1. TEMA XI
BIZANCIO BAJO LA DINASTIA MACEDONICA (867-912)
LA DINASTÍA MACEDÓNICA. BASILIO I (867-886). LEÓN VI (886-912).
EL PREDOMINIO BÚLGARO. EL GOBIERNO DE SIMEÓN DE BULGARIA
(893-927). CONSTANTINO VII (912-959). ROMANO I (959-963)
La autoridad del emperador en
cuestiones religiosas se había
fortalecido y la debilidad de
los abbasíes permitía planear
operaciones ofensivas, aunque
las primeras que se practican
no acaban demasiado bien,
como el asalto a Creta y
Sicilia. En el mundo eslavo,
otro de los frentes de
Bizancio, rusos y varegos
intentan el asedio de
Constantinopla en el 860, pero en el año 867 se alcanza un tratado que permite las
primeras influencias comerciales y religiosas, pues Focio envió un obispo a Kiev.
También se envió una misión a la tierra de los jázaros para contrarrestar la
influencia rusa, aunque sin éxito. En ella participaron Cirilo y Metodio.
La instauración de Basilio I tras el asesinato de Miguel III en el año 867
desarrolló y llevó a su culminación las líneas políticas ya iniciadas. Este emperador
realizó ante todo una reconciliación con Roma, al deponer a Focio del patriarcado y
permitir la reinstauración de su anterior titular, Ignacio, y al reunir un nuevo
concilio en Constantinopla. Focio no regresó hasta la muerte de Ignacio en 877. En
los años siguientes se incrementó la acción de los misioneros en Rusia, entre los
eslavos balcánicos de Macedonia y en Serbia y Bulgaria. Los musulmanes fracasan
en el asedio de Dubrovnik y se refuerza la thema de Dalmacia. Desde el año 873 el
ducado de Benevento acepta el protectorado bizantino y Bari se recupera en el
año 876, poniendo así fin a las pretensiones de los occidentales en el sur de Italia.
Pero se pierde Sicilia definitivamente: Siracusa cae en poder de los musulmanes y
Taormina lo hace en el año 902. En el frente oriental, se consolida la frontera del
Taurus con campañas en el alto Éufrates y se apoya el renacimiento del reino
armenio bajo la dinastía de los Bragatuni, con la idea de restaurar un estado-
tapón frente al mundo islámico.
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2. Basilio y su hijo y sucesor, León VI, realizaron una obra de compilación legislativa
muy importante y fueron grandes organizadores del aparato burocrático del
imperio, pero su política exterior estuvo plagada de problemas, en especial desde
que se inició la guerra con Bulgaria a partir de 894. El zar búlgaro Simeón abrió
las hostilidades alegando abusos bizantinos en el comercio de la frontera, pero la
cuestión de fondo era obtener la plenitud de la autoridad política y religiosa en
Bulgaria e incluso someter a protectorado a un imperio que parecía débil. Ante la
actitud de Bizancio, que buscó apoyo en los húngaros, Simeón encontró el de los
pechenegos, que expulsarían a los húngaros hacia su lugar actual, la llanura de
Panonia. En el año 896 los
búlgaros obtuvieron una gran
victoria en Bulgarophygon y
León VI, a pesar de la
tregua, no pudo reaccionar a
las continuas piraterías de
los árabes en el Egeo, con
ataques a Tesalónica, ni ante
los actos de hostilidad de los
rusos y varegos.
La crisis sucesoria a la
muerte de León VI
recrudeció la guerra con
Bulgaria. Constantino VII
hubo de hacer frente al
asedio de Constantinopla por
los búlgaros y, aunque Simeón fracasó, sí consiguió el título de Basileus de los
búlgaros y se acordó el matrimonio de una hija suya con Constantino. Como
aquellos acuerdos no se cumplieron, Simeón volvió a la ofensiva y, aunque obtuvo
algunas victorias, en Constantinopla desde el año 919 se hacía con el poder el jefe
de la flota, Romano Lecapeno, suegro de Constantino VII y nombrado co-
emperador en 921. De nuevo Simeón intenta el asalto a Constantinopla en el año
924 pero fracasa por la falta de apoyo naval. A su muerte, su hijo y sucesor,
Pedro, firma la paz con Bizancio, que le reconoce el título de zar y la autonomía
del patriarcado búlgaro. La concordia se sella con el matrimonio de Pedro con una
nieta de Romano Lecapeno. Bulgaria padecía las consecuencias de la pobreza por el
esfuerzo en la guerra y en aquellas circunstancias se desarrolló la predicación del
pope Bogomil, conocedor de las nuevas doctrinas paulicianas a través de los
desterrados, surgiendo con ellas una nueva doctrina de dualismo maniqueo,
contraria al poder establecido y a su dominio y riqueza. De nuevo una reforma
religiosa sirve para liberar tensiones sociales.
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3. En los decenios siguientes, Romano I Lecapeno actúa como emperador principal y
desarrolla una política interior de protección a la pequeña propiedad rural, que es
la base del imperio y también para contener el auge económico de las grandes
familias, pero la excesiva presión fiscal y circunstancias desafortunadas como el
hambre y una epidemia en el invierno de 927, dificultaron su empeño. Cuando se
acaba la amenaza de los Balcanes, el emperador puede intervenir en la frontera
oriental, donde los emires de Alepo le daban problemas. También Rusia intenta de
nuevo asaltar la capital del imperio, pero fracasa y se llega a un acuerdo que le
permite a Bizancio convencer a los rusos de la conveniencia de aceptar la
influencia cultural y religiosa del imperio en vez de intentar su aniquilamiento. En
el año 957 la princesa Olga, regente de Kiev, recibe el bautismo y era recibida en
la corte de Constantinopla.
La caída de Romano Lecapeno en 944 y la toma de poder efectivo por Constantino
VII Porfirogeneta no significaron cambios importantes en la voluntad política, que
mezclaba derrotas y aparentes claudicaciones con una voluntad de supremacía
cultural frente a islámicos y bárbaros. Constantino se apoyó en una de las grandes
familias aristocráticas del imperio, la de los Focas: Bardas Focas fue nombrado
jefe del ejército de Oriente.
Romano I Lecapeno
Cristo bendiciendo a Constantino VII (Museo Pushkin)
Pero el empeño en apoyar a la masa campesina no cejó porque sabía que allí estaba
la estructura de su poder, como tampoco olvidó la principal idea de su política
exterior, que era la ofensiva contra el Islam. El intento de recuperar Creta en
949 fracasó, pero se contuvo la ofensiva de los hamdamíes y se sentaron las bases
para la victoria al designar jefes del ejército en 954 a Nicéforo Focas y Juan
Tzimiscés, mientras que se intentaban abrir alianzas en Occidente, enviando
embajadas a Otón I y Abderramán.
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4. ROMANO II (959-963). NICÉFORO FOCAS (963-969). JUAN TZIMISCES
(969-976). BASILIO II (976-1025). ENFRENTAMIENTO CON LOS
BÚLGAROS, JÁZAROS, PECHENEGOS Y CUMANOS. RECONQUISTA
BIZANTINA. CONSTANTINO VIII (1025-1028) Y SUS SUCESORES. FIN
DE LA DINASTÍA MACEDÓNICA. EL CISMA DE ORIENTE.
CONSTANTINO IX (1042-1054). MIGUEL CERULARIO
Tras el breve reinado de Romano II la continuidad se aseguró con el matrimonio
del nuevo emperador, Nicéforo Focas, con Teófano, viuda del difunto. Tanto
Nicéforo como su sucesor, Juan Tzimiscés, eran jefes militares que aportaron su
prestigio y capacidad bélica sin romper la línea dinástica, que se restaura en la
persona de Basilio II, en cuyo tiempo alcanza el imperio bizantino su mejor
momento de expansión territorial e influencia política exterior. Tanto Nicéforo
Focas como Juan Tzimiscés pertenecían a familias aristocráticas. El primero
modificó las leyes de Romano Lecapeno, con lo que fomentó el auge de la gran
propiedad, en detrimento del campesinado, aunque luego Basilio II restauró la
primitiva legislación y reanudó una política agraria contraria a los intereses
aristocráticos y a la acumulación de tierras por los monasterios.
En los años de Nicéforo Focas se consiguió avanzar
más allá de la frontera del Taurus mediante
campañas en Cilicia y Siria. Juan Tzimiscés avanzaría
con ánimo de oponerse a la expansión de los fatimíes
hasta el norte de Palestina. Se logra recuperar
Chipre y Creta. Mientras tanto, en la relación con
Bulgaria se producía un cambio fundamental:
impulsados por Bizancio, los rusos de Kiev atacan y
conquistan Bulgaria y a continuación se enfrentan
directamente con Bizancio, que logra desalojarlos de
Bulgaria en el año 971. El zar búlgaro Samuel se
somete, aunque pone en manos griegas las rutas de
comercio danubianas y encaja a la iglesia búlgara
dentro de la bizantina. En las relaciones con Occidente hubo una nueva crisis tras
la coronación de Otón I y el intento otoniano contra Bari, apoyado por los señores
de Benevento y Capua. Pero poco después se llega a un acuerdo entre ambas
partes, refrendado por el envío de la princesa Teófano, de la familia de Juan
Tzismiscés, para su matrimonio con Otón II.
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Nicéforo II Focas
5. La máxima preocupación de Basilio II fue la
lucha contra el nuevo imperio búlgaro de
Samuel, que consiguió alzar contra Bizancio
los territorios de la antigua Bulgaria, Epiro,
Tesalia y parte de Albania, derrotar al
emperador y situarle en grave peligro porque,
al mismo tiempo, las tropas de Asia Menor se
sublevaban al mando de Bardas Focas. Una
tropa varega permitió defender la capital y
poner fin a la revuelta de Focas en el año
989. Como resultado se estrecharon las
relaciones con Kiev, al punto de que el
príncipe Vladimir se casó con una princesa
porfirogéneta, aceptó la conversión de su país
al cristianismo y adquirió culturalmente
influencia bizantina. Desde el año 991 Basilio II pudo iniciar la ofensiva contra
Croacia, cuyo rey Esteban fue nombrado eparca de Dalmacia y del principado
serbio de Dioclea, poderes cuya autonomía se reconoció a cambio de la alianza con
el imperio. Pero la necesidad de defender Antioquía y Alepo alejó al emperador
Basilio y permitió a Samuel de Bulgaria ocupar Dioclea. El gran avance bizantino se
produjo en el año 1004 y diez años después el ejército búlgaro es derrotado en las
montañas del Clidion. Samuel muere al poco tiempo y Bulgaria entera es sometida
y dividida en themas e incorporada al imperio. En los últimos años de su reinado,
Basilio II dedicó mayor atención a otros ámbitos. En Italia consigue la sumisión de
Benevento y Capua y el país se organiza con un mando único e incluso se lanzan
ataques contra Sicilia. En el otro extremo del imperio, Basilio toma parte en las
dificultades interiores de Armenia y a la muerte de Gagik I se anexiona la mayor
parte del país. Así alcanza Bizancio sus máximas dimensiones territoriales y unos
años de relativa paz exterior que hacen menos patente la rápida descomposición
interna del poder imperial ocurrida en el medio siglo siguiente a Basilio II, en la
época de los epígonos. El fondo del problema era el debilitamiento militar y fiscal
iniciado por Heraclio sobre la mediana propiedad rural de campesinos con deberes
de armas. A partir del año 1025 la aristocracia territorial no encuentra freno a la
expansión de sus propiedades y exenciones fiscales y el ejército admite gran
cantidad de mercenarios. Todo ello sucede bajo el reinado de los hijos de Basilio
II, Constantino VIII y sus hermanas Zoe y Teodora, que darían legitimidad por
vía matrimonial a los siguientes emperadores, Romano III, Miguel IV, Miguel V y
Constantino IX. La muerte de Teodora en 1056 es el fin de la dinastía
macedónica.
La apariencia del poder era brillante todavía puesto que en 1023 el general Jorge
Maniaqués conquistaba Edesa y poco después Armenia entra en el imperio. La
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Nicéforo II Focas
6. nueva ruptura con Roma en 1054 protagonizada por el patriarca Miguel Cerulario
mostraba que la solidez de las posturas religiosas de Bizancio no cedía.
El único peligro exterior parecía aún de poco peso y era un último ataque de
varegos rusos contra Constantinopla en el año 1043, mientras el imperio tomaba
contacto directo con los pechenegos, que lanzaron asaltos contra Sirmium y
atravesaron el Danubio. Los bizantinos consiguieron detener la ofensiva, aunque
hubo nuevas revueltas. Las catástrofes se sucedieron, la aristocracia civil de la
capital perdió el poder y acabó siendo inevitable su toma por miembros de la gran
aristocracia territorial apoyados por el ejército. Hay un golpe de este tipo dado
por Isaac Comneno en 1057, y el que triunfaría, por Alejo Comneno, en 1081.
Tanto Constantino Dukas como Romano IV y Miguel VII fueron importantes para
evitar una serie de reveses importantes, porque los normandos procedieron a la
conquista de Italia, los húngaros se apoderaron de Belgrado y el principado de
Dioclea y Croacia rompieron todo vínculo con el imperio. En el año 1064 una oleada
de Pechenegos y Uzos (otro pueblo de las estepas) invadió los Balcanes hasta la
misma Grecia, aunque la mayor parte fueron absorbidos en el ejército, llegando
más tarde los cumanos a la línea del Danubio. El mayor peligro era el de los persas
seleúcidas, que ocupaban Armenia Oriental y avanzaban sobre Asia Menor. La
quiebra interior del imperio fue seguida de una ruina militar sin precedentes tanto
en Italia como en regiones de Asia Menor.
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