2. 10. La Naturaleza predispone la materia para hacerle apetecer la forma.
Así el pollo suficientemente formado dentro del huevo buscando la mayor
perfección se mueve, quiebra el cascarón o le rompe con el pico. Libre de aquella
cárcel, agradece ser cuidado por la madre, se alegra de comer y ávidamente coge en
su pico y traga la comida que se de la; muestra placer si le colocan a la vista del cielo;
goza en ejercitarse en el vuelo y volar después; en una palabra: va con avidez, pero
gradualmente, a la perfección de su naturaleza.
11. Así el labrador debe procurar que la planta esté siempre provista de cuanta
humedad y calor necesite.
12. Proceden, pues, de mala manera con los niños quienes los obligan a los estudios
contra su voluntad. ¿Qué esperarán obtener de ello? Si el estómago no siente
apetito a la vista del alimento y, sin embargo, se le obliga a admitirle, no se
producirán sino náuseas y vómitos, o seguramente mala digestión y enfermedad. Por
el contrario, lo que se ingiera en un estómago hambriento lo recibirá con avidez, lo
digerirá con fuerza y lo convertirá en jugo y sangre. Por lo cual dice Isócrates: Si eres
ávido de aprender, llegarás a ser erudito.
Y Quintiliano: El deseo de aprender se apoya en la voluntad que no puede ser
obligada.
3. 13: Luego:
I. Por todos los medios hay que encender en los niños el deseo de saber y aprender.
II. El método de enseñar debe disminuir el trabajo de aprender de tal modo que no
haya nada que moleste a los discípulos ni los aparte de la continuación de los
estudios.
14. El deseo de aprender puede encenderse en los niños y ser fomentado por los
padres, los preceptores, la escuela, las cosas mismas, el método y los gobernantes.
15. Por los padres, si con frecuencia ensalzan la erudición y alaban a los eruditos; si para
estimular a sus hijos les prometen bellos libros, vestidos o alguna otra cosa agradabe; si
los encomiendan a un preceptor de tan insigne erudición como humanidad para los
discípulos (El amor y la admiración son afectos vehementísimos para imprimir el deseo
de imitar); finalmente, si alguna que otra vez los envían al preceptor con algún encargo o
regalillo, conseguirán con facilidad que acojan con agrado, no sólo la enseñanza, sino al
preceptor mismo.
16. Por los preceptores, si son afables y bondadosos, sin espantar los espíritus con su
sombría seriedad; atrayéndolos, si hacen agradables los estudios que emprendan por su
importancia, amenidad y facilidad; si alaban y ensalzan a los más aplicados (repartiendo
a los más pequeños manzanas, nueces, dulces, etc).
4. si en reunión privada o también públicamente les enseña y deja manejar
pinturas, instrumentos ópticos o geométricos, globos celestres y otras cosas
semejantes que en alguna ocasión tendrán que aprender y que pueden despertar en
ellos gran admiración; si valiéndose de ellos envía algún aviso a los padres. En una
palabra: si tratan a los discípulos con amor, fácilmente robarán su corazón de tal modo
que prefieran estar en la escuela mejor que en su casa.
17. La escuela misma debe ser un lugar agradable, brindando encanto a los ojos por
dentro y por fuera. Por dentro será una sala llena de luz limpia y adornada de pinturas
por todas partes; ya sean retratos de varones ilustres; ya mapas corográficos; ya
representaciones de la historia; ya cualquier otra clase de emblemas- Al exterior debe
tener la escuela, no sólo una gran plaza donde expansionarse y jugar (no hay que
prohibírselo a veces a la juventud, como veremos después), sino también un jardín en
el que de vez en cuando dejen saciarse a sus ojos con la vista de los árboles, flores y
hierbas. Si de esta manera se dispone, es muy posible que vayan a la escuela con no
menor contento que on el que suelen ir a las ferias, donde siempre esperan ver y oír
algo nuevo.
18. Las cosas mismas animan a la juventud si están al alcance de su edad y se exponen
con claridad, mezclando, desde luego, las jocosas o en realidad menos serias y siempre
agradables. Esto es, mezclar lo útil con lo dulce.
5. 19. Para que el método excite el deseo de los estudios es necesario, en primer lugar, que
sea natural. Lo que es natural marcha por su propio impulso. No hay que obligar al agua
a que corra por la pendiente. Si remueves el ribazo, o lo que la detenga, la verás correr al
punto. Tampoco el avecilla necesita hacerse rogar para salir volando en el momento de
abrirle la jaula, y si ofreces a la vista o el oído una hermosa pintura o melodía, no
tendrás que emplear amarras para que el oído o la vista se dirijan hacia ellas. Del
precedente capítulo, así como de las reglas que siguen, puede deducirse lo que requiere
el método natural.
En segundo lugar, para que el método mismo constituya un atractivo es necesario
suavizarle con cierta prudencia, a saber: que todas las cosas, aun las más serias, se
traten de enigmática, o mediante parábolas y apólogos. En su lugar trataremos de esto
con más extensión.
20. El Magistrado y los Rectores de las escuelas pueden también excitar la actividad de
los que estudian si intervienen por sí mismos en actos públicos (bien sean ejercicios,
declamaciones y controversias, o exámenes y promociones [grados] y reparten sin favor
entre los más aplicados alabanzas y premios.