Este documento resume la trayectoria y obra teatral de Juan Mayorga, uno de los dramaturgos españoles contemporáneos más importantes. Comienza describiendo su filosofía de crear teatro crítico que cuestione las convicciones del público. Luego resume las principales características de su teatro, incluyendo su reflexión intelectual, uso de la metateatralidad y personajes complejos. También resume sus principales obras agrupadas en dramas basados en hechos reales, obras políticas y piezas sobre temas sociales. Finalmente
1. LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA II. CURSO 20/2021. 1ª eva.
LA PRODUCCIÓN TEATRAL DE JUAN MAYORGA
«Si el teatro no es capazde desestabilizarde algún modo las conviccionesdel espectador
–nosdice el autor–,si no es capazde ponerleante buenas preguntas,está siendo irrelevante».
Es uno de los dramaturgos contemporáneos más representativos e importantes de la
escena teatral española con mayor proyección nacional e internacional. Su obra El chico
de la última fila ha sido llevado a la gran pantalla en 2012 de la mano de François Ozon
con el título de En la casa (Dans la maison). La película consiguió, entre otros premios,
la Concha de Oro a la Mejor Película y al Mejor Guión en el Festival de San Sebastián
Es matemático y doctor en filosofía, ha sido profesor de matemáticas en diversos
institutos y actualmente es profesor de la RESAD (Real Escuela Superior de Arte
Dramático).
Entre otros ha obtenido los premios Nacional de Teatro (2007), Nacional de Literatura
Dramática (2013), Valle-Inclán (2009), Ceres (2013), La Barraca (2013), Premio Max al
mejor autor (2006, 2008 y 2009) y a la mejor adaptación (2008 y 2013) y Premio Europa
de Nuevas Realidades Teatrales (2016).
Su teatro se caracteriza por proponer una reflexión crítica, de sólida raíz intelectual y
filosófica acerca de diversas cuestiones, tales como las formas de dominación ejercidas
por el ser humano y sus mecanismos de poder -tanto en el ámbito de lo público como de
lo privado, las máscaras del pensamiento reaccionario, la responsabilidad moral en el
ejercicio de la actividad pública, etc. Su teatro propende a la utilización de la fábula,
convenientemente remozada y puesta al día, como mecanismo dramático.
Actualmente es Director de la Cátedra de Artes Escénicas de la Universidad Carlos III de
Madrid.
El contenido
Mayorga nos entrega un teatro crítico con el que compone un complejo mosaico de la
realidad social, humana y política de nuestro tiempo: el deseo, el amor, la fantasía, la
familia, la dominación, la violencia, el poder…
Las distintas líneas temáticas que han centrado su escritura dramática son: piezas basadas
en hechos y personajes reales (Bulgákov, Santa Teresa, Copito de Nieve…), textos de
marcado carácter histórico (El traductor de Blummemberg, Himmelweg, Reikiavik…),
político (Siete hombres buenos, Hamelin, La paz perpetua…) y social (Animales
nocturnos, El chico de la última fila, Los yugoslavos…), junto con aquellos otros en los
que prima la ensoñación y la poesía (Más ceniza, El Gordo y el Flaco…).
2. La forma
- La metateatralidad es un recurso constante en este teatro que interroga y se
interroga sobre su propia condición. Encontramos variadas formas: el tipo de teatro dentro
del teatro, el tipo en el que los personajes aluden en sus réplicas a autores, textos o teorías
dramáticas y hay una metateatralidad estructural que se plantea desde el interior de la
trama y en la misma composición del texto. Es el caso de El chico de la última fila.
- La intertextualidad está presente en la relación continua que establece con la
historia, en las obras ya mencionadas.
- En cuanto a los personajes, estos están construidos con caracterología muy
definida.
- Advertimos también en Mayorga una obsesión por encontrar la esencia del propio
lenguaje, lo que se traduce en una escritura cuidadosa. Tiene con un lenguaje afilado y
certero, y, a la vez, aporta una experiencia poética que enriquece al espectador (y al
lector).
- Desarrollo innovador, muy lejano al realismo.
La trayectoria
Cuando, a principios de los años noventa, J. Mayorga comienza a sobresalir en el teatro,
se está formando una nueva generación de autores que defienden su preeminencia frente
al rol del director de escena.
El primer decenio
Mayorga está entre ellos y empieza a destacarse desde sus primeras creaciones: Siete
hombres buenos es accésit del premio Marqués de Bradomín de 1989 y Más ceniza
obtiene el premio Calderón de la Barca, en 1992.Se inicia así un primer recorrido de
prácticamente un decenio que incluye, junto a las dos piezas más arriba citadas, El
traductor de Blumemberg (1993) y El jardín quemado, publicada en 1998.
El conjunto de estas cuatro obras tiene un gran interés en cuanto todo el teatro del autor,
explícitamente o en potencia, ya está en ellas. Así, su prudente, cuando no recelosa,
actitud ante la acción política ya queda clara desde Siete hombres buenos, un drama del
exilio republicano: no hay credo político, por muy razonable que parezca, que resista a la
degradación moral de los encargados de ponerlo en práctica. Como ocurre en El jardín
quemado, los intelectuales internados en el psiquiátrico, en nombre de una pretendida
superioridad moral –son republicanos y poetas–, terminan mandando al paredón a doce
infelices inocentes.
También Más cenizanos habla de política y disecciona un golpe de Estado, pero su mayor
interés reside en su desarrollo formal, lejos del realismo. Tres parejas que no se relacionan
entre sí van entreverando sus diálogos en un escenario cubierto de ceniza y sobre el que
reposa un colchón. Pero la incomunicabilidad es solo aparente, pronto surgen una serie
3. de “correspondencias”: un gesto, una mirada, el repetir de un mismo movimiento… Hasta
que al final toda la acción confluye.
El traductor de Blumemberg, además de ampliar el contenido escatológico de la anterior,
no es menos rupturista desde el punto de vista formal (alternancia de escenas, más de la
mitad del texto dicho en alemán). Mayorga nos describe una Europa actual presa de la
devastación en la que un traductor, Calderón, y el presumible autor del libro que traduce,
Blumemberg, un filósofo nazi próximo a Hitler, recorren sin parar el continente en un
fantasmagórico tren hasta recalar en Berlín. El libro, que en tiempos fue llamado “la
Biblia de la violencia”, no existe como tal físicamente sino que solo está en la mente de
Blumemberg, que se lo va dictando al traductor a medida que hace memoria.
La madurez
De las siguientes obras del autor que, habría que centrarse en las cinco que, alcanzada ya
su plena madurez artística, no solo le llevaron a los primeros escenarios del país sino que
le abrieron las puertas de la escena internacional.
Tras una década como el joven autor más prometedor del teatro español, Mayorga se
consagra con el estreno de Cartas de amor a Stalin en el Teatro María Guerrero. Con
menos experimentalidad que las precedentes, la obra se convierte en un drama político.
No solo la idea es original (el escritor Bulgákov escribiéndole al camarada Stalin para
que su obra se pueda editar y representar libremente en la URSS o se le deje salir del país
con su esposa), sino que su tratamiento es muy teatral: Stalin apareciéndosele a Bulgákov
como si fuera un fantasma primero, y luego, cobrando materialidad hasta convertirse en
una presencia real y familiar que termina ocupando su cerebro y su casa hasta llegar a
expulsar a su mujer y hacerse con el protagonismo de la obra en un alarde de vampirismo
genial.
Himmelweg fue la obra que le consagró internacionalmente. Basándose esta vez en un
hecho real, el informe positivo de un delegado de la Cruz Roja que visita un campo de
concentración nazi en el que todo es simulado para dar la impresión de que los judíos allí
internados gozan de unas condiciones de vida casi idílicas, Mayorga nos ofrece de nuevo
una excelente muestra tanto de la potencia de su imaginación como de su maestría para
dramatizar y es que las situaciones creadas por lo burdo de la manipulación llegan a
parecer surrealistas, como el discurso de ese ilustrado comandante del campo que nos
habla de paz y de humanismo.
Animales nocturnos (teatro cívico) nos cuenta una historia de vecindad que termina
convirtiéndose en una relación de vasallaje semejante a la mostrada en las dos obras
anteriores pero con una diferencia esencial: ya no estamos hablando de grandes temas ni
nos enfrentamos a la Historia sino que, por primera vez en el teatro de Mayorga, hemos
tomado tierra y nos encontramos en una ciudad reconocible, tanto, que se parece mucho
a la nuestra. De la alta política pasamos a la moral pública, un campo en el que se van a
desarrollar, a partir de ahora, muchas de las obras del autor. La obra toca el tema de los
inmigrantes y los abusos a los que están expuestos por unas leyes claramente xenófobas,
4. pero también el de las personas que sufren de insomnio o trabajan de noche y son
manipuladas por la radio.
En Hamelin, otra muestra de su teatro cívico, el juez Montero, moderno Edipo inmerso
en un caso de pederastia, está dispuesto a llegar hasta el fin con tal de conocer la verdad,
“el origen del mal”. Le asaltan las sospechas pero le faltan pruebas. Todos mienten o,
para ser exactos, todos proclaman “su” verdad. Si el señorito salía con el niño y pagaba
por ello, sus padres lo tomaban como una obra de caridad, ¿cómo iban a pensar que se lo
llevaba a la cama? El niño, Josemari, afirma que el pederasta le tocaba, pero este lo niega,
vehemente: lo que pasa es que quiere al chaval “como nadie le querrá jamás”. Entonces,
¿quién miente, Josemari? La psicopedagoga que le tendría que ayudar se pierde en una
jungla de términos técnicos… y mientras tanto, todo anda manga por hombro en la casa
del juez
El espectador sale del teatro sin tener las ideas claras. No será porque la obra sea confusa
–es, hasta aquel momento, la mejor escrita de Mayorga–, sino porque el autor quiere
mostrarnos que la que es confusa es la realidad.
De ahí viene ese rasgo tan característico de esta etapa cívico de su teatro: Sus
personajes ya no son de una pieza ni actúan a las órdenes de un ideario o movidos por un
evento histórico sino que los sentimos próximos. El autor utiliza unos recursos teatrales
que convocan al espectador. El primero y principal de ellos es la figura del Acotador, que
no solo nos lleva de la mano a través de la trama sino que nos expone la opinión del autor.
Y el segundo recurso es el diálogo, fluido y chispeante como Mayorga no lo ha escrito
hasta entonces. Aquí las gentes hablan como en la calle y el mensaje procede más de lo
que dicen que de lo que piensan.
Con El chico de la última fila, (teatro cívico) Mayorga entra de lleno en la comedia. En
esta obra entremezcla los diálogos evitando toda disquisición que pudiera entorpecer su
flujo y llevando a la escena unos personajes inmediatamente reconocibles por el
espectador: Germán, el profesor de instituto más bien carca a quien le hubiera gustado
escribir; Juana, su mujer, galerista de gustos postmodernos a quien le van a cerrar la
galería; Rafa Padre, oficinista multinacional que se ve frenado por su jefe; Ester, su
esposa, dejó de trabajar y ahora se ha convertido en una maruja; Rafa, el retoño de ambos
a quien se le dan mal las matemáticas; y ese alter ego de Mayorga (o de quien le gustaría
haber sido de adolescente) que lleva el peso de la acción. Unos personajes cargados de
verdad que sirven al autor para exponer su teoría literaria. Y una historia que termina, sin
perder el humor, en sobresalto.
Pero aún hay más.
Con La paz perpetua (2007) Mayorga paga tributo a esos perros que le han ido
acompañando a lo largo de todo su camino. De modo que el autor les va a asignar los tres
papeles protagonistas en esa fábula sobre el terrorismo y la tortura que es su nueva obra:
Los tres canes aspiran a un solo puesto en una unidad perruna de operaciones especiales,
de modo que son sometidos a tres pruebas por su entrenador; pero empatan en todas y
van a tener que enfrentarse con la cuarta, un ejercicio propuesto por Humano.
5. Otras obras de teatro cívico.
En Los yugoslavos (2013) (teatro cívico) Mayorga vuelve por sus fueros y nos sitúa en
un ambiente que pronto se nos hace familiar, el del bar de Martín, un bar cualquiera
situado en un barrio cualquiera de la ciudad. Una vez más, el autor nos presenta una
situación que parece normal pero que, no se sabe bien por qué, empieza a derivar hacia
lo surreal.
El arte de la entrevista (2013) (teatro cívico) habla de las veleidades de la memoria y la
manipulación de los medios como causantes de un pequeño, pero entretenido, drama
familiar.
Reikiavik (2013) responde a la pasión del autor por el ajedrez que ya se manifiesta en El
jardín quemado. Sería puro teatro documental –el duelo que en la capital de Islandia
mantuvieron Boris Spassky y Boby Fisher en julio de 1972 por el campeonato mundial–
de no haber introducido Mayorga tres personajes de ficción.
Además: ha escrito versiones de textos de Calderón, Lope, Shakespeare, Lessing,
Dostoievski, Chejov, Ibsen, Kafka y Dürrenmatt. Su obra ha sido estrenada en treinta
países y traducida a veinte idiomas.
En 2011 Juan Mayorga funda la compañía La Loca de la Casa, con la que en 2012 puso
en escena su obra La lengua en pedazos; en 2015 Reikiavik y en 2016 El cartógrafo.
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