1. Mecanismos
Psicológicos de
Defensa
Nosotros los alcohólicos somos los
racionalizadores más grandes del mundo
Psicólogo
Adán Domínguez
2. PRIMER PASO
ADMITIMOS QUE ÉRAMOS IMPOTENTES
ANTE EL ALCOHOL, QUE NUESTRAS VIDAS
SE HABÍAN VUELTO INGOBERNABLES
"Como alcohólicos activos perdimos nuestra capacidad para
escoger entre beber o no beber. Fuimos víctimas de una
compulsión que parecía imponernos que siguiéramos con
nuestra autodestrucción. "No obstante, por fin tomamos
algunas decisiones que ocasionaron nuestra recuperación.
Llegamos a creer que solos éramos impotentes ante el
alcohol. Esta fue, sin duda, una decisión, y muy difícil.
Llegamos a creer que un Poder Superior nos podría devolver
el sano juicio, en cuanto estuviéramos dispuestos a practicar
los Doce Pasos de A.A.
"En pocas palabras, nos decidimos a 'estar dispuestos' y
nunca habíamos tomado una mejor decisión".
Bill W.
3. La primera vez que afrontamos la necesidad
de admitir la derrota, la mayoría de nosotros
se rebeló. Nos habíamos acercado a A.A.
esperando que se nos enseñara la confianza en
nosotros mismos. Pero se nos dijo que, en lo
que concierne al alcohol, esa confianza no sólo
era inapropiada, sino que constituía una
desventaja. Nuestros padrinos declararon que
éramos víctimas de una obsesión mental tan
sutilmente poderosa que ninguna fuerza de
voluntad humana podría abatirla. No podía
pensarse en una victoria personal sobre esta
compulsión, mediante la mera fuerza de
voluntad.
BILL W.
4. El alcohólico y el adicto niegan la realidad de su
problema y trata de convencerse a sí mismo de
que él está bien. Sin embargo, no tiene éxito en
este autoengaño, porque sí reconoce en él
sentimientos, impulsos, deseos y recuerdos que
son inaceptables. Esto le provoca un conflicto
entre lo que vagamente percibe que es la verdad
acerca de sus sentimientos, impulsos y deseos, y
aquello que su estima propia le permite aceptar
como la verdad. Como esta contradicción es
insoportable para su consciente, la elimina y
recurre a diversas maniobras para evitar que salga
a luz. Si las maniobras logran ocultar lo que es
inaceptable para la estima propia del alcohólico,
no se dará cuenta de que las está utilizando.
5. Una de las maniobras que utiliza es racionalizar. Trata de
disipar, y a veces lo logra, la crítica de los demás por medio
de explicaciones provisionales, intentando así apoyar su
estima propia. Tiene que justificarse en todo momento, por
descabelladas que sean sus actitudes y su conducta. De esta
manera encuentra muchas razones para rehuir el asistir a AA
y cada razón puede ser plausible, pero su argumento es sólo
un intento de ignorar la realidad de que necesita ayuda de AA
o de otra fuente.
El alcohólico que racionaliza acerca de su propia conducta
irresponsable tiende también a encontrar fallas en las
actitudes y conducta de los demás. Trata de ocultar sus
propias fallas ante los otros, señalando con mucho detalle los
errores de sus familiares, amigos y todos aquellos investidos
de autoridad, pero esto salta a la vista. Realmente no está
interesado en reformarse, sino más bien en decir con un poco
de veracidad: “Miren, no soy tan distinto de todos los
demás”.
6. Otra maniobra común es la de la proyección. Superficialmente se
asemeja mucho a la racionalización. La proyección consiste en
encontrar en los demás aquello que es inaceptable para sí mismo. Esto
implica una gran falta de percepción y es un intento por deshacerse de
sus intolerables sentimientos y motivos al encontrar los de los demás.
Puede interpretar la conducta de otros como un comportamiento
motivado por sentimientos que inconcientemente siente que son
indignos. Puede acusar a otros de criticar en exceso, aunque esto
describa su propia actitud hacia si mismo. La maniobra de proyección
puede llevarlo a acusar a otros de desear que él se emborrache; o
puede acusar a sus amigos de AA de que están bebiendo.
También la reacción exagerada es una maniobra clásica del enfermo
alcoholico. Ante un suceso que puede ser más bien trivial reacciona
en una forma desproporcionada y puede albergar terribles
resentimientos sin ninguna razón evidente. Puede reaccionar con
violencia extraordinaria al ser privado de su “tienda” o al no recibir
una llamada telefónica. Evidentemente, al reaccionar así, está
descargando toda su frustración, cólera y resentimiento en un objeto
exterior. Es incuestionable el peligro de la frustración dominante en el
alcohólico.
7. La gran mayoría de los alcohólicos parecen conocer
todas las soluciones. Rara vez carecen de las palabras
apropiadas para hacer su autodiagnóstico. Su
conocimiento y percepción interior son bastante
impresionantes en apariencia, contrariamente a la
percepción interior genuina que no es así de convincente.
Son sumisos. Esta sumisión implica una contradicción
entre el dicho y el hecho. El alcohólico parece aceptar la
crítica y hablar detalladamente acerca de sus defectos
personales. Pero no puede traducir sus palabras en actos
efectivos. Su sumisión crea en otros la esperanza de
buenos resultados por llegar. Habiendo articulando sus
problemas y dado evidencia de que sabe cómo
eliminarlos, el alcohólico parece estar en una situación de
poder actuar con efectividad para su propio bien. Pero sus
hechos non son nunca iguales a sus promesas.
8. La sumisión proviene de la tendencia que tiene el alcohólico a
evitar molestias. Es un esquivador experto que, a través de la
práctica, efectivamente elige la alternativa que presenta la menor
cantidad de molestias inmediatas cuando se ve precisado a tomar
decisiones. Sabe cuál es el curso de acción responsable a seguir,
pero su conducta es predecible y puede utilizar su estancia en AA
para adoptar otra forma de sumisión con el fin de minimizar su
malestar. Utilizando el peculiar vocabulario de AA, puede
explayarse respecto de sus “defectos de carácter” o de la
“ingobernabilidad de su vida” porque sabe bien que, de decir lo
contrario, incluiría en el desagrado a sus compañeros de AA, lo
que le ocasionaría molestias. Su sumisión es de dientes para
afuera a los principios que podrían darle el bienestar del que
carece. El acto de hablar sobre sus faltas parece disipar, por el
momento, la necesidad de hacer algo para corregirlas. Vagamente
se percata dentro de sí mismo de una necesidad de cambiar. Pero
la maniobra defensiva de la sumisión está ideada para evitar un
reconocimiento pleno de una situación inaceptable.
9. El enfermo alcohólico parece incapaz de tener una evaluación
realista de sí mismo. En la mayoría de los casos esto significa
que no puede verse a si mismo como lo ven los demás. Por
desagradable que haya llegado a ser su vida, persiste en
considerarse exento de culpa, víctima de circunstancias fuera de
su control. Mientras más firmemente esta convencido de su
falta de culpabilidad, más tenaz y listo es para resistirse a la
ayuda, ya que el primer paso hacia la reparación de su situación
consiste en aceptar su responsabilidad de ella.
En resumen, el enfermo alcohólico está viviendo una
existencia empobrecida. Su experiencia pasada y su tensión
presente le impiden lograr la satisfacción de las cosas que otros
disfrutan de la vida. Su capacidad para crecer se ve muy
limitada y le es imposible madurar. No muestran la frescura y
espontaneidad que los alcohólicos genuinamente sobrios
manifiestan. Su vida es un sistema cerrado, sus actitudes y
conductas son estereotipadas, repetitivas y por lo tanto
predecibles. No tiene la capacidad de escoger, entre
alternativas, el curso de acción que más les convenga.
10. "No puedes hacer que un caballo beba
agua si todavía prefiere cerveza, o está
demasiado loco para saber lo que
realmente quiere. Pon a su lado un cubo
de agua, dile lo buena que es y por qué,
y déjalo en paz.
"Si alguien realmente quiere
emborracharse, no existe, que yo sepa,
manera de prevenirlo - así que déjalo en
paz, deja que se emborrache. Pero no le
prives tampoco del cubo de agua".
BILL W.