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Enrique Echeburúa es catedrático de Psicología
Clínica en la Universidad del País Vasco e inves-
tigador del Centro de Investigaciones Biomé-
dicas en Red de Salud Mental (CIBERSAM) del
Instituto de Salud Carlos 111. Miembro fundador
del Instituto Vasco de Criminología y miembro
del Consejo Editorial de numerosas revistas
nacionales e internacionales, ha formado parte,
asimismo, desde su constitución del Consejo
Asesor del Centro Reina Sofía para el Estudio
de la Violencia. Ha sido profesor invitado en las
universidades de Calgary y Québec (Canadá).
Ha escrito numerosos artículos sobre violencia
contra la pareja, trastornos de ansiedad (fobia
social, ansiedad generalizada y estrés pos-
traumático) y sobre adicciones (alcoholismo,
ludopatía, adicciones sin drogas). Sus líneas
actuales de investigación se centran en la vio-
lencia contra la pareja, en el trastorno de estrés
postraumático, en la ludopatía y en los trastor-
nos de personálídad. Algunos de sus libros son
Manual de violencia familiar (Madrid, 1998).
Abuso sexual en la infancia (Barcelona, 2000).
Vivir sin violencia (Madrid, 2002) y Manual de
victimología (2006).
Santiago Redondo es profesor titular de Cri-
minología y Psicología en la Universidad de
Barcelona. También ha sido profesor invita-
do en diversas universidades españolas y de
otros países para impartir cursos y conferencias
sobre temáticas como la criminalidad en las
sociedades actuales, la delincuencia juvenil, el
tratamiento y la rehabilitación de los agresores
y delincuentes, las explicaciones científicas del
delito, las agresiones sexuales y el maltrato de
pareja. Actualmente dirige diversas investiga-
ciones, especialmente por encargo de algunas
administraciones públicas españolas, en torno
al tratamiento de los agresores juveniles y de
los delincuentes sexuales. También es investi-
gador invitado en varios proyectos internacio-
nales de investigación sobre la transición desde
la delincuencia juvenil a la delincuencia adulta,
y sobre tratamientos eficaces con delincuen-
tes. Ha publicado numerosos artículos científi-
cos, capítulos de libros y libros. Sus dos obras
más recientes y de actualidad son las tituladas
Manual para el tratamiento psicológico de los
delincuentes (Madrid, 2008). e In-tolerancia
cero: un mundo con menos normas, controles
y sanciones también sería posible (Barcelona,
2009).
¿Por qué víctima
es femenino
y agresor masculino?
La violencia contra la pareja
y las agresiones sexuales
Enrique Echeburúa
Santiago Redondo
¿Por qué víctima
es femenino
y agresor masculino?
La violencia contra la pareja
y las agresiones sexuales
EDICIONES PIRÁMIDE
COLECCIÓN «PSICOLOGÍA»
Sección: Manuales Prácticos
Director:
Francisco J. Labrador
Catedrático de Modificación de Conducta
de la Universidad Complutense de Madrid
Diseño de cubierta: Anaí Miguel
Reservados todos los derechos. El contenido de
esta obra está protegido por la Ley, que establece
penas de prisión y/o multas, además de las corres-
pondientes indemnizaciones por daños y perjui-
cios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distri-
buyeren o comunicaren públicamente, en todo o en
parte, una obra literaria, artística o científica, o su
transformación, interpretación o ejecución artísti-
ca fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada
a través de cualquier otro medio, sin la preceptiva
autorización.
© Enrique Echeburúa
Santiago Redondo
© Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S. A), 2010
Juan Ignacio Luca de Tena, 15.28027 Madrid
Teléfono: 91 393 89 89
www.edicionespiramide.es
Depósito legal: M. 27.641-2010
ISBN: 978-84-368-2398-1
Printed in Spain
Impreso en Lavel, S. A
Polígono Industrial Los Llanos. Gran Canaria, 12
Humanes de Madrid (Madrid)
A todas las víctimas, en su camino por
sobreponerse a un dolor injustamente
causado y en su esfuerzo por dotar de un
nuevo sentido a su vida.
Ya estamos solos, hombre. Ya no tienes,
ya no tenemos ptra cosa cierta
que la ceniza, eco de las llamas,
residuo sólo ya de haber ardido...
Pero me tienes y te tengo: somos.
Mira desde lo nimio la existencia,
desde el origen, ¿ves? Junto a la hierba
nos elevamos sólidos y enteros.
MARíA BENEYTO [La última mujer, 1954).
íNDICE
Prólogo (Antonio Andrés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 15
Introducción . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 25
PARTE PRIMERA
La violencia de los hombres contra las mujeres
1. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereoti-
pos y la realidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 31
1.1. Agresión -Y delito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 33
1.2. Los agresores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 34
1.3. Las víctimas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39
Víctimas de delitos violentos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39
Víctimas de violencia contra la pareja . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 43
Víctimas de abuso y agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 47
1.4. Conclusión...................................... 49
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 52
2. ¿Por qué son los varones más agresivos que las mujeres? 53
2.1. Perspectiva feminista . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .. 54
2.2. Sociobiología y agresión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 57
Especie humana y civilización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 57
Psicología evolucionista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 61
Endocrinología del desarrollo de varones y mujeres. . . . . . . . .. 64
2.3. Personalidad y desarrollo humano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 64
Déficit en autocontrol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 65
Déficits cognitivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 66
Regulación emocional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 67
Personalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 68
2.4. Vínculos antisociales y aprendizaje de la violencia. . . . . . . . . .. 69
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
2.5. Funcionalidad utilitaria de la agresión y del delito. . . . . . . . . . .. 72
2.6. Integración del conocimiento explicativo de la agresión y el delito 74
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 77
3. La violencia contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 79
3.1. Mujeres víctimas................................. , 79
La violencia en la pareja: una patología de la convivencia. . . . .. 79
¿Por qué aguanta la mujer? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 81
El impacto de la violencia en la salud física y mental de la mujer. 86
Repercusiones en los hijos. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. 88
3.2. Hombres maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90
¿Cómo surge y de qué forma se mantiene la violencia en la
pareja? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90
Tipos de maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 93
Trastornos mentales y alteraciones psicológicas en los hombres
violentos contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 94
Trastornos mentales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 95
Alteraciones psicológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 97
3.3. ¿Mujeres agresoras y hombres víctimas? . . . . . . . . . . . . . . .. 100
3.4. ¿Es posible predecir la violencia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 102
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 103
4. Mujeres asesinadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 105
4.1. Introducción..................................... 105
4.2. ¿Denunciar o no denunciar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 106
4.3. Mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas. . . . . .. 107
4.4. Víctimas de asesinato y mujeres inmigrantes. . . . . . . . . . . . .. 109
4.5. Víctimas de feminicidio en la juventud y en la tercera edad.... , 110
Víctimas jóvenes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 110
Víctimas de la tercera edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114
4.6. Perfil de los homicidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114
4.7. Suicidio de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 115
4.8. ¿Se puede predecir un asesinato en pareja? . . . . . . . . . . . . .. 116
4.9. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 118
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 119
5. Las agresiones sexuales en la vida adulta. . . . . . . . . . . . .. 121
5.1. Víctimas conocidas y desconocidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123
5.2. Los delitos contra la libertad sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 124
5.3. Frecuencia de las agresiones sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . .. 126
5.4. Características generales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 131
Características de las agresiones sexuales a mujeres. . . . . . .. 132
Características de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 133
Características de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 134
índice
5.5. Fenomenología o modalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 135
Agresiones sexuales por desconocidos ................ " 135
Agresiones sexuales por conocidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 137
Agresiones sexuales en la relación de pareja . . . . . . . . . . . . .. 138
Agresiones sexuales por un grupo de agresores. . . . . . . . . . .. 140
5.6. Etiología de la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 143
Excitación. cognición y competencia social. . . . . . . . . . . . . . .. 143
Un modelo comprensivo de los factores de riesgo . . . . . . . . .. 145
Desarrollo de un agresor sexual: experiencia y empatía. . . . . .. 146
5.7. Conclusión ...................................... 149
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 151
6. El abuso sexual en la infancia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 153
6.1. Concepto y frecuencia del abuso sexual en la población. . . . . .. 153
6.2. ¿Quiénes son los agresores y quiénes son las víctimas? . . . . .. 154
6.3. ¿Abusadores sexuales o pedófilos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 155
Primarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 157
Secundarios o situacionales .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 158
6.4. Víctimas de riesgo ........ l. . . . . • . • . . . . . . • • . . . . • • •. 159
6.5. ¿Cómo se detecta el abuso sexual? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 161
6.6. Repercusiones psicopatológicas en las víctimas . . . . . . . . . . .. 163
Consecuencias a corto plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 163
Consecuencias a largo plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 165
6.7. Factores mediadores de los efectos del abuso sexual en la
infancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 168
6.8. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 170
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. 173
PARTE SEGUNDA
¿Qué se puede hacer? Soluciones para la violencia sexual y de pareja
7. Tratamiento de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 175
7.1. Introducción..................................... 175
7.2. Aspectos nucleares del trauma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 176
Consecuencias psicopatológicas a corto plazo . . . . . . . . . . . .. 177
Consecuencias psicopatológicas a medio y largo plazo.. , . . . .. 179
7.3. Factores de vulnerabilidad y de protección ................ 181
Personalidades resistentes al estrés. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 182
Factores de vulnerabilidad al trauma. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 183
7.4. Asistencia psicológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185
¿Cuándo se requiere tratamiento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185
Objetivos del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 187
Ejes del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 188
,¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
7.5. Indicadores positivos y negativos de recuperación ........... 193
Indicc¡dores positivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ., 193
Indicadores negativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 195
7.6. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 196
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 198
8. Tratamiento de los agresores....................... 201
8.1. Los tratamientos psicológicos con delincuentes . . . . . . . . . . .. 201
8.2. Tratamietlto de hombres violentos contra la pareja .......... 202
Necesidad de la intervención psicológica . . . . . . . . . . . . . . . .. 202
Motivación para el tratamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 206
Tratamiento psicológico ............................. 209
8.3. Tratamiento de agresores sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 218
Riesgos para la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 218
Elementos que favorecen el tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . .. 221
Ingredientes terapéuticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 223
Fármacos inhibitorios del impulso sexual . . . . . . . . . . . . . . . .. 230
Control y apoyo comunitario de los delincuentes sexuales. . . . .. 231
8.4. Conclusiones sobre la eficacia de los tratamientos con varones
agresores ...................................... 231
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 234
9. Prevención ..................................... 237
9.1. Prevención general sobre varones en riesgo de ser agresores.. 239
La clave de la prevención: crianza y educación en la familia . . .. 245
Prevención específica con varones en riesgo de maltrato de
pareja ......................................... 248
Prevención específica con varones en riesgo de abuso y agre-
sión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... , 249
9.2. Prevención general con mujeres en riesgo de ser víctimas..... 255
Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir maltrato
de pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 256
Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir abuso y
agresión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 258
9.3. Conclusiones .................................... 261
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 262
PRÓLOGO
AGRESORES Y VíCTIMAS: ¿ALGO MÁS QUE UN
SIMPLE CAPRICHO DEL LENGUAJE? '
«La danza de la violencia la forman dos participantes»: así empieza el
último apartado del capítulo final del libro Biología de la Violencia, de
la reconocida experta norteamericana Debra Niehoff (2000), para refe-
rirse a los derechos de las víctimas. Esta referencia muestra el lugar que
las víctimas ocupan tradicionalmente en la comprensión del fenómeno
violento. Con el tiempo el análisis de la violencia ha ido cambiando,
desplazando su foco de interés primordial, fijado en la conducta del
agresor, por uno nuevo (las víctimas). Este cambio también se observa
en la perspectiva profesional y de los servicios públicos que se ocupan
de la violencia. El interés por las víctimas se extiende cada día más y no
parece ser simplemente una «moda» intelectual, sino que se ha conver-
tido en un campo profesional y de conocimientos en expansión, que se
agrupa bajo la etiqueta de la «victimología» y amplía el horizonte de las
disciplinas ocupadas en estudiar la violencia. Aunque sea una obvie-
dad, hemos de indicar que es la violencia 10 que une a agresores y víc-
timas en un sentido funcional, y este hecho no es trivial. Tener en cuen-
ta estos tres elementos (el agresor, la víctima y la relación entre ambos)
es un buen punto de partida para analizar las causas y las razones de la
violencia. El análisis riguroso del suceso violento requiere tener en
cuenta los tres elementos antes mencionados. Así 10 destacó en su aná-
lisis sobre la violencia A Reiss, un reconocido sociólogo de la Univer-
sidad de Yale que presidió en 1994 un panel de expertos, promovido
por el National Research Council de Estados Unidos, cuyos resultados
se presentaron de forma extensa (cuatro volúmenes) a la sociedad ame-
ricana --conmovida entonces por una ola de violencia juvenil de enor-
me magnitud -, compilando el conocimiento disponible sobre las cau-
sas de la violencia y cómo prevenirla (Reiss, A; ed., 1994; Understanding
and Preventing Violence). La necesaria consideración de la víctima y el
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
agresor, así como de sus relaciones, es relevante para comprender la
violencia, pero no tiene por qué influir en las consideraciones legales y
éticas de la misma. Así pues, mientras es fácilmente aceptado hablar de
la responsabilidad del agresor en el hecho violento, incluir en el análisis
de la violencia interpersonallos factores de vulnerabilidad de la víctima
no significa responsabilizar a ésta de aquellos actos violentos, pero
completan la comprensión de la realidad de los hechos.
Este libro trata de la violencia que se produce entre hombres y mu-
jeres. Como es bien conocido, este es un fenómeno de gran actualidad
en España y en otros países. En muchos de ellos la violencia contra la
mujer se ha convertido en un objetivo prioritario de las políticas socia-
les públicas en el campo educativo, sanitario y de seguridad, especial-
mente desde el año 1995, en que tuvo lugar la conferencia de Pekín
sobre la situación de la mujer y que sirvió de estímulo para la toma de
conciencia de la realidad de ésta como víctima de distintos tipos de vio-
lencia.
La violencia entre hombres y mujeres tiene numerosos efectos nega-
tivos en la vida cotidiana y constituye un problema grave, omnipresen-
te y de muy difícil erradicación. La violencia que de forma mayoritaria
ejercen los hombres (agresores) sobre las mujeres (víctimas) se concre-
ta sobre. todo en dos ámbitos muy interrelacionados: la violencia contra
la mujer en el seno de la pareja y la violencia sexual. De estos dos tipos
de violencia en toda su extensión, es decir, refiriéndose a los agresores,
a las víctimas y a sus relaciones mutuas, se ocupa, en clave psicológica,
este libro. La primera forma de violencia que trata (la violencia de pare-
ja) es bien sabido que se articula en torno a las relaciones sentimentales
e incluye muchas veces a la segunda (la violencia sexual), mientras que
esta última es un tipo de violencia en la que, paradójicamente, no pre-
dominan siempre las motivaciones sexuales a pesar de las simples apa-
riencias. En ambos tipos de sucesos violentos podemos encontrar que
no siempre y de forma exclusiva los que ejercen la acción violenta son
hombres y quienes la sufren son mujeres (y esto es motivo de convic-
ciones y discusiones generalmente privadas), pero la desproporción es
tan grande, muy grande, que es casi como si lo fuera. Observamos una
enorme asimetría en la que uno de los sexos/géneros se lleva la palma
en cuanto que agente de la violencia y el otro en cuanto receptor de la
misma. Así, la gran mayoría de los agresores de sus parejas (incluso
de las ex parejas) sentimentales son hombres y también la mayoría de
agresores sexuales son hombres. Igualmente la gran mayoría de victi-
mas de las agresiones físicas, sexuales y psicológicas, sobre todo en el
Prólogo
seno de las parejas, son mujeres. Además, cuando se trata de agresiones
sexuales entre conocidos, que no constituyen una pareja sentimental, y
desconocidos, también las mujeres son mayoría entre las víctimas. Estas
dos afirmaciones se pueden generalizar a cualquier rango de edad de
los agresores y víctimas, para cualquier estrato social y también grupo
étnico o cultural. Esta realidad -la violencia ejercida sobre las muje-
res- requiere un cambio radical y definitivo. No solamente es exigible
una reducción de cualquier tipo de violencia, como aspiración a un
mundo más justo y solidario, sino que es especialmente urgente elimi-
nar la violencia contra las mujeres porque esta violencia contribuye a
sostener una situación histórica de desigualdad en la que las mujeres
sufren una patente discriminación y sometimiento que son inaceptables.
Para combatir esta realidad, con la que los autores son convencidos be-
ligerantes, los autores de este libro nos ofrecen una compilación exten-
sa de conocimientos, recientemente generados en la Criminología y la
Psicología, así como de otras disciplinas afines, sobre la violencia sexual
y la violencia sobre la mujer. Al hilo de estos conocimientos y después
de una presentación extensa de ellos y una rigurosa reflexión intelec-
tual, nos indican qué se puede hacer y cómo hacerlo, todo lo cual pue-
de ser de utilidad para los profesionales que se ocupan de este problema
social para el cual existe un consenso colectivo en pro de su erradica-
ción. Del mismo modo, el contenido de este libro permitirá al lector
actualizar sus conocimientos sobre la temática y enjuiciar la realidad
con más argumentos sólidos de los que ofrecen algunas visiones sim-
plistas de este problema.
Quizá sea un simple capricho del lenguaje, pero todos tenemos en
la cabeza el «agresor», masculino y la «víctima» femenina. Cuando los
papeles se invierten, nos causa sorpresa y paradoja. Así, recientemente
y en un contexto de omnipresencia de violencia de pareja o de género
ocupando todos los medios de comunicación, aparecen casos terribles
de agresores domésticos como el «asesino de Amstetten» o matanzas
ejercidas por jóvenes en centros educativos (Virginia Tech en EE. uu. o
Wennenden en Alemania), asesinatos adolescentes (caso del asesinato
de Ripollet, Barcelona) o el caso de Marta del Castillo (en Sevilla), entre
otros. Siempre el agresor es un hombre. Como una excepción aparecen
a veces crímenes muy graves cometidos por mujeres, como el llamado
caso de la «asesina de ancianas» en Barcelona y, como siempre pasa con
los sucesos inesperados e inexplicables, se pone en cuestión la regla de
la que nos quieren hablar en este libro: hombres agresores y mujeres
víctimas. Esa es la norma, pero ¿cuál es la explicación?
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
El título del libro, en vez de ser una respuesta, es una pregunta: ¿por
qué víctima es femenino y agresor es masculino? La primera respues-
ta que aparece es sencilla: porque son palabras que tienen distinto gé-
nero que recogen el papel de cada género en el comportamiento vio-
lento. Respuesta insuficiente y quizás incluso errónea. Hay bastantes
cosas que añadir. Víctima es un sustantivo y agresor un adjetivo, gene-
ralmente sustantivado. Ambas palabras tienen distinto género, aunque
las palabras no tienen sexo. Asociar el género del sujeto activo en el
acto violento, el agresor o la agresora, con el género del sujeto receptor
de la violencia (la víctima) permite un análisis en varios dominios del
conocimiento y, naturalmente, con resultados distintos dependiendo
del mismo. Al menos este análisis se plantea en cuatro niveles: el lin-
güístico, el criminológico, el psicosocial y el político-cultural. Su combi-
nación sería esperable que aclarase más las causas del fenómeno, pero
la desigualdad de sus conclusiones creemos que complica más que so-
luciona ciertas respuestas que aparentemente son sencillas y que hacen
referencia a la unidireccionalidad de la violencia entre el más fuerte y
el más débil. El primer nivel de análisis es el lingüístico (semiótico, se-
mántico y pragmático), que da mucho juego por mor de analizar la re-
lación entre la denominación de las cosas y su naturaleza. Agresor y
agresora son dos adjetivos del español que califican a sendos indivi-
duos, de sexo masculino y femenino, que ejercen o cometen una agre-
sión. En cambio, víctima es un nombre, un sustantivo de género feme-
nino, que se aplica a quien ha sufrido daños por algún suceso, sea
hombre o mujer, incluso organismo no humano.
El género de las palabras es algo que va más allá de la idea prosaica
de que si termina en «a» es femenino y si termina en «o» es masculino.
Existen casi todas las combinaciones posibles: sustantivos que acaban-
do en «o» son femeninos, como por ejemplo la moto o la radio y sustan-
tivos que acabando en «a» son masculinos, como el tema, el problema
o el mapa. Es una simplificación excesiva identificar el género de las
palabras con la terminación «o» o «a» de los nombres; además, ¿qué gé-
nero tienen cuando terminan en otra vocal o letra? ¿Y qué pasa con los
adjetivos? Pues hay para todo: adjetivos con femenino regular que ter-
minan de forma distinta según el género del sustantivo, como sucede
con el adjetivo agresor o agresora; invariables en masculino y femeni-
no, como, por ejemplo, inteligente o amable; y otros, por fin, que son
femeninos irregulares, como motora o motriz.
Según el Diccionario de la RAE, víctima es un sustantivo común de
género epiceno que puede designar seres de uno u otro sexo. Víctima
_
Prólogo
es un sustantivo y, a pesar de que la mayoría de los sustantivos sola-
mente tienen un género (masculino o femenino), existen otros que ad-
miten una variación. Significa persona (o animal).... sacrificado o des-
tinado al sacrificio que se expone que padece daño o que muere .por
culpa ajena o por causas fortuitas En el mismo plano terminológico
agresor (-ra) es un adjetivo que califica al que comete una agresión.
Generalmente se trata de un adjetivo sustantivado y que, por tanto, su
género coincide con el referente (el hombre agresor o el agresor y la
mujer agresora o la agresora). Los adjetivos no tienen género, sino que
lo adoptan del sustantivo al que califican y acompañan.
Por tanto, el término «agresor» es masculino y disponemos de su for-
ma femenina. Sin embargo, el término «víctima» solo parece tener forma
femenina. Pero, en relación con las palabras, hay más géneros que el
masculino y el femenino: existen el «común», el «ambiguo» y el «epice-
no». El género «común» de un sustantivo, cuando está referido a las per-
sonas, no diferencia el sexo al que hace referencia, sino que lo hace en
relación a los determinativos, como sucede en el caso del término «pa-
ciente». Los nombres con género «ambiguo» pueden ser acompañados
indistintamente por determinativos masculinos o femeninos, como es el
caso del término «mar». Por último, los sustantivos con género «epiceno»
son aquellos inherentemente masculinos o femeninos que designan a
las personas sin diferenciar sexos, como es el caso del nombre «bebé».
El género de los sustantivos también marca una diferenciación de carác-
ter sexual y así el masculino designa al macho y el femenino a la hem-
bra; sin embargo, esta no es la norma y la mayoría de sustantivos no
tienen relación alguna con el sexo del sujeto al que hacen referencia. El
género de los sustantivos es sólo una marca gramatical, no una esencia
de los individuos de las especies con reproducción sexual y sus concor-
dancias bio-psico-sociales.
En el análisis psicosocial de las diferencias entre hombres y mujeres
observamos un panorama complejo y sometido a constantes cambios.
Cuando hace unos años parecía que la investigación psicológica había
resuelto el tema de la casi inexistencia de diferencias entre hombres y
mujeres (Hyde, 1990), las cosas se han vuelto a complicar a la luz de las
nuevas (e incesantes) investigaciones empíricas (Hyde, 2007). Las com-
paraciones entre hombres y mujeres, en cuanto a sus características
psicosociales, aparecen en muchos planos y sobre todo en interacción
con otras variables de los propios individuos. Así, comparar hombres y
mujeres en, por ejemplo, el plano de la agresión está directamente mo-
dulado por la edad de los sujetos analizados. Las diferencias entre hom-
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
bres y mujeres en los niveles y la frecuencia de la agresión, física al
menos, son muy precoces y ya antes de los 24 meses aparecen de for-
ma espontánea. Estas diferencias se mantienen a lo largo de la vida de
los humanos, aparecen más tarde en el formato de agresiones sexuales
y únicamente se difuminan en el formato de agresiones verbales en las
que parece no existir diferencias entre sexos. También el desarrollo
afecta de forma distinta a las diferencias en las capacidades verbales, las
disposiciones emocionales o las alteraciones psicopatológicas. Además
de la edad, podemos incluir otras variables, tales como el rol social, el
nivel socioeconómico, etcétera. Hemos de añadir que este panorama es
cambiante y tiene sus efectos en numerosos planos de la realidad social
y personal: escolar, educativo, laboral, sanitario, etcétera. Por tanto,
consideramos adecuada la afirmación según la cual hay más variabili-
dad interindividual dentro de los grupos de hombres y mujeres que la
variabilidad intergrupal de hombres y mujeres. La individualidad psico-
lógica importa más que la pertenencia a un grupo definido por el sexo
o por el género. Lo que es un problema para la explicación científica
de las diferencias entre hombres y mujeres es el punto de partida para
la intervención profesional, en la que siempre, al ser con mucha fre-
cuencia ejercida sobre individuos, debe primar la individualidad frente
a la pertenencia más o menos prototípica a un grupo de referencia. El
agresor no deja de ser individuo por más que pertenezca al grupo
«hombre» o la víctima tampoco deja de ser individuo aun perteneciendo
al grupo «mujer». Así, no tiene por qué sorprendernos que no todos los
hombre ejemplifiquen al arquetipo de los «hombres violentos» ni todas
las mujeres al arquetipo de las «mujeres plácidas» (el lector puede hacer
el ejercicio de sustituir los adjetivos de los arquetipos y constatar la va-
lidez de la afirmación).
En el análisis criminológico la diferencia entre hombres y mujeres,
en lo que hace referencia a la distribución asimétrica de las prevalencias
delictivas, es un hecho más que consistente y es un problema a resol-
ver. Los hombres son con mucha mayor frecuencia agentes de la vio-
lencia, sobre todo en el seno de la pareja y, especialmente, si hacemos
referencia a la violencia grave y también a la violencia de naturaleza
sexual. Esta afirmación la podemos generalizar a muchos otros tipos de
delitos. Por el contrario, las mujeres son las víctimas más prevalentes de
la violencia grave de pareja, doméstica o familiar y de la violencia
sexual. Aquí la asimetría es clara y muy consistente entre grupos de
edad, étnicos, culturales y socioeconómicos. Esta asimetría se observa a
simple vista en muchos indicadores criminológicos: tasa de hombres y
Prologo
mujeres encarceladas, comportamiento de hombres y mujeres en pri-
sión, tasas diferenciales de reincidencia, etcétera.
Por último, en el análisis político-cultural, donde el que esto escribe
se mueve con más inseguridad, y debido a los cambios derivados de las
dinámicas sociales e ideológicas propias de las sociedades en constante
evolución, es donde, en nuestra opinión, los resultados de los análisis
acerca de las diferencias y semejanzas entre hombres y mujeres son más
variados y cambiantes. Un ejemplo de estos cambios lo podemos ver en
las distintas denominaciones que se dan al mismo fenómeno. Así, la
violencia de género, en nuestra opinión, y a diferencia de lo que decla-
ra la legislación vigente en España, agrupa todas las formas de violencia
que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer por su específico rol
de género en la sociedad actual: violencia sexual, tráfico de mujeres,
explotación sexual, mutilación genital, acoso laboral, etcétera, indepen-
dientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agre-
sor y víctima, ya sean éstas de tipo sentimental, familiar, de vecindario
o, simplemente, inexistentes. Este término genérico convive con otros,
como el de «violencia doméstica» o .familiar» y no pocas veces son con-
fundidos. El caso de la violencia contra la pareja, en el que la víctima es
la mujer y el agresor es el hombre, es el más representativo de la vio-
lencia de género, principalmente por su prevalencia e intensidad y por-
que combina elementos propios de la violencia de género, de la familiar
y doméstica, pero, sin embargo, cuenta con otros componentes especí-
ficos que provienen de la particular relación, sentimental e íntima, que
tienen o han tenido los miembros de la pareja. La violencia contra la
pareja (VCP) es una de las formas que, junto con la violencia sexual so-
bre la mujer en el seno de la familia, representan una intersección entre
la violencia de género y la violencia familiar (Andrés-Pueyo, 2009). En
este sentido queremos hacer una reflexión. El concepto de violencia,
como estrategia de control y dominio de la pareja, agrupa varios tipos,
según su naturaleza, como son la violencia física, sexual, psicológica y
la violencia por negligencia. Conviene distinguir subtipos de acciones
violentas, tales como son, en el caso de la violencia física, las agresiones
físicas, desde las bofetadas, empujones y patadas hasta las lesiones con
arma blanca o de fuego y el asesinato por estrangulamiento o envene-
namiento, así como las mismas amenazas graves de ejercer violencia
física (muerte o lesiones físicas), que tienen idénticos determinantes que
las acciones violentas. En el caso de la violencia sexual se incluyen di-
ferentes acciones, que van desde la humillación sexual hasta la viola-
ción sádica pasando por el acoso sexual. En el caso de la violencia psi-
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
cológica, hay que distinguir también acciones tales como el acoso no
sexual (stalking), la coerción y coacción, la humillación, las extorsiones
o amenazas y todas aquellas formas de control social y económico de la
mujer que la OMS (2005) identifica bajo la rúbrica de «violencia psicoló-
gica o abuso emocional». Este último tipo de violencia reúne acciones
muy distintas entre sí y recibe varias denominaciones. El abuso, maltra-
to o violencia psicológica ejercida sobre la víctima, en la VCP, también
incluye una serie de acciones del agresor que, siguiendo a O'Leary, po-
demos distinguir en: menoscabo y daño a la auto-estima y la imagen de
la pareja, amenazas explícitas o implícitas de muerte o lesiones, restric-
ción de los derechos de la víctima y evitación pasiva o activa del apoyo
emocional o cuidados debidos a la víctima (Andrés-Pueyo, 2009).
El convencimiento público de que la violencia, y especialmente la
sexual y contra la mujer, es un problema social de primer orden que hay
que erradicar se observa en la intolerancia social que produce, en la re-
clamación frecuente de intervención que los ciudadanos hacen a los
poderes públicos, sobre todo después de que se descubran crímenes
sexuales horribles o se conozcan casos de abusos familiares sobrecoge-
dores, y en la voluntad convencida de que esta problemática es incom-
patible con los avances sociales y la libertad personal hacia la cual tien-
den las sociedades desarrolladas. Este rechazo a la violencia, convertido
en demanda, guía la acción de las Administraciones Públicas, que han
puesto en marcha acciones para luchar contra la violencia de forma con-
tinuada en los últimos años. Esta acción convencida cristaliza en la mo-
vilización de recursos humanos y materiales que se destinan a la aten-
ción de las víctimas, el control de los agresores y la prevención genérica
de la violencia. Estas políticas empiezan a dar sus resultados, pero están
afectadas por dos factores que, en nuestra opinión, limitan su eficacia.
El primero es la falta de experiencia profesional continuada en el tiempo
de ejercicio de estas tareas, sobre todo en lo que hace referencia a la
violencia de pareja contra la mujer. Un buen ejemplo lo podemos ver
analizando cómo se ha realizado la puesta en marcha de programas de
atención a víctimas de la violencia de género que se han ido desarro-
llando y perfeccionando a la vez y a partir de diversas ofertas de servi-
cios genéricos: sanitarios, sociales y otros similares que atendían a las
mujeres por razones diversas y que ahora han ampliado sus servicios a
la atención de las mujeres víctimas de violencia. Quizá un ejemplo pa-
radigmático es la formación de los técnicos de los servicios de gineco-
logía de los hospitales generales en temas de violencia de género y
sexual. En esta situación también se han encontrado, con menos proble-
Prólogo
mas obviamente, los servicios policiales y judiciales que, como es paten-
te, sufren una enorme presión derivada de esta problemática. También
este mismo comentario se puede hacer extensivo a los servicios que
atienden a los agresores y un buen ejemplo lo tenemos en el diseño de
programas de reeducación para agresores contra la mujer en prisiones o
en otras actuaciones preventivas. Queríamos destacar que este cambio
en ampliar los servicios está resultando eficaz, pero exigente con los
profesionales que deben aplicarlos, ya que la demanda de eficacia es
tan urgente como novedosos son los programas de actuación.
El segundo factor tiene que ver con la fundamentación y sustenta-
ción de estos programas. La urgencia en aplicarlos es inversamente pro-
porcional a los conocimientos que los apoyan. El conocimiento cientí-
fico, y las tecnologías que se derivan de él, de las causas de la violencia
no es todavía muy amplio y sólido y, por tanto, las discusiones y alter-
nativas que se proponen para combatirlas están todavía en un limbo
donde casi todo es compatible. Como resultado de esta situación, con-
viven opiniones, propuestas, procedimientos e incluso legislaciones y
normas que no producen mucho consenso y son fuente de controver-
sias, a veces intensas. Esta realidad que brevemente hemos descrito
quizá tiene más vigencia al hablar de la violencia contra la pareja que
de la violencia sexual.
Para intervenir en el control de la violencia, como en cualquier otro
ámbito profesional, es imprescindible conocer las cosas con objetividad
y sin prejuicios. Y mientras que objetividad no hay mucha, en la medi-
da en que el conocimiento riguroso de la violencia es escaso, de lo se-
gundo, en el caso que nos ocupa, hay demasiado. Los conocimientos
rigurosos, contrastados y basados en la evidencia sobre la violencia in-
terpersonal son escasos y es imprescindible aumentarlos para que la
intervención profesional sea eficaz. Este libro de Echeburúa y Redondo,
dos de los más reconocidos especialistas en las aplicaciones psicológi-
cas de la criminología al problema de la violencia sexual y de pareja,
está lleno de conocimientos rigurosos y de análisis concienzudos de la
realidad próxima de la violencia que serán de gran utilidad a los profe-
sionales, sea cual sea su matriz formativa original, que se emplean a
fondo diariamente en la lucha contra las consecuencias de la violencia,
la reinserción de los agresores, la recuperación y fortalecimiento de las
víctimas y la prevención de esta lacra social de tan negativos e intensos
efectos. En este libro, y por razones de la temática de que se ocupa, los
autores se mueven en tres planos que, en el mejor de los casos, debe-
rían converger: el de los derechos humanos (referente obligatorio en el
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
tema del análisis de la actuación contra la violencia), el de la ciencia
(basándose en la evidencia) y el de la utilidad profesional (por respon-
sabilidad social). Complicada combinación, pero digna aspiración.
Barcelona, junio de 2010
REFERENCIAS
DR. D. ANTONIO ANDRÉS-PUEYO
Catedrático de la Universidad de Barcelona
Andrés-Pueyo, A. (2009). La predicción de la violencia contra la pareja. En Eche-
bUfÚa y otros (eds.), Predicción del riesgo de homicidio y de violencia grave en
la relación de pareja (pp. 21-56). Valencia: Centro Reina Sofía para el estudio
de la violencia-Generalitat de Valencia.
Felson, R. B. (2002). Violence and gender reexamined. Washington, De.: APA.
Hyde, J. (1990). Meta-analysis of psychology of sex differences. Signs, 16: 55-73
Hyde, J. (2007). New directions in the study of gender similarities and differences.
Currrent Directions in Psychological SCience, 16: 259-263.
INTRODUCCiÓN
Las mujeres son víctimas frecuentes de diversas formas de agresión
y violencia. De partida pueden sufrir cualquiera de las formas de vio-
lencia y delincuencia posibles, como robos violentos, lesiones y ho-
micidios, al igual que también pueden ser víctimas de estos delitos los
hombres. Sin embargo, en dos modalidades de violencia las mujeres
suelen ser víctimas especialmente propicias: el maltrato familiar y los
abusos y las agresiones sexuales. Y es 10 más frecuente que los auto-
res de dichas agresiones sean hombres. El análisis de esta grave reali-
dad social es, en última instancia, la razón profunda de este libro.
Tanto el maltrato como los abusos y las agresiones sexuales dañan
gravemente a un número importante de mujeres de distintas edades,
extracciones sociales y culturas en todos los países. Los organismos in-
ternacionales, como Naciones Unidas y la Organización Mundial de la
Salud, han alertado universalmente acerca de este grave problema so-
cial y han acordado diversas declaraciones y normativas para su detec-
ción y prevención. En la actualidad existe una notable sensibilidad y
conciencia colectiva acerca de estas problemáticas de agresión a las
mujeres, que se refleja en los medios de comunicación y en la opinión
pública, en las leyes y en la justicia.
Dadas la magnitud de la violencia contra las mujeres y la urgencia de
su prevención y control, no es infrecuente que los análisis de este pro-
blema y las propuestas formuladas para su prevención y control pue-
dan resultar, a pesar de sus buenas intenciones, precipitados y extre-
mos. Algunos de los planteamientos actuales están alejados de los
conocimientos científicos e imbuidos más bien de consideraciones
ideológicas y formulaciones "políticamente correctas». La explicación
feminista al uso de que toda violencia que puedan ejercer los hombres
contra las mujeres es una violencia universal de cariz machista cuyo
propósito es su sometimiento patriarcal es, cuando menos, expansiva y
sesgada. Es más ajustado al conocimiento científico, y sería probable-
¿Por qué víctima es femenino y agresor mf1sculino?
mente más útil para la prevención, analizar la violencia contra la pareja
a la luz de los diversos factores de riesgo existentes, tanto individuales
como sociales, entre los que también podría incluirse el «machismo»,
pero desde luego no en exclusiva.
Es decir, para un análisis científico más completo del maltrato y de
la agresión sexual contra las mujeres deben considerarse tres compo-
nentes: la peligrosidad de los agresores, la vulnerabilidad de las vícti-
mas y las situaciones en que se producen las conductas violentas. Así,
hay que tener en cuenta las características de muchos agresores, tales
como su impulsividad, el maltrato y abuso infantil que muchos de ellos
recibieron, su exposición a modelos violentos en sus familias de origen,
su frecuente abuso del alcohol y de otras drogas, sus fuertes distorsio-
nes de pensamiento y justificaciones de la violencia como instrumento
de control, sus creencias sexistas y devaluadoras de las mujeres, las si-
tuaciones de aislamiento familiar y social en que viven, los bajos niveles
culturales de muchos agresores y también de muchas víctimas, las ten-
siones económicas a que pueden hallarse sometidos, etc. Hay asimismo
víctimas de riesgo, como las mujeres jóvenes, aisladas socialmente, de-
pendientes económica y emocionalmente de sus parejas desde edades
tempranas o las mujeres consumidoras de drogas o frecuentadoras de
ambientes marginales, con antecedentes de maltrato, que tienen una
mayor probabilidad de sufrir la violencia. Y, finalmente, hay situaciones
específicas, como la ruptura reciente de pareja protagonizada por la
mujer o las condiciones de un divorcio conflictivo en relación con el
régimen económico o la custodia y el régimen de visitas de los hijos,
que propician la aparición de conductas violentas.
Lo fundamental de la perspectiva científica e integradora del conoci-
miento que aquí se presenta es que son estos múltiples factores de ries-
go, combinados en diversas formas, los que pueden favorecer que al-
gunos varones opten por comportamientos de abuso y agresión de los
que serían víctimas frecuentes las mujeres. Üe aquí se deriva que la
prevención más eficaz de tales agresiones también deberá atender a los
diversos factores de riesgo que puedan concitarse en cada caso.
También se efectuará aquí un análisis crítico de las actuales prác-
ticas jurídico-penales orientadas a la pura denuncia, al aislamiento y,
en último término, al encarcelamiento masivo y prolongado de mal-
tratadores, violadores, etc., como base de la prevención y el control
de estos fenómenos delictivos. Los autores consideran que dichas es-
trategias punitivistas son poco realistas y resultan bastante ineficaces
si se atiende a sus escasos resultados. De hecho, y pese a su empleo
Introducción
intensivo, no han logrado reducir ni el número de asesinatos de mu-
jeres o las tasas de denuncia por maltrato ni las agresiones sexuales
extra o intrafamiliares. Además, este planteamiento basado en el cas-
tigo ha contribuido a un sistemático endurecimiento del sistema jurí-
dico-penal, con los muchos inconvenientes que ello plantea, como
son la masificación de las prisiones o unos gastos en vigilancia y se-
guridad que resultan desmesurados y que no han mostrado ser efec-
tivos.
Así pues, este libro dirige su atención a los conocimientos rigurosos
actuales en torno a las principales manifestaciones de la violencia con-
tra las mujeres (como el maltrato de pareja, el abuso sexual y las agre-
siones sexuales), de las que a menudo son autores los hombres. Asimis-
mo se pondrán de relieve las fenomenologías y las magnitudes de estas
agresiones, los daños que sufren las víctimas y las características más
típicas de los agresores. Se presentarán también los conocimientos y las
teorías científicas que, hasta donde se sabe actualmente, explican estos
fenómenos. Por último, en cada caso se atenderá también a los sistemas
de prevención, tratamiento y control de los anteriores delitos con el ob-
jetivo de reducir su frecuencia y gravedad.
La obra consta de nueve capítulos estructurados en dos partes (una
descriptiva y otra de propuestas de solución). En el primer capítulo de
la parte primera se hace referencia a la delincuencia y a las conductas
violentas en función del sexo, tanto desde la perspectiva de los agre-
sores como desde la de las víctimas. En el segundo se trata de buscar
una explicación a este hecho con las distintas teorías propuestas. Los
siguientes capítulos de esta primera parte profundizan sobre tipos es-
pecíficos de agresores y de víctimas y, en concreto, sobre la violencia
contra la pareja y sobre los abusos y agresiones sexuales, tanto en la
infancia como en la vida adulta. Se detalla la descripción de estos fe-
nómenos violentos, así como sus explicaciones científicas. Y en la par-
te 11 se incluyen tres capítulos encaminados a la solución de los pro-
blemas planteados en la primera parte. En concreto, se describen los
tratamientos psicológicos de las víctimas y de los agresores y, por últi-
mo, se desarrollan las estrategias aplicadas en la actualidad, y otras que
podrían utilizarse, para la prevención y el control de estas modalidades
de agresión.
El mayor deseo de los autores sería que esta obra contribuyera a
un mejor entendimiento social y a una explicación más certera de los
fenómenos de violencia contra las mujeres y, por encima de todo, a una
mejora de su prevención.
PRIMERA PARTE
La violencia de los hombres
contra las mujeres
1. ¿HOMBRES AGRESORES
Y MUJERES VíCTIMAS? LOS
ESTEREOTIPOS Y LA REALIDAD
El título de este libro sugiere como argumento central que ser agre-
sor, y más ampliamente ser delincuente, es preferentemente un atributo
masculino y que ser víctima es una característica prioritariamente feme-
nina. El objetivo de este primer capítulo es clarificar esta cuestión nu-
clear.
Tanto el título del libro como su nomenclatura general utilizan el
término «agresor», y no «delincuente», ya que las agresiones y los compor-
tamientos violentos contra las mujeres constituyen la prioridad del aná-
lisis, y hay agresiones más o menos sutiles que no entran dentro del
ámbito de lo delictivo. Pese a ello también es necesario hacer una refe-
rencia más global a la delincuencia de hombres y mujeres. Desde ese
marco más general, de acuerdo con el objetivo del libro, se prestará una
atención preferente a aquellas conductas violentas de las que los varo-
nes suelen ser autores principales y las mujeres víctimas frecuentes, lo
que incluye diversos delitos contra las personas (lesiones, homicidio...);
pero, sobre todo, se analizarán el maltrato contra la pareja y el abuso y
las agresiones .sexuales.
Para iniciar este análisis de la delincuencia de hombres contra muje-
res conviene llamar la atención del lector sobre algo quizá obvio, pero
muy relevante a todos los efectos. Se trata sencillamente de la estructu-
ra básica que presentan todo delito y agresión, que incluye tres partes
imprescindibles (tal y como se ilustra en la figura 1.1):
1. Un agresor (o agresores), en cierto grado motivado y dispuesto
para agredir. La motivación antisocial de los agresores suele con-
cretarse en creencias y hábitos delictivos, así como en fuertes
explosiones de ira descontrolada.
2. Una víctima que suscita el interés del agresor.
3. Una cierta desprotección de la víctima, que la pone en mayor
riesgo de sufrir la agresión. Dicha desprotección puede derivar
en unos casos del descuido de la propia víctima, que no toma las
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
precauciones debidas, o de la falta de prevención de sus cuida-
dores y protectores naturales (familiares, amigos, vecinos...); en
otros, puede ser la consecuencia indeseada de fallos en los con-
troles formales, tales como la policía o los tribunales.
Los tres factores mencionados constituyen, de acuerdo con el cono-
cimiento actual, elementos clave de todo análisis de la agresión, y este
libro prestará atención a todos ellos. En este primer capítulo se atende-
rá a una descripción general de los dos primeros (agresores y víctimas,
con especial atención a la cuestión central de si se trata preferentemen-
te de varones o de mujeres). Para ello se destinará un primer epígrafe a
analizar quiénes son los agresores más habituales en delitos violentos,
en maltrato contra la pareja y en materia de abuso y agresiones sexua-
les. Lo mismo se hará, en el siguiente epígrafe, por lo que se refiere al
análisis de quiénes son las víctimas prioritarias de los anteriores delitos,
es decir, si son los hombres o lo son las mujeres. El capítulo finalizará
con unas conclusiones generales al respecto sobre la violencia ejercida
o sufrida por los hombres y por las mujeres.
Figura 1.1. Interacción agresores-víctimas [adaptado a partir de Felson, 1994, 200B}.
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
1.1. AGRESiÓN Y DELITO
La agresión suele comportar una acción mediante la que se ejerce
fuerza sobre otra persona que, como resultado de ello, sufre algún tipo
de daño. Esta conducta acostumbra a interpretarse como violencia si se
entiende que es intencionada, es decir, con el objetivo de dañar a la
víctima. Lo más común es que los comportamientos violentos estén
prohibidos por la ley y, por ello, constituyan delitos.
Los delitos pueden adoptar muy diversas formas, como los hurtos
(en que se sustrae discretamente una propiedad ajena, como podría ser
un bolso o una cartera), las estafas, los robos tanto con fuerza (rom-
piendo la puerta de una casa) como con intimidación o violencia (ame-
nazando a la víctima con un arma o golpeándola para que entregue su
dinero), las lesiones, los abusos de menores, las agresiones sexuales y
la violación, el maltrato a los hijos o a la pareja, etc.
Además de por su objetivo o naturaleza, los delitos pueden ser cla-
sificados también en función de su gravedad. Los dos principales crite-
rios que suelen emplearse para establecer la gravedad de los delitos
son, en primer lugar, el daño causado a las víctimas y a la sociedad en
su conjunto y, en segundo término, la magnitud económica de las sus-
tracciones o daños efectuados.
El modo más inmediato de conocer cuántos delitos se producen es
mediante las denuncias que efectúan las propias víctimas o los posi-
bles testigos. En estos supuestos lo más común es que las denuncias
hayan dado lugar a procesos legales e incluso a la condena de los
autores. También puede conocerse la magnitud de la delincuencia a
partir de fuentes de información denominadas "no oficiales». Éstas
son fundamentalmente dos: los estudios de autoinculpación y las en-
cuestas de victimización. En los análisis de autoinculpación se pre-
gunta, de modo anónimo, a muestras representativas de la población,
generalmente jóvenes de ambos sexos, acerca de sus posibles con-
ductas ilícitas y antisociales. De ese modo pueden obtenerse unos
índices, generalmente anuales, que se denominan "de delincuencia
autoinformada». Su mayor ventaja es que permiten conocer con mayor
amplitud, a partir del testimonio de los propios autores, qué conduc-
tas ilícitas y con qué frecuencia se llevan a cabo en el seno de una
población. Su principal inconveniente es que, mediante los autoinfor-
mes, es difícil conocer comportamientos delictivos graves que no ha-
yan sido denunciados, como podrían ser incluso una violación o un
homicidio.
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
Un método inverso al anterior son las encuestas de victimización. En
ellas se pregunta, también de manera anónima, a muestras representa-
tivas de la población sobre aquellos delitos que puedan haber sufrido
durante el período de un año, o bien a 10 largo de toda su vida. De este
modo, asimismo es posible conocer muchos más hechos antisociales y
delictivos de los que acaban siendo denunciados. Entre sus inconve-
nientes está el que algunas víctimas puedan no mencionar, por ver-
güenza o temor, hechos delictivos graves, como maltratos o violaciones
sufridas en el hogar. Pese a todo, las encuestas de victimización consti-
tuyen el mejor instrumento disponible para hacernos una idea lo más
veraz posible acerca de los hechos antisociales que realmente suceden.
Así pues, idealmente, para cada categoría de delitos podría disponer-
se de dos fuentes fundamentales de información: la correspondiente a
la tasa anual de victimización, o los delitos que las víctimas dicen haber
sufrido, y la que se refiere a los delitos oficialmente denunciados ante
la policía y perseguidos por la justicia. Entre la primera, mucho más
amplia, y la cifra de denuncias, más reducida, media la conocida como
cifra negra de la criminalidad, constituida por los delitos ocultos que las
víctimas, por unas u otras razones, no denunciaron y que, por tanto, no
han sido objeto de persecución legal.
Con el telón de fondo de nuestro interés principal en este libro (la
violencia de los hombres contra las mujeres), a continuación se presen-
tan distintas informaciones sobre el comportamiento violento y antiso-
cial, utilizando para ello tanto cifras oficiales como, hasta donde nos sea
posible, datos no oficiales. En primer lugar se analizará la prevalencia
violenta y delictiva de hombres y de mujeres en cuanto agresores, tanto
de modo general como, particularmente, en lo tocante al maltrato de
pareja y los delitos sexuales. A continuación se dirigirá la atención
al segundo término de la ecuación,· presentándose información sobre
las mujeres y los varones en cuanto posibles víctimas de agresiones y
delitos.
1.2. LOS AGRESORES
Con carácter general, los varones, de todas las edades y de todas las
culturas, efectúan más comportamientos antisociales y de agresión que
las mujeres. Esta característica más violenta de los varones parece inclu-
so ir más allá de las propias conductas ilícitas. Es fácil observar en la
familia y en la escuela que, ya desde los primeros años de la vida, los
niños son más movidos, inquietos, impulsivos, exploradores del am-
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
biente, asumidores de riesgos y peleones que las niñas. Por el contrario,
las chicas acostumbran a ser, también desde la infancia más temprana,
más tranquilas, autocontroladas y prudentes.
Estas diferencias de conducta entre varones y mujeres se hacen más
notorias a partir de la adolescencia por 10 que se refiere a los compor-
tamientos antisociales. Si se atiende a los autoinformes, por cada chica
que manifiesta haber realizado algún comportamiento antisocial de en-
tidad no muy grave (faltar al colegio, engañar a sus padres, hurtar en
tiendas, etc.), hay unos cinco chicos que dicen haber realizado dichas
conductas. Si se toman en cuenta datos oficales, relativos a denuncias y
detenciones, la anterior proporción se extrema, y por cada chica que
comete algún delito de mayor entidad (sustracción de vehículos robo
, ,
agresión, etc.) entre ocho y diez varones 10 hacen. En la edad adulta
estas diferencias se hacen evidentes a partir de los delitos que son le-
galmente perseguidos por la justicia.
De acuerdo con datos de Inglaterra y Gales correspondientes a 2006,
una mayor proporción de hombres que de mujeres fueron detenidos e
inculpados en todas las categorías más graves de delitos. En concreto,
eran varones entre el 82% y el 94% de los imputados por delitos violen-
tos contra las personas, delitos por drogas, robos con violencia y robos
de casas. Por 10 que se refiere a todos los condenados por delitos
sexuales, el 97% eran varones. En cuanto a los hurtos y robos, que fue-
ron los delitos más frecuentes en conjunto, el 71% fueron cometidos
por hombres.
En la tabla 1.1 pueden verse las cifras totales de condenados en 2006
en España por distintos tipos de delitos, con los porcentajes de ellos
que corresponden a mujeres y a hombres.
Como puede verse, en todas las categorías delictivas incluidas en la
tabla el porcentaje de varones condenados es abrumadoramente supe-
rior, oscilando entre un mínimo del 87,8% para el caso de los delitos de
torturas y contra la integridad moral y un máximo del 96,5% para los
delitos contra la libertad y para los delitos contra la libertad sexual. Es
decir, en promedio, por cada mujer condenada por delitos, once varo-
nes lo son. Esta relación se extrema para el delito de homicidio, en el
que por cada mujer condenada lo son quince hombres, y aun más para
el caso de los delitos sexuales, con veintiocho hombres condenados
por cada mujer que lo ha sido.
Una constatación provisional que puede efectuarse a la luz de la ta-
bla 1.1 es que la relación N hombres/1 mujer aumenta en función de la
violencia y gravedad de los delitos, así como de la connotación sexual
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
TABLA 1.1
Personas condenadas por sexo y tipos de delitos seleccionados:
España, 2006
TOTAL
Contra la seguridad colectiva (in-
cendios, salud pública, seguridad
del tráfico, energía nuclear...)
,Contra el patrimonio (hurtos, ro-
bos, estafas, etc.)
Lesiones (daños, generalmente fí-
sicos, a otras personas)
Contra la libertad (amenazas,
coacciones, secuestros)
Torturas y otros delitos contra la
integridad moral
Contra la libertad sexual (viola-
ción, agresión sexual, abuso...)
Homicidio y sus formas (muerte
de otra persona)
142.746
42.512
36.238
23.429
3.657
2.238
1.322
570
fuENTE: A partir de estadísticas judiciales, INE.
91,8 8,2
94,0 6,0
88,9 11,1
91,8 8,2
96,5 3,5
87,8 12,2
96,5 3,5
93,7 6,3
de las agresiones. De este modo, según se ha visto, las diferencias entre
varones y mujeres en cuanto a su participación en la delincuencia se
agudizan en lo relativo a los delitos graves, tales como robos violentos,
lesiones, homicidios y asesinatos en general, agresiones sexuales y mal-
trato y asésinatos de la pareja.
Tres características distinguen en general los comportamientos vio-
lentos de las mujeres (en contraste con los de los hombres): 1) sus com-
portamientos violentos suelen presentar menor intensidad, incluyendo
más agresiones verbales e indirectas que físicas y directas; 2) tales con-
ductas se producen preferentemente en el contexto de las relaciones
íntimas, tanto familiares como de amistad, y 3) las víctimas de dichas
I
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
agresiones son prioritariamente otras mujeres. A pesar de las anteriores
características generales, existen ciertamente excepciones que pueden
ser documentadas mediante casos concretos de mujeres que han come-
tido graves delitos como asesinatos o terrorismo. Pero ello no invalida
las conclusiones globales a que se ha hecho referencia.
Una proporcionalidad hombres/mujeres paralela a la anterior puede
también observarse por lo que se refiere a las cifras de encarcelados.
Según puede verse en la figura 1.2, las mujeres en prisión representan
en torno al 8% del conjunto de la población penitenciaria española, lo
que equivale aproximadamente a que por cada mujer encarcelada lo
están doce hombres.
70.000
60.000
50.000
40.000
30.000
20.000
10.000
O
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
(8,5%) (8%)
Figura 1.2. Población penitenciaria española {dependiente de la administración central]
por sexo: 2001-2008 (a partir de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias).
Junto con la variable referida al sexo, la edad es el otro gran factor
que guarda la mayor relación con la prevalencia delictiva. Tanto en el
grupo de los varones como en el de las chicas, un aspecto importante
de la delincuencia tiene que ver con las edades de los autores de los
delitos. En principio, los autores de actos antisociales y delictivos pue-
den corresponder a todas las edades, desde la adolescencia hasta la
tercera edad. Pese a todo, la prevalencia delictiva no es uniforme en
distintas edades, sino que universalmente existe una gran concentra-
ción delictiva en sujetos adolescentes, jóvenes y jóvenes adultos. El pico
de edad de mayor participación delictiva suele situarse entre los 18 y
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
los 22 años. Transcendido este margen, la mayoría de los individuos
que cometieron algunos delitos en la juventud Ca veces incluso delitos
graves) abandonan la delincuencia. No obstante, un número reducido
de sujetos persisten activos en el delito a lo largo de bastantes años.
A pesar de que la participación delictiva se reduce con la edad, la
relación varones-mujeres parece mantenerse bastante estable para to-
das las edades. La tabla 1.2 refleja una extraordinaria estabilidad, no
sólo del claro predominio de los varones entre los condenados por de-
litos, sino también de la proporcionalidad varones-mujeres en los dis-
tintos intervalos de edad desde la juventud hasta la tercera edad.
TABLA 1.2
Personas condenadas según sexo y edad: España, 2006
TOTAL 127.099 91,8 11.288 8,2
De 18 a 20 años 4.810 91,4 450 8,6
De 21 a 25 años 17.391 92,2 1.478 7,8
De 26 a 30 años 19.686 91,9 1.729 8,1
De 31 a 35 años 18.319 92,1 1.580 7,9
De 36 a 40 años 16.915 91,4 1.585 8,6
De 41 a 50 años 21.511 92,0 1.876 8,0
De 51 a 60 años 8.171 92,6 657 7,4
De 60 y más años 3.338 91,4 315 8,6
No consta edad 16.938 91,3 1.618 8,7
FUENTE: A partir de estadísticas judiciales, INE.
Aunque la mayor prevalencia masculina en el delito es universal, las
cifras españolas parecen especialmente extremas, en contraste con la
información internacional. Así, por ejemplo, en los datos de la figu-
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
ra 1.3 correspondientes a las tasas británicas de varones y mujeres, la
distancia entre hombres y mujeres es algo menor que la existente en los
dCltos españoles de condenados recogidos en la tabla 1.2. En Inglaterra,
entre las edades de 10 y 15 años, por cada chica responsable de un
comportamiento antisocial o delictivo tres chicos lo son. La distancia
entre sexos aumenta a partir de los 16 años, con unos cinco varones
responsables de delitos por cada mujer.
700
600
500
400
300
200
100
O
10-15 16-24 25-34
Años
35 o más Promedio de
todas las edades
Figura 1.3. Tasas, por cada 10.000 habitantes, de varones y mujeres responsables
de delitos en distintos intervalos de edad: Inglaterra y Gales, 2002 (a partir delOffice
for National Statistics, Reino Unido).
1.3. LAS VíCTIMAS
Víctimas de delitos violentos
Al ser más los varones que cometen delitos, tanto globalmente como
delitos violentos en particular, cabría esperar que las víctimas de ta-
les delitos fueran personas más vulnerables, especialmente en razón de
su menor fuerza física y de su menor agresividad. Desde este punto
de vista, las mujeres podrían ser en apariencia víctimas particularmente
propicias. La hipótesis implícita aquí sería que las personas de mayor
fuerza física y más agresivas (los varones lo son) tendrían mayor proba-
bilidad de agredir a las personas de menor fuerza física y menor agre-
sividad, como lo son las mujeres.
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
En función de los datos internaciones existentes, la anterior hipó-
tesis no se confirma con carácter general. Por el contrario, al igual
que la mayoría de los agresores y delincuentes son varones, también
son hombres la mayoría de las víctimas, especialmente de delitos vio-
lentos. La excepción la constituyen los delitos sexuales y el maltrato
de pareja, en los que las tasas de victimización femenina son clara-
mente superiores. En concreto, el mayor riesgo de sufrir delitos lo
tendrían los jóvenes varones de entre 16 y 25 años (intervalo de edad
que también coincide con el de mayor participación delictiva).
La figura 1.4 corresponde al porcentaje de varones y de mujeres
mayores de 16 años que fueron en 1999 víctimas de delitos violentos
en Inglaterra y Gales. En conjunto, un 5,5% de los varones fueron víc-
timas de algún delito, frente a un 3,3% de las mujeres. En estas cifras
destaca el hecho del mayor riesgo de los varones de ser víctimas de
agresores desconocidos (2,3% de los varones frente al 0,7% de las mu-
jeres). Sin embargo, el riesgo de varones y mujeres es más parecido
por lo que se refiere a las agresiones por parte de conocidos (que su-
fren el 2% de los varones y el 1,3% de las mujeres). La probabilidad de
victimización claramente se invierte en lo concerniente a la violencia
doméstica, que habría sufrido el 1% de las mujeres frente al 0,5% de
los varones.
6
5
4
3
2
1
o
Violencia
doméstica
Agresor Agresor
conocido desconocido
Asalto Total
Figura 1.4. Porcentajes de varones y mujeres (mayores de 16 años) víctimas de
diversos delitos violentos: Inglaterra y Gales, 1999 (a partir del British Crime Survey.
Home Office, Reino Unido).
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
Según datos británicos correspondientes a 2006, la probabilidad
media de sufrir un delito fue del 3,2%. La probabilidad más elevada de
ser víctima de un delito violento se situó en el intervalo de 16 a 24
años, aunque el riesgo de victimización por parte de varones y muje-
res fue muy desigual: de las chicas, el 6,4% experimentaron un delito
violento, y de los varones, el 13,4%. Para las edades de 25 a 34 años,
estos porcentajes correspondieron respectivamente al 3,3% de las chi-
cas y al 5,7% de los varones. A medida que se asciende en edad, tan-
to el riesgo global como las diferencias en el riesgo entre mujeres y
hombres se van acortando, hasta que a la edad de 75 años o más, los
porcentajes de victimización son de 0,2% para las mujeres y de 0,3%
para los hombres.
Es decir, en materia de agresión y delincuencia, lo más frecuente en
términos generales es que un varón agreda o violente a otro varón. Así
sucede a la luz de los datos de victimización disponibles tanto por lo
que se refiere a hurtos como a robos con fuerza y violencia, lesiones,
homicidios y asesinatos.
Las agresiones más graves que pueden sufrirse son las que condu-
cen a la muerte de las víetimas, los homicidios. En la figura 1.5 se
presentan, para el año 2002, las tasas mundiales de homicidio por
25
20
15
10
5
o
0-4 5-14 15-29 30-44
Años
45-59 >60 Total
Figura 1.5. Tasas mundiales, por cada 100.000 habitantes de varones y mujeres
víctimas de homicidio en distintos intervalos de edad: 2002 (a partir del Informe
Mundial sobre la Violencia y la Salud, de la Organización Mundial de la Salud).
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
cada 100.000 habitantes, por intervalos de edad y sexo, de acuerdo
con los datos de la Organización Mundial de la Salud. Quizá lo más
destacable en esta figura sea que en edades infantiles y hasta la ado-
lescencia (hasta 14 años) las tasas por sexos prácticamente se equipa-
ran, siendo víctimas de homicidio por igual las niñas y los niños (en
una tasa promedio de unas 3 niñas y unos 3 niños por cada 100.000
habitantes). Sin embargo, la situación cambia radicalmente a partir de
la edad de 15 años. En el intervalo de edad de 15 a 29 años, son víc-
timas de homicidio 19 varones y 4 mujeres por cada cien mil habi-
tantes. En intervalos de edad superiores se va reduciendo paulatina-
mente la tasa de varones muertos por homicidio, hasta 13 por cada
cien mil habitantes. A pesar de ello, la tasa de mujeres víctimas de ho-
micidio, aunque es claramente inferior a la de hombres, permane-
ce bastante estable (en torno a 4/100.000 en los distintos intervalos de
edad).
En el marco de las informaciones precedentes, no dejan de sorpren-
der los datos españoles que se presentan a continuación, obtenidos de
las estadísticas del Ministerio del Interior en relación con las víctimas de
algunos delitos seleccionados.
TABLA 1.3
Víctimas de algunos delitos seleccionados.
según el tipo de delito y sexo: España. 2006
TOTAL DE VÍCTIMAS
Contra el patrimonio: hurtos, robos, es-
tafas, etc.
Contra las personas: lesiones, homici-
dio, etc.
Contra la libertad sexual: abuso, agre-
sión, violación, acoso, etc.
Contra la libertad: amenazas, coaccio-
nes, secuestros, etc.
188.043
75.330
71.508
9.137
11.517
FUENTE: A partir del Anuario Estadístico del Ministerio del Interior.
57,5
44,6
74,2
88,7
84,1
¿Hombres agresores y mujeres v[ctimas? Los estereotipos y la realidad
Según los datos anteriores, excepto para los delitos contra el patri-
monio, en los que la mayoría de las víctimas son varones, en el resto de
los tipos delictivos seleccionados (contra las personas, contra la libertad
sexual, contra la libertad en general) las tasas más elevadas de victimi-
zación serían las de las mujeres. Por lo que se refiere a los delitos con-
tra la libertad sexual, no cabe duda de que, así como los varones son
mayoritariamente los agresores, las mujeres son generalmente las vícti-
mas (en la tabla anterior, el 88,7% del total, es decir, por cada varón que
es agredido sexualmente 78 mujeres lo son).
En lo relativo al conjunto de los delitos contra las personas, según
esta información, las víctimas serían en un 74,2% mujeres (o sea, tres
mujeres por cada hombre). Es muy probable que esta desproporción
sea debida a que en el conjunto de los delitos contra las personas se
incluyen también muchos de los correspondientes a violencia de géne-
ro, de la que son víctimas prioritariamente las mujeres. Algo parecido
puede especularse al respecto de los delitos contra la libertad, en los
que se computan amenazas y coacciones, muchas de las cuales serían
denunciadas por mujeres en el marco de las relaciones de pareja. Pese
a ello, esta información estadística sobre denuncias está probablemente
sesgada y es claramente incoherente con las cifras internacionales de
victimización, que reflejan una mayor vitimización general de los varo-
nes, con las excepciones mencionadas del maltrato y las agresiones
sexuales.
Así pues, analicemos a continuación con detalle el maltrato contra la
pareja y los delitos sexuales, en los que las mujeres son las víctimas
principales.
Víctimas de violencia contra la pareja
Las mujeres tienen una mayor probabilidad de ser víctimas de las
agresiones que se producen en el marco de las relaciones afectivas y
de intimidad: violencia de género y asesinato de pareja, y también abu-
sos y agresiones sexuales intrafamiliares. En todos estos supuestos lo
más frecuente es que los agresores sean los varones, y las víctimas, las
mujeres.
En la tabla 1.4 se presentan datos, en relación con diversas regiones
del mundo, sobre porcentajes de mujeres que declaran haber sido agre-
didas físicamente por su pareja masculina, ya sea durante el período
correspondiente al año precedente a la encuesta o bien en algún mo-
mento anterior de su vida.
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
TABLA 1.4
Mujeres (en %) que en distintas regiones del mundo declaran
haber sido agredidas físicamente por su pareja masculina
según estudios de poblaciones seleccionadas (1982-1999)
África Etiopía, Kenia, Nigeria, Su- 8 26,6
dáfrica, Zimbabwe.
América del Canadá, Estados Unidos. 2,1 25,5
Norte
América Lati- Antigua, Barbados, Bolivia, 18,2 21,6
na y el Caribe Chile, Colombia, México,
Nicaragua, Paraguay, Perú,
Puerto Rico, Uruguay.
Asia y Pacífi- Australia, Bangladesh, Cam- 14,5 31,8
co occidental boya, India, Filipinas, Papúa
Nueva Guinea, República
de Corea, Tailandia.
Europa Noruega, Países Bajos, Re- 8,3 19,8
pública de Moldavia, Reino
Unido, Suiza.
Mediterráneo Turquía, Egipto, Israel, Ri- 30,8 46
oriental bera Occidental y Franja de
Gaza.
FUENTE: Estimación propia a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud,
OMS,2002.
Realmente impresiona constatar que, en relación con el último año,
entre un 2,1 Y un 30% de mujeres declaraban haber sido agredidas
físicamente por sus parejas masculinas, y entre un 19,8 y un 46% ha-
ber sido agredidas alguna vez a lo largo de su vida. Estas cifras ilus-
tran muy bien la envergadura social de este gravísimo problema de
agresión que universalmente sufren las mujeres en sus relaciones de
pareja.
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
Si los datos se analizan comparativamente por regiones del mundo,
la zona en que menos mujeres manifiestan haber sido agredidas por su
pareja es Europa (con un 8,3 anual y un 19,8% alguna vez), mientras
que el área con mayor violencia marital contra las mujeres sería, a la luz
de estos datos, la del Mediterráneo oriental (con un 30,8% anual y un
46% alguna vez). Vistas así las cosas, aunque hay diferencias relevantes
entre regiones, las tasas de agresión contra la pareja femenina son ob-
jetivamente muy elevadas en todas ellas. Ciertamente, ninguna zona del
mundo es ajena a este problema.
Aparte de las magnitudes globales de violencia contra la pareja ex-
perimentadas por las mujeres, es necesario conocer con más detalle
cuáles son las formas específicas de agresión sufridas. En la tabla 1.5 se
analizan, para la realidad española, los delitos y faltas concretos oficial-
mente denunciados como resultado de la agresión por parte de la pa-
reja. Los datos corresponden tanto a mujeres como a hombres víctimas
de tales agresiones.
Como puede verse en la tabla, por lo que se refiere a agresiones
graves provisionalmente calificadas como delitos, las mujeres son las
víctimas principales, especialmente de los delitos más graves, tales
como asesinato y homicidio, lesiones, mutilación genital, malos tratos,
detención ilegal, secuestro, amenazas, coacciones, trato degradante,
allanamiento de morada, injurias, agresiones sexuales y violación, abu-
sos sexuales, corrupción de menores y coacción a la prostitución. En
todos estos delitos denunciados, desde un mínimo del 73% hasta un
máximo del 100%, las víctimas son mujeres. En lo concerniente a las
infracciones más leves (las faltas), aunque el predominio de las víctimas
mujeres en general continúa, las distancias entre las proporciones de las
mujeres y los hombres se acortan.
Por otra parte, desde la perspectiva de la evolución de estos delitos,
en el caso español las denuncias por violencia contra la pareja han au-
mentado durante los últimos años. Aunque también se han incrementa-
do las denuncias por parte de los hombres, han aumentado más las
correspondientes a las mujeres (desde 43.313 en 2002 a 63.347 en 2007),
especialmente a partir de los diversos cambios jurídico-penales promo-
vidos por la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género,
de 2004 (véase figura 1.6).
De todas formas, debe recordarse aquí que lo anterior en absoluto
debe interpretarse como un aumento real de la violencia de pareja, sino
más probablemente como un incremento de la posibilidad de denun-
cia. Es decir, a resultas de la sensibilidad social actualmente existente
r
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
acerca de la violencia de género y de los cambios legales a que ello ha
dado lugar, en la actualidad las mujeres que puedan ser víctimas de es-
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tos hechos tenderán, más de lo que lo hacían en etapas anteriores, a
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Por último, en el presente epígrafe se analizan, a partir de las en-
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el 7,8 y el 39% manifiestan haber sido forzadas alguna vez por su pareja
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¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
TABLA 1.6
Mujeres que en distintas regiones del mundo declaran haber
sido agredidas sexualmente, según estudios de poblaciones
seleccionadas (1989-2000)
África Botswana, Egip-
to, Sudáfrica,
Túnez, Uganda,
Zimbabwe.
América
del
Norte
América Argentina, Boli-
Latina via, Brasil, Co-
lombia, Costa
Rica, Paraguay.
Asia Mongolia, Chi-
na, India, Indo-
nesia, Filipinas.
Europa Albania, Hun-
gría, Lituania.
Medite-
rráneo
oriental
2,3
4,5
1,6
3,9
Zimbabwe. 25
Canadá, Estados 7,8
Unidos.
Brasil, México,
Nicaragua, Perú.
Indonesia, Ja-
pón, Tailandia.
Finlandia, Reino
Unido, Suecia,
Suiza.
30
19
12
Ribera Occiden- 39
tal y Franja de
Gaza, Turquía.
FUENTE: Estimación propia a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud,
OMS, 2002.
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
Por regiones del mundo, las tasas más bajas se observan en América
del Norte, algunos países europeos y también en Asia, mientras que las
más elevadas se hallan en el Mediterráneo oriental, África y América
Latina. En todo caso, nuevamente debe advertirse que ninguna región
del mundo es ajena a este grave problema social y de violencia.
1.4. CONCLUSiÓN
Aunque es evidente que la variable del sexo condiciona la prevalen-
cia de los delitos y de las conductas violentas, en realidad tanto en va-
rones como en mujeres es pequeña la proporción de personas que
lleva a cabo comportamientos violentos graves y reiterados. Lo anterior
quiere decir que, en paralelo, y más allá del factor del sexo, son las ca-
racterísticas individuales las que finalmente condicionan el comporta-
miento violento y delictivo. Ello lleva inexorablemente a la necesidad
de analizar los diversos factores de riesgo para la conducta violenta y el
delito, tanto personales como sociales, y, en última instancia, a tomar
en consideración las explicaciones teóricas de la delincuencia.
Diversos estudios han hallado que los varones son predominantes
en relación con las mujeres en cuanto a su participación en robos de
casas, hurtos de coches, robos con violencia, conducción bajo los efec-
tos del alcohol y otros delitos vinculados al consumo de alcohol y otras
drogas, así como en posesión de armas y delitos sexuales. En cambio,
aunque la participación de los varones sigue siendo superior a la de las
mujeres, no es tan abrumadoramente dominante en los delitos de frau-
de, hurto, falsificación y apropiación indebida.
Hay algunas diferencias entre hombres y mujeres en los estilos de
delinquir. En relación con la edad, la punta de mayor prevalencia de-
lictiva de los varones es algo superior (en torno a los 18 años) que en
las chicas (alrededor de los 15 o 16). Asimismo se ha indicado que los
varones tienden a cometer delitos que podrían considerarse más típi-
cos de los jóvenes (lo que incluye el uso frecuente de violencia),
mientras que las chicas se muestran más proclives a cometer delitos
más propios de personas adultas (hurtos, apropiación indebida, esta-
fas, etc.).
Entre las diversas motivaciones que las mujeres manifiestan para de-
linquir están las siguientes: carencia de recursos económicos, malas
compañías, consumo abusivo de alcohol y otras drogas, problemas fa-
miliares y carencia de trabajo y de recursos para cubrir las necesidades
de sus hijos (si los tienen). Algunas de estas motivaciones son también
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
referidas por los hombres para la comisión de delitos contra la propie-
dad, que pueden implicar ciertos niveles de violencia.
Hay también diferencias importantes entre varones y mujeres en lo
que se refiere a su participación delictiva. Muchas chicas que han co-
metido algunos delitos juveniles desisten de la delincuencia antes que
los varones. Tanto las chicas jóvenes como las mujeres adultas come-
ten más delitos contra la propiedad, generalmente con escaso uso de
violencia; mientras que los varones tienen una mayor presencia en
delitos que implican más actos de fuerza, amenaza y violencia. Final-
mente, en delitos grupales o de bandas, las chicas suelen asumir pa-
peles más secundarios y preferentemente de colaboración con líderes
varones.
De acuerdo con las cifras revisadas, la conclusión evidente es que
los varones de todas las edades y de todos los países participan más en
la delincuencia y cometen más infracciones y delitos de cualesquiera
categorías que las mujeres. Si se trata de edades más jóvenes, como los
adolescentes, los niveles de participación delictiva de varones y de chi-
cas son más próximos entre ellos y se sitúan en una ratio de participa-
ción delictiva de unos cinco varones por cada chica. Pero en la edad
adulta la distancia entre los sexos en cuanto a su participación delictiva
se extrema, situándose en unos diez hombres delincuentes por cada
mujer que comete delitos.
Otro tanto sucede con la victimización. De los datos revisados puede
concluirse que tanto los hombres como las mujeres pueden ser víctimas
de los diversos delitos, aunque es más probable que lo sean de unos
que de otros. Así, los varones son víctimas preferentes de delitos eco-
nómicos (como hurtos y robos con intimidación) y de diversos delitos
violentos (como homicidios y lesiones), mientras que las mujeres lo son
más probablemente de delitos sexuales y de maltrato de pareja. A pesar
de ello, tanto hombres como mujeres pueden ser víctimas de la mayoría
de las categorías delictivas.
Por lo que al homicidio se refiere, se trata de un delito predominan-
temente masculino. Asimismo, la mayoría de víctimas de homicidio son
varones. Las disputas por la pareja constituyen un móvil en el caso de
muchos homicidios. Por otro lado, aunque en conjunto son menos las
mujeres asesinadas que los hombres, la mayor proporción de ellas (casi
el 50%) lo son por sus parejas masculinas.
Por otro lado, las personas, ya sean hombres o mujeres, presentan
muy diversos niveles de riesgo para ser víctimas de distintos delitos,
como sufr'ir un robo personal o en su vivienda, ser agredidas y lesio-
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad
nadas, padecer un abuso sexual o una violación, e incluso para ser
víctimas de homicidio. En victimología se habla de los fenómenos
de la revictimización y de la multivictimización por referencia a
aquellas personas que son víctimas reiteradas de ciertos delitos, en
contraposición a quienes apenas o en absoluto experimentan tales
hechos.
Existe una diferencia notable entre mujeres y hombres por lo que se
refiere a su preocupación por el delito. Según datos británicos corres-
pqndientes a 2006, mientras que un promedio del 8% de los hombres
manifestaba temor a sufrir un delito, un 21% de las mujeres expresaba
preocupación y temor al respecto. El mayor porcentaje de mujeres pre-
ocupadas por la delincuencia (el 28%) se producía en el intervalo de
edad de 16 a 24 años, que realmente corresponde al de mayor riesgo
de ser víctima de un delito. Es muy posible que, como resultado de esta
mayor preocupación de las mujeres acerca de su seguridad, la calidad
de vida de éstas se vea negativamente más afectada que la de los hom-
bres, mostrando ellas mayor temor a salir solas, viajar, volver tarde a
casa, etc. Tendencias similares a éstas, en cuanto al mayor temor al de-
lito de mujeres que de hombres, se observan también en España y en
otros países europeos.
En síntesis, de lo dicho hasta aquí sobre la influencia en la probabi-
lidad de agresión (como agresor o como víctima) de la variable del
sexo, podrían sacarse algunas conclusiones provisionales. Por lo que
se refiere a los agresores, los varones son con carácter general más
proclives a utilizar la fuerza y la violencia que las mujeres, aunque sólo
una proporción pequeña de varones desarrolla conductas de agresión
extremas. Que lo hagan dependerá fundamentalmente de que se con-
citen en estos sujetos diversos factores de riesgo tanto personales como
sociales.
Por lo que concierne a la probabilidad de ser víctimas del delito, el
riesgo se distribuye también, a la vez que por sexos, en función de las
características individuales y sociales de las diversas personas. Sus
propias conductas y hábitos de vida van a contribuir de modo desta-
cado al mayor o menor riesgo de victimización que puedan experi-
mentar. Pese a todo, las mujeres presentan con carácter general, se-
gún hemos podido comprobar y es bien conocido, un mayor riesgo
de ser víctimas de dos tipologías delictivas particulares: abuso y agre-
sión sexual, así como maltrato y asesinato de pareja. A estas dos for-
mas de agresión sufridas por las mujeres se prestará particular aten-
ción en esta obra.
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?
LECTURAS RECOMENDADAS
Aebi, M. (2008). Tendencias de la delincuencia en Europa de 1990 a 2000. En
M. Aebi, Temas de criminología (pp. 235-267). Madrid: Dykinson.
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drid: Cambridge University Press.
Torrubia, R (2004). El delincuente. En J. Sanrnartín (coord.), El laberinto de la vio-
lencia (pp. 267-281). Barcelona: Ariel.
1
t
2. ¿PPR QUÉ SON LOS VARONES
MAS AGRESIVOS
QUE LAS MUJERES?
Los autores de esta obra son, como también lo son los lectores, pro-
ducto de su propio tiempo. Y en el marco de la sociedad civilizada en
la que viven creen con firmeza que son objetivos fundamentales e irre-
nunciables tanto la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, en
todos los aspectos de la vida, como la erradicación en la mayor medida
posible de cualesquiera formas de fuerza y violencia de unos seres hu-
manos sobre otros. En estas aspiraciones sociales compartidas constitu-
yen propósitos particularmente significativos la erradicación del maltra-
to a las mujeres y la desaparición del abuso y de las agresiones sexuales,
sean intra o extrafamiliares.
Sin embargo, los anteriores objetivos no se lograrán por sí solos a par-
tir de la formulación de un desiderátum social o de la regulación median-
te leyes de los comportamientos correctos y esperables de los ciudada-
nos. En estos asuntos sociales, al igual que en las restantes cuestiones de
las que se ocupa la ciencia, el mejor camino para mejorar las realidades
presentes (en nuestro caso, los actuales problemas del maltrato de pareja
y de las agresiones sexuales) es conocer con la mayor objetividad posible
su naturaleza y los factores que se asocian a ellos, o, dicho de otra mane-
ra, averiguar por qué sucede lo que sucede. Así, un punto nuclear de lo
que aquí nos ocupa es intentar dilucidar, desde el conocimiento científico
existente, por qué más varones maltratan a sus parejas femeninas que lo
contrario, y por qué más varones abusan y agreden sexualmente a muje-
res que lo inverso. Se considera aquí que este conocimiento explicativo
general es necesariamente el punto de arranque que puede permitimosuna
mejor comprensión de estos fenómenos y, en consecuencia, una mejor
prevención y un control más eficaz de estos comportamientos violentos.
Agresión, violencia y delincuencia son términos que sugieren e in-
cluyen comportamientos muy variados: uso de fuerza física, amenaza,
empleo de armas, robo, extorsión, secuestro, agresión sexual, maltrato,
etcétera. Siendo tan diversas las conductas de agresión y violencia, no
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  • 1.
  • 2. Enrique Echeburúa es catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País Vasco e inves- tigador del Centro de Investigaciones Biomé- dicas en Red de Salud Mental (CIBERSAM) del Instituto de Salud Carlos 111. Miembro fundador del Instituto Vasco de Criminología y miembro del Consejo Editorial de numerosas revistas nacionales e internacionales, ha formado parte, asimismo, desde su constitución del Consejo Asesor del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia. Ha sido profesor invitado en las universidades de Calgary y Québec (Canadá). Ha escrito numerosos artículos sobre violencia contra la pareja, trastornos de ansiedad (fobia social, ansiedad generalizada y estrés pos- traumático) y sobre adicciones (alcoholismo, ludopatía, adicciones sin drogas). Sus líneas actuales de investigación se centran en la vio- lencia contra la pareja, en el trastorno de estrés postraumático, en la ludopatía y en los trastor- nos de personálídad. Algunos de sus libros son Manual de violencia familiar (Madrid, 1998). Abuso sexual en la infancia (Barcelona, 2000). Vivir sin violencia (Madrid, 2002) y Manual de victimología (2006). Santiago Redondo es profesor titular de Cri- minología y Psicología en la Universidad de Barcelona. También ha sido profesor invita- do en diversas universidades españolas y de otros países para impartir cursos y conferencias sobre temáticas como la criminalidad en las sociedades actuales, la delincuencia juvenil, el tratamiento y la rehabilitación de los agresores y delincuentes, las explicaciones científicas del delito, las agresiones sexuales y el maltrato de pareja. Actualmente dirige diversas investiga- ciones, especialmente por encargo de algunas administraciones públicas españolas, en torno al tratamiento de los agresores juveniles y de los delincuentes sexuales. También es investi- gador invitado en varios proyectos internacio- nales de investigación sobre la transición desde la delincuencia juvenil a la delincuencia adulta, y sobre tratamientos eficaces con delincuen- tes. Ha publicado numerosos artículos científi- cos, capítulos de libros y libros. Sus dos obras más recientes y de actualidad son las tituladas Manual para el tratamiento psicológico de los delincuentes (Madrid, 2008). e In-tolerancia cero: un mundo con menos normas, controles y sanciones también sería posible (Barcelona, 2009).
  • 3. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia contra la pareja y las agresiones sexuales
  • 4. Enrique Echeburúa Santiago Redondo ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia contra la pareja y las agresiones sexuales EDICIONES PIRÁMIDE
  • 5. COLECCIÓN «PSICOLOGÍA» Sección: Manuales Prácticos Director: Francisco J. Labrador Catedrático de Modificación de Conducta de la Universidad Complutense de Madrid Diseño de cubierta: Anaí Miguel Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las corres- pondientes indemnizaciones por daños y perjui- cios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distri- buyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artísti- ca fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier otro medio, sin la preceptiva autorización. © Enrique Echeburúa Santiago Redondo © Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S. A), 2010 Juan Ignacio Luca de Tena, 15.28027 Madrid Teléfono: 91 393 89 89 www.edicionespiramide.es Depósito legal: M. 27.641-2010 ISBN: 978-84-368-2398-1 Printed in Spain Impreso en Lavel, S. A Polígono Industrial Los Llanos. Gran Canaria, 12 Humanes de Madrid (Madrid) A todas las víctimas, en su camino por sobreponerse a un dolor injustamente causado y en su esfuerzo por dotar de un nuevo sentido a su vida.
  • 6. Ya estamos solos, hombre. Ya no tienes, ya no tenemos ptra cosa cierta que la ceniza, eco de las llamas, residuo sólo ya de haber ardido... Pero me tienes y te tengo: somos. Mira desde lo nimio la existencia, desde el origen, ¿ves? Junto a la hierba nos elevamos sólidos y enteros. MARíA BENEYTO [La última mujer, 1954).
  • 7. íNDICE Prólogo (Antonio Andrés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 15 Introducción . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 25 PARTE PRIMERA La violencia de los hombres contra las mujeres 1. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereoti- pos y la realidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 31 1.1. Agresión -Y delito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 33 1.2. Los agresores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 34 1.3. Las víctimas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39 Víctimas de delitos violentos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39 Víctimas de violencia contra la pareja . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 43 Víctimas de abuso y agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 47 1.4. Conclusión...................................... 49 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 52 2. ¿Por qué son los varones más agresivos que las mujeres? 53 2.1. Perspectiva feminista . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .. 54 2.2. Sociobiología y agresión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 57 Especie humana y civilización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 57 Psicología evolucionista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 61 Endocrinología del desarrollo de varones y mujeres. . . . . . . . .. 64 2.3. Personalidad y desarrollo humano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 64 Déficit en autocontrol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 65 Déficits cognitivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 66 Regulación emocional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 67 Personalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 68 2.4. Vínculos antisociales y aprendizaje de la violencia. . . . . . . . . .. 69
  • 8. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 2.5. Funcionalidad utilitaria de la agresión y del delito. . . . . . . . . . .. 72 2.6. Integración del conocimiento explicativo de la agresión y el delito 74 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 77 3. La violencia contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 79 3.1. Mujeres víctimas................................. , 79 La violencia en la pareja: una patología de la convivencia. . . . .. 79 ¿Por qué aguanta la mujer? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 81 El impacto de la violencia en la salud física y mental de la mujer. 86 Repercusiones en los hijos. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. 88 3.2. Hombres maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90 ¿Cómo surge y de qué forma se mantiene la violencia en la pareja? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90 Tipos de maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 93 Trastornos mentales y alteraciones psicológicas en los hombres violentos contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 94 Trastornos mentales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 95 Alteraciones psicológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 97 3.3. ¿Mujeres agresoras y hombres víctimas? . . . . . . . . . . . . . . .. 100 3.4. ¿Es posible predecir la violencia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 102 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 103 4. Mujeres asesinadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 105 4.1. Introducción..................................... 105 4.2. ¿Denunciar o no denunciar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 106 4.3. Mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas. . . . . .. 107 4.4. Víctimas de asesinato y mujeres inmigrantes. . . . . . . . . . . . .. 109 4.5. Víctimas de feminicidio en la juventud y en la tercera edad.... , 110 Víctimas jóvenes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 110 Víctimas de la tercera edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114 4.6. Perfil de los homicidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114 4.7. Suicidio de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 115 4.8. ¿Se puede predecir un asesinato en pareja? . . . . . . . . . . . . .. 116 4.9. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 118 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 119 5. Las agresiones sexuales en la vida adulta. . . . . . . . . . . . .. 121 5.1. Víctimas conocidas y desconocidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123 5.2. Los delitos contra la libertad sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 124 5.3. Frecuencia de las agresiones sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . .. 126 5.4. Características generales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 131 Características de las agresiones sexuales a mujeres. . . . . . .. 132 Características de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 133 Características de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 134 índice 5.5. Fenomenología o modalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 135 Agresiones sexuales por desconocidos ................ " 135 Agresiones sexuales por conocidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 137 Agresiones sexuales en la relación de pareja . . . . . . . . . . . . .. 138 Agresiones sexuales por un grupo de agresores. . . . . . . . . . .. 140 5.6. Etiología de la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 143 Excitación. cognición y competencia social. . . . . . . . . . . . . . .. 143 Un modelo comprensivo de los factores de riesgo . . . . . . . . .. 145 Desarrollo de un agresor sexual: experiencia y empatía. . . . . .. 146 5.7. Conclusión ...................................... 149 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 151 6. El abuso sexual en la infancia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 153 6.1. Concepto y frecuencia del abuso sexual en la población. . . . . .. 153 6.2. ¿Quiénes son los agresores y quiénes son las víctimas? . . . . .. 154 6.3. ¿Abusadores sexuales o pedófilos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 155 Primarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 157 Secundarios o situacionales .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 158 6.4. Víctimas de riesgo ........ l. . . . . • . • . . . . . . • • . . . . • • •. 159 6.5. ¿Cómo se detecta el abuso sexual? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 161 6.6. Repercusiones psicopatológicas en las víctimas . . . . . . . . . . .. 163 Consecuencias a corto plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 163 Consecuencias a largo plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 165 6.7. Factores mediadores de los efectos del abuso sexual en la infancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 168 6.8. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 170 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. 173 PARTE SEGUNDA ¿Qué se puede hacer? Soluciones para la violencia sexual y de pareja 7. Tratamiento de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 175 7.1. Introducción..................................... 175 7.2. Aspectos nucleares del trauma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 176 Consecuencias psicopatológicas a corto plazo . . . . . . . . . . . .. 177 Consecuencias psicopatológicas a medio y largo plazo.. , . . . .. 179 7.3. Factores de vulnerabilidad y de protección ................ 181 Personalidades resistentes al estrés. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 182 Factores de vulnerabilidad al trauma. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 183 7.4. Asistencia psicológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185 ¿Cuándo se requiere tratamiento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185 Objetivos del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 187 Ejes del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 188
  • 9. ,¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 7.5. Indicadores positivos y negativos de recuperación ........... 193 Indicc¡dores positivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ., 193 Indicadores negativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 195 7.6. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 196 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 198 8. Tratamiento de los agresores....................... 201 8.1. Los tratamientos psicológicos con delincuentes . . . . . . . . . . .. 201 8.2. Tratamietlto de hombres violentos contra la pareja .......... 202 Necesidad de la intervención psicológica . . . . . . . . . . . . . . . .. 202 Motivación para el tratamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 206 Tratamiento psicológico ............................. 209 8.3. Tratamiento de agresores sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 218 Riesgos para la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 218 Elementos que favorecen el tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . .. 221 Ingredientes terapéuticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 223 Fármacos inhibitorios del impulso sexual . . . . . . . . . . . . . . . .. 230 Control y apoyo comunitario de los delincuentes sexuales. . . . .. 231 8.4. Conclusiones sobre la eficacia de los tratamientos con varones agresores ...................................... 231 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 234 9. Prevención ..................................... 237 9.1. Prevención general sobre varones en riesgo de ser agresores.. 239 La clave de la prevención: crianza y educación en la familia . . .. 245 Prevención específica con varones en riesgo de maltrato de pareja ......................................... 248 Prevención específica con varones en riesgo de abuso y agre- sión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... , 249 9.2. Prevención general con mujeres en riesgo de ser víctimas..... 255 Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir maltrato de pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 256 Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir abuso y agresión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 258 9.3. Conclusiones .................................... 261 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 262 PRÓLOGO AGRESORES Y VíCTIMAS: ¿ALGO MÁS QUE UN SIMPLE CAPRICHO DEL LENGUAJE? ' «La danza de la violencia la forman dos participantes»: así empieza el último apartado del capítulo final del libro Biología de la Violencia, de la reconocida experta norteamericana Debra Niehoff (2000), para refe- rirse a los derechos de las víctimas. Esta referencia muestra el lugar que las víctimas ocupan tradicionalmente en la comprensión del fenómeno violento. Con el tiempo el análisis de la violencia ha ido cambiando, desplazando su foco de interés primordial, fijado en la conducta del agresor, por uno nuevo (las víctimas). Este cambio también se observa en la perspectiva profesional y de los servicios públicos que se ocupan de la violencia. El interés por las víctimas se extiende cada día más y no parece ser simplemente una «moda» intelectual, sino que se ha conver- tido en un campo profesional y de conocimientos en expansión, que se agrupa bajo la etiqueta de la «victimología» y amplía el horizonte de las disciplinas ocupadas en estudiar la violencia. Aunque sea una obvie- dad, hemos de indicar que es la violencia 10 que une a agresores y víc- timas en un sentido funcional, y este hecho no es trivial. Tener en cuen- ta estos tres elementos (el agresor, la víctima y la relación entre ambos) es un buen punto de partida para analizar las causas y las razones de la violencia. El análisis riguroso del suceso violento requiere tener en cuenta los tres elementos antes mencionados. Así 10 destacó en su aná- lisis sobre la violencia A Reiss, un reconocido sociólogo de la Univer- sidad de Yale que presidió en 1994 un panel de expertos, promovido por el National Research Council de Estados Unidos, cuyos resultados se presentaron de forma extensa (cuatro volúmenes) a la sociedad ame- ricana --conmovida entonces por una ola de violencia juvenil de enor- me magnitud -, compilando el conocimiento disponible sobre las cau- sas de la violencia y cómo prevenirla (Reiss, A; ed., 1994; Understanding and Preventing Violence). La necesaria consideración de la víctima y el
  • 10. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? agresor, así como de sus relaciones, es relevante para comprender la violencia, pero no tiene por qué influir en las consideraciones legales y éticas de la misma. Así pues, mientras es fácilmente aceptado hablar de la responsabilidad del agresor en el hecho violento, incluir en el análisis de la violencia interpersonallos factores de vulnerabilidad de la víctima no significa responsabilizar a ésta de aquellos actos violentos, pero completan la comprensión de la realidad de los hechos. Este libro trata de la violencia que se produce entre hombres y mu- jeres. Como es bien conocido, este es un fenómeno de gran actualidad en España y en otros países. En muchos de ellos la violencia contra la mujer se ha convertido en un objetivo prioritario de las políticas socia- les públicas en el campo educativo, sanitario y de seguridad, especial- mente desde el año 1995, en que tuvo lugar la conferencia de Pekín sobre la situación de la mujer y que sirvió de estímulo para la toma de conciencia de la realidad de ésta como víctima de distintos tipos de vio- lencia. La violencia entre hombres y mujeres tiene numerosos efectos nega- tivos en la vida cotidiana y constituye un problema grave, omnipresen- te y de muy difícil erradicación. La violencia que de forma mayoritaria ejercen los hombres (agresores) sobre las mujeres (víctimas) se concre- ta sobre. todo en dos ámbitos muy interrelacionados: la violencia contra la mujer en el seno de la pareja y la violencia sexual. De estos dos tipos de violencia en toda su extensión, es decir, refiriéndose a los agresores, a las víctimas y a sus relaciones mutuas, se ocupa, en clave psicológica, este libro. La primera forma de violencia que trata (la violencia de pare- ja) es bien sabido que se articula en torno a las relaciones sentimentales e incluye muchas veces a la segunda (la violencia sexual), mientras que esta última es un tipo de violencia en la que, paradójicamente, no pre- dominan siempre las motivaciones sexuales a pesar de las simples apa- riencias. En ambos tipos de sucesos violentos podemos encontrar que no siempre y de forma exclusiva los que ejercen la acción violenta son hombres y quienes la sufren son mujeres (y esto es motivo de convic- ciones y discusiones generalmente privadas), pero la desproporción es tan grande, muy grande, que es casi como si lo fuera. Observamos una enorme asimetría en la que uno de los sexos/géneros se lleva la palma en cuanto que agente de la violencia y el otro en cuanto receptor de la misma. Así, la gran mayoría de los agresores de sus parejas (incluso de las ex parejas) sentimentales son hombres y también la mayoría de agresores sexuales son hombres. Igualmente la gran mayoría de victi- mas de las agresiones físicas, sexuales y psicológicas, sobre todo en el Prólogo seno de las parejas, son mujeres. Además, cuando se trata de agresiones sexuales entre conocidos, que no constituyen una pareja sentimental, y desconocidos, también las mujeres son mayoría entre las víctimas. Estas dos afirmaciones se pueden generalizar a cualquier rango de edad de los agresores y víctimas, para cualquier estrato social y también grupo étnico o cultural. Esta realidad -la violencia ejercida sobre las muje- res- requiere un cambio radical y definitivo. No solamente es exigible una reducción de cualquier tipo de violencia, como aspiración a un mundo más justo y solidario, sino que es especialmente urgente elimi- nar la violencia contra las mujeres porque esta violencia contribuye a sostener una situación histórica de desigualdad en la que las mujeres sufren una patente discriminación y sometimiento que son inaceptables. Para combatir esta realidad, con la que los autores son convencidos be- ligerantes, los autores de este libro nos ofrecen una compilación exten- sa de conocimientos, recientemente generados en la Criminología y la Psicología, así como de otras disciplinas afines, sobre la violencia sexual y la violencia sobre la mujer. Al hilo de estos conocimientos y después de una presentación extensa de ellos y una rigurosa reflexión intelec- tual, nos indican qué se puede hacer y cómo hacerlo, todo lo cual pue- de ser de utilidad para los profesionales que se ocupan de este problema social para el cual existe un consenso colectivo en pro de su erradica- ción. Del mismo modo, el contenido de este libro permitirá al lector actualizar sus conocimientos sobre la temática y enjuiciar la realidad con más argumentos sólidos de los que ofrecen algunas visiones sim- plistas de este problema. Quizá sea un simple capricho del lenguaje, pero todos tenemos en la cabeza el «agresor», masculino y la «víctima» femenina. Cuando los papeles se invierten, nos causa sorpresa y paradoja. Así, recientemente y en un contexto de omnipresencia de violencia de pareja o de género ocupando todos los medios de comunicación, aparecen casos terribles de agresores domésticos como el «asesino de Amstetten» o matanzas ejercidas por jóvenes en centros educativos (Virginia Tech en EE. uu. o Wennenden en Alemania), asesinatos adolescentes (caso del asesinato de Ripollet, Barcelona) o el caso de Marta del Castillo (en Sevilla), entre otros. Siempre el agresor es un hombre. Como una excepción aparecen a veces crímenes muy graves cometidos por mujeres, como el llamado caso de la «asesina de ancianas» en Barcelona y, como siempre pasa con los sucesos inesperados e inexplicables, se pone en cuestión la regla de la que nos quieren hablar en este libro: hombres agresores y mujeres víctimas. Esa es la norma, pero ¿cuál es la explicación?
  • 11. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? El título del libro, en vez de ser una respuesta, es una pregunta: ¿por qué víctima es femenino y agresor es masculino? La primera respues- ta que aparece es sencilla: porque son palabras que tienen distinto gé- nero que recogen el papel de cada género en el comportamiento vio- lento. Respuesta insuficiente y quizás incluso errónea. Hay bastantes cosas que añadir. Víctima es un sustantivo y agresor un adjetivo, gene- ralmente sustantivado. Ambas palabras tienen distinto género, aunque las palabras no tienen sexo. Asociar el género del sujeto activo en el acto violento, el agresor o la agresora, con el género del sujeto receptor de la violencia (la víctima) permite un análisis en varios dominios del conocimiento y, naturalmente, con resultados distintos dependiendo del mismo. Al menos este análisis se plantea en cuatro niveles: el lin- güístico, el criminológico, el psicosocial y el político-cultural. Su combi- nación sería esperable que aclarase más las causas del fenómeno, pero la desigualdad de sus conclusiones creemos que complica más que so- luciona ciertas respuestas que aparentemente son sencillas y que hacen referencia a la unidireccionalidad de la violencia entre el más fuerte y el más débil. El primer nivel de análisis es el lingüístico (semiótico, se- mántico y pragmático), que da mucho juego por mor de analizar la re- lación entre la denominación de las cosas y su naturaleza. Agresor y agresora son dos adjetivos del español que califican a sendos indivi- duos, de sexo masculino y femenino, que ejercen o cometen una agre- sión. En cambio, víctima es un nombre, un sustantivo de género feme- nino, que se aplica a quien ha sufrido daños por algún suceso, sea hombre o mujer, incluso organismo no humano. El género de las palabras es algo que va más allá de la idea prosaica de que si termina en «a» es femenino y si termina en «o» es masculino. Existen casi todas las combinaciones posibles: sustantivos que acaban- do en «o» son femeninos, como por ejemplo la moto o la radio y sustan- tivos que acabando en «a» son masculinos, como el tema, el problema o el mapa. Es una simplificación excesiva identificar el género de las palabras con la terminación «o» o «a» de los nombres; además, ¿qué gé- nero tienen cuando terminan en otra vocal o letra? ¿Y qué pasa con los adjetivos? Pues hay para todo: adjetivos con femenino regular que ter- minan de forma distinta según el género del sustantivo, como sucede con el adjetivo agresor o agresora; invariables en masculino y femeni- no, como, por ejemplo, inteligente o amable; y otros, por fin, que son femeninos irregulares, como motora o motriz. Según el Diccionario de la RAE, víctima es un sustantivo común de género epiceno que puede designar seres de uno u otro sexo. Víctima _ Prólogo es un sustantivo y, a pesar de que la mayoría de los sustantivos sola- mente tienen un género (masculino o femenino), existen otros que ad- miten una variación. Significa persona (o animal).... sacrificado o des- tinado al sacrificio que se expone que padece daño o que muere .por culpa ajena o por causas fortuitas En el mismo plano terminológico agresor (-ra) es un adjetivo que califica al que comete una agresión. Generalmente se trata de un adjetivo sustantivado y que, por tanto, su género coincide con el referente (el hombre agresor o el agresor y la mujer agresora o la agresora). Los adjetivos no tienen género, sino que lo adoptan del sustantivo al que califican y acompañan. Por tanto, el término «agresor» es masculino y disponemos de su for- ma femenina. Sin embargo, el término «víctima» solo parece tener forma femenina. Pero, en relación con las palabras, hay más géneros que el masculino y el femenino: existen el «común», el «ambiguo» y el «epice- no». El género «común» de un sustantivo, cuando está referido a las per- sonas, no diferencia el sexo al que hace referencia, sino que lo hace en relación a los determinativos, como sucede en el caso del término «pa- ciente». Los nombres con género «ambiguo» pueden ser acompañados indistintamente por determinativos masculinos o femeninos, como es el caso del término «mar». Por último, los sustantivos con género «epiceno» son aquellos inherentemente masculinos o femeninos que designan a las personas sin diferenciar sexos, como es el caso del nombre «bebé». El género de los sustantivos también marca una diferenciación de carác- ter sexual y así el masculino designa al macho y el femenino a la hem- bra; sin embargo, esta no es la norma y la mayoría de sustantivos no tienen relación alguna con el sexo del sujeto al que hacen referencia. El género de los sustantivos es sólo una marca gramatical, no una esencia de los individuos de las especies con reproducción sexual y sus concor- dancias bio-psico-sociales. En el análisis psicosocial de las diferencias entre hombres y mujeres observamos un panorama complejo y sometido a constantes cambios. Cuando hace unos años parecía que la investigación psicológica había resuelto el tema de la casi inexistencia de diferencias entre hombres y mujeres (Hyde, 1990), las cosas se han vuelto a complicar a la luz de las nuevas (e incesantes) investigaciones empíricas (Hyde, 2007). Las com- paraciones entre hombres y mujeres, en cuanto a sus características psicosociales, aparecen en muchos planos y sobre todo en interacción con otras variables de los propios individuos. Así, comparar hombres y mujeres en, por ejemplo, el plano de la agresión está directamente mo- dulado por la edad de los sujetos analizados. Las diferencias entre hom-
  • 12. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? bres y mujeres en los niveles y la frecuencia de la agresión, física al menos, son muy precoces y ya antes de los 24 meses aparecen de for- ma espontánea. Estas diferencias se mantienen a lo largo de la vida de los humanos, aparecen más tarde en el formato de agresiones sexuales y únicamente se difuminan en el formato de agresiones verbales en las que parece no existir diferencias entre sexos. También el desarrollo afecta de forma distinta a las diferencias en las capacidades verbales, las disposiciones emocionales o las alteraciones psicopatológicas. Además de la edad, podemos incluir otras variables, tales como el rol social, el nivel socioeconómico, etcétera. Hemos de añadir que este panorama es cambiante y tiene sus efectos en numerosos planos de la realidad social y personal: escolar, educativo, laboral, sanitario, etcétera. Por tanto, consideramos adecuada la afirmación según la cual hay más variabili- dad interindividual dentro de los grupos de hombres y mujeres que la variabilidad intergrupal de hombres y mujeres. La individualidad psico- lógica importa más que la pertenencia a un grupo definido por el sexo o por el género. Lo que es un problema para la explicación científica de las diferencias entre hombres y mujeres es el punto de partida para la intervención profesional, en la que siempre, al ser con mucha fre- cuencia ejercida sobre individuos, debe primar la individualidad frente a la pertenencia más o menos prototípica a un grupo de referencia. El agresor no deja de ser individuo por más que pertenezca al grupo «hombre» o la víctima tampoco deja de ser individuo aun perteneciendo al grupo «mujer». Así, no tiene por qué sorprendernos que no todos los hombre ejemplifiquen al arquetipo de los «hombres violentos» ni todas las mujeres al arquetipo de las «mujeres plácidas» (el lector puede hacer el ejercicio de sustituir los adjetivos de los arquetipos y constatar la va- lidez de la afirmación). En el análisis criminológico la diferencia entre hombres y mujeres, en lo que hace referencia a la distribución asimétrica de las prevalencias delictivas, es un hecho más que consistente y es un problema a resol- ver. Los hombres son con mucha mayor frecuencia agentes de la vio- lencia, sobre todo en el seno de la pareja y, especialmente, si hacemos referencia a la violencia grave y también a la violencia de naturaleza sexual. Esta afirmación la podemos generalizar a muchos otros tipos de delitos. Por el contrario, las mujeres son las víctimas más prevalentes de la violencia grave de pareja, doméstica o familiar y de la violencia sexual. Aquí la asimetría es clara y muy consistente entre grupos de edad, étnicos, culturales y socioeconómicos. Esta asimetría se observa a simple vista en muchos indicadores criminológicos: tasa de hombres y Prologo mujeres encarceladas, comportamiento de hombres y mujeres en pri- sión, tasas diferenciales de reincidencia, etcétera. Por último, en el análisis político-cultural, donde el que esto escribe se mueve con más inseguridad, y debido a los cambios derivados de las dinámicas sociales e ideológicas propias de las sociedades en constante evolución, es donde, en nuestra opinión, los resultados de los análisis acerca de las diferencias y semejanzas entre hombres y mujeres son más variados y cambiantes. Un ejemplo de estos cambios lo podemos ver en las distintas denominaciones que se dan al mismo fenómeno. Así, la violencia de género, en nuestra opinión, y a diferencia de lo que decla- ra la legislación vigente en España, agrupa todas las formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer por su específico rol de género en la sociedad actual: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, acoso laboral, etcétera, indepen- dientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agre- sor y víctima, ya sean éstas de tipo sentimental, familiar, de vecindario o, simplemente, inexistentes. Este término genérico convive con otros, como el de «violencia doméstica» o .familiar» y no pocas veces son con- fundidos. El caso de la violencia contra la pareja, en el que la víctima es la mujer y el agresor es el hombre, es el más representativo de la vio- lencia de género, principalmente por su prevalencia e intensidad y por- que combina elementos propios de la violencia de género, de la familiar y doméstica, pero, sin embargo, cuenta con otros componentes especí- ficos que provienen de la particular relación, sentimental e íntima, que tienen o han tenido los miembros de la pareja. La violencia contra la pareja (VCP) es una de las formas que, junto con la violencia sexual so- bre la mujer en el seno de la familia, representan una intersección entre la violencia de género y la violencia familiar (Andrés-Pueyo, 2009). En este sentido queremos hacer una reflexión. El concepto de violencia, como estrategia de control y dominio de la pareja, agrupa varios tipos, según su naturaleza, como son la violencia física, sexual, psicológica y la violencia por negligencia. Conviene distinguir subtipos de acciones violentas, tales como son, en el caso de la violencia física, las agresiones físicas, desde las bofetadas, empujones y patadas hasta las lesiones con arma blanca o de fuego y el asesinato por estrangulamiento o envene- namiento, así como las mismas amenazas graves de ejercer violencia física (muerte o lesiones físicas), que tienen idénticos determinantes que las acciones violentas. En el caso de la violencia sexual se incluyen di- ferentes acciones, que van desde la humillación sexual hasta la viola- ción sádica pasando por el acoso sexual. En el caso de la violencia psi-
  • 13. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? cológica, hay que distinguir también acciones tales como el acoso no sexual (stalking), la coerción y coacción, la humillación, las extorsiones o amenazas y todas aquellas formas de control social y económico de la mujer que la OMS (2005) identifica bajo la rúbrica de «violencia psicoló- gica o abuso emocional». Este último tipo de violencia reúne acciones muy distintas entre sí y recibe varias denominaciones. El abuso, maltra- to o violencia psicológica ejercida sobre la víctima, en la VCP, también incluye una serie de acciones del agresor que, siguiendo a O'Leary, po- demos distinguir en: menoscabo y daño a la auto-estima y la imagen de la pareja, amenazas explícitas o implícitas de muerte o lesiones, restric- ción de los derechos de la víctima y evitación pasiva o activa del apoyo emocional o cuidados debidos a la víctima (Andrés-Pueyo, 2009). El convencimiento público de que la violencia, y especialmente la sexual y contra la mujer, es un problema social de primer orden que hay que erradicar se observa en la intolerancia social que produce, en la re- clamación frecuente de intervención que los ciudadanos hacen a los poderes públicos, sobre todo después de que se descubran crímenes sexuales horribles o se conozcan casos de abusos familiares sobrecoge- dores, y en la voluntad convencida de que esta problemática es incom- patible con los avances sociales y la libertad personal hacia la cual tien- den las sociedades desarrolladas. Este rechazo a la violencia, convertido en demanda, guía la acción de las Administraciones Públicas, que han puesto en marcha acciones para luchar contra la violencia de forma con- tinuada en los últimos años. Esta acción convencida cristaliza en la mo- vilización de recursos humanos y materiales que se destinan a la aten- ción de las víctimas, el control de los agresores y la prevención genérica de la violencia. Estas políticas empiezan a dar sus resultados, pero están afectadas por dos factores que, en nuestra opinión, limitan su eficacia. El primero es la falta de experiencia profesional continuada en el tiempo de ejercicio de estas tareas, sobre todo en lo que hace referencia a la violencia de pareja contra la mujer. Un buen ejemplo lo podemos ver analizando cómo se ha realizado la puesta en marcha de programas de atención a víctimas de la violencia de género que se han ido desarro- llando y perfeccionando a la vez y a partir de diversas ofertas de servi- cios genéricos: sanitarios, sociales y otros similares que atendían a las mujeres por razones diversas y que ahora han ampliado sus servicios a la atención de las mujeres víctimas de violencia. Quizá un ejemplo pa- radigmático es la formación de los técnicos de los servicios de gineco- logía de los hospitales generales en temas de violencia de género y sexual. En esta situación también se han encontrado, con menos proble- Prólogo mas obviamente, los servicios policiales y judiciales que, como es paten- te, sufren una enorme presión derivada de esta problemática. También este mismo comentario se puede hacer extensivo a los servicios que atienden a los agresores y un buen ejemplo lo tenemos en el diseño de programas de reeducación para agresores contra la mujer en prisiones o en otras actuaciones preventivas. Queríamos destacar que este cambio en ampliar los servicios está resultando eficaz, pero exigente con los profesionales que deben aplicarlos, ya que la demanda de eficacia es tan urgente como novedosos son los programas de actuación. El segundo factor tiene que ver con la fundamentación y sustenta- ción de estos programas. La urgencia en aplicarlos es inversamente pro- porcional a los conocimientos que los apoyan. El conocimiento cientí- fico, y las tecnologías que se derivan de él, de las causas de la violencia no es todavía muy amplio y sólido y, por tanto, las discusiones y alter- nativas que se proponen para combatirlas están todavía en un limbo donde casi todo es compatible. Como resultado de esta situación, con- viven opiniones, propuestas, procedimientos e incluso legislaciones y normas que no producen mucho consenso y son fuente de controver- sias, a veces intensas. Esta realidad que brevemente hemos descrito quizá tiene más vigencia al hablar de la violencia contra la pareja que de la violencia sexual. Para intervenir en el control de la violencia, como en cualquier otro ámbito profesional, es imprescindible conocer las cosas con objetividad y sin prejuicios. Y mientras que objetividad no hay mucha, en la medi- da en que el conocimiento riguroso de la violencia es escaso, de lo se- gundo, en el caso que nos ocupa, hay demasiado. Los conocimientos rigurosos, contrastados y basados en la evidencia sobre la violencia in- terpersonal son escasos y es imprescindible aumentarlos para que la intervención profesional sea eficaz. Este libro de Echeburúa y Redondo, dos de los más reconocidos especialistas en las aplicaciones psicológi- cas de la criminología al problema de la violencia sexual y de pareja, está lleno de conocimientos rigurosos y de análisis concienzudos de la realidad próxima de la violencia que serán de gran utilidad a los profe- sionales, sea cual sea su matriz formativa original, que se emplean a fondo diariamente en la lucha contra las consecuencias de la violencia, la reinserción de los agresores, la recuperación y fortalecimiento de las víctimas y la prevención de esta lacra social de tan negativos e intensos efectos. En este libro, y por razones de la temática de que se ocupa, los autores se mueven en tres planos que, en el mejor de los casos, debe- rían converger: el de los derechos humanos (referente obligatorio en el
  • 14. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? tema del análisis de la actuación contra la violencia), el de la ciencia (basándose en la evidencia) y el de la utilidad profesional (por respon- sabilidad social). Complicada combinación, pero digna aspiración. Barcelona, junio de 2010 REFERENCIAS DR. D. ANTONIO ANDRÉS-PUEYO Catedrático de la Universidad de Barcelona Andrés-Pueyo, A. (2009). La predicción de la violencia contra la pareja. En Eche- bUfÚa y otros (eds.), Predicción del riesgo de homicidio y de violencia grave en la relación de pareja (pp. 21-56). Valencia: Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia-Generalitat de Valencia. Felson, R. B. (2002). Violence and gender reexamined. Washington, De.: APA. Hyde, J. (1990). Meta-analysis of psychology of sex differences. Signs, 16: 55-73 Hyde, J. (2007). New directions in the study of gender similarities and differences. Currrent Directions in Psychological SCience, 16: 259-263. INTRODUCCiÓN Las mujeres son víctimas frecuentes de diversas formas de agresión y violencia. De partida pueden sufrir cualquiera de las formas de vio- lencia y delincuencia posibles, como robos violentos, lesiones y ho- micidios, al igual que también pueden ser víctimas de estos delitos los hombres. Sin embargo, en dos modalidades de violencia las mujeres suelen ser víctimas especialmente propicias: el maltrato familiar y los abusos y las agresiones sexuales. Y es 10 más frecuente que los auto- res de dichas agresiones sean hombres. El análisis de esta grave reali- dad social es, en última instancia, la razón profunda de este libro. Tanto el maltrato como los abusos y las agresiones sexuales dañan gravemente a un número importante de mujeres de distintas edades, extracciones sociales y culturas en todos los países. Los organismos in- ternacionales, como Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, han alertado universalmente acerca de este grave problema so- cial y han acordado diversas declaraciones y normativas para su detec- ción y prevención. En la actualidad existe una notable sensibilidad y conciencia colectiva acerca de estas problemáticas de agresión a las mujeres, que se refleja en los medios de comunicación y en la opinión pública, en las leyes y en la justicia. Dadas la magnitud de la violencia contra las mujeres y la urgencia de su prevención y control, no es infrecuente que los análisis de este pro- blema y las propuestas formuladas para su prevención y control pue- dan resultar, a pesar de sus buenas intenciones, precipitados y extre- mos. Algunos de los planteamientos actuales están alejados de los conocimientos científicos e imbuidos más bien de consideraciones ideológicas y formulaciones "políticamente correctas». La explicación feminista al uso de que toda violencia que puedan ejercer los hombres contra las mujeres es una violencia universal de cariz machista cuyo propósito es su sometimiento patriarcal es, cuando menos, expansiva y sesgada. Es más ajustado al conocimiento científico, y sería probable-
  • 15. ¿Por qué víctima es femenino y agresor mf1sculino? mente más útil para la prevención, analizar la violencia contra la pareja a la luz de los diversos factores de riesgo existentes, tanto individuales como sociales, entre los que también podría incluirse el «machismo», pero desde luego no en exclusiva. Es decir, para un análisis científico más completo del maltrato y de la agresión sexual contra las mujeres deben considerarse tres compo- nentes: la peligrosidad de los agresores, la vulnerabilidad de las vícti- mas y las situaciones en que se producen las conductas violentas. Así, hay que tener en cuenta las características de muchos agresores, tales como su impulsividad, el maltrato y abuso infantil que muchos de ellos recibieron, su exposición a modelos violentos en sus familias de origen, su frecuente abuso del alcohol y de otras drogas, sus fuertes distorsio- nes de pensamiento y justificaciones de la violencia como instrumento de control, sus creencias sexistas y devaluadoras de las mujeres, las si- tuaciones de aislamiento familiar y social en que viven, los bajos niveles culturales de muchos agresores y también de muchas víctimas, las ten- siones económicas a que pueden hallarse sometidos, etc. Hay asimismo víctimas de riesgo, como las mujeres jóvenes, aisladas socialmente, de- pendientes económica y emocionalmente de sus parejas desde edades tempranas o las mujeres consumidoras de drogas o frecuentadoras de ambientes marginales, con antecedentes de maltrato, que tienen una mayor probabilidad de sufrir la violencia. Y, finalmente, hay situaciones específicas, como la ruptura reciente de pareja protagonizada por la mujer o las condiciones de un divorcio conflictivo en relación con el régimen económico o la custodia y el régimen de visitas de los hijos, que propician la aparición de conductas violentas. Lo fundamental de la perspectiva científica e integradora del conoci- miento que aquí se presenta es que son estos múltiples factores de ries- go, combinados en diversas formas, los que pueden favorecer que al- gunos varones opten por comportamientos de abuso y agresión de los que serían víctimas frecuentes las mujeres. Üe aquí se deriva que la prevención más eficaz de tales agresiones también deberá atender a los diversos factores de riesgo que puedan concitarse en cada caso. También se efectuará aquí un análisis crítico de las actuales prác- ticas jurídico-penales orientadas a la pura denuncia, al aislamiento y, en último término, al encarcelamiento masivo y prolongado de mal- tratadores, violadores, etc., como base de la prevención y el control de estos fenómenos delictivos. Los autores consideran que dichas es- trategias punitivistas son poco realistas y resultan bastante ineficaces si se atiende a sus escasos resultados. De hecho, y pese a su empleo Introducción intensivo, no han logrado reducir ni el número de asesinatos de mu- jeres o las tasas de denuncia por maltrato ni las agresiones sexuales extra o intrafamiliares. Además, este planteamiento basado en el cas- tigo ha contribuido a un sistemático endurecimiento del sistema jurí- dico-penal, con los muchos inconvenientes que ello plantea, como son la masificación de las prisiones o unos gastos en vigilancia y se- guridad que resultan desmesurados y que no han mostrado ser efec- tivos. Así pues, este libro dirige su atención a los conocimientos rigurosos actuales en torno a las principales manifestaciones de la violencia con- tra las mujeres (como el maltrato de pareja, el abuso sexual y las agre- siones sexuales), de las que a menudo son autores los hombres. Asimis- mo se pondrán de relieve las fenomenologías y las magnitudes de estas agresiones, los daños que sufren las víctimas y las características más típicas de los agresores. Se presentarán también los conocimientos y las teorías científicas que, hasta donde se sabe actualmente, explican estos fenómenos. Por último, en cada caso se atenderá también a los sistemas de prevención, tratamiento y control de los anteriores delitos con el ob- jetivo de reducir su frecuencia y gravedad. La obra consta de nueve capítulos estructurados en dos partes (una descriptiva y otra de propuestas de solución). En el primer capítulo de la parte primera se hace referencia a la delincuencia y a las conductas violentas en función del sexo, tanto desde la perspectiva de los agre- sores como desde la de las víctimas. En el segundo se trata de buscar una explicación a este hecho con las distintas teorías propuestas. Los siguientes capítulos de esta primera parte profundizan sobre tipos es- pecíficos de agresores y de víctimas y, en concreto, sobre la violencia contra la pareja y sobre los abusos y agresiones sexuales, tanto en la infancia como en la vida adulta. Se detalla la descripción de estos fe- nómenos violentos, así como sus explicaciones científicas. Y en la par- te 11 se incluyen tres capítulos encaminados a la solución de los pro- blemas planteados en la primera parte. En concreto, se describen los tratamientos psicológicos de las víctimas y de los agresores y, por últi- mo, se desarrollan las estrategias aplicadas en la actualidad, y otras que podrían utilizarse, para la prevención y el control de estas modalidades de agresión. El mayor deseo de los autores sería que esta obra contribuyera a un mejor entendimiento social y a una explicación más certera de los fenómenos de violencia contra las mujeres y, por encima de todo, a una mejora de su prevención.
  • 16. PRIMERA PARTE La violencia de los hombres contra las mujeres
  • 17. 1. ¿HOMBRES AGRESORES Y MUJERES VíCTIMAS? LOS ESTEREOTIPOS Y LA REALIDAD El título de este libro sugiere como argumento central que ser agre- sor, y más ampliamente ser delincuente, es preferentemente un atributo masculino y que ser víctima es una característica prioritariamente feme- nina. El objetivo de este primer capítulo es clarificar esta cuestión nu- clear. Tanto el título del libro como su nomenclatura general utilizan el término «agresor», y no «delincuente», ya que las agresiones y los compor- tamientos violentos contra las mujeres constituyen la prioridad del aná- lisis, y hay agresiones más o menos sutiles que no entran dentro del ámbito de lo delictivo. Pese a ello también es necesario hacer una refe- rencia más global a la delincuencia de hombres y mujeres. Desde ese marco más general, de acuerdo con el objetivo del libro, se prestará una atención preferente a aquellas conductas violentas de las que los varo- nes suelen ser autores principales y las mujeres víctimas frecuentes, lo que incluye diversos delitos contra las personas (lesiones, homicidio...); pero, sobre todo, se analizarán el maltrato contra la pareja y el abuso y las agresiones .sexuales. Para iniciar este análisis de la delincuencia de hombres contra muje- res conviene llamar la atención del lector sobre algo quizá obvio, pero muy relevante a todos los efectos. Se trata sencillamente de la estructu- ra básica que presentan todo delito y agresión, que incluye tres partes imprescindibles (tal y como se ilustra en la figura 1.1): 1. Un agresor (o agresores), en cierto grado motivado y dispuesto para agredir. La motivación antisocial de los agresores suele con- cretarse en creencias y hábitos delictivos, así como en fuertes explosiones de ira descontrolada. 2. Una víctima que suscita el interés del agresor. 3. Una cierta desprotección de la víctima, que la pone en mayor riesgo de sufrir la agresión. Dicha desprotección puede derivar en unos casos del descuido de la propia víctima, que no toma las
  • 18. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? precauciones debidas, o de la falta de prevención de sus cuida- dores y protectores naturales (familiares, amigos, vecinos...); en otros, puede ser la consecuencia indeseada de fallos en los con- troles formales, tales como la policía o los tribunales. Los tres factores mencionados constituyen, de acuerdo con el cono- cimiento actual, elementos clave de todo análisis de la agresión, y este libro prestará atención a todos ellos. En este primer capítulo se atende- rá a una descripción general de los dos primeros (agresores y víctimas, con especial atención a la cuestión central de si se trata preferentemen- te de varones o de mujeres). Para ello se destinará un primer epígrafe a analizar quiénes son los agresores más habituales en delitos violentos, en maltrato contra la pareja y en materia de abuso y agresiones sexua- les. Lo mismo se hará, en el siguiente epígrafe, por lo que se refiere al análisis de quiénes son las víctimas prioritarias de los anteriores delitos, es decir, si son los hombres o lo son las mujeres. El capítulo finalizará con unas conclusiones generales al respecto sobre la violencia ejercida o sufrida por los hombres y por las mujeres. Figura 1.1. Interacción agresores-víctimas [adaptado a partir de Felson, 1994, 200B}. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 1.1. AGRESiÓN Y DELITO La agresión suele comportar una acción mediante la que se ejerce fuerza sobre otra persona que, como resultado de ello, sufre algún tipo de daño. Esta conducta acostumbra a interpretarse como violencia si se entiende que es intencionada, es decir, con el objetivo de dañar a la víctima. Lo más común es que los comportamientos violentos estén prohibidos por la ley y, por ello, constituyan delitos. Los delitos pueden adoptar muy diversas formas, como los hurtos (en que se sustrae discretamente una propiedad ajena, como podría ser un bolso o una cartera), las estafas, los robos tanto con fuerza (rom- piendo la puerta de una casa) como con intimidación o violencia (ame- nazando a la víctima con un arma o golpeándola para que entregue su dinero), las lesiones, los abusos de menores, las agresiones sexuales y la violación, el maltrato a los hijos o a la pareja, etc. Además de por su objetivo o naturaleza, los delitos pueden ser cla- sificados también en función de su gravedad. Los dos principales crite- rios que suelen emplearse para establecer la gravedad de los delitos son, en primer lugar, el daño causado a las víctimas y a la sociedad en su conjunto y, en segundo término, la magnitud económica de las sus- tracciones o daños efectuados. El modo más inmediato de conocer cuántos delitos se producen es mediante las denuncias que efectúan las propias víctimas o los posi- bles testigos. En estos supuestos lo más común es que las denuncias hayan dado lugar a procesos legales e incluso a la condena de los autores. También puede conocerse la magnitud de la delincuencia a partir de fuentes de información denominadas "no oficiales». Éstas son fundamentalmente dos: los estudios de autoinculpación y las en- cuestas de victimización. En los análisis de autoinculpación se pre- gunta, de modo anónimo, a muestras representativas de la población, generalmente jóvenes de ambos sexos, acerca de sus posibles con- ductas ilícitas y antisociales. De ese modo pueden obtenerse unos índices, generalmente anuales, que se denominan "de delincuencia autoinformada». Su mayor ventaja es que permiten conocer con mayor amplitud, a partir del testimonio de los propios autores, qué conduc- tas ilícitas y con qué frecuencia se llevan a cabo en el seno de una población. Su principal inconveniente es que, mediante los autoinfor- mes, es difícil conocer comportamientos delictivos graves que no ha- yan sido denunciados, como podrían ser incluso una violación o un homicidio.
  • 19. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? Un método inverso al anterior son las encuestas de victimización. En ellas se pregunta, también de manera anónima, a muestras representa- tivas de la población sobre aquellos delitos que puedan haber sufrido durante el período de un año, o bien a 10 largo de toda su vida. De este modo, asimismo es posible conocer muchos más hechos antisociales y delictivos de los que acaban siendo denunciados. Entre sus inconve- nientes está el que algunas víctimas puedan no mencionar, por ver- güenza o temor, hechos delictivos graves, como maltratos o violaciones sufridas en el hogar. Pese a todo, las encuestas de victimización consti- tuyen el mejor instrumento disponible para hacernos una idea lo más veraz posible acerca de los hechos antisociales que realmente suceden. Así pues, idealmente, para cada categoría de delitos podría disponer- se de dos fuentes fundamentales de información: la correspondiente a la tasa anual de victimización, o los delitos que las víctimas dicen haber sufrido, y la que se refiere a los delitos oficialmente denunciados ante la policía y perseguidos por la justicia. Entre la primera, mucho más amplia, y la cifra de denuncias, más reducida, media la conocida como cifra negra de la criminalidad, constituida por los delitos ocultos que las víctimas, por unas u otras razones, no denunciaron y que, por tanto, no han sido objeto de persecución legal. Con el telón de fondo de nuestro interés principal en este libro (la violencia de los hombres contra las mujeres), a continuación se presen- tan distintas informaciones sobre el comportamiento violento y antiso- cial, utilizando para ello tanto cifras oficiales como, hasta donde nos sea posible, datos no oficiales. En primer lugar se analizará la prevalencia violenta y delictiva de hombres y de mujeres en cuanto agresores, tanto de modo general como, particularmente, en lo tocante al maltrato de pareja y los delitos sexuales. A continuación se dirigirá la atención al segundo término de la ecuación,· presentándose información sobre las mujeres y los varones en cuanto posibles víctimas de agresiones y delitos. 1.2. LOS AGRESORES Con carácter general, los varones, de todas las edades y de todas las culturas, efectúan más comportamientos antisociales y de agresión que las mujeres. Esta característica más violenta de los varones parece inclu- so ir más allá de las propias conductas ilícitas. Es fácil observar en la familia y en la escuela que, ya desde los primeros años de la vida, los niños son más movidos, inquietos, impulsivos, exploradores del am- ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad biente, asumidores de riesgos y peleones que las niñas. Por el contrario, las chicas acostumbran a ser, también desde la infancia más temprana, más tranquilas, autocontroladas y prudentes. Estas diferencias de conducta entre varones y mujeres se hacen más notorias a partir de la adolescencia por 10 que se refiere a los compor- tamientos antisociales. Si se atiende a los autoinformes, por cada chica que manifiesta haber realizado algún comportamiento antisocial de en- tidad no muy grave (faltar al colegio, engañar a sus padres, hurtar en tiendas, etc.), hay unos cinco chicos que dicen haber realizado dichas conductas. Si se toman en cuenta datos oficales, relativos a denuncias y detenciones, la anterior proporción se extrema, y por cada chica que comete algún delito de mayor entidad (sustracción de vehículos robo , , agresión, etc.) entre ocho y diez varones 10 hacen. En la edad adulta estas diferencias se hacen evidentes a partir de los delitos que son le- galmente perseguidos por la justicia. De acuerdo con datos de Inglaterra y Gales correspondientes a 2006, una mayor proporción de hombres que de mujeres fueron detenidos e inculpados en todas las categorías más graves de delitos. En concreto, eran varones entre el 82% y el 94% de los imputados por delitos violen- tos contra las personas, delitos por drogas, robos con violencia y robos de casas. Por 10 que se refiere a todos los condenados por delitos sexuales, el 97% eran varones. En cuanto a los hurtos y robos, que fue- ron los delitos más frecuentes en conjunto, el 71% fueron cometidos por hombres. En la tabla 1.1 pueden verse las cifras totales de condenados en 2006 en España por distintos tipos de delitos, con los porcentajes de ellos que corresponden a mujeres y a hombres. Como puede verse, en todas las categorías delictivas incluidas en la tabla el porcentaje de varones condenados es abrumadoramente supe- rior, oscilando entre un mínimo del 87,8% para el caso de los delitos de torturas y contra la integridad moral y un máximo del 96,5% para los delitos contra la libertad y para los delitos contra la libertad sexual. Es decir, en promedio, por cada mujer condenada por delitos, once varo- nes lo son. Esta relación se extrema para el delito de homicidio, en el que por cada mujer condenada lo son quince hombres, y aun más para el caso de los delitos sexuales, con veintiocho hombres condenados por cada mujer que lo ha sido. Una constatación provisional que puede efectuarse a la luz de la ta- bla 1.1 es que la relación N hombres/1 mujer aumenta en función de la violencia y gravedad de los delitos, así como de la connotación sexual
  • 20. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? TABLA 1.1 Personas condenadas por sexo y tipos de delitos seleccionados: España, 2006 TOTAL Contra la seguridad colectiva (in- cendios, salud pública, seguridad del tráfico, energía nuclear...) ,Contra el patrimonio (hurtos, ro- bos, estafas, etc.) Lesiones (daños, generalmente fí- sicos, a otras personas) Contra la libertad (amenazas, coacciones, secuestros) Torturas y otros delitos contra la integridad moral Contra la libertad sexual (viola- ción, agresión sexual, abuso...) Homicidio y sus formas (muerte de otra persona) 142.746 42.512 36.238 23.429 3.657 2.238 1.322 570 fuENTE: A partir de estadísticas judiciales, INE. 91,8 8,2 94,0 6,0 88,9 11,1 91,8 8,2 96,5 3,5 87,8 12,2 96,5 3,5 93,7 6,3 de las agresiones. De este modo, según se ha visto, las diferencias entre varones y mujeres en cuanto a su participación en la delincuencia se agudizan en lo relativo a los delitos graves, tales como robos violentos, lesiones, homicidios y asesinatos en general, agresiones sexuales y mal- trato y asésinatos de la pareja. Tres características distinguen en general los comportamientos vio- lentos de las mujeres (en contraste con los de los hombres): 1) sus com- portamientos violentos suelen presentar menor intensidad, incluyendo más agresiones verbales e indirectas que físicas y directas; 2) tales con- ductas se producen preferentemente en el contexto de las relaciones íntimas, tanto familiares como de amistad, y 3) las víctimas de dichas I ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad agresiones son prioritariamente otras mujeres. A pesar de las anteriores características generales, existen ciertamente excepciones que pueden ser documentadas mediante casos concretos de mujeres que han come- tido graves delitos como asesinatos o terrorismo. Pero ello no invalida las conclusiones globales a que se ha hecho referencia. Una proporcionalidad hombres/mujeres paralela a la anterior puede también observarse por lo que se refiere a las cifras de encarcelados. Según puede verse en la figura 1.2, las mujeres en prisión representan en torno al 8% del conjunto de la población penitenciaria española, lo que equivale aproximadamente a que por cada mujer encarcelada lo están doce hombres. 70.000 60.000 50.000 40.000 30.000 20.000 10.000 O 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 (8,5%) (8%) Figura 1.2. Población penitenciaria española {dependiente de la administración central] por sexo: 2001-2008 (a partir de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias). Junto con la variable referida al sexo, la edad es el otro gran factor que guarda la mayor relación con la prevalencia delictiva. Tanto en el grupo de los varones como en el de las chicas, un aspecto importante de la delincuencia tiene que ver con las edades de los autores de los delitos. En principio, los autores de actos antisociales y delictivos pue- den corresponder a todas las edades, desde la adolescencia hasta la tercera edad. Pese a todo, la prevalencia delictiva no es uniforme en distintas edades, sino que universalmente existe una gran concentra- ción delictiva en sujetos adolescentes, jóvenes y jóvenes adultos. El pico de edad de mayor participación delictiva suele situarse entre los 18 y
  • 21. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? los 22 años. Transcendido este margen, la mayoría de los individuos que cometieron algunos delitos en la juventud Ca veces incluso delitos graves) abandonan la delincuencia. No obstante, un número reducido de sujetos persisten activos en el delito a lo largo de bastantes años. A pesar de que la participación delictiva se reduce con la edad, la relación varones-mujeres parece mantenerse bastante estable para to- das las edades. La tabla 1.2 refleja una extraordinaria estabilidad, no sólo del claro predominio de los varones entre los condenados por de- litos, sino también de la proporcionalidad varones-mujeres en los dis- tintos intervalos de edad desde la juventud hasta la tercera edad. TABLA 1.2 Personas condenadas según sexo y edad: España, 2006 TOTAL 127.099 91,8 11.288 8,2 De 18 a 20 años 4.810 91,4 450 8,6 De 21 a 25 años 17.391 92,2 1.478 7,8 De 26 a 30 años 19.686 91,9 1.729 8,1 De 31 a 35 años 18.319 92,1 1.580 7,9 De 36 a 40 años 16.915 91,4 1.585 8,6 De 41 a 50 años 21.511 92,0 1.876 8,0 De 51 a 60 años 8.171 92,6 657 7,4 De 60 y más años 3.338 91,4 315 8,6 No consta edad 16.938 91,3 1.618 8,7 FUENTE: A partir de estadísticas judiciales, INE. Aunque la mayor prevalencia masculina en el delito es universal, las cifras españolas parecen especialmente extremas, en contraste con la información internacional. Así, por ejemplo, en los datos de la figu- ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad ra 1.3 correspondientes a las tasas británicas de varones y mujeres, la distancia entre hombres y mujeres es algo menor que la existente en los dCltos españoles de condenados recogidos en la tabla 1.2. En Inglaterra, entre las edades de 10 y 15 años, por cada chica responsable de un comportamiento antisocial o delictivo tres chicos lo son. La distancia entre sexos aumenta a partir de los 16 años, con unos cinco varones responsables de delitos por cada mujer. 700 600 500 400 300 200 100 O 10-15 16-24 25-34 Años 35 o más Promedio de todas las edades Figura 1.3. Tasas, por cada 10.000 habitantes, de varones y mujeres responsables de delitos en distintos intervalos de edad: Inglaterra y Gales, 2002 (a partir delOffice for National Statistics, Reino Unido). 1.3. LAS VíCTIMAS Víctimas de delitos violentos Al ser más los varones que cometen delitos, tanto globalmente como delitos violentos en particular, cabría esperar que las víctimas de ta- les delitos fueran personas más vulnerables, especialmente en razón de su menor fuerza física y de su menor agresividad. Desde este punto de vista, las mujeres podrían ser en apariencia víctimas particularmente propicias. La hipótesis implícita aquí sería que las personas de mayor fuerza física y más agresivas (los varones lo son) tendrían mayor proba- bilidad de agredir a las personas de menor fuerza física y menor agre- sividad, como lo son las mujeres.
  • 22. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? En función de los datos internaciones existentes, la anterior hipó- tesis no se confirma con carácter general. Por el contrario, al igual que la mayoría de los agresores y delincuentes son varones, también son hombres la mayoría de las víctimas, especialmente de delitos vio- lentos. La excepción la constituyen los delitos sexuales y el maltrato de pareja, en los que las tasas de victimización femenina son clara- mente superiores. En concreto, el mayor riesgo de sufrir delitos lo tendrían los jóvenes varones de entre 16 y 25 años (intervalo de edad que también coincide con el de mayor participación delictiva). La figura 1.4 corresponde al porcentaje de varones y de mujeres mayores de 16 años que fueron en 1999 víctimas de delitos violentos en Inglaterra y Gales. En conjunto, un 5,5% de los varones fueron víc- timas de algún delito, frente a un 3,3% de las mujeres. En estas cifras destaca el hecho del mayor riesgo de los varones de ser víctimas de agresores desconocidos (2,3% de los varones frente al 0,7% de las mu- jeres). Sin embargo, el riesgo de varones y mujeres es más parecido por lo que se refiere a las agresiones por parte de conocidos (que su- fren el 2% de los varones y el 1,3% de las mujeres). La probabilidad de victimización claramente se invierte en lo concerniente a la violencia doméstica, que habría sufrido el 1% de las mujeres frente al 0,5% de los varones. 6 5 4 3 2 1 o Violencia doméstica Agresor Agresor conocido desconocido Asalto Total Figura 1.4. Porcentajes de varones y mujeres (mayores de 16 años) víctimas de diversos delitos violentos: Inglaterra y Gales, 1999 (a partir del British Crime Survey. Home Office, Reino Unido). ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad Según datos británicos correspondientes a 2006, la probabilidad media de sufrir un delito fue del 3,2%. La probabilidad más elevada de ser víctima de un delito violento se situó en el intervalo de 16 a 24 años, aunque el riesgo de victimización por parte de varones y muje- res fue muy desigual: de las chicas, el 6,4% experimentaron un delito violento, y de los varones, el 13,4%. Para las edades de 25 a 34 años, estos porcentajes correspondieron respectivamente al 3,3% de las chi- cas y al 5,7% de los varones. A medida que se asciende en edad, tan- to el riesgo global como las diferencias en el riesgo entre mujeres y hombres se van acortando, hasta que a la edad de 75 años o más, los porcentajes de victimización son de 0,2% para las mujeres y de 0,3% para los hombres. Es decir, en materia de agresión y delincuencia, lo más frecuente en términos generales es que un varón agreda o violente a otro varón. Así sucede a la luz de los datos de victimización disponibles tanto por lo que se refiere a hurtos como a robos con fuerza y violencia, lesiones, homicidios y asesinatos. Las agresiones más graves que pueden sufrirse son las que condu- cen a la muerte de las víetimas, los homicidios. En la figura 1.5 se presentan, para el año 2002, las tasas mundiales de homicidio por 25 20 15 10 5 o 0-4 5-14 15-29 30-44 Años 45-59 >60 Total Figura 1.5. Tasas mundiales, por cada 100.000 habitantes de varones y mujeres víctimas de homicidio en distintos intervalos de edad: 2002 (a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, de la Organización Mundial de la Salud).
  • 23. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? cada 100.000 habitantes, por intervalos de edad y sexo, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud. Quizá lo más destacable en esta figura sea que en edades infantiles y hasta la ado- lescencia (hasta 14 años) las tasas por sexos prácticamente se equipa- ran, siendo víctimas de homicidio por igual las niñas y los niños (en una tasa promedio de unas 3 niñas y unos 3 niños por cada 100.000 habitantes). Sin embargo, la situación cambia radicalmente a partir de la edad de 15 años. En el intervalo de edad de 15 a 29 años, son víc- timas de homicidio 19 varones y 4 mujeres por cada cien mil habi- tantes. En intervalos de edad superiores se va reduciendo paulatina- mente la tasa de varones muertos por homicidio, hasta 13 por cada cien mil habitantes. A pesar de ello, la tasa de mujeres víctimas de ho- micidio, aunque es claramente inferior a la de hombres, permane- ce bastante estable (en torno a 4/100.000 en los distintos intervalos de edad). En el marco de las informaciones precedentes, no dejan de sorpren- der los datos españoles que se presentan a continuación, obtenidos de las estadísticas del Ministerio del Interior en relación con las víctimas de algunos delitos seleccionados. TABLA 1.3 Víctimas de algunos delitos seleccionados. según el tipo de delito y sexo: España. 2006 TOTAL DE VÍCTIMAS Contra el patrimonio: hurtos, robos, es- tafas, etc. Contra las personas: lesiones, homici- dio, etc. Contra la libertad sexual: abuso, agre- sión, violación, acoso, etc. Contra la libertad: amenazas, coaccio- nes, secuestros, etc. 188.043 75.330 71.508 9.137 11.517 FUENTE: A partir del Anuario Estadístico del Ministerio del Interior. 57,5 44,6 74,2 88,7 84,1 ¿Hombres agresores y mujeres v[ctimas? Los estereotipos y la realidad Según los datos anteriores, excepto para los delitos contra el patri- monio, en los que la mayoría de las víctimas son varones, en el resto de los tipos delictivos seleccionados (contra las personas, contra la libertad sexual, contra la libertad en general) las tasas más elevadas de victimi- zación serían las de las mujeres. Por lo que se refiere a los delitos con- tra la libertad sexual, no cabe duda de que, así como los varones son mayoritariamente los agresores, las mujeres son generalmente las vícti- mas (en la tabla anterior, el 88,7% del total, es decir, por cada varón que es agredido sexualmente 78 mujeres lo son). En lo relativo al conjunto de los delitos contra las personas, según esta información, las víctimas serían en un 74,2% mujeres (o sea, tres mujeres por cada hombre). Es muy probable que esta desproporción sea debida a que en el conjunto de los delitos contra las personas se incluyen también muchos de los correspondientes a violencia de géne- ro, de la que son víctimas prioritariamente las mujeres. Algo parecido puede especularse al respecto de los delitos contra la libertad, en los que se computan amenazas y coacciones, muchas de las cuales serían denunciadas por mujeres en el marco de las relaciones de pareja. Pese a ello, esta información estadística sobre denuncias está probablemente sesgada y es claramente incoherente con las cifras internacionales de victimización, que reflejan una mayor vitimización general de los varo- nes, con las excepciones mencionadas del maltrato y las agresiones sexuales. Así pues, analicemos a continuación con detalle el maltrato contra la pareja y los delitos sexuales, en los que las mujeres son las víctimas principales. Víctimas de violencia contra la pareja Las mujeres tienen una mayor probabilidad de ser víctimas de las agresiones que se producen en el marco de las relaciones afectivas y de intimidad: violencia de género y asesinato de pareja, y también abu- sos y agresiones sexuales intrafamiliares. En todos estos supuestos lo más frecuente es que los agresores sean los varones, y las víctimas, las mujeres. En la tabla 1.4 se presentan datos, en relación con diversas regiones del mundo, sobre porcentajes de mujeres que declaran haber sido agre- didas físicamente por su pareja masculina, ya sea durante el período correspondiente al año precedente a la encuesta o bien en algún mo- mento anterior de su vida.
  • 24. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? TABLA 1.4 Mujeres (en %) que en distintas regiones del mundo declaran haber sido agredidas físicamente por su pareja masculina según estudios de poblaciones seleccionadas (1982-1999) África Etiopía, Kenia, Nigeria, Su- 8 26,6 dáfrica, Zimbabwe. América del Canadá, Estados Unidos. 2,1 25,5 Norte América Lati- Antigua, Barbados, Bolivia, 18,2 21,6 na y el Caribe Chile, Colombia, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay. Asia y Pacífi- Australia, Bangladesh, Cam- 14,5 31,8 co occidental boya, India, Filipinas, Papúa Nueva Guinea, República de Corea, Tailandia. Europa Noruega, Países Bajos, Re- 8,3 19,8 pública de Moldavia, Reino Unido, Suiza. Mediterráneo Turquía, Egipto, Israel, Ri- 30,8 46 oriental bera Occidental y Franja de Gaza. FUENTE: Estimación propia a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, OMS,2002. Realmente impresiona constatar que, en relación con el último año, entre un 2,1 Y un 30% de mujeres declaraban haber sido agredidas físicamente por sus parejas masculinas, y entre un 19,8 y un 46% ha- ber sido agredidas alguna vez a lo largo de su vida. Estas cifras ilus- tran muy bien la envergadura social de este gravísimo problema de agresión que universalmente sufren las mujeres en sus relaciones de pareja. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad Si los datos se analizan comparativamente por regiones del mundo, la zona en que menos mujeres manifiestan haber sido agredidas por su pareja es Europa (con un 8,3 anual y un 19,8% alguna vez), mientras que el área con mayor violencia marital contra las mujeres sería, a la luz de estos datos, la del Mediterráneo oriental (con un 30,8% anual y un 46% alguna vez). Vistas así las cosas, aunque hay diferencias relevantes entre regiones, las tasas de agresión contra la pareja femenina son ob- jetivamente muy elevadas en todas ellas. Ciertamente, ninguna zona del mundo es ajena a este problema. Aparte de las magnitudes globales de violencia contra la pareja ex- perimentadas por las mujeres, es necesario conocer con más detalle cuáles son las formas específicas de agresión sufridas. En la tabla 1.5 se analizan, para la realidad española, los delitos y faltas concretos oficial- mente denunciados como resultado de la agresión por parte de la pa- reja. Los datos corresponden tanto a mujeres como a hombres víctimas de tales agresiones. Como puede verse en la tabla, por lo que se refiere a agresiones graves provisionalmente calificadas como delitos, las mujeres son las víctimas principales, especialmente de los delitos más graves, tales como asesinato y homicidio, lesiones, mutilación genital, malos tratos, detención ilegal, secuestro, amenazas, coacciones, trato degradante, allanamiento de morada, injurias, agresiones sexuales y violación, abu- sos sexuales, corrupción de menores y coacción a la prostitución. En todos estos delitos denunciados, desde un mínimo del 73% hasta un máximo del 100%, las víctimas son mujeres. En lo concerniente a las infracciones más leves (las faltas), aunque el predominio de las víctimas mujeres en general continúa, las distancias entre las proporciones de las mujeres y los hombres se acortan. Por otra parte, desde la perspectiva de la evolución de estos delitos, en el caso español las denuncias por violencia contra la pareja han au- mentado durante los últimos años. Aunque también se han incrementa- do las denuncias por parte de los hombres, han aumentado más las correspondientes a las mujeres (desde 43.313 en 2002 a 63.347 en 2007), especialmente a partir de los diversos cambios jurídico-penales promo- vidos por la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, de 2004 (véase figura 1.6). De todas formas, debe recordarse aquí que lo anterior en absoluto debe interpretarse como un aumento real de la violencia de pareja, sino más probablemente como un incremento de la posibilidad de denun- cia. Es decir, a resultas de la sensibilidad social actualmente existente
  • 25. r ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad acerca de la violencia de género y de los cambios legales a que ello ha dado lugar, en la actualidad las mujeres que puedan ser víctimas de es- 00 0 r--- o '" o o() o o o r--- N o() tos hechos tenderán, más de lo que lo hacían en etapas anteriores, a 0 0 0 o r--- o '<:t' O '" r--- '" '" O ,.... ,.... Ul denunciar dichas agresiones. Así pues, el aumento de las denuncias, m que sin duda es algo positivo para mejorar la prevención y el control de .¡.J e: ·ti o 0 '<:t' o() o() r--- ,.... '" o O r--- '<:t' o futuras agresiones, no debe confundirse con un incremento de los epi- o() 0 o() N o() o ,.... O '<:t' r--- o ,.... :.a ,.... N 00 r; ~ O '" r--- sodios de violencia de pareja o del número de mujeres maltratadas. Se ,.... ,.... N m volverá sobre esta cuestión más adelante. t. m e.. o() '<:t' ,.... o ,.... o o o N '" '<:t' '<:t' O ,.... '<:t' o() N '" m ~ r; '<:t' ~ '<:t' 'Qj' " ,.... ,.... N t.o mo v ¡:: .,!, 70.000 e..CI ,-.., <FJ 'o r/J :o 60.000 )( ¡:: v '0 ~ o m . 'o .... 2 ¡:: m '0 o ~ 'o o le: ¡:: 'p Q .¡¡; v 50.000 m m ~ v <FJ "'d <FJ .... ~ ~ ..... S o r/J .- e.. v .... 8~ <FJ 40.000 m Ul ¡;j ¡:: o.. 8 ¡:: v ¡¡¡w ~ v v .¡¡; ¡:: .- ~ ¡;j "'d <FJ ~ o.. o ! v S 30.000 e.. .. v ~ ¡::"'d <FJ ·s .n <FJ Ul <FJ ¡:: ~ o <FJ <FJ V 'o ~ ..... m m ¡:: v o ¡:: ~ .:.::l r:F'.J V ~ ¡:: ¡:: '0 .~ <FJ ¡:: 20.000 -'t:I 'o 'o <FJ U 'o ~ v .... o.. v N o o.. u ..... o ~ In m m .¡¡; '0 o o 2 [ '0 ¡:: <FJ S § '0 ¡:: '0 't:Ie: ~ ~ <FJ <FJ u .9 o v u ...; 10.000 m.9 "O ~ ~ .... ~ ~ ~ ~ .- ~ ~ o 'r 00 ~ ~ o u o <FJ ¡;j U U ~ El o .¡:: ~ u < :> u .8 u v ~ ¡:: ~ < u ~ :3 ,...:¡ _00 o m u 2002 2003 2004 2005 2006 2007 e..~ III m v Años ~ t. Ul "'d o Ul o() '<:t' ,.... o o() '<:t' '" r--- 0 r--- 0 o() r--- r--- o e.. m 00 0 0 o 0 0 0 00 00 r--- 00 r--- o() 00 .¡:: ,.... ~ m- ._ m ~ª u e: Figura 1.6. Víctimas que han denunciado violencia por parte de la pareja o ex pareja: e: m ::'8 me.. delitos y faltas (España, 2002-2007) (a partir de datos del Ministerio del Interior). ~~ '" r--- o O r--- N tn r--- tn o ,.... o o tn V o ,.... 0 tn o() N 00 N '<:t' O ,.... o() "'d ,.... tn ~ '<:t' ,.... o: N ,.... r--: o:l e: 6 o() ,.... ,.... u O .- '<:t' .~ t. U '5 Víctimas de abuso y agresión sexual m u N ,.... tn o o 00 O ,.... o tn 00 N r--- ~ .- m u t. N r--- ,.... o() tn O ,.... N ,.... CfJ e: .... o() ~ '<:t' N V Por último, en el presente epígrafe se analizan, a partir de las en- :l e: ¡:: o() 'o e: .- 'u cuestas de victimización, las agresiones sexuales sufridas por las muje- m o:l 't:I ~ § res. La tabla 1.6 recoge, tomando como base los datos de la Organiza- m <FJ "'d ..2 ción Mundial de la Salud, los porcentajes de mujeres que en distintas :l v ~ C" ¡;j o .S Ul ~ El v regiones del mundo declaran haber sido agredidas sexualmente, tanto ¡;j ..... "'d m :.o ¡;j v v extra como intrafamiliarmente. E .<;::: E .!:: ¡:: .a 00 "'d t: 'fl v ~ ~ o o:l Entre el 1,6 y el 4,5% de las mujeres informan de que fueron agredi- 00 <FJ <FJ "'d ..... o.. o o <FJ ~ ¡:: ...:: > o ¡:: ¡:: <FJ V <FJ das sexualmente (generalmente por alguien distinto de su pareja) duran- o ..... ..... o 00 v ~ :.a 'o ~ ~ 'o ~ ¡:: ·S ~ ..... <FJ '0 .... '0 .... N o v '2 '0 ~ v ..... ..... ..... "'d te los 5 años anteriores al momento de la encuesta. Por otro lado, entre ¡:: ¡:: <FJ ~ '0 ~ El ~ <FJ <FJ ¡:: V ¡:: 's .¡¡; o o .Q u o ¡:: '" .¡¡; ..... v ~ v ~ ..... ~ ~ ::> el 7,8 y el 39% manifiestan haber sido forzadas alguna vez por su pareja v ¡;j ..... u ~ ~ ~ o ~ ~ v o ~ <FJ V ~ ~ ~ v ¡:: :r: < ,...:¡ el [fJ u u a realizar el coito (sumados los casos consumados y las tentativas).
  • 26. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? TABLA 1.6 Mujeres que en distintas regiones del mundo declaran haber sido agredidas sexualmente, según estudios de poblaciones seleccionadas (1989-2000) África Botswana, Egip- to, Sudáfrica, Túnez, Uganda, Zimbabwe. América del Norte América Argentina, Boli- Latina via, Brasil, Co- lombia, Costa Rica, Paraguay. Asia Mongolia, Chi- na, India, Indo- nesia, Filipinas. Europa Albania, Hun- gría, Lituania. Medite- rráneo oriental 2,3 4,5 1,6 3,9 Zimbabwe. 25 Canadá, Estados 7,8 Unidos. Brasil, México, Nicaragua, Perú. Indonesia, Ja- pón, Tailandia. Finlandia, Reino Unido, Suecia, Suiza. 30 19 12 Ribera Occiden- 39 tal y Franja de Gaza, Turquía. FUENTE: Estimación propia a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, OMS, 2002. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad Por regiones del mundo, las tasas más bajas se observan en América del Norte, algunos países europeos y también en Asia, mientras que las más elevadas se hallan en el Mediterráneo oriental, África y América Latina. En todo caso, nuevamente debe advertirse que ninguna región del mundo es ajena a este grave problema social y de violencia. 1.4. CONCLUSiÓN Aunque es evidente que la variable del sexo condiciona la prevalen- cia de los delitos y de las conductas violentas, en realidad tanto en va- rones como en mujeres es pequeña la proporción de personas que lleva a cabo comportamientos violentos graves y reiterados. Lo anterior quiere decir que, en paralelo, y más allá del factor del sexo, son las ca- racterísticas individuales las que finalmente condicionan el comporta- miento violento y delictivo. Ello lleva inexorablemente a la necesidad de analizar los diversos factores de riesgo para la conducta violenta y el delito, tanto personales como sociales, y, en última instancia, a tomar en consideración las explicaciones teóricas de la delincuencia. Diversos estudios han hallado que los varones son predominantes en relación con las mujeres en cuanto a su participación en robos de casas, hurtos de coches, robos con violencia, conducción bajo los efec- tos del alcohol y otros delitos vinculados al consumo de alcohol y otras drogas, así como en posesión de armas y delitos sexuales. En cambio, aunque la participación de los varones sigue siendo superior a la de las mujeres, no es tan abrumadoramente dominante en los delitos de frau- de, hurto, falsificación y apropiación indebida. Hay algunas diferencias entre hombres y mujeres en los estilos de delinquir. En relación con la edad, la punta de mayor prevalencia de- lictiva de los varones es algo superior (en torno a los 18 años) que en las chicas (alrededor de los 15 o 16). Asimismo se ha indicado que los varones tienden a cometer delitos que podrían considerarse más típi- cos de los jóvenes (lo que incluye el uso frecuente de violencia), mientras que las chicas se muestran más proclives a cometer delitos más propios de personas adultas (hurtos, apropiación indebida, esta- fas, etc.). Entre las diversas motivaciones que las mujeres manifiestan para de- linquir están las siguientes: carencia de recursos económicos, malas compañías, consumo abusivo de alcohol y otras drogas, problemas fa- miliares y carencia de trabajo y de recursos para cubrir las necesidades de sus hijos (si los tienen). Algunas de estas motivaciones son también
  • 27. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? referidas por los hombres para la comisión de delitos contra la propie- dad, que pueden implicar ciertos niveles de violencia. Hay también diferencias importantes entre varones y mujeres en lo que se refiere a su participación delictiva. Muchas chicas que han co- metido algunos delitos juveniles desisten de la delincuencia antes que los varones. Tanto las chicas jóvenes como las mujeres adultas come- ten más delitos contra la propiedad, generalmente con escaso uso de violencia; mientras que los varones tienen una mayor presencia en delitos que implican más actos de fuerza, amenaza y violencia. Final- mente, en delitos grupales o de bandas, las chicas suelen asumir pa- peles más secundarios y preferentemente de colaboración con líderes varones. De acuerdo con las cifras revisadas, la conclusión evidente es que los varones de todas las edades y de todos los países participan más en la delincuencia y cometen más infracciones y delitos de cualesquiera categorías que las mujeres. Si se trata de edades más jóvenes, como los adolescentes, los niveles de participación delictiva de varones y de chi- cas son más próximos entre ellos y se sitúan en una ratio de participa- ción delictiva de unos cinco varones por cada chica. Pero en la edad adulta la distancia entre los sexos en cuanto a su participación delictiva se extrema, situándose en unos diez hombres delincuentes por cada mujer que comete delitos. Otro tanto sucede con la victimización. De los datos revisados puede concluirse que tanto los hombres como las mujeres pueden ser víctimas de los diversos delitos, aunque es más probable que lo sean de unos que de otros. Así, los varones son víctimas preferentes de delitos eco- nómicos (como hurtos y robos con intimidación) y de diversos delitos violentos (como homicidios y lesiones), mientras que las mujeres lo son más probablemente de delitos sexuales y de maltrato de pareja. A pesar de ello, tanto hombres como mujeres pueden ser víctimas de la mayoría de las categorías delictivas. Por lo que al homicidio se refiere, se trata de un delito predominan- temente masculino. Asimismo, la mayoría de víctimas de homicidio son varones. Las disputas por la pareja constituyen un móvil en el caso de muchos homicidios. Por otro lado, aunque en conjunto son menos las mujeres asesinadas que los hombres, la mayor proporción de ellas (casi el 50%) lo son por sus parejas masculinas. Por otro lado, las personas, ya sean hombres o mujeres, presentan muy diversos niveles de riesgo para ser víctimas de distintos delitos, como sufr'ir un robo personal o en su vivienda, ser agredidas y lesio- ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad nadas, padecer un abuso sexual o una violación, e incluso para ser víctimas de homicidio. En victimología se habla de los fenómenos de la revictimización y de la multivictimización por referencia a aquellas personas que son víctimas reiteradas de ciertos delitos, en contraposición a quienes apenas o en absoluto experimentan tales hechos. Existe una diferencia notable entre mujeres y hombres por lo que se refiere a su preocupación por el delito. Según datos británicos corres- pqndientes a 2006, mientras que un promedio del 8% de los hombres manifestaba temor a sufrir un delito, un 21% de las mujeres expresaba preocupación y temor al respecto. El mayor porcentaje de mujeres pre- ocupadas por la delincuencia (el 28%) se producía en el intervalo de edad de 16 a 24 años, que realmente corresponde al de mayor riesgo de ser víctima de un delito. Es muy posible que, como resultado de esta mayor preocupación de las mujeres acerca de su seguridad, la calidad de vida de éstas se vea negativamente más afectada que la de los hom- bres, mostrando ellas mayor temor a salir solas, viajar, volver tarde a casa, etc. Tendencias similares a éstas, en cuanto al mayor temor al de- lito de mujeres que de hombres, se observan también en España y en otros países europeos. En síntesis, de lo dicho hasta aquí sobre la influencia en la probabi- lidad de agresión (como agresor o como víctima) de la variable del sexo, podrían sacarse algunas conclusiones provisionales. Por lo que se refiere a los agresores, los varones son con carácter general más proclives a utilizar la fuerza y la violencia que las mujeres, aunque sólo una proporción pequeña de varones desarrolla conductas de agresión extremas. Que lo hagan dependerá fundamentalmente de que se con- citen en estos sujetos diversos factores de riesgo tanto personales como sociales. Por lo que concierne a la probabilidad de ser víctimas del delito, el riesgo se distribuye también, a la vez que por sexos, en función de las características individuales y sociales de las diversas personas. Sus propias conductas y hábitos de vida van a contribuir de modo desta- cado al mayor o menor riesgo de victimización que puedan experi- mentar. Pese a todo, las mujeres presentan con carácter general, se- gún hemos podido comprobar y es bien conocido, un mayor riesgo de ser víctimas de dos tipologías delictivas particulares: abuso y agre- sión sexual, así como maltrato y asesinato de pareja. A estas dos for- mas de agresión sufridas por las mujeres se prestará particular aten- ción en esta obra.
  • 28. ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? LECTURAS RECOMENDADAS Aebi, M. (2008). Tendencias de la delincuencia en Europa de 1990 a 2000. En M. Aebi, Temas de criminología (pp. 235-267). Madrid: Dykinson. Barrio, V. (2004). El joven violento. En J. Sanmartín (coord.), El laberinto de la vio- lencia (pp. 251-266). Barcelona: Ariel. Beneyto, M. J. (2002). Violencia sexual: entre lo que siente la víctima y piensa el agresor. En S. Redondo (coord.), Delincuencia sexual y sociedad (pp. 53-85). Barcelona: Ariel. Cobo, R (2008). El género en las ciencias sociales. En P. Laurenzo, M. 1. Maqueda y A. Rubio (coords.), Género, violencia y derecho (pp. 49-59). Valencia: Tirant lo Blanch. Díez Ripollés, J. 1. (2002). Libertad sexual y Ley Penal. En S. Redondo (coord.), Delincuencia sexualy sociedad (pp. 107-135). Barcelona: Ariel. García España, E. y Pérez Jiménez, F. (2005). Evolución de la delincuencia en Es- paña y Andalucía: Análisis e intelPretación de las estadísticas oficiales. Informe ODA 2004. Málaga: Fundación El Monte, Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología. Garrido, v., Stangeland, P. y Redondo, S. (2006). La delincuencia en España y en el mundo. En Principios de Criminología (3." ed.) (pp. 113-149). Valencia: Tirant lo Blanch. Herrera Moreno, M. (1996). La hora de la víctima. Compendio de victimología. Ma- drid: Edersa. Kury, H. (2006). Sobre la cuestión de una ·nueva punitividad•. Actitudes sanciona- doras y política sancionadora. En F. Bueno Arús, H. Kury, 1. Rodríguez Ramos, E. R Zaffaroni, J. 1. Guzmán Dálbora y A. Serrano Maíllo (dirs. y eds.), Derecho penal y criminología como fundamento de la política criminal (pp. 369-402). Madrid: Dykinson. Larrauri, E. (2007). Criminología crítica y violencia de género. Madrid: Trotta. Luque, E., Ferrer, M. y Capdevila, M. (2005). La reincidencia penitenciaria en Ca- taluña. Barcelona: Centre d'Estudis Jurídics i Formació Especialitzada. Medina, J. J. (2002). Violencia contra la mujer en la pareja. Investigación compa- rada y situación en España. Valencia: Tirant lo Blanch. Naciones Unidas (1994). Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. Asamblea General, A/RES/48/104, 23 de febrero. Rechea, c., Barberet, R, Montañés, J. y Arroyo, 1. (1995). La delincuencia juvenil en España: autoinforme de losjóvenes. Madrid: Universidad de Castilla-La Man- cha/Ministerio de Justicia e Interior. Redondo, S. (2002). Delincuencia sexual: mitos y realidades. En S. Redondo (coord.), Delincuencia sexualy sociedad (pp. 35-49). Barcelona: Ariel. Rutter, M., Giller, H. y Hagell, A. (2000). La conducta antisocial de los jóvenes. Ma- drid: Cambridge University Press. Torrubia, R (2004). El delincuente. En J. Sanrnartín (coord.), El laberinto de la vio- lencia (pp. 267-281). Barcelona: Ariel. 1 t 2. ¿PPR QUÉ SON LOS VARONES MAS AGRESIVOS QUE LAS MUJERES? Los autores de esta obra son, como también lo son los lectores, pro- ducto de su propio tiempo. Y en el marco de la sociedad civilizada en la que viven creen con firmeza que son objetivos fundamentales e irre- nunciables tanto la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, en todos los aspectos de la vida, como la erradicación en la mayor medida posible de cualesquiera formas de fuerza y violencia de unos seres hu- manos sobre otros. En estas aspiraciones sociales compartidas constitu- yen propósitos particularmente significativos la erradicación del maltra- to a las mujeres y la desaparición del abuso y de las agresiones sexuales, sean intra o extrafamiliares. Sin embargo, los anteriores objetivos no se lograrán por sí solos a par- tir de la formulación de un desiderátum social o de la regulación median- te leyes de los comportamientos correctos y esperables de los ciudada- nos. En estos asuntos sociales, al igual que en las restantes cuestiones de las que se ocupa la ciencia, el mejor camino para mejorar las realidades presentes (en nuestro caso, los actuales problemas del maltrato de pareja y de las agresiones sexuales) es conocer con la mayor objetividad posible su naturaleza y los factores que se asocian a ellos, o, dicho de otra mane- ra, averiguar por qué sucede lo que sucede. Así, un punto nuclear de lo que aquí nos ocupa es intentar dilucidar, desde el conocimiento científico existente, por qué más varones maltratan a sus parejas femeninas que lo contrario, y por qué más varones abusan y agreden sexualmente a muje- res que lo inverso. Se considera aquí que este conocimiento explicativo general es necesariamente el punto de arranque que puede permitimosuna mejor comprensión de estos fenómenos y, en consecuencia, una mejor prevención y un control más eficaz de estos comportamientos violentos. Agresión, violencia y delincuencia son términos que sugieren e in- cluyen comportamientos muy variados: uso de fuerza física, amenaza, empleo de armas, robo, extorsión, secuestro, agresión sexual, maltrato, etcétera. Siendo tan diversas las conductas de agresión y violencia, no