1. Reflexión acerca de la enseñanza- aprendizaje de la historia
La historia es concebida como promotora de los contenidos escolares;
por supuesto, una vez llevada a la práctica, de modo que pueda ser
comprendida en su nuevo contexto. Se debe señalar, que esto se realiza de un
modo muy poco “correcto”, tal como sucede con otras disciplinas académicas,
aunque con un modo singular: la enseñanza de la historia suele ser asimilada
rápidamente a un aspecto de la realidad que guarda muy poca relación con el
pensamiento crítico y que, al menos hasta ahora, ha servido para fomentar la
identidad nacional la mayoría de las veces regionalizándola, es por ello que,
aunque se supone que la historia debería ser estudia y comprendida por todos
los alumnos de todo el país se circunscribe a tan solo una parte del territorio,
dándole un carácter fragmentado, limitado y sobre todo poco interesante al
aprendizaje de ésta.
La “nueva” de la enseñanza de la historia no ha logrado separase
completamente de los pasados métodos tradicionales, en las aulas no están
aún clarificados los objetivos de carácter netamente disciplinar y los cognitivos
consistiendo, de modo general, en: comprender el pasado de forma compleja
sin distinguir diferentes períodos históricos, existe una incomprensión de la
causalidad histórica, la cual permitirá aprender la historia de forma
intelectualmente activa y comprender el conocimiento histórico como
depositario de problemas que pueden resolverse con sistemas de objetivación,
y relacionar el pasado con el presente y el futuro, lo cual supone una
importante vinculación con las Ciencias Sociales.
En suma: la historia escolar es mucho más y, también, mucho menos
que la historia académica es mucho más porque incluye una gran cantidad de
valores y creencias que se enlazan en una trama de relatos históricos cuya
finalidad prioritaria es la formación, en los alumnos, de una imagen positiva
triunfal, progresista, de la identidad de su nación.