La separación de las Iglesias latina y griega en el siglo XI
1. TEMA XIII
LA IGLESIA. RELIGIOSIDAD Y MANIFESTACIONES CULTURALES
EN LOS SIGLOS VIII-X
PROPAGACIÓN Y DEFENSA DE LA FE EN LA ÉPOCA CAROLINGIA. EL
MONARCA FRANCO COMO DEFENSOR DE LA FE
La implantación de la dinastía carolingia se realizó en estrecha relación con
los intereses eclesiásticos y pontificios. Los hijos de Carlos Martel
emprendieron una extensa obra de saneamiento del clero franco y de
mejora en las relaciones entre la Iglesia y la realeza mediante la reiterada
convocatoria de sínodos episcopales en donde se solucionaron problemas
como el de las tierras eclesiásticas dadas en beneficia por Carlos Martel a
sus fieles: se acordó que éstos o los que él nombrase en el futuro siguieran
poseyéndolas como precaria, que
reconocerían pagando un pequeño censo
a la Iglesia o monasterio propietarios
de la tierra, y que los demás servicios
seguirían prestándose al rey. La
reforma se extendería a varios lugares,
como Aquitania y Neustria, y sería el
punto de partida para el vasallaje. La
obra eclesiástica de
Carlomagno fue muy
importante y obedeció
a su manera de pensar
pero también a la idea
que él tenía de la
Iglesia, destinada a
cimentar el aparato
político del reino y a la vez ser objeto
preferente de protección por parte del
rey, que se convertía en defensor
ecclesiae. Esto permitía una continua
intervención en las cuestiones eclesiásticas, aunque Carlomagno reconoció al
Papa como fuente de la última doctrina y la enseñanza moral, así como
árbitro supremo en materia de disciplina, lo cual no le impedía promulgar y
legislar las disposiciones de los sínodos episcopales sobre diversas materias.
Al intervenir directamente en el nombramiento de los altos cargos
eclesiásticos y proclamar la liberad y jurisdicción del rey sobre las tierras
eclesiásticas, Carlomagno actuaba de hecho al modo cesaropapista, pero la
Iglesia se beneficiaba con ello porque los altos cargos tenían un mayor nivel
moral y profesional y los obispos tomaban parte muy activa en la vida
María Isabel Espiñeira Castelos 1
La institución de la precaria, por
la que los príncipes conferían a sus
sirvientes laicos, especialmente a
los compañeros guerreros, los
ingresos de templos y monasterios,
era realmente la secularización de
los bienes de la Iglesia. El abuso
había existido en el siglo sexto,
pero se desarrolló en alarmante
magnitud bajo Carlos Martel (716-
41), quien adoptó el sistema de
premios a sus soldados. La
precaria oficialmente dejó sus
propiedades a la Iglesia, pero el
dominium utile, o beneficio de ella,
era transferido a solicitud o por
preces (de ahí precaria), que era
equivalente a una orden a los laicos
que quería recompensar. El
dominium utile así adquirido, era
apto para pasarse a los herederos
de la persona que los adquiría.
2. política, además de garantizarse el cobro del diezmo eclesiástico. Los
dominios de la iglesia franca aseguraban su estabilidad. El rey promovía el
uso de la liturgia romana, protegía la evangelización y predicación e
impulsaba la formación cultural del clero. La interdependencia entre ambas
instituciones, realeza y clero resultaba inevitable y provechosa para ambos.
Al intervenir en materia eclesiástica, los reyes vinculaban cada vez más la
razón de ser y su poder al ámbito religioso. Hubo del siglo VIII al X una
proliferación de iglesias privadas y la legislación de Carlomagno y de su hijo
Ludovico Pío, aún reconociendo al patrono el derecho de dar, vender o legar
a la Iglesia, le obligaba a dotar al sacerdote con casa y parcela de tierra y
atribuía al obispo el derecho a confirmar al clérigo elegido.
Quizá la obra más trascendental de la política
carolingia fue la plena organización de la iglesia
alemana. San Bonifacio la había concebido
centrada en torno a grandes y ricos monasterios,
sede de obispos misioneros y lugares de actividad
educativa y artística. Su obra evangelizadora fue
continuada por sus discípulos, que contaron con la
protección de Pipino. El siguiente paso, la conquista
de Sajonia, sería el primer ejemplo de “conversión
por la espada”. Se fundaron ocho obispados
dependientes de Maguncia o Colonia y sus titulares
eran nombrados por los reyes. Las sedes fueron
dotadas de grandes riquezas y vienen a ser como
iglesias privadas del rey, pero con muy buena relación con Roma. La red de
parroquias rurales también aumentó y contribuyó a desarraigar los últimos
restos de paganismo. A partir del año 789 Carlomagno intentó unificar
(Admonitio Generalis) bajo el patrón benedictino las reglas y normas de la
vida de más de 600 monasterios que había en su reino. El gran promotor de
esta labor fue Benito de Aniano, que la culminó en los primeros tiempos del
reinado de Ludovico Pío, con una obra complementaria a las reglas de San
Benito de Nursia. Por primera vez se crea una conciencia monástica en toda
la Europa carolingia. Los reyes se apoyaron en diversas abadías declaradas
reales, tanto en Aquitania como en Alemania e Italia, para promover a,
través de ellas, su política: fueron centros de evangelización, agrarios e
intelectuales, pensados para una vida integrada en la sociedad, con lo que en
cierta medida se apartaban de muchos ideales primitivos de la vida monacal.
El papel que jugaron durante los siglos IX y X centros como Fulda, San Gall,
Reichenau o Constanza fue muy importante. El impulso misionero decayó
durante el siglo IX. Las empresas de los canónigos de Wenelao y Anscario
tropezaron con las hostilidades de eslavos y daneses. El éxito será mayor en
las misiones entre los ávaros y, después, entre los moravos y croatas.
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Estatua de San Bonifacio,
en Maguncia
3. EL PONTIFICADO. LA RUPTURA CON LA IGLESIA GRIEGA
Hacia el año 753, con la ayuda de Pipino, el Pontificado había recuperado sus
derechos políticos sobre el antiguo exarcado de Rávena y la Pentápolis, que
se añadieron al dominio de Roma y su región: nacen los llamados estados de
la Iglesia, como garantía de poder y defensa. La aristocracia romana y la
burocracia eclesiástica que surge de aquel dominio intervendrán en la
elección de papas. La campaña de Carlomagno en 774 confirmó los términos
del dominio político pontificio, al tiempo que al propio emperador se le daba
el título de Patricius romanorum.
Más tarde, Carlomagno afianzaba ya su suprema jurisdicción sobre los
estados pontificios y el derecho de enviar embajadores. Se obliga en una
capitular a que el papa electo sea ratificado por el emperador y le preste
juramento de fidelidad. Pero según los criterios pontificios la llamada “falsa
donación de Constantino” y el procedimiento de coronación imperial de
Carlomagno en el año 800 inducen a pensar que el papa era depositario del
dominio político imperial en Occidente o al menos un vehículo para su
transmisión. En tiempos del Papa Nicolás I se tenía la
idea de que la jurisdicción papal era suprema sobre
todos los cristianos, tanto clérigos como laicos. La
actitud de este papa ante el pretendido divorcio de
Lotario II no habría sido posible dos generaciones
atrás. La estrecha relación de la Santa Sede con el
imperio carolingio habría provocado la definitiva
desvinculación con Bizancio. Esto se manifestó
también en la procedencia de los papas, porque tras
una serie de pontífices de origen griego, a partir de 752, con la elección de
Esteban II comienzan a predominar los italianos.
El alejamiento de la iglesia griega también se debe a la crisis iconoclasta, e
incluso el regreso al culto a las imágenes por orden de la emperatriz Irene
provoca la réplica de Occidente, pues Carlomagno decidió legislar sobre ello
por consejo de sus obispos y no reconocer al emperador bizantino
competencia para hacerlo en nombre de toda la iglesia. En la misa época, los
griegos pasaban a Constantinopla la jurisdicción eclesiástica sobre Calabria,
Iliria y Sicilia, que antes pertenecían a Roma. Pero la querella más profunda
se produjo a mediados del siglo IX cuando fue elegido Focio, un inconoclasta
moderado, como patriarca de Constantinopla, en sustitución de Ignacio.
Nicolás I no aceptó el cambio y declaró depuesto y excomulgado a Focio en
863. La iglesia bizantina consideró que aquella intervención era indebida y
se opuso al envío de misioneros romanos a Bulgaria. En el año 867 un sínodo
declara depuesto y excomulgado al papa Nicolás I y herética la doctrina
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Nicolás I
4. sobre el término filioque, que los carolingios habían adoptado. Cuando dos
años más tarde Focio ocupa de nuevo la sede de Constantinopla a la muerte
de Ignacio, cede la tensión, Roma retira de Bulgaria a sus misioneros y el
Papa Juan VIII se da por satisfecho. Pero todavía continuaba habiendo
motivos de discordia:
Evangelizacion de nuevos pueblos de Europa Central.
La cuestión teológica del termino filioque.
La diferente concepción del primado romano, que en Oriente
sólo se aceptaba como supremacía arbitral y de honor, pero no
en el aspecto doctrinal y de disciplina.
Después de la querella de Focio, la relación entre ambas iglesias había sido
escasa pero dentro de la normalidad. A mediados del siglo IX el imperio
bizantino alcanzaba grandes cotas de expansión y su Iglesia se extendía a
búlgaros, eslavos del sur y rusos. El papado comenzaba también entonces a
recuperar su libertad de acción y quería ejercer su derecho de primacía.
Aprovechando la conquista normanda del sur de Italia, se desplazó el clero y
los ritos griegos por los latinos, y en Constantinopla el patriarca Miguel
Cerulario toleraba las vejaciones a que se sometía en la ciudad a los
pequeños grupos y templos que ejercían el rito latino. El papa Nicolás II
envió un embajador para regular las diferencias, pero la actitud soberbia
del patriarca y del embajador papal llevó a una situación crítica y, en el año
1054, las iglesias se separan formalmente mediante la excomunión mutua
de sus representantes. Se hacen prácticas litúrgicas y sacramentales
diferentes y sobre todo hay una actitud teológica distinta.
Nicolás II representado en
un fresco en el monasterio
de San Clemente (Roma).
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5. EL ESTAMENTO ECLESIÁSTICO
Parroquias e iglesias propias
Las temporalidades que llevaban aparejados los cargos e instituciones
eclesiásticos aumentaron la apetencia de poder de los que los detentaban. A
veces hubo usurpaciones de bienes y rentas y siempre un control sobre los
nombramientos del clero. Esto sucede también con el mismo pontificado,
sujeto a los designios de la aristocracia local romana desde finales del siglo
IX. Los obispos, por su parte, siempre eran de designación regia. En ese
tiempo culminó la implantación de iglesias rurales en muchas partes de
occidente, sobre todo en Alemania, en la España cristiana y en Inglaterra.
La parroquia ya es el punto de referencia de la comunidad rural en
sustitución de las antiguas villae. El templo no sólo sirve para las
ceremonias religiosas sino también para reuniones laicas, de carácter
judicial o mercantil, y como lugar de enterramiento, dentro de la cerca
parroquial. A veces incluso sirve de lugar de refugio. El sacerdote que la
dirige tiene cura animarum (cuidado de las almas), de donde surge su futura
denominación popular, y ciertas obligaciones con el obispo de su diócesis, a
cuya autoridad está sometido. Obligaciones suyas son:
Participar en los sínodos.
Acudir una vez al año a la iglesia episcopal.
Atender la visita pastoral del obispo a su parroquia.
De mayor relieve es la constitución de los patrimonios y rentas parroquiales,
que crean una compleja trama de intereses. Cada templo, al erigirse, recibía
una dotación de bienes raíces por parte de la persona o entidad fundadora,
incrementada mediante donativos de los fieles. Contaba además con diezmos
y limosnas. El diezmo eclesiástico se sistematiza en el siglo IX como la
renta que cobra cada parroquia en su circunscripción sobre los productos
agrarios, que son los más fáciles de cobrar, a diferencia de lo que ocurre
con los mercantiles o artesanos. En Francia y Alemania se dividía en cuatro
partes: una para el obispo, el cura, el mantenimiento del templo y para los
pobres, pero la costumbre española sólo establecía las tres primeras.
Muchas parroquias estaban organizadas según el régimen de iglesia propia y
eran propiedad de señores laicos, de otra iglesia mayor o de un monasterio.
En cualquier caso, el dueño de una iglesia la consideraba como un bien. La
privatización de relaciones y la decadencia del poder imperial permitieron
que el dominio de los señores de iglesias propias fuese mucho mayor, porque
podían nombrar y deponer libremente a los sacerdotes, que les prestaban
juramento de fidelidad. Los señores percibían en su beneficio el diezmo e
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6. incluso a veces las ofrendas del altar, aunque reservaban una cantidad
llamada presbyteratus para el sustento del cura.
EL ORDEN MONÁSTICO. LOS LAICOS. LA RENOVACIÓN
MONÁSTICA. CLUNY. INVESTIDURA LAICA. NICOLAÍSMO Y
SIMONÍA
Los fenómenos de renovación monástica tuvieron un influjo decisivo en la
religiosidad, sobre todo en la recuperación de unas condiciones de vida y
libertad eclesiástica más dignas, debido a la influencia del monasterio sobre
la vida rural. Los fenómenos eremíticos de raíz griega que surgen en Italia
influyen en reformadores europeos como Juan de Gorze y Odón de Cluny,
y en el surgimiento de un anacoretismo occidental como la figura de San
Romualdo.
La reforma más importante de las reglas de San Benito corresponde a la de
Cluny. Funda la abadía el duque Guillermo de Aquitania en el año 999, bajo la
encomienda directa de la Santa Sede y exenta de otra dependencia.
Al tiempo que recogen los principios de observancia benedictinos
promovidos por Benito Aniano, tienen otras peculiaridades:
• El esplendor en las manifestaciones de la obra de Dios.
• El sentido ascético moderado.
• Más variedad alimenticia.
• La abundancia de la lección divina.
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Abadía de Cluny
7. La escasez de trabajo manual se compensaba con el que realizaban muchos
laicos que vivían junto a la comunidad monacal. Desde la época del abad
Odilón se sistematizaron las relaciones de dependencia de Cluny y los
monasterios que habían aceptado su reforma, pues todos ellos quedaban
sujetos a la abadía madre en cuestiones de observancia y disciplina y se
distinguían dos grados de dependencia: mayor para los prioratos y menor
para las abadías afiliadas. El abad de Cluny tenía plenos poderes y él mismo
designaba a su sucesor.
Hubo otras reformas del benedictismo, como la de San Marcial de Limoges,
San Víctor de Marsella o San Cugat del Vallés. Destaca la fundación del
monasterio de Brogne en 914, sujeto a una estricta observancia de la regla
y poco después la reforma de Gorze, que dedica especial atención al trabajo
manual y a la vida ascética. También surge en Alemania la última
manifestación de reforma del benedictismo clásico, en Hirsau, y las abadías
de su grupo, que siguen una observancia litúrgica del tipo de Cluny, aunque
con independencia de esta abadía y admiten por primera vez laicos como
cofrades o familiares, sólo sujetos parcialmente a la regla. El monaquismo
benedictino daba lugar en Normandía a centros de gran fama por su labor
intelectual y en Italia alcanza su esplendor Monte Cassino.
La restauración en Inglaterra comienza después del período de las
devastaciones vikingas, cuando hacia 940 Dunstan restaura la abadía de
Glastonbury, en una línea inspirada en Cluny. Bajo el
patrocinio del rey Edgard se fundan unos 60
monasterios y se dirige la construcción de numerosas
parroquias rurales. En tiempos de Canuto el Grande
culmina la tarea de restauración de la iglesia
pregregoriana, en la que los obispos son designados
por el rey y la mayoría de las iglesias rurales son
templos propios, sin que todo ello fuera inconveniente
para una eficacia organizativa mejor que en Francia
ni óbice a la obediencia a Roma. La feudalización de la Iglesia y su caída en
poder de los laicos faculta la extensión de la simonía o venta de los actos y
cargos espirituales. Por esto se generalizó entre algunos clérigos el pago de
una determinada cantidad para conseguir un beneficio, que incluso podía
hacerse hereditario. En relación con la simonía estaba el problema de la
investidura laica, porque se hizo habitual el hecho de que los príncipes
invistiesen directamente a los obispos mediante la entrega del báculo y el
María Isabel Espiñeira Castelos 7
El caso de León IX puede ser recordado como resultado de aquel monacato
benedictino que permanecía muy vinculado a los poderes regio y episcopal.
Canuto el Grande
8. anillo. Las costumbres del clero se iban relajando, alejándose de sus
obligaciones, incluido el celibato. Es el fenómeno del llamado nicolaísmo.
LA SOCIEDAD CRISTIANA Y SUS FORMAS DE PIEDAD
La pobreza de pensamiento teológico entre San Agustín y los primeros
autores del siglo XII es casi total. Sólo cabe destacar controversias que
tienen lugar en los tiempos carolingios, como pueden ser:
La cuestión del filioque.
Cómo está Cristo presente en las especies eucarísticas consagradas.
La predestinación.
Más importante que esas cuestiones es conocer el nivel de religiosidad
común. Las tareas evangelizadoras habían sentido más preocupación por
ganar fieles que por conseguir una interiorización de las vivencias religiosas.
La práctica de la fe se veía como algo ritual con fuerte rescoldo mágico,
para obtener la protección de los poderes ultraterrenos, lo cual explica la
afición a las reliquias.
La erradicación de las prácticas paganas se realizó con lentitud. En los
países escandinavos subsisten muchas de estas prácticas hasta los siglos
XII y XIII. En la época carolingia se prestaba atención en los cánones
sinodales a las ideas paganizantes, como letras de canciones o fiestas
tradicionales. Muchos de aquellos ritos eran vistos como conjuros mágicos
para alejar fuerzas adversas y para que ayudaran en el trabajo y en la vida.
Hay continuos intentos de cristianización que se reflejan en la adaptación
de letras en lengua vulgar de las canciones, las rogativas para pedir la lluvia
y el uso del signo de la cruz como bendición para conseguir éxitos. La
proliferación de movimientos de tipo apocalíptico era más fácil, pero se ha
exagerado al hablar de los “terrores del año mil”.
La enseñanza de la doctrina se sistematiza a través de la red de
instituciones eclesiásticas y con el vehículo principal del sermón. En la época
carolingia se insiste en que cada sacerdote predique en la lengua de sus
feligreses y se prefieren como temas los morales a los dogmáticos. Hubo
otras mejoras organizativas, porque la expansión de iglesias rurales y
propias propició una pastoral mejor y más extensa y cierta mejora en el
nivel de cultura sacerdotal y en la práctica obligada del celibato. La liturgia
romana se extiende a todo el imperio. Lo más urgente en este momento era
proceder al bautismo de los recién nacidos siempre que sus padres y
padrinos se comprometan en su nombre y conozcan al menos el Padrenuestro
y el Credo. Otras disposiciones ordenan la celebración de la eucaristía en
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9. Navidad, Pascua de Resurrección y Pentecostés y el descanso y obligación
de oír misa el domingo.
La teoría sacramental no estaba del todo acabada y continuó
perfeccionándose hasta el siglo XII, con innovaciones de gran
trascendencia. La principal fue la extensión de la práctica penitencial de
confesión auricular o privada que había comenzado a desarrollarse en
Irlanda. La doctrina sobre el matrimonio también alcanzó un notable
desarrollo y los obispos carolingios pusieron especial empeño en proteger el
contrato canónicamente celebrado y detestar las formas de matrimonio por
el simple consenso o incluso con el rapto ritual de la mujer. Se insiste en las
siguientes propiedades del matrimonio:
Igualdad de los cónyuges.
Indisolubilidad del vínculo.
Monogamia.
Impedimentos de consanguinidad.
Condena del aborto.
Normas sobre las prácticas sexuales, que
deben llevar únicamente a la procreación.
El nacimiento de un derecho eclesiástico se comprende en el contexto de la
Edad Media Occidental, donde había cesado, al revés que en Bizancio, su
fusión con los derechos civiles. Los tardíos intentos carolingios para
recuperar esa función no tuvieron la fuerza para lograrlo. El auge del
primado Roma se apoyó en la capacidad para emitir decretales
(disposiciones pontificias) y en la posibilidad de usar los cánones de los
sínodos, aunque el principal inconveniente era compilar adecuadamente
aquellos cánones. En la Italia de Teodorico se hizo la compilación llamada
Dionisiana. En el siglo IX continuaron como fuentes principales del Derecho
canónico la Hispana y sobre todo una versión ampliada de la Dionisiana. Pero
el hecho más importante fue la aparición de las llamadas Falsas Decretales,
obras de clérigos realizadas en Reims o Aquisgrán hacia el año 850, en las
que aparecen textos falsos cuya aceptación fue grande. La mayor parte de
ellas se refería a las prerrogativas pontificias, al ámbito de los tribunales
eclesiásticos y a la libertad y exención del clero ante los poderes laicos. La
compilación de cánones y disposiciones auténticas continuó desde finales del
siglo IX.
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10. EL RENACIMIENTO OTONIANO
La descomposición del imperio y el impacto de las segundas invasiones
afectaron de modo diferente a la actividad intelectual de las distintas
áreas del imperio carolingio. Mientras en la Francia occidental no hay
muestras de cierto relieve hasta finales del siglo X, en Lotaringia y
Alemania se produce una renovación considerable, un nuevo renacimiento
bajo los tres Otones y Enrique III.
Las agresiones normandas y el éxodo de monjes no tuvieron efectos
negativos solamente, puesto que obligaron a intensificar relaciones entre
centros alejados e incluso al trasvase de manuscritos. Las reformas
monásticas del siglo X incrementaron la relación entre centros alejados y
sistematizaron su trabajo intelectual.
Fuera del ámbito imperial, en la España cristiana y en Inglaterra, la actitud
protectora de los reyes y la proliferación monástica del siglo X
establecieron los cauces adecuados para una promoción cultural y artística.
En el siglo X también se hicieron algo más intensas y fructíferas las
relaciones culturales con los mundos islámico y bizantino. Es la época del
apogeo de Córdoba, que incluye el arte mozárabe y asturiano y transmite
diversos saberes a los centros catalanes de Ripoll y Vich. En el sur de Italia,
Amalfi sostenía comunicaciones con el Islam fatimí.
Los mejores resultados se obtuvieron en
Alemania a partir de Otón I, un nuevo
Carlomagno que protege la vida cultural en su
corte y la promueve en las sedes episcopales y
monasterios a través de obispos y abades
nombrados por el propio emperador. Los
centros principales fueron Corvey y San Gall,
entre otros. Los resultados más importantes se
refieren a la traducción al alemán de diversas
obras clásicas.
Mayor continuidad aún que en Alemania se
observa en Italia, donde Bobbio, Novalesse e
incluso Monte Cassino atestiguan la permanencia de una tradición cultural
monástica que coexiste ya con escuelas urbanas a menudo de tipo episcopal.
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Otón I
11. La situación en Francia era menos brillante, pero destaca la escuela
monástica de Fleury o Aurillac.
Mientras tanto, en la España cristiana astur-leonesa se había consolidado
otro foco cultural desde tiempos de Alfonso III: En el siglo X surgen
Crónicas y los monasterios producen miniaturas notables, como los Beatos.
Destacan también los escritos en torno a los monasterios de San Millán de
la Cogolla y San miguel de la Escalada.
La obra de los reyes de Wessex había sido positiva en el aspecto cultural
desde que restablecieron su frontera con el Danelag. Alfredo el Grande
hizo traducir al inglés obras de uso frecuente entre los clérigos y algunos
de sus sucesores continuarían la tarea. Se crearía una tradición de
mecenazgo que recogió incluso Canuto el Grande.
Es notable la continuidad otoniana con respecto a los tiempos carolingios,
tanto en los modelos arquitectónicos de planta central y basilical como en
las artes menores. Así, en la capilla de Ottmarsheim se imita la de
Aquisgrán. Por la misma época crecían muestras artísticas en diversos
centros regionales. Son las artes menores y la miniatura inglesa, de
tradición insular y carolingia o los motivos decorativos en piedras
funerarias, armas y fíbulas de la Escandinavia vikinga. Mayor importancia
tiene el nacimiento del primer románico lombardo en el siglo X, cuyos temas
se expandirían a Cataluña, y el arte mozárabe.
Iglesia de Ottmarsheim.
Entre las obras que repiten el modelo de la
Capilla Palatina octogonal en Aquisgrán, se
encuentran Ottmarsheim (siglo XI, Alsacia) y el
coro de la abadía de la Trinidad, en Essen.
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