El documento describe cómo los narcóticos como la belladona y el estramonio se usaban en la Edad Media para producir alucinaciones que las personas creían eran encuentros con el diablo o la brujería. Estas sustancias tóxicas causaron la muerte del rey Fernando el Católico y otros monarcas. Los brujos usaban estas drogas en rituales llamados aquelarres para convencer a los demás de que podían volar y comunicarse con Satanás.
c3.hu3.p1.p2.El ser humano y el sentido de su existencia.pptx
Libro 2 do trimestre paguina 89-hasta-la-94
1. por cuanto a los síntomas de la enfermedad que llevó al sepulcro al citado
monarca ponen de manifestó los estragos de la cantáridas y de la belladona, tan
empleadas para los filtros amorosos, de los cuales fueron simplemente una
variante. «Cuando el rey había perdido ya toda esperanza de tener sucesión de
su segunda esposa, doña Germana, dice Lafuente, esta señora, que lo deseaba
vivamente, como tal vez el rey mismo, a fin de tener quien le sucediese en la
corona de Aragon, aconsejada por dos principales dueñas propinó á su marido
cierto brebaje que confiaban había de vigorizar su naturaleza (1513), expediente
semejante al que en igual caso se había empleado ya con el rey don Martín de
Aragón. El resultado fue también el mismo, á saber: el de estragar su salud y
debitar más su naturaleza, hasta contraer una enfermedad que s fue agravando
cada día y vino á declararse en hidropesía. «con muchos desmayos y mal de
«corazón, creyeron algunos que le fueron «dadas hierbas» (Zurita, Alesón,
Pedro Martír, Dr. Carvajal). Uno de los síntomas de esta enfermedad era
aborrecer las grandes poblaciones, donde se sentía como ahogado, y no
encontrar recreo sino en el campo y en los bosques, ni pasatiempo agradable en
el ejercicio fatigoso de la caza» (Lafuente, Historia de España, t. II, pág. 413). En
la afección ascítica del Rey Católico puede diagnosticarse una nefritis como
causa producida sin duda por las cantáridas, sumada á la desazón y misantropía
que ocasionan las intoxicaciones lentas por los narcóticos. Lafuente compara la
enfermedad expresada con la que costó asimismo la vida al rey don Martín de
Aragón (1410), y esta comparación, saltando una centuria, puede hacerse
extensiva á las desgracias ocasionadas por los filtros amorosos de la remota
antigüedad. Con iguales síntomas é idénticos efectos, puede concluirse por la
identidad de causas. Dice Ballesteros á propósito de la muerte de Martín el
Humano: «… la tristeza por la pérdida de su hijo y la medicación para obtener
descendencia causaron la muerte de don Martín, que falleció el 31 de Mayo del
año 1410» (Historia de España y su influencia en la Historia Universal, t. III, pág.
241, Barcelona, 1922). Las llamadas «Aguas del Lateo» eran preparadps
capaces de producir uan embriaguez voluptuosa que transportase
espiritualmente á los desesperados ó aburridos á muchos mejores.
Indudablemente consistían en pócimas ó cocimientos á base de cáñamo indiano.
Este material posee una acción características sobre el sistema nervioso,
excitación que se comunica á las funciones digestivas y genésicas. Á dosis más
elevada produce una embriaguez alegre, acompañada de singulares
alucinaciones ópticas y acústicas. El uso persistente de las expresadas
preparaciones conducía á un embotamiento absoluto, físico y moral. Baulier
afirma (Sobre la trepanación en los indios actuales de Bolivia) y Monzas lo
corrobora (Á lo largo de los Andes y del Amazonas), que las hojas de coca
mascadas por hábito hasta llegar á la saturación, producen los mismos efectos.
El uso de los narcóticos y estupefacientes, auxiliar de todos los milagreros de la
antigüedad y recurso de viciosos y débiles mentales de todos los tiempos,
ocasionaron otra plaga en la Edad Media que derivó en un terrible hábito en la
Edad Moderna: los brujos profesionales y los degenerados que pretendían asistir
2. á los aquelarres. Ante todo el brujo, para no tener vallas en sus males artes,
procuraba romper todo vínculo con los seres humanos que no pertenecían á su
gremio, y á la vez con cuanto se refiriese á principios y credos religiosos. Brujo
y profanador eran sinónimos. Ayunaban cada quince días, terminando estas
abstinencias de cuarenta y ocho horas con libaciones de vino intesamente
especiado, en el que maceraban, además, cañamones y cabezas de adormidera
machacadas. Embriagados por semejantes brebajes, dormían la modorra en
aposentos perfumados con sahumerios de una mezcla de incienso, alcanfor,
áloes, ámbar gris y estoraque. Practicados tales excesos dos veces al mes,
trastornábase necesariamente en su estructura moral, poniéndose en
condiciones de las mayores atrocidades. Taciturnos habitualmente, exaltábanse
hasta la frenesí cuando querían. Cada mes, por lo menos, celebraban evociones.
Llamaban á Satanás en la soledad de los bosques ó en el misterio de caserones
abandonados, y sus alucinadas mentes veían al rebelde arcángel, que les dirigía
la palabra y sostenía con ellos imaginarios diálogos. Nada más tétrico y teatral
que tales ceremonias. Las mentes extraviadas de aquellos desdichados
acababan por convencerse firmemente de la realidad de sus culpables
alucinaciones. Trazaban en el suelo el círculo goético con la punta de una
espada; colocaban dentro del mismo dos coronas de verbena, y junto á ellas un
pebetero, donde quemaban mezclas resinosas con semillas secas de bleño, que
rodeaban de densa humareda aquel lugar. Puede suponerse cuáles serían las
palabras con que llamaban á su infernal señor. La fraseología más bárbara y
exótica salía de sus labios… Después, el delirio producido por la embriaguez
exaltada en sus mentes saturadas se cuidaba del resto. La luz del nuevo día les
encontraba tirados por el suelo, derrengados por las pesadillas, enloquecidos
por las imágenes sugeridas durante el acceso, pero absolutamente convencidos
de que el rey de las sombras había pactado con ellos, propicio siempre á
servirles en cuantas atrocidades quisieran proponerle. Este abuso de los
narcóticos hizo sin duda germinar la idea de servirse de los mismo para dotar á
incautos de pretendidas facultades que les permitiesen á su vez tener tratos
directos con las potestades infernales. Los brujos pusieron escuela, ingeniando
la manera de proporcionarles recursos para que un mortal cualquiera pudiese
participar en las ceremonias que, según afirmaban, presidía el propio Lucifer
rodeado de sus adepos. Para dirigirse á los aquelarres era preciso
embadurnarse el cuerpo con grasas mágicas, cabalgar á horcajadas sobre el
mango de una escoba, y saliendo por cualquier ventana ó por el propio tubo de
chimenea, ir á reunirse, á través de los aires, con los que compartían tales
devociones. El aquelarre estaba presidido por el principio de las tinieblas, y
comenzaban las ceremonias al sonar de la media noche. Reunidos los réprobos
en alguna pradera lejos del poblado, en algún bosque cuya fama de que se
aparecían en él duendes y brujas alejaba á todo curioso, después de rendir
tributo al presidente, comenzaba un banquete en el que servían manjares de lo
más asqueroso y extravagante; seguía una misa negra, ceremonia sacrílega y
obscena, profanación de los Divinos Oficios, y terminaba el conciliábulo con la
3. danza macabra, excusa y aliciente de todos los excesos. Al despuntar el alba y
oírse los cantos de los gallos anunciando el nuevo día, disolvíase la asamblea,
marchándose otra vez por los aires á ocultarse cada cual en su cofurna. Así, de
esta manera, narraban los profesionales de la brujería lo que pasaba en los
aquelarres. Atraídos los prosélitos por aquel fárrago de absurdos, que no
obstante hablaban á sus sentidos y á su imaginación, seducidos por el misterio,
solicitaban ser admitidos entre los iniciados. Los brujos les proporcionaban
entonces la grasa mágica, y por la virtud maravillosa de la misma se realizaba el
prodigio. En resumen, se reducía á una alucinación producida por los narcóticos
de que estaba el unto saturado caía narcotizado, y durante la modorra de la
especial embriaguez surgían en su mente, como algo real é indubitable, todas
las imágenes que el brujo le había descrito. Al despertar lo recordaban todo, y
puestos en el tormento, cuando les denunciaban, referían con toda la sinceridad
del alucinado que habían viajado por los aires, que habían participado en el
sacrilegio conciliábulo, que habían profanado las sagradas ceremonias, que
habían regresado á su casa montados de nuevo en la escoba, á través de
cualquier rendija ó del cañón de la chimenea… en la Relación de las personas
que salieron al auto de que los señores D. Alvaro Becerra Holguín, del Hábito de
Alcántara: Licenciado José Valles Alvarado, y Licenciado Alonso de Salazar y
Trías, Inquisidores Apostólicos del Reino de Navarra y su distrito, celebraron en
la ciudad de Logroño en 7 y 8 dl mes de Noviembre del 1610, se refiere que
«cuando una persona seducida por un brujo ó una bruja á a Satá, habían
prometido su homenaje, el diablo, una noche en que tenía que celebrarse el
aquelarre, entre las nueve y las diez, enviaba á ella una vieja, quien, después de
haberles despertado, si dormían, les frotaba las manos, las sienes, el pecho y
las plantas de los pies con un ungüento verdoso y fétido. Hecho esto, era sacad
de la casa por la puerta ó por la ventana, que el diablo abría, ó por un agujero
cualquiera, la gatera misma, y llevada velozmente á través de los aires al lugar
de la reunión. Ya allí daba comienzo al aquelarre», etc. Estos dos datos
demuestran que á la sazón había ya traficantes de narcóticos, aprovechándose
de la credulidad de las gentes. Cardán fue de los primeros que manifestaron sus
dudas en sentido de que la mayoría de los encantados en semejantes procesos
fueran culpables de delitos reales, sino en todo caso de intención, declarando lo
que les habían sugerido ciertas unciones de acónito y belladona. Efectivamente,
el extracto de belladona aplicado sobre alucinaciones. El estramonio, ya
empleado por los indígenas de las Indias Occidentales mezclado con tabaco,
para privar del conocimiento á quienes querían hacer victimas de sus fechorías,
es tóxico en todas partes de las plantas. Sin embargo, la actividad se demuestra
sobre todo en las semillas. La acción que ejerce en el sistema nervioso,
manifestada por delirios y alucinaciones, explica todos los efectos de la brujería.
Lo confirma la denominación que se lo otorgó de «hierba hechicera» ó «hierba
del diablo». Es importantísimo el pormenor de que los preparados de estramonio
obran más activamente aplicados sobre la epidermis, en fomentos ó unturas, que
vía estomacal. La toxicomanía impulsaba á veces á orgías obscenas, que para
4. darles algún nombre, muy en harmonía con la índole de los que participaban en
las misma, se disfrazaban con el de aquelarres. Se conserva un proceso
completo incoado en Calahorra en tiempos del emperador Carlos V, en el cual
más de 200 mujeres dieron cuenta y razón de tales conciliábulos. Reunidas en
satánicos banquetes con hombre tan poco dignos como ellas, se embriagaban
con ajenjo mezclado con cantáridas. Esta mezcolanza de los grosero y
vergonzoso con un aspecto de depravación mística, se encuentra en todos los
países y en todos los pueblos. El Rig-Veda (VIII, pág. 48) dice que con el saoma
se adquiere la inmortalidad y se entra en la luz. El saoma es una bebida
narcótica. En los Oráculos de Delfos, Delo, Abe y Tegiro en Grecia, se empleaba
n para profetizar humo de laurel y emanaciones de gases tóxicos. Las pitonisas
se sometían á una especial preparación mascando las hojas del árbol
consagrado al dios, y bajo el trípote donde subían para pronunciar los oráculos
se exhalaban gases sulfurados y carburados (Giacosa). Platón afirmaba que la
causa que provocaba los éxtasis podía ser una afección mental ó una locura
producida por ingestión de drogas excitantes. Acosta, en su Historia moral y
natural de los indios (I. V, cap. XXVI, folio 241), dice que éstos tomaban una
semilla llamada Ololuchqui para ver visiones brujos. César Lombroso, en su libro
Investigaciones acerca de los fenómenos hipnópticos y espiritistas, dice que la
producción artificial de médiums y de brujos puede conseguirse con el empleo
de hierbas y drogas. Añade que los indios de Giamina que aspiran á la iniciación
deben alimentarse con determinadas hojas durante tres meses y vivir solitarios
en un bosque hasta que se les aparece un fantasma; al Thag-Phap, médico
profeta de los anamitas, se le prescribe una dieta especial, alimentándose
únicamente con una planta de hojas cordoformes (Lombroso, ob. cit., cap. V). El
propio Lombroso, en su libro II vino nella pazzia en el delitto, dice que los
antiguos hierofantes se reservan el uso de las bebidas fermentadas,
declarándolas sagradas. Baco es el dios médico, y en las abluciones. A Rouhier
publicó interesantes noticias acerca de una planta excitante, de efectos
parecidos al cáñamo indiano probablemente, denominada en lengua azteca
yagé (Hemadin Amazonicum), y de otra del mismo género, llamada pyote
(Echinocactos Wiliamsii). Según el citado Rouhier, el peyolt ó peyote, á fuertes
dosis, actúa sobre el centro óptico del cerebro y la embraguez que provoca no
afecta más que á los ojos. No turba la inteligencia, conciencia ni la voluntad. Su
absorción ó la de uno de sus alcaloides provoca inmediatamente una
sobreexcitación general y agradable. Si el que toma se sitúa en un lugar obscuro
y cierra los ojos, percibe el desarrollo de visiones de incomparable belleza y de
indescriptible luminosidad. Estas visiones, en continuo movimiento, son lentas ó
rápidas según de varias horas surgen y se desarrollan visiones de escenas
sorprendentes, visiones de un mundo poblado de cosas, plantas, animales y
personajes diversos que llegan, actúan, se agrupan y desaparecen,
representando animadas escenas que la voluntad del sujeto no puede provocar,
modificar ni detener» (A. Rouhier, La planta qui tait des yeux emerveillés. Le
Peytol et Le Yagé, plante telépathique, Paris Medical, 1923 y 1924).
5. Resumiendo, se trate ó no de plantas que provoquen fenómenos telepáticos,
cosa que han entrado en el inmenso campo de las tóxicomanía al servicio de la
mediumnidad y acopio de datos los efectos de tales materiales (Revista de
Estudios Metapsiquicos, año I, núm. 3), demostrando las propiedades
alucinatorias de los mismos, análogas á las del cáñamo indiano desde cierto
punto de vista, y á los efectos del mate, considerando la intensidad relativa de la
intoxicación. El propio Rouhier manifiesta que ciertas tribus indias de Méjico
profesan verdadera veneración al peyote, considerándole como una deidad.
Celebran en su honor fiestas y ceremonias que duran meses. Es para ellos la
encarnación del dios del fuego y de la luz. Quizá no es este punto menos
interesante de la tóxocomanía. Todas las religiones paganas buscan en aquella
un auxiliar para sus prácticas. No obstante, el materialismo de los grandes
centros de población ha conducido á los propios extremos. Unos por olvidar los
sinsabores de la vida y fingírsela menos afanose: otros por aberración, ya
hastiados de todos los placeres, han buscado y siguen buscando en esos
«paraísos artificiales» recursos para ofrecer alguna novedad á sus gastados
espíritus. Dejando d lado el alcohol, el propio ajenjo, el opio y el tabaco, quedan
una legión inmensa. Morfina, éter sulfúrico, cáñamo indiano, belladona, beleño,
etc., constituyen un verdadero arsenal. Pero la reina soberana de ese ejército
destructor de las mejores energías de la sociedad es la cocaínas, en estado de
cloruro permitiendo preparar los líquidos inyectables con sólo mezclarla con
agua; su máximo de asimilación, debido precisamente á aquella, han facilitado
su uso. Divulgóse el mismo cuando la morfina estaba en pleno éxito, pero han
bastado unos cuantos años que fuese preferida al tóxico clásico. La cocaína es
artículo de contrabando y se comercializa con ellas á despecho de policías y
brigadas de disciplina social. Individuos que jamás aprenderían á colocarse un
termómetro clínico, son verdaderos maestros en darse inyecciones
hipodérmicas. Ciertas películas cinematográficas y revistas teatrales, género
decadente que fía el éxito de numerosas reñidos con la decencia y recursos
chillones de indumentaria y decorado, cultivan la aficción y dan aliciente á los
vacilantes, con escenas cuyo protagonista consigue sumirse en paradisíacas
regiones merced á una dosis de dicho tóxico. Las grasas narcóticas han pasado
á la historia; las píldoras de hachich resultan poco elegantes y de una actividad
demasiado lenta; el opia no pasó nunca de un limitado número de adeptos, que
los saborean en los clásicos fumadores. En cambio, la morfina y la cocaínas,
sobre todo, triunfan en toda línea. Unas pastillas lenticulares perfectamente
dosificadas y una artística jeringuilla de cristal con la correspondiente cánula
resuleven el problema. A finales del siglo XIX comenzó á vencer la morfina en
inyecciones el uso desaforado del ajenjo; el primer cuarto del siglo XX se ha
señalado por el absurdo triunfo de la cocaínas. Nadie podría decir con certeza
cuál fue el foco primitivo del que irradió el nefasto hábito, pero indudablemente
se formó en las reuniones desdeñables de mujeres de vida equívoca con
frecuentadores de cabarets á altas horas de la noche. todas las naciones han
tomado providencias para atajar el mal que amenaza quebrantar
6. inexorablemente las energías de las colestividades, y á tal fin se han constituidos
comisiones internacionales secundadas por organizaciones de cada país como
nuevos ejércitos de salud pública. Están intervenidas las entradas de narcóticos
en las aduanas y el despacho de recetas en los establecimientos facultativos. No
obstante, las argucias de los comerciantes, ó, mejor dicho, mercaderes en esta
clase de venenos, consiguen, por desdichas, burlar con demasiada frecuencias
las medidas más enérgicas y previsoras. La toxicomanía se ha convertido en un
delicadísimo problema, y si no se resuelve amenaza acabar con el valor moral
de las grandes ciudades. El conflicto tiene más trascendencia, por cuanto no se
substraen al pernicioso vicio mentalidades selectas, respecto á las que asiste el
derecho de abrigar unas seguridades que la realidad se encarga de desmentir.
La afición nefasta hermana al salvaje con el civilizado; al hombre culto con el
cretino; al débil mental con el genio. La vida contemporánea, transcurriendo tan
rápida como intensamente cual si se contagiase lo vertiginoso del ambiente con
la corriente eléctrica, el automóvil, el aeroplano y el cinematógrafo, parece
buscar un complemento al pretender instantáneamente la felicidad con unos
centímetros cúbicos de solución tóxicas introducida bajo la epidermis y difundida
luego en unos segundos por todos los centros nervisos del individuo.
Hachich. Ampliando lo dicho en el tomo XXVII, páginas 488 y 489 de esta
ENCICLOPEDIA, con referencia á este tóxico, y tratándose en este lugar en su
aspecto químico y toxicológico, añadiremos que en Persia se conocen
preparados de cáñamo que se emplean a menudo para producir una especie de
embriaguez en Turquía (srar, beng, madschun), Arabia (bhang, bueng, bandje),
Egipto (maslar, malach), África del Sur (djamba, dakka, dacha, tabaco del
Congo), India (guaza, sidhee, gandscha, gunja), y también en China, en Tartaria,
etc. En la India se tinturan las hojas de cáñamo, recolectadas en la época de la
florescencia, con agua ó leche, algo de pimienta negra y también azúcar y
especias y se emplea el líquido verde como medio de embriaguez. Bastan 30
gramos para conseguir este objeto un bebedor habituado a ello. En otros países
se combinan los componentes activos componentes activos con manteca,
mezclando ésta con especias y formando píldoras con la masa formada. Este
preparado en afrodisíaco, pero no produce, como el siguiente, alucinaciones. En
grandes dosis produce excitación cardíaca y fuerte malestar. La resina separada
de las puntas de la puntas de las ramas de la planta joven se emplea, en
diferentes formas, para fumar con pipa como tabaco; 4 gramos de sandschel
producen ya el efecto completo. Se cree que su uso capacita para un trabajo
duro y seguido, calma el dolor y evita los efectos perjudiciales del cambio del
clima. Se dice que produce una embriaguez alegre y agradable. Parece que la
vitalidad aumenta, la inteligencia se aguza, la fantasía se excita
extraordinariamente en la imaginación imágenes encantadoras. Es chocante que
los músculos de los sentidos sufren una perturbación tal que los que está arriba
aparece debajo, lo de la derecha á la izquierda, etc. Sin embrago, los efectos
varían mucho con las razas humanas y aun con los individuos. Se dice que la
7. hachich, empleado con moderación y siendo de buena calidad apenas perjudica;
el goce que proporciona es mayor cuando todavía no se ha adquirido la
costumbre. En cambio, el uso excesivo y duradero de un hachich de mala
calidad, sobre todo cuando la alimentación es deficiente, produce efectos
desastrosos; casi nunca excitación nerviosa con visión de horrores y
acompañada de temor risible, que termina con la locura. El hachich desempeña
en Egipto el mismo triste papel que el alcohol en los países del Norte. Una
abstención súbita y completa del uso de esta droga es imposible para la curación
del fumador de la misma; sin embargo, mucho puede. Se ha supuesto que llegan
á unos 200.000,000 las personas que se valen del hachich para embriaguez. El
conocimiento químico del Cannabis saliva indica, así como de los preparados
obtenidos con ella, es aún muy incompleto. Los productos designados con los
nombres cannabina, oxicannabina, cannabinol y tetanoscannabina, son mezclas
resinosas con combinaciones que se hallan relacionadas, tal vez, con los
alcaloides. En el cañamo indiano se han podido aislar las especies químicas
siguientes: colina, inactiva fisiológicamente; trigonilina y muscarina, muy
venenosas. Los componentes activos del hachich son pocos conocidos; los
preparados puros no contienen nicotina. El extractum Cannabis indicas y
Tincluca Cannabis indicae de la Farmacopea Alemana parecen contener los
mismos componentes activos que el hachich.
La acción tóxica del cañamo puede comprobarse cuando se marcha sobre
terrenos de sus cultivos y á temperatura elevada. Se experimenta vértigos,
deslumbramientos y una especie de estupor, lo que se atribuye al aceite al aceite
esencial volatilizado de la planta. La maceración del cañamo para extraer sus
fibras envenena la fauna de los caudales de agua. Los batidores de las fibras
sufren accidentes respiratorios que parecen debidos solamente al polvillo
levantado. El hachich en sus diferentes formas (infusión, humo, pasta (provoca
una embriaguez peor que la del opio. En los sujetos no habituados se observan
náuseas y opresión, a veces vómitos como en los que empiezan á fumar tabaco.
Acelérese después la circulación y aparece un delirio que dura de tres á cuatro
horas.
Es aquél activo, alegre y agradable, por lo común, yendo á veces procedido de
tristeza. Pierdan la noción del espacio, el tiempo y la gravedad, creyendo el
sujeto que carece de piernas ó que no toca el suelo. Las impresionantes son
exageradas y las sensaciones anestésicas enormes, hallándose relacionado el
contenido delirante con el mental habitual del paciente. En conjunto, puede
decirse que el hachich exalta la tendencia á las ideas favoritas de cada cual.
Después del periodo de excitación sobreviene un sueño tranquilo, á menos que
la dosis haya sido excesiva. Entonces se declara un delirio furioso, seguido de
un agotamiento profundo y con letargia. El sujeto queda entonces dormido y en
resolución muscular como en la anestésica clorofórmica. Esto explica que en
China se haya utilizado el hachich para la narcosis quirúrgica. El hábito morboso
8. ó toxicomanía produce el estupor, la anorexia y la almotonía, acabando por
fallecer el enfermo en caquexia. En el Cairo, Arabia y en la India, lo propio que
el África del Norte y Extremo Oriente, se fuma el hachich como el opio. Entonces
se reúnen los aficionados en establecimientos especiales y clandestinos. La
dosis tóxicas son muy variables según las diferentes preparaciones.
Bibliogr. Vibert, Tratado de Medicina Legal y Toxicología (ed. Espasa,
Barcelona); Olier, Traité de Chimie toxicologique (París, 1915); Lewin, Trailé de
Toxicologie (París, 1914); Krapelin, Lehrbuch der Psychiologie (Berlín, 1921).
TÓXICOMANÍAS. Pat. Grupo clínico formado por entidades frenopáticas
heterogéneas cuyo carácter tóxico de dicho agente es secundario y accidental,
ya que el enfermo no busca precisamente la intoxicación. Se trata de un hábito
patológico más que de un intento pervertido, y la prueba de ello la ofrece su
contagio y difusión social. El temperamento psicológico individual desempeña un
papel notable en la etiología y patogenia. Así, todos los que han consumido
drogas de este género han padecido toxicomanía. Tampoco es igual la dosis
activa ó toxicomanía varía en su agente causal según los países, y así es la coca
en la América del Sur, el opio y el hachich en Oriente; el alcohol, la morfina y la
cocaína en Europa, etc. Puede considerarse como endémica en muchas
regiones donde ya los niños se acostumbran á la droga favorita. La forma
epidémica se debe al contagio mental por sugestión. Hay formas larvadas y
latentes, en que los síntomas de las toxicomanías no se acusan ó simulan las de
otras afecciones el tóxico y el sujeto. Unas veces aparece sólo el delirio
confusional y otras el cuadro maníaco, el angustioso ó el de ofuscación simple.
A la larga no es raro que se instale la demencia, ya apática, ya con crisis de
excitación. Por lo demás, no es raro encontrar formas asociadas, ya que muchos
toxicomanías son verdaderos degenerados mentales. La herencia, ya similar, ya
disimilar, desempeña en ello un gran papel aparte la influencia del medio familiar.
Los síntomas físicos son polimorfos y dependen igualmente del tóxico empleado.
El diagnóstico se basa en la comprobación del síndrome propio de cada tipo
tóxico. Así, se reconocerá el morfinismo, eterismo cafeísmo, absistismo,
aromicismo, cocainismo, veronalismo, etc. Importa además explorar el estado
mental habitual y el observador en las crisis y períodos consecutivos. La
intoxicación, en efecto, no es sinónima de toxicomanía pues ésta puede
sostenerse á dosis débiles. Las relaciones y manifestaciones del sujeto están
expuestas á reserva, pues muchos de ellos son mitomaníacos y fabuladores. El
curso y terminación de la toxicomanía dependerá del agente empleado y del
grado de la habituación. Cuando ésta llega á la demencia y la caquexia la
incurabilidad es absoluta. No olvidemos además, que muchos enfermos padecen
ya otras afecciones orgánicas dolorosas y consecutivas (tuberculosis, litiasis,
cardiopatías). El tratamiento se basa en la privación del tóxico y la reclusión
manicomial ó en asilos especiales. La curación es la regla pero las recibidas son
sumamente fáciles. La prohibición social es sólo un medio auxiliar, que debe
9. sostenerse con la educación, la higiene moral y la divulgación de las
consecuencias del tóxico. V. OPIOMANÍA, MORFINOMANÍA, ALCOHOLISMO,
ETERISMO, etc.
TOXICÓMETRO. M. Fís. Instrumento que sirve para medir la intensidad de los
venenos.
TÓXICOPATÍA. F. Pat. Término general para los estados morbosos producidos
por un tóxico.
Deriv. Tóxicopático, ca.
TOXICOSCORDIÓN. M. Bot. Género fundado por Rydberg y sinónimo de
Zigadenus Mchx. En la familia de los liliáceas.
TOXICOSIS. F. Pat. Estado morbosos debido á un veneno.
Tóxicocis endógena. Intoxicación por un veneno generado en el mismo
organismo y no eliminado.
Tóxicocis exógena. Intoxicación producida por un veneno exterior al organismo.
Tóxicocis por retención. La debida á la no excreción de productos normales
tóxicos.
TOXIDERMIA. f. Pat. Dermatosis de origen tóxico.
TOXIDERMITIS. f. Pat. Inflamación de la piel debida a un veneno.
TOXIFOBIA. f. Pat. TÓXICOFOBIA.
TOXIGUERO. m. Bot. Nombre vulgar de Rhus Toxicodendron.
TOXICOINFECCIÓN. f. Pat Infección producida por toxinas.
TOXICOINFECCIOSO, SA. adj. Producido por infección con una toxina.
TÓXILO. m. Bot. El género Toxylon de Rafines que es sinónimo de Toxylon del
mismo en la familia de las artocarpáceas.
TOXIN. Geog. Pobl. de Méjico, en el Est. de Jalisco, cant. De Ciudad Guzmán,
mun. de Tuxcacuesco 660 h.
TOXINA. (Etim. – Del gr. toxikón, veneno.) f. Substancia, generalmente de
naturaleza albuminoidea, elaborada por los seres vivos, en especial por los
microbios, y que obra como veneno, aun en pequeñísimas proporciones. V.
BACILO Y BACTERIAS, asi como las distintas enfermedades toxínicas.
TÓXINA. Bot. Género fundado por Noronha y sinónimo de Buddlea de Linneo,
en la familia de las loganiáceas.
10. TOXINA. Pat. Nombre común aplicado á los venenos bacterianos. La concepción
de las toxinas arrancó del hecho de los efectos generales y locales á distancia
(degeneración, necrosis) observados en bacterias no emigrantes. El número y
complejidad de las toxinas es hoy tan extraordinario que no cabe todavía una
división racional. En el concepto puramente empírico se distinguen las
extracelulares y las intracelulares. Las primeras á su vez son de secreción ó de
excreción, dependiendo aquéllas de la individualidad bacteriana y éstas del
medio de cultivo. En cuanto á las toxinas intracelulares, abarcan las
bacterioproteínas y las endotoxinas. El nombre de toxina propiamente dicho
parece aplicable á todo veneno extracelular específico. Un grupo especial viene
representado por las tomaínas ó productos de putrefacción. Otro grupo de
toxinas es el de las protoxinas, que sólo se hacen venenosas por una reacción
posterior con el medio de cultivo.
Venenos de constitución conocida (alcoholes, alcaloide, glucósidos). Según la
comparación de Weigert. Obra la antioxina á modo de un pararrayos contra la
toxina. La teoría de Ehrlich explica la desintoxicación de acuerdo con la hipótesis
de los denominados receptores. Éstos existen en las células correspondiendo al
grupo haplifero de la toxina. Un receptor queda fijo en la célula mientras el otro
se hace libre y representa la antioxina. La realidad de esta hipótesis se prueba
por la inmunización y desintoxicación obtenidas con el extracto de órganos
sensibles á la intoxicación. Tal ocurre con el extracto cerebral empleado con éxito
por Wassermann y Takaki contra la intoxicación tetánica. En cambio, los
extractos orgánicos de hígado, riñón, bazo, músculos, etc., permanecían
inactivos como insensible á la toxina tetánica. Los fenómenos de intoxicación
son, pues más complicados en este caso que en los envenenamientos comunes.
El mecanismo de defensa es más complejo en las toxinas y obedece á leyes
biológicas más complicadas. Así, la dosis de tétano espásmico capaz de
provocar convulsiones es muchos miles de veces menor que la dosis
correspondiente de estricnina. Lo mismo cabe decir de las demás toxinas en
relación con productos químicos definidos. Este hecho permite asimilar en su
acción las toxinas á los fermentos. El estado constituye la inmunidad tóxica. Esto
puede depender de la falta de fijación de tales elementos, que circulan libremente
por la sangre son alojarse en órgano alguno. Se atribuye modernamente este
hecho á la ausencia de receptores ó grupos toxófilos. Dicho estado es congénito,
pero puede adquirirse por un proceso de inmunización activa. Otras veces las
células orgánicas absorben y fijan la toxina, pero carecen de receptividad y
tampoco se desarrolla la acción tóxica. En este último caso no hay, como en el
primero, ausencia de formación de antitoxinas, ya que el grupo haptífero
permanece intacto. La tetanotoxinas inyectada en la tortuga y el caimán no
provoca intoxicación, pero no por razones diferentes. En la primera hay siempre
presencia del veneno sin formación de antitoxinas. En cambio en el caimán se
forma ya antitoxina y desparece pronto la toxina de la sangre circulante. Una
tercera forma de inmunidad antitóxica es la observada cuando la toxina se fija en
11. tejidos ávidos, pero no receptores. Esta inmunidad cesa cuando se hace que
llegue directamente la toxina á los órganos; en la toxina tetánica. Así ocurre en
el conejo, como han demostrado Roux y Borrel, lo cual contrasta con lo que se
observa en el cobayo. En éste la inyección sibcutánea es ya convulsivante y
mortal por falta de órganos protectores de fijación. Semejantes diferencias
explican la de sensibilidad entre las diferentes especies zoológicas para una
misma toxina. Es posible que entre en juego varios mecanismos á la vez y que
tampoco se trate de una toxina de idéntica naturaleza. De aquí la concepción de
las toxinas parciales, cada una de ellas con sus receptores celulares, la
inmunidad antitóxica latente es la que no se pone de manifiesto sino por la
producción de antitoxinas. Las fuerzas defensivas del organismo bastan
habitualmente para neutralizar los efectos de las toxinas. Cuando ya no bastan
aquéllas debe recurrir la economía á la producción de antitoxinas. El hecho se
realiza en las infecciones clínicas, que son más lentas y paulatinas, pero no en
las de laboratorio. La anafilatoxina se han asimilado á las toxinas bacterianas en
cuanto á sus modo de producción. Sin embargo, no faltan observadores, como
Dolp y Rados, que separan ambos fenómenos basándose en que la anafilatoxina
aparece sin anticuerpos en los antisueros y sus efectos tóxicos primarios. En
tales casos se cree que existen restos de antígenos además de los cuerpos
inmunizantes. Sea como quiera, la anafilatoxina obra también en la enfermedad
del suero. El hecho se explica entonces por la asociación de preciptinas á los
albuminoides del suero. Las reacciones anafilácticas de la vacuna, de la
tuberculosis, de la sífilies y las llamdas gnuinamente de foco se relacionan
también con toxinas. Así se ha descrito la tuberculosis, la luetina y la endotoxina
vacunal. El conocimiento de las toxinas es no sólo de orden teórico sino también
práctico. Sirve, en efecto, en la terapéutica inmunizante de las enfermedades
infecciosas (difteria, tétanos), para graduar los preparados correspondientes. Así
ocurren en los diversis sueros ab¡ntitóxicos, de que tanto uso hace hoy la clínica.
V. SUEROTERAPIA.
Bibliogr. Muller, Verlessungen uber Infection u. Inmunitat (Berlín 1927);
Hallopeau, Manual de Patología General (ed Espasa, Barcelona): Courmont,
Tratado de Higiene (ed Espasa, Barcelona); Lubarsch, Handbuch d. allgemeinen
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Tratado de Anatomía Patológica (Madrid, 1921); Levaditi, Hantbuch de Inmunitat
(Berlín, 1921) Agasse-Lafort, Les appliaction prtiques du laboratoire á la clinique
(París, 1926); Besson, Technique microbiologique et serotherapique (París,
1927); Bezancon, Précis de Microbiologie clinique (París, 1927); Calmette,
Manuel technique de microbiologie et serologie (París, 1928).
TOXINA, Quím. V. TOXALBÚMINAS.
TOXINEMIA. f. Pat. Presencia de toxinas en la sangre y estado morboso
consecutivo.
12. TOXINICIDA. adj. Que destruye las toxinas. Ú. t. c. s. f. Agente destructor de
toxinas.
TOXÍNICO, CA. adj. Relativo á una toxina ó producido por ésta.
TOXINON. m. Fam. Es acetaminomercuribenzoato sódico con 45 por 100 de
mercurio.
TOXINOSIS. f. Pat. Estado morboso producido por la presencia de toxinas.
TOXINOTERAPIA. f. Terap. Uso terapéutico de las toxinas estreptocócicas en el
tratamiento de ciertos tumores, por ejemplo.
TOXIS. f. Pat. Envenenamiento, intoxicación.
TOXITERAPIA. f. Terap. Toxinoterapía. Uso terapéutico de la antixinas.
TOXOBALISTA. Arm. Arcobalista; ballesta montada sobre un pie. V.
ARCOBALISTA,
TOXOBRISO. m. Paleont. (Brissopis Agassiz). V. BRISOPSIS.
TOXOCOLINA. f. Zool (Toxoxxhalina Ridley.) Género de esponjas de
monaxánidas halicondrias, de la familia de las heterorráfidas, a fin al género
Tedania (V.), que vive en Australia.
TOXOCAMPA. f. Entom. (Toxocampa Guen.) Género de lepidópteros
heteróceros de la familia de los nóctuidos y tribu de los fitometrinos. Tienen
trompa; la frente es lisa, con un corto penacho de pelos; palpcs muy levantados
delante de la cara, con el segundo artejo densamente escamoso, el tercero más
corto y liso; antenas del macho pubescentes casi aserradas con pequeños ramos
finos y cortos; protórax ligeramente encapuchado; tibias sin espinas; alas
anchas, con el borde externo no dentro. La oruga es delgada, posee 16 patas,
pero la primera abdominal está acortada. Vive en las leguminosas, pasa el
invierno joven, es adulta en Mayo y Junio, se crisalida entre hojas y restos
vegetales formando un tejido flojo. Se encuentra 12 especies de la fauna
paleártica. El tipo es T. lusoria L; vive en Vicia y Astragalus en Europa, Asia
Menor hasta el Altaj: la T. Glysyrrhiza Ramb. se encuentra sólo en España.