores que me gustan mucho (…) Sí, el cuadro de Millet, el
Angelus del anochecer, «es algo», es magnífico, es poesía. Con cuánto gusto hablaría todavía
de arte contigo, pero no tenemos mas que escribirnos con frecuencia: encuentra bello todo lo
que puedas; la mayoría no encuentra nada suficientemente bello.” (Londres, julio de 1873).
1880 El ángelus. Dibujo. Lápiz, tiza roja, intensificado y lavado con papel Ingres blanco
Jean François MILLET (1857-59) El Ángelus . Museo de Orsay (55,5 x 66 cm)
vive como ellos, les regala su ropa y se entrega a su labor pastoral
de esa manera un punto fanatizada con que acomete toda
actividad. Hasta el extremo de abandonarse y llegar a presentar un
aspecto astroso que despierta la alarma de sus conocidos, quienes
finalmente advierten de ello a su familia. Aun en tales condiciones,
Vincent no deja de dibujar, a veces acurrucado en los montículos de
mineral desechado de la mina, a las personas que conforman el
único mundo que le va a interesar para siempre, el de los pobres
trabajadores, los mineros, campesinos, tejedores, el de las mujeres
hacendosas…
Como consecuencia de su despido, el otoño/invierno de 1879 será
para Vincent uno de los periodos más penosos de su vida, en el que
llegará a convertirse en un itinerante vagabundo que cambia sus
dibujos por algo que comer. Desde aquella localidad —cuya iglesia
puede verse en la imagen—, en junio, a pocos pasos de iniciarse esa
funesta etapa, todavía ajeno pues a lo que le esperaba, escribe:
En 1878, pese a serle denegado el nombramiento de pastor tras haberlo intentado, primero en Ámsterdam y, después, durante el otoño, en una escuela
evangelista de Bruselas, Vincent decidido a entregarse a su misión parte por sus medios hacia el Borinage, una región hullera belga muy deprimida y de
condiciones cotidianas casi extremas, donde él pretende compartir la vida de sus habitantes y predicar por su cuenta. A finales de ese año, sin embargo, el Comité
de Evangelización rectifica y le concede un nombramiento para seis meses, en Wasmes, en esa misma región minera. Un nombramiento que le dotaba de un
medio de supervivencia, pero que acabarían por no renovarle, acaso por el mismo llamativo celo e inusitada abnegación que le valieran antes la rectificación y el
puesto. Vincent, ante aquellas condiciones infrahumanas de sus vecinos recibe un nuevo impacto y, como ya le ocurriera en Londres, la situación le desborda:
“No conozco mejor definición de la palabra arte que ésta: «el arte es
el hombre agregado a la naturaleza»; la naturaleza, la realidad, la
verdad, pero con un significado, con una concepción, con un
carácter, que el artista hace resaltar, y a los cuales da expresión,
«que redime», que desenreda, libera, ilumina. Un cuadro de Mauve
o de Maris o de Israels dice más y habla más claramente que la
misma naturaleza.”
Durante sus estudios religiosos en Bruselas, muy dificultosos como en Ámsterdam, sobre todo por el aprendizaje del latín y del griego pero también como
consecuencia de sus maneras poco sociables, Vincent había escrito a su hermano:
“Siento la tentación de dibujar esbozos sumarios de numerosas cosas, de todo lo que encuentro en mi camino, pero es preferible resistir tal
tentación porque acaso me desviaría de mi trabajo propiamente dicho” (Wasmes, junio de 1879)
1880 Verano (final). Cuesmes. Mineros. Dibujo a lápiz sobre papel
1880 Otoño. Cuesmes.
La hija de Jacob Meyer
(después de Holbein)
Dibujo a pluma y lápiz
1980-81
Mujer campesina francesa amamantando a su bebé
(después de Dalou). Dibujo
Jules Dalou, escultor realista francés, coetáneo de Van Gogh
Prácticamente todo lo que dibujó en el Borinage ha
desaparecido, aunque Van Gogh volvería más adelante a
algunos de los temas allí concebidos.
En diciembre del 78, cuando todavía reside en Wasmes,
escribe a Théo: “Estos últimos días, los días sombríos que
anteceden la Navidad, ha caído la nieve. Todo recordaba los cuadros
medievales de Brueghel el campesino y de tantos otros que han
logrado expresar de una manera tan impresionante el efecto
característico del rojo y el verde, del negro y del blanco. Lo que se ve
aquí me hace pensar siempre en la obra, por ejemplo, de Thijs Maris
o de Alberto Durero. Hay aquí caminos profundos, cubiertos de zarzas
y de viejos árboles torcidos con raíces fantásticas que se parecen
totalmente a ese camino de un aguafuerte de Durero: El caballero y
la muerte.”
Durero trata de expresar en este grabado a buril sobre cobre al
aguafuerte, la doctrina recogida en el Enchiridion militis christianis
("Manual del Caballero Cristiano") que Erasmo de Rotterdam publicó
en 1504. El camino de la virtud es largo y lúgubre, el caballero tiene
que estar despierto, bien dispuesto y fuerte ante los peligros y las
tentaciones que le asaltan. En compañía de la muerte y el demonio,
el caballero, soldado de Cristo, va erguido, la vista fija adelante —
ajeno a las tétricas criaturas que le circundan—, en pos del castillo
que se alza en la colina, que es su meta y la única visión plácida de
toda la composición. La Muerte, un cadáver habitado por serpientes
que se retuercen, se le acerca montada en un caballo con los huesos
visibles, para tenderle un reloj al que le queda la mitad de su arena
por caer, alegoría de que la muerte se acerca pero no de manera
inminente. Tras él, un demonio monstruoso con una sonrisa macabra,
portando una pica.
El caballero la muerte y el diablo.
Hacia 1513 (246 x 190 cm) Biblioteca Nacional de Francia (París)
La vicaría y la iglesia de Etten. Lápiz, acuarela transparenta, sobre papel
Vincent, porfiado lector desde aquella adolescencia huraña y solitaria que fue la suya, se ha convertido en una persona cultivada, conocedora de los clásicos. Frecuenta
a Shakespeare, Dickens, pero asimismo la literatura de su tiempo, los escritores franceses, con quienes comparte su conciencia social —Émile Zola a la cabeza—, y
también los grandes creadores rusos, que le dejarán su impronta. El paso por las filiales en Londres y París de la galería Goupil, le ha permitido conocer las obras de los
paisajistas ingleses y, en el continente, toda la corriente romántica y realista que le ha precedido y es objeto entonces del mayor interés y de la más unánime
aceptación: Delacroix, Dupré, Millais, Jules Breton, Matthijs Maris, Doré… Y a quien llevará siempre consigo: Jean-François Millet, el pintor de los campesinos, de la vida
rural, de los humildes, con quien mantendrá un persistente diálogo para siempre; haciendo copias de sus obras se iniciaría seriamente en la pintura, y a lo largo de esa
década de producción seguirá realizando versiones de ellas, hasta sus últimos días.
1881 Burro y carro. Dibujo a lápiz, carboncillo, tiza negra, acuarela blanca opaca, sobre papel verjurado
1881 Otoño. Etten
Camino con olmos podados. Boceto
Vincent ha aprovechado sus estadías en
París y Londres para visitar museos y
nunca ha dejado de interesarse por la
pintura, de manera especial, pero
tampoco ha dejado de profundizar en la
cultura: “… tengo una pasión más o menos
irresistible por los libros y tengo necesidad de
comer mi pan. Tú, tú podrás comprender esto.
Cuando estaba en otro ambiente de cuadros y
de cosas de arte, tú sabes bien que sentí
entonces por ese ambiente una violenta
pasión que iba hasta el entusiasmo y no me
arrepiento, y todavía, ahora, lejos del país,
siento a menudo la morriña por el país de los
cuadros.
(…) En vez de dejarme llevar por la
desesperación he tomado el partido de la
melancolía activa mientras tuviera necesidad
de actuar, o en otros términos, he preferido la
melancolía que espera y que aspira y que
busca, a la que, abatida y estancada,
desespera.”
Boceto con olmos podados
en carta a Théo
1881 Olmo podado. Tiza negra, acuarela, intensificado con blanco
Octubre de 1881. Boceto con árboles podados
1881 Camino con olmos podados y hombre con escoba. Dibujo a lápiz, lavado
1881 Campesino con un palo. Tiza negra
“Un pájaro en la jaula, en la primavera, sabe muy bien que hay algo para lo
cual serviría, siente fuertemente que hay algo que hacer, pero no lo puede
hacer. ¿Qué es? No lo recuerda bien, después tiene ideas vagas y se dice:
«Los otros hacen sus nidos y tienen sus hijos y crían la nidada»; después se
golpea el cráneo contra los barrotes de la jaula. La jaula sigue allí y el pájaro
vive loco de dolor. «Mira qué haragán», dice el pájaro que pasa (…).
[…] … la prisión se llama a veces prejuicio, malentendido, ignorancia fatal de
esto o aquello, desconfianza, falsa vergüenza.”
Todo lo anterior escribe a Théo en una larga carta fechada en julio
de 1880, tras nueve meses de silencio y distanciamiento con él y con
toda su familia, durante los que se ha dedicado a vagar por Francia y
Bélgica sin asidero alguno, como un paria tras su exclusión de la
prédica religiosa, incapaz de soportar más reproches y hurtándose
así a la mirada alarmada de todos ellos. Tal cual lo deja reseñado en
esa misma carta:
“Involuntariamente me he convertido en la familia en una especie de
personaje imposible y sospechoso, sea lo que sea, alguien que no merece
confianza. ¿A quién podría ser útil yo de alguna manera?”
Ha vagado tratando de sobreponerse a sus sucesivos fracasos y
desengaños; tal como lo viera el pastor Théodore con ocasión de la
primera negativa del Comité de Evangelización: con veintisiete años,
“nos apena mucho ver que no conoce literalmente el goce de vivir y se
pasea siempre con la cabeza gacha, buscando sistemáticamente lo que trae
dificultades.”
¿A qué dedicarse, cómo sentirse útil?
1881 Campo con tormentas
Dibujo, Lápiz, tiza negra, lavado, intensificado con blanco
1881 Hombre arrodillado, plantando. Dibujo a carboncillo, lavado, tiza negra, intensificado con blanco
1881 Muchacho cortando hierba con una hoz. Tiza negra y acuarela
Vincent escribe a Théo ininterrumpidamente durante esa década prolífica, salvo los dos años aproximadamente que estuvo viviendo en París junto a él, periodo
del que nos quedan los numerosos testimonios de diferentes artistas, marchantes, críticos y otras personas que le conocieron. Escribe mucho mejor de lo que se
expresa de palabra; de hecho fue su incapacidad para el discurso oral lo que adujo el Comité de Evangelización para hacerle a la posteridad el inmenso favor de
encaminar al artista hacia su verdadera religión: su devoción excepcional por el dibujo y la pintura, ése que finalmente sí sería su sacerdocio. Y como escribió
bastantes décadas después Truman Capote, a propósito de su propio oficio artístico, en el excelente prólogo a su libro de relatos Música para camaleones: “… un
día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un
látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.”
Carente de expectativas, animado por su hermano, en 1880 Vincent decidió encadenarse a ese otro amo suyo y se dedicó a la pintura con la pasión que había
puesto en predicar el Evangelio, en dibujar cuanto veía a su alrededor, en sus amores unilaterales o, sensu contrario, en su alienado desinterés por cuanto no
hallara a un tiempo humano, verdadero y trascendente. Y a tal fin, se trasladó de inmediato a Bruselas con intención de tomar clases; algo sólo transitoriamente
posible para una personalidad tan compleja e inestable como la suya, con un criterio entonces todavía intuitivo pero firme que confrontar con quien le enseña.
Aunque a la postre no resultara una estancia vana, pues allí conoció al pintor Anthon Van Rappard, con quien sí mantendría una larga relación de amistad. Desde
Bruselas, en enero de 1981, escribe a Théo:
Londres: una peregrinación. Con ilustraciones de Gustave Doré (Londres, 1872), un proyecto
del periodista Blanchard Jerrold sobre lugares del Londres costumbrista victoriano, de dramáticos
contrastes, al que contribuyó Doré con 180 grabados.
“Me agrada mucho el paisaje, pero aun diez veces más estos estudios de costumbres, a veces de
impresionante verdad, tales como los que Gavarni, Henri Monnier, Daumier, de Lemud, Henri Pille, Th.
Schuler, Ed. Morin, G. Doré (por ej.: en su Londres), A. Lançon, De Groux, Félicien Rops, etcétera… han
dibujado magistralmente.”
“Tú sabes que me he entregado de lleno a hacer acuarelas, y si logro formarme la
mano, se venderán.
(…) Algún tiempo después te envié algunos dibujos a la tiza y al carbón y al pincel,
y he vuelto a casa de Mauve con toda una serie de dibujos, respecto a los cuales
tuvo naturalmente observaciones que hacer, y con motivo, y tú también, pero ya
había dado un paso adelante.
Heme aquí de nuevo en un período de lucha y de descorazonamiento, de paciencia
y de impaciencia, de esperanza y desaliento. Pero es necesario que lo atraviese
victoriosamente y bien pronto tendré una concepción mejor de la acuarela.”
Y en Post Scriptum de esa carta de 7 de enero de 1881, añade:
“Te cuento algunas frases que me han hecho impresión y emocionado
profundamente en el Millet de Sensier (*); son estas palabras de Millet: «El arte es
un combate; en el arte es necesario jugarse hasta la piel.» «Se trata de trabajar
como varios negros: Preferiría no decir nada antes que expresarme débilmente.»
(*) Se refiere a la obra canónica sobre Millet escrita por su íntimo
amigo, Alfred Sensier. Una biografía, ilustrada con cartas, notas y
otros documentos originales recopilados por el autor.
Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta
marrón, acuarela opaca de colores gris y
verde, lavado marrón, sobre papel de
pergamino gris
1881 Sembrador
(después de Millet)
Jean François MILLET-1850
El Sembrador
Honoré DAUMIER (1808 - 1889) Paseantes en la noche
Pero la responsabilidad y la presión son ya muy grandes para entonces.
Casi nadie cree que a su edad pueda empezar una nueva carrera, ahora
como pintor, un oficio y un mundo en el que es tan poco probable que
encajen él y su personalidad, como esos dibujos oscuros con motivos “poco
agradables” al espectador:
Su presunta locura es el estigma que le perseguirá para siempre. En la
familia, tras su fiasco en la comarca minera belga y aireadas sus
excentricidades y el descomedimiento con que se condujo allí, ha rondado
la idea y se han hecho gestiones para internarle en el manicomio de la
ciudad de Gheel, próxima a Amberes. Théo ha tenido que ponerle en
antecedentes para amortiguar el impacto de la eventual noticia de esas
intenciones, lo que, cabe imaginar, debió significar un revés psicológico de
consecuencias imponderables.
Rebus sic stantibus, en abril de 1881 se traslada a la ciudad holandesa de
Etten (Etten Leur, cerca de Breda), adonde ha sido destinado su padre,
porque no puede mantenerse, y se pone a dibujar sin descanso en cuanto
llega, lo que inicialmente les tranquiliza. Necesita demostrarles que no es
aquel pájaro haragán que ven desde fuera de su jaula.
En verano es visitado por Van Rappart, quien a su vez tiene con él una
relación ambivalente: respetuoso ante la pasión que muestra por la
pintura, sus afanes por dominar el oficio, pero también temeroso de su
tirón emocional, a veces incontenible: “sombríamente fanático”, le
describe.
También visita a su primo en la capital, el también pintor Anton Mauve,
quien sí le anima a seguir y le transmite la grata impresión de que no
tardará en ser capaz de realizar algo “vendible”.
“Un campesino que mira cómo dibujo un tronco de árbol y me ve trabajar
durante una hora sin moverme, se imagina que estoy loco y se burla de
mí. Una damisela, que hace aspavientos ante un obrero ataviado con su
traje de trabajo remendado, cubierto de polvo y empapado de sudor, no
puede evidentemente comprender por qué uno viene a enterrarse en el
Borinage, ni corre a Heyst, ni desciende a los pozos de una mina. Y
también concluye que estoy loco.” (abril de 1881)
1881 Madre junto a la cuna y niño
sentado en el suelo.
Carboncillo, tiza negra, acuarela
1917
The Distant Island
1881 Mujer sentada en el hogar
Tiza negra, lápiz, acuarela, intensificado con blanco
1881 Molinos de viento cerca de Dordrecht. Acuarela, lápiz, tiza negra y verde, intensificado con blanco
La montaña rusa que fue la vida de Vincent van Gogh en lo que a inestabilidad anímica se refiere, tuvo un nuevo episodio, familiarmente devastador, ese
verano de 1881 en que se halla trabajando con gran determinación en el domicilio familiar de Etten. Finalizando el mes de agosto, los Van Gogh reciben
la visita de una prima de Vincent, Kee Vos, hija de su tío Stricker, a la sazón también pastor evangelista en La Haya. Es una mujer recientemente
enviudada y con un hijo de cuatro años. Vincent se enamora de ella durante esos días como quien se agarra a una rama en el talud. En parecido
itinerario al seguido con Ursula en Londres, tras declararle intempestivamente su amor y ser rechazado, se niega a aceptarlo. Muy al contrario, vive
alegremente un enamoramiento al que se aferra sin otra consideración que dar rienda suelta a sus sentimientos y que, tras algunos penosos episodios,
acabará obsesionándole como ocurriera en Londres, hasta inducirle a una nueva crisis. El 7 de septiembre escribe a su hermano de este tenor:
“Old boy, esta carta es para ti solo; cuidarás bien de guardarla para ti, ¿no es cierto?
Debo preguntarte entonces si te asombra lo más mínimo que pueda existir un amor, lo suficientemente serio y ardiente para no dejarse enfriar ni
aun por muchos «jamás, no, jamás». Es seguro de que, lejos de asombrarte, esto debe parecerte natural y «razonable».
(…) Le he tomado verdaderamente gusto a la vida y me siento muy feliz de amar. Mi vida y mi amor son una misma cosa.”
1881 Mujer moliendo café. Pluma, lápiz, acuarela, intensificado con blanco
Vincent, nuevamente ciego ante los hechos —la negativa de su
prima a cualquier relación—, le reseña a su hermano con toda
lucidez las distintas alternativas que se le presentan, aunque
después elija involucrarse en pos de una idea que nadie
comparte, menos que nadie la concernida, y que pronto se
tornará en perturbadora obsesión.
En sucesivos viajes a La Haya pretende visitar a Kee y ella le
rehúye, se ausenta antes de que llegue, dejándolo solo frente a
los miembros de su familia, primero circunspectos y al poco
consternados por su insistencia en verla a toda costa. Enfrenta a
su tío, quien drásticamente le conmina a dejar de escribirle e
intentar verla, pues tanto él como toda la pequeña comunidad
en que se hallan consideran la pretendida relación un
manifiesto caso de incesto. Exasperado, sin considerar siquiera
que quepa otra posibilidad que la anhelada por él, Vincent coge
una vela, pone su mano sobre ella y amenaza con no quitarla de
allí hasta que no regrese su prima y hable con él.
El patetismo de la situación es otro hito en esa senda circular
que será la vida entera de Van Gogh y su final. La prefigura:
elevados sentimientos, entusiasmo, desdén, rechazo,
autoagresión, autodestrucción.
1881 Retrato de Vincent van Gogh, el abuelo del artista.
Dibujo a lápiz, pincel en tinta marrón y acuarela blanca opaca, lavado
marrón, sobre papel de pergamino
En septiembre de 1881, desde Etten, pese a sus
vaivenes sentimentales, escribe a Theo todavía
animado y muy metido en faena, dándole cuenta
de sus progresos:
“He aprendido a medir, a ver y a buscar las líneas
principales. Tan bien, que lo que antes me pareció
desesperadamente imposible, se va a volver posible,
gracias a Dios.
He dibujado hasta cinco veces un labriego con una azada,
«un cavador», en actitudes muy variadas, dos veces un
sembrador, y dos veces una niña con una escoba (…).
Frente a la naturaleza, ya no me siento impotente como
antes.
[…] Empiezo igualmente a trabajar al pincel y al esfumino,
con un poco de sepia o de tinta china, y de vez en cuando
con un poco de color”
El trabajo constante vuelve a ser el refugio
donde curar las heridas o paliarlas al menos; su
aislamiento por la soledad que de nuevo le
envuelve, la incomprensión, las continuas
demandas de comedimiento y sensatez, las
miradas escrutadoras, el recelo de los suyos,
todo ello pierde vigor sólo frente a los retos que
le plantean el cartón o el lienzo en blanco.
Boceto en carta a Théo de El excavador
1881 Etten. Excavador
Tiza negra, acuarela
Boceto de Excavador
1881 Etten. Excavador
Carboncillo, tiza negra y verde, acuarela
trasparente y opaca, sobre papel verjurado
Croquis de septiembre de1881
1881 Boceto de un Sembrador con la mano en el saco
1881 Sembrador con cesta. Dibujo a carboncillo, tiza negra, lavado con marrón-rojo
1881 Mujer campesina sembrando con una cesta. Tiza negra, acuarela
Diversos croquis de septiembre de1881
1881 Hombre con escoba
Tiza negra, acuarela, intensificado con blanco
1881 Mujer cosiendo
Carboncillo, tiza negra, acuarela,
intensificado con blanco
1881 Octubre. Etten. Hombre llenando un saco de patatas
Diciembre de 1881 Esbozo de Mujer de Scheveningen cosiendo
1881
Mujer de Scheveningen cosiendo
Acuarela
Diciembre de 1881 Esbozo de Mujer de Scheveningen tejiendo
1881
Mujer de Scheveningen tejiendo
Acuarela
Boceto de Campesino sentado junto a la chimenea
1881 Campesino sentado junto a la chimenea (agotado) Pluma, acuarela
1881 Jardín con pérgola. Lápiz, tiza negra, pluma, acuarela
Ese mismo septiembre, considerando lo mucho
avanzado, en otra carta a Theo se refiere al reto que
significa para él la captación de la naturaleza. Al
respecto, le comenta:
1881
Granjero sentando al hogar
Dibujo a carboncillo, lavado, intensificado con blanco y rojo
“La lucha con la naturaleza tiene muchas veces
algo de lo que Shakespeare llama: Taming the
shrew (es decir: vencer a aquello que se
resiste por medio de la tenacidad, «de buen o
de mal grado»)”
A principios de diciembre de 1881, sin embargo la situación
en la casa de Etten se ha vuelto ya irrespirable para Vincent,
quien recela que toda su familia a coadyuvado en malograr
su relación con Kee. Por su parte él está muy irascible y se
ve arrastrado a estadios de un humor insoportable.
Además, no acude a los oficios religiosos porque ya no
soporta el corsé social que significan entonces para él;
tampoco se recata en mofarse de ellos o contradecir
abiertamente los puritanos planteamientos paternos. Todo
lo cual se traduce en un torrente de conflictos cotidianos
que acaban determinándole a abandonar la casa familiar y
partir a La Haya, a casa de su primo Mauve, quien le acoge
consideradamente y se brinda incluso a iniciarle en la
pintura al óleo.
‘Naturaleza muerta con repollo y zuecos’ y ‘Naturaleza
muerta con un sombrero de paja amarillo’ son dos de sus
primeros ensayos.
NOTA: Cuando nada se especifica acerca de la técnica empleada en una obra, se entiende que es una pintura al óleo sobre un lienzo.
1881 Naturaleza muerta de un sombrero de paja amarillo
Boceto de una figura y de Naturaleza muerta con repollo y zuecos
1881 Naturaleza muerta con repollo y zuecos. Óleo sobre papel sobre tabla
El episodio final de las desavenencias con su padre y, en general, con su familia —salvo con Théo— sucede el día de Navidad, cuando tras un violento enfrentamiento Vincent
parte para La Haya de nuevo, con la firme intención de no regresar. Aunque no puede continuar en casa de su primo ni pagarse un alojamiento, por mediación de Mauve
consigue un estudio y, sin otro remedio, acude a Théo para poder sufragar el alquiler. Respecto a las reconvenciones de su hermano por el episodio familiar, en carta no
fechada, le contesta: “Nuestra desavenencia ha degenerado en una especie de enfermedad crónica por el hecho de que viene durando demasiado tiempo. La situación actual es la siguiente:
cada uno debemos sufrir por nuestro lado”
1881 Pantano. Dibujo a pluma y lápiz
1881 Pantano con lirios acuáticos. Dibujo a lápiz, pluma y tinta china sobre papel
1881 Granero con tejado cubierto de musgo. Dibujo con tiza negra, lápiz, pluma, intensificado con blanco y gris
Boceto de Mujer de Scheveningen de pie
1881 Mujer de Scheveningen de pie
Lápiz, acuarela transparente, sobre papel acuarela
1881 Paisaje con árboles. Dibujo a carboncillo, pluma, tinta marrón, intensificado con blanco
1882
1882 Enero. Vista de La Haya con la nueva iglesia. Acuarela, pluma, tinta
Vista de La Haya con la nueva
iglesia (detalle)
1882 Enero. Apuntes sobre La Haya en carta a Théo.
1882 Enero. Desde La Haya, croquis
1882 Enero. La Haya: Boceto de una mujer cosiendo
1882 Enero. La Haya: Boceto de una mujer cosiendo junto a la ventana
1882 La Haya. Fábricas de gas. Lápiz, pincel en tinta marrón
Su primo Mauve le introduce en los círculos artísticos de La Haya, una ciudad que reúne por entonces lo que más tarde se conocería como el Movimiento de 1880,
de remoción literaria y artística; le presenta a pintores coetáneos algunos de su misma generación. Con Théophile de Bock, Jan Hendrik Weissenbruch o George
Hendrik Breitner, comparte tertulias y estudios durante un tiempo e incluso a veces sale a pintar con alguno de ellos por los alrededores de La Haya. Pero a Vincent
pronto se le hacen difíciles de soportar los convencionalismos que adoptan tanto en sus modos sociales como en sus propias obras —aunque algunos como Breitner
evolucionarán muy tarde para Vincent hacia el impresionismo—, ni tampoco sus intentos por complacer al público, por plegarse a sus gustos. Todo lo cual hizo que
aquel entusiasmo primero por hallarse en su medio natural deviniera al cabo en desinterés, induciéndolo de nuevo a sus solitarios y largos paseos en busca de algo
que dibujar, a frecuentar las visitas al Museo Real de Mauritshuis para ver pinturas de Rembrandt o Franz Hals o, sencillamente, a intensificar el trabajo de estudio
en solitario.
Un Vincent de convicciones drásticas que nunca se aviene a negociar y, pues, de creciente desencaje con cualquier faceta de la vida social.
Paisaje de Theophile DE BOCK (La Haya, 1851 - 1904)Hendrik Johannes WEISSENBRUCH (La Haya, 1824–1903) El Canal de envío en Rijswijk (1868)
Con su primo el pintor Mauve las desavenencias también llegaron. Tras numerosas confrontaciones respecto a sus disímiles puntos de vista estéticos en general y
pictóricos en particular, las discusiones se fueron agriando porque Vincent en esos temas omitía pronto las distancias para vivir las disensiones como algo de carácter
personal. Así solía ser hasta que un día Vincent, en mitad de una de esas disputas verbales de tono crecientemente agrio, perdió los estribos y acabó rompiendo uno de los
trabajos de su antagonista. Sin embargo, él así lo veía cuando se lo contaba a su hermano en carta fechada en abril de 1882:
“Mauve me detesta por haber dicho: «yo soy
un artista», pero no me retracto, porque es
evidente que esta palabra lleva implícito el
significado de: «buscar siempre sin encontrar
jamás la perfección». Es precisamente lo
contrario de: «ya lo sé, ya lo he encontrado».
Esta frase significa por lo tanto que yo sepa:
«yo busco, yo persigo, y lo hago con todo mi
corazón». Sin embargo tengo oídos para oír,
Théo; cuando me dicen: «tiene usted un
carácter pérfido», ¿qué debo hacer?
He dado media vuelta y me he ido solo, pero
con mucha pena en mi corazón, porque
Mauve ha osado decirme eso. Yo no le pediré
que me lo explique, ni tampoco me excusaré
con él. ¡Y sin embargo… y sin embargo… y sin
embargo!
Yo quisiera que Mauve se arrepintiese.”
1895. La plaza Dam (Ámsterdam), de George Hendrik BREITNER (Róterdam 1857-1923)
No habría reconciliación, pero no sólo
porque Mauve ya no soportaba su
carácter, sus salidas de tono o sus
violentas e intempestivas reacciones, sino
además, porque habían personas que
todavía dificultaban más su integración y
que se habían introducido en la vida del
indomable pelirrojo (y él nada había dicho
a su hermano todavía sobre ello).
1882 Huerto en flor con dos figuras. Acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
“Théo, decididamente, yo no soy un paisajista; si hago paisajes habrá siempre dentro de ellos vestigios de figuras.
(…) Si llegaras a ser pintor, una de las cosas que te asombrarían sería que el oficio de pintor, con todo lo que comporta, es realmente un trabajo relativamente duro desde el punto de vista
físico; haciendo abstracción del esfuerzo del espíritu, de la tortura intelectual, este oficio exige todos los días un esfuerzo de energía bastante considerable”
1882 Herrería. Dibujo a lápiz, pluma, lavado, intensificado con blanco
“Y es el convencimiento de que nada (salvo la enfermedad) puede
quitarme esta fuerza que ahora comienza a desarrollarse, es esta
conciencia que hace que encare el porvenir con valor y que en el presente
pueda soportar tantos sinsabores.
Es una cosa admirable mirar un objeto y encontrarlo bello, reflexionar
sobre él, retenerlo y decir enseguida: me voy a poner a dibujarlo y a
trabajar entonces hasta que esté reproducido.
Es evidente desde luego, que ésta no es una razón para sentirme
satisfecho de mi obra hasta el punto de creer que no tendré necesidad de
mejorarme. Pero el camino para hacerlo mejor más tarde, es hacerlo hoy
lo mejor que pueda, entonces el progreso vendrá mañana naturalmente.”
(Abril de 1882).
“El pequeño dibujo que te adjunto es un trozo sacado de un gran estudio que tiene una expresión más sombría. Hay un poema de Tom Hood creo,
en el cual habla de una gran dama que no puede cerrar los ojos en toda la noche porque habiendo salido durante el día para comprar un vestido,
había visto trabajar en un cuarto lleno de humo a unas pobres costureras pálidas, tuberculosas y agotadas. Y he aquí que su opulencia le produce
remordimientos de conciencia y que se despierta de noche llena de angustia. En una palabra, es una figura de mujer esbelta y blanca, inquieta en la
noche sombría”. (Abril de 1882).
Boceto a Theo de Muchacha de blanco en el bosque
1882 Muchacha de blanco en el bosque (La gran dama) 39 x 59 cm
1882 Febrero. La Haya
Sien bajo el paraguas, con niña
Dibujo a lápiz, intensificado con blanco
En la misma carta en que tan optimista se muestra Vincent acerca de sus progresos, al hilo de las
desavenencias habidas con su primo Mauve y algunas otras personas de su círculo en La Haya —como
su antiguo patrón en Goupil, el Sr. Tersteeg—, desencuentros que a él le parecen poco menos que una
confabulación de satisfechos biempensantes que murmuran sobre su nueva situación sentimental,
finalmente estalla:
1882 Febrero. La Haya.
Sien con paraguas y libro de oraciones
Dibujo a lápiz, tiza negra
Así se entera Théo de que Vincent está conviviendo con una prostituta, Christien Hoornik, a la que su
hermano llama Sien, una mujer de 32 años —con una niña pequeña y en espera de otro hijo—, de las que
despectivamente llaman «mujeres de 40 céntimos». Una mujer muy estropeada por su forma de vida y
por el alcohol, pero que ha conmovido a Vincent y respecto a la que ya alberga planes:
“Y bien, señores, os lo voy a decir, a vosotros que os atenéis a las formas y a la civilización, y
merecidamente, pero a condición de que seáis sinceros: ¿qué es más civilizado, más delicado, más
viril: abandonar a una mujer o apiadarse de una abandonada?
Este invierno he encontrado una mujer encinta, abandonada por el nombre de quien lleva el niño en
su cuerpo.
Una mujer encinta que, en invierno, erraba por las calles, que debía ganar su pan, tú sabes de qué
manera.”
“Me parece tan simple y tan evidente lo que he hecho, que había creído poder guardarlo para mí. Posar
le era difícil, sin embargo lo ha aprendido, y yo he hecho progresos en mi dibujo porque tenía un buen
modelo. Esta mujer está ahora apegada a mí como una paloma desamparada; en cuanto a mí no puedo
casarme más que una sola vez. ¿Y qué mejor ocasión que hacerlo con ella, puesto que es la única manera
de continuar ayudándola, ya que, si no, la miseria la arrojará de nuevo en el camino que lleva al
precipicio? Ella no tiene dinero, pero me ayuda a ganarlo por medio de mi trabajo.”
Vincent la ha llevado al doctor, en Leyden porque el niño le causaba problemas —escribe a un Théo que
hemos de suponer horrorizado ante lo que todo aquello puede significar para una familia puritana en
extremo como la suya—; se lo han recolocado con fórceps, tras una operación. Como en la literatura rusa
que frecuenta, la mujer caída lo está como consecuencia de la hipocresía la crueldad y la depravación
social, que la arrastran al fango a consecuencia de su pobreza, su desvalimiento. Así razona Vincent
ahora, aunque lo que en el fondo anhela es la comprensión y el apoyo de su hermano y sus amigos, de
quienes teme y anticipadamente encaja una factual reprobación :
“Mauve, Théo, Tersteeg, tenéis mi pan en vuestras manos, ¿me dejaréis sin pan o me volveréis la espalda?
Ya he hablado y espero a ver qué me contestáis.”
“El carbón es lo mejor que hay, pero cuando uno se cansa
demasiado la frescura se va, y para conservar la delicadeza es
necesario fijarlo en seguida. Para el paisaje lo mismo, yo veo que
dibujantes tales como por ejemplo Tuysdael, Goyen y Calame,
Roelofs, también entre los modernos, han sacado de él un gran
partido. Pero si alguno inventara una buena pluma para trabajar
afuera, con tintero, el mundo vería quizás más dibujos a pluma.
Con el carbón mojado en agua se pueden hacer cosas notables, lo
he podido ver en casa de Weissenbruch, el aceite sirve de fijador y
el negro se vuelve más cálido y más profundo.”
(…) Sabrás que actualmente estoy afuera, desde las cuatro de la
mañana, porque es difícil estar en la calle durante el día, a causa
de los transeúntes y muchachos, y también porque es el mejor
momento para ver las grandes líneas, cuando las cosas están
todavía en el mismo tono.”
1892 Willem Roelofs, por Jozef Israëls
1882 Febrero. La Haya Sien con
su hijo en su regazo
Dibujo a lápiz
1882 Primavera (inicios). La Haya
Sorrow (pena)
Dibujo a lápiz, lavado
“Quiero hacer dibujos que golpeen a ciertas
personas. Sorrow es un pequeño comienzo,
es posible que un pequeño paisaje como la
Laan van Meerdervoort, los prados de
Rijswijk, el secadero de pescado, sean
también un pequeño comienzo. Por lo
menos contienen directamente alguna cosa
de mi propio corazón.
Sea en la figura, sea en el paisaje yo quisiera
expresar no algo así como un
sentimentalismo melancólico, sino un
profundo dolor.”
Vincent no le pierde la cara al trabajo, muy al
contrario ahora se siente renovado, lleno de
ilusión por su trabajo y con una
responsabilidad que atender en las personas
a su cargo. Relata a Théo, deshaciéndose en
elogios acerca de lo venturosa que es ahora
su vida y ponderando las cualidades de Sien;
le envía algunos dibujos, entre ellos la
primera versión de Sorrow.
Un dibujo extraordinario de Sien sentada,
encinta de cuatro o cinco meses, muy ajada,
con el cabello desordenado y la cabeza
entre sus brazos, fiel representación del
abatimiento, del abandono.
De nuevo es fácil imaginarse los efectos que
la crudeza de ese desnudo trasladaría a su
hermano, quien trata de hacerle ver a toda
costa, pero lo más delicadamente que sabe,
la inconveniencia de seguir adelante.
1882 Primavera. La Haya. Secadero de pescados visto desde una altura. Dibujo a lápiz, pluma, pincel, intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya. Prados cerca de Rijswijk y el Schenkweg. Lápiz, pluma y tinta, acuarela sobre papel de pergamino
1882 Primavera. La Haya. Sien con un cigarro sentada en el suelo cerca de estufa. Dibujo a lápiz, tiza negra, pluma, pincel, sepia, intensificado con blanco.
1882 Primavera. La Haya.
Mujer en un vestido oscuro
(posiblemente la madre de Sien) Dibujo a lápiz, pluma, pincel, sepia
“¿Qué soy a los ojos de la mayoría de la gente
—una nulidad o un hombre excéntrico o
desagradable— alguien que no tiene un sitio
en la sociedad ni lo tendrá; en fin, poco menos
que nada. Bien, supón que eso sea
exactamente así; entonces quiero mostrar por
medio de mi obra lo que hay en el corazón de
un excéntrico, de una nulidad.”
1882 Primavera. La Haya. La casa de la madre de Sien. Dibujo a lápiz intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya. La casa de la madre de Sien, mirada más cercana. Dibujo a lápiz, pluma, intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya
Figura de una mujer encogida
(Posiblemente Sien) Dibujo a lápiz, pluma, pincel, sepia, lavado
1882 Primavera. La Haya
Mujer desnuda, media distancia
(“La Gran Señora”)
Boceto de Sien
1882 Primavera. La Haya. Cuneta a lo largo del Schenkweg. Dibujo a lápiz, pluma y tinta negra
Cuando Vincent habla de obstinación, se refiere no sólo a la tenacidad en el trabajo, sino también a mantenerse ajeno a los comentarios que de
su obra puedan hacerle. Algún tiempo después dirá: “Sea como sea, quiero ir hacia adelante a toda costa, quiero ser yo mismo. Siento en mí la obstinación y estoy
por encima de lo que la gente pueda decir de mí y de mi obra.”
“Aun cuando viva a menudo en la miseria, tengo para mí, sin embargo, una armonía y una música calma y pura. En la casita más pobre, en el rinconcito más
sórdido, veo cuadros o dibujos. Y mi espíritu va en esta dirección por un impulso irresistible.
Cada vez prescindo más de las otras cosas y, cuanto más prescindo, tanto más rápida se vuelve mi mirada para ver el lado pictórico. El arte exige un trabajo
obstinado, un trabajo a pesar de todo y una observación siempre alerta y continua.”
1882 Primavera. Entrada al banco de empeños, La Haya
Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón (originariamente negra), acuarela blanca opaca, lavado gris, sobre papel verjurado
1882 Primavera. La Haya. Fábrica. Dibujo a lápiz y pluma
1882 Primavera. La Haya. El Camino Scheveningen. Dibujo a lápiz, pluma
1882 Primavera. La Haya
Mujer sentada en una cesta, con la cabeza
entre sus manos Dibujo a tiza negra, lavado, intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya. Van Stolkpark. Dibujo a tiza negra, carboncillo, pluma, intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya
Mujer con sombrero, cabeza
Dibujo a tiza negra, pincel, tinta, lavado
1882 Primavera. La Haya. Estación de Staatsspoor. Dibujo a lápiz, pluma
1882 Primavera. La Haya. Carretera en remoción con peones camineros cavando. Dibujo a lápiz, pluma, intensificado con blanco y colores
1882 Primavera. La Haya. Puente cerca de Schenkweg. Dibujo a lápiz
Vincent está dibujando y pintando a las personas de su entorno, pero lo hace resaltando en ellas el resultado de una vida de esfuerzos, su austeridad, la parquedad de sus existencias. Los
pinta con afecto, una empatía que nos llega, en muchos ensayos transmitida ya con verdadera maestría. Nos los presenta en toda suerte de posturas y actividades, en oscuros interiores y en
la calle, yendo o viniendo de sus duros quehaceres o efectuándolos. Pinta asimismo las fábricas, los secaderos, los patios traseros de los talleres tradicionales. De las ciudades, algunas calles
menores y los aledaños, las áreas linderas con el campo abierto, las menos agradecidas pictóricamente. Dibuja, pinta acuarelas y se maravilla: “…la pintura no me parece tan extraña como tú podrías
pensar(…), permite al mismo tiempo decir cosas delicadas, dejar hablar a un gris o un verde tierno en medio de la rudeza.”
1882 Primavera. La Haya. Panadería. Dibujo a lápiz y pluma
1882 Primavera. La Haya
Vieja calle (El Paddemoes)
Dibujo a pluma y tinta y lápiz sobre papel
1882 Primavera. La Haya. Vivero en Schenkweg. Dibujo a lápiz, pluma, tiza negra, intensificado con blanco
1882 Primavera.
La Haya. Vivero
en Schenkweg.
Dibujo con tiza negra,
pluma, lavado,
intensificado con
blanco
1882 Primavera. La Haya. Secadero de pescados. Dibujo a pluma, lápiz, tinta china, intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya. Las casas de Schenkweg donde Van Gogh vivía. Dibujo a lápiz, intensificado con tiza y sepia
Boceto de Vieja con un chal y un bastón.
1882 Primavera. La Haya
Vieja con un chal y un bastón
Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, acuarela verde
claro opaco, sobre papel de pergamino
1882 Primavera. La Haya Estudio de un árbol
Tiza negra y blanca, tinta negra, lápiz, acuarela
1882 Primavera. La Haya. Molino de sierra Dibujo a tiza negra intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya. Tejados. Boceto
1882 Primavera. La Haya. Patio y lavandería de carpintero. Dibujo a lápiz, pluma, pincel, intensificado con blanco
1882 Primavera. La Haya
Hombre, sentado, leyendo un libro
Dibujo a lápiz
En el mes de junio, Vincent hubo de
tratarse una blenorragia que le había
transmitido Sien, y para ello ingresó en el
hospital. Su estancia se solapó con el
parto de ella en Leiden, adonde acudió
jubiloso nada más obtener el alta. Está
tan contento con su nueva situación que,
a pesar de sus escasos e inciertos medios
se traslada a otro estudio y le transmite a
Théo su deseo de que le visite, como
también su padre, al que cree que su
nueva situación agradará.
A Théo, con cada carta le llega un nuevo
sobresalto. Vincent es ajeno a la
impresión que produce en su hermano y
en sus antiguos amigos porque está
convencido de tener un hogar, una casa
viva, con niños, donde él pinta cuando no
sale en busca de paisajes urbanos o
agrícolas e igualmente cree que, a pesar
de su modestia, causará la misma
impresión, tanto a Vincent como a su
padre, el predicador de Etten. Una idea
obviamente descabellada.
1882 Primavera. La Haya. Puente y casas en la esquina de Herengracht-Prinsessegracht Lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, acuarela blanca
opaca, lavado marrón-gris, sobre papel verjurado
1882 Primavera (final). La Haya. Secadero de pescados. Acuarela
1882 Verano. Molino de hierro en La Haya. Acuarela
En marzo, su tío Cor le había encargado realizar unos dibujos a pluma, con vistas de La Haya, para una tienda suya en la que comerciaba con objetos artísticos. La alegría que le había
producido la experiencia de vender algún trabajo, muy pronto quedó atrás, porque donde verdaderamente el pintor ponía su pasión y su trabajo hasta extenuarse era en la exploración de
cuantas dificultades hallaba ante si. Su pasión era la indagación, no lo trillado. Los motivos que le planteaban nuevos retos le estimulaban, sumido para entonces entre las alegrías por sus
inusuales progresos con la paleta de colores —para entonces una prolongación de si mismo—, y otras sufriendo los rigores de su propia ambición que le dejaban descorazonado a veces y
hundido, al perder la confianza en su capacidad. Pero Vincent, afortunadamente para la posteridad, no para él, que sin duda hubiera podido tener una vida más amable de haber perseguido
una mayor sintonía con los gustos de sus coetáneos, no se plegaba ante criterios ajenos.
1882 Verano. La Haya. Borde de un bosque. Óleo sobre tela sobre hoja (34,5 x 49 cm)
1882 Verano. La Haya. Hombre encorvando con bastón o pala (31 x 29,5 cm)
1882 Verano. Grupo
de casas antiguas
en La Haya con la
iglesia nueva
Óleo sobre tela sobre cartón
1882 Verano. La Haya. Mujeres de Scheveningen y otras personas bajo los paraguas. Acuarela
1882 Verano. La Haya
Mujer con chal blanco en un bosque
Acuarela
1882 Verano. La Haya. Prado, en el fondo una iglesia nueva. Acuarela, intensificado con blanco
Su nuevo estado, su situación con Sien le mantiene en una euforia apenas contenida. Sin ninguna duda, la fuerza que ello le da le ayuda a soportar la creciente hostilidad ambiental, el agravio
al que le someten sus vecinos con su desprecio hacia él y a su trabajo —”pintamonas” le llaman— y las constantes reprobaciones a su conducta, tácitas o expresas, de sus viejos conocidos,
como Tersteeg; igualmente su hermano, quien con tacto pero sin privarle de ello, trata de distanciarlo de Sien en cada carta, restando importancia a una relación impensable, imposible. Pero
Vincent tiene un aliado en esa pugna por mantenerse firme que es su propio trabajo, el rapto que para él suponen ahora sus indagaciones con la pintura al óleo, los colores, en los que nunca
hubiera pensado ser capaz de adentrarse en tan breve periodo.
Boceto de 1882. Verano. La Haya. Campo de patatas
Croquis por carta a Theo en agosto de 1882: Puesta de sol sobre un prado
1882 Verano. La Haya. Chica en el bosque. Óleo sobre madera. (35 x 47 cm)
1882 Verano. La Haya. Cuatro hombres cortando madera. Tiza negra y acuarela
1882 Verano. La Haya
Mujer de pescador en la playa
Óleo sobre tela sobre hoja
1882 Verano. La Haya
Pescador en la playa
Óleo sobre tela sobre hoja
1882 Mujeres arreglando redes en las dunas. Óleo sobre papel sobre tabla (42 x 62,5 cm)
“Lo que existe entre Sien y yo es real, no es un sueño, es la realidad. Yo considero como una gran bendición que mis pensamientos y mi actividad hayan encontrado un punto fijo, una dirección
determinada.”
Obsérvese el matiz misionero que él atribuye también a su relación: “Es posible que yo haya tenido por K. [su prima Kee] más que pasión, y que en ciertos aspectos ella haya sido más linda que
Sien; pero que el amor por Sien haya sido menos sincero, de veras que no, porque las circunstancias son muy graves, y lo que importa es obrar, y fue así desde el principio de nuestro
encuentro.”
Y añade: “Observa el resultado: cuando vengas a verme no me encontrarás ya desanimado o melancólico; sino que estarás en un ambiente donde creo que podrás acomodarte y que de ningún
modo te disgustará. Un taller joven, una familia aún joven, en plena acción.
Nada de taller místico o misterioso, sino un taller que aloja sus raíces en pleno en la vida misma. Un taller con una cuna y una silla de niño. Donde no hay estancamiento y donde todo incita,
impulsa y estimula a la actividad.”
1882 Julio. La Haya. Boceto en Scheveningen
Croquis de Playa en Scheveningen con tiempo calmo
1882 Verano. La Haya. Playa en Scheveningen con tiempo calmo. Óleo sobre papel, sobre tabla (35.5 x 49,.5 cm)
1882 Verano. La Haya. Personas caminando por la playa. Acuarela
En ocasiones con más acierto, en otras no tanto, Van Gogh se aventura en composiciones más complejas y con más personajes, no sólo en pos de la propia composición, sino también de la
naturalidad en el movimiento, que en el caso de personas individuales ya comienza a asegurar. En esta acuarela puede apreciarse un cierto estatismo y un amontonamiento sin solución de las
figuras, cosa que queda mejor resuelta en Mujeres mineras, como en Mineros en la nieve o en Banco con cuatro personas (y bebé) . Los pocos lienzos que lleva a término este año sugieren más
que otra cosa los esfuerzos que narra a su hermano en esos comienzos inciertos. Son los casos de Vista del mar en Scheveningen o Dunas.
1882 Verano. La Haya. Vista del mar en Scheveningen (34,5 x 51 cm)
1882 Verano. La Haya. Dunas. Óleo sobre hoja
Carta a Théo en agosto de 1882
En ese mes de agosto, finalmente su hermano le visitó. Obviamente, no nos queda más testimonio de lo ocurrido durante su estancia que los
comentarios de Vincent en cartas posteriores, “… bajo la impresión de tu visita y muy contento por poder consagrar de nuevo mis fuerzas a la pintura (…). Me
considero ahora un privilegiado entre miles de ellos porque has allanado los obstáculos en mi camino.” Comentarios que hacen suponer la renovación de la
ayuda económica de Théo primero, su apoyo sin reservas y una cierta aquiescencia si no bendición respecto a la vida marital de Vincent con Sien.
Cabe suponer que Théo antepusiera las bondades del statu quo vigente, la fortaleza mental de su hermano y su ilusión por proseguir en su
empeño, que cualquier consideración de orden moral, lo que en 1882 no dejaba de hablar claramente del valor y la incondicionalidad de Théo.
Excelente boceto de la acuarela Tierra blanqueada.
1882 Verano. La Haya. Tierra blanqueada. Acuarela, intensificado con óleos blancos
1882 Verano. La Haya. Una muchacha en la carretera, dos carruajes en el fondo. Óleo sobre tela sobre hoja (42 x 53.cm)
1882 Verano. La Haya. Sala de espera. Acuarela sobre papel verjurado
1882 Final del Verano. La Haya
Mujer con hervidor de agua, vista desde atrás
Dibujo a lápiz
“Esas mujeres altas y flacas, esas pobres mujeres
vencidas y agotadas, negras, blancas, morenas; están
allí pacientes, sumisas, prontas, resignadas, calmas.
Dentro de poco tendrán que volver a tirar de la pesada
chalana, la servidumbre toca a su fin. Un pequeño
momento de detención. “
1882 Final del Verano. La Haya
Mujer con bebé en su regazo,
Media figura (Sien)
Lápiz, acuarela, intensificado con óleos blancos
1882 Final del verano
Sien amamantando a su bebé. Media figura
1882 Final del verano
Sien amamantando a su bebé. Media figura
Dibujo a lápiz
Boceto de Banco con cuatro personas (y bebé)
1882 Final del Verano. La Haya. Banco con cuatro personas (y bebé) Acuarela
1882 Final del Verano. La Haya
Cuatro personas en un banco
Acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel
1882 Otoño (inicios). La Haya. Boceto de paisaje con figuras después de la lluvia, en carta a Théo.
1882 Otoño (inicios). La Haya.
Mujer con una escoba
Lápiz, lavado verde, sobre papel acuarela
“Están jadeantes, cubiertas de sudor, pero no
se quejan, no protestan, no se lamentan de
nada. Hace mucho tiempo que están
acostumbradas, acostumbradas después de
muchos años. Están resignadas a seguir
viviendo un poco y a trabajar (…).”
Croquis en carta a Théo de la acuarela Playa con personas caminando y barcos
“Pero qué difícil es poner vida y movimiento, y situar las figuras en su lugar, separándolas.
Éste es el gran problema: aborregar; grupos de figuras que, aunque forman un todo, asoman la cabeza o los hombros para mirar los unos por arriba de los
otros.
(…) En materia de composición, todas las escenas posibles que lleven figuras, sea un mercado, sea la llegada de una barca, sea un grupo de gente cerca de
una cocina popular, en la sala de espera del hospital, en el Monte de Piedad, los grupos que charlan o se pasean en la calle, están todos basados en el mismo
principio del rebaño de carneros, de ahí la palabra «aborregar» y todo revierte a las mismas cuestiones de luz, de oscuridad y de perspectiva.”
1882 Otoño (inicios). La Haya. Playa con personas caminando y barcos. Acuarela
1882 Septiembre. La Haya.
Playa y barcos (boceto)
1882 Septiembre. La Haya.
Grupo de personas en la playa con
barco de pesca por llegar
Boceto
“He estado a veces en Scheveningen en estos últimos
días, y una tarde he tenido la suerte de ver llegar una
barca de pesca. Cerca del monumento hay una casita de
tablas donde un hombre hace la guardia. En cuanto la
barca se aproxima hasta hacerse visible, el hombre sale
con su gran bandera azul, seguido por una bandada de
niños que no le llegan a las rodillas. (…) Algunos minutos
después que el hombre hubo agitado su bandera, pasó
un mozalbete en un viejo caballo, que debía ir a buscar el
ancla.
Hombres y mujeres, lo mismo que madres con sus niños,
se agregaron entonces al grupo para recibir a la
tripulación.”
“Yo puse desde luego toda mi atención en anotar en
croquis los distintos incidentes.”
1882 Otoño (inicios). La Haya. Vista de Scheveningen. Lápiz, acuarela transparente y opaca, sobre papel
Boceto de Banco de iglesia con devotos, en carta a Théo
1917
The Distant Island
1882 Otoño (inicios). La Haya. Banco de iglesia con devotos. Acuarela, pluma, lápiz
1882 Otoño. La Haya
Hospiciano vestido de domingo
con parche en un ojo, cabeza.
Dibujo a lápiz, tiza litográfica, lavado,
intensificado con negro y blanco
Septiembre de 1882 . La Haya. Huérfanos. Boceto
1882 Otoño. La Haya
Hombre y mujer vistos desde atrás
Dibujo a lápiz sobre papel acuarela
1882 La Haya
Hospiciano con gorra, visto desde atrás
Dibujo a lápiz y tiza negra sobre papel acuarela pesado
1882 Otoño. La Haya . Varios bocetos de personas en diferentes ocupaciones
1882 Otoño. La Haya
Mujer con una escoba
Lápiz, lavado gris, sobre papel acuarela
1882 Otoño. La Haya
Hospiciano con galera y
paraguas mirando su reloj Dibujo a lápiz
1882 Otoño. La Haya
Hombre joven con una escoba
Dibujo a lápiz
1882 Otoño. La Haya
Viejo leyendo
Dibujo a lápiz, lavado rosa claro, sobre papel acuarela
Varios bocetos en carta a Théo
1882 Otoño. La Haya
Desgastado
Dibujo a lápiz sobre papel acuarela
1882 Otoño. La Haya
Viejo en traje formal de caballero
Dibujo a lápiz, rayado, sobre papel de pergamino
1882 Otoño. Boceto de El pobre y el dinero (Oficina de Lotería del Estado)
1882 Otoño. La Haya. El pobre y el dinero. Tiza negra y acuarela opaca, pluma en tinta negra, sobre papel de pergamino
1882 Otoño. La Haya. Mineros en la nieve. Acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
1882 Noviembre. La Haya
Viejo con su cabeza en sus
manos, media figura.
Dibujo con tiza negra litográfica,
lápiz, lavado, intensificado
con blanco
Dibujo a lápiz, rayado, sobre papel acuarela
1882 Noviembre. La Haya
Viejo bebiendo café
1882 Noviembre La Haya
El librero Blok
Lápiz, tiza negra y blanca (lavada) y acuarela
sobre papel de pergamino pesado
1882 Noviembre. La Haya. Pena
Dibujo a tiza negra
“¿Cómo es posible que haya
sobre la tierra una mujer sola
y abandonada?”
1882 Noviembre. La Haya. Mujeres mineras. Acuarela, intensificado con blanco
1882 Diciembre. La Haya
El sembrador
Dibujo a lápiz, pincel, tinta china
1882 Diciembre. La Haya
Mujer con gorra oscura. (¿madre de Sien?)
Tiza litográfica, lápiz, acuarela. Intensificado con blanco
1882 Diciembre. La Haya
Sembrador. Dibujo a lápiz
“Me estuve acordando del año pasado, cuando legué a esta ciudad. Me
había imaginado que los pintores formaban una especie de círculo o
asociación donde reinaban el calor, la cordialidad y una cierta unanimidad.
Esto me parecía muy natural y no sabía que pudiera ser de otra manera. No
quisiera perder las ilusiones que alimentaba a este respecto cuando vine,
aun cuando deba modificarlas y hacer la distinción entre lo que es y lo que
podría ser.”
“Cuando por ambas partes existe el deseo de vivir en amistad, si de vez en
cuando no se está de acuerdo, uno no se resiente tan fácilmente, o, si se
resiente, se repone pronto. Pero cuando se es convencional, es casi
inevitable que se produzca la amargura, precisamente porque uno no
puede sentirse libre, y mientras no se dé curso a los verdaderos
sentimientos, éstos bastan para dejar recíprocamente una impresión
desagradable y duradera, y se debe desesperar de llegar a significar algo el
uno para el otro. Donde hay convencionalismo hay desconfianza y de la
desconfianza nacen toda clase de intrigas.”
1882 Diciembre. La Haya
Hombre con galera
Dibujo con tiza negra y lápiz
“Es preciso que trate de reanimarme un poco, porque si
pudiera reponerme, aunque fuera algo, creo que sería el
momento de aprovecharlo.
(…) En el fondo, mi salud no está comprometida y esto no es
un estado crónico, porque no está provocado por los excesos
sino por la falta de alimentos o por una alimentación que se
ha tornado a la larga muy poco sustancial. Haz, pues, lo
posible, hermano, por venir rápidamente, porque no sé hasta
cuándo me podré sostener. Estoy muy agotado y siento que
voy a sucumbir bajo este peso.
Te digo con franqueza que comienzo a temer no poder salir
bien de ésta, porque mi constitución sería bastante buena si
no hubiera debido ayunar tanto tiempo; pero siempre me ha
sido preciso ayunar o bien trabajar menos y mientras me fue
posible he elegido la primera solución, hasta el momento en
que me veo excesivamente debilitado.
(…) Sobre todo, hermano, no lo comentes; porque si ciertas
personas llegan a saberlo, se dirán: «Ya lo ves, hace mucho
tiempo que lo habíamos previsto y predicho».”
1882 Diciembre. La Haya
Viejo en traje formal de caballero
Dibujo a lápiz, rayado, sobre papel de pergamino
1882 Dic. La Haya. Oración antes de la comida.
Dibujo a lápiz, tiza negra, tinta, intensificado con blanco
1882 Dic. La Haya.
Hombre con pipa y venda de ojo, cabeza
Dibujo a lápiz, tiza negra litográfica, lavado,
intensificado con blanco
1882-83 La Haya
Cabeza de un pescador con una
franja de la barba y un
Sou'wester. Dibujo a lápiz, cera negra litográfica, pincel y pluma
en tinta negra, blanco opaco, acuarela rosa y marrón
1882-83 La Haya
Media figura de un hombre con galera
Dibujo a lápiz, cera negra litográfica, pluma y pincel
en tinta marrón (originariamente negra), rayado
sobre papel acuarela
1883
1883 Enero. La Haya
Pescador con sueste, pipa y sartén con carbón
Dibujo a lápiz, cera negra litográfica, blanco
opaco, acuarela gris y rosa, sobre papel acuarela
1883 Febrero. La Haya
Pescador con sueste, cabeza
Dibujo a lápiz y tiza litográfica
Durante el año 1883, dos constantes van a
enturbiar la vida sentimental de Vincent y, por
ende a incidir negativamente en su estado
anímico, cuando no en su trabajo. Por una parte
la hostilidad, ahora de la familia de Sien, que
sorprendentemente pugna porque ella lo deje
—Vincent explica a su hermano el porqué: “Yo no
ganaba bastante, no era bueno con ella, la soportaba
como modelo y la abandonaría tarde o temprano a su
suerte”—; y por otra, la forma de conducirse la
propia Sien, poco a poco deteriorándose su
comportamiento con el curso del año, primero
por el camino del alcohol, y después regresando
a su viejo oficio cuando le parecía oportuno. Con
el discurrir de los meses, Théo volverá a insistirle
en la necesidad de dejar una relación que se le
escapa, le degrada y le conduce nuevamente por
caminos de penalidades.
1883 Marzo. La Haya
Boceto muy completo en carta a Théo,
del dibujo Patio nevado
1883 Marzo. La Haya
Patio nevado
Dibujo a lápiz y pluma
1883 Primavera. La Haya. Excavadores de turba en las dunas. Dibujo a pluma y lápiz
1883 Primavera. La Haya. Excavadores de turba en las dunas. Dibujo a carboncillo, tiza de montaña negra, tinta de imprenta
1883 Marzo. La Haya. Apunte sobre El comedor público de beneficencia
1883 Primavera. La Haya
Distribución de sopa en un
comedor de beneficencia público
Dibujo a tiza negra natural, pincel en
pintura negra, acuarela blanca
opaca, rayado sobre papel
1883 Marzo. La Haya. Apunte sobre El comedor público de beneficencia
1883 Marzo. La Haya. El comedor público de beneficencia. Lápiz, tiza negra, acuarela
1883 Marzo. La Haya
Mujer con manos juntas, de medio cuerpo
Lápiz, tinta, acuarela
1883 Marzo. La Haya. Estudio de niña delante de una cuna.
(Presumiblemente los hijos de Sien)
1883 Primavera. La Haya
Sien, pelando patatas.
Dibujo a tiza negra
1883 Primavera. La Haya . Croquis en carta a Théo: Gente en el estudio
1883 Primavera. La Haya
Boceto. Hombre en una pensión
1883 Primavera. La Haya
Sien, sentada en una cesta, con su niña.
Dibujo a pluma, pincel, tiza de color, intensificado
con blanco
Vincent lee intensivamente y trabaja ,a veces
comenzando a las cuatro de la madrugada para
evitarse visitas molestas. Lee acerca de su oficio
y también mucha literatura: Hugo, Balzac, Zola,
Carlyle… y lo comenta con su hermano; a quien a
veces incluso le transcribe parrafadas enteras de
cuanto halla de especial valor entre sus lecturas.
La carencia de pinturas le hace centrarse sobre
todo en el dibujo, al que se entrega
profusamente, con resultados cada vez más
admirables.
El periodo 1882-1883, pese a su precariedad, la
falta de medios, y sus problemas sentimentales,
así como las presiones por unas u otras personas
sobre sus iniciativas y sus decisiones —externas
a su vida en pareja, pero también íntimas—,
para Van Gogh será sin embargo de enorme
crecimiento artístico y personal. Conseguirá
abstraerse en algunas fases, de un modo que le
permitirá fortalecer su vocación y sobreponerse
a tanta adversidad, en prosecución de su
camino.
La razón última de esa suerte de abducción es
que se “siente” crecer en su oficio como nunca
antes.
1883 Marzo. La Haya
Mujer con chal, cosiendo
Lápiz, acuarela, tiza negra
1883 Primavera La Haya
Hombre abriiendo la tierra
Dibujo a lápiz, tiza negra, pincel en negra,
acuarela gris opaca y blanca, lavado gris,
sobre papel verjurado marrón rosado
1883 Primavera. La Haya. Los campos de bulbos. Óleo sobre tela sobre hoja
1883 Primavera. Cavadores de arena en Dekkersduin cerca de La Haya. Dibujo a lápiz
1883 Primavera. La Haya
Mujer rezando
Dibujo a tiza negra, lápiz, pincel,
lavado, intensificado con blanco
1883 Primavera. La Haya. Mujer de Scheveningen con carretilla. Lápiz, acuarela
En mayo visitó a su amigo Van Rappart en Utrech para
mostrarle sus últimos trabajos, sobre los que recibió su
beneplácito, lo que le proporcionó una buena dosis de
confianza de regreso.
Para entonces Sien estaba encinta y él ni sabía ni preguntaba
por la paternidad de la criatura; ella había vuelto
esporádicamente a sus viejas actividades, un retroceso
acompañado nuevamente por el abuso de la bebida. A
Vincent, la situación, lejos de causarle rechazo hacia Sien, lo
que le originaba era una sensación de culpabilidad y de
impotencia por no ser capaz de reconducirla a una vida más
ordenada con él. Se preguntaba por sus carencias, se
torturaba con las razones de esa incapacidad suya para
mejorar la situación y conseguir dignificar la vida de su
compañera. Y, por el contrario, su piedad por ella se
acrecentaba.
Théo, quien nunca había renunciado a terminar con aquella
relación que ni siquiera se atrevías a valorar, vio entonces la
posibilidad de ahondar, no ya en sus habituales
reconvenciones de carácter moral o social, sino
especialmente de poner ante Vincent el lastre profesional
que le acarreaba la compañía de Sien, la merma en su
actividad que significaba su perturbación anímica constante,
el sufrimiento y la frustración que la mala vida de Sien le
ocasionaba y su incidencia en su trabajo diario. El abandono
de sus hijos, de quienes Vincent tenía muchas veces que
ocuparse, como de tantas obligaciones que ella obviaba en
su estado habitual.
1883 Primavera. La Haya
Boceto de mujer cavando
1883 Primavera La
Haya Hombre rezando
Dibujo a lápiz, tiza negra,
toques en tinta china
1883 Primavera. La Haya. Paisaje con mujer caminando.Dibujo a pluma y lápiz, lavado
1883 Primavera. La Haya. Mujer en su lecho de muerte. Tiza negra, lápiz, lavado, acuarela, intensificado con blanco
1883 Primavera. La Haya. Mujer en su lecho de muerte, cabeza (después de una pintura del siglo XVII) Dibujo a lápiz y tinta negra
1883 Primavera (final) La Haya. Jamelgo. Dibujo a lápiz, pincel en acuarela transparente y negra opaca, sobre papel acuarela
1883 Primavera (final) La Haya. Apuntes sobre una escombrera
1883 Primavera (final) La Haya. Apuntes sobre una escombrera
1883 Verano. Croquis:
Campesino con su esposa sentada
en una carretilla y Tres personas
volviendo del campo con patatas
1883 Verano. La Haya. Quemador de mala hierba, con su esposa sentada en una carretilla. Acuarela
1883 La Haya. Verano. Campo de patatas en las dunas
1883 La Haya. Verano. Cavando patatas
1883 Verano. La Haya. Granjas en Lossduinen cerca de La Haya al crepúsculo. Óleo sobre tela sobre hoja
La vecindad se burla de Vincent por su situación, mientras a él sólo le atormenta la idea de abandonar a Sien y a los niños. De dejar, por tanto, su misión inacabada. Por parte arrecia la
ofensiva de Théo: por primera vez ve abrirse, entre el dolor que le transmite su hermano, alguna fisura por donde le alcanza la luz, por donde se cuelan los hechos con total crudeza, el día a
día insoportable que lo conduce al desequilibrio y al desgarro interior. Por fin se hace evidente para Vincent que no puede seguir allí con ella, que necesita salir a toda costa. Consigue de
Sien el compromiso de que se pondrá a servir en alguna casa o incluso que intentará un matrimonio de conveniencia con algún viudo, y se decide a abandonar La Haya, una ciudad que
dejará quemada tras de si, hostil e irrespetuosa con él y con aquello a lo que dedica todas sus fuerzas. Si al principio, ciertamente, Sien fue un apoyo determinante y por muchos meses se
sintió exultante con aquella armonía entre su trabajo y su vida familiar que refería a su hermano, ahora, aun angustiado por su futuro y el de los niños, ansía los espacios abiertos y áridos
del norte, que un día le encareció Van Rappard.
1883 Verano. La Haya. Paisaje pantanoso (25 x 45,5 cm)
1883 Verano. La Haya. Camino a la playa
1883 Verano. La Haya. Paisaje con dunas. Óleo sobre hoja (33.5 x 48.5 cm)
1883 Verano. La Haya. Boceto: Jardinero junto a un manzano nudoso.
1883 Verano. La Haya. Árbol azotado por el viento
1883 Verano. La Haya. Vaca acostada (30 x 50 cm )
1883 Verano (final) La Haya. Granja entre árboles. Óleo sobre tela sobre hoja (28,5 x 39,5 cm.)
1883 Otoño. Paisaje en Drenthe. Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, acuarela blanca opaca, sobre papel verjurado
Drenthe
Croquis de una mujer agachada sobre un paisaje, en Drenthe
“Todo es hermoso aquí [Drenthe] donde quiera que vaya. La floresta tiene mucha más extensión que en Brabante, por lo menos cerca de Zundert o de Etten, es algo monótona a mediodía,
sobre todo cuando hay mucho sol: pero precisamente este efecto que he querido en vano pintar varias veces, no quisiera perderlo. (…) Entonces, en estas hora ardiente del mediodía, la floresta
dista a veces de ser encantadora; es excitante, fastidiosa y fatigante como el desierto, poco hospitalaria y en cierta manera hostil. Pintarla en esta plena luz y reproducir estos planos que se
continúan hasta el infinito, es algo que produce vértigo. (…) Este mismo sitio excitante y fastidioso —la tarde en que un pobre personajillo se diluye en el crepúsculo— cuando esta enorme
extensión de tierra tostada por el sol se vuelve oscura por oposición a los finos tonos lilas de un cielo a la caída de la tarde y que la última y sutil línea azul oscuro del horizonte separa el cielo y
la tierra, puede tornarse sublime como un J. Dupré.
Lo mismo sucede con los hombres, labriegos y mujeres; no siempre son interesantes, pero cuando se tiene paciencia con ellos, se ve todo lo que hay de Millet en esas personas”
1883 Drenthe: dos bocetos, uno de Campesino quemando malas hierbas, y otro de una casita de campo.
1883 Barco de turba con dos
figuras. Óleo sobre tela sobre hoja1883 Otoño. Drenthe. Campesino quemando malas hierbas (30.5 x 39.5 cm)
1883 Otoño. Nieuw- Amsterdam (Drenthe). Granja con montones de turba
En otoño, de septiembre a noviembre, se mantuvo en Nieuw-Amsterdam, la desolada región de landas y turberas de Drenthe, en el norte holandés, de cuyos áridos paisajes, despoblados
y monótonos le había hablado en su día Van Rappart. Plantaba el caballete, y una y otra vez le venían a la cabeza los niños y Sien; le angustiaba la idea del nuevo niño y no dejaba de
atribuirse un alto grado de culpa en lo que, en realidad, él no había tenido control alguno. Sus anteriores cartas a Théo estaban llenas de reproches repartidos entre todos, culpas y
justificaciones, en un totum revolutum del que sus pensamientos no acababan de emerger; o, en realidad, sólo lo hacían cuando conseguía desviarlos a su quehacer.
Septiembre de 1883. Cementerio de Drenthe. Esbozo por carta.
1883 Otoño. Croquis de Mujeres que trabajan en la Turba, en Drenthe
1883 Otoño. Drenthe. Paisaje con un puentecito. Dibujo con tiza negra, lavado, intensificado con blanco
1883 Otoño, en Drenthe. Labrador con dos mujeres
1883 Otoño. Drenthe
Granja con granero y árboles.
Dibujo a tiza negra, intensificado con blanco
1883 Otoño. Drenthe. Grupo de granjas. Acuarela
1883 Otoño. Drente. Boceto de un hombre que tira de una grada
“No veo la forma de describirte el país como sería necesario, porque me faltan las palabras; pero imagínate los bordes del canal como kilómetros y
kilómetros de Michel o de Th. Rousseau, de van Goyen o de Ph. De Koninck.
Plataformas o planos distintos de color que se van volviendo más y más estrechos a medida que se aproximan al horizonte. De trecho en trecho,
acentuados por una choza entre manchones de césped o una granjita o algunos esbeltos abedules, álamos o robles, por todas partes montones de turba, y
continuamente pasan barcas cargadas de turba o de carrizo provenientes de los pantanos.”
Croquis de una mujer agachada sobre un paisaje, en Drenthe
Julien Dupré (1851-1910) La recolectora de heno Théodore Rousseau (París1812- Barbizon 1867) Encinas (1852)
Vista de hielo con faro Sun
Jan Josephsz VAN GOYEN (HOL. 1596-1656)
1883 Otoño. Drenthe
Paisaje con un montón de turba y granjas
Acuarela opaca sobre papel de pergamino
1883 Otoño. Drenthe.
Boceto de Barco de turba con dos figuras y
grupo de personas trabajando en la turba
1883 Otoño. Drenthe. Barco de turba con dos figuras. Óleo sobre tela sobre hoja (37 x 55,5 cm)
1883 Otoño. Drente
Pastor con rebaño cerca de una iglesia pequeña en Zweeloo
Dibujo a pluma, lápiz, intensificado con blanco
Estuvo dos meses en aquellos páramos turberos y de allí salieron lienzos como Campesino quemando malas hierbas o el menos feliz Granja con montones de turba; también
algunas acuarelas como Puente levadizo en Nieuw-Ámsterdam y una docena de dibujos, esbozos y apuntes en carta a Théo. La mayor parte de ellos contagiados del
pesimismo y la oscuridad tonal de sus días, de su propia existencia. Pero Vincent ha dejado atrás un tiempo. En sus propias palabras:
“Aquí todo posee una belleza perfecta, como a mí me gusta. Quiero decir que aquí está la paz.”
Lo decisivo es el cambio que entonces se opera en Vincent y que él mismo es capaz de reconocer:
“Es, por otra parte, bastante curioso según creo que precisamente en estos días se haya operado en mí un cambio. Porque estoy ahora justamente en una atmósfera que me exalta con tal
pujanza, que ordena, regula, afirma, renueva y engrandece mis pensamientos a tal punto, que estoy completamente poseído. Y ya puedo escribirte lleno de los sentimientos que este triste
brezal solitario hace nacer en mí. Precisamente en este momento siento en mí el comienzo de algo mejor. Algo que todavía no es pero sin embargo veo en mi obra, cosas que hasta no hace
mucho yo no había usado todavía. La pintura se me vuelve más fácil, siento el ansia de dedicarme a una porción de cosas que he omitido hasta aquí.
(…) No puedo evitar representarme el porvenir compuesto no solamente de mí, sino de ti, pintores y colaboradores, camaradas, en este pequeño país de turba”
1883 Otoño. Drenthe. Puente levadizo en Nieuw-Ámsterdam. Acuarela
1883 Diciembre. Nuenen
Jardín de la casa parroquial
nevado con tres figuras
Dibujo a pluma y pincel en tinta marrón,
rayado, sobre papel de pergamino
Nuenen
1883 Diciembre. Nuenen. Paisaje nevado con la Vieja Torre. Dibujo a lápiz y pluma
Su padre había sido nombrado recientemente pastor en Nuenen, en el Brabante, los conocidos territorios de su infancia. Vincent considera la posibilidad de regresar con ellos, está angustiado,
pero también se siente extenuado física y, sobre todo, anímicamente hasta el límite de sus fuerzas, a causa de los desmanes sentimentales a que se ha visto sometido en ese año que termina.
Las condiciones climáticas en esa zona septentrional neerlandesa son tan poco propicias como difíciles de combatir con la precariedad de sus medios.
1883 Diciembre. Nuenen. Camposanto en invierno.
Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, tiza negra, intensificado con pintura blanca opaca, lavado marrón claro, sobre papel de pergamino
1883 Diciembre. Nuenen. Camposanto bajo la lluvia. Dibujo a lápiz, pluma
Efectivamente, Vincent llega a casa de sus padres extenuado y mostrando un aspecto miserable. Es acogido con tanto tacto como frialdad por quienes no aciertan a entender
la forma de vivir de ese hijo y, asimismo, presumen el peligro que constituye para la concordia en la casa familiar y también en la pequeña comunidad protestante que es
Nuenen. Una comunidad que pronto recela de Vincent; a lo que poco ayuda el que él se instale, precisamente, en un estudio ubicado en la casa del sacristán de la iglesia
católica del lugar; como tampoco la nula atención que presta a los oficios religiosos cuyo oficiante es su propio padre.
1883 Diciembre. Nuenen
Camposanto bajo la lluvia
Dibujo a pluma, pincel, tiza de color, intensificado con blanco
1883 Diciembre. Nuenen
Venta de madera
Carboncillo o tiza negra, acuarela trasparente y opaca, sobre papel verjurado
1883 Diciembre. Nuenen. Funeral en la nieve cerca de la Torre Vieja. Dibujo a tiza negra, pluma, tinta marrón, lavado
“El cementerio, con las
cruces de madera, me
corretea mucho en la
cabeza; haré quizás algunos
estudios preliminares —lo
quisiera bajo la nieve—, un
entierro campesino o
alguna cosa así.”
1883 Diciembre. Nuenen. Paisaje con una iglesia. Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
1883 Nuenen. Diciembre
Paisaje nevado con mujer encorvada
Dibujo a pluma, lápiz
1883-84 Tejedor
Lápiz, acuarela
transparente y opaca,
pluma en tinta marrón,
sobre papel verjurado
1883-84 Tejedor. Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón y acuarela marrón transparente, sobre papel verjurado
1883 Dic. Melancolía. Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
“Probablemente te sorprenderá que no te haya dicho nada de mi
intención de venir a casa y que te escriba desde aquí. Ante todo quiero
agradecerte tu carta del 1 de diciembre, que acabo de recibir aquí, en
Nuenen.
Desde hace tres semanas no estoy bien de salud —me he visto afectado
por todo tipo de molestias, consecuencia del reúma y de mi
nerviosismo.
(…) Varias razones me han llevado a volver a casa, aunque el proyecto
me asustaba enormemente.
Mi viaje empezó con una caminata de más de seis horas a través del
brezal en dirección a Hoogeveen. En una tarde de tormenta, bajo la
lluvia y la nieve.
Este paseo me levantó la moral o, más exactamente, mi estado de ánimo
y la naturaleza estaban tan íntimamente ligados que esa afinidad me
tranquilizó enormemente. Pensé que, quizá, mi regreso a casa me
ayudaría a decidir qué debo hacer.
Drenthe es magnífico, pero poder aguantar allí el tirón depende, para
mí, de varios factores, en especial de mi rechazo a la soledad. Creo que,
si le hablara a Pa de este problema, resolvería inmediatamente el asunto
y sacaría alguna conclusión, pero yo no tengo prisa por sacar
conclusiones; por ejemplo, veré mis reacciones después de haber
pasado aquí una semana. En este momento, realmente ignoro lo que
debo hacer.”
Hay un trasfondo de capitulación en esta carta a su hermano. A Vincent no
le resulta fácil explicar su regreso a casa, tras tanta acritud por su parte hacia
sus padres, tanto negarle al propio Théo la posibilidad de una reconciliación.
Y un cansancio, más que evidente:
Por esos días viaja a La Haya para encontrarse con Sien. Lo que pretende ser
un viaje para comprobar la mejoría que se ha obrado en la vida de ésta,
resulta ser el peor de los escenarios, con una Sien entregada a su oficio, sola
y viviendo de la manera más miserable concebible. Cabe imaginar el golpe
que supuso para Vincent el encuentro y la comprobación de semejantes
circunstancias, su desgarrado dolor. Pero él es otro hombre, muy alejado
de ella en poco tiempo, porque ahora es ya el pintor Van Gogh, entregado
en cuerpo y alma a su oficio e incapaz de titubear ante su arte.
1883-84 Tejedor
Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma
en tinta marrón, sobre papel verjurado
1883-84 Tejedor
Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma en
tinta marrón, sobre papel verjurado.
1884
Croquis a Théo de Iglesia en Nuenen con una figura, de enero de 1884 en Nuenen
1884 Enero. Nuenen
Iglesia en Nuenen, con una figura
Dibujo a pluma
A mediados de Enero, su madre sufrió
un accidente y se fracturó una pierna, lo
que la obligó a permanecer en reposo.
Vincent le dibujó esta Iglesia en Nuenen
para acompañarla y obsequiarla. Él
trabaja en diversos Tejedores, cuya
realización aplaza para atender a su
madre. Pero su humor se ha
ensombrecido, y sombríos serán sus
paisajes y sus trabajadores de uno u
otro oficio, sus campesinas, sus
bodegones tristes, y de una severa
modestia.
Sólo su constancia en el trabajo
permanecerá inalterable a lo largo de
todo el año.
En Nuenen pintará febrilmente durante los dos siguientes años en que permanecerá allí. Los primeros lienzos importantes, numerosos bocetos, dibujos y acuarelas forman
la última fase de consolidación de su formación. Cuadros como Los comedores de patatas (1885), numerosos tejedores, cabezas de lugareños, ancianos del hospicio,
campesinos, hombres o mujeres en las más diferentes actividades o posando, naturalezas muertas con muy diversos motivos; todo ello, fruto de un esfuerzo y una
dedicación formidables, verdaderamente difíciles de igualar por cualquier otro pintor de cualquier tiempo. Siempre ignorando el coste para su salud de semejante sacrificio y
abstrayéndose además de la incomprensión primero y, al cabo, de la hostilidad circundante.
Cuando, ya fallecido su padre, su madre abandonó Nuenen, ya en la primavera de 1886, varias cajas con muchas de las telas fruto de todos esas fatigas quedaron guardadas
temporalmente en casa de un comerciante de Breda para, finalmente, acabar por ser subastadas. Un sastre local, M. Mouwen, adquiriría la parte de todo ello que
actualmente se conserva.
Boceto de mediados de enero de 1884
Boceto de enero de 1884
1884 Enero. Nuenen
Tejedor mirando hacia la derecha
(Media figura) 48,0 x 46,0 cm
Boceto de enero de 1884. Tejedor
1884 Enero. Nuenen
Silueta de una mujer campesina
cavando zanahorias
Dibujo a pluma, lavado
1884 Febrero. Nuenen. Tejedor
mirando hacia la derecha
Óleo sobre tela sobre hoja (37 x 45 cm)
1884 Febrero. Nuenen. Tejedor mirando hacia la derecha. Acuarela
1884 Febrero. La vieja torre de Nuenen con un labrador (34,5 x 42 cm)
1884 Febrero. Nuenen
Congregación saliendo de la iglesia
reformada en Nuenen
(41.3 x 32.1 cm)
1884 Febrero. Nuenen
Mujer con carretilla de noche
Dibujo a pluma
1884 Marzo. Nuenen
Avenida de los álamos
Dibujo a lápiz, pluma en tinta
marrón, sobre papel de pergamino
1884 Marzo. Nuenen
Jardín de invierno
Dibujo a pluma y pincel, sobre papel de pergamino
1917
The Distant Island
1884 Marzo. Nuenen
Abedules podados
Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, intensificado con
acuarela blanca opaca, sobre papel de pergamino
1884 Detrás de los setos. Dibujo a lápiz y pluma
1884 Marzo. Nuenen
El martín pescador
Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, intensificado con
acuarela blanca opaca, sobre papel de pergamino
1884. Marzo. Nuenen
Detrás de los setos
Dibujo a lápiz y pluma
1884 Marzo. Nuenen
Jardín de la casa parroquial
Dibujo a pluma, intensificado con blanco
1884 Marzo. Nuenen
Tejedor mirando hacia la izquierda con rueca
(61 x 85 cm)
1884 Primavera. Nuenen. La vieja torre de Nuenen con gente caminando. Óleo sobre tela sobre hoja (33,5 x 44 cm)
1884
Primavera. Nuenen
Cuneta
Dibujo a lápiz, pluma en tinta,
intensificado con blanco opaco y
pintura verde sobre papel de
pergamino
1884 Primavera. Nuenen. Paisaje con olmos podados.Óleo sobre tela sobre hoja (43 x 58 cm)
1884 Primavera. Nuenen. Casas con techos de paja. Dibujo a lápiz, pluma en tinta, intensificado con blanco
1884 Primavera. Nuenen. Pinos sobre el terreno. Dibujo a pluma y pincel, sobre papel de pergamino
Boceto de primavera con el jardín de la rectoría y sus árboles en flor
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Vincent sobre Vincent.- 1. EL JOVEN VINCENT. Del púlpito al caballete

  • 2. I. EL JOVEN VINCENT. DEL PÚLPITO AL CABALLETE II. PARÍS SANS GLAMOUR III. EL ESPLENDOR PROVENZAL IV. ORATE EGREGIO. ST. RÉMY-AUVERS
  • 3. «Frente a la lucidez de VAN GOGH, la psiquiatría no es más que un refugio de gorilas obesos y perseguidos que no tienen para aliviar los más espantosos estados de la angustia y de la socavación humana, sino una terminología ridícula, digno producto de sus cerebros tarados» Antonin Artaud
  • 4. I. EL JOVEN VINCENT — DEL PÚLPITO AL CABALLETE 30 de Marzo 1853 — Marzo 1886
  • 5. Incluso entre aquellos para quienes Van Gogh no cuenta en la nómina de sus pintores favoritos, será difícil hallar quien le niegue la admiración que merece la enormidad de su obra y su trascendencia, su decisiva influencia en tantos y tan eximios pintores en quienes podemos hallar desde entonces, poco tiempo después de su muerte hasta hoy, su indeleble rastro; ni tampoco dejarán de apreciar la genialidad de su desempeño, a veces visionario, siempre vanguardia e inspiración para toda creación posterior, e inmediatamente para un universo tan pleno, fructífero y duradero como iba a ser el expresionismo, abstracto y figurativo, fauvismo mediante; ni, por qué no, consideración a su popularidad, la amplísima variedad de sensibilidades que por tan distintas vías concurren en su obra, desde entonces hasta hoy, con una admiración inextinguible, mal deudora de modas. Con todo ello, a pesar de todo ello, conocida su obra y una vez leída también la copiosa correspondencia que mantuvo con su hermano Theo fundamentalmente —de carácter profesional, con Anthon van Rappard— lo verdaderamente fascinante de esa obra, como acaso pocas otras más, es su imbricación en un todo indisociable con el autor, con la biografía de quien iguala en muchos aspectos y aun sobrepasa la grandeza de la misma, de tal modo además, que resulta determinante para su plena comprensión. Hay que añadir, por otra parte, que la obra pictórica de Vincent van Gogh es de las pocas a las que la reproducción gráfica no la hizo desmerecer respecto a la obra en vivo, original, ni mucho menos en la medida terminante en que lo haría con la de otros pintores de cualquier tiempo, lo que sin duda favoreció su irradiación y, sobre todo, su creciente buena acogida entre el público, cuando éste todavía no se movía entre ciudades y museos como lo hacemos hoy. Enormidad en términos cualitativos, sin duda, pero también por su extensión y variedad temática. Y, sin embargo, la de Van Gogh fue una obra fraguada, cierto que a un ritmo estajanovista, en algo menos de una década. La que transcurre entre 1880, en que con 27 años comienza a dibujar y a pintar de manera sistemática, dedicando a ello todo su tiempo y el aciago verano de 1890, en el que, en algún trigal perdido por los alrededores de Auvers-sur-Oise, determinó dispararse un tiro en el pecho que le causaría la muerte un par de días después.
  • 6. La profundización en su obra y en la tormentosa biografía de Vincent va adhiriendo un sinfín de detalles a esa impresión inicial, que vienen a reforzar la de hallarnos ante un personaje de una talla humana excepcional, digno de la mayor admiración y respeto, no sólo por un legado artístico cuya dimensión él jamás hubiera podido concebir desde una personalidad tan empapada de humildad —tantas veces zaherida, acosada otras—, sino de forma muy remarcable por el modo prometeico en que su autor se sobrepuso a toda precariedad para entregarse ciegamente a su pasión, tan tardía y tan ascéticamente concebida. Con la singularidad de que una vez conocidos ambos, el personaje —su biografía— y su obra ya resultan un continuo amalgamado. En el sentido de que sus croquis, sus bocetos, dibujos, acuarelas y óleos, sin quererlo, al examinarlos te transportan a un periodo concreto de calma o de zozobra, a una fase de ánimo cimero o abisal. Bien a esos estadios de pugna denodada por alcanzar a dibujar todo cuanto le rodea casi desesperadamente, bien a esos otros de la destreza lograda, la seguridad de un trazo ya ligero, indiferente y libre, sin otro dueño que la mente ávida y siempre insatisfecha de su autor. Pero asimismo, en el sentido de que no es posible hablar de Vincent van Gogh, sin aludir a qué momento nos estamos refiriendo de esa década o de los años previos de su formación juvenil y acaso de dislocación creciente con su mundo y con su tiempo, con la vida misma; el Vincent juicioso y reflexivo, peripatético paseante que localiza temas en Etten, en La Haya o en Arlés o el que incurre en dislates que paralizan a sus circunstanciales compañeros de viaje, despertando en ellos su recelo y su temor; a qué tramo de su arduo camino nos referimos, al minero, el parisino, el arlesiano, al paciente en Saint Rémy..., lo que es hablar, en suma, de su personal orografía anímica, la delicada gráfica de sus desequilibrios entretejiéndose con la de sus logros artísticos más brillantes.
  • 7. Vincent van Gogh nació en Groot-Zundert, en el Brabante neerlandés, un treinta de marzo de 1853. La fotografía inferior izquierda corresponde a la casa parroquial de dicha localidad, a su vez casa natal del propio Vincent, hijo y nieto de pastores evangelistas y con un largo linaje de clérigos alternándose en su ascendencia con comerciantes, que en la generación previa a la suya coincidirían en serlo precisamente de arte, como marchantes, hasta en tres casos entre sus parientes directos. Fue el mayor de los seis hijos de Ana Cornelia y del pastor Théodore, quienes le procurarían una cuidada educación en un internado privado hasta los dieciséis años en que, como aprendiz, comenzaría a trabajar en la galería de arte de su tío Vincent en La Haya, una filial de la parisina Goupil, con sede en varios países y de la que su pariente era socio. Fue así que Vincent cruzó el Canal en el año 1873 con destino a la sucursal de Goupil en Londres, y dos años después a la sede parisina, donde residió un año más, hasta que en 1876, por desavenencias con sus jefes entre otras razones, se despidió para regresar a Holanda. Su hermano Théo, quien sería su protector y fiel confidente a lo largo de toda su vida, seguiría esa tradición de comerciante de arte, en París, donde se establecería poco después, hasta su muerte, acaecida al poco de la del propio Vincent. De la infancia y adolescencia de Vincent Van Gogh nos queda la semblanza de un joven muy introvertido, tendente al aislamiento, de ánimo voluble y fuerte carácter. Como estudiante, la de un alumno muy poco integrado y con intereses aún menos en consonancia con la mayor parte de las materias objeto de su instrucción. La de alguien, en fin, que fue siempre causa de preocupación para su familia, por sus excentricidades y la aparente desorientación de sus pasos.
  • 8. 1879 Verano. Mina de carbón en el Borinage. Lápiz, acuarela transparenta, sobre papel de pergamino La primera vocación que se despertó en el joven Van Gogh fue la de misionero, la de pastor evangelista, como su padre y su abuelo. Ese despertar sucedió en Londres, adonde fue por primera vez en junio de 1873, con veinte años, para permanecer allí hasta el mes de octubre. Más adelante hubieron otros dos viajes a la metrópoli del Támesis. El siguiente —de carácter exclusivamente sentimental—, desde final de diciembre de ese mismo año, sólo dos meses después de su vuelta a París, un Vincent desesperado pide de nuevo el regreso a Londres, que le es concedido no sin reparos, obstinado como está en pretender una relación imposible con Ursula*, la hija de su casera al otro lado del canal, quien no sólo le había rechazado ya sino que le profesaba la más absoluta indiferencia —en realidad se ha venido burlando de su candidez y de las grandes expectativas de matrimonio que ciegamente albergaba él—. La penosa comprobación de lo cual, de la nula consideración que le profesaba la destinataria de su fervor, le haría permanecer allí hasta mayo del año siguiente, 1875, en que otra vez regresa al continente despechado, solo y sumido en el mayor abatimiento. Por último, hubo una tercera y última estadía, por su cuenta, al margen ya de las galerías Goupil. Lo remarcable es que, en todos esos periodos —de una densidad vivencial sólo propia de Vincent—, fueran cuales fueran sus circunstancias, el esteta, el artista que hay en él no deja de hacerle siempre referencias a Théo sobre pintores que ha conocido o que desea conocer, referencias a la necesidad de seguir la evolución de la pintura, de leer La Gacette des Beaux-Arts: *algunos biógrafos coinciden en que se ha confundido el nombre de la chica con el de la madre, según este criterio Eugene sería el de ella y Ursula pues, el de la madre.
  • 9. En la última de esas etapas, Vincent acude de nuevo a Londres porque ha conseguido trabajo, en principio como profesor de francés en una institución con sede en Ramsgate —condado de Kent—, a la sazón reubicada en Isleworth, junto al Támesis. El alumnado, proveniente sobre todo del área suburbial del Est End londinense, no atiende los pagos al pensionado con la debida regularidad y el director decide que sea un sensible y taciturno Vincent quien se ocupe del cobro. Vincent conocerá entonces toda suerte de penalidades en barrios obreros tan deprimidos, de tan infrahumanas condiciones como no hubieran en la ciudad; esa otra cara de la metrópoli que aún resulta más terrible a sus ojos que la conocida a través de su admirado Dickens. Para él tomar partido por los desfavorecidos nunca será, y tampoco entonces, siquiera objeto de consideración y análisis, de cotejo, sino un inmediato reflejo moral que se abre paso ante cualquier conveniencia personal o social. Su incompetencia para ese encargo no es tal pues, sino más bien renuncia a perseguir a quienes no tienen posibilidad de darle nada en realidad. Pero, precisamente allí donde el pecado más grave viene siendo el concerniente al dinero, ese no puede ser ni lejanamente un criterio para la institución y, al poco, es despedido. Afectado en lo más íntimo, consternado, no por el despido sino por las condiciones extremas que ha visto ante si, engagé como sólo él es capaz con aquella comunidad, de igual modo en que más tarde lo estará con los mineros belgas y a lo largo ya de toda su vida, ética y estéticamente, con la pobreza y las penalidades de los más humildes, Vincent siente despertar en él la vocación de su padre y comienza a trabajar como ayudante de predicador de un pastor metodista, “predicando la palabra de Jesucristo”, según informa a su hermano. Se inicia un ciclo de fervor religioso y de algo más que un abnegado compromiso con los desheredados, los excluidos londinenses. Con esa propensión a la demasía que será privativa de Vincent para siempre, más que hacer adeptos entre la comunidad obrera a cargo del predicador, Vincent los deja muchas veces sumidos en la perplejidad, cuando no los espanta con la desmesura de sus juicios, su testimonio personal y sus prédicas desgarradas y confusas. La carga que acarrea sobre si durante semanas, sus desvelos excesivos y las atenciones a que se obliga acaban por pasarle factura y enferma, si bien él considera la enfermedad sólo como un inconveniente nimio que debe obviar resignadamente ante Dios. Las cartas a Théo que se conservan de ese periodo rozan lo místico, a fuer de piadosas. Forzado por su familia o motu proprio, no hay noticia de ello, lo cierto es que Vincent llega de regreso a Etten pasada la Navidad de 1876, con veintitrés años, por primera vez agotado y enfermo. De nuevo uno de sus tíos le encuentra ocupación en una librería de Dordrecht, como dependiente. Un oasis de paz para Vincent, porque los libros son su otro medio natural, el hábitat aislante donde prospera el sosiego que necesita para superar los excesos emocionales, donde acaso se posan clementes esos negros pájaros que sobrevolarán muchas veces sus trigales y cipreses desazonados. “Si ves también algo de Lagey, de Braekeleer, Wauters, Maris, Tissot, Jorge Saal, Jundt, Ziem, Mauve, escríbeme sobre eso: son pintores que me gustan mucho (…) Sí, el cuadro de Millet, el Angelus del anochecer, «es algo», es magnífico, es poesía. Con cuánto gusto hablaría todavía de arte contigo, pero no tenemos mas que escribirnos con frecuencia: encuentra bello todo lo que puedas; la mayoría no encuentra nada suficientemente bello.” (Londres, julio de 1873).
  • 10. 1880 El ángelus. Dibujo. Lápiz, tiza roja, intensificado y lavado con papel Ingres blanco
  • 11. Jean François MILLET (1857-59) El Ángelus . Museo de Orsay (55,5 x 66 cm)
  • 12. vive como ellos, les regala su ropa y se entrega a su labor pastoral de esa manera un punto fanatizada con que acomete toda actividad. Hasta el extremo de abandonarse y llegar a presentar un aspecto astroso que despierta la alarma de sus conocidos, quienes finalmente advierten de ello a su familia. Aun en tales condiciones, Vincent no deja de dibujar, a veces acurrucado en los montículos de mineral desechado de la mina, a las personas que conforman el único mundo que le va a interesar para siempre, el de los pobres trabajadores, los mineros, campesinos, tejedores, el de las mujeres hacendosas… Como consecuencia de su despido, el otoño/invierno de 1879 será para Vincent uno de los periodos más penosos de su vida, en el que llegará a convertirse en un itinerante vagabundo que cambia sus dibujos por algo que comer. Desde aquella localidad —cuya iglesia puede verse en la imagen—, en junio, a pocos pasos de iniciarse esa funesta etapa, todavía ajeno pues a lo que le esperaba, escribe: En 1878, pese a serle denegado el nombramiento de pastor tras haberlo intentado, primero en Ámsterdam y, después, durante el otoño, en una escuela evangelista de Bruselas, Vincent decidido a entregarse a su misión parte por sus medios hacia el Borinage, una región hullera belga muy deprimida y de condiciones cotidianas casi extremas, donde él pretende compartir la vida de sus habitantes y predicar por su cuenta. A finales de ese año, sin embargo, el Comité de Evangelización rectifica y le concede un nombramiento para seis meses, en Wasmes, en esa misma región minera. Un nombramiento que le dotaba de un medio de supervivencia, pero que acabarían por no renovarle, acaso por el mismo llamativo celo e inusitada abnegación que le valieran antes la rectificación y el puesto. Vincent, ante aquellas condiciones infrahumanas de sus vecinos recibe un nuevo impacto y, como ya le ocurriera en Londres, la situación le desborda: “No conozco mejor definición de la palabra arte que ésta: «el arte es el hombre agregado a la naturaleza»; la naturaleza, la realidad, la verdad, pero con un significado, con una concepción, con un carácter, que el artista hace resaltar, y a los cuales da expresión, «que redime», que desenreda, libera, ilumina. Un cuadro de Mauve o de Maris o de Israels dice más y habla más claramente que la misma naturaleza.” Durante sus estudios religiosos en Bruselas, muy dificultosos como en Ámsterdam, sobre todo por el aprendizaje del latín y del griego pero también como consecuencia de sus maneras poco sociables, Vincent había escrito a su hermano: “Siento la tentación de dibujar esbozos sumarios de numerosas cosas, de todo lo que encuentro en mi camino, pero es preferible resistir tal tentación porque acaso me desviaría de mi trabajo propiamente dicho” (Wasmes, junio de 1879)
  • 13. 1880 Verano (final). Cuesmes. Mineros. Dibujo a lápiz sobre papel
  • 14. 1880 Otoño. Cuesmes. La hija de Jacob Meyer (después de Holbein) Dibujo a pluma y lápiz
  • 15. 1980-81 Mujer campesina francesa amamantando a su bebé (después de Dalou). Dibujo Jules Dalou, escultor realista francés, coetáneo de Van Gogh
  • 16. Prácticamente todo lo que dibujó en el Borinage ha desaparecido, aunque Van Gogh volvería más adelante a algunos de los temas allí concebidos. En diciembre del 78, cuando todavía reside en Wasmes, escribe a Théo: “Estos últimos días, los días sombríos que anteceden la Navidad, ha caído la nieve. Todo recordaba los cuadros medievales de Brueghel el campesino y de tantos otros que han logrado expresar de una manera tan impresionante el efecto característico del rojo y el verde, del negro y del blanco. Lo que se ve aquí me hace pensar siempre en la obra, por ejemplo, de Thijs Maris o de Alberto Durero. Hay aquí caminos profundos, cubiertos de zarzas y de viejos árboles torcidos con raíces fantásticas que se parecen totalmente a ese camino de un aguafuerte de Durero: El caballero y la muerte.” Durero trata de expresar en este grabado a buril sobre cobre al aguafuerte, la doctrina recogida en el Enchiridion militis christianis ("Manual del Caballero Cristiano") que Erasmo de Rotterdam publicó en 1504. El camino de la virtud es largo y lúgubre, el caballero tiene que estar despierto, bien dispuesto y fuerte ante los peligros y las tentaciones que le asaltan. En compañía de la muerte y el demonio, el caballero, soldado de Cristo, va erguido, la vista fija adelante — ajeno a las tétricas criaturas que le circundan—, en pos del castillo que se alza en la colina, que es su meta y la única visión plácida de toda la composición. La Muerte, un cadáver habitado por serpientes que se retuercen, se le acerca montada en un caballo con los huesos visibles, para tenderle un reloj al que le queda la mitad de su arena por caer, alegoría de que la muerte se acerca pero no de manera inminente. Tras él, un demonio monstruoso con una sonrisa macabra, portando una pica. El caballero la muerte y el diablo. Hacia 1513 (246 x 190 cm) Biblioteca Nacional de Francia (París)
  • 17. La vicaría y la iglesia de Etten. Lápiz, acuarela transparenta, sobre papel Vincent, porfiado lector desde aquella adolescencia huraña y solitaria que fue la suya, se ha convertido en una persona cultivada, conocedora de los clásicos. Frecuenta a Shakespeare, Dickens, pero asimismo la literatura de su tiempo, los escritores franceses, con quienes comparte su conciencia social —Émile Zola a la cabeza—, y también los grandes creadores rusos, que le dejarán su impronta. El paso por las filiales en Londres y París de la galería Goupil, le ha permitido conocer las obras de los paisajistas ingleses y, en el continente, toda la corriente romántica y realista que le ha precedido y es objeto entonces del mayor interés y de la más unánime aceptación: Delacroix, Dupré, Millais, Jules Breton, Matthijs Maris, Doré… Y a quien llevará siempre consigo: Jean-François Millet, el pintor de los campesinos, de la vida rural, de los humildes, con quien mantendrá un persistente diálogo para siempre; haciendo copias de sus obras se iniciaría seriamente en la pintura, y a lo largo de esa década de producción seguirá realizando versiones de ellas, hasta sus últimos días.
  • 18. 1881 Burro y carro. Dibujo a lápiz, carboncillo, tiza negra, acuarela blanca opaca, sobre papel verjurado
  • 19. 1881 Otoño. Etten Camino con olmos podados. Boceto Vincent ha aprovechado sus estadías en París y Londres para visitar museos y nunca ha dejado de interesarse por la pintura, de manera especial, pero tampoco ha dejado de profundizar en la cultura: “… tengo una pasión más o menos irresistible por los libros y tengo necesidad de comer mi pan. Tú, tú podrás comprender esto. Cuando estaba en otro ambiente de cuadros y de cosas de arte, tú sabes bien que sentí entonces por ese ambiente una violenta pasión que iba hasta el entusiasmo y no me arrepiento, y todavía, ahora, lejos del país, siento a menudo la morriña por el país de los cuadros. (…) En vez de dejarme llevar por la desesperación he tomado el partido de la melancolía activa mientras tuviera necesidad de actuar, o en otros términos, he preferido la melancolía que espera y que aspira y que busca, a la que, abatida y estancada, desespera.”
  • 20. Boceto con olmos podados en carta a Théo
  • 21. 1881 Olmo podado. Tiza negra, acuarela, intensificado con blanco
  • 22. Octubre de 1881. Boceto con árboles podados
  • 23. 1881 Camino con olmos podados y hombre con escoba. Dibujo a lápiz, lavado
  • 24. 1881 Campesino con un palo. Tiza negra “Un pájaro en la jaula, en la primavera, sabe muy bien que hay algo para lo cual serviría, siente fuertemente que hay algo que hacer, pero no lo puede hacer. ¿Qué es? No lo recuerda bien, después tiene ideas vagas y se dice: «Los otros hacen sus nidos y tienen sus hijos y crían la nidada»; después se golpea el cráneo contra los barrotes de la jaula. La jaula sigue allí y el pájaro vive loco de dolor. «Mira qué haragán», dice el pájaro que pasa (…). […] … la prisión se llama a veces prejuicio, malentendido, ignorancia fatal de esto o aquello, desconfianza, falsa vergüenza.” Todo lo anterior escribe a Théo en una larga carta fechada en julio de 1880, tras nueve meses de silencio y distanciamiento con él y con toda su familia, durante los que se ha dedicado a vagar por Francia y Bélgica sin asidero alguno, como un paria tras su exclusión de la prédica religiosa, incapaz de soportar más reproches y hurtándose así a la mirada alarmada de todos ellos. Tal cual lo deja reseñado en esa misma carta: “Involuntariamente me he convertido en la familia en una especie de personaje imposible y sospechoso, sea lo que sea, alguien que no merece confianza. ¿A quién podría ser útil yo de alguna manera?” Ha vagado tratando de sobreponerse a sus sucesivos fracasos y desengaños; tal como lo viera el pastor Théodore con ocasión de la primera negativa del Comité de Evangelización: con veintisiete años, “nos apena mucho ver que no conoce literalmente el goce de vivir y se pasea siempre con la cabeza gacha, buscando sistemáticamente lo que trae dificultades.” ¿A qué dedicarse, cómo sentirse útil?
  • 25. 1881 Campo con tormentas Dibujo, Lápiz, tiza negra, lavado, intensificado con blanco
  • 26. 1881 Hombre arrodillado, plantando. Dibujo a carboncillo, lavado, tiza negra, intensificado con blanco
  • 27. 1881 Muchacho cortando hierba con una hoz. Tiza negra y acuarela
  • 28. Vincent escribe a Théo ininterrumpidamente durante esa década prolífica, salvo los dos años aproximadamente que estuvo viviendo en París junto a él, periodo del que nos quedan los numerosos testimonios de diferentes artistas, marchantes, críticos y otras personas que le conocieron. Escribe mucho mejor de lo que se expresa de palabra; de hecho fue su incapacidad para el discurso oral lo que adujo el Comité de Evangelización para hacerle a la posteridad el inmenso favor de encaminar al artista hacia su verdadera religión: su devoción excepcional por el dibujo y la pintura, ése que finalmente sí sería su sacerdocio. Y como escribió bastantes décadas después Truman Capote, a propósito de su propio oficio artístico, en el excelente prólogo a su libro de relatos Música para camaleones: “… un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.” Carente de expectativas, animado por su hermano, en 1880 Vincent decidió encadenarse a ese otro amo suyo y se dedicó a la pintura con la pasión que había puesto en predicar el Evangelio, en dibujar cuanto veía a su alrededor, en sus amores unilaterales o, sensu contrario, en su alienado desinterés por cuanto no hallara a un tiempo humano, verdadero y trascendente. Y a tal fin, se trasladó de inmediato a Bruselas con intención de tomar clases; algo sólo transitoriamente posible para una personalidad tan compleja e inestable como la suya, con un criterio entonces todavía intuitivo pero firme que confrontar con quien le enseña. Aunque a la postre no resultara una estancia vana, pues allí conoció al pintor Anthon Van Rappard, con quien sí mantendría una larga relación de amistad. Desde Bruselas, en enero de 1981, escribe a Théo: Londres: una peregrinación. Con ilustraciones de Gustave Doré (Londres, 1872), un proyecto del periodista Blanchard Jerrold sobre lugares del Londres costumbrista victoriano, de dramáticos contrastes, al que contribuyó Doré con 180 grabados. “Me agrada mucho el paisaje, pero aun diez veces más estos estudios de costumbres, a veces de impresionante verdad, tales como los que Gavarni, Henri Monnier, Daumier, de Lemud, Henri Pille, Th. Schuler, Ed. Morin, G. Doré (por ej.: en su Londres), A. Lançon, De Groux, Félicien Rops, etcétera… han dibujado magistralmente.”
  • 29. “Tú sabes que me he entregado de lleno a hacer acuarelas, y si logro formarme la mano, se venderán. (…) Algún tiempo después te envié algunos dibujos a la tiza y al carbón y al pincel, y he vuelto a casa de Mauve con toda una serie de dibujos, respecto a los cuales tuvo naturalmente observaciones que hacer, y con motivo, y tú también, pero ya había dado un paso adelante. Heme aquí de nuevo en un período de lucha y de descorazonamiento, de paciencia y de impaciencia, de esperanza y desaliento. Pero es necesario que lo atraviese victoriosamente y bien pronto tendré una concepción mejor de la acuarela.” Y en Post Scriptum de esa carta de 7 de enero de 1881, añade: “Te cuento algunas frases que me han hecho impresión y emocionado profundamente en el Millet de Sensier (*); son estas palabras de Millet: «El arte es un combate; en el arte es necesario jugarse hasta la piel.» «Se trata de trabajar como varios negros: Preferiría no decir nada antes que expresarme débilmente.» (*) Se refiere a la obra canónica sobre Millet escrita por su íntimo amigo, Alfred Sensier. Una biografía, ilustrada con cartas, notas y otros documentos originales recopilados por el autor.
  • 30. Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, acuarela opaca de colores gris y verde, lavado marrón, sobre papel de pergamino gris 1881 Sembrador (después de Millet)
  • 32. Honoré DAUMIER (1808 - 1889) Paseantes en la noche Pero la responsabilidad y la presión son ya muy grandes para entonces. Casi nadie cree que a su edad pueda empezar una nueva carrera, ahora como pintor, un oficio y un mundo en el que es tan poco probable que encajen él y su personalidad, como esos dibujos oscuros con motivos “poco agradables” al espectador: Su presunta locura es el estigma que le perseguirá para siempre. En la familia, tras su fiasco en la comarca minera belga y aireadas sus excentricidades y el descomedimiento con que se condujo allí, ha rondado la idea y se han hecho gestiones para internarle en el manicomio de la ciudad de Gheel, próxima a Amberes. Théo ha tenido que ponerle en antecedentes para amortiguar el impacto de la eventual noticia de esas intenciones, lo que, cabe imaginar, debió significar un revés psicológico de consecuencias imponderables. Rebus sic stantibus, en abril de 1881 se traslada a la ciudad holandesa de Etten (Etten Leur, cerca de Breda), adonde ha sido destinado su padre, porque no puede mantenerse, y se pone a dibujar sin descanso en cuanto llega, lo que inicialmente les tranquiliza. Necesita demostrarles que no es aquel pájaro haragán que ven desde fuera de su jaula. En verano es visitado por Van Rappart, quien a su vez tiene con él una relación ambivalente: respetuoso ante la pasión que muestra por la pintura, sus afanes por dominar el oficio, pero también temeroso de su tirón emocional, a veces incontenible: “sombríamente fanático”, le describe. También visita a su primo en la capital, el también pintor Anton Mauve, quien sí le anima a seguir y le transmite la grata impresión de que no tardará en ser capaz de realizar algo “vendible”. “Un campesino que mira cómo dibujo un tronco de árbol y me ve trabajar durante una hora sin moverme, se imagina que estoy loco y se burla de mí. Una damisela, que hace aspavientos ante un obrero ataviado con su traje de trabajo remendado, cubierto de polvo y empapado de sudor, no puede evidentemente comprender por qué uno viene a enterrarse en el Borinage, ni corre a Heyst, ni desciende a los pozos de una mina. Y también concluye que estoy loco.” (abril de 1881)
  • 33. 1881 Madre junto a la cuna y niño sentado en el suelo. Carboncillo, tiza negra, acuarela
  • 34. 1917 The Distant Island 1881 Mujer sentada en el hogar Tiza negra, lápiz, acuarela, intensificado con blanco
  • 35. 1881 Molinos de viento cerca de Dordrecht. Acuarela, lápiz, tiza negra y verde, intensificado con blanco La montaña rusa que fue la vida de Vincent van Gogh en lo que a inestabilidad anímica se refiere, tuvo un nuevo episodio, familiarmente devastador, ese verano de 1881 en que se halla trabajando con gran determinación en el domicilio familiar de Etten. Finalizando el mes de agosto, los Van Gogh reciben la visita de una prima de Vincent, Kee Vos, hija de su tío Stricker, a la sazón también pastor evangelista en La Haya. Es una mujer recientemente enviudada y con un hijo de cuatro años. Vincent se enamora de ella durante esos días como quien se agarra a una rama en el talud. En parecido itinerario al seguido con Ursula en Londres, tras declararle intempestivamente su amor y ser rechazado, se niega a aceptarlo. Muy al contrario, vive alegremente un enamoramiento al que se aferra sin otra consideración que dar rienda suelta a sus sentimientos y que, tras algunos penosos episodios, acabará obsesionándole como ocurriera en Londres, hasta inducirle a una nueva crisis. El 7 de septiembre escribe a su hermano de este tenor: “Old boy, esta carta es para ti solo; cuidarás bien de guardarla para ti, ¿no es cierto? Debo preguntarte entonces si te asombra lo más mínimo que pueda existir un amor, lo suficientemente serio y ardiente para no dejarse enfriar ni aun por muchos «jamás, no, jamás». Es seguro de que, lejos de asombrarte, esto debe parecerte natural y «razonable». (…) Le he tomado verdaderamente gusto a la vida y me siento muy feliz de amar. Mi vida y mi amor son una misma cosa.”
  • 36. 1881 Mujer moliendo café. Pluma, lápiz, acuarela, intensificado con blanco Vincent, nuevamente ciego ante los hechos —la negativa de su prima a cualquier relación—, le reseña a su hermano con toda lucidez las distintas alternativas que se le presentan, aunque después elija involucrarse en pos de una idea que nadie comparte, menos que nadie la concernida, y que pronto se tornará en perturbadora obsesión. En sucesivos viajes a La Haya pretende visitar a Kee y ella le rehúye, se ausenta antes de que llegue, dejándolo solo frente a los miembros de su familia, primero circunspectos y al poco consternados por su insistencia en verla a toda costa. Enfrenta a su tío, quien drásticamente le conmina a dejar de escribirle e intentar verla, pues tanto él como toda la pequeña comunidad en que se hallan consideran la pretendida relación un manifiesto caso de incesto. Exasperado, sin considerar siquiera que quepa otra posibilidad que la anhelada por él, Vincent coge una vela, pone su mano sobre ella y amenaza con no quitarla de allí hasta que no regrese su prima y hable con él. El patetismo de la situación es otro hito en esa senda circular que será la vida entera de Van Gogh y su final. La prefigura: elevados sentimientos, entusiasmo, desdén, rechazo, autoagresión, autodestrucción.
  • 37. 1881 Retrato de Vincent van Gogh, el abuelo del artista. Dibujo a lápiz, pincel en tinta marrón y acuarela blanca opaca, lavado marrón, sobre papel de pergamino En septiembre de 1881, desde Etten, pese a sus vaivenes sentimentales, escribe a Theo todavía animado y muy metido en faena, dándole cuenta de sus progresos: “He aprendido a medir, a ver y a buscar las líneas principales. Tan bien, que lo que antes me pareció desesperadamente imposible, se va a volver posible, gracias a Dios. He dibujado hasta cinco veces un labriego con una azada, «un cavador», en actitudes muy variadas, dos veces un sembrador, y dos veces una niña con una escoba (…). Frente a la naturaleza, ya no me siento impotente como antes. […] Empiezo igualmente a trabajar al pincel y al esfumino, con un poco de sepia o de tinta china, y de vez en cuando con un poco de color” El trabajo constante vuelve a ser el refugio donde curar las heridas o paliarlas al menos; su aislamiento por la soledad que de nuevo le envuelve, la incomprensión, las continuas demandas de comedimiento y sensatez, las miradas escrutadoras, el recelo de los suyos, todo ello pierde vigor sólo frente a los retos que le plantean el cartón o el lienzo en blanco.
  • 38. Boceto en carta a Théo de El excavador
  • 39. 1881 Etten. Excavador Tiza negra, acuarela
  • 41. 1881 Etten. Excavador Carboncillo, tiza negra y verde, acuarela trasparente y opaca, sobre papel verjurado
  • 43. 1881 Boceto de un Sembrador con la mano en el saco
  • 44. 1881 Sembrador con cesta. Dibujo a carboncillo, tiza negra, lavado con marrón-rojo
  • 45. 1881 Mujer campesina sembrando con una cesta. Tiza negra, acuarela
  • 46. Diversos croquis de septiembre de1881
  • 47. 1881 Hombre con escoba Tiza negra, acuarela, intensificado con blanco
  • 48. 1881 Mujer cosiendo Carboncillo, tiza negra, acuarela, intensificado con blanco
  • 49. 1881 Octubre. Etten. Hombre llenando un saco de patatas
  • 50. Diciembre de 1881 Esbozo de Mujer de Scheveningen cosiendo
  • 51. 1881 Mujer de Scheveningen cosiendo Acuarela
  • 52. Diciembre de 1881 Esbozo de Mujer de Scheveningen tejiendo
  • 53. 1881 Mujer de Scheveningen tejiendo Acuarela
  • 54. Boceto de Campesino sentado junto a la chimenea
  • 55. 1881 Campesino sentado junto a la chimenea (agotado) Pluma, acuarela
  • 56. 1881 Jardín con pérgola. Lápiz, tiza negra, pluma, acuarela
  • 57. Ese mismo septiembre, considerando lo mucho avanzado, en otra carta a Theo se refiere al reto que significa para él la captación de la naturaleza. Al respecto, le comenta: 1881 Granjero sentando al hogar Dibujo a carboncillo, lavado, intensificado con blanco y rojo “La lucha con la naturaleza tiene muchas veces algo de lo que Shakespeare llama: Taming the shrew (es decir: vencer a aquello que se resiste por medio de la tenacidad, «de buen o de mal grado»)” A principios de diciembre de 1881, sin embargo la situación en la casa de Etten se ha vuelto ya irrespirable para Vincent, quien recela que toda su familia a coadyuvado en malograr su relación con Kee. Por su parte él está muy irascible y se ve arrastrado a estadios de un humor insoportable. Además, no acude a los oficios religiosos porque ya no soporta el corsé social que significan entonces para él; tampoco se recata en mofarse de ellos o contradecir abiertamente los puritanos planteamientos paternos. Todo lo cual se traduce en un torrente de conflictos cotidianos que acaban determinándole a abandonar la casa familiar y partir a La Haya, a casa de su primo Mauve, quien le acoge consideradamente y se brinda incluso a iniciarle en la pintura al óleo. ‘Naturaleza muerta con repollo y zuecos’ y ‘Naturaleza muerta con un sombrero de paja amarillo’ son dos de sus primeros ensayos.
  • 58. NOTA: Cuando nada se especifica acerca de la técnica empleada en una obra, se entiende que es una pintura al óleo sobre un lienzo. 1881 Naturaleza muerta de un sombrero de paja amarillo
  • 59. Boceto de una figura y de Naturaleza muerta con repollo y zuecos
  • 60. 1881 Naturaleza muerta con repollo y zuecos. Óleo sobre papel sobre tabla El episodio final de las desavenencias con su padre y, en general, con su familia —salvo con Théo— sucede el día de Navidad, cuando tras un violento enfrentamiento Vincent parte para La Haya de nuevo, con la firme intención de no regresar. Aunque no puede continuar en casa de su primo ni pagarse un alojamiento, por mediación de Mauve consigue un estudio y, sin otro remedio, acude a Théo para poder sufragar el alquiler. Respecto a las reconvenciones de su hermano por el episodio familiar, en carta no fechada, le contesta: “Nuestra desavenencia ha degenerado en una especie de enfermedad crónica por el hecho de que viene durando demasiado tiempo. La situación actual es la siguiente: cada uno debemos sufrir por nuestro lado”
  • 61. 1881 Pantano. Dibujo a pluma y lápiz
  • 62. 1881 Pantano con lirios acuáticos. Dibujo a lápiz, pluma y tinta china sobre papel
  • 63. 1881 Granero con tejado cubierto de musgo. Dibujo con tiza negra, lápiz, pluma, intensificado con blanco y gris
  • 64. Boceto de Mujer de Scheveningen de pie
  • 65. 1881 Mujer de Scheveningen de pie Lápiz, acuarela transparente, sobre papel acuarela
  • 66. 1881 Paisaje con árboles. Dibujo a carboncillo, pluma, tinta marrón, intensificado con blanco
  • 67. 1882
  • 68. 1882 Enero. Vista de La Haya con la nueva iglesia. Acuarela, pluma, tinta
  • 69. Vista de La Haya con la nueva iglesia (detalle)
  • 70. 1882 Enero. Apuntes sobre La Haya en carta a Théo.
  • 71. 1882 Enero. Desde La Haya, croquis
  • 72. 1882 Enero. La Haya: Boceto de una mujer cosiendo
  • 73. 1882 Enero. La Haya: Boceto de una mujer cosiendo junto a la ventana
  • 74. 1882 La Haya. Fábricas de gas. Lápiz, pincel en tinta marrón
  • 75. Su primo Mauve le introduce en los círculos artísticos de La Haya, una ciudad que reúne por entonces lo que más tarde se conocería como el Movimiento de 1880, de remoción literaria y artística; le presenta a pintores coetáneos algunos de su misma generación. Con Théophile de Bock, Jan Hendrik Weissenbruch o George Hendrik Breitner, comparte tertulias y estudios durante un tiempo e incluso a veces sale a pintar con alguno de ellos por los alrededores de La Haya. Pero a Vincent pronto se le hacen difíciles de soportar los convencionalismos que adoptan tanto en sus modos sociales como en sus propias obras —aunque algunos como Breitner evolucionarán muy tarde para Vincent hacia el impresionismo—, ni tampoco sus intentos por complacer al público, por plegarse a sus gustos. Todo lo cual hizo que aquel entusiasmo primero por hallarse en su medio natural deviniera al cabo en desinterés, induciéndolo de nuevo a sus solitarios y largos paseos en busca de algo que dibujar, a frecuentar las visitas al Museo Real de Mauritshuis para ver pinturas de Rembrandt o Franz Hals o, sencillamente, a intensificar el trabajo de estudio en solitario. Un Vincent de convicciones drásticas que nunca se aviene a negociar y, pues, de creciente desencaje con cualquier faceta de la vida social. Paisaje de Theophile DE BOCK (La Haya, 1851 - 1904)Hendrik Johannes WEISSENBRUCH (La Haya, 1824–1903) El Canal de envío en Rijswijk (1868)
  • 76. Con su primo el pintor Mauve las desavenencias también llegaron. Tras numerosas confrontaciones respecto a sus disímiles puntos de vista estéticos en general y pictóricos en particular, las discusiones se fueron agriando porque Vincent en esos temas omitía pronto las distancias para vivir las disensiones como algo de carácter personal. Así solía ser hasta que un día Vincent, en mitad de una de esas disputas verbales de tono crecientemente agrio, perdió los estribos y acabó rompiendo uno de los trabajos de su antagonista. Sin embargo, él así lo veía cuando se lo contaba a su hermano en carta fechada en abril de 1882: “Mauve me detesta por haber dicho: «yo soy un artista», pero no me retracto, porque es evidente que esta palabra lleva implícito el significado de: «buscar siempre sin encontrar jamás la perfección». Es precisamente lo contrario de: «ya lo sé, ya lo he encontrado». Esta frase significa por lo tanto que yo sepa: «yo busco, yo persigo, y lo hago con todo mi corazón». Sin embargo tengo oídos para oír, Théo; cuando me dicen: «tiene usted un carácter pérfido», ¿qué debo hacer? He dado media vuelta y me he ido solo, pero con mucha pena en mi corazón, porque Mauve ha osado decirme eso. Yo no le pediré que me lo explique, ni tampoco me excusaré con él. ¡Y sin embargo… y sin embargo… y sin embargo! Yo quisiera que Mauve se arrepintiese.” 1895. La plaza Dam (Ámsterdam), de George Hendrik BREITNER (Róterdam 1857-1923) No habría reconciliación, pero no sólo porque Mauve ya no soportaba su carácter, sus salidas de tono o sus violentas e intempestivas reacciones, sino además, porque habían personas que todavía dificultaban más su integración y que se habían introducido en la vida del indomable pelirrojo (y él nada había dicho a su hermano todavía sobre ello).
  • 77. 1882 Huerto en flor con dos figuras. Acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino “Théo, decididamente, yo no soy un paisajista; si hago paisajes habrá siempre dentro de ellos vestigios de figuras. (…) Si llegaras a ser pintor, una de las cosas que te asombrarían sería que el oficio de pintor, con todo lo que comporta, es realmente un trabajo relativamente duro desde el punto de vista físico; haciendo abstracción del esfuerzo del espíritu, de la tortura intelectual, este oficio exige todos los días un esfuerzo de energía bastante considerable”
  • 78. 1882 Herrería. Dibujo a lápiz, pluma, lavado, intensificado con blanco “Y es el convencimiento de que nada (salvo la enfermedad) puede quitarme esta fuerza que ahora comienza a desarrollarse, es esta conciencia que hace que encare el porvenir con valor y que en el presente pueda soportar tantos sinsabores. Es una cosa admirable mirar un objeto y encontrarlo bello, reflexionar sobre él, retenerlo y decir enseguida: me voy a poner a dibujarlo y a trabajar entonces hasta que esté reproducido. Es evidente desde luego, que ésta no es una razón para sentirme satisfecho de mi obra hasta el punto de creer que no tendré necesidad de mejorarme. Pero el camino para hacerlo mejor más tarde, es hacerlo hoy lo mejor que pueda, entonces el progreso vendrá mañana naturalmente.” (Abril de 1882).
  • 79. “El pequeño dibujo que te adjunto es un trozo sacado de un gran estudio que tiene una expresión más sombría. Hay un poema de Tom Hood creo, en el cual habla de una gran dama que no puede cerrar los ojos en toda la noche porque habiendo salido durante el día para comprar un vestido, había visto trabajar en un cuarto lleno de humo a unas pobres costureras pálidas, tuberculosas y agotadas. Y he aquí que su opulencia le produce remordimientos de conciencia y que se despierta de noche llena de angustia. En una palabra, es una figura de mujer esbelta y blanca, inquieta en la noche sombría”. (Abril de 1882). Boceto a Theo de Muchacha de blanco en el bosque
  • 80. 1882 Muchacha de blanco en el bosque (La gran dama) 39 x 59 cm
  • 81. 1882 Febrero. La Haya Sien bajo el paraguas, con niña Dibujo a lápiz, intensificado con blanco
  • 82. En la misma carta en que tan optimista se muestra Vincent acerca de sus progresos, al hilo de las desavenencias habidas con su primo Mauve y algunas otras personas de su círculo en La Haya —como su antiguo patrón en Goupil, el Sr. Tersteeg—, desencuentros que a él le parecen poco menos que una confabulación de satisfechos biempensantes que murmuran sobre su nueva situación sentimental, finalmente estalla: 1882 Febrero. La Haya. Sien con paraguas y libro de oraciones Dibujo a lápiz, tiza negra Así se entera Théo de que Vincent está conviviendo con una prostituta, Christien Hoornik, a la que su hermano llama Sien, una mujer de 32 años —con una niña pequeña y en espera de otro hijo—, de las que despectivamente llaman «mujeres de 40 céntimos». Una mujer muy estropeada por su forma de vida y por el alcohol, pero que ha conmovido a Vincent y respecto a la que ya alberga planes: “Y bien, señores, os lo voy a decir, a vosotros que os atenéis a las formas y a la civilización, y merecidamente, pero a condición de que seáis sinceros: ¿qué es más civilizado, más delicado, más viril: abandonar a una mujer o apiadarse de una abandonada? Este invierno he encontrado una mujer encinta, abandonada por el nombre de quien lleva el niño en su cuerpo. Una mujer encinta que, en invierno, erraba por las calles, que debía ganar su pan, tú sabes de qué manera.” “Me parece tan simple y tan evidente lo que he hecho, que había creído poder guardarlo para mí. Posar le era difícil, sin embargo lo ha aprendido, y yo he hecho progresos en mi dibujo porque tenía un buen modelo. Esta mujer está ahora apegada a mí como una paloma desamparada; en cuanto a mí no puedo casarme más que una sola vez. ¿Y qué mejor ocasión que hacerlo con ella, puesto que es la única manera de continuar ayudándola, ya que, si no, la miseria la arrojará de nuevo en el camino que lleva al precipicio? Ella no tiene dinero, pero me ayuda a ganarlo por medio de mi trabajo.” Vincent la ha llevado al doctor, en Leyden porque el niño le causaba problemas —escribe a un Théo que hemos de suponer horrorizado ante lo que todo aquello puede significar para una familia puritana en extremo como la suya—; se lo han recolocado con fórceps, tras una operación. Como en la literatura rusa que frecuenta, la mujer caída lo está como consecuencia de la hipocresía la crueldad y la depravación social, que la arrastran al fango a consecuencia de su pobreza, su desvalimiento. Así razona Vincent ahora, aunque lo que en el fondo anhela es la comprensión y el apoyo de su hermano y sus amigos, de quienes teme y anticipadamente encaja una factual reprobación : “Mauve, Théo, Tersteeg, tenéis mi pan en vuestras manos, ¿me dejaréis sin pan o me volveréis la espalda? Ya he hablado y espero a ver qué me contestáis.”
  • 83. “El carbón es lo mejor que hay, pero cuando uno se cansa demasiado la frescura se va, y para conservar la delicadeza es necesario fijarlo en seguida. Para el paisaje lo mismo, yo veo que dibujantes tales como por ejemplo Tuysdael, Goyen y Calame, Roelofs, también entre los modernos, han sacado de él un gran partido. Pero si alguno inventara una buena pluma para trabajar afuera, con tintero, el mundo vería quizás más dibujos a pluma. Con el carbón mojado en agua se pueden hacer cosas notables, lo he podido ver en casa de Weissenbruch, el aceite sirve de fijador y el negro se vuelve más cálido y más profundo.” (…) Sabrás que actualmente estoy afuera, desde las cuatro de la mañana, porque es difícil estar en la calle durante el día, a causa de los transeúntes y muchachos, y también porque es el mejor momento para ver las grandes líneas, cuando las cosas están todavía en el mismo tono.” 1892 Willem Roelofs, por Jozef Israëls 1882 Febrero. La Haya Sien con su hijo en su regazo Dibujo a lápiz
  • 84. 1882 Primavera (inicios). La Haya Sorrow (pena) Dibujo a lápiz, lavado “Quiero hacer dibujos que golpeen a ciertas personas. Sorrow es un pequeño comienzo, es posible que un pequeño paisaje como la Laan van Meerdervoort, los prados de Rijswijk, el secadero de pescado, sean también un pequeño comienzo. Por lo menos contienen directamente alguna cosa de mi propio corazón. Sea en la figura, sea en el paisaje yo quisiera expresar no algo así como un sentimentalismo melancólico, sino un profundo dolor.” Vincent no le pierde la cara al trabajo, muy al contrario ahora se siente renovado, lleno de ilusión por su trabajo y con una responsabilidad que atender en las personas a su cargo. Relata a Théo, deshaciéndose en elogios acerca de lo venturosa que es ahora su vida y ponderando las cualidades de Sien; le envía algunos dibujos, entre ellos la primera versión de Sorrow. Un dibujo extraordinario de Sien sentada, encinta de cuatro o cinco meses, muy ajada, con el cabello desordenado y la cabeza entre sus brazos, fiel representación del abatimiento, del abandono. De nuevo es fácil imaginarse los efectos que la crudeza de ese desnudo trasladaría a su hermano, quien trata de hacerle ver a toda costa, pero lo más delicadamente que sabe, la inconveniencia de seguir adelante.
  • 85. 1882 Primavera. La Haya. Secadero de pescados visto desde una altura. Dibujo a lápiz, pluma, pincel, intensificado con blanco
  • 86. 1882 Primavera. La Haya. Prados cerca de Rijswijk y el Schenkweg. Lápiz, pluma y tinta, acuarela sobre papel de pergamino
  • 87. 1882 Primavera. La Haya. Sien con un cigarro sentada en el suelo cerca de estufa. Dibujo a lápiz, tiza negra, pluma, pincel, sepia, intensificado con blanco.
  • 88. 1882 Primavera. La Haya. Mujer en un vestido oscuro (posiblemente la madre de Sien) Dibujo a lápiz, pluma, pincel, sepia “¿Qué soy a los ojos de la mayoría de la gente —una nulidad o un hombre excéntrico o desagradable— alguien que no tiene un sitio en la sociedad ni lo tendrá; en fin, poco menos que nada. Bien, supón que eso sea exactamente así; entonces quiero mostrar por medio de mi obra lo que hay en el corazón de un excéntrico, de una nulidad.”
  • 89. 1882 Primavera. La Haya. La casa de la madre de Sien. Dibujo a lápiz intensificado con blanco
  • 90. 1882 Primavera. La Haya. La casa de la madre de Sien, mirada más cercana. Dibujo a lápiz, pluma, intensificado con blanco
  • 91. 1882 Primavera. La Haya Figura de una mujer encogida (Posiblemente Sien) Dibujo a lápiz, pluma, pincel, sepia, lavado
  • 92. 1882 Primavera. La Haya Mujer desnuda, media distancia (“La Gran Señora”) Boceto de Sien
  • 93. 1882 Primavera. La Haya. Cuneta a lo largo del Schenkweg. Dibujo a lápiz, pluma y tinta negra Cuando Vincent habla de obstinación, se refiere no sólo a la tenacidad en el trabajo, sino también a mantenerse ajeno a los comentarios que de su obra puedan hacerle. Algún tiempo después dirá: “Sea como sea, quiero ir hacia adelante a toda costa, quiero ser yo mismo. Siento en mí la obstinación y estoy por encima de lo que la gente pueda decir de mí y de mi obra.” “Aun cuando viva a menudo en la miseria, tengo para mí, sin embargo, una armonía y una música calma y pura. En la casita más pobre, en el rinconcito más sórdido, veo cuadros o dibujos. Y mi espíritu va en esta dirección por un impulso irresistible. Cada vez prescindo más de las otras cosas y, cuanto más prescindo, tanto más rápida se vuelve mi mirada para ver el lado pictórico. El arte exige un trabajo obstinado, un trabajo a pesar de todo y una observación siempre alerta y continua.”
  • 94. 1882 Primavera. Entrada al banco de empeños, La Haya Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón (originariamente negra), acuarela blanca opaca, lavado gris, sobre papel verjurado
  • 95. 1882 Primavera. La Haya. Fábrica. Dibujo a lápiz y pluma
  • 96. 1882 Primavera. La Haya. El Camino Scheveningen. Dibujo a lápiz, pluma
  • 97. 1882 Primavera. La Haya Mujer sentada en una cesta, con la cabeza entre sus manos Dibujo a tiza negra, lavado, intensificado con blanco
  • 98. 1882 Primavera. La Haya. Van Stolkpark. Dibujo a tiza negra, carboncillo, pluma, intensificado con blanco
  • 99. 1882 Primavera. La Haya Mujer con sombrero, cabeza Dibujo a tiza negra, pincel, tinta, lavado
  • 100. 1882 Primavera. La Haya. Estación de Staatsspoor. Dibujo a lápiz, pluma
  • 101. 1882 Primavera. La Haya. Carretera en remoción con peones camineros cavando. Dibujo a lápiz, pluma, intensificado con blanco y colores
  • 102. 1882 Primavera. La Haya. Puente cerca de Schenkweg. Dibujo a lápiz Vincent está dibujando y pintando a las personas de su entorno, pero lo hace resaltando en ellas el resultado de una vida de esfuerzos, su austeridad, la parquedad de sus existencias. Los pinta con afecto, una empatía que nos llega, en muchos ensayos transmitida ya con verdadera maestría. Nos los presenta en toda suerte de posturas y actividades, en oscuros interiores y en la calle, yendo o viniendo de sus duros quehaceres o efectuándolos. Pinta asimismo las fábricas, los secaderos, los patios traseros de los talleres tradicionales. De las ciudades, algunas calles menores y los aledaños, las áreas linderas con el campo abierto, las menos agradecidas pictóricamente. Dibuja, pinta acuarelas y se maravilla: “…la pintura no me parece tan extraña como tú podrías pensar(…), permite al mismo tiempo decir cosas delicadas, dejar hablar a un gris o un verde tierno en medio de la rudeza.”
  • 103. 1882 Primavera. La Haya. Panadería. Dibujo a lápiz y pluma
  • 104. 1882 Primavera. La Haya Vieja calle (El Paddemoes) Dibujo a pluma y tinta y lápiz sobre papel
  • 105. 1882 Primavera. La Haya. Vivero en Schenkweg. Dibujo a lápiz, pluma, tiza negra, intensificado con blanco
  • 106. 1882 Primavera. La Haya. Vivero en Schenkweg. Dibujo con tiza negra, pluma, lavado, intensificado con blanco
  • 107. 1882 Primavera. La Haya. Secadero de pescados. Dibujo a pluma, lápiz, tinta china, intensificado con blanco
  • 108. 1882 Primavera. La Haya. Las casas de Schenkweg donde Van Gogh vivía. Dibujo a lápiz, intensificado con tiza y sepia
  • 109. Boceto de Vieja con un chal y un bastón.
  • 110. 1882 Primavera. La Haya Vieja con un chal y un bastón Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, acuarela verde claro opaco, sobre papel de pergamino
  • 111. 1882 Primavera. La Haya Estudio de un árbol Tiza negra y blanca, tinta negra, lápiz, acuarela
  • 112. 1882 Primavera. La Haya. Molino de sierra Dibujo a tiza negra intensificado con blanco
  • 113. 1882 Primavera. La Haya. Tejados. Boceto
  • 114. 1882 Primavera. La Haya. Patio y lavandería de carpintero. Dibujo a lápiz, pluma, pincel, intensificado con blanco
  • 115. 1882 Primavera. La Haya Hombre, sentado, leyendo un libro Dibujo a lápiz En el mes de junio, Vincent hubo de tratarse una blenorragia que le había transmitido Sien, y para ello ingresó en el hospital. Su estancia se solapó con el parto de ella en Leiden, adonde acudió jubiloso nada más obtener el alta. Está tan contento con su nueva situación que, a pesar de sus escasos e inciertos medios se traslada a otro estudio y le transmite a Théo su deseo de que le visite, como también su padre, al que cree que su nueva situación agradará. A Théo, con cada carta le llega un nuevo sobresalto. Vincent es ajeno a la impresión que produce en su hermano y en sus antiguos amigos porque está convencido de tener un hogar, una casa viva, con niños, donde él pinta cuando no sale en busca de paisajes urbanos o agrícolas e igualmente cree que, a pesar de su modestia, causará la misma impresión, tanto a Vincent como a su padre, el predicador de Etten. Una idea obviamente descabellada.
  • 116. 1882 Primavera. La Haya. Puente y casas en la esquina de Herengracht-Prinsessegracht Lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, acuarela blanca opaca, lavado marrón-gris, sobre papel verjurado
  • 117. 1882 Primavera (final). La Haya. Secadero de pescados. Acuarela
  • 118. 1882 Verano. Molino de hierro en La Haya. Acuarela En marzo, su tío Cor le había encargado realizar unos dibujos a pluma, con vistas de La Haya, para una tienda suya en la que comerciaba con objetos artísticos. La alegría que le había producido la experiencia de vender algún trabajo, muy pronto quedó atrás, porque donde verdaderamente el pintor ponía su pasión y su trabajo hasta extenuarse era en la exploración de cuantas dificultades hallaba ante si. Su pasión era la indagación, no lo trillado. Los motivos que le planteaban nuevos retos le estimulaban, sumido para entonces entre las alegrías por sus inusuales progresos con la paleta de colores —para entonces una prolongación de si mismo—, y otras sufriendo los rigores de su propia ambición que le dejaban descorazonado a veces y hundido, al perder la confianza en su capacidad. Pero Vincent, afortunadamente para la posteridad, no para él, que sin duda hubiera podido tener una vida más amable de haber perseguido una mayor sintonía con los gustos de sus coetáneos, no se plegaba ante criterios ajenos.
  • 119. 1882 Verano. La Haya. Borde de un bosque. Óleo sobre tela sobre hoja (34,5 x 49 cm)
  • 120. 1882 Verano. La Haya. Hombre encorvando con bastón o pala (31 x 29,5 cm)
  • 121. 1882 Verano. Grupo de casas antiguas en La Haya con la iglesia nueva Óleo sobre tela sobre cartón
  • 122. 1882 Verano. La Haya. Mujeres de Scheveningen y otras personas bajo los paraguas. Acuarela
  • 123. 1882 Verano. La Haya Mujer con chal blanco en un bosque Acuarela
  • 124. 1882 Verano. La Haya. Prado, en el fondo una iglesia nueva. Acuarela, intensificado con blanco Su nuevo estado, su situación con Sien le mantiene en una euforia apenas contenida. Sin ninguna duda, la fuerza que ello le da le ayuda a soportar la creciente hostilidad ambiental, el agravio al que le someten sus vecinos con su desprecio hacia él y a su trabajo —”pintamonas” le llaman— y las constantes reprobaciones a su conducta, tácitas o expresas, de sus viejos conocidos, como Tersteeg; igualmente su hermano, quien con tacto pero sin privarle de ello, trata de distanciarlo de Sien en cada carta, restando importancia a una relación impensable, imposible. Pero Vincent tiene un aliado en esa pugna por mantenerse firme que es su propio trabajo, el rapto que para él suponen ahora sus indagaciones con la pintura al óleo, los colores, en los que nunca hubiera pensado ser capaz de adentrarse en tan breve periodo.
  • 125. Boceto de 1882. Verano. La Haya. Campo de patatas
  • 126. Croquis por carta a Theo en agosto de 1882: Puesta de sol sobre un prado
  • 127. 1882 Verano. La Haya. Chica en el bosque. Óleo sobre madera. (35 x 47 cm)
  • 128. 1882 Verano. La Haya. Cuatro hombres cortando madera. Tiza negra y acuarela
  • 129. 1882 Verano. La Haya Mujer de pescador en la playa Óleo sobre tela sobre hoja
  • 130. 1882 Verano. La Haya Pescador en la playa Óleo sobre tela sobre hoja
  • 131. 1882 Mujeres arreglando redes en las dunas. Óleo sobre papel sobre tabla (42 x 62,5 cm) “Lo que existe entre Sien y yo es real, no es un sueño, es la realidad. Yo considero como una gran bendición que mis pensamientos y mi actividad hayan encontrado un punto fijo, una dirección determinada.” Obsérvese el matiz misionero que él atribuye también a su relación: “Es posible que yo haya tenido por K. [su prima Kee] más que pasión, y que en ciertos aspectos ella haya sido más linda que Sien; pero que el amor por Sien haya sido menos sincero, de veras que no, porque las circunstancias son muy graves, y lo que importa es obrar, y fue así desde el principio de nuestro encuentro.” Y añade: “Observa el resultado: cuando vengas a verme no me encontrarás ya desanimado o melancólico; sino que estarás en un ambiente donde creo que podrás acomodarte y que de ningún modo te disgustará. Un taller joven, una familia aún joven, en plena acción. Nada de taller místico o misterioso, sino un taller que aloja sus raíces en pleno en la vida misma. Un taller con una cuna y una silla de niño. Donde no hay estancamiento y donde todo incita, impulsa y estimula a la actividad.”
  • 132. 1882 Julio. La Haya. Boceto en Scheveningen
  • 133. Croquis de Playa en Scheveningen con tiempo calmo
  • 134. 1882 Verano. La Haya. Playa en Scheveningen con tiempo calmo. Óleo sobre papel, sobre tabla (35.5 x 49,.5 cm)
  • 135. 1882 Verano. La Haya. Personas caminando por la playa. Acuarela En ocasiones con más acierto, en otras no tanto, Van Gogh se aventura en composiciones más complejas y con más personajes, no sólo en pos de la propia composición, sino también de la naturalidad en el movimiento, que en el caso de personas individuales ya comienza a asegurar. En esta acuarela puede apreciarse un cierto estatismo y un amontonamiento sin solución de las figuras, cosa que queda mejor resuelta en Mujeres mineras, como en Mineros en la nieve o en Banco con cuatro personas (y bebé) . Los pocos lienzos que lleva a término este año sugieren más que otra cosa los esfuerzos que narra a su hermano en esos comienzos inciertos. Son los casos de Vista del mar en Scheveningen o Dunas.
  • 136. 1882 Verano. La Haya. Vista del mar en Scheveningen (34,5 x 51 cm)
  • 137. 1882 Verano. La Haya. Dunas. Óleo sobre hoja
  • 138. Carta a Théo en agosto de 1882 En ese mes de agosto, finalmente su hermano le visitó. Obviamente, no nos queda más testimonio de lo ocurrido durante su estancia que los comentarios de Vincent en cartas posteriores, “… bajo la impresión de tu visita y muy contento por poder consagrar de nuevo mis fuerzas a la pintura (…). Me considero ahora un privilegiado entre miles de ellos porque has allanado los obstáculos en mi camino.” Comentarios que hacen suponer la renovación de la ayuda económica de Théo primero, su apoyo sin reservas y una cierta aquiescencia si no bendición respecto a la vida marital de Vincent con Sien. Cabe suponer que Théo antepusiera las bondades del statu quo vigente, la fortaleza mental de su hermano y su ilusión por proseguir en su empeño, que cualquier consideración de orden moral, lo que en 1882 no dejaba de hablar claramente del valor y la incondicionalidad de Théo.
  • 139. Excelente boceto de la acuarela Tierra blanqueada.
  • 140. 1882 Verano. La Haya. Tierra blanqueada. Acuarela, intensificado con óleos blancos
  • 141. 1882 Verano. La Haya. Una muchacha en la carretera, dos carruajes en el fondo. Óleo sobre tela sobre hoja (42 x 53.cm)
  • 142. 1882 Verano. La Haya. Sala de espera. Acuarela sobre papel verjurado
  • 143. 1882 Final del Verano. La Haya Mujer con hervidor de agua, vista desde atrás Dibujo a lápiz “Esas mujeres altas y flacas, esas pobres mujeres vencidas y agotadas, negras, blancas, morenas; están allí pacientes, sumisas, prontas, resignadas, calmas. Dentro de poco tendrán que volver a tirar de la pesada chalana, la servidumbre toca a su fin. Un pequeño momento de detención. “
  • 144. 1882 Final del Verano. La Haya Mujer con bebé en su regazo, Media figura (Sien) Lápiz, acuarela, intensificado con óleos blancos
  • 145. 1882 Final del verano Sien amamantando a su bebé. Media figura
  • 146. 1882 Final del verano Sien amamantando a su bebé. Media figura Dibujo a lápiz
  • 147. Boceto de Banco con cuatro personas (y bebé)
  • 148. 1882 Final del Verano. La Haya. Banco con cuatro personas (y bebé) Acuarela
  • 149. 1882 Final del Verano. La Haya Cuatro personas en un banco Acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel
  • 150. 1882 Otoño (inicios). La Haya. Boceto de paisaje con figuras después de la lluvia, en carta a Théo.
  • 151. 1882 Otoño (inicios). La Haya. Mujer con una escoba Lápiz, lavado verde, sobre papel acuarela “Están jadeantes, cubiertas de sudor, pero no se quejan, no protestan, no se lamentan de nada. Hace mucho tiempo que están acostumbradas, acostumbradas después de muchos años. Están resignadas a seguir viviendo un poco y a trabajar (…).”
  • 152. Croquis en carta a Théo de la acuarela Playa con personas caminando y barcos “Pero qué difícil es poner vida y movimiento, y situar las figuras en su lugar, separándolas. Éste es el gran problema: aborregar; grupos de figuras que, aunque forman un todo, asoman la cabeza o los hombros para mirar los unos por arriba de los otros. (…) En materia de composición, todas las escenas posibles que lleven figuras, sea un mercado, sea la llegada de una barca, sea un grupo de gente cerca de una cocina popular, en la sala de espera del hospital, en el Monte de Piedad, los grupos que charlan o se pasean en la calle, están todos basados en el mismo principio del rebaño de carneros, de ahí la palabra «aborregar» y todo revierte a las mismas cuestiones de luz, de oscuridad y de perspectiva.”
  • 153. 1882 Otoño (inicios). La Haya. Playa con personas caminando y barcos. Acuarela
  • 154. 1882 Septiembre. La Haya. Playa y barcos (boceto)
  • 155. 1882 Septiembre. La Haya. Grupo de personas en la playa con barco de pesca por llegar Boceto “He estado a veces en Scheveningen en estos últimos días, y una tarde he tenido la suerte de ver llegar una barca de pesca. Cerca del monumento hay una casita de tablas donde un hombre hace la guardia. En cuanto la barca se aproxima hasta hacerse visible, el hombre sale con su gran bandera azul, seguido por una bandada de niños que no le llegan a las rodillas. (…) Algunos minutos después que el hombre hubo agitado su bandera, pasó un mozalbete en un viejo caballo, que debía ir a buscar el ancla. Hombres y mujeres, lo mismo que madres con sus niños, se agregaron entonces al grupo para recibir a la tripulación.” “Yo puse desde luego toda mi atención en anotar en croquis los distintos incidentes.”
  • 156. 1882 Otoño (inicios). La Haya. Vista de Scheveningen. Lápiz, acuarela transparente y opaca, sobre papel
  • 157. Boceto de Banco de iglesia con devotos, en carta a Théo
  • 158. 1917 The Distant Island 1882 Otoño (inicios). La Haya. Banco de iglesia con devotos. Acuarela, pluma, lápiz
  • 159. 1882 Otoño. La Haya Hospiciano vestido de domingo con parche en un ojo, cabeza. Dibujo a lápiz, tiza litográfica, lavado, intensificado con negro y blanco
  • 160. Septiembre de 1882 . La Haya. Huérfanos. Boceto
  • 161. 1882 Otoño. La Haya Hombre y mujer vistos desde atrás Dibujo a lápiz sobre papel acuarela
  • 162. 1882 La Haya Hospiciano con gorra, visto desde atrás Dibujo a lápiz y tiza negra sobre papel acuarela pesado
  • 163. 1882 Otoño. La Haya . Varios bocetos de personas en diferentes ocupaciones
  • 164. 1882 Otoño. La Haya Mujer con una escoba Lápiz, lavado gris, sobre papel acuarela
  • 165. 1882 Otoño. La Haya Hospiciano con galera y paraguas mirando su reloj Dibujo a lápiz
  • 166. 1882 Otoño. La Haya Hombre joven con una escoba Dibujo a lápiz
  • 167. 1882 Otoño. La Haya Viejo leyendo Dibujo a lápiz, lavado rosa claro, sobre papel acuarela
  • 168. Varios bocetos en carta a Théo
  • 169. 1882 Otoño. La Haya Desgastado Dibujo a lápiz sobre papel acuarela
  • 170. 1882 Otoño. La Haya Viejo en traje formal de caballero Dibujo a lápiz, rayado, sobre papel de pergamino
  • 171. 1882 Otoño. Boceto de El pobre y el dinero (Oficina de Lotería del Estado)
  • 172. 1882 Otoño. La Haya. El pobre y el dinero. Tiza negra y acuarela opaca, pluma en tinta negra, sobre papel de pergamino
  • 173. 1882 Otoño. La Haya. Mineros en la nieve. Acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
  • 174. 1882 Noviembre. La Haya Viejo con su cabeza en sus manos, media figura. Dibujo con tiza negra litográfica, lápiz, lavado, intensificado con blanco
  • 175. Dibujo a lápiz, rayado, sobre papel acuarela 1882 Noviembre. La Haya Viejo bebiendo café
  • 176. 1882 Noviembre La Haya El librero Blok Lápiz, tiza negra y blanca (lavada) y acuarela sobre papel de pergamino pesado
  • 177. 1882 Noviembre. La Haya. Pena Dibujo a tiza negra “¿Cómo es posible que haya sobre la tierra una mujer sola y abandonada?”
  • 178. 1882 Noviembre. La Haya. Mujeres mineras. Acuarela, intensificado con blanco
  • 179. 1882 Diciembre. La Haya El sembrador Dibujo a lápiz, pincel, tinta china
  • 180. 1882 Diciembre. La Haya Mujer con gorra oscura. (¿madre de Sien?) Tiza litográfica, lápiz, acuarela. Intensificado con blanco
  • 181. 1882 Diciembre. La Haya Sembrador. Dibujo a lápiz “Me estuve acordando del año pasado, cuando legué a esta ciudad. Me había imaginado que los pintores formaban una especie de círculo o asociación donde reinaban el calor, la cordialidad y una cierta unanimidad. Esto me parecía muy natural y no sabía que pudiera ser de otra manera. No quisiera perder las ilusiones que alimentaba a este respecto cuando vine, aun cuando deba modificarlas y hacer la distinción entre lo que es y lo que podría ser.” “Cuando por ambas partes existe el deseo de vivir en amistad, si de vez en cuando no se está de acuerdo, uno no se resiente tan fácilmente, o, si se resiente, se repone pronto. Pero cuando se es convencional, es casi inevitable que se produzca la amargura, precisamente porque uno no puede sentirse libre, y mientras no se dé curso a los verdaderos sentimientos, éstos bastan para dejar recíprocamente una impresión desagradable y duradera, y se debe desesperar de llegar a significar algo el uno para el otro. Donde hay convencionalismo hay desconfianza y de la desconfianza nacen toda clase de intrigas.”
  • 182. 1882 Diciembre. La Haya Hombre con galera Dibujo con tiza negra y lápiz “Es preciso que trate de reanimarme un poco, porque si pudiera reponerme, aunque fuera algo, creo que sería el momento de aprovecharlo. (…) En el fondo, mi salud no está comprometida y esto no es un estado crónico, porque no está provocado por los excesos sino por la falta de alimentos o por una alimentación que se ha tornado a la larga muy poco sustancial. Haz, pues, lo posible, hermano, por venir rápidamente, porque no sé hasta cuándo me podré sostener. Estoy muy agotado y siento que voy a sucumbir bajo este peso. Te digo con franqueza que comienzo a temer no poder salir bien de ésta, porque mi constitución sería bastante buena si no hubiera debido ayunar tanto tiempo; pero siempre me ha sido preciso ayunar o bien trabajar menos y mientras me fue posible he elegido la primera solución, hasta el momento en que me veo excesivamente debilitado. (…) Sobre todo, hermano, no lo comentes; porque si ciertas personas llegan a saberlo, se dirán: «Ya lo ves, hace mucho tiempo que lo habíamos previsto y predicho».”
  • 183. 1882 Diciembre. La Haya Viejo en traje formal de caballero Dibujo a lápiz, rayado, sobre papel de pergamino
  • 184. 1882 Dic. La Haya. Oración antes de la comida. Dibujo a lápiz, tiza negra, tinta, intensificado con blanco
  • 185. 1882 Dic. La Haya. Hombre con pipa y venda de ojo, cabeza Dibujo a lápiz, tiza negra litográfica, lavado, intensificado con blanco
  • 186. 1882-83 La Haya Cabeza de un pescador con una franja de la barba y un Sou'wester. Dibujo a lápiz, cera negra litográfica, pincel y pluma en tinta negra, blanco opaco, acuarela rosa y marrón
  • 187. 1882-83 La Haya Media figura de un hombre con galera Dibujo a lápiz, cera negra litográfica, pluma y pincel en tinta marrón (originariamente negra), rayado sobre papel acuarela
  • 188. 1883
  • 189. 1883 Enero. La Haya Pescador con sueste, pipa y sartén con carbón Dibujo a lápiz, cera negra litográfica, blanco opaco, acuarela gris y rosa, sobre papel acuarela
  • 190. 1883 Febrero. La Haya Pescador con sueste, cabeza Dibujo a lápiz y tiza litográfica Durante el año 1883, dos constantes van a enturbiar la vida sentimental de Vincent y, por ende a incidir negativamente en su estado anímico, cuando no en su trabajo. Por una parte la hostilidad, ahora de la familia de Sien, que sorprendentemente pugna porque ella lo deje —Vincent explica a su hermano el porqué: “Yo no ganaba bastante, no era bueno con ella, la soportaba como modelo y la abandonaría tarde o temprano a su suerte”—; y por otra, la forma de conducirse la propia Sien, poco a poco deteriorándose su comportamiento con el curso del año, primero por el camino del alcohol, y después regresando a su viejo oficio cuando le parecía oportuno. Con el discurrir de los meses, Théo volverá a insistirle en la necesidad de dejar una relación que se le escapa, le degrada y le conduce nuevamente por caminos de penalidades.
  • 191. 1883 Marzo. La Haya Boceto muy completo en carta a Théo, del dibujo Patio nevado
  • 192. 1883 Marzo. La Haya Patio nevado Dibujo a lápiz y pluma
  • 193. 1883 Primavera. La Haya. Excavadores de turba en las dunas. Dibujo a pluma y lápiz
  • 194. 1883 Primavera. La Haya. Excavadores de turba en las dunas. Dibujo a carboncillo, tiza de montaña negra, tinta de imprenta
  • 195. 1883 Marzo. La Haya. Apunte sobre El comedor público de beneficencia
  • 196. 1883 Primavera. La Haya Distribución de sopa en un comedor de beneficencia público Dibujo a tiza negra natural, pincel en pintura negra, acuarela blanca opaca, rayado sobre papel
  • 197. 1883 Marzo. La Haya. Apunte sobre El comedor público de beneficencia
  • 198. 1883 Marzo. La Haya. El comedor público de beneficencia. Lápiz, tiza negra, acuarela
  • 199. 1883 Marzo. La Haya Mujer con manos juntas, de medio cuerpo Lápiz, tinta, acuarela
  • 200. 1883 Marzo. La Haya. Estudio de niña delante de una cuna. (Presumiblemente los hijos de Sien)
  • 201. 1883 Primavera. La Haya Sien, pelando patatas. Dibujo a tiza negra
  • 202. 1883 Primavera. La Haya . Croquis en carta a Théo: Gente en el estudio
  • 203. 1883 Primavera. La Haya Boceto. Hombre en una pensión
  • 204. 1883 Primavera. La Haya Sien, sentada en una cesta, con su niña. Dibujo a pluma, pincel, tiza de color, intensificado con blanco Vincent lee intensivamente y trabaja ,a veces comenzando a las cuatro de la madrugada para evitarse visitas molestas. Lee acerca de su oficio y también mucha literatura: Hugo, Balzac, Zola, Carlyle… y lo comenta con su hermano; a quien a veces incluso le transcribe parrafadas enteras de cuanto halla de especial valor entre sus lecturas. La carencia de pinturas le hace centrarse sobre todo en el dibujo, al que se entrega profusamente, con resultados cada vez más admirables. El periodo 1882-1883, pese a su precariedad, la falta de medios, y sus problemas sentimentales, así como las presiones por unas u otras personas sobre sus iniciativas y sus decisiones —externas a su vida en pareja, pero también íntimas—, para Van Gogh será sin embargo de enorme crecimiento artístico y personal. Conseguirá abstraerse en algunas fases, de un modo que le permitirá fortalecer su vocación y sobreponerse a tanta adversidad, en prosecución de su camino. La razón última de esa suerte de abducción es que se “siente” crecer en su oficio como nunca antes.
  • 205. 1883 Marzo. La Haya Mujer con chal, cosiendo Lápiz, acuarela, tiza negra
  • 206. 1883 Primavera La Haya Hombre abriiendo la tierra Dibujo a lápiz, tiza negra, pincel en negra, acuarela gris opaca y blanca, lavado gris, sobre papel verjurado marrón rosado
  • 207. 1883 Primavera. La Haya. Los campos de bulbos. Óleo sobre tela sobre hoja
  • 208. 1883 Primavera. Cavadores de arena en Dekkersduin cerca de La Haya. Dibujo a lápiz
  • 209. 1883 Primavera. La Haya Mujer rezando Dibujo a tiza negra, lápiz, pincel, lavado, intensificado con blanco
  • 210. 1883 Primavera. La Haya. Mujer de Scheveningen con carretilla. Lápiz, acuarela En mayo visitó a su amigo Van Rappart en Utrech para mostrarle sus últimos trabajos, sobre los que recibió su beneplácito, lo que le proporcionó una buena dosis de confianza de regreso. Para entonces Sien estaba encinta y él ni sabía ni preguntaba por la paternidad de la criatura; ella había vuelto esporádicamente a sus viejas actividades, un retroceso acompañado nuevamente por el abuso de la bebida. A Vincent, la situación, lejos de causarle rechazo hacia Sien, lo que le originaba era una sensación de culpabilidad y de impotencia por no ser capaz de reconducirla a una vida más ordenada con él. Se preguntaba por sus carencias, se torturaba con las razones de esa incapacidad suya para mejorar la situación y conseguir dignificar la vida de su compañera. Y, por el contrario, su piedad por ella se acrecentaba. Théo, quien nunca había renunciado a terminar con aquella relación que ni siquiera se atrevías a valorar, vio entonces la posibilidad de ahondar, no ya en sus habituales reconvenciones de carácter moral o social, sino especialmente de poner ante Vincent el lastre profesional que le acarreaba la compañía de Sien, la merma en su actividad que significaba su perturbación anímica constante, el sufrimiento y la frustración que la mala vida de Sien le ocasionaba y su incidencia en su trabajo diario. El abandono de sus hijos, de quienes Vincent tenía muchas veces que ocuparse, como de tantas obligaciones que ella obviaba en su estado habitual.
  • 211. 1883 Primavera. La Haya Boceto de mujer cavando
  • 212. 1883 Primavera La Haya Hombre rezando Dibujo a lápiz, tiza negra, toques en tinta china
  • 213. 1883 Primavera. La Haya. Paisaje con mujer caminando.Dibujo a pluma y lápiz, lavado
  • 214. 1883 Primavera. La Haya. Mujer en su lecho de muerte. Tiza negra, lápiz, lavado, acuarela, intensificado con blanco
  • 215. 1883 Primavera. La Haya. Mujer en su lecho de muerte, cabeza (después de una pintura del siglo XVII) Dibujo a lápiz y tinta negra
  • 216. 1883 Primavera (final) La Haya. Jamelgo. Dibujo a lápiz, pincel en acuarela transparente y negra opaca, sobre papel acuarela
  • 217. 1883 Primavera (final) La Haya. Apuntes sobre una escombrera
  • 218. 1883 Primavera (final) La Haya. Apuntes sobre una escombrera
  • 219. 1883 Verano. Croquis: Campesino con su esposa sentada en una carretilla y Tres personas volviendo del campo con patatas
  • 220. 1883 Verano. La Haya. Quemador de mala hierba, con su esposa sentada en una carretilla. Acuarela
  • 221. 1883 La Haya. Verano. Campo de patatas en las dunas
  • 222. 1883 La Haya. Verano. Cavando patatas
  • 223. 1883 Verano. La Haya. Granjas en Lossduinen cerca de La Haya al crepúsculo. Óleo sobre tela sobre hoja La vecindad se burla de Vincent por su situación, mientras a él sólo le atormenta la idea de abandonar a Sien y a los niños. De dejar, por tanto, su misión inacabada. Por parte arrecia la ofensiva de Théo: por primera vez ve abrirse, entre el dolor que le transmite su hermano, alguna fisura por donde le alcanza la luz, por donde se cuelan los hechos con total crudeza, el día a día insoportable que lo conduce al desequilibrio y al desgarro interior. Por fin se hace evidente para Vincent que no puede seguir allí con ella, que necesita salir a toda costa. Consigue de Sien el compromiso de que se pondrá a servir en alguna casa o incluso que intentará un matrimonio de conveniencia con algún viudo, y se decide a abandonar La Haya, una ciudad que dejará quemada tras de si, hostil e irrespetuosa con él y con aquello a lo que dedica todas sus fuerzas. Si al principio, ciertamente, Sien fue un apoyo determinante y por muchos meses se sintió exultante con aquella armonía entre su trabajo y su vida familiar que refería a su hermano, ahora, aun angustiado por su futuro y el de los niños, ansía los espacios abiertos y áridos del norte, que un día le encareció Van Rappard.
  • 224. 1883 Verano. La Haya. Paisaje pantanoso (25 x 45,5 cm)
  • 225. 1883 Verano. La Haya. Camino a la playa
  • 226. 1883 Verano. La Haya. Paisaje con dunas. Óleo sobre hoja (33.5 x 48.5 cm)
  • 227. 1883 Verano. La Haya. Boceto: Jardinero junto a un manzano nudoso.
  • 228. 1883 Verano. La Haya. Árbol azotado por el viento
  • 229. 1883 Verano. La Haya. Vaca acostada (30 x 50 cm )
  • 230. 1883 Verano (final) La Haya. Granja entre árboles. Óleo sobre tela sobre hoja (28,5 x 39,5 cm.)
  • 231. 1883 Otoño. Paisaje en Drenthe. Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, acuarela blanca opaca, sobre papel verjurado Drenthe
  • 232. Croquis de una mujer agachada sobre un paisaje, en Drenthe “Todo es hermoso aquí [Drenthe] donde quiera que vaya. La floresta tiene mucha más extensión que en Brabante, por lo menos cerca de Zundert o de Etten, es algo monótona a mediodía, sobre todo cuando hay mucho sol: pero precisamente este efecto que he querido en vano pintar varias veces, no quisiera perderlo. (…) Entonces, en estas hora ardiente del mediodía, la floresta dista a veces de ser encantadora; es excitante, fastidiosa y fatigante como el desierto, poco hospitalaria y en cierta manera hostil. Pintarla en esta plena luz y reproducir estos planos que se continúan hasta el infinito, es algo que produce vértigo. (…) Este mismo sitio excitante y fastidioso —la tarde en que un pobre personajillo se diluye en el crepúsculo— cuando esta enorme extensión de tierra tostada por el sol se vuelve oscura por oposición a los finos tonos lilas de un cielo a la caída de la tarde y que la última y sutil línea azul oscuro del horizonte separa el cielo y la tierra, puede tornarse sublime como un J. Dupré. Lo mismo sucede con los hombres, labriegos y mujeres; no siempre son interesantes, pero cuando se tiene paciencia con ellos, se ve todo lo que hay de Millet en esas personas”
  • 233. 1883 Drenthe: dos bocetos, uno de Campesino quemando malas hierbas, y otro de una casita de campo.
  • 234. 1883 Barco de turba con dos figuras. Óleo sobre tela sobre hoja1883 Otoño. Drenthe. Campesino quemando malas hierbas (30.5 x 39.5 cm)
  • 235. 1883 Otoño. Nieuw- Amsterdam (Drenthe). Granja con montones de turba En otoño, de septiembre a noviembre, se mantuvo en Nieuw-Amsterdam, la desolada región de landas y turberas de Drenthe, en el norte holandés, de cuyos áridos paisajes, despoblados y monótonos le había hablado en su día Van Rappart. Plantaba el caballete, y una y otra vez le venían a la cabeza los niños y Sien; le angustiaba la idea del nuevo niño y no dejaba de atribuirse un alto grado de culpa en lo que, en realidad, él no había tenido control alguno. Sus anteriores cartas a Théo estaban llenas de reproches repartidos entre todos, culpas y justificaciones, en un totum revolutum del que sus pensamientos no acababan de emerger; o, en realidad, sólo lo hacían cuando conseguía desviarlos a su quehacer.
  • 236. Septiembre de 1883. Cementerio de Drenthe. Esbozo por carta.
  • 237. 1883 Otoño. Croquis de Mujeres que trabajan en la Turba, en Drenthe
  • 238. 1883 Otoño. Drenthe. Paisaje con un puentecito. Dibujo con tiza negra, lavado, intensificado con blanco
  • 239. 1883 Otoño, en Drenthe. Labrador con dos mujeres
  • 240. 1883 Otoño. Drenthe Granja con granero y árboles. Dibujo a tiza negra, intensificado con blanco
  • 241. 1883 Otoño. Drenthe. Grupo de granjas. Acuarela
  • 242. 1883 Otoño. Drente. Boceto de un hombre que tira de una grada “No veo la forma de describirte el país como sería necesario, porque me faltan las palabras; pero imagínate los bordes del canal como kilómetros y kilómetros de Michel o de Th. Rousseau, de van Goyen o de Ph. De Koninck. Plataformas o planos distintos de color que se van volviendo más y más estrechos a medida que se aproximan al horizonte. De trecho en trecho, acentuados por una choza entre manchones de césped o una granjita o algunos esbeltos abedules, álamos o robles, por todas partes montones de turba, y continuamente pasan barcas cargadas de turba o de carrizo provenientes de los pantanos.”
  • 243. Croquis de una mujer agachada sobre un paisaje, en Drenthe Julien Dupré (1851-1910) La recolectora de heno Théodore Rousseau (París1812- Barbizon 1867) Encinas (1852) Vista de hielo con faro Sun Jan Josephsz VAN GOYEN (HOL. 1596-1656)
  • 244. 1883 Otoño. Drenthe Paisaje con un montón de turba y granjas Acuarela opaca sobre papel de pergamino
  • 245. 1883 Otoño. Drenthe. Boceto de Barco de turba con dos figuras y grupo de personas trabajando en la turba
  • 246. 1883 Otoño. Drenthe. Barco de turba con dos figuras. Óleo sobre tela sobre hoja (37 x 55,5 cm)
  • 247. 1883 Otoño. Drente Pastor con rebaño cerca de una iglesia pequeña en Zweeloo Dibujo a pluma, lápiz, intensificado con blanco
  • 248. Estuvo dos meses en aquellos páramos turberos y de allí salieron lienzos como Campesino quemando malas hierbas o el menos feliz Granja con montones de turba; también algunas acuarelas como Puente levadizo en Nieuw-Ámsterdam y una docena de dibujos, esbozos y apuntes en carta a Théo. La mayor parte de ellos contagiados del pesimismo y la oscuridad tonal de sus días, de su propia existencia. Pero Vincent ha dejado atrás un tiempo. En sus propias palabras: “Aquí todo posee una belleza perfecta, como a mí me gusta. Quiero decir que aquí está la paz.” Lo decisivo es el cambio que entonces se opera en Vincent y que él mismo es capaz de reconocer: “Es, por otra parte, bastante curioso según creo que precisamente en estos días se haya operado en mí un cambio. Porque estoy ahora justamente en una atmósfera que me exalta con tal pujanza, que ordena, regula, afirma, renueva y engrandece mis pensamientos a tal punto, que estoy completamente poseído. Y ya puedo escribirte lleno de los sentimientos que este triste brezal solitario hace nacer en mí. Precisamente en este momento siento en mí el comienzo de algo mejor. Algo que todavía no es pero sin embargo veo en mi obra, cosas que hasta no hace mucho yo no había usado todavía. La pintura se me vuelve más fácil, siento el ansia de dedicarme a una porción de cosas que he omitido hasta aquí. (…) No puedo evitar representarme el porvenir compuesto no solamente de mí, sino de ti, pintores y colaboradores, camaradas, en este pequeño país de turba” 1883 Otoño. Drenthe. Puente levadizo en Nieuw-Ámsterdam. Acuarela
  • 249. 1883 Diciembre. Nuenen Jardín de la casa parroquial nevado con tres figuras Dibujo a pluma y pincel en tinta marrón, rayado, sobre papel de pergamino Nuenen
  • 250. 1883 Diciembre. Nuenen. Paisaje nevado con la Vieja Torre. Dibujo a lápiz y pluma Su padre había sido nombrado recientemente pastor en Nuenen, en el Brabante, los conocidos territorios de su infancia. Vincent considera la posibilidad de regresar con ellos, está angustiado, pero también se siente extenuado física y, sobre todo, anímicamente hasta el límite de sus fuerzas, a causa de los desmanes sentimentales a que se ha visto sometido en ese año que termina. Las condiciones climáticas en esa zona septentrional neerlandesa son tan poco propicias como difíciles de combatir con la precariedad de sus medios.
  • 251. 1883 Diciembre. Nuenen. Camposanto en invierno. Dibujo a lápiz, pluma y pincel en tinta marrón, tiza negra, intensificado con pintura blanca opaca, lavado marrón claro, sobre papel de pergamino
  • 252. 1883 Diciembre. Nuenen. Camposanto bajo la lluvia. Dibujo a lápiz, pluma Efectivamente, Vincent llega a casa de sus padres extenuado y mostrando un aspecto miserable. Es acogido con tanto tacto como frialdad por quienes no aciertan a entender la forma de vivir de ese hijo y, asimismo, presumen el peligro que constituye para la concordia en la casa familiar y también en la pequeña comunidad protestante que es Nuenen. Una comunidad que pronto recela de Vincent; a lo que poco ayuda el que él se instale, precisamente, en un estudio ubicado en la casa del sacristán de la iglesia católica del lugar; como tampoco la nula atención que presta a los oficios religiosos cuyo oficiante es su propio padre.
  • 253. 1883 Diciembre. Nuenen Camposanto bajo la lluvia Dibujo a pluma, pincel, tiza de color, intensificado con blanco
  • 254. 1883 Diciembre. Nuenen Venta de madera Carboncillo o tiza negra, acuarela trasparente y opaca, sobre papel verjurado
  • 255. 1883 Diciembre. Nuenen. Funeral en la nieve cerca de la Torre Vieja. Dibujo a tiza negra, pluma, tinta marrón, lavado “El cementerio, con las cruces de madera, me corretea mucho en la cabeza; haré quizás algunos estudios preliminares —lo quisiera bajo la nieve—, un entierro campesino o alguna cosa así.”
  • 256. 1883 Diciembre. Nuenen. Paisaje con una iglesia. Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
  • 257. 1883 Nuenen. Diciembre Paisaje nevado con mujer encorvada Dibujo a pluma, lápiz
  • 258. 1883-84 Tejedor Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel verjurado
  • 259. 1883-84 Tejedor. Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón y acuarela marrón transparente, sobre papel verjurado
  • 260. 1883 Dic. Melancolía. Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino “Probablemente te sorprenderá que no te haya dicho nada de mi intención de venir a casa y que te escriba desde aquí. Ante todo quiero agradecerte tu carta del 1 de diciembre, que acabo de recibir aquí, en Nuenen. Desde hace tres semanas no estoy bien de salud —me he visto afectado por todo tipo de molestias, consecuencia del reúma y de mi nerviosismo. (…) Varias razones me han llevado a volver a casa, aunque el proyecto me asustaba enormemente. Mi viaje empezó con una caminata de más de seis horas a través del brezal en dirección a Hoogeveen. En una tarde de tormenta, bajo la lluvia y la nieve. Este paseo me levantó la moral o, más exactamente, mi estado de ánimo y la naturaleza estaban tan íntimamente ligados que esa afinidad me tranquilizó enormemente. Pensé que, quizá, mi regreso a casa me ayudaría a decidir qué debo hacer. Drenthe es magnífico, pero poder aguantar allí el tirón depende, para mí, de varios factores, en especial de mi rechazo a la soledad. Creo que, si le hablara a Pa de este problema, resolvería inmediatamente el asunto y sacaría alguna conclusión, pero yo no tengo prisa por sacar conclusiones; por ejemplo, veré mis reacciones después de haber pasado aquí una semana. En este momento, realmente ignoro lo que debo hacer.” Hay un trasfondo de capitulación en esta carta a su hermano. A Vincent no le resulta fácil explicar su regreso a casa, tras tanta acritud por su parte hacia sus padres, tanto negarle al propio Théo la posibilidad de una reconciliación. Y un cansancio, más que evidente: Por esos días viaja a La Haya para encontrarse con Sien. Lo que pretende ser un viaje para comprobar la mejoría que se ha obrado en la vida de ésta, resulta ser el peor de los escenarios, con una Sien entregada a su oficio, sola y viviendo de la manera más miserable concebible. Cabe imaginar el golpe que supuso para Vincent el encuentro y la comprobación de semejantes circunstancias, su desgarrado dolor. Pero él es otro hombre, muy alejado de ella en poco tiempo, porque ahora es ya el pintor Van Gogh, entregado en cuerpo y alma a su oficio e incapaz de titubear ante su arte.
  • 261. 1883-84 Tejedor Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel verjurado
  • 262. 1883-84 Tejedor Lápiz, acuarela transparente y opaca, pluma en tinta marrón, sobre papel verjurado.
  • 263. 1884
  • 264. Croquis a Théo de Iglesia en Nuenen con una figura, de enero de 1884 en Nuenen
  • 265. 1884 Enero. Nuenen Iglesia en Nuenen, con una figura Dibujo a pluma A mediados de Enero, su madre sufrió un accidente y se fracturó una pierna, lo que la obligó a permanecer en reposo. Vincent le dibujó esta Iglesia en Nuenen para acompañarla y obsequiarla. Él trabaja en diversos Tejedores, cuya realización aplaza para atender a su madre. Pero su humor se ha ensombrecido, y sombríos serán sus paisajes y sus trabajadores de uno u otro oficio, sus campesinas, sus bodegones tristes, y de una severa modestia. Sólo su constancia en el trabajo permanecerá inalterable a lo largo de todo el año.
  • 266. En Nuenen pintará febrilmente durante los dos siguientes años en que permanecerá allí. Los primeros lienzos importantes, numerosos bocetos, dibujos y acuarelas forman la última fase de consolidación de su formación. Cuadros como Los comedores de patatas (1885), numerosos tejedores, cabezas de lugareños, ancianos del hospicio, campesinos, hombres o mujeres en las más diferentes actividades o posando, naturalezas muertas con muy diversos motivos; todo ello, fruto de un esfuerzo y una dedicación formidables, verdaderamente difíciles de igualar por cualquier otro pintor de cualquier tiempo. Siempre ignorando el coste para su salud de semejante sacrificio y abstrayéndose además de la incomprensión primero y, al cabo, de la hostilidad circundante. Cuando, ya fallecido su padre, su madre abandonó Nuenen, ya en la primavera de 1886, varias cajas con muchas de las telas fruto de todos esas fatigas quedaron guardadas temporalmente en casa de un comerciante de Breda para, finalmente, acabar por ser subastadas. Un sastre local, M. Mouwen, adquiriría la parte de todo ello que actualmente se conserva. Boceto de mediados de enero de 1884
  • 267. Boceto de enero de 1884
  • 268. 1884 Enero. Nuenen Tejedor mirando hacia la derecha (Media figura) 48,0 x 46,0 cm
  • 269. Boceto de enero de 1884. Tejedor
  • 270. 1884 Enero. Nuenen Silueta de una mujer campesina cavando zanahorias Dibujo a pluma, lavado
  • 271. 1884 Febrero. Nuenen. Tejedor mirando hacia la derecha Óleo sobre tela sobre hoja (37 x 45 cm)
  • 272. 1884 Febrero. Nuenen. Tejedor mirando hacia la derecha. Acuarela
  • 273. 1884 Febrero. La vieja torre de Nuenen con un labrador (34,5 x 42 cm)
  • 274. 1884 Febrero. Nuenen Congregación saliendo de la iglesia reformada en Nuenen (41.3 x 32.1 cm)
  • 275. 1884 Febrero. Nuenen Mujer con carretilla de noche Dibujo a pluma
  • 276. 1884 Marzo. Nuenen Avenida de los álamos Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, sobre papel de pergamino
  • 277. 1884 Marzo. Nuenen Jardín de invierno Dibujo a pluma y pincel, sobre papel de pergamino
  • 278. 1917 The Distant Island 1884 Marzo. Nuenen Abedules podados Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, intensificado con acuarela blanca opaca, sobre papel de pergamino
  • 279. 1884 Detrás de los setos. Dibujo a lápiz y pluma 1884 Marzo. Nuenen El martín pescador Dibujo a lápiz, pluma en tinta marrón, intensificado con acuarela blanca opaca, sobre papel de pergamino
  • 280. 1884. Marzo. Nuenen Detrás de los setos Dibujo a lápiz y pluma
  • 281. 1884 Marzo. Nuenen Jardín de la casa parroquial Dibujo a pluma, intensificado con blanco
  • 282. 1884 Marzo. Nuenen Tejedor mirando hacia la izquierda con rueca (61 x 85 cm)
  • 283. 1884 Primavera. Nuenen. La vieja torre de Nuenen con gente caminando. Óleo sobre tela sobre hoja (33,5 x 44 cm)
  • 284. 1884 Primavera. Nuenen Cuneta Dibujo a lápiz, pluma en tinta, intensificado con blanco opaco y pintura verde sobre papel de pergamino
  • 285. 1884 Primavera. Nuenen. Paisaje con olmos podados.Óleo sobre tela sobre hoja (43 x 58 cm)
  • 286. 1884 Primavera. Nuenen. Casas con techos de paja. Dibujo a lápiz, pluma en tinta, intensificado con blanco
  • 287. 1884 Primavera. Nuenen. Pinos sobre el terreno. Dibujo a pluma y pincel, sobre papel de pergamino
  • 288. Boceto de primavera con el jardín de la rectoría y sus árboles en flor