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Relatos al viento
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Cuando la vi salir por esa puerta inmensa, por la cual hemos pasado hace ya un milenio; nunca
pensé que sería la última vez.
Porque ya había sucedido antes. Como, a manera de ejemplo, ese día en que difundió su
preñez no aceptada. Recuerdo, ahora, que ese día discutimos, como solo nosotros sabemos
hacerlo.
Que tú no me dijiste nada. Que, cuando me abordaste, lo hiciste sin ningún preservativo. Que
tú eres responsable, porque no me avisaste que ya se había ausentado la regla y que, en
consecuencia, estabas en el periodo próximo a la posibilidad de recibir el líquido cargado de
espermatozoos, en el momento y en las condiciones que conllevan a esperar el crecimiento del
vientre.
…y ella me dijo que la culpa era mía; ya que siempre estás al acecho. Siempre buscas el
momento de verme desnuda. Y, siempre, me tumbas en la cama y me penetras a la fuerza.
Y que, seguía diciendo ella, no te denuncié porque te amo tanto que nunca te haría algún daño.
Y que, en consecuencia, ya voy por el cuarto embarazo en las mismas condiciones. Ya
Heraclio, Miroslava y Atahualpa habían nacido a partir de allí. Y que yo sentí que la y los
odiaba. Porque, eso de abrir las piernas de manera forzada, ya me tenía aburrida. Porque,
cada orgasmo se constituyó en un embarazo. No había placer; porque no lo puede haber si a
cada rato me inundabas y cada inundación era una preñez.
…Y discutimos, como solo nosotros sabemos hacerlo, y nos desgastamos en epítetos; hasta
que el feto no pudo más y se marchó; por esa puerta ancha, inmensa apoyado en la mano de
mi querida Cleopatra, mujer de mujeres; con ochenta años encima.
Y yo, sintiéndome Atahualpa, no dudé en considerar que esa era, precisamente, el origen de mi
mal. La desmemoria que me acompañaba siempre. Sentí que la desolación tomaba cuerpo. Y
no terminaban de salir palabras y hechos. Como borbotones de agua lanzada al espacio.
Yo no quería volver donde Hermenegildo, Desde ese día en que le dio por divulgar el asunto
ese entre nosotros. Recuerdo haberle insinuado mutismo total.
Pero él no hizo ningún caso. Más bien, se dedicó a la opereta vulgar. Disertando, a manera de
canto, acerca de lo nuestro. Como en contravía de lo acordado. Y fueron muchos y muchas las
y los que se congregaron, para escuchar su perorata.
A mí, a decir verdad, me extrañó mucho ese comportamiento. Porque había creído ver en él,
una expresión asociada a la lealtad. Porque, lo nuestro, fue una opción siempre al garete. Aquí
y allá. Un ejercicio diario, lleno de palabras que abreviaban los espasmos propios de eso que
algunos y algunas llaman sodomía.
…Pero, qué triste me puse, cuando habló a capela. Esa divulgación, no hizo otra cosa que
postular la gran duda acerca de la felicidad furtiva, en la clandestinidad de los amantes. No hizo
otra cosa que desatar la algarabía de Ordóñez, quien reclamaba la picota pública como
desagravio ante la Santísima Trinidad.
Y, según esto, yo no sabía atinar. Mi duda estaba entre ser Hermregildo; o yo mismo,
transportado hacia adelante. Un futuro menos angustiante que antes. Pero no tan claro. No tan
gratificante como quisiera…Y seguían las palabras abriéndose paso. Sin interruptor alguno.
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Y sucedió lo de siempre. Ella, vestida a la moda; es decir con el atavío propio de las que se
decidieron por el claustro como opción de vida. Una expiación a nombre de su padre
Melquisedec Lujan, a quien llamaron los vecinos, el perverso, en honor a su habilidad para
hacer de cada día una ocasión abreviar el camino entre lo ético y lo posible. Como cuando
estuvo de paso en Pueblo Nítido, hogar de quienes, como él, reivindicaban el incesto como
derecho asociado a la herejía enrevesada. Como expresión del devenir a la manera de
Yocasta.
Por eso, ese día del atavío, ella me miró con una extraña insinuación. Yo la percibí como
invitación a decir que sí; que estaba de acuerdo con esa manera tan suya de convocar íconos
en el día a día; en ese eterno peregrinar por estos caminos tan áridos que dan ganas de morir
de sed, antes de recorrerlos.
Yo dichoso. Ya había aprendido a asociar palabras e ideas. Una transformación al máximo.
Añoraba a la Nana, pero estaba empezando a vivir sin ella
Fabiana conoció a Honorio, en la celebración de los quinientos años. En una danza propia de
los trashumantes advertidos en el sentido de que algo iba a suceder ese día. Un martes, por
cierto, como sortilegio fèmino. Porque ella tenía decidido, desde ese 12 de octubre de 1492,
sus referentes. Unos vertidos como vocinglería de brujos puros. Originarios de estas tierras que
iban a ser arrasadas. Otros asumidos como ciertos, en relación con esa cultura lejana,
avasallante.
Y se le dio por construir evasiones para no mirar afuera. Siempre estuvo así. Quinientos años
mirando hacia adentro. Sin percatarse de la sangría a que eran sometidos y sometidas sus
congéneres. Una diosa rebelde que desafío a los dioses machos; pero que no tuvo ímpetus
para disociar su mansedumbre de su opción iconoclasta.
Y, por lo mismo, se quedó allí sembrada, absorta; repitiendo palabras aprendidas de los
viajantes de los galerones. De esos que socavaron las verdades y las alegrías nativas y las
convirtieron en expresiones que motivaron la insurgencia sin horizontes; lapidada, escindida,
extinguida.
Egnosodin, reinó durante cuarenta décadas. A su alrededor todo expelía el hedor propio de lo
putrefacto. Gobiernos hechizos, construidos con reductos de las hienas. Y gobernaban según
sus códigos. Esos que dirimen los retos de la historia a favor de los depredadores.
Y Egnosodin fue proclamado rey de la tierra. Un sujeto que se definió a sí mismo como
impoluto, le hizo el gran favor. Y gobernaron, el ubérrimo y el impoluto. Como dioses anclados
en sus propias heces. Los súbditos soportaron felices. Y, por lo mismo, ese día; el día de
celebración de los quinientos años, cuando la Sociedad de las Naciones categorizó a nuestra
patria como cloaca; gimieron como plañideros.
No lo podía creer. Un alto vuelo conceptual me embargaba. Y veía, en mis alucinaciones no
perversas, muchas cosas más. Las entendía como palabras que iban y venían. Hasta
concretarse como mensajeras y como propuestas para asociarlas a mi autonomía
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Bersarión lo llamaron durante toda su vida. Se sabía de él muy poco. Tanto así que nunca
conocieron su parentela. Sujeto extraño. Divulgó proclamas acerca de los rigores del tiempo.
De las heridas que ha sufrido la madre tierra. Fue el primero en anunciar los deshielos. Su
versión en torno a los agujeros negros, hablaba de algo así como rebautizarlos en honor a los
dioses negros. Propuso el nombre de agujeros blancos. Y también propuso que se hablara de
la suerte blanca, al momento de expresar penurias. Además de la blanca noche, al momento
de referir los momentos en que la gendarmería mataba y desaparecía adultos (hombres y
mujeres), niños y niñas, como acción colateral a los gobiernos blancos.
…En fin que, este sujeto revolcó la lógica de los haceres y los desaceres. Cualquier día, así
como había llegado, se deshizo. Así como había estado en los sitios, se diluyó. Lo vieron por
última vez en los alrededores de la casa de los espantos blancos. Ahora, cuando alguien habla
de él, dice: se lo llevó la mano blanca del demonio blanco, hijo del gobernante que construyó
un poder blanco. Todos y todas propusieron celebrar el día negro, en mención al negro
Bersarión que llevo una vida negra…sublime
Berenice Antequera estuvo sitiada durante mucho tiempo. Allí, en donde vivía la redujeron por
la vía más perversa: negándole el derecho a cantar. Desde pequeña, ese era su oficio. Le
cantaba a todo. A la tristeza; a la esperanza; a la alegría (…esto último casi nunca lo hacía,
porque casi nunca estaba presente).
Últimamente se había dedicado a cantar a los niños y a las niñas. Les imbuía sus versiones
acerca de lo que pasó, cuando llegaron los invasores. De la desolación que sembraron. Y de la
ignominia que construyeron. Todo, dicho con la ternura que solo es posible encontrar en una
mujer.
Cuando llegaron allí, los gendarmes, le leyeron la proclama escrita por los asesores de Alvarin
y Manolin, en ese entonces con gobernantes. Palabras más, palabras menos, en el folletín
decían: “…por cuanto, con esa manera de hablar y de cantar, Berenice la terrorista, está
pervirtiendo la moral pública y está incitando a la rebelión. Es repudiable, máxime cuando los
incitados son los y las infantes que son el futuro de esta tierra.” Ahí, en el escrito aparecía una
enmendadura, tal parece que, originalmente, habían escrito las palabras” de este mierdero.”
Y me encontré con las anteriores palabras. De la misma manera en que encuentras el agua
cuando casi has muerto de sed. Y las bebí, casi salvajemente. Hasta quedar ahíto. Pero ellas
seguían reclamando ser interpretadas y escuchadas.
Lo encontraron al día siguiente de haber celebrado su boda con Raquel. Dijo haber desertado
de la vida en pareja; porque siempre, muy en el fondo, no se sentía convocado por las mujeres.
Dijo que sentía algo así como cierta conmoción cada vez que las veía. Con mayor razón con
Raquelita, esa niña hermosa que había crecido con él y que recién cumplió diez años…Cuando
lo encontraron abrazaba a Angelito, niño que compartió con él el alborozo que rodeó la
celebración del aniversario de la Luna, quien, por ese entonces, cumplía cuatrocientos mil
millones de años reflejando su aridez, cada que el Sol la requería.
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Según dicen, vivió doscientos años. Siempre erguido. Siempre listo. Cuentan que su primer
gobierno duró ochenta, primaveras, como solían decir sus aurigas. Estuvo en la batalla de
Londres, surtiendo de agua a los soldados de su majestad. Según hablan, allí hizo su primera
fortuna. En libras esterlinas. Contaban que pasó del millón de estas. Y, parece que, si era
cierto, porque cada botella la vendió en mil libras. Obviamente con el visto bueno de la reina y
del rey. Y dicen que ordenó clausurar el curso de los ríos. De tal manera que solo él y su
parentela, tuviesen acceso a lo que, en falsa bella prosa, llamó él “el preciado líquido”. Y,
además cuentan que, cuando ya no quedaba ni una sola gota, propuso al rey del universo la
utilización de los mares. Ofreció como alternativa la desalinización, a punta de balazos
disparados con su poderosa arma que disparaba proyectiles en mil direcciones; con la cual
aplastó la rebelión de los demócratas universales, cada vez que cantaban a la libertad.
Y, dicen también, que los mares sucumbieron a su voracidad. Y que, entonces, propuso al rey
de la Vía Láctea que lo incluyera en su bitácora; de tal manera que cuando terminara su
recorrido de destripador, pudiese acceder a cualquier refugio.
Y, siguen diciendo, le respondieron de la Vía Láctea, diciéndole que preferían otro Big Ban,
antes que recibirlo a él, tránsfuga milenario; hidra de mil tentáculos; caballero honorario y
perpetuo en la Aldea Trinitaria de Los Defensores y Custodios del Divino Poder. Lo más
extraño de todo es que la nota la suscribió un sujeto de apellido Hitler
Ese día amaneció más rápido. Es decir, sentimos la algarabía de los sujetos perrunos (así solía
llamarlos el fallecido), desde mucho antes que de costumbre. Porque, todo hay que decirlo, los
animalitos, eran la voz oficial delegada de la Casa de Gobierno, para transmitirnos la obligación
de despertar. Obviamente, lo mismo sucedía en la tarde-noche; ya que el periodo de tiempo del
quehacer genuflexo forzado, iba hasta la hora 16.
Saulito nació el mismo día en que nacieron todas las flores (…si como lo dice la canción); es
decir cualquier día, de cualquier año luz. Desde pequeño (aprendió hablar al sexto día de haber
nacido), siempre lo apasionaron y convocaron, las acciones punibles. Su decir era:” …no lo
dejes para mañana, mátalo o mátala ya, no sea que después de agarre la nostalgia del tiempo
perdido.
Fue hijo único, en el hogar-prisión, compuesto por Hesper Belisario Román Guataquira y
Lesbia Esperanza Gallón de las Casas. Lo llamaron, al segundo de su nacimiento, niño
mensajero; aunque nunca se conoció que mensaje y de parte de quien, trajo al mundo; siempre
fue algo así como una versión enésima de El Exterminador, adecuada a las circunstancias y
necesidades de Pío Quinto Vélez Uribe, patriarca desde el comienzo de la historia.
Emérito del Socorro Carnera Betancur, respiró por primera vez este aire impuro, el día trece del
mes once del novecientos. Fundó dos ciudades; una que lleva su nombre, situada a tres millas
de la última barraca de la Gran Brigada Militar, denominada coloquialmente: Paloqueseapatrón.
La otra limita al norte de la llamada Ciudad de las Motosierras. Entre esta y la ciudad de
Emérito, había 30 kilómetros. Pero, dicen los ancestrales, que desde allá se escuchaban los
gritos de los que la gente dio en llamar los desmembrados. Emérito llamó a esta ciudad, La
Vaquita Feliz.
Nadie supo ni cuando, ni porque se separaron. Simplemente, cayó como baldado de agua fría
entre sus lugartenientes (…o sea, casi todos y todas los y las habitantes de las tres ciudades).
Y, a partir de la ruptura, cada uno siguió su camino. Saulo Román Gallón, se vinculó al ejército,
según él, invencible, llamado de la Nueva Inquisición. Desde allí, se proyectó al universo de los
sátrapas que, por ese tiempo, hendía sus puntiagudas garras en todo aquello que no fuese
confesional-mariano-trinitario. Hombre de muchas luchas y múltiples actividades de esas que
llaman en defensa de las gentes de bien. Es apenas obvio que el concepto predominante
acerca del significado del bien, estaba escrito en el Heraldo Mayor, que Saulito llevaba al
frente, montado en su brioso corcel bautizado Virginio. Es decir, no era otra cosa, sino la
recopilación de los legados mosaicos y cristianos. Adulador a toda prueba, Saulito alcanzó la
cima. Fue nombrado vicario-apóstol absoluto para todos los asuntos relacionados con la fe
mariana y trinitaria. Despobló lo que pudo, a nombre de su unción benemérita. Arrasó mil
caminos. Mató a todos y todas las que pudo, a nombre de la semblanza del Dios Credo.
Fue caudillo de las desgracias. Todo cuanto tocaba se volvía estiércol. Una especie de Rey
Midas al revés. Por lo tanto, comió y dio a comer de su fruto diario.
Cualquier día, le informaron que Emérito del Socorro Carnera Betancur, se había sublevado en
la Aldea de la Divina Providencia. Que renegó de sus orígenes y que no reconocía la autoridad
de Saulito.
Y dicho y hecho, Saulo convocó a los Tribunales Pérfidos. Ellos y él, re-convocaron la Justicia
Divina y esta accedió esparciendo los gases de los Papas pasados y futuros. Se produjo, por lo
tanto, una atmósfera letal que inundó todos los escenarios terrícolas. Gases más lesivos que la
contaminación con uranio enriquecido. Murieron todos y todas quienes no habían sido
previamente alertados y alertadas para que se refugiaran en Ciudad Holocausto, sitio sede del
Trono de Saulito y de sus protegidos. Queda claro que Emérito del Socorro no fue avisado y
murió, justo cuando reclamaba de sus súbditos la lealtad para avasallar a Saulo y extinguir su
nefanda perspectiva del Nuevo Paraíso. Pero, también hay que decirlo, Saulito no soportó ese
hedor estercolero. Dicen que murió reclamando de su Dios algo diferente para ahogarse, al
menos, con la dignidad propia de quien sirvió toda la vida a la causa de la impunidad pura.
Dicen, todo hay que decirlo, que El Dios de Saulito hizo caso omiso del llamado de su delegado
en la Tierra y, en contrario, convocó a la diosa de las lluvias para que embadurnara de heces el
territorio del divino Saulo.
Yo estaba llegando al límite permitido. Navegaba entre la reconstrucción de mi pasado y
realidades inmediatas. No sobrias. Por el contrario, con algo de calentura. Como si estuviese
llegando a un punto de no regreso. Veía a la niña Nana en mis sueños. No la podía asir. Pero
ella estaba presente.
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Don Federico Ubérrimo Mendoza Canales, vivía al lado de Hermenegildo Apolonio Agüero
Tenorio. Los dos habían llegado a Río Revuelto, el primero de enero del primer año después
de la aparición de La Virgen del Divino Rostro, en el explanado donde queda La Gruta del
Andariego.
Los dos trabajaron en las minas de propiedad de Sinforoso Demetrio Avignon Tuberquia, quien
llegó allí el día tres de marzo del tercer año después de la aparición. En contrario de Ubérrimo
y Hermregildo, Sinforoso si supo sacar provecho de la bonanza tardía aportada por la
aparecida virgencita. El puestecito en el cual vendió aguardiente a cuanta devota y cuanto
devoto, llegaban en las romerías organizadas por Esternón Cipriano Marulanda Guaneme,
vicario primero de la Delegación Romana Permanente, compuesta por los ungidos Valerio
Arturo Espinosa Consuegra, Juan del Calvario Villoría y Cáceres y Domitila Gracia-Divina
Alpujarra Benavides. El año pasado cumplieron cincuenta años las celebraciones de gratitud al
Divino Cielo, por haber elegido el pueblito como sede de la sagrada aparición.
Pero, como todo no es dicha en esta vida, Mendoza Canales y Agüero Tenorio, se encontraron
cualquier día en casa de Casta Virgelina Sampayo Peralonzo. Mientras jartaban cerveza, al
son de boleros de Olimpo Serapio Cuca Cabuya, llamado el compositor mariano; llegó
Romualdo Querubín Acacio Coca. Venía desde Villa Robespierre. Había salido a las tres de la
mañana del miércoles anterior al jueves venidero. Contó que, al pasar por la Gruta del
Andariego, La Del Divino Rostro, había descendido de su Sagrado Altar y estaba besándose
con Juan Eudoro Amariles Amézquita, el cuidador de la Gruta. Y, también dijo Romualdo, un
ventarrón apagó todas las veladoras encendidas por los piadosos y las piadosas venidas y
venidas desde los cuatro puntos cardinales…y que Eudoro le había propinado dos planazos en
la espalda, por novelero.
Desde ese día, ni Ubérrimo, ni Apolonio, dejaron de pasar por la del Andariego. Tal vez
tratando de averiguar que había sido de Amariles y de la del Divino Rostro…Hasta que, el día
menos pensado, la vieron salir y lo vieron salir. Iban rumbo al Paraíso Terrenal, desde donde la
y lo habían echado hacía ya millón y pucho de largos años…Al menos eso entendieron los dos
viejos amigos, cuando la Del Divino Rostro, hablaba con alguien por su celular.
Ya estaba decidido. Yo no volvería con Esther Eugenia. Habían pasado muchas cosas entre
nosotros. Todas, apuntando más o menos a lo mismo. Es decir, a eso de pretender configurar
una relación de pareja inédita. Y es que los años no pasan en vano. Ir y venir en términos de
cotejar teoría y práctica.
La teoría la aportaba yo. Con esas ínfulas de camionero interesado en proponer una nueva
forma de vivir lo afectivo, pulsando las cuerdas íntimas de la y el sujeto. Una forma de expandir
por el universo, alegorías cercanas a la transición desde la propuesta Shakesperiana, hasta el
entendido de José María Vargas Vila. Algo difícil la tarea. Porque significaba interactuar con las
visiones enfermizas de Calígula. Además de recorrer los territorios de Ariadna, la mujer amante
sincera y absoluta.
De todas maneras, me las arreglaba, para demostrar que lo mío constituía una opción de vida
vinculada con el credo de los libertarios y las libertarias. Un tanto azuzado por esas
experiencias pasadas y que yo creía verdaderas expresiones de la ruptura de códigos
inquisidores.
Y maduré largo tiempo la escritura del Manual de Convivencia Erótica, Entre dos o Más
Sujetos. En una convicción tan profunda, que no había espacio para mirar hacia la realidad.
Una postura de cargador de excrecencias, relacionada con aquello de saber mentir y engañar a
cada instante. Lo que coloquialmente se ha dado en llamar “vender gato por liebre”. Una
jerigonza impúdica; pero que yo ofrecía y hacía pasar por oferta válida al momento de tomar
decisiones emparentadas con un modelo de vida en pareja, o en triadas imperfectas.
Y siguieron pasando los años. Y yo imbuido por el espíritu subyacente de la libertad absoluta.
Por esto mismo no vi pasar el tiempo. Ya, para el caso, Esther Eugenia había aprendido de mi
la capacidad para decir que si, diciendo que no. Para asumir destrezas eróticas e implicarlas
hacia mí. Y le dije: no es eso lo que yo quería decir y enseñar…Pero la reacción fue tardía;
simplemente porque ella alzó vuelo; aprendió la libertad, leyendo en mis acciones y dichos, lo
necesario para no creer en mis versiones vesánicas.
Ahora, para hacer menos onerosa la soledad; digo que no volveré con ella; aun sabiendo que
Esther Eugenia ya no me espera.
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Cuentan que Trinidad del Socorro Estupiñán Socarrás, deshizo el acuerdo con Mariano Claver
Cañadas Paletero. Acuerdo un tanto anodino; pero que implicaba la fuerza y la imposición al
momento de significar que andando se arreglaban las cargas. El susodicho Mariano había
inventado una manera muy peculiar de instigar al delito de lesa fémina. Algo así como una
variante de lo aplicado por Sade; pero sin que pareciese algo en contravía de la ternura.
Claver creía creer que no había nada perverso en lo que hacía. Por esto mismo, propuso el
pacto, el mismo día en que Trinidad del Socorro, surtió las sábanas de borbotones de sangre,
derivada de la terrible hemorragia vaginal originada por la penetración que le hizo Cañadas
Paletero, con su pene crecido mediante la aplicación de una pócima inventada por el mismo y
que llamó “ungüento pretérito para las necesidades de hoy”.
La hemorragia fue tratada con una especie de absorbente artesanal que había inventado el
abuelo de Mariano Claver. Y, entonces, el acuerdo se firmó allí mismo. Estupiñán Socarrás
ardía en fiebre, con espasmos parecidos a las convulsiones que sufrieron las mujeres mártires,
en los cadalsos habilitados por los buscadores de brujas, en mil cuatrocientos veinte.
Además, cuentan, que Trinidad del Socorro, vivió mucho tiempo en el hospicio de propiedad
del padre de Mariano Claver. Que allí tuvo catorce hijas. Y que, todas ellas, fueron inauguradas
por Mariano y su padre, de nombre Nepomuceno del Espíritu Santo Cañadas Sacramento. Y
que todas ellas quedaban preñadas en simultaneidad. Y que fueron catorce por catorce; todas
mujeres. Y que…; en fin, cuando se deshizo el acuerdo, ya habían nacido catorce por catorce
por catorce. Y que el hospicio creció en residentes, tanto como crecían las romerías que
llegaban en busca de la pócima “ungüento pretérito para las necesidades de hoy”.
Aún ahora, en dos mil trescientos, cuentan que Mariano Claver Cañadas Paletero, sigue
vendiendo su ungüento con el visto bueno del Procurador Delegado de La Santa Sede, de la
cual es presidente un tal Emérito Ordóñez, colombiano de nacimiento y ciudadano vaticano por
adopción.
Ya habían transcurrido cuarenta días, desde que dejé de ver a la Nana. No me hacía tanta falta
como antes. Pero, de todas maneras, mi autonomía no la había alcanzado del todo. Además,
me había encariñado de esa niñita que parecía mujer ya hecha. Con muchos recuerdos y
verdades encima. De otra parte, empecé a sentir que mi cerebro no resistía tantas cosas juntas
dichas con palabras.
7
Una vez mató a Heliodoro del Sufragio Guzmán Valiente, José del Carmen Villalobos Benjamin
se dirigió a Villa Adelaida para cobrar sus honorarios.
Resulta que Hebroul del Carmen Vistahermosa Hermosillo, juró que vengaría la memoria de su
abuelo Aristarco Josué Hermosillo Crown, quien murió a manos del padre de José del Carmen,
el día 31 de diciembre del año anterior a la llegada al poder de Virgiliano de los Santos Acosta
y Frambuesa; quien a su vez accedió al trono un año después de la llegada al Valle de los
Justos, de Melquisedec Eugenio Herrera y Herrera, miembro de la secta Valeriana que se
expandió, más o menos por todo el hemisferio norte; a partir del año 1000.
La muerte del abuelo de Hebroul tuvo su origen en una nimiedad. Como quiera que Aristarco
hubiera vulnerado el sexo de una de las primas de José del Carmen; justo el día 1 de
noviembre, es decir, el día de todos los santos.
Fue un viernes, a eso de las cuatro de la tarde, cuando la niña salía de la única escuelita de
Villa Adelaida. Rosa María Gertrudis apareció en un escampado, totalmente destrozada. Era
irreconocible. Medicina legal certificó: laceraciones múltiples en todo el cuerpo. Particularmente
sus pezones y su vagina sangraban de manera abundante a causa de amputaciones
selectivas. Su clítoris fue extirpado.
El día lunes siguiente al viernes del ritual efectuado por Aristarco Josué, Josefa del Castillo
Berenice Pánfila, convocó a la Triada del Continuo Milagro. Con sus miembros pactó la
convocatoria del Coloquio Permanente de las Mujeres Agredidas, para designar al vengador.
Porque eso de los vericuetos adheridos al Código Penal, no contaba al momento de decidir
acerca de la tipificación del delito cometido por Aristarco. A manera de ejemplo: lo que pasó
con Rosa María Gertrudis, se tasaba como lesiones personales leves. Sobra decir que este tipo
de tipificación se correspondía con el soporte teórico del Código Penal de Villa Adelaida; es
decir una copia del Código Vigente Para los Territorios Amparados con el Sagrado Manto de
Jesús en el Desierto, que se constituyó en la línea de conducta de los Veedores del Sagrado
Milagro del Vino Antes de la Última Cena; quienes consideraban que las mujeres tenían una
deuda con la Santa Historia Sagrada; habida cuenta de su participación como lideresa en las
acciones de erotismo que configuró el Pecado Original.
Lo cierto es que la designación de Plutarco Cristo Villalobos Comienzo, como legítimo
vengador, fue unánime. Y este mató a Aristarco Josué Hermosillo Crown, en el Altar del Divino
Niño de Villa Adelaida, cuando se masturbaba ante el ícono de María Magdalena.
Uno más dos es igual a cuatro por cinco, menos el triple de la edad de Bonifacio que nació dos
unidades antes del año que se configura a partir de sumar cuatrocientos al cuádruple de la
edad de Antonio Buendía quien, a su vez nació diez años antes del dictador Benjamin Cuadros
Carvajalino, quien ejerció mandato por cuarenta años más que el doble del ejercicio mandatario
de Napoleón Isaac Ternera y Valdés, discípulo de Aureliano del Mar Ascencio Espartaco, quien
gobernó con mano dura a su pueblo, durante un sexenio antes de la llegada del primer crucero
efectuado por Cristóbal Amparado Villagracia, en la primera década del siglo en que se
celebraba el primer milenio del nacimiento de Joaquín Esperanto Hinojosa Velásquez, veedor
designado por el Santo Oficio con aplicación a las Islas Vírgenes, el día setecientos posteriores
a la llegada de José Vicente Bonaparte Pigmalión al territorio de los seguidores de Cástulo
María Costumbres Bajas. De todas maneras, todo esto sucedió el mismo día en que Efrén
Calcáreo Manteca y Manteca, engendró en Rubiela Iris Valbuena Gonzaga, a Perverso Elías
Mujica Mojica; que nació el ventidos de enero del año posterior al asesinato de Santa Brígida
Iriarte Montoya. De todas maneras dicen, que este asesinato no fue antes del sepelio de
Deogracias Monserrat Villaprimera, quien había sido muerto por Diógenes Patricio Arizala
Vengoechea, justo cuando este cumplió el doble de los años de Eugenio Amparo Solkito Solito;
que había nacido cuarenta años después de la canonización de Esperanzo Ezequiel Vargas y
Pamplona; acto sublime realizado en el cuarenta y dos después de la llegada de Herodes
Pasacaballos y Manrique al Trono heredado de su padre Misael Eugenio Patriarca y Sab andija.
Y, resulta que, me metí con las probabilidades. Un día cualquiera en que volvía del lago hasta
la casa. Los peces eran unos dos mil. Tiré el anzuelo y me puse a hacer cálculos. Que, si pica
uno, la probabilidad es un cociente: uno sobre el dos seguido de tres ceros. O sea 0.0005. Y
peor aún, si lo que quise pescar fue un salmón. Pero resulta que allí no hay salmones;
entonces la probabilidad es nula.
Y, cuando fui donde Pilar, ella me dijo que en el colegio le dijeron que el profesor dijo que el
rector la necesitaba, para que le ayudara a resolver el siguiente problema: SI José tiene tres
pares de moscas y tres pares de piojos. Y resulta que José le preguntó a su madre que
cuántos pares son dos pares de moscas y uno y medio par de piojos; sabiendo que se
encuentran en una bolsa no transparente y que el compromiso es realizar un solo ejercicio.
Entonces, que probabilidades tiene José de que en ese único intento.
Cuando me preguntaron por el resultado numérico de mi escrito, solo acaté a decir: de todas
maneras, no lo sé; pero supongo que es el mismo del cálculo realizado antes del año primero
de mi nacimiento, después de Monomatías Alfaro Gutiérrez, quien fue mi tutor, hasta el día 450
después de haber terminado su mandato Diosdado Hércules Bonifacio Martínez Vargas., en el
reino de los inventores del absurdo algebraico.
Lo de esa niña matada y destrozada, me conmovió tanto, que me puse a pensar. A divagar. Me
asustó, por un momento, la idea de que pudo ser ella, la Nana.
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La vi una sola vez. Cuando asistí a la fiesta de los garbanzos, celebrada en Las Colinas de
Santa Cecilia. Estaba con vestido azul absoluto. Con decorados en ese color broncíneo que
solo admiramos quienes hemos estado en el Mediodía.
Pero cuando enhebraron su cabeza con aquellos hilos y aquellas agujas, en oro puro, sentí que
todo daba vueltas en mi cabeza. Cuando la vi verter sangre a cántaros, con sus ojos hacia
fuera, como queriendo buscar el piso que ya no la soportaba. Cuando vi sus cabellos
arrancados y en jirones. Cuando la vi despaturrada en el sofá; con su boca balbuceando el
dolor inmenso de la tortura.
Sentí que no daba más, que me había transformado. Que había pasado de ser el amante
sincero y diáfano; al rol de lapidado en las tinieblas de un entorno pútrido.
Todo, porque Heriberto Sanjuán me había confesado que estuvo con ella y que la hizo gritar,
en un desvarío asociado con el placer que nunca yo había podido provocar.
Y eso de que cada hijo trae el pan debajo del brazo, siempre me ha parecido un juego de
palabras. Por lo mismo, cuando Aracely me preguntó qué opinaba de su sexto embarazo, le
dije: si esa fue tu decisión y la de Genaro, no hay nada más que hablar.
Y transcurrieron los días, y los meses y los años. Batasuna se acostumbró a decir que lo de él
era lo de ella y que, por lo tanto, él pensaba que ella había asumido de la mejor manera su
responsabilidad.
Eran, por ese entonces, siete. Tres hijas y cuatro hijos. Y vivían. La manera como se las
arreglaron para la crianza, se remonta a la situación vivida durante la Guerra Civil. Es decir,
tratando de acceder a las posibilidades que otorgaban las organizaciones obreras. Una manera
absolutamente libertaria; como quiera que las opciones permitieran acceder al
acompañamiento a las familias, con énfasis en el cuidado integral de los niños y las niñas.
Pero mis dudas seguían. Y, ausculté todos los calendarios y las guías para el tratamiento de
las crisis. Y, seguía preguntando acerca del significado que tiene la asunción de roles de padre
y madre. Y, seguía diciendo, eso de tener hijos e hijas, tiene que estar referido a valores más
estables. Algo así como una noción en la cual se involucran la atención temprana la unción
constante con la calidez.
Pero no hubo acercamiento entre él, ella y yo. Y las cosas siguieron igual. Y cuando, en
Hendaya, se supo que El General Franco y Adolfo Hitler, no se encontraron, Batasuna asumió
como suya la victoria. Decía él, porque las fuerzas rebeldes, estaban en asedio e hicieron
abortar la reunión. Y que, en consecuencia, esta prueba validaba la necesidad de poblar a
España de nuevos y nuevas revolucionarios y revolucionarias.
Y me quedé sin habla. Porque seguía sin entender esa manera tan ortodoxa de asumir las
orientaciones de la Tercera Internacional. Sin embargo, Úrsula me hizo caer en cuenta que no
se trataba de alguna directriz política. Más bien se trataba de una posición cercana a la manera
en que Stalin asumía su rol. Ante todo, teniendo en consideración su ignorancia en términos de
los escenarios afectivos; así como falló en su manejo del asunto de las nacionalidades.
Pero, el asunto, requería de mayor precisión conceptual. Y le dije a Úrsula: me parece que es
un problema relevante; pero debe ser asumido entre nosotros y nosotras, de manera más
creativa. Un tanto como resolver la dicotomía entre la aplicación de los postulados éticos de los
socráticos y la propuesta kantiana, en términos de la relación sujeto naturaleza.
…Precisamente cuando Úrsula iba a confrontarme, desperté. Justo, el día que se iniciaba para
mí, era un domingo de 1936. De todas maneras, es necesario aclarar que nací en 1975 y que
ahora, en 2000 estoy adportas de una nueva jornada de trabajo, en la empresa siderúrgica a la
cual estoy vinculado.
9
Vivíamos en el barrio llamado Andalucía. Un territorio áspero. No solo en lo que tiene de
rugosidad geológica; sino también en lo que hace referencia a su perfil cultural societario.
Lugar de profundos baches entre cuadra y cuadra.
Como cuando empezaron a llegar las familias que venían en búsqueda de un respiro. Fuimos
creciendo. Empezaron a aparecer los quiebres en las ilusiones. Y llegó la perspectiva de
ilusiones centradas en lo inhóspito. Ese afán de reivindicar la certeza en la validez del todo se
vale.
Esas eran Inés y Torcoroma. De una hermosura absoluta. Unos cuerpos que incitaban a
claudicar en eso del respeto a las mujeres. Casi como cuando en actuación pérfida, decíamos
aquí todo se vale; pero que las tengo las tengo.
Y comenzaron los actos fallidos. Como quiera que se abriera camino en nosotros el entendido
de los parches y las bandolas. Que aquí y allá. Que ayer le di de baja a esos pirobos. Que
anoche me consumí a la Magola. Que vino el patrón y me batió suciera por aquello de no tener
listos los changones. Y que llegaron los tombos y que les dimos chumbimb a a la lata. Y que me
absorbí todo ese hermoso polvo y que llegué transido a la casa. ¡Y que no me abrieron, Y que
grité! puta la madre para todos ustedes ¡
Pero Inés tenía su tumbao. Se enamoró del viejo man de Federico. Y se le entregó ahí, de una.
Pero resulta que Inés se lo había prometido a ese pinchao de Luciano. Porque, a decir verdad,
este era todo un galán. Claro está que le ayudaba el hecho de ser el brazo amigo del Patrón.
Y, ese Luciano, se dio cuenta de que la habían inaugurado. Y le echó ácido muriático a la cara.
E Inés sufrió lo insufrible. Ciega, desfigurada y abandonada. Y yo, que siempre fui detrás de
ella, sin que se diera cuenta. Yo que me había enamorado de esa mujerzota, puse en mi mira a
ese tipito. Y le salimos al paso. Entre Tarzán, Fantasma y yo, lo levantamos. Le atravesamos el
mango con el matamarranos.
Pero todo se fue agriando. Cada banda en lo suyo; pero en lo de las demás también. Y la
Torcoroma alzó vuelo con el Traverso. Y no la volvimos a ver. Pero nos queda el recuerdo de
ese día en que nos dejó montarla a Luisito y a mí.
Y, uno de esos días, llegó la patota de los Builes y nos repartió chumbimba. Vi caer a
Samuelito y a Fantasma, después seguí yo. Sentí y vi que volaba mi materia gris por los aires.
Tal parece que me aproximaba a la realidad. Ya no eran cuentos unos tantos hechizos. Ya
bordeaba términos y acciones, cada vez más vinculadas con el entorno inmediato. En ideas,
valores y realizaciones.
Andando el tiempo me encontré al otro lado de la vida. Todo había pasado tan rápido que no
me di cuenta cuando fue.
Lo cierto es que ya vivo al otro lado. Algunas cosas me parecen repetidas. Una de ellas, la
nostalgia. Como que esta es vital, para el mismo hecho de estar vivo. Una nostalgia parecida a
esa otra cosa que es la tristeza. Aquí, en esta otra versión, la vida está menos soportada en el
albur. Por lo menos eso es lo que percibo.
10
Hoy es un día cualquiera de un calendario que apenas estoy procesando. Una mañana en la
cual todos y todas corremos por calles diferenciadas; una nomenclatura centrada en los
colores. Está la calle gris. Aquí están todos y todas aquellos y aquellas que antes fueron
notarios y notarias del tiempo. Aquellos y aquellas que le apostaron a generar condiciones de
vida, con esa estrechez de visión, tan propia de los agentes laberínticos. Está la calle roja. En
ella veo gendarmes cada tres metros. Uniformados a la usanza del siglo XXI. Es decir, una
mezcla de azules variados y blancos en diferentes perfiles. Gritan y reclaman orden, en medio
de una prisa que satura. La calle rosada, está habitada por los híbridos. Esos y esas que
vinieron a dar acá, a lomo de la invariancia. Como gemelos y gemelas en multiplicación
parecida a las setenta veces siete. La calle incolora es donde yo estoy. Parece muy apropiada
para las condiciones en las cuales llegué. Recuerdo que, cuando hice el tránsito estaba atado a
la entelequia; a ese tipo de propuestas que tanto me cautivaron. Propuestas indescifrables.
Tanto que estuve siempre sin poder hilvanar una idea en el contexto de la lógica que
reivindiqué.
Es casi el mediodía y crecen las hordas. De tal manera lo hacen, que no es posib le medirlas. Ni
en su enésimo término; mucho menos en la configuración de parciales censales. Un mediodía
sin sol. Más bien una oscurana que obliga a prender las luces automáticas que cada cual
posee. Luces que permiten entrever los íconos básicos: la perversión y la enhiesta figura del
Gobernador. Está allá, en la plaza adyacente al palacio. Habla con sus asesores y otorga visas
para marchar a cualquier lugar. Y todo depende de los oficios y las profesiones. Y es que, aquí,
todos y todas tenemos tatuado lo que somos. Médicos y médicas especializados y
especializadas en hacer perder la memoria; a la manera de la siquiatría lacaniana. Ingenieros e
ingenieras, cuyos referentes son las bitácoras para las máquinas que vuelan a ras de tierra.
Cenicientas que no pudieron ejercer libertad. En su pasado fueron amas de casa, esclavas. Y
transitaron a golpes, obligadas por sus machos. Y, aquí, son preferidas por los aurigas del
todopoderoso. Y van y vienen. Esclavos que no encontramos libertad antes y que, repetimos el
mismo oficio aquí. Nos reportan como ciudadanos de oficios varios. Claro está, menos el de
liderar revoluciones.
Cuando me acerqué a reclamar mi permiso, me reconocieron los asesores. Y se lo
transmitieron al Gobernador. Y este dispuso que fuera devuelto a lo que antes era. Y volví. Y
estoy aquí, sintiendo ese dolor originado en ese estado de interdicción propio de quienes, como
yo, no servimos ni para lo uno ni para lo otro. Ni aquí ni allá. O lo que es lo mismo: ni siquiera
hacemos conciencia del significado de estar vivos.
Y se hizo. Un universo que remite a su comienzo, cada que vuelve a empezar. Cada momento
como que es una ruptura con el tiempo que se originó allí mismo, con él. El problema lo he
planteado de la siguiente manera: una vez se hizo, quedó claro que no se hacía del todo, sino
que crecería en sí mismo, engendrando energía que, a su vez, generaría otros cuerpos. En una
sucesión que tiene como constante la posibilidad de que las variables se reinventen, sin patrón
establecido. Entonces, el hecho mismo de comenzar requería una bitácora orientando el
rumbo. Pero, en sí mismo, él era su propio rumbo. Y se precipitaron todas las posibilidades de
planos lineales y circulares y elípticos y todas las formas posibles de situarse. Pero, él mismo
era responsable de su ubicación y desubicación permanente.
Y cuando se produjo nuestra presencia y nuestra inserción en el proceso, empezó a
desmoronarse el entendido relacionado con la visión de que todo es posible, menos la
posibilidad de ser condicionado. Muchos menos en lo que hace a la terminación, así sea
parcial. Pero es que, por esto mismo, la tendencia a una separación entre continuidad ilimitada
y el bache construido por nosotros, empezó a hacerse probable. Si será o no será; cuando y
como, está en nuestras manos. Ya desafiamos el poder del universo; no vaya a ser que se
desentienda de nosotros; porque entonces, simplemente, ya no vamos más.
11
Los vi venir, justo en el momento en que cruzaban el parque. Yo ya sabía que me buscaban.
Me había preparado para cuando esto ocurriera. Es decir, había comprado un hechizo, a la
señora Romelia, a la que llamaban “La Barragana”. El apodo le sentaba bien. Su tienda se
constituyó en lupanar. Desde las seis de la tarde, hasta las tres de la mañana del día siguiente;
sin descansar. No sé por qué, cada vez que paso enfrente de ese local, me acuerdo de la
canción “Trece años”, de Wilfrido Vargas. Lo cierto es que Romelia ofrecía un surtido variado,
en edad, tamaño, color, nalgas, tetas y rostros. Estaba tan bien posicionada, que hasta les
fiaba a sus habituales visitantes. Eso nunca lo había visto ni escuchado, polvos a crédito y sin
codeudor.
A decir verdad, con todo lo torcido que he sido, soy y seré; nunca había requerido este tipo de
servicio. Un poco, porque mi hembrita me satisface a cada rato. Otro poco, porque cuido mi
imagen de “pelao de bien, sin fisuras, leal”.
Me embarqué en el cuento del fleteo hace ya tres años. A veces me va bien; otras no tanto.
Pero, en fin, de cuentas, la vieja, el viejo, mi hembrita y yo, vivimos de esa rentica. Mi
herramienta de trabajo es un mataganado hermoso, brilloso. Claro está que, a veces me ha
tocado lidiar con personajes cuentahabientes demasiado brincones. Inclusive que han tratado
de rebelarse. A dos (un hombre y una mujer) los tuve que mandar al otro lado. En el primero
sentí un poco de miedo. Pero ya en el segundo viajado, con una mona muy jovencita, fue
menos traumático. La ventaja mía es que cuando es necesario mato y mato bien, sin ninguna
posibilidad de vivir para contarlo.
Me gustan varios sitios y los frecuento; porque resulta trabajito. Hombres y mujeres que van a
retirar fuertes sumos. Yo los analizo y las analizo antes. Leo en sus rostros la ansiedad y el
temor. Esto los lleva y las lleva a cometer errores básicos. Cuando salen del cajero, yo calculo
el monto. Bien sea en el bolso o en el bolsillo. Algunas y algunos llevan taleguitas o bolsas de
plástico. Los sigo y las sigo con la mirada. Espero que avances treinta o cuarenta metros. Y
¡zas ¡les caigo.
Claro que, en veces, se daña el mandado. Aparecen algunos agentes de policía; o esos
guachimanes de la privada. Otras veces, les hacen acompañamiento otras personas. Y así es
más difícil. Esto a pesar de que en cada acecho me la juego toda. Si me detienen o me hieren,
o me matan; qué más da.
Ahí vienen…, son unos manes a los cuales les quité uno de sus sitios. Me identificaron.
Cuando están a menos de diez metros, saco el hechizo…y nada. Esa vieja hijueputa me vendió
lo más malo que encontró. Lástima que ya no le podré reclamar, porque…Llegaron y me
descargaron los dos tambores. Caí al piso como cedazo. Recordé, en ese momento:” …no me
pregunte la gente quienes me han herido; no soy delator. Déjenme no más que muera. Los
hombres estamos para ser hombres, no batidores” …Y ya. Lo último que vi fue el local de la
puta de Romelia, quien me miraba riéndose desde la puerta.
12
Aldemar Loaiza Casilimas, llegó a Puerto Iris. Cansado. Había transitado muchos caminos.
Todos demasiado tortuosos. Incluso, tuvo que pasar por Puerto Abuchaibe. Lugar remoto ese.
Tanto que, para llegar a la periferia, desde Puerto Maduro hay que recorrer70000 kilómetros. Y,
Puerto Maduro a su vez, está a 8000 kilómetros de Puerto Bermejal. Y, para llegar a Puerto
Bermejal, desde Puerto Azucena, hay que recorrer 9000 kilómetros. Y este último está a 16
horas de Puerto Santísimo. Llegar hasta ahí, requiere caminar 1200 kilómetros, por pura
trocha. Y, desde Puerto Barracuda hasta Puerto Azucena, hay 2000 kilómetros. Puerto Iris está
más allá de Puerto Abuchaibe, casi 2200 kilómetros.
Lo cierto es que llegó, el viejo Aldemar. Transido de hambre. Lo esperaba en la plaza del
pueblo, Adonías Bermejo. Este había llegado hacía ya treinta años. Dicen que llegó en
paracaídas, lanzado desde un avión de la Fuerza Aérea Agustiniana. Lo lanzaron en la noche
de un jueves santo. Al tocar piso, por esa vaina de ser la primera vez, se rompió el tobillo del
pie izquierdo. Como pudo, se arrastró hasta el Comando Miguel Farías. Este Farías, también
llegó en paracaídas. Pero no tuvo la fortuna de Adonías. Cayó en la Laguna de la Bizca. Allí se
hundió, enredado en el paracaídas y se ahogó. Lo consideran, por eso, héroe nacional. Y
llegando, Bermejo, el de guardia le gritó: ¡santo y seña! Adonías que iba a saber de eso. Dos
tiros le pegaron el soldado Manzano. Uno en el otro tobillo y el otro le destrozó la oreja
izquierda.
Y, como son las cosas. Resulta que Aldemar conoció, en el pasado, a un teniente de nombre
Abigail Manzano Fonseca. Que resultó ser el abuelo del soldado de guardia. Por esas cosas de
la vida, Aldemar y Bermejo, estuvieron juntos en la Batalla de La Salada. Un pueblito a orillas
del río llamado Miserable. Allí combatieron a los dirigidos por Marcio Matacandelas, guerrillero
de vieja guardia. Este Marcio se había hecho capitán, ungido por Romualdo Gualdrón. Este
estuvo en la Batalla de San Benito Abad, pueblito localizado en la ribera norte del río
Espantapájaros. Allí recibió de Jacinto Paz, a su vez guerrillero desde que tenía diez años, el
mandato de acabar con el Batallón Santa Brígida. Tenebroso, por cierto. Estaba al mando el
Coronel Abundio Armendáriz Alonso. Dicen la leyenda que este Coronel había mandado a
fusilar a doscientos niños y trescientas niñas. Todos y todas hijos e hijas de los cien guerrilleros
que atacaron al Comando Ezequiel Perdomo, situado en las afueras de Guayaran, municipio
adscrito al departamento Norte, que abarca todo el sur de la circunscripción Occidente.
Volviendo con lo de Aldemar y Adonías, se abrazaron calurosamente. Caminaron hasta la casa
de Bermejo. Allí, el viejo Aldemar, saludó a Paulina Natividad, esposa de Adonías.
Sucedió una cosa muy rara. Al otro día, ni casa, ni Adonías, ni Paulina, ni Aldemar. Lo que
dicen es que se los y se la tragó la tierra con todo y casa. Desde ese día todos y todas se
vieron obligados a conocer el santo y seña. El cual, por disposición militar de alto rango,
cambiaba cada tres horas.
13
…Y yo ahí. Susurrando el nombre de la Nana. Para ver si venía en mí rescate. Porque ya no
soportaba tantas palabras. Tantas ideas. Era necesaria una pausa. Y la añoré. Pero no
aparecía.
Cuando la vi partir, sentí eso que las abuelas llaman guayabo (pero diferente al guayabo
producido después de una rasca). Este es algo así como cuando uno siente que el piso se
abre, para propiciar el hundimiento físico, a más de que el alma se dispara hacia otra galaxia.
Y, el problema para alguien como yo, es que soy ateo. Y, por lo tanto, creo que no tengo alma.
Eso de ser ateo tiene sus más y sus menos. Yo empecé a no creer en dios, cuando conocí a
Misael Pavallón. Tipo interesante ese. Lo primero que hizo para convencerme, fue mostrarme
una foto tomada al Santo Padre, treinta años atrás. En ella se ve Teófilo V, desnudo bailando
con una joven que por vestido tenía una tanga.
Cierto es que me conmovió la escena. Porque yo estaba acostumbrado a rezar los mil jesuses,
el día de la Santa Cruz. Además, asistía con devoción al rosario de aurora, que se realizaba el
primer sábado de cada mes... Cierto es, también, que metía en el fogón, atizado por carbón de
leña; para erradicar mis pecados. Que, por cierto, eran bastantes: deseaba la mujer del prójimo
representada en Inés Elvira, una mujer con un cuerpazo que no puede pasar desapercibido.
Siendo el problema, que está casada con Belisario Guacaneme, un boyacense especializado
en voliar machete a lo loco, cuando se emborracha. Cosa que, en él, es casi a diario. El no
robarás es puro cuento, para mí. Porque me acostumbré a viajar en Transmilenio y meter la
mano en los bolsillos de los hombres y en el pecho de las mujeres. Me ha ido bien, gracias al
cielo. El no matarás no me convence. Mucho menos desde el día en que maté Fermín
Casagua, porque le tocó las nalgas a Teresita, mi mujer todavía para ese tiempo. Lo de no
jurar el santo nombre, en vano me parece una pichurria. Cada vez que me bajo del
Transmilenio, después de trabajar, digo “Pa mi dios que no lo vuelvo a hacer”.
En fin, que, a ese man de Misael, no le costó mucho trabajo convencerme. Como quiera que ya
yo tenía predisposición a ser ateo. Por lo menos ya iba en la mitad del proceso.
Y el guayabo desapareció a los nueve días, cuando le declaré mi amor a Juvenal Patagrande.
Es hermoso y no está comprometido. Se hace llamar Isabela; según él en nombre de su primer
amante. Al que mataron un día después de haber jurado juntos (as) amor para rato.
“…No tuvo tiempo de montar en su caballo, pistola en mano se le echaron a montón. Me llamo
Juan les gritaba y soy muy macho, cuando una bala atravesó su corazón…”
Esa es la canción que más me gusta, de Miguel Aceves Mejía. La tatareo a cada rato.
14
Sigo trabajando en el mismo taller. No es mucho el salario; pero que le voy hacer. Con la
misma novia, estaba hasta hace quince días. Con ella, iba al cine todos los domingos. La besé,
por primera vez, un domingo apenas el operador apagó las luces. Claro que ella, Isolda
Dosquebradas, estaba estudiando en el único colegio del pueblo. Por cierto, con un nombre
muy peculiar: “Alegría de Aprender”. También es cierto que cursa ´décimo grado. Un poco
tarde llegó, ya que tiene 24 años. La otra vez tuvo una dificultad con algunos padres y madres
de familia. Siendo el colegio mixto, sucedió que Isolda se enamoró de Apolinar Suescún. No lo
voy a negar, pero ese pelao de catorce añitos, es bello.
Cualquier domingo, retomando el hilo, estando en la iglesia “Divina Providencia”, un hombre
encapuchado, le disparó a Isolda. Cayó muerta al instante.
Desde ese día estoy muy solo. En el taller no he rendido lo suficiente. Tanto que su
administrador, Valeriano Arracacha, me ha preavisado. De otra parte, lo que coloquialmente,
llaman “malas lenguas”, en el pueblo no se cansan de repetirme el mismo cuento: Isolda fue
muerta por Funerario Martínez; padre de Pandora Martínez, una adolescente de catorce años.
Todos y todas coinciden en explicar la muerte. Isolda era amante de Pandora.
15
En mi oficio de vigilante, he asistido a un sinnúmero comportamientos. Como aquel, ese día
sábado 4 de febrero, cuando la señorita Sandra Magola la del 304, torre B, bajó del Mercedes
Benz. Casi no pudo hacerlo. La pequeñita falda color naranja, parece que se le enredó. O el
tipo que la traía quería quitársela. Lo cierto es que la señorita Sandra, me miró como
suplicante, para que no le contara nada a su padre Pantaleón. Tenía fama de bravero con las
mujeres, incluyendo a su hija. De seguro que haberle contado, le hubiera colocado el cinturón
de castidad. Dicen que el ejemplar que tiene data de cuatro siglos. Fue, sucesivamente
heredado. Supe que ese malparido ya lo había utilizado. Una vez con quien fuera su novia, es
decir Virgelina. La segunda vez se lo colocó a la señora Angelópolis, durante tres meses. Esto
lo hizo, porque tuvo que viajar a la Ciudad Eterna, para entrevistarse con el Papa Julián 34.
También me acuerdo del rollo con el señor Salatiel Molina. Habitaba la 307, torre Z. Resulta
que lo pillé el 31 de enero besándose con Françoise Mitterrand, el pelao del 401, torre 57. Lo
conocen todos y todas ellas y ellos: vale la pena recordar que en esta unidad residencial viven
aproximadamente, dos millones de personas. Al menos esa cifra la dio el Dane, en el último
censo, realizado en 2035.
Es menester contarles a ustedes lo que observé un jueves santo, como a las ocho de la noche.
Resulta y pasa, que la esposa de don Jeremías Escalera, que habita con ella en el 5001, Torre
AACC. Y yo vi que doña Pavarotti entró por una de las ventanas de la torre ZXXI.
Concretamente en el 2004. Sacó lo que más pudo en dos viajes. A dona Pavita, como le dicen
aquí en unidad, la vacuné me entregó mil USA dólares Claro que ella llevaba en ese maletín
más de un millón.
O como la noche aquella del 31 de diciembre, del año pasado, cuando don Belarmino Posada,
el del 4378, torre XVCD, se le montó a la ternera que tenía para celebrar a las 12 PM. Cuando
él se percató de que yo lo había visto; me ofreció una montadita en Virgelina así la llamaba don
Belarmino). Yo lo hice. Pero, desde ese mismo día no le logré quitar a mi pantaloncillo ese
color terracota. Dicen que Virgelina tuvo dos hijos. Todos dos se parecen mucho a mí, en los
ojos. Y, a don Belarmino, le sacaron los cachos. Y dicen que esos cachos del Belarmino, los
obtuvo, lo que hace que Marcos Amazará llegó acá, a la unidad residencial… y visitaba
Pavarita, cuando el señor Belarmino salía para su trabajo
16
Eso de andar por ahí, como vago; recorriendo las calles, tiene sus ventajas. Una de ellas, tiene
que ver con conocer hasta el último recodo del barrio. A la vez, esta información me ha servido
para indicarles a los traquetos, que tienen azotado el barrio. Pero a mí no me importa nada de
eso. Lo mío llega hasta conseguir la yerbita. ¡Nada más! La cosa siguió así; hasta un domingo
2 de enero. Creo recordar el año: 2040. Cuando llegaron los manes, como era de rutina. Más
de cien soldados y los 40 policías. Además de los vecinos y vecinas inscritos en el cuadrante;
estaban parapetados. Desde sus sitios dispararon sin discriminación. No solo murieron las
joyitas; también algunas personas habitantes del barrio que llegaban de sus trabajos.
Ahora bien, en este momento me están sacando un ojo con un alambre. Es que fui acusado de
soplón. Yo lo estoy negando. Igual da, si me matan ya sé que Josefina y mis dos hijos, podrán
sobrevivir. Tienen la reservita que les dejé. Una venta a domicilio desde el azuquitar hermoso;
hasta el bazuco. Este lo reservamos para la plebe viciosa.
17
Y, cómo son las cosas, estoy aquí desde hace cerca de veinte años. He permanecido como
estatua. Con la dificultad que eso produce. Cagado, llena mi cabeza de estiércol de paloma.
Siendo así; nunca he sabido porque las llaman refertes de la paz.
Cada minuto, trato de bajarme. Pero el esfuerzo es inútil. Por cierto, hoy 14 de enero, las otras
estatuas que me acompañan, me dieron un regalito. Consiste en dos barras de jabón rey
(blanco azul, como decía mi madre) Estoy distanciado de mi familia. No los veo ni las veo,
desde hace cuarenta años. Fueron trasladadas y trasladadas sus estatuas al Jardín Botánico.
Debió haber sido por buen comportamiento. Les cuento, de paso, que tenemos autorización
por parte del Gran Jefe Otilio Uribe Pastrana Samper. No le tomo el pelo a nadie. Así se ha
autodenominado el Gran Jefe; para orinar y cagar a las 9: p.m., cada día.
Cuentan que, a partir del día en que fuimos remplazados y remplazadas, por estatuas; cada
día, se celebra una especie de acto simbólico, con el cual se recuerda el día en que se dictó
por decreto la paz en este territorio. Por fin habían encontrado el remedio, por la vía de la
lobotomía. Inmediatamente terminó la ceremonia, orinamos y cagamos al unísono.
18
Me sonó la propuesta de doña Alquería, mi vecina. Es muy simple. Se trata de asesinar a su
esposo Leopoldo Gracia Vallejo. Ella me seleccionó, después haber analizado a cincuenta
candidatos, entre hombres y mujeres. Es de resaltar que el número de mujeres candidatas
superaba al de los hombres. Concretamente una proporción de cuatro a dos. Por lo menos en
este procedimiento, doña Alquería Bohórquez, cumplió con la Ley de Cuotas, aprobada desde
hace cerca de 100 años, pero nunca ha sido reglamentada.
El hombre al cual debía asesinar, conoció a Alquería, un domingo, mientras ella jugaba tejo y
bebía cerveza, en un local próximo a la Embajada de Italia en Colombia. Preciso, en ese
mismo domingo, Berlusconi atendía una rueda de prensa. Que, a su vez había sido citada a
raíz de una acusación en su contra, por varias mujeres niñas, en términos de asedio sexual.
Y, resulta, que lo que pasó, fue en una fiestecita convocada por el mismo sujeto acusado. Pero,
también es de tener en consideración, el hecho siguiente: Mermelada Martínez, conoció al
obispo Mardoqueo González oriundo de ciudad Inmaculada, capital del reino que vio nacer a
san Raimundo. Pero, a la vez, Raimundo, fundó la ciudad que vio crecer a Berlusconi. Lo cierto
es que Aurelia Jacinta Balbuena Meneses, conoció a Benjamín Miranda, primo de la vecina de
Emperatriz Aldana. Quien, a su vez, vivió, en San Isidro Labrador, ciudad no muy lejana de
ciudad Altagracia, capital de Alsacia Tercera.
Pues bien, esta última le había concertado una cita a Mermelada, con el yerno del poderoso
dueño de las comunicaciones en el país del cual era primer ministro-presidente-jefe. Isaías, así
se llama, tenía la posibilidad de contactar al tío de Emperatriz, de nombre Ezequiel
Peñarredonda; para que le dijera al oído, al suegro, algunas palabras relacionadas con la
importancia de contactar a Enrique Vellosa, plenipotenciario, nombrado por Cartujo Santos
Gaviria. Hacerlo, le decía Ezequiel a Enrique, es muy importante dada la posición estratégica
que Cartujo tiene sobre el espectro electromagnético en casi 600 de ciudades en el continente.
La cita se realizó en la Iglesia Divino Salvador, basílica del bello Puerto Lérida, una ciudad muy
pequeña, pero suplía con creses su tamaño, con la enorme oferta de muchachos y muchachas,
dispuestos y dispuestas a lo que sea.
Finalmente, la entrevista se realizó. Y Berlusconi fue presentado ante Mermelada. Ya, cuando
esto se dio, Emperatriz y Mermelada eran nombradas plenipotenciarias en reemplazo de
Enrique Vellosa, quien había caído en desgracia con Cartujo.
Yo cumplí con el encargo. El esposo de Alquería, don Leopoldo, fue encontrado muerto en uno
de predios cercanos a Villa Mercedes. Intuí que el asesinato fue ordenado por Enrique Vellosa.
El motivo nunca lo conocí.
Estoy, aquí en Villa Lorenzo, disfrutando el millón de libras esterlinas que recibí como pago.
19
Era tal y como me lo habían descrito; esa tarde calurosa de agosto. Lo vi entrar. Me miró de
soslayo. Como miramos los sicarios. Pretendiendo pasar desapercibidos
Yo entré al negocio, desde que tenía catorce años. El comienzo no fue fácil. Por lo mismo que
no tenía experiencia. Ya después me adapté y me constituí en pieza clave al momento de
decidir quién iba primero y quien después de la lista que había elaborado el negro Federico
Avendaño. Este negro había trabajado varios años como informante del Departamento de
Inteligencia Absoluta que está asignado, directamente al Súper Poder que ejerce, desde hace
ya ochenta años, Sinforoso el Magno.
¡Perdón!, por haber abandonado el hilo conductor de mí relato. Iba en la mirada de los sicarios
. Sin embargo, no resisto la tentación de volver a la descripción de la profesión que
ejercía Federico Avendaño. Y, digo en pretérito. Porque, justo ayer, se suicidó ahogándose en
el jacuzzi, instalado en el apartamento de Hortensia, su novia de toda la vida.
20
Cuando niño, el negrito, dio muestras de su talento. Jugando al fútbol, por ejemplo, siempre
tuvo la distinción de capitán. Además, siempre, lo invitaban a las reuniones que convocaba el
comandante de policía; para instar a los vecinos y vecinas a que se hicieran socios del
cuadrante décimo quinto en el pequeño barrio, llamado coloquialmente El Bosque Amarillo en
recuerdo de Benjamin Pateamarillo, fundador ayer hizo trescientos años.
Corriendo el tiempo. Su familia alzó vuelo trasladó hacia el barrio El Reventón. Dicen que allí
yacen los huesos de San Helidoro; patrono de toda la provincia.
El negro Avendaño, se quedó en barrio. Vivió sólo en la casona de doce cuartos y tres baños.
Se me olvidó acotar que, la familia la constituían dieciocho personas: mamá y papá y dieciséis
retoños. Eran ocho mujeres y ocho hombres. Lo llamativo es que eran cuatro parejas de
gemelos y gemelas. O sea que fueron solo ocho embarazos. El padre de tres parejas de
gemelas y tres parejas de gemelos era un señor que vino a trabajar con el Ferrocarril Nacional
que cubría todo el país. Reconoció a sus hijas. Cada viernes primero de cada mes, llegaba un
sobre dirigido a la madre. Con esos centavos se mantenían. Pero también, es cierto que nunca
les dio el apellido.
Ahora bien, tres de las parejas gemelas de los varones, eran hijos de Ponciano Reinoso. Este
si se dio el ancho. Es decir ¡qué hijos ni que nada! Apolinar Avendaño, padre de Federico, se
supone hijo de Apolinar. La casona era una heredad de Ernestina, madre de todos y de todas
Cuando quedó solo, Federico, se vinculó a la banda que se hizo llamar “Los Angelitos Tiernos”.
Planeaban y ejecutaban ellos mismos, sin intermediarios. De allí saltó a guardaespaldas de
Trinidad Asprilla, madre del Súper Poderoso Sinforoso El Magno Angarita. Dicen que, en el
hogar de Trinidad, o sea de Trinidad y Jeremías, sucedió lo mismo que el hogar de Federico.
De ser guardaespaldas, pasó a ser coordinador del grupo (había setecientos) que actuaba en
la región oriental del país. Desde allí fue promovido al cargo que tenía hasta ayer.
Lo cierto es que, en mi caso, me mató mi colega; por orden de Federico. Nunca supe porqué.
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Iván José Balboa Sarmiento se levantó esa mañana, lejana en el tiempo ya. Había pasado la
noche en vela. No podía olvidar su ruptura con Berenice. Cada que cerraba los ojos la veía tal
y como estaba vestida. Con esa falda ancha multicolor. Los zapatos con la amarradera hacia
atrás. Y la blusa que dejaba ver sus hombros tatuados con figuras diversas, pero que
armonizaban en su conjunto; realzando esa piel morena. Siempre me decía a mí mismo que
ese color era su patrimonio inembargable.
Desde niña, con apenas cuatro años, Berenice impactaba a los vecinos y vecinas. Tanto así
que no permitían que sus hijos e hijas jugaran con ella. Berenice tenía un escenario lúdico en
su cabeza. Tanto juego conocía. Podía jugar uno distinto cada día. Pero, más que eso,
impactaba por su capacidad para reflexionar en torno a los hechos cotidianos. Como esos
centrados en el quehacer femenino. Ya, a esa edad, podía explicar con muy buena
fundamentación, porque las mujeres sangraban cada veintiocho o veintinueve días. Además,
conocía como y por donde nacían los niños y las niñas y su causa. Es decir, algo así como
entender porque les crece barriga a las madres. Y sabía, además, porque debe haber
previamente una relación entre las mujeres y los hombres.
Y, todo esto, lo había aprendido teóricamente en los tres tomos de enciclopedia que había e n
casa. Pero, también y en físico lo supo deducir, cuando papá y mamá, jadeaban cada noche,
mientras él y ella suponían que ella estaba dormida. Y es que no le gustaba dormir sola,
porque en sus sueños aparecían visiones. Como esas en que una señora y un señor eran
desalojados del territorio en que vivían, por una mano resplandeciente. Si bien no podía ver el
rostro, dueño de esa mano.; si podía intuir que estaba muy enojado. Y les decía “Ya que
preñaste y que fuiste preñada, sin mi consentimiento. De ahora en adelante tendrán que buscar
otro sitio para vivir.” La desnudez de él y de ella no era tanto porque el designio de ese ser
dueño de la mano. Más bien, mucho más creíble es que, en ese momento de la expulsión,
estaban bañándose en uno de los ríos de la región y la mano no les dio tiempo para vestirse.”
Cuando Berenice le comentó a su maestra en el colegio; María Cartuja, convocó a papá y
mamá. Lo que más le preocupaba a la maestra, fue el hecho de que la niña lo había expresado
delante los otros niños y las niñas.
Desde ese día, no pudo jugar colectivamente. A pesar de que la ponía muy triste. Pero hasta,
cierto punto, le gustaba que las cosas hubieran salido así. La soledad era para ella una amiga
inseparable.
Pero, volviendo al cuento de mi separación con respecto a Berenice; puedo decir que el hecho
de levantarme ese día, significó para mí un esfuerzo tan grande que inmediatamente lo hice,
sentí un cansancio igual...y volví a acostarme. Me quedé dormido, tanto tiempo que, al
despertar otra vez, encontré a Berenice sentada en la cama. Había envejecido tanto que la
reconocí, solo por sus hombros tatuados y por la cicatriz que tenía, producto de la quemadura
que le infringió su padre, cuando la encontró recitando los versos de Porfirio Barba Jacob, de
Miguel Hernández y Pablo Neruda. Justo, en ese momento, recitaba el Canto General. Eso
había sucedido setenta años tras: Lo reafirmo, porque recuerdo ese día, veintiocho de octubre
del año en que aprendí a escribir. Lo corroboré, cuando me acordé que había dejado mi nave,
en la cual le di la vuelta a la Tierra. Y ya habían transcurrido siete años desde que estuve en
Marte, haciendo una diligencia de la familia.
No le hablé, ni me habló... Simplemente sentí el dolor en el bajo vientre, cuando Berenice
hundió hasta la empuñadura, el cuchillo con el que, también, había matado a su padre, al día
siguiente en que se produjo el castigo.
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Si me preguntaran hoy, porque regresé. Diría que no lo sé. Simplemente, así escueto; sin
palabras mentirosas acerca de lo bien que estuve hace ya cuarenta años. Cuando exhibía una
risa a cada momento. Pretendiendo ilusionarme a mí mismo. Como cuando lo hice a tres años
de mi nacimiento. Recuerdo que, en ese entonces, ya tenía mi tránsito definido. Por escenarios
de vida y que iba a repetir cada año. Si mal no recuerdo, la repetición, del año tercero, fue la
misma del año quinto. Y la del año segundo fue igual a la del año sexto. Como pueden
evidenciar la cotejación aritmética hablaba de una diferencia que inició en el tercer periodo
hasta el quinto. Pero que, si contamos desde el año dos hasta el sexto. Me preocupó más, el
saber que, el primer año y el séptimo, no estuvieron en el inventario de vida que hice cuando
cumplí el veinteavo año.
Ahora que estoy en el año cincuenta y tres, contados a partir del año trece. Son, entonces,
unos vericuetos no esperados. Mucho menos entendidos y/o interpretados. Lo cierto es lo
siguiente: he sido un sedentario que anhelaba visitar varios sitios a la vez. Como queriendo ser
nómada continuo. Una posición estática que reñía con la ambición de asumir la velocidad y la
aceleración. Y no simple fórmula; como quien empieza discernir una prueba de conocimientos.
Una prueba parecida a la ruleta rusa. Porque, en esos cuarenta años que viví con ése tósigo,
día a día quería que fuera otro día y no ese. Algo parecido lo que le sucedió a Aristarco Paz
Prisco, ese día en que cumplió noventa y dos años. Es decir, los mismos que el viejo Peralta
Suescún. Si bien es cierto que ambos establecieron relación conmigo. No es menos cierto que
nunca se conocieron.
Al cumplir ochenta y cinco años: recordé los días vividos con Lucía Andrea Peralta, como si
hubiese sido ayer. Por cierto, Lucía Andrea siempre me manifestó su desilusión y su desaliento
por llevar solo el apellido de su padre. Ya que su madre no la reconoció como hija suya. Dicen
que la dejó en la habitación sola y con una nota: “creo que esta niña no es mía, sino de la
amante de su padre. No sé por qué y cuándo quedé embarazada. Tal vez fue el día que estuve
donde Aristarco. ¡Sí, ese mismo que ya completó quince hijos de madres desconocidas! ¡”
Decía, lo de haber vivido con Lucía Andrea. Cuando la conocí, todavía no cumplía los setenta
años. Estaba entre sesenta y siete y los sesenta y ocho. Más joven que yo, si era. Cuando la
embaracé, prefirió el silencio cómplice consigo misma.
Ese día, el de mi aniversario ochenta y cinco, encontré a la niña en su cuarto. Con una nota
similar a la de madre de Lucía Andrea, cuando postuló a Aristarco como beneficiario del
embarazo; ya que seguía sin entender la dinámica de la genética. Mucho menos entendió el
hecho de haber sido amante, desde los diecisiete años, de una gran cantidad de hombres. Por
eso, cuando estuvo con Aristarco, se hizo la promesa, en el sentido de no volver a repetir los
años que había vivido. Prefería endosar a su hija a Aristarco por haber sido su último amante,
después de haber tenido el penúltimo, La cuenta acerca del número de amantes que cruzaron
por su camino, era un secreto. Algo así como una sumatoria no compartida.
Y, entonces ese día de aniversario, comprendí que no tengo mucho que contar. Lo de Lucía
Andrea, ha sido mi cuento preferido y único desde que la conocí. O, tal vez, hubo otro hecho
relevante: sucedió justo el día en que cumplí sesenta y cinco años. Algo así como el haber
encontrado a mi padre. Ese día supe que mi madre no me dio el apellido. Simplemente porque
no se acordó de los amantes. Fue una madre anónima. Algo a parecido a lo que sucedió con la
madre anónima de Lucía Andrea.
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Lo que voy a contar, seguro que no lo creerán. Ni siquiera el 0.001 por ciento. ¡Pero, en fin, lo
cuento ¡a sabiendas de que seré leído, al menos por ese 0.001 por ciento. Al fin y al cabo,
según mis cálculos, sobrepasa el límite mínimo establecido.
Resulta y pasa, en términos de lo probable, que antes de asumir la decisión de contar lo que no
ha sido contado, contaré lo que tampoco ha sido contado.
Se trata, pues, de establecer la diferencia entre lo que no ha sido contado y lo que tampoco se
puede contar sin el permiso de la persona que sufrió y vivió la aventura primera y la segunda.
Algo así como retomar el hilo conductor de lo que Prometeo juro hacer y pago caro por eso. Es
decir, volviendo al cuento de lo que he anhelado contar desde muy niño, más o menos
parecido Cuando Elvira Quintana escribió y publicó, su “Alegría de Leer”.
La pista es más o menos así: por E y B, se puede escribir “El Enano Bebe”. Lo que pasa es
que el enano de la cartilla tenía problemas de alcoholismo y por esto bebió tantas veces como
unidades publicadas de “Alegría de Leer”. En Medellín, por ejemplo, se publicaron más o
menos siete mil unidades. Y parece que el doble se publicó en Bogotá. Alguien cuenta, además
que en lo que se ha dado en llamar “Viejo Caldas”; es decir antes de la partición en tres
(Quindío, Risaralda y Caldas propiamente dicho); se publicaros trescientas veinticuatro.
Un amigo mío me contó que, el Departamento Nacional de Estadística (que de paso asevero
que no se llamaba así, en ese tiempo), midió el nivel de analfabetismo, a partir de contar la
cantidad de cartillas publicadas y vendidas. Entonces, en Medellín, había más personas que
sabían leer, que en el Viejo Caldas. Pero lo que pasa es, que una cosa es saber leer y otra
saber escribir. Además, que otra cosa es saber escribir. En mi ciudad aprendieron tantas
personas a escribir y leer tan rápido; porque se trataba de aprender y unir las letras S I C A R I
O.
Pues resulta que los que saben leer y escribir al mismo tiempo, es más o menos un porcentaje
cercano al porcentaje que sabe leer y escribir en la Patagonia. Claro que ya, La Patagonia, se
escribía Malvinas. Es decir que ya los ingleses habían hecho suyo ese territorio argentino.
Pero, al menos por ahora, no me meto con decisiones políticas y, mucho menos con
avasallamientos militares. Porque, de ser así, tendría que reescribir lo sucedido en medio
mundo y un cuarto.
…Pero, perdón si los interrumpo, vuelvo a eso que quería contar desde el principio. Es decir, lo
que nunca va a ser contado, por decisión de alguien que lo supo contar y que ahora maneja las
verdades relacionadas con lo que sí se pudo contar, primero hasta la medianoche del día
veintinueve de febrero de los bisiestos. Nada más sencillo de entender. Es, más o menos, lo
mismo que le sucedió a nuestra Policarpa que, siendo mujer, impuso condiciones en torno a lo
relevante en la lucha independista. Pero, ya está claro, que no le creyeron por ser mujer. O, al
menos minizaron, su valentía. Es, más o menos guardada las proporciones, lo que sucedió con
Manuelita, la amante libertaria. Es decir, que don Simón Bolívar, se adueñó de su cuerpo, pero
no de su alma; si por alma entendemos la ternura y la capacidad par disentir.
Pero, volviendo al cuento de lo que decía primero. Es decir, contar lo que no se puede contar,
me puse en la tarea de redefinir la diferencia entre lo que no se cuenta y lo que no se puede
contar. Más preciso: es aquello que tenemos en la memoria, pero que no se nos está dado de
recordar. Lo más grave es aprender que el oficio de taxidermista, tiene algo que ver con la
reducción, a la fuerza, de las cabezas. Y, como en la cabeza están los esos. Y como los sesos
son el cerebro; en conclusión, son reducidores de cerebros. Eso, de por sí, ya es muy grave.
Porque sesos reducidos son similares a la lobotomía. Y, tal parece, según me lo dijo un día
Aureliano Casiano, casi la mitad de los que habitamos este mundo, tienen o tenemos la cabeza
reducida. Me incluyo yo, ya que parece que estoy aturdido de no saber pensar. Mucho más
grave, de tener un vago recuerdo de la libertad. Pero, como en estricto, la libertad es etérea
para muchos y muchas. Solo es válida para los que reducen cabezas. Teniendo en cuenta la
advertencia de que los reducidores de cabezas son cerca del cero punto. Cero, cero, cero uno.
Bueno, ya es hora de decidir si puedo o no contar lo que iba a contar. Es, más o menos volver
a repasar paso a paso, si lo que queda en mi memoria es un porcentaje que vale la pena
contar. A decir verdad, creo que si yo estoy cansado de decir que voy a contar lo que quien
sabe si puedo contar; como estarán de cansados y cansadas ustedes.
Bueno, es lo siguiente: voy a ser papá. Reflexioné tanto antes de decirlo, porque la madre del
niño o la niña que será mi hijo o mi hija, es la mismísima Virgen de Fátima. La conocí en mi
último viaje a Portugal, pasando por el Vaticano. Es decir, después de Pablo y Juan Pablo y
Benedicto. Obviamente, si cuento a muchas personas lo que debe ser sabido, tal vez no llegue
a ser el papá más feliz del mundo; por el hecho de ser papá de un santo o de una santa. Vale
la pena enfatizar en que ni soy santo ni quiero serlo, pero si sería muy feliz saber que cuando
nazca la criatura, se parezca o bien a su madre, siendo niña; o bien al sagrado corazón, siendo
niño.
Bueno, por lo menos, ya pude contar lo que tenía pensado contar desde hace mucho rato. Lo
que sigue ahora es esperar y hacer fuerza para que Fátima no embargue mi pensión, por
alimentos. Al menos ese trato hicimos, antes de ir a la cama. Más bien diría antes de ir al
yesquero. Queda claro que, una vez conté lo que tenía que contar, me pusieron por chapa el
apodo de “El Viejo del Soliloquio”. Y, a decir verdad, no me enojo por ese término, ya que uno
dormido habla más de lo necesario. Claro que, y eso sí es verdad, mi abuela paterna llamaba a
esto “hablar mierda”
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Siendo cualquier hora del día en que conocí a Mercedes, me encuentro atado. Estoy en
condiciones lamentables. Si así se le puede llamar a esa expresión de vida que no cuenta a la
hora de efectuar el inventario de los hechos realizados, durante el tiempo en que estuve
percibiéndola. Como si, cada momento, hubiera estado y está, aún, soportado en una visión y
en una interpretación proclive a la imposibilidad de asimilar las condiciones que yo mismo he
delineado. Es algo así como entender la dinámica de la vida a partir de andar indagando por el
sentido que tiene mi existencia. En un contexto, en el cual no he hecho otra cosa que proponer
un regreso a los escenarios originarios. Cuando no existían los descifradores oficiales. Cuando
existía una relación directa con los hechos. Con la Naturaleza despojada del velo que la
envuelve ahora y que nos coloca en procesos interpretativos y decodificadores, asimilados a
permisos requeridos a cada paso. De tal manera que todos y todas nos encontramos
desconcertados; con las dudas direccionadas por quienes nos trascienden, sin ninguna
concesión; implacables.
Lo cierto es que Mercedes está ahí. Recordando a su madre. Siempre se ensimisma, a la
misma hora, en la mañana. Un recorrido hacia atrás. Se sitúa en ese escenario de vida. En un
hogar conducido por su padre. Una autoridad pétrea. Sin ningún color que pudiera ser asociado
a la libertad; mucho menos a la alegría. Un individuo taciturno. Descendiente y beneficiario de
la hispanidad ortodoxa. Tanto así que, en su inventario de bienes, Mercedes y Saturnia, su
madre, fueron siempre cotejadas como cualquier carabela, o cualquier mueble heredado
Isabel, la reina, su reina.
Cuando Mercedes cumplió dieciséis años; Eusebio la acicaló con los menjurjes que quedaron,
luego de la celebración de la boda entre él y Saturnia. Olorosos, superados solo por el
incienso, heredado directamente de Baltasar, rey mago que, como todo buen mago no dijo todo
lo que sabía y con lo poco que habló le bastó para hacer de su historia, celebración perenne.
Tanto así que llevamos veinte siglos. Siglos cifrados por los antecesores de Eusebio. Se dice
que el abuelo de su bisabuelo, encontró el incienso baltasariano, enterrado en el solar de la
casa en que vivió Facundo, el dueño de la pócima del ensueño. La que, a su vez, había
recibido de Cipriano Vergara, primer amante de Saturnia I, reina de Horizontes, tierra amada
por Eusebio, pues allí conoció la primera versión de la historia del Emperador Pigmeo;
sinónimo de satrapía. Este había heredado el poder, por línea directa, de su tatarabuelo
Egnosodin Segundo, dueño de la vida y de la muerte, en un territorio que ya, antes que él, lo
habían devastado los Cíclopes, importados desde la amable Tierra del Buen Fuego.
Entonces, Mercedes, viajó sin tropiezos. Esto, después de haber renunciado a la bienamada
autoridad paterna. Por la vía de la ruptura pensada. Desde los cinco años de vida, hizo su plan
de vuelo. Llegaría hasta el límite entre la Vía Láctea y las construcciones diseñadas por su
adorado Pigmalión, venido a menos; como quiera que ya había reconstruido mil veces a la
Mesopotamia originaria; trasladada a territorio sajón; por Everardo VI, rey del universo
equívoco derivado de las ruinas, todavía incandescentes, consecuencia del primer conflicto
entre el Dios Sol y el herético Júpiter primigenio.
Mercedes, la divina Mercedes; estaba absorta ese día en que la encontré. Allí, contando
estrellas. Hábito que aprendió de Faustina, la bruja que había huido del territorio de los
inquisidores. Estuvo, Faustina, recorriendo toda Europa. Desde su Polonia amada, hasta la
Bélgica de sus sueños. Conoció al señor de los señores. Siempre repetía, de él, la misma
historia, esta:
Soñé que transcurría el año 1700. El día dos del mes de octubre, tuve la sensación de estar en
el Palacio de los Dioses. Lugar habitado por los más excelsos propagadores del buen gobierno
y de la inteligencia aplicada al mismo. De todos ellos, yo era el mejor. El más atinado. El más
representativo. Porque ya lo había demostrado, cuando regenté la municipalidad de La Aldea
de la Sabiduría. Localidad próxima a Horizontes. Expandida, territorialmente, al norte del sur
del Continente Asiático.
No debería decirlo, pero yo mismo me sorprendía por la calidad de mis actuaciones. Vertidas,
todas, al unísono. Tanto en lo que respecta al manejo de los asuntos de gobierno; como
también en lo que atañe a todas las áreas del conocimiento.
No se me escapaba ningún dato científico. Por ejemplo, descubrí que la Vía Láctea, no es otra
cosa que el camino hacia África, pasando por América. También que el número de protones en
el átomo, se corresponde con la presencia de energía en el núcleo de las células que definen el
genoma de las coliflores. Tanto es así, que publiqué un ensayo sobre fisicoquímica; el cual fue
adaptado a la enseñanza de las ciencias básicas.
Tenía, bajo mi mando, un sinnúmero de científicos que ejercían su labor en colegios y
universidades. Mis conocimientos trascendían el área geográfica de mi poder político y militar.
Navegué, en el Océano Pacífico, orientando a todas las embarcaciones que hacían tránsito
hasta Pakistán, bordeando el Cabo de la Vela.
Como podrán haber notado, yo era imprescindible. Para cualquier acción y para cualquier
enseñanza.
Ese mismo día, fui consultado acerca de los rigores de la sequía en proximidades de Alaska,
cerca de Siberia. Lideré un grupo de búsqueda de alternativas para resolver ese tipo de
dificultades. Tanto en lo concerniente a la pérdida de los cultivos de lentejas y cítricos. También
en lo relacionado con la crisis por la evaporación constante del agua en ríos y lagos.
Al día siguiente Artemisa, mi segunda esposa, empezó a pujar. Se trataba de su primer
embarazo. Ella había renunciado a la presencia de Justiniano Avogadro, el más eximio
conocedor de la técnica para lograr un parto sin contratiempos. En su reemplazo, yo la asistí.
El comienzo fue un tanto difícil. Pero, ya después, la orienté. La coloqué en posición horizontal,
en nuestra cama. Hice masajes en la zona lumbar y le apliqué acetona en cada una de las
piernas. Frotándolas de tal manera que nuestro naciente hijo, pudiera ubicar las coordenadas
en el espacioso cuarto.
Expósito, el hijo que nació aquel día, creció sin ninguna dificultad. Su inteligencia estuvo
siempre asociada a las directrices de su padre. Tanto es así que, el día que marchó al mando
del Ejército Aldeano, en contra de del Ejército de Horizontes, demostró una gran asimilación de
las técnicas guerreras inventadas por mí. Columnas y filas en posición vertical, con
desplazamientos horizontales sucesivos. De tal manera que pareciera una onda continua,
iluminada por los reflejos de un gran espejo situado en la retaguardia, de cara al Sol.
La pérdida de parte de nuestro territorio insular, a manos de los horizontences, no amilanó a mi
hijo. A mi mucho menos, porque se trató de una táctica en el contexto de una estrategia de
ceder parte del espacio, para luego arremeter de costado y aniquilar a nuestros contendientes.
Aunque el resultado no fue del todo satisfactorio; el anecdotario de la batalla, nos ha servido
para apuntalar nuestras posesiones en el norte de Rusia Central.
En 1724, concretamente el día de la celebración de nuestra independencia y de mi nacimiento,
propuse a la Asamblea de los Dioses, el diseño, fabricación e instalación de un dispositivo
electrónico en las fronteras occidental y oriental. Yo había inventado ese dispositivo. Una
simple aplicación de las leyes de Newton y de Arquímedes. Su funcionamiento estaba asociado
a la humedad. Se activaba con las corrientes transversales de viento; las cuales eran retenidas
por dos celdas situadas a lado y lado del dispositivo. Una vez liberadas, ululaban rompiendo las
barreras colocadas a manera de columnas en diferentes sectores de las alambradas
fronterizas. Ocasionando, entonces, un movimiento ondular que hacía inaplicable cualquier
arma por parte de los invasores.
Desafortunadamente, el día en que fuimos invadidos (4 de julio), hubo un movimiento lateral en
los vientos. Las celdas no se activaron y, por lo tanto, no retuvieron la cantidad de aire
necesaria para producir el sonido. Por lo tanto, tampoco hubo la anhelada ruptura de las
alambradas. Siendo así, el ejército enemigo nos penetró sin ninguna dificultad.
Sin embargo, patenté mi invento. La Asamblea de los Dioses, me reconoció como gran
constructor y me pagó honorarios en oro. Con estos recursos compré hectáreas de tierra en
capacidad de producir cebollas, garbanzos, cítricos, patatas, plátanos y olivos. Comercialicé
estos productos, a través de mi flotilla de barcos, surcando el Atlántico, hasta llegar al Volga y,
desde allí, hasta China y Japón; a través de numerosas redes comerciales. Obtuve ganancias
colosales que deposité den el Banco Ambrosiano de Marruecos.
Una vez superada la zozobra ocasionada por la desestabilización de mi reino. A su vez,
originada en dos intentos de asesinato de que fui víctima; propuse a la Asamblea de Nativos,
situada al oriente de Portugal, concretamente en el diminuto reino del Volcán; una unión
imperecedera. Una figura similar al Pacto de los Mongoles y los Normandos, en época del
Emperador Valeriano de Dinamarca. Hice ingentes esfuerzos teóricos y prácticos para ilustrar
de que se trataba y de las características de los antecedentes anotados.
Fui recibido con alborozo por parte de los Nativos. Por su propia iniciativa me obsequiaron
diamantes. Me hicieron dueño de los canales de riego y de la técnica de sembrado en terrazas.
Me declararon presidente honorario de sus posesiones territoriales en Argelia y en
Tegucigalpa.
Actualmente, rijo como Señor de Señores. Mi influencia va desde el Cono Sur, hasta la orilla
izquierda del Támesis. Pasando por Alsacia Lorena, por Acapulco y por el Principado de
Mónaco. He recorrido mil lugares, en los cuales me reconocen como huésped ilustre. Me he
erigido en Oficial Mayor del Conglomerado Universal de Hombres Ilustres.
Sigo siendo tutor de maestros en ciencias naturales y políticas. Con un escaño permanente en
la Asamblea Primigenia de Investigadores. La cual ejerce como referente para quienes
pretenden gobernar el conocimiento. He sido orientador de la Sociedad de Amigos de las
Dictaduras: Esta institución es adalid de quienes integran la Cofradía de reyes interplanetarios;
con sede en Haití.
Todo esto se lo he reseñado a todas las generaciones posteriores a 1700, en el gran territorio
de Aldea de Dios. Todos me recuerdan y me recordarán como el Señor de los Señores.
La vocinglería Faustiana, horadaba todo el espacio lejano y cercano. En un ir y venir de
recuerdos. Unos asimilados, otros no.
De todas maneras, Mercedes, ya había descifrado la progresión geométrica, vinculada con su
oficio. Sumatorias con n tendiendo al infinito. N soles; n planetas; n territorios acondicionados
Como prisiones. Como Guatánamos proyectados hacia el universo ignoto. Con sus habitantes
forzados. Llegados de la querida Irak y de Afganistán y de la India y de Pakistán y de…
Mi bella Mercedes se ha especializado, también, en la interpretación de los sueños. Es
consultada por reyes verdaderos y por aprendices del oficio de acallar voces, por la vía de
imponer el imperio de la autoridad. Ella es absoluta en lo que hace. Tanto así que ha
construido diversos escenarios permanentes para explicar sus interpretaciones. Desde jardines
sembrados de amapolas, hasta enhiestas ciudades que ejercen como prototipos de dominio.
Cárceles permanentes. Edificios centrales, en donde residen de manera permanente, los
gestores del dominio heredado; o asumido a la fuerza.
Mi Mercedes los orienta. Les expresa que los sueños en los cuales aparecen ángeles
protectores y castigadores, trompetas en mano, exhibiendo las dádivas del Ser primigenio; no
son otra cosa que premoniciones acerca de la grandeza de ellos y de ellas. La validación de la
gendarmería. Las trompetas no son otra cosa que los instrumentos que permiten ejercer de
mejor manera la dominación. Trompetas son sinónimos de fuerza; del fuego aprisionado en las
dotaciones que se generalizan. Dotaciones que se hacen necesarias. La capacidad para
almacenar y mantener en reserva; las posibilidades de usufructuar la fuerza atómica, en
defensa del orden y la moral.
Faustina hizo bien su tarea. La hermosa Mercedes, la asimiló de manera generosa. Yo estaba
ahí. Siempre he estado en el mismo sitio, al lado de ella. Y ella sin reparar seriamente en mí.
Solo piensa y actúa en función de su imaginario. Ese que la sitúa en la perspectiva de alucinar
y de transferir esa alucinación a los reyes modernos, a los autoritarios enfermizos; a los
matadores de ilusiones y, en particular al señor de los señores o, lo que es lo mismo, al
emperador pigmeo
Oh, mi bella Merceditas. Hazme el favor de fijarte en mí. Ya está bien de tanto alucinar y de
hacer alucinar a los dueños del mundo. Es como si estuvieras ausente, cuando estás conmigo.
Mi coqueta pelirroja, ya sé que has andado mil caminos y que no tienes idea de lo que significa
vivir la vida. Es decir, aplicando un concepto de vivir, asimilado a la exuberante naturaleza que
nos ha otorgado la posibilidad de interpretarla y de modificarla. Ya sé que has bebido en la
fuente de los dioses; no en la del Ser primigenio; sino en la de los aprendices. Los magos
ordinarios. Aquellos que hacen de cada acto bufo, una pretendida ensoñación. Ya sé que no
tienes referentes propios. Solo tienes los que te ha transferido Faustina. También sé que tienes
identificado el rol del emperador pigmeo. El que se repite. Aquí y allá. Lo mismo en Asia que en
África. Lo mismo en Europa que en América. ¡Oh!, me bella diosa; mi Mercedes acicalada por
Eusebio, tu autoritario padre. Efímero aprendiz de patriarca que se diluyó en su propia
incapacidad para asumir los retos inherentes a ese oficio de perdulario.
Ya que no me otorgas ninguna posibilidad para acceder a tu entorno más íntimo. Ya que
insistes en profundizar tu condición de oferente de pócimas para perdularios gobernantes y
preeminentes machos mata mujeres; por lo menos mírame, estoy a tu lado.
Mi tierna Mercedes. Mi Sol; mi paloma. Ya sabes que estoy aquí y que estaré hasta que mi vida
se extinga. Ya ves, carita de ojos grandes; estoy subsumido en ti. Como sediento sujeto. Como
extensión tuya. ¿Acaso no me ves? ¿Hasta cuándo debo esperar?
Ven, mi ternura. Deja de estar aconsejando a los aurigas. Deja de estar interpretando esos
sueños pérfidos de quienes acuden a ti. Esos que todo lo tienen y que han llegado hasta allí
cabalgando a lomo de los demás. De los califas pútridos que han renunciado a ver el mundo
con ojos de humanos. De los que suman y suman tropelías.
Tú los orientas, mi bella Mercedes. Tú les permites seguir creyendo que son sujetos
predestinados. ¡Oh!, mi paño de lágrimas, mírame. Soy tuyo, desde ese día en que cumpliste
cinco años y planeaste tu huida del entorno de Eusebio y Saturnia. Te he escrito poemas,
como este:
Ya sé que estás lejos,
Mi ternura.
Ya sé que me tienes al borde la locura.
¿Dime, Merceditas, no te parece excelente mi poema? He escrito otros; los tengo bajo llave.
Porque no se sabe. Con tanto delincuente ideológico, nunca se sabe.
Merceditas; mechas, no está hoy en su sitio. He aprovechado el instante, para introducir en su
inventario de bienes culturales, el escrito que le robé a Tertuliano, el vecino. Ahí se lo dejo; en
su mochila azul; la que llevaba el día en que me enamoré de ella; de mi dulce Mercedes.
¿Quieren saber qué dice?, sin que ella se dé cuenta y, tal vez por eso estropee esta historia.
Ha sido un largo camino. Como laberinto que agobia. Pero que, por lo mismo, ha permitido
localizar los términos de referencia necesarios para enfrentar la soledad del ser que emerge
consolidado, a partir de descifrar los códigos de la vida societaria. Porque viene de esa
dispersión que lo había inhibido, para enfrentar vicisitudes. Hacerlo sólo le había significado, en
el tiempo, no entender la dinámica asociada a sentir a los otros y a las otras. Un estar ahí,
situado en su compartimento. Mirándose. Como quien no ha construido el enlace, entre sí
mismo y el escenario. Actor cuyo libreto son palabras para sí. Pero que, en perspectiva, se
siente aislado. Avasallado; al límite de su capacidad para discernir acerca de su rol colectivo.
Posicionarse, al margen de lo inhóspito, supone un avance. Es adquirir la noción de estar en
otras condiciones. Diferentes a aquellas en las que prevalecía la zozobra. Lo azaroso. Como
cuando se percibe que la exterioridad acecha, como potencia ajena a cada sujeto. Como
incierta posibilidad. Como expectante gendarme que rodea y asfixia. Una figura parecida a
aquellas sombras del inicio; cuando no éramos otra cosa que expresiones minimizadas, al
garete. Próximas al desequilibrio, por la vía de los extravíos propios de la selección natural.
Sentirse vinculado a un proyecto de la naturaleza. Sin haber sido consultado o consultada; es
tanto como una sumisión indescifrable; como quiera que se da sin que hubiésemos conocido la
hoja de ruta inherente a ese proyecto. Tal vez, por esto mismo, llevamos la marca de la
angustia. Porque no entendimos su soporte. Angustia e inquietud, que se tornan en el hilo
conductor de esa sensación de impotencia. Esa misma que ha estado con nosotros y
nosotras, desde el origen. En ese entonces, lo que percibíamos no iba más allá de la
inmediatez que no s envolvía. Como burbuja que asfixia. Y que nos rodeaba y nos colocaba en
condiciones de inferioridad
Un choque de expectaciones. Mientras la naturaleza, exhibe una lógica interna. Que va, desde
los organismos simples primarios; hasta las cimas que confirieron las condiciones próximas a la
civilización. Todo eso como una envoltura que nos inhibía. Desde ese tiempo procede nuestra
sujeción involuntaria a ese proyecto. Siendo, este, mucho más amplio en los espacios
universales; mucho más complejos. Mucho más ajenos a nuestra interpretación en esa infancia
temprana, como sujetos. Ya, ahí, estaba latente la soledad y sus implicaciones.
Entonces, necesitábamos compañía. Pero no del tipo de compañía en la cual los otros y las
otras estaban ahí. Al alcance físico de cada quien. Pero sin ese hilo de Ariadna que nos
permitiera descifrar los códigos asociados al entorno colectivo, como sujeto en sí. Es decir, en
una perspectiva de concretar expresiones conciente de organización. No como sumatoria
simple de sujetos. Más bien como conciencia que se recrea y recrea. Una opción en la cual se
acumulan saberes. En un concepto de acumulación emparentado con la vertebración de lo
consciente como colectivo. Con todas sus implicaciones. Es decir, siendo conciente de la
necesidad de crear instituciones, con los insumos de los saberes. Fundamentalmente, con
esos que nos otorgan la vitalidad indispensable para re-conocernos. Como agentes de
transformación. Como expresiones hacia el equilibrio. Desde la soledad inhóspita de lo
individual; hasta el acompañamiento en lo colectivo.
Eso de buscar el equilibrio y trascender la soledad; por la vía de sumar opciones de vida.
Desde lo primario individual; hasta lo consciente colectivo; debe ser entendido como esa
condición que permite acceder a una interpretación de los y las sujetos; vinculados y
vinculadas a un proyecto; mucho más cercano y comprensible que aquel que tiene la
naturaleza.
Es, entonces, ese proyecto nuestro, el punto de comienzo y soporte de la nueva identidad.
Colectiva e individual. La nueva identidad, así alcanzada, no era otra cosa que la noción de lo
humano. Como categoría propia que nos situaba en el camino habilitado para transitar la vida,
la historia. Con referentes definidos a partir de la necesidad inicial de asociarnos. Transfiriendo,
a través de estos referentes, principios y valores. Son posibles y necesarios; habida cuenta de
nuestra condición de animales superiores. Superioridad no anclada, únicamente, en la
capacidad para discernir acerca del reto primario de la naturaleza; sino en nuestra capacidad
para convertir ese discernimiento en, fortaleza latente para trascender la mecánica inherente a
la naturaleza.
En consecuencia, no opera ya aquello de la selección natural. Venimos de ahí. Somos
resultantes de ese proceso. Pero no somos simplemente eso. Somos sujetos que alcanzamos
la independencia; que trascendimos aquello de seres naturales específicos, en cadena; para
acceder a la condición de sujetos que realizamos hechos y acciones. En capacidad para
entender eso que hacemos. Sujetos de colectivización coherente. No como manadas que, en el
reino animal, simplemente juntan individuos. Lo nuestro es una opción mucho más compleja;
en razón a nuestra capacidad para asumir, direccionar y redefinir objetivos. Un ejercicio
consciente que nos ha convocado y nos convoca a no erosionar los valores y principios
adquiridos. Porque, de no ser así, volveríamos a la opción de vida de las manadas.
Una vez logrado el equilibrio, soportado en la opción de vida societaria; que nos ha permitido
llegar hasta el trazo del horizonte de procedimientos e instituciones en función de soportar la
civilización. Una vez adquiridas la noción y la praxis relacionadas con el quehacer colectivo y
que devino en la consolidación de los referentes inherentes a la humanización del consciente
individual y colectivo. Por caminos siempre de dificultad; como quiera que este equilibrio,
acceder a él, ha sido una apuesta por la vida. Soportando guerras, arrasamientos,
aniquilaciones, etc. Decantando los logros acumulados. En una constante depuración; en
términos de efectuar una disección precisa de los contenidos de los saberes acumulados.
Habiendo soportado las ofensivas vulneradoras de poderes paralelos asociados a la mixtura
religión-conservadurismo. Habiendo efectuado, como lo hemos hecho, acciones de profundo
contenido transformador en casi todos los ámbitos. Habiendo sufrido la persecución y
exterminio, a nombre de la tradición y de la moral.
Nos encontramos con constantes que ejercen y han ejercido posturas y acciones de no
reconocimiento de las opciones de vida; ni de los avances en el proceso de validar insumos
mínimos de respeto y tolerancia. Han aparecido, en ese contexto, personajes perversos
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  • 1. Relatos al viento 1 Cuando la vi salir por esa puerta inmensa, por la cual hemos pasado hace ya un milenio; nunca pensé que sería la última vez. Porque ya había sucedido antes. Como, a manera de ejemplo, ese día en que difundió su preñez no aceptada. Recuerdo, ahora, que ese día discutimos, como solo nosotros sabemos hacerlo. Que tú no me dijiste nada. Que, cuando me abordaste, lo hiciste sin ningún preservativo. Que tú eres responsable, porque no me avisaste que ya se había ausentado la regla y que, en consecuencia, estabas en el periodo próximo a la posibilidad de recibir el líquido cargado de espermatozoos, en el momento y en las condiciones que conllevan a esperar el crecimiento del vientre. …y ella me dijo que la culpa era mía; ya que siempre estás al acecho. Siempre buscas el momento de verme desnuda. Y, siempre, me tumbas en la cama y me penetras a la fuerza. Y que, seguía diciendo ella, no te denuncié porque te amo tanto que nunca te haría algún daño. Y que, en consecuencia, ya voy por el cuarto embarazo en las mismas condiciones. Ya Heraclio, Miroslava y Atahualpa habían nacido a partir de allí. Y que yo sentí que la y los odiaba. Porque, eso de abrir las piernas de manera forzada, ya me tenía aburrida. Porque, cada orgasmo se constituyó en un embarazo. No había placer; porque no lo puede haber si a cada rato me inundabas y cada inundación era una preñez. …Y discutimos, como solo nosotros sabemos hacerlo, y nos desgastamos en epítetos; hasta que el feto no pudo más y se marchó; por esa puerta ancha, inmensa apoyado en la mano de mi querida Cleopatra, mujer de mujeres; con ochenta años encima. Y yo, sintiéndome Atahualpa, no dudé en considerar que esa era, precisamente, el origen de mi mal. La desmemoria que me acompañaba siempre. Sentí que la desolación tomaba cuerpo. Y no terminaban de salir palabras y hechos. Como borbotones de agua lanzada al espacio. Yo no quería volver donde Hermenegildo, Desde ese día en que le dio por divulgar el asunto ese entre nosotros. Recuerdo haberle insinuado mutismo total. Pero él no hizo ningún caso. Más bien, se dedicó a la opereta vulgar. Disertando, a manera de canto, acerca de lo nuestro. Como en contravía de lo acordado. Y fueron muchos y muchas las y los que se congregaron, para escuchar su perorata. A mí, a decir verdad, me extrañó mucho ese comportamiento. Porque había creído ver en él, una expresión asociada a la lealtad. Porque, lo nuestro, fue una opción siempre al garete. Aquí y allá. Un ejercicio diario, lleno de palabras que abreviaban los espasmos propios de eso que algunos y algunas llaman sodomía. …Pero, qué triste me puse, cuando habló a capela. Esa divulgación, no hizo otra cosa que postular la gran duda acerca de la felicidad furtiva, en la clandestinidad de los amantes. No hizo otra cosa que desatar la algarabía de Ordóñez, quien reclamaba la picota pública como desagravio ante la Santísima Trinidad.
  • 2. Y, según esto, yo no sabía atinar. Mi duda estaba entre ser Hermregildo; o yo mismo, transportado hacia adelante. Un futuro menos angustiante que antes. Pero no tan claro. No tan gratificante como quisiera…Y seguían las palabras abriéndose paso. Sin interruptor alguno. 2 Y sucedió lo de siempre. Ella, vestida a la moda; es decir con el atavío propio de las que se decidieron por el claustro como opción de vida. Una expiación a nombre de su padre Melquisedec Lujan, a quien llamaron los vecinos, el perverso, en honor a su habilidad para hacer de cada día una ocasión abreviar el camino entre lo ético y lo posible. Como cuando estuvo de paso en Pueblo Nítido, hogar de quienes, como él, reivindicaban el incesto como derecho asociado a la herejía enrevesada. Como expresión del devenir a la manera de Yocasta. Por eso, ese día del atavío, ella me miró con una extraña insinuación. Yo la percibí como invitación a decir que sí; que estaba de acuerdo con esa manera tan suya de convocar íconos en el día a día; en ese eterno peregrinar por estos caminos tan áridos que dan ganas de morir de sed, antes de recorrerlos. Yo dichoso. Ya había aprendido a asociar palabras e ideas. Una transformación al máximo. Añoraba a la Nana, pero estaba empezando a vivir sin ella Fabiana conoció a Honorio, en la celebración de los quinientos años. En una danza propia de los trashumantes advertidos en el sentido de que algo iba a suceder ese día. Un martes, por cierto, como sortilegio fèmino. Porque ella tenía decidido, desde ese 12 de octubre de 1492, sus referentes. Unos vertidos como vocinglería de brujos puros. Originarios de estas tierras que iban a ser arrasadas. Otros asumidos como ciertos, en relación con esa cultura lejana, avasallante. Y se le dio por construir evasiones para no mirar afuera. Siempre estuvo así. Quinientos años mirando hacia adentro. Sin percatarse de la sangría a que eran sometidos y sometidas sus congéneres. Una diosa rebelde que desafío a los dioses machos; pero que no tuvo ímpetus para disociar su mansedumbre de su opción iconoclasta. Y, por lo mismo, se quedó allí sembrada, absorta; repitiendo palabras aprendidas de los viajantes de los galerones. De esos que socavaron las verdades y las alegrías nativas y las convirtieron en expresiones que motivaron la insurgencia sin horizontes; lapidada, escindida, extinguida. Egnosodin, reinó durante cuarenta décadas. A su alrededor todo expelía el hedor propio de lo putrefacto. Gobiernos hechizos, construidos con reductos de las hienas. Y gobernaban según sus códigos. Esos que dirimen los retos de la historia a favor de los depredadores. Y Egnosodin fue proclamado rey de la tierra. Un sujeto que se definió a sí mismo como impoluto, le hizo el gran favor. Y gobernaron, el ubérrimo y el impoluto. Como dioses anclados en sus propias heces. Los súbditos soportaron felices. Y, por lo mismo, ese día; el día de celebración de los quinientos años, cuando la Sociedad de las Naciones categorizó a nuestra patria como cloaca; gimieron como plañideros. No lo podía creer. Un alto vuelo conceptual me embargaba. Y veía, en mis alucinaciones no perversas, muchas cosas más. Las entendía como palabras que iban y venían. Hasta concretarse como mensajeras y como propuestas para asociarlas a mi autonomía
  • 3. 3 Bersarión lo llamaron durante toda su vida. Se sabía de él muy poco. Tanto así que nunca conocieron su parentela. Sujeto extraño. Divulgó proclamas acerca de los rigores del tiempo. De las heridas que ha sufrido la madre tierra. Fue el primero en anunciar los deshielos. Su versión en torno a los agujeros negros, hablaba de algo así como rebautizarlos en honor a los dioses negros. Propuso el nombre de agujeros blancos. Y también propuso que se hablara de la suerte blanca, al momento de expresar penurias. Además de la blanca noche, al momento de referir los momentos en que la gendarmería mataba y desaparecía adultos (hombres y mujeres), niños y niñas, como acción colateral a los gobiernos blancos. …En fin que, este sujeto revolcó la lógica de los haceres y los desaceres. Cualquier día, así como había llegado, se deshizo. Así como había estado en los sitios, se diluyó. Lo vieron por última vez en los alrededores de la casa de los espantos blancos. Ahora, cuando alguien habla de él, dice: se lo llevó la mano blanca del demonio blanco, hijo del gobernante que construyó un poder blanco. Todos y todas propusieron celebrar el día negro, en mención al negro Bersarión que llevo una vida negra…sublime Berenice Antequera estuvo sitiada durante mucho tiempo. Allí, en donde vivía la redujeron por la vía más perversa: negándole el derecho a cantar. Desde pequeña, ese era su oficio. Le cantaba a todo. A la tristeza; a la esperanza; a la alegría (…esto último casi nunca lo hacía, porque casi nunca estaba presente). Últimamente se había dedicado a cantar a los niños y a las niñas. Les imbuía sus versiones acerca de lo que pasó, cuando llegaron los invasores. De la desolación que sembraron. Y de la ignominia que construyeron. Todo, dicho con la ternura que solo es posible encontrar en una mujer. Cuando llegaron allí, los gendarmes, le leyeron la proclama escrita por los asesores de Alvarin y Manolin, en ese entonces con gobernantes. Palabras más, palabras menos, en el folletín decían: “…por cuanto, con esa manera de hablar y de cantar, Berenice la terrorista, está pervirtiendo la moral pública y está incitando a la rebelión. Es repudiable, máxime cuando los incitados son los y las infantes que son el futuro de esta tierra.” Ahí, en el escrito aparecía una enmendadura, tal parece que, originalmente, habían escrito las palabras” de este mierdero.” Y me encontré con las anteriores palabras. De la misma manera en que encuentras el agua cuando casi has muerto de sed. Y las bebí, casi salvajemente. Hasta quedar ahíto. Pero ellas seguían reclamando ser interpretadas y escuchadas. Lo encontraron al día siguiente de haber celebrado su boda con Raquel. Dijo haber desertado de la vida en pareja; porque siempre, muy en el fondo, no se sentía convocado por las mujeres. Dijo que sentía algo así como cierta conmoción cada vez que las veía. Con mayor razón con Raquelita, esa niña hermosa que había crecido con él y que recién cumplió diez años…Cuando lo encontraron abrazaba a Angelito, niño que compartió con él el alborozo que rodeó la celebración del aniversario de la Luna, quien, por ese entonces, cumplía cuatrocientos mil millones de años reflejando su aridez, cada que el Sol la requería. 4 Según dicen, vivió doscientos años. Siempre erguido. Siempre listo. Cuentan que su primer gobierno duró ochenta, primaveras, como solían decir sus aurigas. Estuvo en la batalla de Londres, surtiendo de agua a los soldados de su majestad. Según hablan, allí hizo su primera fortuna. En libras esterlinas. Contaban que pasó del millón de estas. Y, parece que, si era cierto, porque cada botella la vendió en mil libras. Obviamente con el visto bueno de la reina y del rey. Y dicen que ordenó clausurar el curso de los ríos. De tal manera que solo él y su
  • 4. parentela, tuviesen acceso a lo que, en falsa bella prosa, llamó él “el preciado líquido”. Y, además cuentan que, cuando ya no quedaba ni una sola gota, propuso al rey del universo la utilización de los mares. Ofreció como alternativa la desalinización, a punta de balazos disparados con su poderosa arma que disparaba proyectiles en mil direcciones; con la cual aplastó la rebelión de los demócratas universales, cada vez que cantaban a la libertad. Y, dicen también, que los mares sucumbieron a su voracidad. Y que, entonces, propuso al rey de la Vía Láctea que lo incluyera en su bitácora; de tal manera que cuando terminara su recorrido de destripador, pudiese acceder a cualquier refugio. Y, siguen diciendo, le respondieron de la Vía Láctea, diciéndole que preferían otro Big Ban, antes que recibirlo a él, tránsfuga milenario; hidra de mil tentáculos; caballero honorario y perpetuo en la Aldea Trinitaria de Los Defensores y Custodios del Divino Poder. Lo más extraño de todo es que la nota la suscribió un sujeto de apellido Hitler Ese día amaneció más rápido. Es decir, sentimos la algarabía de los sujetos perrunos (así solía llamarlos el fallecido), desde mucho antes que de costumbre. Porque, todo hay que decirlo, los animalitos, eran la voz oficial delegada de la Casa de Gobierno, para transmitirnos la obligación de despertar. Obviamente, lo mismo sucedía en la tarde-noche; ya que el periodo de tiempo del quehacer genuflexo forzado, iba hasta la hora 16. Saulito nació el mismo día en que nacieron todas las flores (…si como lo dice la canción); es decir cualquier día, de cualquier año luz. Desde pequeño (aprendió hablar al sexto día de haber nacido), siempre lo apasionaron y convocaron, las acciones punibles. Su decir era:” …no lo dejes para mañana, mátalo o mátala ya, no sea que después de agarre la nostalgia del tiempo perdido. Fue hijo único, en el hogar-prisión, compuesto por Hesper Belisario Román Guataquira y Lesbia Esperanza Gallón de las Casas. Lo llamaron, al segundo de su nacimiento, niño mensajero; aunque nunca se conoció que mensaje y de parte de quien, trajo al mundo; siempre fue algo así como una versión enésima de El Exterminador, adecuada a las circunstancias y necesidades de Pío Quinto Vélez Uribe, patriarca desde el comienzo de la historia. Emérito del Socorro Carnera Betancur, respiró por primera vez este aire impuro, el día trece del mes once del novecientos. Fundó dos ciudades; una que lleva su nombre, situada a tres millas de la última barraca de la Gran Brigada Militar, denominada coloquialmente: Paloqueseapatrón. La otra limita al norte de la llamada Ciudad de las Motosierras. Entre esta y la ciudad de Emérito, había 30 kilómetros. Pero, dicen los ancestrales, que desde allá se escuchaban los gritos de los que la gente dio en llamar los desmembrados. Emérito llamó a esta ciudad, La Vaquita Feliz. Nadie supo ni cuando, ni porque se separaron. Simplemente, cayó como baldado de agua fría entre sus lugartenientes (…o sea, casi todos y todas los y las habitantes de las tres ciudades). Y, a partir de la ruptura, cada uno siguió su camino. Saulo Román Gallón, se vinculó al ejército, según él, invencible, llamado de la Nueva Inquisición. Desde allí, se proyectó al universo de los sátrapas que, por ese tiempo, hendía sus puntiagudas garras en todo aquello que no fuese confesional-mariano-trinitario. Hombre de muchas luchas y múltiples actividades de esas que llaman en defensa de las gentes de bien. Es apenas obvio que el concepto predominante acerca del significado del bien, estaba escrito en el Heraldo Mayor, que Saulito llevaba al frente, montado en su brioso corcel bautizado Virginio. Es decir, no era otra cosa, sino la recopilación de los legados mosaicos y cristianos. Adulador a toda prueba, Saulito alcanzó la cima. Fue nombrado vicario-apóstol absoluto para todos los asuntos relacionados con la fe mariana y trinitaria. Despobló lo que pudo, a nombre de su unción benemérita. Arrasó mil caminos. Mató a todos y todas las que pudo, a nombre de la semblanza del Dios Credo.
  • 5. Fue caudillo de las desgracias. Todo cuanto tocaba se volvía estiércol. Una especie de Rey Midas al revés. Por lo tanto, comió y dio a comer de su fruto diario. Cualquier día, le informaron que Emérito del Socorro Carnera Betancur, se había sublevado en la Aldea de la Divina Providencia. Que renegó de sus orígenes y que no reconocía la autoridad de Saulito. Y dicho y hecho, Saulo convocó a los Tribunales Pérfidos. Ellos y él, re-convocaron la Justicia Divina y esta accedió esparciendo los gases de los Papas pasados y futuros. Se produjo, por lo tanto, una atmósfera letal que inundó todos los escenarios terrícolas. Gases más lesivos que la contaminación con uranio enriquecido. Murieron todos y todas quienes no habían sido previamente alertados y alertadas para que se refugiaran en Ciudad Holocausto, sitio sede del Trono de Saulito y de sus protegidos. Queda claro que Emérito del Socorro no fue avisado y murió, justo cuando reclamaba de sus súbditos la lealtad para avasallar a Saulo y extinguir su nefanda perspectiva del Nuevo Paraíso. Pero, también hay que decirlo, Saulito no soportó ese hedor estercolero. Dicen que murió reclamando de su Dios algo diferente para ahogarse, al menos, con la dignidad propia de quien sirvió toda la vida a la causa de la impunidad pura. Dicen, todo hay que decirlo, que El Dios de Saulito hizo caso omiso del llamado de su delegado en la Tierra y, en contrario, convocó a la diosa de las lluvias para que embadurnara de heces el territorio del divino Saulo. Yo estaba llegando al límite permitido. Navegaba entre la reconstrucción de mi pasado y realidades inmediatas. No sobrias. Por el contrario, con algo de calentura. Como si estuviese llegando a un punto de no regreso. Veía a la niña Nana en mis sueños. No la podía asir. Pero ella estaba presente. 5 Don Federico Ubérrimo Mendoza Canales, vivía al lado de Hermenegildo Apolonio Agüero Tenorio. Los dos habían llegado a Río Revuelto, el primero de enero del primer año después de la aparición de La Virgen del Divino Rostro, en el explanado donde queda La Gruta del Andariego. Los dos trabajaron en las minas de propiedad de Sinforoso Demetrio Avignon Tuberquia, quien llegó allí el día tres de marzo del tercer año después de la aparición. En contrario de Ubérrimo y Hermregildo, Sinforoso si supo sacar provecho de la bonanza tardía aportada por la aparecida virgencita. El puestecito en el cual vendió aguardiente a cuanta devota y cuanto devoto, llegaban en las romerías organizadas por Esternón Cipriano Marulanda Guaneme, vicario primero de la Delegación Romana Permanente, compuesta por los ungidos Valerio Arturo Espinosa Consuegra, Juan del Calvario Villoría y Cáceres y Domitila Gracia-Divina Alpujarra Benavides. El año pasado cumplieron cincuenta años las celebraciones de gratitud al Divino Cielo, por haber elegido el pueblito como sede de la sagrada aparición. Pero, como todo no es dicha en esta vida, Mendoza Canales y Agüero Tenorio, se encontraron cualquier día en casa de Casta Virgelina Sampayo Peralonzo. Mientras jartaban cerveza, al son de boleros de Olimpo Serapio Cuca Cabuya, llamado el compositor mariano; llegó Romualdo Querubín Acacio Coca. Venía desde Villa Robespierre. Había salido a las tres de la mañana del miércoles anterior al jueves venidero. Contó que, al pasar por la Gruta del Andariego, La Del Divino Rostro, había descendido de su Sagrado Altar y estaba besándose con Juan Eudoro Amariles Amézquita, el cuidador de la Gruta. Y, también dijo Romualdo, un ventarrón apagó todas las veladoras encendidas por los piadosos y las piadosas venidas y venidas desde los cuatro puntos cardinales…y que Eudoro le había propinado dos planazos en la espalda, por novelero.
  • 6. Desde ese día, ni Ubérrimo, ni Apolonio, dejaron de pasar por la del Andariego. Tal vez tratando de averiguar que había sido de Amariles y de la del Divino Rostro…Hasta que, el día menos pensado, la vieron salir y lo vieron salir. Iban rumbo al Paraíso Terrenal, desde donde la y lo habían echado hacía ya millón y pucho de largos años…Al menos eso entendieron los dos viejos amigos, cuando la Del Divino Rostro, hablaba con alguien por su celular. Ya estaba decidido. Yo no volvería con Esther Eugenia. Habían pasado muchas cosas entre nosotros. Todas, apuntando más o menos a lo mismo. Es decir, a eso de pretender configurar una relación de pareja inédita. Y es que los años no pasan en vano. Ir y venir en términos de cotejar teoría y práctica. La teoría la aportaba yo. Con esas ínfulas de camionero interesado en proponer una nueva forma de vivir lo afectivo, pulsando las cuerdas íntimas de la y el sujeto. Una forma de expandir por el universo, alegorías cercanas a la transición desde la propuesta Shakesperiana, hasta el entendido de José María Vargas Vila. Algo difícil la tarea. Porque significaba interactuar con las visiones enfermizas de Calígula. Además de recorrer los territorios de Ariadna, la mujer amante sincera y absoluta. De todas maneras, me las arreglaba, para demostrar que lo mío constituía una opción de vida vinculada con el credo de los libertarios y las libertarias. Un tanto azuzado por esas experiencias pasadas y que yo creía verdaderas expresiones de la ruptura de códigos inquisidores. Y maduré largo tiempo la escritura del Manual de Convivencia Erótica, Entre dos o Más Sujetos. En una convicción tan profunda, que no había espacio para mirar hacia la realidad. Una postura de cargador de excrecencias, relacionada con aquello de saber mentir y engañar a cada instante. Lo que coloquialmente se ha dado en llamar “vender gato por liebre”. Una jerigonza impúdica; pero que yo ofrecía y hacía pasar por oferta válida al momento de tomar decisiones emparentadas con un modelo de vida en pareja, o en triadas imperfectas. Y siguieron pasando los años. Y yo imbuido por el espíritu subyacente de la libertad absoluta. Por esto mismo no vi pasar el tiempo. Ya, para el caso, Esther Eugenia había aprendido de mi la capacidad para decir que si, diciendo que no. Para asumir destrezas eróticas e implicarlas hacia mí. Y le dije: no es eso lo que yo quería decir y enseñar…Pero la reacción fue tardía; simplemente porque ella alzó vuelo; aprendió la libertad, leyendo en mis acciones y dichos, lo necesario para no creer en mis versiones vesánicas. Ahora, para hacer menos onerosa la soledad; digo que no volveré con ella; aun sabiendo que Esther Eugenia ya no me espera. 6 Cuentan que Trinidad del Socorro Estupiñán Socarrás, deshizo el acuerdo con Mariano Claver Cañadas Paletero. Acuerdo un tanto anodino; pero que implicaba la fuerza y la imposición al momento de significar que andando se arreglaban las cargas. El susodicho Mariano había inventado una manera muy peculiar de instigar al delito de lesa fémina. Algo así como una variante de lo aplicado por Sade; pero sin que pareciese algo en contravía de la ternura. Claver creía creer que no había nada perverso en lo que hacía. Por esto mismo, propuso el pacto, el mismo día en que Trinidad del Socorro, surtió las sábanas de borbotones de sangre, derivada de la terrible hemorragia vaginal originada por la penetración que le hizo Cañadas Paletero, con su pene crecido mediante la aplicación de una pócima inventada por el mismo y que llamó “ungüento pretérito para las necesidades de hoy”.
  • 7. La hemorragia fue tratada con una especie de absorbente artesanal que había inventado el abuelo de Mariano Claver. Y, entonces, el acuerdo se firmó allí mismo. Estupiñán Socarrás ardía en fiebre, con espasmos parecidos a las convulsiones que sufrieron las mujeres mártires, en los cadalsos habilitados por los buscadores de brujas, en mil cuatrocientos veinte. Además, cuentan, que Trinidad del Socorro, vivió mucho tiempo en el hospicio de propiedad del padre de Mariano Claver. Que allí tuvo catorce hijas. Y que, todas ellas, fueron inauguradas por Mariano y su padre, de nombre Nepomuceno del Espíritu Santo Cañadas Sacramento. Y que todas ellas quedaban preñadas en simultaneidad. Y que fueron catorce por catorce; todas mujeres. Y que…; en fin, cuando se deshizo el acuerdo, ya habían nacido catorce por catorce por catorce. Y que el hospicio creció en residentes, tanto como crecían las romerías que llegaban en busca de la pócima “ungüento pretérito para las necesidades de hoy”. Aún ahora, en dos mil trescientos, cuentan que Mariano Claver Cañadas Paletero, sigue vendiendo su ungüento con el visto bueno del Procurador Delegado de La Santa Sede, de la cual es presidente un tal Emérito Ordóñez, colombiano de nacimiento y ciudadano vaticano por adopción. Ya habían transcurrido cuarenta días, desde que dejé de ver a la Nana. No me hacía tanta falta como antes. Pero, de todas maneras, mi autonomía no la había alcanzado del todo. Además, me había encariñado de esa niñita que parecía mujer ya hecha. Con muchos recuerdos y verdades encima. De otra parte, empecé a sentir que mi cerebro no resistía tantas cosas juntas dichas con palabras. 7 Una vez mató a Heliodoro del Sufragio Guzmán Valiente, José del Carmen Villalobos Benjamin se dirigió a Villa Adelaida para cobrar sus honorarios. Resulta que Hebroul del Carmen Vistahermosa Hermosillo, juró que vengaría la memoria de su abuelo Aristarco Josué Hermosillo Crown, quien murió a manos del padre de José del Carmen, el día 31 de diciembre del año anterior a la llegada al poder de Virgiliano de los Santos Acosta y Frambuesa; quien a su vez accedió al trono un año después de la llegada al Valle de los Justos, de Melquisedec Eugenio Herrera y Herrera, miembro de la secta Valeriana que se expandió, más o menos por todo el hemisferio norte; a partir del año 1000. La muerte del abuelo de Hebroul tuvo su origen en una nimiedad. Como quiera que Aristarco hubiera vulnerado el sexo de una de las primas de José del Carmen; justo el día 1 de noviembre, es decir, el día de todos los santos. Fue un viernes, a eso de las cuatro de la tarde, cuando la niña salía de la única escuelita de Villa Adelaida. Rosa María Gertrudis apareció en un escampado, totalmente destrozada. Era irreconocible. Medicina legal certificó: laceraciones múltiples en todo el cuerpo. Particularmente sus pezones y su vagina sangraban de manera abundante a causa de amputaciones selectivas. Su clítoris fue extirpado. El día lunes siguiente al viernes del ritual efectuado por Aristarco Josué, Josefa del Castillo Berenice Pánfila, convocó a la Triada del Continuo Milagro. Con sus miembros pactó la convocatoria del Coloquio Permanente de las Mujeres Agredidas, para designar al vengador. Porque eso de los vericuetos adheridos al Código Penal, no contaba al momento de decidir acerca de la tipificación del delito cometido por Aristarco. A manera de ejemplo: lo que pasó con Rosa María Gertrudis, se tasaba como lesiones personales leves. Sobra decir que este tipo de tipificación se correspondía con el soporte teórico del Código Penal de Villa Adelaida; es decir una copia del Código Vigente Para los Territorios Amparados con el Sagrado Manto de Jesús en el Desierto, que se constituyó en la línea de conducta de los Veedores del Sagrado
  • 8. Milagro del Vino Antes de la Última Cena; quienes consideraban que las mujeres tenían una deuda con la Santa Historia Sagrada; habida cuenta de su participación como lideresa en las acciones de erotismo que configuró el Pecado Original. Lo cierto es que la designación de Plutarco Cristo Villalobos Comienzo, como legítimo vengador, fue unánime. Y este mató a Aristarco Josué Hermosillo Crown, en el Altar del Divino Niño de Villa Adelaida, cuando se masturbaba ante el ícono de María Magdalena. Uno más dos es igual a cuatro por cinco, menos el triple de la edad de Bonifacio que nació dos unidades antes del año que se configura a partir de sumar cuatrocientos al cuádruple de la edad de Antonio Buendía quien, a su vez nació diez años antes del dictador Benjamin Cuadros Carvajalino, quien ejerció mandato por cuarenta años más que el doble del ejercicio mandatario de Napoleón Isaac Ternera y Valdés, discípulo de Aureliano del Mar Ascencio Espartaco, quien gobernó con mano dura a su pueblo, durante un sexenio antes de la llegada del primer crucero efectuado por Cristóbal Amparado Villagracia, en la primera década del siglo en que se celebraba el primer milenio del nacimiento de Joaquín Esperanto Hinojosa Velásquez, veedor designado por el Santo Oficio con aplicación a las Islas Vírgenes, el día setecientos posteriores a la llegada de José Vicente Bonaparte Pigmalión al territorio de los seguidores de Cástulo María Costumbres Bajas. De todas maneras, todo esto sucedió el mismo día en que Efrén Calcáreo Manteca y Manteca, engendró en Rubiela Iris Valbuena Gonzaga, a Perverso Elías Mujica Mojica; que nació el ventidos de enero del año posterior al asesinato de Santa Brígida Iriarte Montoya. De todas maneras dicen, que este asesinato no fue antes del sepelio de Deogracias Monserrat Villaprimera, quien había sido muerto por Diógenes Patricio Arizala Vengoechea, justo cuando este cumplió el doble de los años de Eugenio Amparo Solkito Solito; que había nacido cuarenta años después de la canonización de Esperanzo Ezequiel Vargas y Pamplona; acto sublime realizado en el cuarenta y dos después de la llegada de Herodes Pasacaballos y Manrique al Trono heredado de su padre Misael Eugenio Patriarca y Sab andija. Y, resulta que, me metí con las probabilidades. Un día cualquiera en que volvía del lago hasta la casa. Los peces eran unos dos mil. Tiré el anzuelo y me puse a hacer cálculos. Que, si pica uno, la probabilidad es un cociente: uno sobre el dos seguido de tres ceros. O sea 0.0005. Y peor aún, si lo que quise pescar fue un salmón. Pero resulta que allí no hay salmones; entonces la probabilidad es nula. Y, cuando fui donde Pilar, ella me dijo que en el colegio le dijeron que el profesor dijo que el rector la necesitaba, para que le ayudara a resolver el siguiente problema: SI José tiene tres pares de moscas y tres pares de piojos. Y resulta que José le preguntó a su madre que cuántos pares son dos pares de moscas y uno y medio par de piojos; sabiendo que se encuentran en una bolsa no transparente y que el compromiso es realizar un solo ejercicio. Entonces, que probabilidades tiene José de que en ese único intento. Cuando me preguntaron por el resultado numérico de mi escrito, solo acaté a decir: de todas maneras, no lo sé; pero supongo que es el mismo del cálculo realizado antes del año primero de mi nacimiento, después de Monomatías Alfaro Gutiérrez, quien fue mi tutor, hasta el día 450 después de haber terminado su mandato Diosdado Hércules Bonifacio Martínez Vargas., en el reino de los inventores del absurdo algebraico. Lo de esa niña matada y destrozada, me conmovió tanto, que me puse a pensar. A divagar. Me asustó, por un momento, la idea de que pudo ser ella, la Nana. 8 La vi una sola vez. Cuando asistí a la fiesta de los garbanzos, celebrada en Las Colinas de Santa Cecilia. Estaba con vestido azul absoluto. Con decorados en ese color broncíneo que solo admiramos quienes hemos estado en el Mediodía.
  • 9. Pero cuando enhebraron su cabeza con aquellos hilos y aquellas agujas, en oro puro, sentí que todo daba vueltas en mi cabeza. Cuando la vi verter sangre a cántaros, con sus ojos hacia fuera, como queriendo buscar el piso que ya no la soportaba. Cuando vi sus cabellos arrancados y en jirones. Cuando la vi despaturrada en el sofá; con su boca balbuceando el dolor inmenso de la tortura. Sentí que no daba más, que me había transformado. Que había pasado de ser el amante sincero y diáfano; al rol de lapidado en las tinieblas de un entorno pútrido. Todo, porque Heriberto Sanjuán me había confesado que estuvo con ella y que la hizo gritar, en un desvarío asociado con el placer que nunca yo había podido provocar. Y eso de que cada hijo trae el pan debajo del brazo, siempre me ha parecido un juego de palabras. Por lo mismo, cuando Aracely me preguntó qué opinaba de su sexto embarazo, le dije: si esa fue tu decisión y la de Genaro, no hay nada más que hablar. Y transcurrieron los días, y los meses y los años. Batasuna se acostumbró a decir que lo de él era lo de ella y que, por lo tanto, él pensaba que ella había asumido de la mejor manera su responsabilidad. Eran, por ese entonces, siete. Tres hijas y cuatro hijos. Y vivían. La manera como se las arreglaron para la crianza, se remonta a la situación vivida durante la Guerra Civil. Es decir, tratando de acceder a las posibilidades que otorgaban las organizaciones obreras. Una manera absolutamente libertaria; como quiera que las opciones permitieran acceder al acompañamiento a las familias, con énfasis en el cuidado integral de los niños y las niñas. Pero mis dudas seguían. Y, ausculté todos los calendarios y las guías para el tratamiento de las crisis. Y, seguía preguntando acerca del significado que tiene la asunción de roles de padre y madre. Y, seguía diciendo, eso de tener hijos e hijas, tiene que estar referido a valores más estables. Algo así como una noción en la cual se involucran la atención temprana la unción constante con la calidez. Pero no hubo acercamiento entre él, ella y yo. Y las cosas siguieron igual. Y cuando, en Hendaya, se supo que El General Franco y Adolfo Hitler, no se encontraron, Batasuna asumió como suya la victoria. Decía él, porque las fuerzas rebeldes, estaban en asedio e hicieron abortar la reunión. Y que, en consecuencia, esta prueba validaba la necesidad de poblar a España de nuevos y nuevas revolucionarios y revolucionarias. Y me quedé sin habla. Porque seguía sin entender esa manera tan ortodoxa de asumir las orientaciones de la Tercera Internacional. Sin embargo, Úrsula me hizo caer en cuenta que no se trataba de alguna directriz política. Más bien se trataba de una posición cercana a la manera en que Stalin asumía su rol. Ante todo, teniendo en consideración su ignorancia en términos de los escenarios afectivos; así como falló en su manejo del asunto de las nacionalidades. Pero, el asunto, requería de mayor precisión conceptual. Y le dije a Úrsula: me parece que es un problema relevante; pero debe ser asumido entre nosotros y nosotras, de manera más creativa. Un tanto como resolver la dicotomía entre la aplicación de los postulados éticos de los socráticos y la propuesta kantiana, en términos de la relación sujeto naturaleza. …Precisamente cuando Úrsula iba a confrontarme, desperté. Justo, el día que se iniciaba para mí, era un domingo de 1936. De todas maneras, es necesario aclarar que nací en 1975 y que ahora, en 2000 estoy adportas de una nueva jornada de trabajo, en la empresa siderúrgica a la cual estoy vinculado.
  • 10. 9 Vivíamos en el barrio llamado Andalucía. Un territorio áspero. No solo en lo que tiene de rugosidad geológica; sino también en lo que hace referencia a su perfil cultural societario. Lugar de profundos baches entre cuadra y cuadra. Como cuando empezaron a llegar las familias que venían en búsqueda de un respiro. Fuimos creciendo. Empezaron a aparecer los quiebres en las ilusiones. Y llegó la perspectiva de ilusiones centradas en lo inhóspito. Ese afán de reivindicar la certeza en la validez del todo se vale. Esas eran Inés y Torcoroma. De una hermosura absoluta. Unos cuerpos que incitaban a claudicar en eso del respeto a las mujeres. Casi como cuando en actuación pérfida, decíamos aquí todo se vale; pero que las tengo las tengo. Y comenzaron los actos fallidos. Como quiera que se abriera camino en nosotros el entendido de los parches y las bandolas. Que aquí y allá. Que ayer le di de baja a esos pirobos. Que anoche me consumí a la Magola. Que vino el patrón y me batió suciera por aquello de no tener listos los changones. Y que llegaron los tombos y que les dimos chumbimb a a la lata. Y que me absorbí todo ese hermoso polvo y que llegué transido a la casa. ¡Y que no me abrieron, Y que grité! puta la madre para todos ustedes ¡ Pero Inés tenía su tumbao. Se enamoró del viejo man de Federico. Y se le entregó ahí, de una. Pero resulta que Inés se lo había prometido a ese pinchao de Luciano. Porque, a decir verdad, este era todo un galán. Claro está que le ayudaba el hecho de ser el brazo amigo del Patrón. Y, ese Luciano, se dio cuenta de que la habían inaugurado. Y le echó ácido muriático a la cara. E Inés sufrió lo insufrible. Ciega, desfigurada y abandonada. Y yo, que siempre fui detrás de ella, sin que se diera cuenta. Yo que me había enamorado de esa mujerzota, puse en mi mira a ese tipito. Y le salimos al paso. Entre Tarzán, Fantasma y yo, lo levantamos. Le atravesamos el mango con el matamarranos. Pero todo se fue agriando. Cada banda en lo suyo; pero en lo de las demás también. Y la Torcoroma alzó vuelo con el Traverso. Y no la volvimos a ver. Pero nos queda el recuerdo de ese día en que nos dejó montarla a Luisito y a mí. Y, uno de esos días, llegó la patota de los Builes y nos repartió chumbimba. Vi caer a Samuelito y a Fantasma, después seguí yo. Sentí y vi que volaba mi materia gris por los aires. Tal parece que me aproximaba a la realidad. Ya no eran cuentos unos tantos hechizos. Ya bordeaba términos y acciones, cada vez más vinculadas con el entorno inmediato. En ideas, valores y realizaciones. Andando el tiempo me encontré al otro lado de la vida. Todo había pasado tan rápido que no me di cuenta cuando fue. Lo cierto es que ya vivo al otro lado. Algunas cosas me parecen repetidas. Una de ellas, la nostalgia. Como que esta es vital, para el mismo hecho de estar vivo. Una nostalgia parecida a esa otra cosa que es la tristeza. Aquí, en esta otra versión, la vida está menos soportada en el albur. Por lo menos eso es lo que percibo. 10 Hoy es un día cualquiera de un calendario que apenas estoy procesando. Una mañana en la cual todos y todas corremos por calles diferenciadas; una nomenclatura centrada en los colores. Está la calle gris. Aquí están todos y todas aquellos y aquellas que antes fueron
  • 11. notarios y notarias del tiempo. Aquellos y aquellas que le apostaron a generar condiciones de vida, con esa estrechez de visión, tan propia de los agentes laberínticos. Está la calle roja. En ella veo gendarmes cada tres metros. Uniformados a la usanza del siglo XXI. Es decir, una mezcla de azules variados y blancos en diferentes perfiles. Gritan y reclaman orden, en medio de una prisa que satura. La calle rosada, está habitada por los híbridos. Esos y esas que vinieron a dar acá, a lomo de la invariancia. Como gemelos y gemelas en multiplicación parecida a las setenta veces siete. La calle incolora es donde yo estoy. Parece muy apropiada para las condiciones en las cuales llegué. Recuerdo que, cuando hice el tránsito estaba atado a la entelequia; a ese tipo de propuestas que tanto me cautivaron. Propuestas indescifrables. Tanto que estuve siempre sin poder hilvanar una idea en el contexto de la lógica que reivindiqué. Es casi el mediodía y crecen las hordas. De tal manera lo hacen, que no es posib le medirlas. Ni en su enésimo término; mucho menos en la configuración de parciales censales. Un mediodía sin sol. Más bien una oscurana que obliga a prender las luces automáticas que cada cual posee. Luces que permiten entrever los íconos básicos: la perversión y la enhiesta figura del Gobernador. Está allá, en la plaza adyacente al palacio. Habla con sus asesores y otorga visas para marchar a cualquier lugar. Y todo depende de los oficios y las profesiones. Y es que, aquí, todos y todas tenemos tatuado lo que somos. Médicos y médicas especializados y especializadas en hacer perder la memoria; a la manera de la siquiatría lacaniana. Ingenieros e ingenieras, cuyos referentes son las bitácoras para las máquinas que vuelan a ras de tierra. Cenicientas que no pudieron ejercer libertad. En su pasado fueron amas de casa, esclavas. Y transitaron a golpes, obligadas por sus machos. Y, aquí, son preferidas por los aurigas del todopoderoso. Y van y vienen. Esclavos que no encontramos libertad antes y que, repetimos el mismo oficio aquí. Nos reportan como ciudadanos de oficios varios. Claro está, menos el de liderar revoluciones. Cuando me acerqué a reclamar mi permiso, me reconocieron los asesores. Y se lo transmitieron al Gobernador. Y este dispuso que fuera devuelto a lo que antes era. Y volví. Y estoy aquí, sintiendo ese dolor originado en ese estado de interdicción propio de quienes, como yo, no servimos ni para lo uno ni para lo otro. Ni aquí ni allá. O lo que es lo mismo: ni siquiera hacemos conciencia del significado de estar vivos. Y se hizo. Un universo que remite a su comienzo, cada que vuelve a empezar. Cada momento como que es una ruptura con el tiempo que se originó allí mismo, con él. El problema lo he planteado de la siguiente manera: una vez se hizo, quedó claro que no se hacía del todo, sino que crecería en sí mismo, engendrando energía que, a su vez, generaría otros cuerpos. En una sucesión que tiene como constante la posibilidad de que las variables se reinventen, sin patrón establecido. Entonces, el hecho mismo de comenzar requería una bitácora orientando el rumbo. Pero, en sí mismo, él era su propio rumbo. Y se precipitaron todas las posibilidades de planos lineales y circulares y elípticos y todas las formas posibles de situarse. Pero, él mismo era responsable de su ubicación y desubicación permanente. Y cuando se produjo nuestra presencia y nuestra inserción en el proceso, empezó a desmoronarse el entendido relacionado con la visión de que todo es posible, menos la posibilidad de ser condicionado. Muchos menos en lo que hace a la terminación, así sea parcial. Pero es que, por esto mismo, la tendencia a una separación entre continuidad ilimitada y el bache construido por nosotros, empezó a hacerse probable. Si será o no será; cuando y como, está en nuestras manos. Ya desafiamos el poder del universo; no vaya a ser que se desentienda de nosotros; porque entonces, simplemente, ya no vamos más.
  • 12. 11 Los vi venir, justo en el momento en que cruzaban el parque. Yo ya sabía que me buscaban. Me había preparado para cuando esto ocurriera. Es decir, había comprado un hechizo, a la señora Romelia, a la que llamaban “La Barragana”. El apodo le sentaba bien. Su tienda se constituyó en lupanar. Desde las seis de la tarde, hasta las tres de la mañana del día siguiente; sin descansar. No sé por qué, cada vez que paso enfrente de ese local, me acuerdo de la canción “Trece años”, de Wilfrido Vargas. Lo cierto es que Romelia ofrecía un surtido variado, en edad, tamaño, color, nalgas, tetas y rostros. Estaba tan bien posicionada, que hasta les fiaba a sus habituales visitantes. Eso nunca lo había visto ni escuchado, polvos a crédito y sin codeudor. A decir verdad, con todo lo torcido que he sido, soy y seré; nunca había requerido este tipo de servicio. Un poco, porque mi hembrita me satisface a cada rato. Otro poco, porque cuido mi imagen de “pelao de bien, sin fisuras, leal”. Me embarqué en el cuento del fleteo hace ya tres años. A veces me va bien; otras no tanto. Pero, en fin, de cuentas, la vieja, el viejo, mi hembrita y yo, vivimos de esa rentica. Mi herramienta de trabajo es un mataganado hermoso, brilloso. Claro está que, a veces me ha tocado lidiar con personajes cuentahabientes demasiado brincones. Inclusive que han tratado de rebelarse. A dos (un hombre y una mujer) los tuve que mandar al otro lado. En el primero sentí un poco de miedo. Pero ya en el segundo viajado, con una mona muy jovencita, fue menos traumático. La ventaja mía es que cuando es necesario mato y mato bien, sin ninguna posibilidad de vivir para contarlo. Me gustan varios sitios y los frecuento; porque resulta trabajito. Hombres y mujeres que van a retirar fuertes sumos. Yo los analizo y las analizo antes. Leo en sus rostros la ansiedad y el temor. Esto los lleva y las lleva a cometer errores básicos. Cuando salen del cajero, yo calculo el monto. Bien sea en el bolso o en el bolsillo. Algunas y algunos llevan taleguitas o bolsas de plástico. Los sigo y las sigo con la mirada. Espero que avances treinta o cuarenta metros. Y ¡zas ¡les caigo. Claro que, en veces, se daña el mandado. Aparecen algunos agentes de policía; o esos guachimanes de la privada. Otras veces, les hacen acompañamiento otras personas. Y así es más difícil. Esto a pesar de que en cada acecho me la juego toda. Si me detienen o me hieren, o me matan; qué más da. Ahí vienen…, son unos manes a los cuales les quité uno de sus sitios. Me identificaron. Cuando están a menos de diez metros, saco el hechizo…y nada. Esa vieja hijueputa me vendió lo más malo que encontró. Lástima que ya no le podré reclamar, porque…Llegaron y me descargaron los dos tambores. Caí al piso como cedazo. Recordé, en ese momento:” …no me pregunte la gente quienes me han herido; no soy delator. Déjenme no más que muera. Los hombres estamos para ser hombres, no batidores” …Y ya. Lo último que vi fue el local de la puta de Romelia, quien me miraba riéndose desde la puerta. 12 Aldemar Loaiza Casilimas, llegó a Puerto Iris. Cansado. Había transitado muchos caminos. Todos demasiado tortuosos. Incluso, tuvo que pasar por Puerto Abuchaibe. Lugar remoto ese. Tanto que, para llegar a la periferia, desde Puerto Maduro hay que recorrer70000 kilómetros. Y, Puerto Maduro a su vez, está a 8000 kilómetros de Puerto Bermejal. Y, para llegar a Puerto Bermejal, desde Puerto Azucena, hay que recorrer 9000 kilómetros. Y este último está a 16 horas de Puerto Santísimo. Llegar hasta ahí, requiere caminar 1200 kilómetros, por pura trocha. Y, desde Puerto Barracuda hasta Puerto Azucena, hay 2000 kilómetros. Puerto Iris está más allá de Puerto Abuchaibe, casi 2200 kilómetros.
  • 13. Lo cierto es que llegó, el viejo Aldemar. Transido de hambre. Lo esperaba en la plaza del pueblo, Adonías Bermejo. Este había llegado hacía ya treinta años. Dicen que llegó en paracaídas, lanzado desde un avión de la Fuerza Aérea Agustiniana. Lo lanzaron en la noche de un jueves santo. Al tocar piso, por esa vaina de ser la primera vez, se rompió el tobillo del pie izquierdo. Como pudo, se arrastró hasta el Comando Miguel Farías. Este Farías, también llegó en paracaídas. Pero no tuvo la fortuna de Adonías. Cayó en la Laguna de la Bizca. Allí se hundió, enredado en el paracaídas y se ahogó. Lo consideran, por eso, héroe nacional. Y llegando, Bermejo, el de guardia le gritó: ¡santo y seña! Adonías que iba a saber de eso. Dos tiros le pegaron el soldado Manzano. Uno en el otro tobillo y el otro le destrozó la oreja izquierda. Y, como son las cosas. Resulta que Aldemar conoció, en el pasado, a un teniente de nombre Abigail Manzano Fonseca. Que resultó ser el abuelo del soldado de guardia. Por esas cosas de la vida, Aldemar y Bermejo, estuvieron juntos en la Batalla de La Salada. Un pueblito a orillas del río llamado Miserable. Allí combatieron a los dirigidos por Marcio Matacandelas, guerrillero de vieja guardia. Este Marcio se había hecho capitán, ungido por Romualdo Gualdrón. Este estuvo en la Batalla de San Benito Abad, pueblito localizado en la ribera norte del río Espantapájaros. Allí recibió de Jacinto Paz, a su vez guerrillero desde que tenía diez años, el mandato de acabar con el Batallón Santa Brígida. Tenebroso, por cierto. Estaba al mando el Coronel Abundio Armendáriz Alonso. Dicen la leyenda que este Coronel había mandado a fusilar a doscientos niños y trescientas niñas. Todos y todas hijos e hijas de los cien guerrilleros que atacaron al Comando Ezequiel Perdomo, situado en las afueras de Guayaran, municipio adscrito al departamento Norte, que abarca todo el sur de la circunscripción Occidente. Volviendo con lo de Aldemar y Adonías, se abrazaron calurosamente. Caminaron hasta la casa de Bermejo. Allí, el viejo Aldemar, saludó a Paulina Natividad, esposa de Adonías. Sucedió una cosa muy rara. Al otro día, ni casa, ni Adonías, ni Paulina, ni Aldemar. Lo que dicen es que se los y se la tragó la tierra con todo y casa. Desde ese día todos y todas se vieron obligados a conocer el santo y seña. El cual, por disposición militar de alto rango, cambiaba cada tres horas. 13 …Y yo ahí. Susurrando el nombre de la Nana. Para ver si venía en mí rescate. Porque ya no soportaba tantas palabras. Tantas ideas. Era necesaria una pausa. Y la añoré. Pero no aparecía. Cuando la vi partir, sentí eso que las abuelas llaman guayabo (pero diferente al guayabo producido después de una rasca). Este es algo así como cuando uno siente que el piso se abre, para propiciar el hundimiento físico, a más de que el alma se dispara hacia otra galaxia. Y, el problema para alguien como yo, es que soy ateo. Y, por lo tanto, creo que no tengo alma. Eso de ser ateo tiene sus más y sus menos. Yo empecé a no creer en dios, cuando conocí a Misael Pavallón. Tipo interesante ese. Lo primero que hizo para convencerme, fue mostrarme una foto tomada al Santo Padre, treinta años atrás. En ella se ve Teófilo V, desnudo bailando con una joven que por vestido tenía una tanga. Cierto es que me conmovió la escena. Porque yo estaba acostumbrado a rezar los mil jesuses, el día de la Santa Cruz. Además, asistía con devoción al rosario de aurora, que se realizaba el primer sábado de cada mes... Cierto es, también, que metía en el fogón, atizado por carbón de leña; para erradicar mis pecados. Que, por cierto, eran bastantes: deseaba la mujer del prójimo representada en Inés Elvira, una mujer con un cuerpazo que no puede pasar desapercibido. Siendo el problema, que está casada con Belisario Guacaneme, un boyacense especializado en voliar machete a lo loco, cuando se emborracha. Cosa que, en él, es casi a diario. El no
  • 14. robarás es puro cuento, para mí. Porque me acostumbré a viajar en Transmilenio y meter la mano en los bolsillos de los hombres y en el pecho de las mujeres. Me ha ido bien, gracias al cielo. El no matarás no me convence. Mucho menos desde el día en que maté Fermín Casagua, porque le tocó las nalgas a Teresita, mi mujer todavía para ese tiempo. Lo de no jurar el santo nombre, en vano me parece una pichurria. Cada vez que me bajo del Transmilenio, después de trabajar, digo “Pa mi dios que no lo vuelvo a hacer”. En fin, que, a ese man de Misael, no le costó mucho trabajo convencerme. Como quiera que ya yo tenía predisposición a ser ateo. Por lo menos ya iba en la mitad del proceso. Y el guayabo desapareció a los nueve días, cuando le declaré mi amor a Juvenal Patagrande. Es hermoso y no está comprometido. Se hace llamar Isabela; según él en nombre de su primer amante. Al que mataron un día después de haber jurado juntos (as) amor para rato. “…No tuvo tiempo de montar en su caballo, pistola en mano se le echaron a montón. Me llamo Juan les gritaba y soy muy macho, cuando una bala atravesó su corazón…” Esa es la canción que más me gusta, de Miguel Aceves Mejía. La tatareo a cada rato. 14 Sigo trabajando en el mismo taller. No es mucho el salario; pero que le voy hacer. Con la misma novia, estaba hasta hace quince días. Con ella, iba al cine todos los domingos. La besé, por primera vez, un domingo apenas el operador apagó las luces. Claro que ella, Isolda Dosquebradas, estaba estudiando en el único colegio del pueblo. Por cierto, con un nombre muy peculiar: “Alegría de Aprender”. También es cierto que cursa ´décimo grado. Un poco tarde llegó, ya que tiene 24 años. La otra vez tuvo una dificultad con algunos padres y madres de familia. Siendo el colegio mixto, sucedió que Isolda se enamoró de Apolinar Suescún. No lo voy a negar, pero ese pelao de catorce añitos, es bello. Cualquier domingo, retomando el hilo, estando en la iglesia “Divina Providencia”, un hombre encapuchado, le disparó a Isolda. Cayó muerta al instante. Desde ese día estoy muy solo. En el taller no he rendido lo suficiente. Tanto que su administrador, Valeriano Arracacha, me ha preavisado. De otra parte, lo que coloquialmente, llaman “malas lenguas”, en el pueblo no se cansan de repetirme el mismo cuento: Isolda fue muerta por Funerario Martínez; padre de Pandora Martínez, una adolescente de catorce años. Todos y todas coinciden en explicar la muerte. Isolda era amante de Pandora. 15 En mi oficio de vigilante, he asistido a un sinnúmero comportamientos. Como aquel, ese día sábado 4 de febrero, cuando la señorita Sandra Magola la del 304, torre B, bajó del Mercedes Benz. Casi no pudo hacerlo. La pequeñita falda color naranja, parece que se le enredó. O el tipo que la traía quería quitársela. Lo cierto es que la señorita Sandra, me miró como suplicante, para que no le contara nada a su padre Pantaleón. Tenía fama de bravero con las mujeres, incluyendo a su hija. De seguro que haberle contado, le hubiera colocado el cinturón de castidad. Dicen que el ejemplar que tiene data de cuatro siglos. Fue, sucesivamente heredado. Supe que ese malparido ya lo había utilizado. Una vez con quien fuera su novia, es decir Virgelina. La segunda vez se lo colocó a la señora Angelópolis, durante tres meses. Esto lo hizo, porque tuvo que viajar a la Ciudad Eterna, para entrevistarse con el Papa Julián 34. También me acuerdo del rollo con el señor Salatiel Molina. Habitaba la 307, torre Z. Resulta que lo pillé el 31 de enero besándose con Françoise Mitterrand, el pelao del 401, torre 57. Lo conocen todos y todas ellas y ellos: vale la pena recordar que en esta unidad residencial viven
  • 15. aproximadamente, dos millones de personas. Al menos esa cifra la dio el Dane, en el último censo, realizado en 2035. Es menester contarles a ustedes lo que observé un jueves santo, como a las ocho de la noche. Resulta y pasa, que la esposa de don Jeremías Escalera, que habita con ella en el 5001, Torre AACC. Y yo vi que doña Pavarotti entró por una de las ventanas de la torre ZXXI. Concretamente en el 2004. Sacó lo que más pudo en dos viajes. A dona Pavita, como le dicen aquí en unidad, la vacuné me entregó mil USA dólares Claro que ella llevaba en ese maletín más de un millón. O como la noche aquella del 31 de diciembre, del año pasado, cuando don Belarmino Posada, el del 4378, torre XVCD, se le montó a la ternera que tenía para celebrar a las 12 PM. Cuando él se percató de que yo lo había visto; me ofreció una montadita en Virgelina así la llamaba don Belarmino). Yo lo hice. Pero, desde ese mismo día no le logré quitar a mi pantaloncillo ese color terracota. Dicen que Virgelina tuvo dos hijos. Todos dos se parecen mucho a mí, en los ojos. Y, a don Belarmino, le sacaron los cachos. Y dicen que esos cachos del Belarmino, los obtuvo, lo que hace que Marcos Amazará llegó acá, a la unidad residencial… y visitaba Pavarita, cuando el señor Belarmino salía para su trabajo 16 Eso de andar por ahí, como vago; recorriendo las calles, tiene sus ventajas. Una de ellas, tiene que ver con conocer hasta el último recodo del barrio. A la vez, esta información me ha servido para indicarles a los traquetos, que tienen azotado el barrio. Pero a mí no me importa nada de eso. Lo mío llega hasta conseguir la yerbita. ¡Nada más! La cosa siguió así; hasta un domingo 2 de enero. Creo recordar el año: 2040. Cuando llegaron los manes, como era de rutina. Más de cien soldados y los 40 policías. Además de los vecinos y vecinas inscritos en el cuadrante; estaban parapetados. Desde sus sitios dispararon sin discriminación. No solo murieron las joyitas; también algunas personas habitantes del barrio que llegaban de sus trabajos. Ahora bien, en este momento me están sacando un ojo con un alambre. Es que fui acusado de soplón. Yo lo estoy negando. Igual da, si me matan ya sé que Josefina y mis dos hijos, podrán sobrevivir. Tienen la reservita que les dejé. Una venta a domicilio desde el azuquitar hermoso; hasta el bazuco. Este lo reservamos para la plebe viciosa. 17 Y, cómo son las cosas, estoy aquí desde hace cerca de veinte años. He permanecido como estatua. Con la dificultad que eso produce. Cagado, llena mi cabeza de estiércol de paloma. Siendo así; nunca he sabido porque las llaman refertes de la paz. Cada minuto, trato de bajarme. Pero el esfuerzo es inútil. Por cierto, hoy 14 de enero, las otras estatuas que me acompañan, me dieron un regalito. Consiste en dos barras de jabón rey (blanco azul, como decía mi madre) Estoy distanciado de mi familia. No los veo ni las veo, desde hace cuarenta años. Fueron trasladadas y trasladadas sus estatuas al Jardín Botánico. Debió haber sido por buen comportamiento. Les cuento, de paso, que tenemos autorización por parte del Gran Jefe Otilio Uribe Pastrana Samper. No le tomo el pelo a nadie. Así se ha autodenominado el Gran Jefe; para orinar y cagar a las 9: p.m., cada día. Cuentan que, a partir del día en que fuimos remplazados y remplazadas, por estatuas; cada día, se celebra una especie de acto simbólico, con el cual se recuerda el día en que se dictó por decreto la paz en este territorio. Por fin habían encontrado el remedio, por la vía de la lobotomía. Inmediatamente terminó la ceremonia, orinamos y cagamos al unísono.
  • 16. 18 Me sonó la propuesta de doña Alquería, mi vecina. Es muy simple. Se trata de asesinar a su esposo Leopoldo Gracia Vallejo. Ella me seleccionó, después haber analizado a cincuenta candidatos, entre hombres y mujeres. Es de resaltar que el número de mujeres candidatas superaba al de los hombres. Concretamente una proporción de cuatro a dos. Por lo menos en este procedimiento, doña Alquería Bohórquez, cumplió con la Ley de Cuotas, aprobada desde hace cerca de 100 años, pero nunca ha sido reglamentada. El hombre al cual debía asesinar, conoció a Alquería, un domingo, mientras ella jugaba tejo y bebía cerveza, en un local próximo a la Embajada de Italia en Colombia. Preciso, en ese mismo domingo, Berlusconi atendía una rueda de prensa. Que, a su vez había sido citada a raíz de una acusación en su contra, por varias mujeres niñas, en términos de asedio sexual. Y, resulta, que lo que pasó, fue en una fiestecita convocada por el mismo sujeto acusado. Pero, también es de tener en consideración, el hecho siguiente: Mermelada Martínez, conoció al obispo Mardoqueo González oriundo de ciudad Inmaculada, capital del reino que vio nacer a san Raimundo. Pero, a la vez, Raimundo, fundó la ciudad que vio crecer a Berlusconi. Lo cierto es que Aurelia Jacinta Balbuena Meneses, conoció a Benjamín Miranda, primo de la vecina de Emperatriz Aldana. Quien, a su vez, vivió, en San Isidro Labrador, ciudad no muy lejana de ciudad Altagracia, capital de Alsacia Tercera. Pues bien, esta última le había concertado una cita a Mermelada, con el yerno del poderoso dueño de las comunicaciones en el país del cual era primer ministro-presidente-jefe. Isaías, así se llama, tenía la posibilidad de contactar al tío de Emperatriz, de nombre Ezequiel Peñarredonda; para que le dijera al oído, al suegro, algunas palabras relacionadas con la importancia de contactar a Enrique Vellosa, plenipotenciario, nombrado por Cartujo Santos Gaviria. Hacerlo, le decía Ezequiel a Enrique, es muy importante dada la posición estratégica que Cartujo tiene sobre el espectro electromagnético en casi 600 de ciudades en el continente. La cita se realizó en la Iglesia Divino Salvador, basílica del bello Puerto Lérida, una ciudad muy pequeña, pero suplía con creses su tamaño, con la enorme oferta de muchachos y muchachas, dispuestos y dispuestas a lo que sea. Finalmente, la entrevista se realizó. Y Berlusconi fue presentado ante Mermelada. Ya, cuando esto se dio, Emperatriz y Mermelada eran nombradas plenipotenciarias en reemplazo de Enrique Vellosa, quien había caído en desgracia con Cartujo. Yo cumplí con el encargo. El esposo de Alquería, don Leopoldo, fue encontrado muerto en uno de predios cercanos a Villa Mercedes. Intuí que el asesinato fue ordenado por Enrique Vellosa. El motivo nunca lo conocí. Estoy, aquí en Villa Lorenzo, disfrutando el millón de libras esterlinas que recibí como pago. 19 Era tal y como me lo habían descrito; esa tarde calurosa de agosto. Lo vi entrar. Me miró de soslayo. Como miramos los sicarios. Pretendiendo pasar desapercibidos Yo entré al negocio, desde que tenía catorce años. El comienzo no fue fácil. Por lo mismo que no tenía experiencia. Ya después me adapté y me constituí en pieza clave al momento de decidir quién iba primero y quien después de la lista que había elaborado el negro Federico Avendaño. Este negro había trabajado varios años como informante del Departamento de Inteligencia Absoluta que está asignado, directamente al Súper Poder que ejerce, desde hace ya ochenta años, Sinforoso el Magno.
  • 17. ¡Perdón!, por haber abandonado el hilo conductor de mí relato. Iba en la mirada de los sicarios . Sin embargo, no resisto la tentación de volver a la descripción de la profesión que ejercía Federico Avendaño. Y, digo en pretérito. Porque, justo ayer, se suicidó ahogándose en el jacuzzi, instalado en el apartamento de Hortensia, su novia de toda la vida. 20 Cuando niño, el negrito, dio muestras de su talento. Jugando al fútbol, por ejemplo, siempre tuvo la distinción de capitán. Además, siempre, lo invitaban a las reuniones que convocaba el comandante de policía; para instar a los vecinos y vecinas a que se hicieran socios del cuadrante décimo quinto en el pequeño barrio, llamado coloquialmente El Bosque Amarillo en recuerdo de Benjamin Pateamarillo, fundador ayer hizo trescientos años. Corriendo el tiempo. Su familia alzó vuelo trasladó hacia el barrio El Reventón. Dicen que allí yacen los huesos de San Helidoro; patrono de toda la provincia. El negro Avendaño, se quedó en barrio. Vivió sólo en la casona de doce cuartos y tres baños. Se me olvidó acotar que, la familia la constituían dieciocho personas: mamá y papá y dieciséis retoños. Eran ocho mujeres y ocho hombres. Lo llamativo es que eran cuatro parejas de gemelos y gemelas. O sea que fueron solo ocho embarazos. El padre de tres parejas de gemelas y tres parejas de gemelos era un señor que vino a trabajar con el Ferrocarril Nacional que cubría todo el país. Reconoció a sus hijas. Cada viernes primero de cada mes, llegaba un sobre dirigido a la madre. Con esos centavos se mantenían. Pero también, es cierto que nunca les dio el apellido. Ahora bien, tres de las parejas gemelas de los varones, eran hijos de Ponciano Reinoso. Este si se dio el ancho. Es decir ¡qué hijos ni que nada! Apolinar Avendaño, padre de Federico, se supone hijo de Apolinar. La casona era una heredad de Ernestina, madre de todos y de todas Cuando quedó solo, Federico, se vinculó a la banda que se hizo llamar “Los Angelitos Tiernos”. Planeaban y ejecutaban ellos mismos, sin intermediarios. De allí saltó a guardaespaldas de Trinidad Asprilla, madre del Súper Poderoso Sinforoso El Magno Angarita. Dicen que, en el hogar de Trinidad, o sea de Trinidad y Jeremías, sucedió lo mismo que el hogar de Federico. De ser guardaespaldas, pasó a ser coordinador del grupo (había setecientos) que actuaba en la región oriental del país. Desde allí fue promovido al cargo que tenía hasta ayer. Lo cierto es que, en mi caso, me mató mi colega; por orden de Federico. Nunca supe porqué. 20 Iván José Balboa Sarmiento se levantó esa mañana, lejana en el tiempo ya. Había pasado la noche en vela. No podía olvidar su ruptura con Berenice. Cada que cerraba los ojos la veía tal y como estaba vestida. Con esa falda ancha multicolor. Los zapatos con la amarradera hacia atrás. Y la blusa que dejaba ver sus hombros tatuados con figuras diversas, pero que armonizaban en su conjunto; realzando esa piel morena. Siempre me decía a mí mismo que ese color era su patrimonio inembargable. Desde niña, con apenas cuatro años, Berenice impactaba a los vecinos y vecinas. Tanto así que no permitían que sus hijos e hijas jugaran con ella. Berenice tenía un escenario lúdico en su cabeza. Tanto juego conocía. Podía jugar uno distinto cada día. Pero, más que eso, impactaba por su capacidad para reflexionar en torno a los hechos cotidianos. Como esos centrados en el quehacer femenino. Ya, a esa edad, podía explicar con muy buena fundamentación, porque las mujeres sangraban cada veintiocho o veintinueve días. Además, conocía como y por donde nacían los niños y las niñas y su causa. Es decir, algo así como
  • 18. entender porque les crece barriga a las madres. Y sabía, además, porque debe haber previamente una relación entre las mujeres y los hombres. Y, todo esto, lo había aprendido teóricamente en los tres tomos de enciclopedia que había e n casa. Pero, también y en físico lo supo deducir, cuando papá y mamá, jadeaban cada noche, mientras él y ella suponían que ella estaba dormida. Y es que no le gustaba dormir sola, porque en sus sueños aparecían visiones. Como esas en que una señora y un señor eran desalojados del territorio en que vivían, por una mano resplandeciente. Si bien no podía ver el rostro, dueño de esa mano.; si podía intuir que estaba muy enojado. Y les decía “Ya que preñaste y que fuiste preñada, sin mi consentimiento. De ahora en adelante tendrán que buscar otro sitio para vivir.” La desnudez de él y de ella no era tanto porque el designio de ese ser dueño de la mano. Más bien, mucho más creíble es que, en ese momento de la expulsión, estaban bañándose en uno de los ríos de la región y la mano no les dio tiempo para vestirse.” Cuando Berenice le comentó a su maestra en el colegio; María Cartuja, convocó a papá y mamá. Lo que más le preocupaba a la maestra, fue el hecho de que la niña lo había expresado delante los otros niños y las niñas. Desde ese día, no pudo jugar colectivamente. A pesar de que la ponía muy triste. Pero hasta, cierto punto, le gustaba que las cosas hubieran salido así. La soledad era para ella una amiga inseparable. Pero, volviendo al cuento de mi separación con respecto a Berenice; puedo decir que el hecho de levantarme ese día, significó para mí un esfuerzo tan grande que inmediatamente lo hice, sentí un cansancio igual...y volví a acostarme. Me quedé dormido, tanto tiempo que, al despertar otra vez, encontré a Berenice sentada en la cama. Había envejecido tanto que la reconocí, solo por sus hombros tatuados y por la cicatriz que tenía, producto de la quemadura que le infringió su padre, cuando la encontró recitando los versos de Porfirio Barba Jacob, de Miguel Hernández y Pablo Neruda. Justo, en ese momento, recitaba el Canto General. Eso había sucedido setenta años tras: Lo reafirmo, porque recuerdo ese día, veintiocho de octubre del año en que aprendí a escribir. Lo corroboré, cuando me acordé que había dejado mi nave, en la cual le di la vuelta a la Tierra. Y ya habían transcurrido siete años desde que estuve en Marte, haciendo una diligencia de la familia. No le hablé, ni me habló... Simplemente sentí el dolor en el bajo vientre, cuando Berenice hundió hasta la empuñadura, el cuchillo con el que, también, había matado a su padre, al día siguiente en que se produjo el castigo. 21 Si me preguntaran hoy, porque regresé. Diría que no lo sé. Simplemente, así escueto; sin palabras mentirosas acerca de lo bien que estuve hace ya cuarenta años. Cuando exhibía una risa a cada momento. Pretendiendo ilusionarme a mí mismo. Como cuando lo hice a tres años de mi nacimiento. Recuerdo que, en ese entonces, ya tenía mi tránsito definido. Por escenarios de vida y que iba a repetir cada año. Si mal no recuerdo, la repetición, del año tercero, fue la misma del año quinto. Y la del año segundo fue igual a la del año sexto. Como pueden evidenciar la cotejación aritmética hablaba de una diferencia que inició en el tercer periodo hasta el quinto. Pero que, si contamos desde el año dos hasta el sexto. Me preocupó más, el saber que, el primer año y el séptimo, no estuvieron en el inventario de vida que hice cuando cumplí el veinteavo año. Ahora que estoy en el año cincuenta y tres, contados a partir del año trece. Son, entonces, unos vericuetos no esperados. Mucho menos entendidos y/o interpretados. Lo cierto es lo siguiente: he sido un sedentario que anhelaba visitar varios sitios a la vez. Como queriendo ser nómada continuo. Una posición estática que reñía con la ambición de asumir la velocidad y la
  • 19. aceleración. Y no simple fórmula; como quien empieza discernir una prueba de conocimientos. Una prueba parecida a la ruleta rusa. Porque, en esos cuarenta años que viví con ése tósigo, día a día quería que fuera otro día y no ese. Algo parecido lo que le sucedió a Aristarco Paz Prisco, ese día en que cumplió noventa y dos años. Es decir, los mismos que el viejo Peralta Suescún. Si bien es cierto que ambos establecieron relación conmigo. No es menos cierto que nunca se conocieron. Al cumplir ochenta y cinco años: recordé los días vividos con Lucía Andrea Peralta, como si hubiese sido ayer. Por cierto, Lucía Andrea siempre me manifestó su desilusión y su desaliento por llevar solo el apellido de su padre. Ya que su madre no la reconoció como hija suya. Dicen que la dejó en la habitación sola y con una nota: “creo que esta niña no es mía, sino de la amante de su padre. No sé por qué y cuándo quedé embarazada. Tal vez fue el día que estuve donde Aristarco. ¡Sí, ese mismo que ya completó quince hijos de madres desconocidas! ¡” Decía, lo de haber vivido con Lucía Andrea. Cuando la conocí, todavía no cumplía los setenta años. Estaba entre sesenta y siete y los sesenta y ocho. Más joven que yo, si era. Cuando la embaracé, prefirió el silencio cómplice consigo misma. Ese día, el de mi aniversario ochenta y cinco, encontré a la niña en su cuarto. Con una nota similar a la de madre de Lucía Andrea, cuando postuló a Aristarco como beneficiario del embarazo; ya que seguía sin entender la dinámica de la genética. Mucho menos entendió el hecho de haber sido amante, desde los diecisiete años, de una gran cantidad de hombres. Por eso, cuando estuvo con Aristarco, se hizo la promesa, en el sentido de no volver a repetir los años que había vivido. Prefería endosar a su hija a Aristarco por haber sido su último amante, después de haber tenido el penúltimo, La cuenta acerca del número de amantes que cruzaron por su camino, era un secreto. Algo así como una sumatoria no compartida. Y, entonces ese día de aniversario, comprendí que no tengo mucho que contar. Lo de Lucía Andrea, ha sido mi cuento preferido y único desde que la conocí. O, tal vez, hubo otro hecho relevante: sucedió justo el día en que cumplí sesenta y cinco años. Algo así como el haber encontrado a mi padre. Ese día supe que mi madre no me dio el apellido. Simplemente porque no se acordó de los amantes. Fue una madre anónima. Algo a parecido a lo que sucedió con la madre anónima de Lucía Andrea. 21 Lo que voy a contar, seguro que no lo creerán. Ni siquiera el 0.001 por ciento. ¡Pero, en fin, lo cuento ¡a sabiendas de que seré leído, al menos por ese 0.001 por ciento. Al fin y al cabo, según mis cálculos, sobrepasa el límite mínimo establecido. Resulta y pasa, en términos de lo probable, que antes de asumir la decisión de contar lo que no ha sido contado, contaré lo que tampoco ha sido contado. Se trata, pues, de establecer la diferencia entre lo que no ha sido contado y lo que tampoco se puede contar sin el permiso de la persona que sufrió y vivió la aventura primera y la segunda. Algo así como retomar el hilo conductor de lo que Prometeo juro hacer y pago caro por eso. Es decir, volviendo al cuento de lo que he anhelado contar desde muy niño, más o menos parecido Cuando Elvira Quintana escribió y publicó, su “Alegría de Leer”. La pista es más o menos así: por E y B, se puede escribir “El Enano Bebe”. Lo que pasa es que el enano de la cartilla tenía problemas de alcoholismo y por esto bebió tantas veces como unidades publicadas de “Alegría de Leer”. En Medellín, por ejemplo, se publicaron más o menos siete mil unidades. Y parece que el doble se publicó en Bogotá. Alguien cuenta, además que en lo que se ha dado en llamar “Viejo Caldas”; es decir antes de la partición en tres (Quindío, Risaralda y Caldas propiamente dicho); se publicaros trescientas veinticuatro.
  • 20. Un amigo mío me contó que, el Departamento Nacional de Estadística (que de paso asevero que no se llamaba así, en ese tiempo), midió el nivel de analfabetismo, a partir de contar la cantidad de cartillas publicadas y vendidas. Entonces, en Medellín, había más personas que sabían leer, que en el Viejo Caldas. Pero lo que pasa es, que una cosa es saber leer y otra saber escribir. Además, que otra cosa es saber escribir. En mi ciudad aprendieron tantas personas a escribir y leer tan rápido; porque se trataba de aprender y unir las letras S I C A R I O. Pues resulta que los que saben leer y escribir al mismo tiempo, es más o menos un porcentaje cercano al porcentaje que sabe leer y escribir en la Patagonia. Claro que ya, La Patagonia, se escribía Malvinas. Es decir que ya los ingleses habían hecho suyo ese territorio argentino. Pero, al menos por ahora, no me meto con decisiones políticas y, mucho menos con avasallamientos militares. Porque, de ser así, tendría que reescribir lo sucedido en medio mundo y un cuarto. …Pero, perdón si los interrumpo, vuelvo a eso que quería contar desde el principio. Es decir, lo que nunca va a ser contado, por decisión de alguien que lo supo contar y que ahora maneja las verdades relacionadas con lo que sí se pudo contar, primero hasta la medianoche del día veintinueve de febrero de los bisiestos. Nada más sencillo de entender. Es, más o menos, lo mismo que le sucedió a nuestra Policarpa que, siendo mujer, impuso condiciones en torno a lo relevante en la lucha independista. Pero, ya está claro, que no le creyeron por ser mujer. O, al menos minizaron, su valentía. Es, más o menos guardada las proporciones, lo que sucedió con Manuelita, la amante libertaria. Es decir, que don Simón Bolívar, se adueñó de su cuerpo, pero no de su alma; si por alma entendemos la ternura y la capacidad par disentir. Pero, volviendo al cuento de lo que decía primero. Es decir, contar lo que no se puede contar, me puse en la tarea de redefinir la diferencia entre lo que no se cuenta y lo que no se puede contar. Más preciso: es aquello que tenemos en la memoria, pero que no se nos está dado de recordar. Lo más grave es aprender que el oficio de taxidermista, tiene algo que ver con la reducción, a la fuerza, de las cabezas. Y, como en la cabeza están los esos. Y como los sesos son el cerebro; en conclusión, son reducidores de cerebros. Eso, de por sí, ya es muy grave. Porque sesos reducidos son similares a la lobotomía. Y, tal parece, según me lo dijo un día Aureliano Casiano, casi la mitad de los que habitamos este mundo, tienen o tenemos la cabeza reducida. Me incluyo yo, ya que parece que estoy aturdido de no saber pensar. Mucho más grave, de tener un vago recuerdo de la libertad. Pero, como en estricto, la libertad es etérea para muchos y muchas. Solo es válida para los que reducen cabezas. Teniendo en cuenta la advertencia de que los reducidores de cabezas son cerca del cero punto. Cero, cero, cero uno. Bueno, ya es hora de decidir si puedo o no contar lo que iba a contar. Es, más o menos volver a repasar paso a paso, si lo que queda en mi memoria es un porcentaje que vale la pena contar. A decir verdad, creo que si yo estoy cansado de decir que voy a contar lo que quien sabe si puedo contar; como estarán de cansados y cansadas ustedes. Bueno, es lo siguiente: voy a ser papá. Reflexioné tanto antes de decirlo, porque la madre del niño o la niña que será mi hijo o mi hija, es la mismísima Virgen de Fátima. La conocí en mi último viaje a Portugal, pasando por el Vaticano. Es decir, después de Pablo y Juan Pablo y Benedicto. Obviamente, si cuento a muchas personas lo que debe ser sabido, tal vez no llegue a ser el papá más feliz del mundo; por el hecho de ser papá de un santo o de una santa. Vale la pena enfatizar en que ni soy santo ni quiero serlo, pero si sería muy feliz saber que cuando nazca la criatura, se parezca o bien a su madre, siendo niña; o bien al sagrado corazón, siendo niño. Bueno, por lo menos, ya pude contar lo que tenía pensado contar desde hace mucho rato. Lo que sigue ahora es esperar y hacer fuerza para que Fátima no embargue mi pensión, por
  • 21. alimentos. Al menos ese trato hicimos, antes de ir a la cama. Más bien diría antes de ir al yesquero. Queda claro que, una vez conté lo que tenía que contar, me pusieron por chapa el apodo de “El Viejo del Soliloquio”. Y, a decir verdad, no me enojo por ese término, ya que uno dormido habla más de lo necesario. Claro que, y eso sí es verdad, mi abuela paterna llamaba a esto “hablar mierda” 22 Siendo cualquier hora del día en que conocí a Mercedes, me encuentro atado. Estoy en condiciones lamentables. Si así se le puede llamar a esa expresión de vida que no cuenta a la hora de efectuar el inventario de los hechos realizados, durante el tiempo en que estuve percibiéndola. Como si, cada momento, hubiera estado y está, aún, soportado en una visión y en una interpretación proclive a la imposibilidad de asimilar las condiciones que yo mismo he delineado. Es algo así como entender la dinámica de la vida a partir de andar indagando por el sentido que tiene mi existencia. En un contexto, en el cual no he hecho otra cosa que proponer un regreso a los escenarios originarios. Cuando no existían los descifradores oficiales. Cuando existía una relación directa con los hechos. Con la Naturaleza despojada del velo que la envuelve ahora y que nos coloca en procesos interpretativos y decodificadores, asimilados a permisos requeridos a cada paso. De tal manera que todos y todas nos encontramos desconcertados; con las dudas direccionadas por quienes nos trascienden, sin ninguna concesión; implacables. Lo cierto es que Mercedes está ahí. Recordando a su madre. Siempre se ensimisma, a la misma hora, en la mañana. Un recorrido hacia atrás. Se sitúa en ese escenario de vida. En un hogar conducido por su padre. Una autoridad pétrea. Sin ningún color que pudiera ser asociado a la libertad; mucho menos a la alegría. Un individuo taciturno. Descendiente y beneficiario de la hispanidad ortodoxa. Tanto así que, en su inventario de bienes, Mercedes y Saturnia, su madre, fueron siempre cotejadas como cualquier carabela, o cualquier mueble heredado Isabel, la reina, su reina. Cuando Mercedes cumplió dieciséis años; Eusebio la acicaló con los menjurjes que quedaron, luego de la celebración de la boda entre él y Saturnia. Olorosos, superados solo por el incienso, heredado directamente de Baltasar, rey mago que, como todo buen mago no dijo todo lo que sabía y con lo poco que habló le bastó para hacer de su historia, celebración perenne. Tanto así que llevamos veinte siglos. Siglos cifrados por los antecesores de Eusebio. Se dice que el abuelo de su bisabuelo, encontró el incienso baltasariano, enterrado en el solar de la casa en que vivió Facundo, el dueño de la pócima del ensueño. La que, a su vez, había recibido de Cipriano Vergara, primer amante de Saturnia I, reina de Horizontes, tierra amada por Eusebio, pues allí conoció la primera versión de la historia del Emperador Pigmeo; sinónimo de satrapía. Este había heredado el poder, por línea directa, de su tatarabuelo Egnosodin Segundo, dueño de la vida y de la muerte, en un territorio que ya, antes que él, lo habían devastado los Cíclopes, importados desde la amable Tierra del Buen Fuego. Entonces, Mercedes, viajó sin tropiezos. Esto, después de haber renunciado a la bienamada autoridad paterna. Por la vía de la ruptura pensada. Desde los cinco años de vida, hizo su plan de vuelo. Llegaría hasta el límite entre la Vía Láctea y las construcciones diseñadas por su adorado Pigmalión, venido a menos; como quiera que ya había reconstruido mil veces a la Mesopotamia originaria; trasladada a territorio sajón; por Everardo VI, rey del universo equívoco derivado de las ruinas, todavía incandescentes, consecuencia del primer conflicto entre el Dios Sol y el herético Júpiter primigenio.
  • 22. Mercedes, la divina Mercedes; estaba absorta ese día en que la encontré. Allí, contando estrellas. Hábito que aprendió de Faustina, la bruja que había huido del territorio de los inquisidores. Estuvo, Faustina, recorriendo toda Europa. Desde su Polonia amada, hasta la Bélgica de sus sueños. Conoció al señor de los señores. Siempre repetía, de él, la misma historia, esta: Soñé que transcurría el año 1700. El día dos del mes de octubre, tuve la sensación de estar en el Palacio de los Dioses. Lugar habitado por los más excelsos propagadores del buen gobierno y de la inteligencia aplicada al mismo. De todos ellos, yo era el mejor. El más atinado. El más representativo. Porque ya lo había demostrado, cuando regenté la municipalidad de La Aldea de la Sabiduría. Localidad próxima a Horizontes. Expandida, territorialmente, al norte del sur del Continente Asiático. No debería decirlo, pero yo mismo me sorprendía por la calidad de mis actuaciones. Vertidas, todas, al unísono. Tanto en lo que respecta al manejo de los asuntos de gobierno; como también en lo que atañe a todas las áreas del conocimiento. No se me escapaba ningún dato científico. Por ejemplo, descubrí que la Vía Láctea, no es otra cosa que el camino hacia África, pasando por América. También que el número de protones en el átomo, se corresponde con la presencia de energía en el núcleo de las células que definen el genoma de las coliflores. Tanto es así, que publiqué un ensayo sobre fisicoquímica; el cual fue adaptado a la enseñanza de las ciencias básicas. Tenía, bajo mi mando, un sinnúmero de científicos que ejercían su labor en colegios y universidades. Mis conocimientos trascendían el área geográfica de mi poder político y militar. Navegué, en el Océano Pacífico, orientando a todas las embarcaciones que hacían tránsito hasta Pakistán, bordeando el Cabo de la Vela. Como podrán haber notado, yo era imprescindible. Para cualquier acción y para cualquier enseñanza. Ese mismo día, fui consultado acerca de los rigores de la sequía en proximidades de Alaska, cerca de Siberia. Lideré un grupo de búsqueda de alternativas para resolver ese tipo de dificultades. Tanto en lo concerniente a la pérdida de los cultivos de lentejas y cítricos. También en lo relacionado con la crisis por la evaporación constante del agua en ríos y lagos. Al día siguiente Artemisa, mi segunda esposa, empezó a pujar. Se trataba de su primer embarazo. Ella había renunciado a la presencia de Justiniano Avogadro, el más eximio conocedor de la técnica para lograr un parto sin contratiempos. En su reemplazo, yo la asistí. El comienzo fue un tanto difícil. Pero, ya después, la orienté. La coloqué en posición horizontal, en nuestra cama. Hice masajes en la zona lumbar y le apliqué acetona en cada una de las piernas. Frotándolas de tal manera que nuestro naciente hijo, pudiera ubicar las coordenadas en el espacioso cuarto. Expósito, el hijo que nació aquel día, creció sin ninguna dificultad. Su inteligencia estuvo siempre asociada a las directrices de su padre. Tanto es así que, el día que marchó al mando del Ejército Aldeano, en contra de del Ejército de Horizontes, demostró una gran asimilación de las técnicas guerreras inventadas por mí. Columnas y filas en posición vertical, con desplazamientos horizontales sucesivos. De tal manera que pareciera una onda continua, iluminada por los reflejos de un gran espejo situado en la retaguardia, de cara al Sol.
  • 23. La pérdida de parte de nuestro territorio insular, a manos de los horizontences, no amilanó a mi hijo. A mi mucho menos, porque se trató de una táctica en el contexto de una estrategia de ceder parte del espacio, para luego arremeter de costado y aniquilar a nuestros contendientes. Aunque el resultado no fue del todo satisfactorio; el anecdotario de la batalla, nos ha servido para apuntalar nuestras posesiones en el norte de Rusia Central. En 1724, concretamente el día de la celebración de nuestra independencia y de mi nacimiento, propuse a la Asamblea de los Dioses, el diseño, fabricación e instalación de un dispositivo electrónico en las fronteras occidental y oriental. Yo había inventado ese dispositivo. Una simple aplicación de las leyes de Newton y de Arquímedes. Su funcionamiento estaba asociado a la humedad. Se activaba con las corrientes transversales de viento; las cuales eran retenidas por dos celdas situadas a lado y lado del dispositivo. Una vez liberadas, ululaban rompiendo las barreras colocadas a manera de columnas en diferentes sectores de las alambradas fronterizas. Ocasionando, entonces, un movimiento ondular que hacía inaplicable cualquier arma por parte de los invasores. Desafortunadamente, el día en que fuimos invadidos (4 de julio), hubo un movimiento lateral en los vientos. Las celdas no se activaron y, por lo tanto, no retuvieron la cantidad de aire necesaria para producir el sonido. Por lo tanto, tampoco hubo la anhelada ruptura de las alambradas. Siendo así, el ejército enemigo nos penetró sin ninguna dificultad. Sin embargo, patenté mi invento. La Asamblea de los Dioses, me reconoció como gran constructor y me pagó honorarios en oro. Con estos recursos compré hectáreas de tierra en capacidad de producir cebollas, garbanzos, cítricos, patatas, plátanos y olivos. Comercialicé estos productos, a través de mi flotilla de barcos, surcando el Atlántico, hasta llegar al Volga y, desde allí, hasta China y Japón; a través de numerosas redes comerciales. Obtuve ganancias colosales que deposité den el Banco Ambrosiano de Marruecos. Una vez superada la zozobra ocasionada por la desestabilización de mi reino. A su vez, originada en dos intentos de asesinato de que fui víctima; propuse a la Asamblea de Nativos, situada al oriente de Portugal, concretamente en el diminuto reino del Volcán; una unión imperecedera. Una figura similar al Pacto de los Mongoles y los Normandos, en época del Emperador Valeriano de Dinamarca. Hice ingentes esfuerzos teóricos y prácticos para ilustrar de que se trataba y de las características de los antecedentes anotados. Fui recibido con alborozo por parte de los Nativos. Por su propia iniciativa me obsequiaron diamantes. Me hicieron dueño de los canales de riego y de la técnica de sembrado en terrazas. Me declararon presidente honorario de sus posesiones territoriales en Argelia y en Tegucigalpa. Actualmente, rijo como Señor de Señores. Mi influencia va desde el Cono Sur, hasta la orilla izquierda del Támesis. Pasando por Alsacia Lorena, por Acapulco y por el Principado de Mónaco. He recorrido mil lugares, en los cuales me reconocen como huésped ilustre. Me he erigido en Oficial Mayor del Conglomerado Universal de Hombres Ilustres. Sigo siendo tutor de maestros en ciencias naturales y políticas. Con un escaño permanente en la Asamblea Primigenia de Investigadores. La cual ejerce como referente para quienes pretenden gobernar el conocimiento. He sido orientador de la Sociedad de Amigos de las Dictaduras: Esta institución es adalid de quienes integran la Cofradía de reyes interplanetarios; con sede en Haití. Todo esto se lo he reseñado a todas las generaciones posteriores a 1700, en el gran territorio de Aldea de Dios. Todos me recuerdan y me recordarán como el Señor de los Señores.
  • 24. La vocinglería Faustiana, horadaba todo el espacio lejano y cercano. En un ir y venir de recuerdos. Unos asimilados, otros no. De todas maneras, Mercedes, ya había descifrado la progresión geométrica, vinculada con su oficio. Sumatorias con n tendiendo al infinito. N soles; n planetas; n territorios acondicionados Como prisiones. Como Guatánamos proyectados hacia el universo ignoto. Con sus habitantes forzados. Llegados de la querida Irak y de Afganistán y de la India y de Pakistán y de… Mi bella Mercedes se ha especializado, también, en la interpretación de los sueños. Es consultada por reyes verdaderos y por aprendices del oficio de acallar voces, por la vía de imponer el imperio de la autoridad. Ella es absoluta en lo que hace. Tanto así que ha construido diversos escenarios permanentes para explicar sus interpretaciones. Desde jardines sembrados de amapolas, hasta enhiestas ciudades que ejercen como prototipos de dominio. Cárceles permanentes. Edificios centrales, en donde residen de manera permanente, los gestores del dominio heredado; o asumido a la fuerza. Mi Mercedes los orienta. Les expresa que los sueños en los cuales aparecen ángeles protectores y castigadores, trompetas en mano, exhibiendo las dádivas del Ser primigenio; no son otra cosa que premoniciones acerca de la grandeza de ellos y de ellas. La validación de la gendarmería. Las trompetas no son otra cosa que los instrumentos que permiten ejercer de mejor manera la dominación. Trompetas son sinónimos de fuerza; del fuego aprisionado en las dotaciones que se generalizan. Dotaciones que se hacen necesarias. La capacidad para almacenar y mantener en reserva; las posibilidades de usufructuar la fuerza atómica, en defensa del orden y la moral. Faustina hizo bien su tarea. La hermosa Mercedes, la asimiló de manera generosa. Yo estaba ahí. Siempre he estado en el mismo sitio, al lado de ella. Y ella sin reparar seriamente en mí. Solo piensa y actúa en función de su imaginario. Ese que la sitúa en la perspectiva de alucinar y de transferir esa alucinación a los reyes modernos, a los autoritarios enfermizos; a los matadores de ilusiones y, en particular al señor de los señores o, lo que es lo mismo, al emperador pigmeo Oh, mi bella Merceditas. Hazme el favor de fijarte en mí. Ya está bien de tanto alucinar y de hacer alucinar a los dueños del mundo. Es como si estuvieras ausente, cuando estás conmigo. Mi coqueta pelirroja, ya sé que has andado mil caminos y que no tienes idea de lo que significa vivir la vida. Es decir, aplicando un concepto de vivir, asimilado a la exuberante naturaleza que nos ha otorgado la posibilidad de interpretarla y de modificarla. Ya sé que has bebido en la fuente de los dioses; no en la del Ser primigenio; sino en la de los aprendices. Los magos ordinarios. Aquellos que hacen de cada acto bufo, una pretendida ensoñación. Ya sé que no tienes referentes propios. Solo tienes los que te ha transferido Faustina. También sé que tienes identificado el rol del emperador pigmeo. El que se repite. Aquí y allá. Lo mismo en Asia que en África. Lo mismo en Europa que en América. ¡Oh!, me bella diosa; mi Mercedes acicalada por Eusebio, tu autoritario padre. Efímero aprendiz de patriarca que se diluyó en su propia incapacidad para asumir los retos inherentes a ese oficio de perdulario. Ya que no me otorgas ninguna posibilidad para acceder a tu entorno más íntimo. Ya que insistes en profundizar tu condición de oferente de pócimas para perdularios gobernantes y preeminentes machos mata mujeres; por lo menos mírame, estoy a tu lado. Mi tierna Mercedes. Mi Sol; mi paloma. Ya sabes que estoy aquí y que estaré hasta que mi vida se extinga. Ya ves, carita de ojos grandes; estoy subsumido en ti. Como sediento sujeto. Como extensión tuya. ¿Acaso no me ves? ¿Hasta cuándo debo esperar?
  • 25. Ven, mi ternura. Deja de estar aconsejando a los aurigas. Deja de estar interpretando esos sueños pérfidos de quienes acuden a ti. Esos que todo lo tienen y que han llegado hasta allí cabalgando a lomo de los demás. De los califas pútridos que han renunciado a ver el mundo con ojos de humanos. De los que suman y suman tropelías. Tú los orientas, mi bella Mercedes. Tú les permites seguir creyendo que son sujetos predestinados. ¡Oh!, mi paño de lágrimas, mírame. Soy tuyo, desde ese día en que cumpliste cinco años y planeaste tu huida del entorno de Eusebio y Saturnia. Te he escrito poemas, como este: Ya sé que estás lejos, Mi ternura. Ya sé que me tienes al borde la locura. ¿Dime, Merceditas, no te parece excelente mi poema? He escrito otros; los tengo bajo llave. Porque no se sabe. Con tanto delincuente ideológico, nunca se sabe. Merceditas; mechas, no está hoy en su sitio. He aprovechado el instante, para introducir en su inventario de bienes culturales, el escrito que le robé a Tertuliano, el vecino. Ahí se lo dejo; en su mochila azul; la que llevaba el día en que me enamoré de ella; de mi dulce Mercedes. ¿Quieren saber qué dice?, sin que ella se dé cuenta y, tal vez por eso estropee esta historia. Ha sido un largo camino. Como laberinto que agobia. Pero que, por lo mismo, ha permitido localizar los términos de referencia necesarios para enfrentar la soledad del ser que emerge consolidado, a partir de descifrar los códigos de la vida societaria. Porque viene de esa dispersión que lo había inhibido, para enfrentar vicisitudes. Hacerlo sólo le había significado, en el tiempo, no entender la dinámica asociada a sentir a los otros y a las otras. Un estar ahí, situado en su compartimento. Mirándose. Como quien no ha construido el enlace, entre sí mismo y el escenario. Actor cuyo libreto son palabras para sí. Pero que, en perspectiva, se siente aislado. Avasallado; al límite de su capacidad para discernir acerca de su rol colectivo. Posicionarse, al margen de lo inhóspito, supone un avance. Es adquirir la noción de estar en otras condiciones. Diferentes a aquellas en las que prevalecía la zozobra. Lo azaroso. Como cuando se percibe que la exterioridad acecha, como potencia ajena a cada sujeto. Como incierta posibilidad. Como expectante gendarme que rodea y asfixia. Una figura parecida a aquellas sombras del inicio; cuando no éramos otra cosa que expresiones minimizadas, al garete. Próximas al desequilibrio, por la vía de los extravíos propios de la selección natural. Sentirse vinculado a un proyecto de la naturaleza. Sin haber sido consultado o consultada; es tanto como una sumisión indescifrable; como quiera que se da sin que hubiésemos conocido la hoja de ruta inherente a ese proyecto. Tal vez, por esto mismo, llevamos la marca de la angustia. Porque no entendimos su soporte. Angustia e inquietud, que se tornan en el hilo conductor de esa sensación de impotencia. Esa misma que ha estado con nosotros y nosotras, desde el origen. En ese entonces, lo que percibíamos no iba más allá de la inmediatez que no s envolvía. Como burbuja que asfixia. Y que nos rodeaba y nos colocaba en condiciones de inferioridad Un choque de expectaciones. Mientras la naturaleza, exhibe una lógica interna. Que va, desde los organismos simples primarios; hasta las cimas que confirieron las condiciones próximas a la civilización. Todo eso como una envoltura que nos inhibía. Desde ese tiempo procede nuestra sujeción involuntaria a ese proyecto. Siendo, este, mucho más amplio en los espacios universales; mucho más complejos. Mucho más ajenos a nuestra interpretación en esa infancia temprana, como sujetos. Ya, ahí, estaba latente la soledad y sus implicaciones.
  • 26. Entonces, necesitábamos compañía. Pero no del tipo de compañía en la cual los otros y las otras estaban ahí. Al alcance físico de cada quien. Pero sin ese hilo de Ariadna que nos permitiera descifrar los códigos asociados al entorno colectivo, como sujeto en sí. Es decir, en una perspectiva de concretar expresiones conciente de organización. No como sumatoria simple de sujetos. Más bien como conciencia que se recrea y recrea. Una opción en la cual se acumulan saberes. En un concepto de acumulación emparentado con la vertebración de lo consciente como colectivo. Con todas sus implicaciones. Es decir, siendo conciente de la necesidad de crear instituciones, con los insumos de los saberes. Fundamentalmente, con esos que nos otorgan la vitalidad indispensable para re-conocernos. Como agentes de transformación. Como expresiones hacia el equilibrio. Desde la soledad inhóspita de lo individual; hasta el acompañamiento en lo colectivo. Eso de buscar el equilibrio y trascender la soledad; por la vía de sumar opciones de vida. Desde lo primario individual; hasta lo consciente colectivo; debe ser entendido como esa condición que permite acceder a una interpretación de los y las sujetos; vinculados y vinculadas a un proyecto; mucho más cercano y comprensible que aquel que tiene la naturaleza. Es, entonces, ese proyecto nuestro, el punto de comienzo y soporte de la nueva identidad. Colectiva e individual. La nueva identidad, así alcanzada, no era otra cosa que la noción de lo humano. Como categoría propia que nos situaba en el camino habilitado para transitar la vida, la historia. Con referentes definidos a partir de la necesidad inicial de asociarnos. Transfiriendo, a través de estos referentes, principios y valores. Son posibles y necesarios; habida cuenta de nuestra condición de animales superiores. Superioridad no anclada, únicamente, en la capacidad para discernir acerca del reto primario de la naturaleza; sino en nuestra capacidad para convertir ese discernimiento en, fortaleza latente para trascender la mecánica inherente a la naturaleza. En consecuencia, no opera ya aquello de la selección natural. Venimos de ahí. Somos resultantes de ese proceso. Pero no somos simplemente eso. Somos sujetos que alcanzamos la independencia; que trascendimos aquello de seres naturales específicos, en cadena; para acceder a la condición de sujetos que realizamos hechos y acciones. En capacidad para entender eso que hacemos. Sujetos de colectivización coherente. No como manadas que, en el reino animal, simplemente juntan individuos. Lo nuestro es una opción mucho más compleja; en razón a nuestra capacidad para asumir, direccionar y redefinir objetivos. Un ejercicio consciente que nos ha convocado y nos convoca a no erosionar los valores y principios adquiridos. Porque, de no ser así, volveríamos a la opción de vida de las manadas. Una vez logrado el equilibrio, soportado en la opción de vida societaria; que nos ha permitido llegar hasta el trazo del horizonte de procedimientos e instituciones en función de soportar la civilización. Una vez adquiridas la noción y la praxis relacionadas con el quehacer colectivo y que devino en la consolidación de los referentes inherentes a la humanización del consciente individual y colectivo. Por caminos siempre de dificultad; como quiera que este equilibrio, acceder a él, ha sido una apuesta por la vida. Soportando guerras, arrasamientos, aniquilaciones, etc. Decantando los logros acumulados. En una constante depuración; en términos de efectuar una disección precisa de los contenidos de los saberes acumulados. Habiendo soportado las ofensivas vulneradoras de poderes paralelos asociados a la mixtura religión-conservadurismo. Habiendo efectuado, como lo hemos hecho, acciones de profundo contenido transformador en casi todos los ámbitos. Habiendo sufrido la persecución y exterminio, a nombre de la tradición y de la moral. Nos encontramos con constantes que ejercen y han ejercido posturas y acciones de no reconocimiento de las opciones de vida; ni de los avances en el proceso de validar insumos mínimos de respeto y tolerancia. Han aparecido, en ese contexto, personajes perversos