Este documento trata sobre los novísimos, que son los temas relacionados con lo que sucede después de la muerte. Se discuten temas como la muerte, el juicio particular, el cielo, el infierno y la vida eterna. Se citan las enseñanzas de Jesús, los papas y santos sobre estos asuntos importantes que todos debemos considerar.
3. Toda nuestra realidad
futura se ilumina
desde Jesús y,
concretamente,
desde su realidad de
resucitado. Sólo Él,
verdadero hombre,
nos podría revelar -
también en la
realidad gloriosa- lo
que es el hombre (cfr.
GS 22).
4. Juan Pablo II
Los hombres y mujeres
de hoy parecemos
andar por esta vida
sin rumbo y sin
medida del tiempo,
ya que no sabemos
hacia dónde vamos
al final de esta vida
en la tierra y, además,
no sabemos medir el
tiempo de aquí con
reloj de eternidad.
5. San Juan Pablo II
Las prédicas antes del Concilio solían
recordar nuestro futuro después de la
muerte: "Acuérdate de que al fin te
presentarás ante Dios con toda tu vida”
… Tales prédicas, penetraban
profundamente en el mundo íntimo del
hombre. Sacudían su conciencia, le
hacían caer de rodillas, le llevaban al
confesionario, producían en él una
profunda acción salvífica" (JP II,
Cruzando el Umbral de la Esperanza,
1994).
6. Muerte, juicio, infierno y gloria:
¿Qué son los novísimos?
Los novísimos son la rama de la
teología que trata de lo que
sucede tras la muerte. Se habla
poco de estos temas, pero son
asuntos que nos incumben a
todos y que conviene tener
presentes. Benedicto XVI ha
hablado de la necesidad de
evangelizar sobre la vida
eterna.
7. LA MUERTE Benedicto XVI
En 2006, el Papa animaba a meditar sobre la
muerte, «aunque la así llamada civilización
del bienestar trata a menudo de borrar la
conciencia de la gente, totalmente inmersa
en las preocupaciones de la vida diaria».
Y en 2008 dijo: «Es necesario evangelizar sobre
la muerte y la vida eterna, realidades
particularmente sujetas a creencias
supersticiosas y sincretismos, para que la
verdad cristiana no corra el riesgo de
mezclarse con mitologías de diferentes tipos».
8. Muerte
San Pablo enseña que la muerte
es consecuencia del pecado de
Adán; Rom 5, 12 : «Por un hombre
entró el pecado en el mundo, y
por el pecado la muerte, y así la
muerte pasó a todos Ios
hombres, por cuanto todos
habían pecado» ; cf. Rom 5, 15;
8, 10; 1 Cor 15, 21 s.
9. Significación de la muerte
Con la llegada de la muerte cesa el tiempo de merecer
y desmerecer y la posibilidad de convertirse (sent.
cierta).
A esta enseñanza se opone la «apocatástasis», doctrina
según la cual los ángeles y los hombres condenados se
convertirán y finalmente lograrán poseer a Dios. Es
también contraria a la doctrina católica la teoría de la
transmigración de las almas (metempsícosis,
reencarnación).
Un sínodo de Constantinopla del año 543 reprobó la
doctrina de la apocatástasis; Dz 211.
10. Muerte
Es doctrina fundamental de la
Sagrada Escritura que la
retribución que se reciba en la
vida futura dependerá de los
merecimientos o
desmerecimientos adquiridos
durante la vida terrena. El
soberano Juez hace depender
su sentencia del cumplimiento
u omisión de las buenas obras
en la tierra (Mt 25, 34 ss).
Epulón
11. Muerte
Los Padres de la Iglesia
enseñan que la conversión
se limita a la vida sobre la
tierra. SAN CIPRIANO
comenta: «Cuando se ha
partido de aquí, ya no es
posible hacer penitencia y
no tiene efecto la
satisfacción. Aquí se
pierde o se gana la vida»
(Ad Demetrianum 25).
12. Muerte
El tiempo en que el hombre
decide su suerte eterna es
aquel en que se hallan
reunidos el cuerpo y el
alma, porque la retribución
eterna caerá sobre ambos.
El hombre saca de esta
verdad un estímulo para
aprovechar el tiempo que
dura su vida sobre la tierra.
13. EL JUICIO PARTICULAR
Inmediatamente
después de la muerte
tiene lugar el juicio
particular en el cual el
fallo divino decide la
suerte eterna de los
que han fallecido
(sentencia próxima a
la fe).
14. Benedicto XVI dice
Cuando no se conoce el juicio
de Dios, cuando no se conoce la
posibilidad del infierno, del
fracaso radical y definitivo de la
vida, no se conoce la posibilidad
y la necesidad de la purificación.
Entonces el hombre no trabaja
bien para la tierra, porque en
definitiva pierde los criterios, no
se conoce más a sí mismo al no
conocer a Dios, y destruye la
tierra. Diario L'Espresso, 11 II 2008.
15. Juicio particular
La doctrina del juicio particular
no ha sido definida, pero es
presupuesto del dogma de que
las almas de Ios difuntos van
inmediatamente después de la
muerte al cielo, al infierno o al
purgatorio. Los concilios
unionistas de Lyon y Florencia
declararon esto (Dz 464, 693).
16. Lumen Gentium 48:
Antes de reinar con Cristo
glorioso, todos debemos
comparecer ante el Tribunal de
Cristo para dar cuenta cada uno
de las obras buenas o malas que
haya hecho en su vida mortal (2
Cor. 5, 10); y al fin del mundo
saldrán los que obraron el bien
para la resurrección de vida; los
que obraron mal para la
resurrección de condenación (Jn.
5, 29; cf. t. 25, 46)
17. Juicio particular
Sor María Natalia Magdolna narra: Jesús me mostró a un alma
mientras se acercaba a su juicio particular. A un lado estaba su
Ángel de la Guarda y al otro Satanás. El juicio fue rápido y en
silencio. El alma pudo ver en unos instantes toda su vida, no con sus
propios ojos, sino con los de Jesús. Vio sus manchas grandes y
pequeñas. Si el alma va a la condenación, no siente remordimiento
por lo que ha hecho. Jesús permanece callado y el alma se aparta
de Él, y entonces Satanás lo arrastra al infierno. Sin embargo,
durante la mayor parte del tiempo, Jesús –con un amor
indescriptible- extiende su mano e indica el lugar a donde el alma
debe ir. Si va al purgatorio, Jesús le dice: “Entra”, y el alma se dirige
al purgatorio acompañada de nuestra Señora y de su Ángel
custodio. Esas almas son muy felices pues ya vieron su lugar en el
Cielo.
18. Sor María Natalia Magdolna narra
en La Victoriosa Reina del Mundo
Un día le pregunté a Jesús:
¿De qué depende nuestra salvación?
Me contestó:
La salvación no depende de hoy, de mañana o de ayer, sino del
último momento. Por eso ustedes deben arrepentirse
constantemente. Ustedes se salvan porque Yo los he salvado y no
por sus méritos. Solamente el grado de la gloria que ustedes
reciben en la eternidad depende de sus méritos. Por lo tanto,
deben poner en práctica dos cosas: el arrepentimiento y la
confianza en Dios. Digan con frecuencia: “Jesús, en tus manos
encomiendo mi alma”.
19. El juicio particular
San Juan de la Cruz escribió
que, «a la tarde, te
examinarán en el amor». Y
Benedicto XVI, en su
encíclica Spe salvi, afirma
que «el Juicio de Dios es
esperanza, tanto porque es
justicia, como porque es
gracia.».
20. Carlos Cancelado trata del juicio
Un sacerdote experto en
Postrimerías, dice que
tendremos cinco juicios: nos van
a examinar sobre cinco temas:
cómo fue nuestro amor a la
familia, amor al prójimo, amor al
mundo y a la naturaleza, amor
a Dios y amor al propio camino
o vocación.
21. Opina Pedro Lombardo, siglo XII, y
otros teólogos
que los pecados de los
elegidos no serán
entonces declarados,
sino que permanecerán
ocultos, como dice
David: "Bienaventurados
aquéllos cuyas
iniquidades han sido
perdonadas y cuyos
pecados han sido
encubiertos (Sal. 31, 1)".
22. CIELO. La felicidad esencial del cielo
Las almas de los justos que en el
instante de la muerte se hallan libres
de toda culpa y pena de pecado
entran en el cielo (de fe).
El cielo es un lugar y estado de
perfecta felicidad sobrenatural, la
cual tiene su razón de ser en la visión
de Dios.
23. Jesús habla del Cielo
Jesús habla del cielo con la imagen de un
banquete de bodas (Mt 25, 10; cf. Mt 22, 1 ss;
Lc 14, 15 ss), calificando esta
bienaventuranza de «vida» o «vida eterna» ;
cf. Mt 18, 8 s ; 19, 29; 25, 46; Ioh 3, 15 ss; 4, 14;
5, 24; 6, 35-59; 10, 28; 12, 25 ; 17, 2. La
condición para alcanzar la vida eterna es
conocer a Dios y a Cristo: «Esta es la vida
eterna, que te conozcan a ti, único Dios
verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (Ioh 17,
3). Los limpios de corazón verán a Dios (cfr.
Mt 5, 8).
24. San Pablo habla del cielo
San Pablo escribe: «Ni el ojo vio, y
ni el oído oyó, ni vino a la mente
del hombre lo que Dios ha
preparado para los que le aman»
(1 Cor 2, 9 ; cf. 2 Cor 12, 4).
Los justos reciben una gloria que
no tiene proporción con los
padecimientos de este mundo
(Rom 8, 18). En el Cielo veremos a
Dios cara a cara (1 Cor 13, 12; 2
Cor 5, 7).
25. Cielo
San Juan afirma que por la fe en
Jesús se consigue la vida eterna
(cf. loh 3, 16).
La vida eterna consiste en la
visión inmediata de Dios.
«Seremos semejantes a Él,
porque le veremos tal cual es» (1
Ioh 3, 2).
En el Cielo, todos los males
físicos han desaparecido (cf.
Apoc 7, 9-17).
26. Cielo
San Josemaría decía: Vamos a pensar lo que
será el Cielo. Y traía a colación lo que dice el
Evangelio: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó a
hombre por pensamiento cuáles cosas tiene Dios
preparadas para los que le aman. ¿Os imagináis
qué será llegar allí, y encontrarnos con Dios, y ver
aquella hermosura, aquel amor que se vuelca en
nuestros corazones, que sacia sin saciar? Yo me
pregunto muchas veces al día: ¿qué será
cuando toda la belleza, toda la bondad, toda la
maravilla infinita de Dios se vuelque en este
pobre vaso de barro que soy yo, que somos
todos nosotros? Y entonces me explico bien
aquello del Apóstol: ni ojo vio, ni oído oyó... Vale
la pena, hijos míos, vale la pena.
27. Felicidad accidental del cielo
En el Cielo hay una felicidad accidental
procedente del natural conocimiento y
amor de bienes creados (sent. común).
Es motivo de felicidad accidental para los
bienaventurados el hallarse en compañía
de Cristo y la Virgen, de los ángeles y los
santos, los seres queridos y los amigos, el
conocer las obras de Dios. La unión del
alma con el cuerpo glorificado el día de
la resurrección significará un aumento
accidental de gloria.
28. Propiedades del cielo
a) Eternidad
La felicidad del cielo dura por toda la eternidad
(de fe).
Benedicto XII declaró : «Y una vez que haya
comenzado en ellos esa visión intuitiva, cara a
cara, y ese goce, subsistirán continuamente en
ellos esa misma visión y ese mismo goce sin
interrupción ni tedio de ninguna clase por toda
la eternidad» (Dz 530).
29. Propiedades del cielo
b) Desigualdad
El grado de la felicidad celestial es distinto en cada uno de los
bienaventurados según la diversidad de sus méritos (de fe).
El Concilio de Florencia (1439) declara que las almas de los
plenamente justos «intuyen claramente al Dios Trino y Uno, tal cual
es, aunque unos con más perfección que otros según la diversidad
de sus merecimientos» (Dz 693).
Jesús nos asegura: «El Hijo del hombre dará a cada uno según sus
obras» (Mt 16, 27). San Pablo enseña: «Cada uno recibirá su
recompensa conforme a su trabajo» (1 Cor 3, 8), «El que escaso
siembra, escaso cosecha; el que siembra con largura, con largura
cosechará» (2 Cor 9, 6);
30. En el Cielo hay muchas moradas
Jesús nos habla de que en la casa de su Padre hay
muchas moradas (Ioh 14, 2). TERTULIANO comenta:
«¿Por qué hay tantas moradas en la casa del Padre, sino
por la diversidad de merecimientos?» (Scorp. 6). SAN
AGUSTÍN, en las muchas moradas que hay en la casa
del Padre celestial (Ioh 14, 2), ve los distintos grados de
recompensa que se conceden en la vida eterna. Y a la
supuesta objeción de que tal diversidad engendraría
envidias, responde: «No habrá envidias por los distintos
grados de gloria, ya que en todos los bienaventurados
reinará la unión de la caridad» (In loh., tr. 67, 2).
31. Benedicto XVI
«Hoy, todos somos bien conscientes de que, con el
término cielo, no nos referimos a un lugar cualquiera
del universo (…). Con este término cielo, queremos
afirmar que Dios, el Dios que se ha hecho cercano a
nosotros, no nos abandona ni siquiera en la muerte y
más allá de ella, sino que nos tiene reservado un lugar
y nos da la eternidad; queremos afirmar que en Dios
hay un lugar para nosotros. [...] Nada de lo que para
nosotros es valioso y querido se corromperá, sino que
encontrará plenitud en Dios».
Homilía del15 de agosto de 2010
32. Así razona J. Cabodevilla
En el cielo el hombre sigue siendo una criatura y
posee una capacidad de goce limitada. Sin
embargo, ésta puede ser acrecentada
indefinidamente. Siempre desbordará Dios la
capacidad del hombre para gozar de Él, pero
siempre estará en su mano dilatar más y más esa
capacidad.
33. Cielo
La felicidad que encuentra el
marido con su esposa, la
encontrará Dios contigo (Is
62,5). Es la delicada intuición
de Teresa de Lisieux al ir a
visitar a Jesús en el Sagrario:
No estoy aquí por mí, sino por
Él. Voy a ver a Dios porque
eso le gusta, porque se
alegra de verme (A, 79v).
34. Cielo – el Buen Ladrón
A la petición del buen ladrón:
acuérdate de mí cuando estés
en tu Reino, el Señor responde:
En verdad te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso
(v. 43).
De modo que el estado del
cielo es, fundamentalmente, el
de estar con Él. (Lucas 23, 42).
35. El Cielo: una relación viva y
personal con la Santísima Trinidad
San Juan Pablo II explicó: «El cielo o la
bienaventuranza en la que nos encontraremos no es
una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las
nubes, sino una relación viva y personal con la
Santísima Trinidad». Y añadió que «esta situación final
se puede anticipar de alguna manera hoy, tanto en
la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía,
como en el don de sí mismo, mediante la caridad
fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los
bienes que el Señor nos regala cada día,
experimentaremos ya la alegría y la paz de que un
día gozaremos plenamente».
36. Realidad del infierno
Las almas de los que
mueren en estado de
pecado mortal van al
infierno (de fe).
El infierno es un lugar
y estado de eterna
desdicha en que se
hallan las almas de los
réprobos.
37. Es ésta la primera idea clara que
hemos de tener sobre el infierno
Es el hombre quien elige el rechazo del amor: no se
trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior,
sino del desarrollo de premisas ya puestas por el
hombre en esta vida... es la última consecuencia del
pecado mismo (San Juan Pablo II, Catequesis de los
Miércoles, 28-VII-2000).
El infierno es un misterio que nos rebasa. Su verdad es
ante todo una llamada a la responsabilidad con que
debemos usar de nuestra libertad.
38. La condenación, para Santo
Tomás de Aquino
Santo Tomás de
Aquino llega a decir
que la masa de los
adultos se condena,
por prestar oídos más
a los reclamos de su
soberbia y de su
sensualidad que a la
voz de su conciencia.
39. ¿Cómo conciliar una condenación
eterna con un Amor Infinito?
San Juan Pablo II responde a esta difícil cuestión diciendo que Dios
ha revelado que quiere que “todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento de la verdad” (I Timoteo 2, 4). Si Dios por esto
entrega a su Hijo, ¿puede el hombre ser condenado, puede ser
rechazado por Dios?
En Mateo habla claramente de los que irán al suplicio eterno (cf.
25, 46). ¿Quiénes serán estos? La Iglesia nunca se ha pronunciado
al respecto. Es un misterio verdaderamente inescrutable entre la
santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio es, pues, la
única posición oportuna del cristiano. También cuando Jesús dice
de Judas, el traidor, que “sería mejor para este hombre no haber
nacido” (Mateo 26, 24), la afirmación no puede ser entendida con
seguridad en el sentido de una eterna condenación.
40. Son siete los tormentos en el
infierno
La pérdida de Dios para siempre, el continuo
remordimiento de conciencia, saber que ese destino no
cambiará, fuego que penetra el alma y no la aniquila,
la oscuridad permanente, compañía continua de
satanás, desesperación y odio a Dios (maldiciones,
deprecaciones y blasfemias).
Luego hay tormentos particulares, y son los tormentos de
los sentidos. Con el sentido que pecas serás
atormentado, dice Santa Faustina.
41. Santa Teresa de Jesús describe una
visión del infierno
“Fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho”, y cuyo relato
aparece en el Libro de su Vida (c. 32, nn 1-3): “...estando un día en oración, me hallé
en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno... Ello
fue un brevísimo espacio; mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible
olvidárseme. Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a
manera de horno muy bajo, y oscuro y angosto. El suelo me pareció de agua como
lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él.
…Sentí un fuego en el alma ... Los dolores corporales tan incomportables, que con
haberlos pasado en esta vida gravísimos, no es todo nada en comparación de lo
que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Porque decir que es un
estarse siempre arrancando el alma, es poco… No sé cómo encarezca aquel fuego
interior, y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía
yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar a lo que me parece, y
digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.
Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse, ni
echarse, ni hay lugar; porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan
ellas mismas, y todo ahoga; no hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas…”.
42. La visión de Santa Faustina K.
(1905-1938)
El relato de su Diario (n. 741) dice así: “Hoy he estado en los
abismos del infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de
grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión!
Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que
constituye el infierno es la pérdida de Dios; el segundo, el continuo
remordimiento de conciencia; el tercero, aquel destino no
cambiará jamás; el cuarto tormento, es el fuego que penetrará al
alma, pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego
puramente espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto
tormento, es la oscuridad permanente, un horrible, sofocante olor;
y a pesar de la oscuridad los demonios y las almas condenadas se
ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y el suyo; el
sexto tormento, es la compañía continua de Satanás; el séptimo
tormento, es una desesperación tremenda, el odio a Dios, las
imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias.
43. La visión de Santa Faustina K.
Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos,
pero no es el fin de los tormentos. Hay tormentos particulares para
distintas almas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma es
atormentada de modo tremendo e indescriptible con lo que ha
pecado. ..Habría muerto a la vista de aquellas terribles torturas, si no
me hubiera sostenido la omnipotencia de Dios. Que el pecador sepa:
con el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la
eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se
excuse (diciendo) que el infierno no existe o que nadie estuvo allí ni
sabe cómo es.
Lo que he escrito es una débil sombra de las cosas que he visto…La
mayor parte de las almas que allí están son las que no creían que el
infierno existe... Oh Jesús mío, prefiero agonizar en los más grandes
tormentos hasta el fin del mundo, que ofenderte con el menor
pecado.
44. Jesús habla del infierno
Jesús habla 27 veces del infierno. Le llama gehena,
donde el gusano no muere ni el fuego se extingue
(Mc 9, 46 s), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego
inextinguible (Mt 3, 12; Mc 9, 42), horno de fuego
(Mt 13, 42 y 50), suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay
tinieblas (Mt 8, 12; 22, 13; 25, 30), aullidos y rechinar
de dientes (Mt 13, 42 y 50; Lc 13, 28). San Pablo
dice: «Serán castigados a eterna ruina, lejos de la
faz del Señor y de la gloria de su poder» (2 Thes 1, 9
; cf. Rom 2, 6-9. Según Apoc 21, 8, los impíos
«tendrán su parte en el estanque que arde con
fuego y azufre»; allí serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos» (20, 10).
45. Los Padres dan testimonio unánime
de la realidad del infierno.
Según SAN IGNACIO DE
ANTIOQUÍA, todo aquel que «por su
pésima doctrina corrompiere la fe
de Dios por la cual fue crucificado
Jesucristo, irá al fuego inextinguible,
él y Ios que le escuchan» (Eph. 16,
2). SAN JUSTINO funda el castigo
del infierno en la idea de la justicia
divina, la cual no deja impune a los
transgresores de la ley (Apol. II 9)
46. Naturaleza del suplicio del infierno
La pena de daño (suplicio de privación) y la
pena de sentido (suplicio para los sentidos).
La primera corresponde al apartamiento
voluntario de Dios; la otra, a la conversión
desordenada a la criatura.
La pena de daño, que constituye
propiamente la esencia del castigo del
infierno, consiste en verse privado de la visión
beatífica de Dios ; cf. Mt 25, 41: «¡ Apartaos de
mí, malditos!»; Mt 25, 12: «No os conozco» ; 1
Cor 6, 9 : « No sabéis que los injustos no
poseerán el reino de Dios ?».
47. Infierno
La pena de sentido
consiste en los tormentos
causados externamente
por medios sensibles. La
Sagrada Escritura habla
con frecuencia del fuego
del infierno, al que son
arrojados los
condenados; designa al
infierno como un lugar
donde reinan los alaridos
y el crujir de dientes...
imagen del dolor y la
desesperación.
48. Fuego del Infierno
La mayor parte de Ios Padres suponen la
existencia de un fuego físico, aunque
insisten en que su naturaleza es distinta de
la del fuego actual. La acción del fuego
físico sobre seres puramente espirituales la
explica SANTO TOMÁS — siguiendo el
ejemplo de San Agustín y San Gregorio
Magno — como sujeción de los espíritus al
fuego material, que es instrumento de la
justicia divina.
49. Propiedades del infierno
a) Eternidad
Las penas del infierno duran toda la eternidad (de fe).
La Sagrada Escritura pone de relieve la eterna
duración de las penas del infierno, pues nos habla de
«eterna vergüenza y confusión». (Dan 12, 2; cf. Sap. 4,
19), de «fuego eterno» (Iudith 16, 21; Mt 18, 8; 25, 41; Iud
7), de «suplicio eterna» (Mt 25, 46), de «ruina eterna» (2
Thes 1, 9). Se habla de «fuego inextinguible» (Mt 3, 12;
Mc 9, 42) o de la «gehenna, donde el gusano no
muere ni el fuego se extingue» (Mc 9, 46 s).
50. continúa Propiedades del infierno
b) Desigualdad de penas
La cuantía de la pena de cada uno de los
condenados es diversa según el diverso grado
de su culpa (sent. común).
Los concilios unionistas de Lyon y Florencia
declararon que las almas de los condenados
son afligidas con penas desiguales
51. El infierno
«Morir en pecado mortal, sin estar
arrepentidos ni acoger el amor
misericordioso de Dios, significa
permanecer separados de Él para
siempre por nuestra propia y libre
elección. Este estado de autoexclusión
definitiva de la comunión con Dios y
con los bienaventurados es lo que se
designa con la palabra infierno» (n.
1033 del Catecismo).
52. Infierno
La pena principal del infierno es «la
separación eterna de Dios, en quien
únicamente puede tener el hombre la
vida y la felicidad para las que ha sido
creado y a las que aspira» (n. 1035).
«¡Oh, vosotros, los que entráis,
abandonad toda esperanza!», leían los
condenados al llegar al infierno, según
narra Dante Alighieri en la Divina
Comedia.
53. El infierno: rechazo definitivo de
Dios
Dios es Padre infinitamente bueno y
misericordioso. Pero el hombre puede elegir
rechazarlo. No se trata de un castigo de Dios
infligido desde el exterior, sino del desarrollo de
premisas ya puestas por el hombre en esta vida. El
infierno indica la situación en que llega a
encontrarse quien libre y definitivamente se aleja
de Dios, manantial de vida y alegría. Juan Pablo II
recordó que el pensamiento del infierno «no debe
crear psicosis o angustia; pero representa una
exhortación necesaria y saludable a la libertad».
San Juan Pablo II, 28 de julio de 1999.
54.
55. San Juan Pablo II no dudó en
afirmar:
"El hombre de la civilización
actual se ha hecho poco
sensible a las 'cosas últimas'
... La escatología se ha
convertido, en cierto
modo, en algo extraño al
hombre contemporáneo".
56. María Natalia Magdolna, nativa de
Eslovaquia, narra que Jesús dijo:
Ustedes no deben estar ansiosos por el destino de los
difuntos. Si quieren orar por ellos, digan: “Jesús mío, yo
no me inquieto por esa alma, confío en tu misericordia y
bondad. Hágase tu voluntad. Tampoco deben
angustiarse por cómo hacerse santos. Sólo ámenme,
piensen siempre en mí y háblenme. Traten de
encontrarme en cada instante de su vida. Yo soy el
único que puedo hacerlos santos. Si ustedes viven así, lo
que recibirán de mí sobrepasará todas sus expectativas.
Yo soy para el alma y el alma es para mí.
57. ESCATOLOGÍA GENERAL
Realidad del retorno de Cristo
Al fin del mundo, Cristo, rodeado de majestad, vendrá de nuevo para
juzgar a los hombres (de fe).
Jesús predijo repetidas veces su segunda venida (parusía) al fin de los
tiempos ; Mt 16, 27 (Mc 8, 38; Ec 9, 26) : «El Hijo del hombre ha de venir
en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno
según sus obras» ; Mt 24, 30 (Mc 13, 26; Lc 21, 27) : «Entonces aparecerá
el estandarte del Hijo del hombre en el cielo, y se lamentarán todas las
tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del
cielo con poder y majestad grande.» El estandarte del Hijo del hombre,
según la interpretación de los Padres, es la santa cruz. El venir sobre las
nubes del cielo (cf. Dan 7, 13) manifiesta su divino poder y majestad.
Casi todas las cartas de los apóstoles aluden ocasionalmente a la
nueva venida del Señor y a la manifestación de su gloria
58. Señales precursoras de la Segunda
venida
a) La predicación del Evangelio por todo el mundo
b) La conversión de los judíos
En su carta a los Romanos (11, 25-32), San Pablo revela un
«misterio»: Cuando haya entrado en el reino de Dios la plenitud (es
decir, el número señalado por Dios) de los gentiles, entonces «todo
Israel» se convertirá y será salvo. Se trata, naturalmente, de una
totalidad moral.
c) La apostasía de la fe
Jesús predijo que antes del fin del mundo aparecerían falsos
profetas que lograrían extraviar a muchos (Mt 24, 4 s).
59. Señales precursoras de la segunda
venida
d) La aparición del Anticristo
e) Grandes calamidades
Jesús predijo guerras, hambres,
terremotos y graves persecuciones
contra sus discípulos: «Entonces os
entregarán a los tormentos y os
matarán, y seréis abominados de todos
los pueblos a causa de mi nombre»; Mt
24, 9. Ingentes catástrofes naturales
serán el preludio de la venida del Señor;
Mt 24, 29.
60. El momento de la nueva venida de
Cristo
Los hombres desconocen el momento en que Jesús vendrá de nuevo
(sent. cierta).
Jesús dejó incierto el momento en que verificaría su segunda venida. Al
fin de su discurso sobre la parusía, declaró: «Cuanto a ese día o a esa
hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el
Padre» ; Mc 13, 32.
Poco antes de su ascensión a los cielos, declaró el Señor a sus
discípulos : «No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos
que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano»; Act 1, 7.
San Pedro explica la dilatación de la parusía porque Dios, magnánimo,
quiere brindar a los pecadores ocasión de hacer penitencia. Ante Dios
mil años son como un solo día. El día' del Señor vendrá como ladrón; 2
Petr 3, 8-10.
61. LA RESURRECCIÓN DE LOS
MUERTOS
Todos los muertos resucitarán con sus cuerpos en el último día (de
fe).
El símbolo apostólico confiesa: «Creo... en la resurrección de la
carne». El símbolo Quicumque acentúa la universalidad de la
resurrección: «Cuando venga el Señor, todos los hombres
resucitarán con sus cuerpos».
Los apóstoles, basándose en la resurrección de Cristo, predican la
resurrección universal de los muertos (cf. Act 4, 1 s).
Los muertos resucitarán con el mismo cuerpo que tuvieron en la
tierra (de fe).
62. Condición del cuerpo resucitado
Los cuerpos de los justos serán transformados y
glorificados según el modelo del cuerpo resucitado de
Cristo (sent. cierta).
San Pablo enseña que Jesucristo « reformará el cuerpo
de nuestra vileza, conforme a su cuerpo glorioso» (Phil 3,
21). «Se siembra en corrupción y resucita en
incorrupción. Se siembra en ignominia y se levanta en
gloria. Se siembra en flaqueza y se levanta en poder. Se
siembra un cuerpo animal y se levanta un cuerpo
espiritual» (1 Cor 15, 42-44) ; cf. 1 Cor 15, 53.
63. Según San Pablo hay cuatro propiedades de
los cuerpos resucitados de los justos:
a) La impasibilidad es la propiedad de que no tener ningún mal
físico. Definiéndola con mayor precisión, es la imposibilidad de sufrir
y morir.
b) La sutileza o penetrabilidad es d, la propiedad por la cual el
cuerpo se hará semejante a los espíritus. Un ejemplo de esto lo
tenemos en el cuerpo resucitado de Cristo, que salió del sepulcro
sellado y entraba en el Cenáculo aun estando cerradas las puertas.
c) La agilidad es la capacidad del cuerpo para obedecer al
espíritu con suma facilidad.
d) La claridad es estar libre de todo lo ignominioso y rebosar
hermosura y esplendor. Jesús nos dice: «Los justos brillarán como el
sol en el reino de su Padre» (Mt 13, 43).
64. EL JUICIO UNIVERSAL
Cristo, después de su retorno, juzgará a todos los hombres (de fe.)
Casi todos los símbolos de fe confiesan, con el símbolo apostólico,
que Cristo al fin de los siglos «vendrá a juzgar a los vivos y a los
muertos», es decir, a todos aquellos que vivan cuando Él venga y a
todos los que hayan muerto anteriormente.
El libro de la Sabiduría es el primero que enseña con toda claridad
la verdad del juicio universal sobre justos e injustos que tendrá lugar
al fin de los tiempos (4, 20 ; 5, 24).
65. Juicio Universal
Jesús toma a menudo como motivo de su predicación el «día del
juicio» o «el juicio» ; cf. Mt 7, 22 s; 11, 22 y 24; 12, 36 s y 41 s. Él mismo,
en su calidad de «Hijo del hombre», será quien juzgue : «El Hijo del
hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y
entonces dará a cada uno según sus obras» (Mt 16, 27).
De esta verdad del juicio venidero, el Apóstol deduce conclusiones
prácticas para la vida cristiana, exhortando a sus lectores con
motivo del juicio para que no juzguen a sus prójimos (Rom 14, 10-12
; 1 Cor 4, 5), y suplicándoles que tengan paciencia para aguantar
los sufrimientos y persecuciones (2 Thes 1, 5-10). San Juan describe
el juicio al estilo de una rendición de cuentas (Apoc 20, 10-15).
66. El mundo actual será renovado en el último día (sent. cierta).
El profeta Isaías anuncia que habrá un nuevo cielo y una nueva
tierra : «Porque voy a crear cielos nuevos y una tierra nueva» (65, 17;
cf. 66, 22).
SAN AGUSTÍN enseña que las propiedades del mundo futuro
estarán adaptadas al modo de existir de los cuerpos humanos
glorificados, lo mismo que las propiedades de este mundo
perecedero están acomodadas a la existencia perecedera del
cuerpo mortal (De civ. Dei xx 16).
La consumación y renovación del mundo significará el final de la
obra de Cristo: su misión estará ya cumplida.
67. Palabras del Papa Benedicto XVI
sobre el juicio universal:
“En la Iglesia se habla demasiado poco
del pecado, del Paraíso y del Infierno".
Por este motivo, he querido tocar el
tema del Juicio Universal en la
encíclica Spe salvi. Quien no conoce el
Juicio definitivo no conoce la
posibilidad del fracaso y la necesidad
de la redención. Quien no trabaja
buscando el Paraíso, no trabaja
siquiera para el bien de los hombres en
la tierra" (7 feb 08).
68. Bibliografía sugerida para ampliar
sus conocimientos
Justo Luis R. Sánchez de Alva y
Jorge Molinero D. De
Vidaurreta, EL MÁS ALLÁ,
Iniciación a la Escatología,
Nostra Ediciones, México 2001.