4. Juan Manuel Chávez
Escritor e investigador, es licenciado en Literatura, diplomado en Docencia
en Educación Superior y máster en Derechos Humanos. Sigue el programa de
Doctorado en Lenguas, Literaturas, Culturas y sus Aplicaciones en la Universidad
de Valencia y es investigador de la Unidad de Estudios Biográficos de la
Universidad de Barcelona, ambas en España. Es colaborador de OBS Business
School y hasta hace poco gozó de una estancia en el Instituto de Literatura
Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires. Es autor de novelas como
Ahí va el señor G, publicada en Perú y en Argentina, y El barco de San Martín, que
le valió la mención especial del Premio Nacional de Literatura en Perú (categoría
LIJ). Además, ha escrito relatos, cuentos para niños y ensayos con los que ha
recibido prestigiosos galardones como el Premio de Ensayo de Radio UNAM
(Universidad Nacional Autónoma de México). Su novela más reciente es Cassi,
el verano (Planeta, 2018) y es autor del informe Radiografía de los estilos de vida
en Europa (OBS Business School, 2019). Todo esto es prólogo de su principal
ocupación: biógrafo de la Moka.
7. Presentación
La Municipalidad de Lima a través de su programa
Lima Lee apuesta por una ciudad que democratiza el
acceso al libro y la lectura, y que confronta las brechas
que separan al potencial lector de la biblioteca.
Buscamos una ciudad donde todos los actores
sociales participen articuladamente a favor del motor
principal del desarrollo: La educación y la cultura.
En la línea editorial del programa se elaboró la
colección “Lima Lee”, diez títulos con contenido
amigable y cálido que permite el encuentro con el
conocimiento. Estos libros reúnen la literatura de
autores peruanos y escritores universales.
El programa Lima Lee de la Gerencia de Educación
y Deportes de la Municipalidad de Lima, tiene el
agrado de entregar estas publicaciones a los vecinos
de la ciudad, con la finalidad de fomentar el hábito de
la lectura y la formación de valores.
Jorge Muñoz Wells
Alcalde de Lima
8.
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La Moka tiene una relación especial con el mar.
Tiene un gusto inmenso por los parques y los terrales,
pero lo del mar…
La Moka contempla el mar en verano y en invierno,
aunque disfruta de sus aguas en otoño y en primavera.
Será animal, pero no es bestia: en inverno le da frío y
en verano la demasiada gente la atolondra.
Pero esta primavera, la Moka lo pasa confinada casi
todo el día por la cuarentena.
Ella no sabe que es una pandemia.
Ella no sabe nada del coronavirus.
Hay palabras que domina: “calle”, “pelota”, “comida”,
“sofá” o “Moka”. Sin embargo, estas nuevas…
¿“Covid-19”?Esadesaparecerádelvocabulariogeneral
antes de que se acostumbre a su sonido.
Una palabra que casi nunca escuchaba la Moka es
“balcón”.
Moka es perruna y es peruana, aunque vive en Barcelona. Es la
mascota de una familia que viajó a Europa para seguir estudios
y atravesó el Atlántico con ellos. Moka llegó a Barcelona cuando
tenía cuatro años y pronto cumplirá siete. Esta es la historia
de una de sus pasiones: el mar, pero el mar en tiempos de
cuarentena.
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El balcón siempre fue un premio consuelo.
Balconear es observar el mar a lo lejos.
Balconear es recibir el calor del sol sin retozar en la
arena.
Balconear es ver que otros pasean, como ser personaje
secundario en vez de protagonista.
Y la Moka es la protagonista de esta historia.
Aunque balconear le agrada, tampoco le fascina: el
mundo se hace pequeño ahí.
La Moka prefiere el mar.
Es primavera.
Es el mar en primavera.
Son tiempos de cuarentena.
Ella ni siquiera se imagina que goza de un privilegio
frente a los bípedos.
La Moka no tiene prohibido salir a la calle.
La Moka no tiene prohibido.
La Moka no.
Algo así podría interpretarse del Real Decreto sobre
su caso en torno a salir de casa.
La Moka necesita la calle porque de lo contrario
tendría que mear desde el balcón.
Chorrito cayendo como hilo desde el tercer piso.
La Moka no hace pichita sobre losetas.
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Ni sobre azulejos, ni sobre parqué, ni sobre alfombras
de las mullidas o las despelusadas.
La Moka mea en terrales, en parques y en el mar.
En el mar, con el sonido del agua, la Moka vacía sus
aguas.
Pero si bien el Real Decreto no impide la salida de la
Moka, sí restringe a los bípedos que la escoltan.
Los bípedos, que no son inmunes al virus como la
Moka; los bípedos son débiles y frágiles.
De los que contagian o se contagian.
Por ello, la Moka ve limitadas sus escapadas de rutina;
tampoco está para salir sin su corte.
Y la Moka necesita la calle para mear.
Para hacer pichita.
Pis
Orinar quiere la Moka, una vez en el día, una vez a la
tarde y una vez por la noche.
Hubo una época, de cachorra, en que lo hacía hasta
seis o siete veces al día.
Ahora que ya tiene de seis a siete años, con tres salidas
es suficiente.
Aunque deberían ser menos.
Que Moka, solo dos.
Que Moka, solo una.
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Que Moka, ninguna al mar.
El mar está cerrado.
¿Se ponen puertas a los bosques? Sí. Bueno, se
acordonan.
Prohibido está para la Moka, por responsabilidad y
culpa de los bípedos, ¡cuándo no!
Aunque balconear le agrada, no le fascina.
La Moka mira desde ahí el mar como si estuviera más
lejos que nunca.
Lejos en días.
Uno.
Dos.
Tres.
Tantos.
Quizá ya comprende más la palabra “cuarentena”, la
Moka.
Que son catorce días, o dos veces catorce. Eso no lo
sabe.
Para la Moka los días son iguales pero más compactos,
acotados.
El mar es algo infinito y está bloqueado su acceso.
Lo huele.
¡Qué maneras de la Moka! Ella levanta su hocico para
olfatear la fragancia.
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Brisa sin petroleros.
Niebla sin contaminación.
Lo salado del ambiente sin hedores de tabaco o de
cerveza.
La Moka comprende el mundo por el olfato, también
mira y, a veces, escucha.
Escuchar se le da bien.
Y escucha que pronto, pronto el mar estará de nuevo
cerca.
No serán catorce, dos veces catorce. Quizá cuarenta y
tantos.
Paciencia, Moka.
Y la Moka mueve la cola porque igual saldrá un rato.
Un ratito, breve, que el Real Decreto no apoya las
maratones caninas en una pandemia.
Dar vueltas por algunas calles, eso sí.
Fingir contrición frente a la policía, en vez de brincar
a lo loco.
Y olfatear el culo de otros perros, que siempre está el
reconocimiento mutuo.
Cagar también, obvio. Con bolsita, más obvio.
Sin embargo, frente a todo lo permitido, el mar está
prohibido.
Puertas cerradas por el acordonado.
19. La primavera no dura catorce días, ni dos veces catorce
o cuarenta y tantos; se extiende por mucho más.
Y antes de que termine la primavera, la Moka estará
de nuevo en el mar.
Irá desde casa por las calles (que son unas cuantas,
cerquita queda).
Irá desde casa dejando atrás el balcón (que estará
harta de sus dos o tres metros cuadrados).
Irá desde casa a ese lugar que no es el parque ni el
terral.
Al mar a mear.
Y lo estará meando a gusto.
Pichando las aguas.
Chorrito acá.
Chorrito allá.
Y otra vez.
Que me meo.
Que ya no.
Que sí.
A lo suyo.
La Moka.
Y nada más.
Barcelona, 2020