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Ceja Rojas Marisol
18 de mayo del 2015
La educación en letras de Pablo Latapí
INTRODUCCIÓN
Pensar la educación es un trabajo arduo y complicado si se toma con seriedad,
porque en ella intervienen múltiples factores que la hacen, al criterio de la
sociedad, un proceso valioso o un hecho más sin importancia; sin embargo, a
pesar de la vislumbrada dificultad, puede manifestarse con seguridad que vale la
pena emprender este esfuerzo, pues la comprensión que deriva de este estudio
podría llevarnos a dar cuenta de las dificultades, debilidades y desaciertos y en
consecuencia, a emprender algunas acciones que hagan mejor nuestra actuación
en la labor educativa, especialmente en tiempos en que la vida en México se
presenta injusta y desalentadora y en que la educación se muestra como una
alternativa poderosa para el cambio.
Es necesario que el educador revise continuamente los conceptos con los cuales
trabaja pues de la definición que de ellos tenga se desprenderá, en gran medida,
la forma en que se relacione y lleve a cabo su labor. Entre estos conceptos podría
mencionar, al menos de entrada, el concepto de educación, de hombre y de
conocimiento.
Este ensayo está basado en el pensamiento que sobre educación expone el Dr.
Pablo Latapí Sarre en sus obras “Horizontes de la educación: lecturas para
maestros”, “Política educativa y valores nacionales” y “Análisis de un sexenio de
educación en México, 1970-1976”; y se desarrolla sobre cuatro líneas temáticas;
la primera referente a los problemas que para el autor aquejan al sistema
educativo nacional, la segunda concerniente a la definición que Latapí manifiesta
de educación, la tercera atendiendo a la interminable pregunta ¿Para qué educar?
o ¿Cuál es el fin de la educación? y la cuarta y última línea sobre el modelo
“incrementalista” como vía propuesta por Latapí para mejorar la educación
mexicana.
Ahora bien, antes de comenzar a adentrarnos en materia me parece conveniente
exponer algunos datos biográficos que nos familiaricen con el autor al que hago
referencia durante el ensayo.
2
Pablo Latapí Sarre, nació en la Ciudad de México, el 19 de abril de 1927. En 1942
ingreso a la Compañía de Jesús, donde realizó sus estudios de letras (latín, griego
y español).
Estudió en la Casa de Estudios Jesuíticos ubicada en Texas, Estados Unidos,
hasta que culminó su Maestría en Filosofía. Viajó a Alemania para iniciar sus
estudios de doctorado en filosofía en Múnich, y los culminó en la Universidad
Hamburgo.
Terminado su doctorado regresó a México, donde fundó y dirigió el Centro de
Estudios Educativos en 1963. Promovió el Primer Congreso Nacional de
Investigación Educativa, en 1981, en 1985 fue nombrado miembro del Sistema
Nacional de Investigadores (nivel III); investigador emérito de la Universidad
Nacional Autónoma de México desde 1996 y a partir de 2003 investigador nacional
de excelencia.
El final de sus días llegó la madrugada del 4 de agosto del 2009 a la edad de 82
años.
Pablo Latapí forjó una trayectoria prolífica en el campo de la investigación,
ofreciendo una crítica honesta y científica sobre la realidad de nuestra educación
nacional, impidiéndonos ignorar sus problemáticas y alentándonos a no cruzar los
brazos y hacer algo por mejorar. Como él mencionó durante un homenaje que se
le realizó en la sede del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del
Instituto Politécnico Nacional:
Estoy convencido de que hay que seguir trabajando por lo que queremos, en lo
que nos corresponde a todos, creo que para eso es la vida, es construir
esperanza, abrir horizontes, tender puentes hacia un futuro mejor, sembrar alegría
invocando nuestras utopías y trabajando tenazmente por realizarlas hasta el último
día de nuestra vida. 1
DESARROLLO
Los problemas del sistema educativo
Pablo Latapí, como investigador y crítico del sistema educativo nacional señala,
para nuestra reflexión, algunos problemas y desajustes que para él han hecho
parte del malestar de la educación en México.
1 Biblioteca Iberoamericana “Octavio Paz”. Pablo Latapí impulsor de la educación en México [en
línea]. Febrero- Abril 2010 [fecha de consulta: 9 de mayo del 2015] Disponible en:
http://www.google.com.mx/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CBwQFjAA&url=h
ttp%3A%2F%2Fservicios.cencar.udg.mx%2Fiberoamericana%2Fgetpdf.php%3Farchivo%3Dbolet
%25EDn16...pdf&ei=1c9WVfOeCoLJsAX1sIFo&usg=AFQjCNHTRH8HGizQhkgXKiSxQ8CuK3Ho5
w&bvm=bv.93564037,d.b2w
3
No es un secreto que la educación es percibida por los mexicanos como un
aparato inmensamente malo en el que se gastan millones de pesos diarios que no
se ven reflejados en mejora, así, el sistema educativo, aún a pesar de las
reformas e “innovaciones” no es más que esa “máquina pesada, ineficiente y
aburrida” 2.
La escuela parece estar más preocupada por certificar que por educar, es una
acusación fuerte pero verdadera, “la escuela primaria apenas alfabetiza, la
educación rural es menos que rudimentaria, las normales son –digámoslo con
benevolencia- mediocres”3, los niños egresan de la primaria sin saber leer con
fluidez y los que leen bien no comprenden los textos, en ocasiones ni siquiera los
más sencillos; no saben resolver las cuatro operaciones matemáticas básicas y
los que saben no entienden cómo utilizarlas en la resolución de problemas.
Ingresan a la secundaria sin dominar las habilidades básicas del pensamiento,
egresan y las fallas de conocimiento siguen ahí o se han agravado, “resulta
verdadera excepción quien aprende a pensar y a expresarse en verdadero
español”4.
“Hay un consenso informal basado en experiencia cotidianas, en que la gran
mayoría de las escuelas son bastante ineficaces. Enseñan muy poco y lo enseñan
mal”5, padres de familia y grupos se reúnen y al hablar de escuelas y educación la
opinión es bastante homogénea, los niños no están aprendiendo; no razonan ni se
expresan con habilidad.
Ello es un problema pues entonces se diría que el sistema no está cumpliendo con
una de sus funciones y la más reconocida, su función académica, que consiste en
“estimular el proceso de enseñanza-aprendizaje. Además de instruir, debe
desarrollar en la población habilidades intelectuales (raciocinio, comprensión,
síntesis, evaluación etc.)”6. Cuando el sistema no cumple a cabalidad con esta
función niega a la población que atiende la oportunidad de contar un pensamiento
lógico propio que le permita integrarse adecuadamente a los procesos sociales,
participar de sus beneficios y gozar de libertad.
2 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 72
3 Ibídem.
4 Ibíd. Pág. 75
5 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 80
6 Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 39
4
Otro problema que evidencia Latapí es la constitución del sistema escolar como
filtro de selección social que genera condiciones de desigualdad y marginación en
la sociedad.
La sociedad esta estratificada en distintas clases sociales una francamente
adinerada, otra con relativa capacidad económica que les permite sobrevivir
“cómodamente”, otra donde apenas tienen para vivir un día más con carencias y
una más que duele y que preferimos no mirar.
En este panorama de marcadas diferencias es de esperarse que las clases más
oprimidas tengan en último lugar de su lista de preocupaciones el deseo por
educarse porque lo que desean a diario es saber si ese día podrán alimentase y
que entre sus acciones no figure un esfuerzo por exigir que se amplíen las
oportunidades para su ingreso al sistema escolar; así, quienes reclaman al
sistema expansión educativa son las clases que han cubierto sus necesidades
básicas, que saben de la importancia de la educación y que se sienten con la
necesidad de adquirirla, es decir, las clases medias y altas.
Explicado lo anterior puede entenderse que cuando el gobierno opta por atender la
demanda educativa acepta y legitima la configuración del poder existente donde
los ricos siguen siendo y cada vez se hacen más ricos y los pobres siguen siendo
pobres.
Pero la educación no puede proponerse educar a unos y abandonar a otros, sino
que tiene que aceptar a todos.
“En la medida que la estratificación social se vuelve menos rígida disminuye
notablemente la desigualdad de oportunidades de educación: aún pequeños
cambios en el sistema de estratificación generan progresos muy importantes en la
igualación de oportunidades educativas”7, no obstante, la política económica
interesada en mantener estas clases sociales limita la acción de la política
educativa aunque ello no debe ser excusa para cruzar los brazos y esperar a que
milagrosamente surja el cambio. Emprender acciones como hacer notar esta
condición, crear programas compensatorios o abatir la desnutrición son vías en
manos de la política educativa que contribuirían a disminuir la desigualdad
educativa.
Si continuamos explorando nos topamos con otra situación: “la escuela se ha
aislado de la vida. Han engendrado una cultura artificial hecha de programas fijos,
7 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 109
5
de reglas, ritos y requisitos que enajenan al estudiante”8. Las escuelas han optado
por encerrarse en el currículo aferrándose a la transmisión de contenido duro, de
una gama de datos que los estudiantes perciben alejados de su vida, esta
situación se manifiesta en la pregunta “y eso ¿para qué me sirve?” que tanto
ofende a los maestros pero para la que ni siquiera ellos tienen una respuesta
diferente a “algún día lo vas a necesitar”.
Los estudiantes memorizan palabras pero no aprenden, los estudiantes repiten
pero no piensan, si la educación es “en cuanto contribuya a ahondar nuestra
consciencia”9 y no está moviendo más que a memorizar ¿Realmente se educa en
las escuelas mexicanas?
Y entonces, ¿Qué resulta de una educación que se centra en vigilar que los
estudiantes memoricen y repitan correctamente contenidos y que no se preocupa
porque revisen y reflexionen lo que acontece en su realidad? la respuesta es
simple, resulta un espacio tedioso y unos estudiantes que olvidan con facilidad
(porque sólo “aprenden” hasta que llega el examen y vacían lo memorizado) y
peor aún resulta en estudiantes ignorantes de los problemas sociales y a la larga
apáticos de los mismos.
“La teoría es indispensable pero para no ser artificial debe venir requerida por los
hechos” y hoy lo que los estudiantes necesitan es entrar en contacto con la teoría
viva, esa, que realmente nos ayuda a comprender la realidad, que nos empuja a
pensar el actuar diario, esa que provoca que nuestro comportamiento cambie para
mejor y que nos invita a innovar y crear conocimiento más que absorber
información.
Si la escuela, se preocupa un poco más por acercar a los estudiantes a la realidad
social “habrá contribuido a formar [además] consciencia cívica y consciencia
humana”10
Latapí nos habla de la educación tercermundista como un área en la que se puede
actuar para el cambio más que como desventaja que paraliza, pero aquí señala
otro problema: somos subdesarrollados por lo que nos falta de audacia,
creatividad y confianza. Porque preferimos copiar modelos extranjeros y
refugiarnos en la culpabilidad ajena en vez de superar la propia.
8 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 141
9 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 141
10 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 144
6
Si repensáramos los términos que hemos decidido adoptar para educar podríamos
darnos cuenta de que no están coincidiendo con las verdaderas necesidades
educativas de la población mexicana.
La alfabetización ayuda a ejemplificar esta situación; si el objetivo es educar un
campesino pobre no es válido quedarnos en el hecho de que aprenda a leer y
escribir, tendríamos que ir más allá porque a este campesino le favorecería más
“conocer sus derechos básicos, saber usar los servicios públicos que están a su
alcance, poderse expresar y tener algunas experiencias prácticas de organización
popular y lucha política”11.
El sistema educativo necesita emprender un esfuerzo por redefinir que se necesita
enseñar al contacto con la realidad creando modelos adecuados a estas
necesidades y que procuren el bienestar y el progreso de las personas.
¿Qué significa educación?
Creo que ahora estamos en condiciones de preguntar a Latapí ¿qué es para él
educación?, en un intento de esclarecer este concepto tan referido pero tan diluido
en el lenguaje.
Latapí es claro al decir “llevo 30 años tratando de comprender la educación y
estudiando cómo mejorarla y, tengo que confesar que no sé qué es educar ni qué
pueden esperar legítimamente las escuelas ni mucho menos los alumnos”12, no
obstante esta paradoja, comparte algunas líneas que dejan entrever sus nociones
sobre lo que significa educación.
La educación es “primeramente ayudar a tomar consciencia de una identidad
dinámica; aprenderse a sí mismo y, para ello aprender la propia herencia
cultural”13, esta primera etapa a veces olvidada pero que para Latapí es importante
en la definición de educación; aprenderse a sí mismo en cuanto a nuestro cuerpo,
sentimientos, impulsos, carencias, debilidades, destrezas, gustos, cambios, y
aprender las creencias, tradiciones, costumbres, lenguaje, mitos, formas de
organización que configuran el entorno en el que crecemos y por ende a nosotros
mismos; el espacio que nos hace lo que somos.
Después, educación es el proceso por el cual “despertamos en otros gran
curiosidad y desarrollamos su sensibilidad a la sorpresa, invitamos a asumir la
11 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 150
12 Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1.
México. Editorial Aula XXI Santillana. Pág. 55
13 Ibíd. Pág. 47
7
aventura de conocer un mundo extraño y aceptando de antemano los acertijos en
que estamos sumergidos”, en este sentido, la educación es aquella que más que
dar respuestas lanza preguntas y alienta a los alumnos a buscar y gozar de los
riesgos de descubrir y modificar.
Pensar la educación de esta manera, dice Latapí, nos empuja a reconocer en el
hombre a “un ser que sabe y que sabe que sabe, pero que además sabe que no
sabe”14, un hombre que “es grande por lo que ha descubierto pero pequeño ante
la inmensidad de lo que ignora”15, un hombre que se sabe falible y que acepta que
necesita aprender constantemente, hacer preguntas, aventurarse a descubrir;
acepta el dinamismo de lo que conoce y por tanto acepta su necesidad de
educación. Y la educación encuentra en este hombre perfectible su sentido de ser.
Latapí insiste, educación es aprender a “amar el conocimiento y descubrir en él
retos personales, inventar maneras propias de aprender y hacernos dueños de
nuestra propia reflexión. Es introducirnos al asombro, acercarnos a la posibilidad
de lo absoluto y, a la vez, tratar de comprender la perversidad humana. Es leer,
leer mucho, perderse en la música y la poesía, contestar las respuestas con
nuevas preguntas, y así madurar, en apertura a los demás y capacidad creciente
de bondad”16.
Y ante estas definiciones de educación salta a la vista lo que es la educación hoy
en las aulas pues no coincide con lo que Latapí describe, los estudiantes
permanecen sentados en un salón, copiando lo que la maestra apunta en el
pizarrón o lo que está impreso en los libros sin cuestionar el significado de lo que
transcriben a su cuaderno, sin socializar lo que están aprendiendo, sin escuchar
otras formas de comprender el contenido. No aman lo que aprenden y en sus
tiempos libres hacen muchas cosas menos volver al conocimiento, y a veces
parecen huir de todo lo que les represente la escuela y el estudio.
Por otro lado, tampoco parece que la educación esté cumpliendo con ayudar a los
estudiantes a que comprendan la perversidad humana, y entonces tenemos niños
que desde muy pequeños ya son capaces de hacer daño a sus compañeros por
prestigio o adquisición.
La educación se limitó a “seguir un programa de asignaturas y pierde el tiempo en
memorizando dinastías”17.
14 Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1. México.
Editorial Aula XXI Santillana. Pág. 53
15 Ibíd. Pág. 54
16 Ibíd. Pág. 56
17 Ibíd. Pág. 55
8
Latapí pone acento en que con su concepción de educación no está negada a las
reglas porque de hecho el mundo necesita reglas mínimas para no caer en caos,
“pero las normas debieran propiciar la aventura educativa y no inhibirla”18, es
decir, no se trata de un ambiente en que los estudiantes pasan el tiempo sin
propósito alguno sino un ambiente de libertad que reta a aprender e inspira a amar
lo que se hace.
Finalmente, en esta etapa de definición, Latapí enfatiza otro aspecto que debe
distinguir a la educación; la educación “pone en condiciones para comprender no
sólo las verdades intelectuales sino también las verdades humanas, y por tanto
educar para comprender la incomprensión; que debe preparar para establecer
relaciones humanas sanas, honestas y constructivas”19. Aprender a dominar los
asuntos intelectuales como los asuntos de los deseos y los sentimientos es vital
para crear la sociedad tolerante y pacífica que tanto se anhela.
“Somos ida y regreso entre el anhelo y la desilusión, mezcla de mal y bien, ensayo
reiterado. Vivimos unos cuantos momentos esplendidos para regresar a la
comprobación permanente de que el Bien absoluto nos queda grande”20.
El fin de la educación
Después de definir a la educación resulta relevante comenzar a pensar en el telos
educativo, pues educamos de una u otra forma pero es necesario saber qué es lo
que finalmente se pretende con educar.
Congruente, al menos a mi parecer, con su definición de educar Latapí advierte
que se debe educar para ahondar la consciencia, dejar de ser víctimas de la
explotación del más fuerte y comprometernos con la justicia social. El fin de la
educación es emancipar.
La educación debe, en este sentido, dar las bases para “cuestionar los
mecanismos de sometimiento de las clases oprimidas, combatir la enajenación de
la consciencia, fortalecer el compromiso con la justicia y la reivindicación de
derechos conculcados e incitar a transformar las condiciones del trabajo”21. La
educación debería entonces proveer al hombre de las herramientas necesarias
para conocerse, aprender a pensar por sí mismo y ser compasivo ante el dolor y la
injusticia.
18 Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1. México.
Editorial Aula XXI Santillana. Pág. 56
19 Ibíd. Pág. 80
20 Ibíd. Pág. 89
21 Ibíd. Pág. 131
9
Derivado de nuestro ejercicio en el arte de cuestionar los esquemas
preestablecidos, de asombrarnos, de acercarnos al dolor, a las injusticias y a la
vileza humana; consecuencia de nuestra formación en un ambiente de bondad y
libertad debe surgir un sentimiento de necesidad de emancipación de opinión y de
acción, en el que tengamos la posibilidad de reinventarnos y buscar alternativas.
Una necesidad de justicia social que nos orille a no cerrar los ojos ante los malos
manejos y luchar en solidaridad por el progreso y el bienestar de todos.
El incrementalismo: una alternativa de cambio
Pablo Latapí llama la atención a un hecho importante: las acciones que se
emprendan desde la educación para mejorar no van a producir efectos
importantes por sí mismas sobre la estructura social porque estarán siempre
condicionadas por una red de estructuras que impiden su máximo impacto y el
logro cabal de sus objetivos.
Para ilustrar esta idea podemos tomar como ejemplo el propósito de la escuela de
inculcar valores. Latapí lo explica así, “el propósito de inculcar determinados
valores a través de la escuela, se sabe de sobra, no puede ser independiente de
los valores que de hecho transpiran las conductas sociales. Por esto, los intentos
de transformación que no vayan acompañados de acciones correspondientes en
el resto del aparato político, más bien promoverán la frustración y la aguda
esquizofrenia valoral de los individuos”22, es decir, las acciones emprendidas para
formar valores pueden desfallecer en una sociedad que humilla, compite y
agrede.
“El incrementalismo afirma la posibilidad que la educación, acompañada de otros
procesos sociales provoquen cambios graduales, tanto en los procesos y
estructuras objetivas como en los valores y niveles de consciencia de las personas
que refuercen las tendencia deseables que conduzcan a cambios mayores”23 se
habla de que la educación produzca efectos graduales acumulativos que de a
poco creen rupturas en el orden establecido y abran camino a la construcción de
una sociedad más justa, libre y tolerante orientada a combatir la individualidad y la
marginalidad.
Las acciones educativas tienen que estar inmersas en otras estrategias
transformadoras, no pueden actuar solas si es que se esperan cambios
significativos. La educación inmersa en otras estrategias transformadoras
22 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 30
23 Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 34
10
“pueden contribuir a cambiar la sociedad gradualmente; el punto crucial es la
participación en procesos sociales que involucren cambios estructurales pequeños
y anticipan cambios mayores”24.
“La educación, sumada a otras acciones sociopolíticas y económicas tienen la
capacidad de contribuir a la generación de cambios graduales, tanto en las
estructuras objetivas de la sociedad como en los valores y niveles de consciencia
de las personas”25.
“Si el sistema educativo es un fiel servidor de la economía y ésta requiere cuadros
ocupacionales marcadamente elitistas ofreciendo empleo escaso y fuertemente
estratificado, ¿tiene la educación en nuestros países otra salida a su actual
elitismo que no sea la de un cambio en la estructura económica?”26.
Si se piensa así, las reformas educativas tendrían que estar acompañadas de
proyectos o reformas económicas y políticas congruentes.
Estos efectos graduales deben tener un carácter transexenal, emprender
investigaciones, experimentos e innovaciones educativas que aporten experiencia
para acertar en decisiones que se tomarán en los sexenios siguientes27. Las
reformas y proyectos requerirían un trabajo no de campaña sino de continuidad
política.
Finalmente, Latapí dice: “aunque el entorno no es optimista, la educación no debe
darse por vencida” 28 y aunque las acciones sean modestas si se emprenden con
inspiración, confianza y creatividad y están basadas en nuevos significados
pueden comenzar a provocar cambios; “no alcanzo a imaginarme que haya otra
manera de que nazca una nueva sociedad”29.
CONCLUSIÓN
Lo que más me impacto en todo este trabajo es la idea de que la educación no es
una barita mágica con el poder de cambiar todo sólo con sus acciones porque
necesita de la cooperación de otros sectores, pero que esto no debe detener las
finalidades de la misma.
24 Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 35
25 Ibíd. Pág. 225
26 Ibíd. Pág. 227
27 Ibíd. Pág. 229
28 Ibíd. Pág. 181
29 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México.
Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 160
11
Me parece interesante la propuesta de Latapí, a veces se piensa que las acciones
que mejor impacto pueden tener son las acciones a gran escala y entonces nos
desmotivamos y despreciamos las acciones modestas porque ¿Qué tan
importante puede ser comenzar a enseñar en los pueblos a los más pobres sus
derechos?, pero si no emprendemos grandes acciones y despreciamos las
pequeñas nos quedamos cruzados de brazos y caemos en la tan criticada
repetición que nos hace perder sentido de lo que buscábamos al comenzar
nuestra labor educativa y nos hace olvidar los sentimientos y emociones que en
principio nos movieron a optar por esta labor.
Y con nuestra elección por la repetición condenamos también a las personas que
educamos a repetir y con ello contribuimos a seguir generando una línea de
esclavos. Creo que si atendemos a la sugerencia de Latapí nos convertiríamos en
un grupo profesional enfocado en crear proyectos continuados con relevancia
social preocupados por encontrar respuestas que promuevan mejoras.
También llama mi atención el hecho de que Latapí describe un concepto de
educación que implica, además de conocimientos y la formación intelectual, el
estudio del ser humano en sus sentimientos y la contemplación de que es
necesario que el estudiante se encuentre con las bellas artes.
Es una educación que saca a los estudiantes de los libros y los datos y los acerca
más a la realidad a que exploren a partir de lo que saben, pero sobre todo a partir
de lo que no saben, el conocimiento. Es importante revisar el pasado pero sin
perder de vista el presente con todo lo que este representa descubrimientos, vida
común, problemas sociales.
Este trabajo me requirió mucho desde la elección del autor y las obras que
trataría, hubo incertidumbre porque no sabía que iba a encontrar en las palabras
de Latapí, si iba a coincidir, si no, si iba a poder articular un trabajo. La lectura me
envolvió, porque a pesar de que fue escrita hace tiempo parecía actual, y porque
el lenguaje de Latapí fue tan sencillo que me implicaba, me hablaba.
Aprendí como no había aprendido a un autor.
REFERENCIA
I. Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para
maestros. Volumen 1. México. Editorial Aula XXI Santillana.
II. Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales.
Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A.
12
III. Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México,
1970-1976. México. Editorial Nueva Imagen S.A.

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La educación en letras de Pablo Latapí

  • 1. 1 Ceja Rojas Marisol 18 de mayo del 2015 La educación en letras de Pablo Latapí INTRODUCCIÓN Pensar la educación es un trabajo arduo y complicado si se toma con seriedad, porque en ella intervienen múltiples factores que la hacen, al criterio de la sociedad, un proceso valioso o un hecho más sin importancia; sin embargo, a pesar de la vislumbrada dificultad, puede manifestarse con seguridad que vale la pena emprender este esfuerzo, pues la comprensión que deriva de este estudio podría llevarnos a dar cuenta de las dificultades, debilidades y desaciertos y en consecuencia, a emprender algunas acciones que hagan mejor nuestra actuación en la labor educativa, especialmente en tiempos en que la vida en México se presenta injusta y desalentadora y en que la educación se muestra como una alternativa poderosa para el cambio. Es necesario que el educador revise continuamente los conceptos con los cuales trabaja pues de la definición que de ellos tenga se desprenderá, en gran medida, la forma en que se relacione y lleve a cabo su labor. Entre estos conceptos podría mencionar, al menos de entrada, el concepto de educación, de hombre y de conocimiento. Este ensayo está basado en el pensamiento que sobre educación expone el Dr. Pablo Latapí Sarre en sus obras “Horizontes de la educación: lecturas para maestros”, “Política educativa y valores nacionales” y “Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976”; y se desarrolla sobre cuatro líneas temáticas; la primera referente a los problemas que para el autor aquejan al sistema educativo nacional, la segunda concerniente a la definición que Latapí manifiesta de educación, la tercera atendiendo a la interminable pregunta ¿Para qué educar? o ¿Cuál es el fin de la educación? y la cuarta y última línea sobre el modelo “incrementalista” como vía propuesta por Latapí para mejorar la educación mexicana. Ahora bien, antes de comenzar a adentrarnos en materia me parece conveniente exponer algunos datos biográficos que nos familiaricen con el autor al que hago referencia durante el ensayo.
  • 2. 2 Pablo Latapí Sarre, nació en la Ciudad de México, el 19 de abril de 1927. En 1942 ingreso a la Compañía de Jesús, donde realizó sus estudios de letras (latín, griego y español). Estudió en la Casa de Estudios Jesuíticos ubicada en Texas, Estados Unidos, hasta que culminó su Maestría en Filosofía. Viajó a Alemania para iniciar sus estudios de doctorado en filosofía en Múnich, y los culminó en la Universidad Hamburgo. Terminado su doctorado regresó a México, donde fundó y dirigió el Centro de Estudios Educativos en 1963. Promovió el Primer Congreso Nacional de Investigación Educativa, en 1981, en 1985 fue nombrado miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III); investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México desde 1996 y a partir de 2003 investigador nacional de excelencia. El final de sus días llegó la madrugada del 4 de agosto del 2009 a la edad de 82 años. Pablo Latapí forjó una trayectoria prolífica en el campo de la investigación, ofreciendo una crítica honesta y científica sobre la realidad de nuestra educación nacional, impidiéndonos ignorar sus problemáticas y alentándonos a no cruzar los brazos y hacer algo por mejorar. Como él mencionó durante un homenaje que se le realizó en la sede del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional: Estoy convencido de que hay que seguir trabajando por lo que queremos, en lo que nos corresponde a todos, creo que para eso es la vida, es construir esperanza, abrir horizontes, tender puentes hacia un futuro mejor, sembrar alegría invocando nuestras utopías y trabajando tenazmente por realizarlas hasta el último día de nuestra vida. 1 DESARROLLO Los problemas del sistema educativo Pablo Latapí, como investigador y crítico del sistema educativo nacional señala, para nuestra reflexión, algunos problemas y desajustes que para él han hecho parte del malestar de la educación en México. 1 Biblioteca Iberoamericana “Octavio Paz”. Pablo Latapí impulsor de la educación en México [en línea]. Febrero- Abril 2010 [fecha de consulta: 9 de mayo del 2015] Disponible en: http://www.google.com.mx/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CBwQFjAA&url=h ttp%3A%2F%2Fservicios.cencar.udg.mx%2Fiberoamericana%2Fgetpdf.php%3Farchivo%3Dbolet %25EDn16...pdf&ei=1c9WVfOeCoLJsAX1sIFo&usg=AFQjCNHTRH8HGizQhkgXKiSxQ8CuK3Ho5 w&bvm=bv.93564037,d.b2w
  • 3. 3 No es un secreto que la educación es percibida por los mexicanos como un aparato inmensamente malo en el que se gastan millones de pesos diarios que no se ven reflejados en mejora, así, el sistema educativo, aún a pesar de las reformas e “innovaciones” no es más que esa “máquina pesada, ineficiente y aburrida” 2. La escuela parece estar más preocupada por certificar que por educar, es una acusación fuerte pero verdadera, “la escuela primaria apenas alfabetiza, la educación rural es menos que rudimentaria, las normales son –digámoslo con benevolencia- mediocres”3, los niños egresan de la primaria sin saber leer con fluidez y los que leen bien no comprenden los textos, en ocasiones ni siquiera los más sencillos; no saben resolver las cuatro operaciones matemáticas básicas y los que saben no entienden cómo utilizarlas en la resolución de problemas. Ingresan a la secundaria sin dominar las habilidades básicas del pensamiento, egresan y las fallas de conocimiento siguen ahí o se han agravado, “resulta verdadera excepción quien aprende a pensar y a expresarse en verdadero español”4. “Hay un consenso informal basado en experiencia cotidianas, en que la gran mayoría de las escuelas son bastante ineficaces. Enseñan muy poco y lo enseñan mal”5, padres de familia y grupos se reúnen y al hablar de escuelas y educación la opinión es bastante homogénea, los niños no están aprendiendo; no razonan ni se expresan con habilidad. Ello es un problema pues entonces se diría que el sistema no está cumpliendo con una de sus funciones y la más reconocida, su función académica, que consiste en “estimular el proceso de enseñanza-aprendizaje. Además de instruir, debe desarrollar en la población habilidades intelectuales (raciocinio, comprensión, síntesis, evaluación etc.)”6. Cuando el sistema no cumple a cabalidad con esta función niega a la población que atiende la oportunidad de contar un pensamiento lógico propio que le permita integrarse adecuadamente a los procesos sociales, participar de sus beneficios y gozar de libertad. 2 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 72 3 Ibídem. 4 Ibíd. Pág. 75 5 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 80 6 Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 39
  • 4. 4 Otro problema que evidencia Latapí es la constitución del sistema escolar como filtro de selección social que genera condiciones de desigualdad y marginación en la sociedad. La sociedad esta estratificada en distintas clases sociales una francamente adinerada, otra con relativa capacidad económica que les permite sobrevivir “cómodamente”, otra donde apenas tienen para vivir un día más con carencias y una más que duele y que preferimos no mirar. En este panorama de marcadas diferencias es de esperarse que las clases más oprimidas tengan en último lugar de su lista de preocupaciones el deseo por educarse porque lo que desean a diario es saber si ese día podrán alimentase y que entre sus acciones no figure un esfuerzo por exigir que se amplíen las oportunidades para su ingreso al sistema escolar; así, quienes reclaman al sistema expansión educativa son las clases que han cubierto sus necesidades básicas, que saben de la importancia de la educación y que se sienten con la necesidad de adquirirla, es decir, las clases medias y altas. Explicado lo anterior puede entenderse que cuando el gobierno opta por atender la demanda educativa acepta y legitima la configuración del poder existente donde los ricos siguen siendo y cada vez se hacen más ricos y los pobres siguen siendo pobres. Pero la educación no puede proponerse educar a unos y abandonar a otros, sino que tiene que aceptar a todos. “En la medida que la estratificación social se vuelve menos rígida disminuye notablemente la desigualdad de oportunidades de educación: aún pequeños cambios en el sistema de estratificación generan progresos muy importantes en la igualación de oportunidades educativas”7, no obstante, la política económica interesada en mantener estas clases sociales limita la acción de la política educativa aunque ello no debe ser excusa para cruzar los brazos y esperar a que milagrosamente surja el cambio. Emprender acciones como hacer notar esta condición, crear programas compensatorios o abatir la desnutrición son vías en manos de la política educativa que contribuirían a disminuir la desigualdad educativa. Si continuamos explorando nos topamos con otra situación: “la escuela se ha aislado de la vida. Han engendrado una cultura artificial hecha de programas fijos, 7 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 109
  • 5. 5 de reglas, ritos y requisitos que enajenan al estudiante”8. Las escuelas han optado por encerrarse en el currículo aferrándose a la transmisión de contenido duro, de una gama de datos que los estudiantes perciben alejados de su vida, esta situación se manifiesta en la pregunta “y eso ¿para qué me sirve?” que tanto ofende a los maestros pero para la que ni siquiera ellos tienen una respuesta diferente a “algún día lo vas a necesitar”. Los estudiantes memorizan palabras pero no aprenden, los estudiantes repiten pero no piensan, si la educación es “en cuanto contribuya a ahondar nuestra consciencia”9 y no está moviendo más que a memorizar ¿Realmente se educa en las escuelas mexicanas? Y entonces, ¿Qué resulta de una educación que se centra en vigilar que los estudiantes memoricen y repitan correctamente contenidos y que no se preocupa porque revisen y reflexionen lo que acontece en su realidad? la respuesta es simple, resulta un espacio tedioso y unos estudiantes que olvidan con facilidad (porque sólo “aprenden” hasta que llega el examen y vacían lo memorizado) y peor aún resulta en estudiantes ignorantes de los problemas sociales y a la larga apáticos de los mismos. “La teoría es indispensable pero para no ser artificial debe venir requerida por los hechos” y hoy lo que los estudiantes necesitan es entrar en contacto con la teoría viva, esa, que realmente nos ayuda a comprender la realidad, que nos empuja a pensar el actuar diario, esa que provoca que nuestro comportamiento cambie para mejor y que nos invita a innovar y crear conocimiento más que absorber información. Si la escuela, se preocupa un poco más por acercar a los estudiantes a la realidad social “habrá contribuido a formar [además] consciencia cívica y consciencia humana”10 Latapí nos habla de la educación tercermundista como un área en la que se puede actuar para el cambio más que como desventaja que paraliza, pero aquí señala otro problema: somos subdesarrollados por lo que nos falta de audacia, creatividad y confianza. Porque preferimos copiar modelos extranjeros y refugiarnos en la culpabilidad ajena en vez de superar la propia. 8 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 141 9 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 141 10 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 144
  • 6. 6 Si repensáramos los términos que hemos decidido adoptar para educar podríamos darnos cuenta de que no están coincidiendo con las verdaderas necesidades educativas de la población mexicana. La alfabetización ayuda a ejemplificar esta situación; si el objetivo es educar un campesino pobre no es válido quedarnos en el hecho de que aprenda a leer y escribir, tendríamos que ir más allá porque a este campesino le favorecería más “conocer sus derechos básicos, saber usar los servicios públicos que están a su alcance, poderse expresar y tener algunas experiencias prácticas de organización popular y lucha política”11. El sistema educativo necesita emprender un esfuerzo por redefinir que se necesita enseñar al contacto con la realidad creando modelos adecuados a estas necesidades y que procuren el bienestar y el progreso de las personas. ¿Qué significa educación? Creo que ahora estamos en condiciones de preguntar a Latapí ¿qué es para él educación?, en un intento de esclarecer este concepto tan referido pero tan diluido en el lenguaje. Latapí es claro al decir “llevo 30 años tratando de comprender la educación y estudiando cómo mejorarla y, tengo que confesar que no sé qué es educar ni qué pueden esperar legítimamente las escuelas ni mucho menos los alumnos”12, no obstante esta paradoja, comparte algunas líneas que dejan entrever sus nociones sobre lo que significa educación. La educación es “primeramente ayudar a tomar consciencia de una identidad dinámica; aprenderse a sí mismo y, para ello aprender la propia herencia cultural”13, esta primera etapa a veces olvidada pero que para Latapí es importante en la definición de educación; aprenderse a sí mismo en cuanto a nuestro cuerpo, sentimientos, impulsos, carencias, debilidades, destrezas, gustos, cambios, y aprender las creencias, tradiciones, costumbres, lenguaje, mitos, formas de organización que configuran el entorno en el que crecemos y por ende a nosotros mismos; el espacio que nos hace lo que somos. Después, educación es el proceso por el cual “despertamos en otros gran curiosidad y desarrollamos su sensibilidad a la sorpresa, invitamos a asumir la 11 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 150 12 Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1. México. Editorial Aula XXI Santillana. Pág. 55 13 Ibíd. Pág. 47
  • 7. 7 aventura de conocer un mundo extraño y aceptando de antemano los acertijos en que estamos sumergidos”, en este sentido, la educación es aquella que más que dar respuestas lanza preguntas y alienta a los alumnos a buscar y gozar de los riesgos de descubrir y modificar. Pensar la educación de esta manera, dice Latapí, nos empuja a reconocer en el hombre a “un ser que sabe y que sabe que sabe, pero que además sabe que no sabe”14, un hombre que “es grande por lo que ha descubierto pero pequeño ante la inmensidad de lo que ignora”15, un hombre que se sabe falible y que acepta que necesita aprender constantemente, hacer preguntas, aventurarse a descubrir; acepta el dinamismo de lo que conoce y por tanto acepta su necesidad de educación. Y la educación encuentra en este hombre perfectible su sentido de ser. Latapí insiste, educación es aprender a “amar el conocimiento y descubrir en él retos personales, inventar maneras propias de aprender y hacernos dueños de nuestra propia reflexión. Es introducirnos al asombro, acercarnos a la posibilidad de lo absoluto y, a la vez, tratar de comprender la perversidad humana. Es leer, leer mucho, perderse en la música y la poesía, contestar las respuestas con nuevas preguntas, y así madurar, en apertura a los demás y capacidad creciente de bondad”16. Y ante estas definiciones de educación salta a la vista lo que es la educación hoy en las aulas pues no coincide con lo que Latapí describe, los estudiantes permanecen sentados en un salón, copiando lo que la maestra apunta en el pizarrón o lo que está impreso en los libros sin cuestionar el significado de lo que transcriben a su cuaderno, sin socializar lo que están aprendiendo, sin escuchar otras formas de comprender el contenido. No aman lo que aprenden y en sus tiempos libres hacen muchas cosas menos volver al conocimiento, y a veces parecen huir de todo lo que les represente la escuela y el estudio. Por otro lado, tampoco parece que la educación esté cumpliendo con ayudar a los estudiantes a que comprendan la perversidad humana, y entonces tenemos niños que desde muy pequeños ya son capaces de hacer daño a sus compañeros por prestigio o adquisición. La educación se limitó a “seguir un programa de asignaturas y pierde el tiempo en memorizando dinastías”17. 14 Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1. México. Editorial Aula XXI Santillana. Pág. 53 15 Ibíd. Pág. 54 16 Ibíd. Pág. 56 17 Ibíd. Pág. 55
  • 8. 8 Latapí pone acento en que con su concepción de educación no está negada a las reglas porque de hecho el mundo necesita reglas mínimas para no caer en caos, “pero las normas debieran propiciar la aventura educativa y no inhibirla”18, es decir, no se trata de un ambiente en que los estudiantes pasan el tiempo sin propósito alguno sino un ambiente de libertad que reta a aprender e inspira a amar lo que se hace. Finalmente, en esta etapa de definición, Latapí enfatiza otro aspecto que debe distinguir a la educación; la educación “pone en condiciones para comprender no sólo las verdades intelectuales sino también las verdades humanas, y por tanto educar para comprender la incomprensión; que debe preparar para establecer relaciones humanas sanas, honestas y constructivas”19. Aprender a dominar los asuntos intelectuales como los asuntos de los deseos y los sentimientos es vital para crear la sociedad tolerante y pacífica que tanto se anhela. “Somos ida y regreso entre el anhelo y la desilusión, mezcla de mal y bien, ensayo reiterado. Vivimos unos cuantos momentos esplendidos para regresar a la comprobación permanente de que el Bien absoluto nos queda grande”20. El fin de la educación Después de definir a la educación resulta relevante comenzar a pensar en el telos educativo, pues educamos de una u otra forma pero es necesario saber qué es lo que finalmente se pretende con educar. Congruente, al menos a mi parecer, con su definición de educar Latapí advierte que se debe educar para ahondar la consciencia, dejar de ser víctimas de la explotación del más fuerte y comprometernos con la justicia social. El fin de la educación es emancipar. La educación debe, en este sentido, dar las bases para “cuestionar los mecanismos de sometimiento de las clases oprimidas, combatir la enajenación de la consciencia, fortalecer el compromiso con la justicia y la reivindicación de derechos conculcados e incitar a transformar las condiciones del trabajo”21. La educación debería entonces proveer al hombre de las herramientas necesarias para conocerse, aprender a pensar por sí mismo y ser compasivo ante el dolor y la injusticia. 18 Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1. México. Editorial Aula XXI Santillana. Pág. 56 19 Ibíd. Pág. 80 20 Ibíd. Pág. 89 21 Ibíd. Pág. 131
  • 9. 9 Derivado de nuestro ejercicio en el arte de cuestionar los esquemas preestablecidos, de asombrarnos, de acercarnos al dolor, a las injusticias y a la vileza humana; consecuencia de nuestra formación en un ambiente de bondad y libertad debe surgir un sentimiento de necesidad de emancipación de opinión y de acción, en el que tengamos la posibilidad de reinventarnos y buscar alternativas. Una necesidad de justicia social que nos orille a no cerrar los ojos ante los malos manejos y luchar en solidaridad por el progreso y el bienestar de todos. El incrementalismo: una alternativa de cambio Pablo Latapí llama la atención a un hecho importante: las acciones que se emprendan desde la educación para mejorar no van a producir efectos importantes por sí mismas sobre la estructura social porque estarán siempre condicionadas por una red de estructuras que impiden su máximo impacto y el logro cabal de sus objetivos. Para ilustrar esta idea podemos tomar como ejemplo el propósito de la escuela de inculcar valores. Latapí lo explica así, “el propósito de inculcar determinados valores a través de la escuela, se sabe de sobra, no puede ser independiente de los valores que de hecho transpiran las conductas sociales. Por esto, los intentos de transformación que no vayan acompañados de acciones correspondientes en el resto del aparato político, más bien promoverán la frustración y la aguda esquizofrenia valoral de los individuos”22, es decir, las acciones emprendidas para formar valores pueden desfallecer en una sociedad que humilla, compite y agrede. “El incrementalismo afirma la posibilidad que la educación, acompañada de otros procesos sociales provoquen cambios graduales, tanto en los procesos y estructuras objetivas como en los valores y niveles de consciencia de las personas que refuercen las tendencia deseables que conduzcan a cambios mayores”23 se habla de que la educación produzca efectos graduales acumulativos que de a poco creen rupturas en el orden establecido y abran camino a la construcción de una sociedad más justa, libre y tolerante orientada a combatir la individualidad y la marginalidad. Las acciones educativas tienen que estar inmersas en otras estrategias transformadoras, no pueden actuar solas si es que se esperan cambios significativos. La educación inmersa en otras estrategias transformadoras 22 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 30 23 Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 34
  • 10. 10 “pueden contribuir a cambiar la sociedad gradualmente; el punto crucial es la participación en procesos sociales que involucren cambios estructurales pequeños y anticipan cambios mayores”24. “La educación, sumada a otras acciones sociopolíticas y económicas tienen la capacidad de contribuir a la generación de cambios graduales, tanto en las estructuras objetivas de la sociedad como en los valores y niveles de consciencia de las personas”25. “Si el sistema educativo es un fiel servidor de la economía y ésta requiere cuadros ocupacionales marcadamente elitistas ofreciendo empleo escaso y fuertemente estratificado, ¿tiene la educación en nuestros países otra salida a su actual elitismo que no sea la de un cambio en la estructura económica?”26. Si se piensa así, las reformas educativas tendrían que estar acompañadas de proyectos o reformas económicas y políticas congruentes. Estos efectos graduales deben tener un carácter transexenal, emprender investigaciones, experimentos e innovaciones educativas que aporten experiencia para acertar en decisiones que se tomarán en los sexenios siguientes27. Las reformas y proyectos requerirían un trabajo no de campaña sino de continuidad política. Finalmente, Latapí dice: “aunque el entorno no es optimista, la educación no debe darse por vencida” 28 y aunque las acciones sean modestas si se emprenden con inspiración, confianza y creatividad y están basadas en nuevos significados pueden comenzar a provocar cambios; “no alcanzo a imaginarme que haya otra manera de que nazca una nueva sociedad”29. CONCLUSIÓN Lo que más me impacto en todo este trabajo es la idea de que la educación no es una barita mágica con el poder de cambiar todo sólo con sus acciones porque necesita de la cooperación de otros sectores, pero que esto no debe detener las finalidades de la misma. 24 Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 35 25 Ibíd. Pág. 225 26 Ibíd. Pág. 227 27 Ibíd. Pág. 229 28 Ibíd. Pág. 181 29 Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A. Pág. 160
  • 11. 11 Me parece interesante la propuesta de Latapí, a veces se piensa que las acciones que mejor impacto pueden tener son las acciones a gran escala y entonces nos desmotivamos y despreciamos las acciones modestas porque ¿Qué tan importante puede ser comenzar a enseñar en los pueblos a los más pobres sus derechos?, pero si no emprendemos grandes acciones y despreciamos las pequeñas nos quedamos cruzados de brazos y caemos en la tan criticada repetición que nos hace perder sentido de lo que buscábamos al comenzar nuestra labor educativa y nos hace olvidar los sentimientos y emociones que en principio nos movieron a optar por esta labor. Y con nuestra elección por la repetición condenamos también a las personas que educamos a repetir y con ello contribuimos a seguir generando una línea de esclavos. Creo que si atendemos a la sugerencia de Latapí nos convertiríamos en un grupo profesional enfocado en crear proyectos continuados con relevancia social preocupados por encontrar respuestas que promuevan mejoras. También llama mi atención el hecho de que Latapí describe un concepto de educación que implica, además de conocimientos y la formación intelectual, el estudio del ser humano en sus sentimientos y la contemplación de que es necesario que el estudiante se encuentre con las bellas artes. Es una educación que saca a los estudiantes de los libros y los datos y los acerca más a la realidad a que exploren a partir de lo que saben, pero sobre todo a partir de lo que no saben, el conocimiento. Es importante revisar el pasado pero sin perder de vista el presente con todo lo que este representa descubrimientos, vida común, problemas sociales. Este trabajo me requirió mucho desde la elección del autor y las obras que trataría, hubo incertidumbre porque no sabía que iba a encontrar en las palabras de Latapí, si iba a coincidir, si no, si iba a poder articular un trabajo. La lectura me envolvió, porque a pesar de que fue escrita hace tiempo parecía actual, y porque el lenguaje de Latapí fue tan sencillo que me implicaba, me hablaba. Aprendí como no había aprendido a un autor. REFERENCIA I. Latapí Sarre, P., (2003), Horizontes de la educación: lecturas para maestros. Volumen 1. México. Editorial Aula XXI Santillana. II. Latapí Sarre, P., (1989), Política educativa y valores nacionales. Segunda edición. México. Editorial Nueva Imagen S.A.
  • 12. 12 III. Latapí Sarre, P., (1980), Análisis de un sexenio de educación en México, 1970-1976. México. Editorial Nueva Imagen S.A.