Guía no. 2 tercer periodo comprensión lectora grado undécimo
1. Construyendo ciudadanía, ciencia y desarrollo humano con calidad, disciplina y amor para la sociedad del siglo XXI
ATENEO MODERNO
GUÍA No. 2 DE COMPRENSIÓN LECTORA – TERCER PERÍODO
NOMBRE: _______________________________________ FECHA: ____________ CURSO: 11 - __
DOCENTE: WILMER IBÁÑEZ VILLANUEVA
TEMAS:
-TEXTO ARGUMENTATIVO.
-“LA POLÉMICA TAURINA SALTA AL RUEDO”.
INDICADORES DE DESEMPEÑO:
-Reconoce la estructura y propósito de un texto argumentativo.
-Aplica estrategias para la interpretación y comprensión de un texto de tipología argumentativa.
EJERCICIO DE PRELECTURA (ACTIVACIÓN DE SABERES PREVIOS)
-¿Te gustan los toros? ¿Has asistido a una corrida de toros o has visto alguna?
-¿Cuál es tu opinión sobre la tauromaquia?
-¿Por qué resulta tan polémico este tema?
TEXTO 1: LOS ANTITAURINOS NO ENTIENDEN (Antonio Caballero)
Como los colombianos somos incapaces de resolver los problemas reales que tenemos, solemos inventar problemas
artificiales para darnos el gusto de aparentar que los resolvemos: como el borracho del cuento que había perdido la llave
en la calle oscura, pero la buscaba en la esquina iluminada por un farol porque ahí sí había luz para encontrarla. Así nos
inventamos el problema del viaje al exterior de la lora paquita, y el de la repatriación al Ecuador de un oso de circo. Ahora
media Colombia está enardecida con las corridas de toros, espectáculo bárbaro y cruel para nuestra refinada
sensibilidad. ¿La solución? Prohibirlas.
Muchos de los partidarios de la prohibición la piden por el mero placer de prohibir los placeres ajenos, como los curas
prohíben el sexo (un obispo mexicano llegó a prohibir el chocolate). Otros alegan razones en apariencia sensatas, que se
pueden resumir en dos. La primera es que no debemos maltratar a los animales. La segunda, que no debemos exaltar la
violencia en un país destruido por la violencia.
Lo del maltrato es cierto: el toro lo sufre en la plaza. Pero resulta por lo menos hipócrita escoger al toro de lidia entre los
animales que sufren maltrato a manos del hombre cuando resulta que todos los animales lo sufren, y de todos el que
sufre menos es el toro. Lo sufren los salvajes y los domésticos: desde los canarios cantores enjaulados hasta las vacas
de ordeño estabuladas, desde los mosquitos perseguidos con insecticida hasta los micos degollados vivos en los
laboratorios de vivisección, desde los peces pescados con anzuelos hasta los ratones cazados con trampa. Y de todos
los animales el que recibe mejor trato es el toro de lidia. Desde que nace hasta que cumple los cuatro años lo crían como
a un príncipe, protegido de todo. Y al cabo de cuatro años lo matan como a un rey en el cadalso: en el curso de una
fiesta, y al cabo de un combate.
Y resulta que el toro bravo, como el hombre, es un animal de combate. Le gusta combatir, ya sea con otros en el campo
o con los toreros en la plaza. Justamente por eso es posible torearlo: porque da la pelea, cuando prácticamente todas las
demás especies animales rehúyen la pelea, tanto el tigre como la serpiente, tanto la rana como el murciélago. Trate
usted de torear a un burro y verá que no se deja.
Lo del maltrato a los animales, pues, refleja una gran hipocresía. Lo de la exaltación a la violencia en un país violento
revela gran miopía.
Porque el hombre es violento por naturaleza. Y es por eso por lo que todas las sociedades humanas, desde los albores
de la historia, han intentado encauzar esa violencia para hacerla menos dañina, ritualizándola en el sacrifico o en el
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juego. No es posible suprimirla. Reprimirla es contraproducente. Es necesario sublimarla, para que no lo destruya todo. Y
uno de los modos más exitosos de la sublimación de la violencia, uno que combina el ritual del sacrificio con la alegría
del juego, es la corrida de toros. En ella el público traslada al matador, al oficiante, su violencia colectiva, que se ejerce
sólo contra el toro simbólico y totémico. Sólo queda el rezago, prácticamente inofensivo, de desfogarse tirando
almohadillas al ruedo o chiflando al presidente de la plaza.
Y por añadidura, claro, está el arte del toreo. Entiendo que no es fácil que puedan acceder a su comprensión gente que,
como los antitaurinos, consideran que la represión es la mejor manera de tratar las pasiones humanas, o tal vez la única.
Pero que entiendan, por lo menos, que nadie los obliga a ellos a ir a toros.
TEXTO 2: SUEÑO CON QUE COJAN A TODOS LOS TOREROS (Daniel Samper Ospina)
La primera vez que fui a toros tendría 14 años y el primer impacto que recibí no fue ético sino estético: después de
esperar en una butaca diminuta por horas, sonó una fanfarria de cobres destemplados y salió un señor medio afeminado
que caminaba como si tuviera hemorroides. Iba vestido con medias rosadas, estaba embutido en una especie de panty
forrado al que no le cabía un adorno más, y lo seguía una estela de personajes similares, pero más grotescos, que le
daban al espectáculo un aire de desfile de orgullo gay.
Me habría parecido un evento divertido de no ser porque a la salida del primer toro vi cómo toda esa cofradía luminosa
de transvestidos alegres se convertían en una manga de sádicos dispuestos a ofrecerme el espectáculo más violento al
que hasta entonces había asistido.
Me acuerdo que lo que más me impactó no fue tanto la crueldad de la corrida como su celebración: la satisfacción que
los cinco mil espectadores sentían cada vez que pasaba algo que para mí era terrible: cada vez que mareaban al toro,
cada vez que le clavaban una lanza desde un caballo, cada vez que le clavaban una espada por la espalda.
Desde entonces me producen náuseas las corridas, y los argumentos que dan quienes las defienden: que es que es arte.
Que es que es un ritual en el que exorcizamos a la muerte: ¿y por qué no van y exorcizan a la muerte con sus tías, por
ejemplo? ¿Por qué no van y las zarandean y les clavan cuchillos delante de una gradería que las aturda a gritos?
No entiendo que tiene de artístico el cadáver destrozado de un toro en la arena ni cuál verdad se puede encontrar en un
adolorido hocico que echa sangre. Y creo, como Manuel Vicent, que si la tauromaquia es un arte, entonces el
canibalismo es gastronomía.
Alguien defendía esta barbarie con un argumento digno de los nazis: que si no fuera por las corridas, los toros de lidia no
existirían como especie. Tan nobles, pues. Tan humanos. Todos los toros deberían agradecer ese miserable gesto de
infamia que consiste en prolongarles la descendencia solamente para matarlos con una lentitud dolorosa, como si en ese
caso no fuera más digno haber nacido muerto.
Una vez alguien me dijo que para qué criticaba las corridas si después salía a comer carne. Es un supuesto extraño que
exige que para que uno sienta náuseas ante los actos de tortura debe ser necesariamente vegetariano. No: no soy
vegetariano. Me encanta la carne. Pero no por eso me parece bien que el ser humano se sienta valiente por hurgarle las
vísceras a un toro que estaba tranquilo en una llanura, y haga de ese episodio de sevicia todo un carnaval comercial.
El toro no embiste lo que brille o lo que se mueva sino su propia locura. Con el lomo hecho jirones por los relámpagos de
la espada, apenas despliega en la arena un mugido agónico, desesperado, enfermo, sin lograr entender la euforia de la
sangre: ¿cómo será morir en ese delirio?; ¿a cuenta de qué está permitida esta masacre?
Estoy seguro que la tauromaquia sólo sirve para demostrar la bajeza del ser humano. Estoy seguro de que ninguna vaca
gozaría encerrando en un corral a César Rincón para irlo destripando poco a poco, con el fin de arrancarle una oreja.
Siempre he ido por los toros. Sueño con que cojan a todos los toreros. Y también sueño con que prohíban las corridas
para no tener que confrontarnos con el horror de lo que somos: una serie de gente que aplaude cuando hay sangre; que
nunca ha respetado la vida en otros huesos; que sirve sobre todo para clavar puñales por la espalda.
3. Construyendo ciudadanía, ciencia y desarrollo humano con calidad, disciplina y amor para la sociedad del siglo XXI
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EJERCICIO DURANTE LA LECTURA
-Subraya palabras y/o expresiones claves del texto.
-Establece, por lo menos, un concepto y una proposición para cada texto.
EJERCICIO DESPUÉS DE LA LECTURA
1. ESCRIBE FALSO O VERDADERO PARA CADA ENUNCIADO.
a. Daniel Samper Ospina reconoce con ironía que somos un país muy sensible. ( )
b. Antonio Caballero considera que los antitaurinos rechazan esta actividad como una forma de represión de las pasiones
humanas. ( )
c. Antonio Caballero compara las corridas de toros con un desfile gay. ( )
d. Según Antonio Caballero, con las corridas de toros se exalta la violencia. ( )
e. Para Daniel Samper Ospina, todos los toreros, incluido César Rincón, deberían ser encerrados y entregados a las
vacas. ( )
f. Según Daniel Samper Ospina, con el toreo se exorciza la muerte. ( )
g. Para Antonio Caballero, el toro es un animal de combate como el hombre. ( )
2. CONTESTA LAS SIGUIENTES PREGUNTAS.
a. ¿Qué fue lo que más le impactó del toreo a Samper Ospina?
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b. ¿Qué relación hay entre violencia y toreo, según Caballero?
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c. ¿Cuáles son las razones que argumentan los partidarios de la prohibición del toreo?
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4. Construyendo ciudadanía, ciencia y desarrollo humano con calidad, disciplina y amor para la sociedad del siglo XXI
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3. COMPLETA EL CUADRO CON LOS CONTRAARGUMENTOS CORRESPONDIENTES.
ANTONIO CABALLERO DANIEL SAMPER OSPINA
El toro es el animal que menos sufre por acción del
hombre.
El toro es un animal de combate que ataca por su propia
naturaleza.
El toreo funciona como sublimación de la violencia
humana.
El toreo es un arte incomprendido por muchos.
4. ¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DEL AUTOR AL ESCRIBIR EL TEXTO? ¿LO LOGRÓ? DESCRIBE CÓMO.
5. RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS ASUMIENDO UNA POSICIÓN PROPIA.
a. ¿La “fiesta taurina” hace parte de nuestro patrimonio cultural y por eso es una tradición arraigada?
b. ¿Sacrificar a un toro por diversión o por deporte atenta contra la naturaleza?
c. ¿Prohibir las corridas de toros es la solución al problema del maltrato a estos animales?