1. II.4.1. La abreacción o la catarsis
La catarsis está relacionada con la descarga de emociones e impulsos reprimidos. Freud
la consideraba en un tiempo método de tratamiento curativo. Hoy se considera la
abreacción válida para dar al paciente el sentido de convicción acerca de la realidad de
sus procesos inconscientes. La intensidad emocional puede vivificar los detalles de una
experiencia que de otro modo podría permanecer vaga e irreal. La expresión de afectos
e impulsos puede procurar una sensación temporal de alivio subjetivo, pero eso no es un
fin en sí y de hecho se puede convertir en fuente de resistencia. De todos modos, es
importante ayudar a un paciente a volver a vivir las emociones de una experiencia
traumática para recapturar detalles importantes que de otro modo podrían pasar
inadvertidos. Además, permite al paciente descargar una cantidad suficiente de tensión
para que pueda arreglárselas mejor con el resto de sus vivencias. En el análisis de un
paciente con depresión crónica fue necesario que durante varios meses pasara una parte
de la sesión sollozando incontrolablemente antes de que estuviera en condiciones de
laborar analíticamente en su depresión.
La catarsis implica descarga y corresponde al recuerdo más o menos explosivo de una
situación, acompañado de sus componentes afectivos. La catarsis o la abreacción son
básicas en la terapia analítica. Es obvio que proporciona al paciente posibilidades de
desahogo. En el análisis, dista de ser suficiente, dado que, si bien descarga en algo el
conflicto dinámico, éste se vuelve a cargar. La descarga del conflicto por sí sola, no
implica automáticamente la resolución de éste.
III.7. MANERA DE ESCUCHAR
Cuando hacemos terapia psicoanalítica debemos dedicar gran parte del tiempo a
escuchar. Por bueno que sea como oyente, deberá efectuar un nuevo aprendizaje en la
materia, ya que en nuestra especialidad el escuchar configura una destreza adquirida,
casi un arte.
¿Qué se supone que tenemos que oír? La comprensión solo surge cuando se escucha. El
acto de escuchar, en su sentido más amplio, es virtualmente sinónimo del acto de
aprehender y comprender. Haber oído los ecos de ira en la risa de un paciente, los
anhelos de seguridad que deja traslucir la elección de los recuerdos, el autodesprecio en
su relato de una discusión, significa haber entendido muchas cosas. Es a esto a lo que se
alude cuando se habla de tercer oído, y lo que implica el supervisor cuando le aconseja
“escuchar la música”. Pero, ¿de qué manera escuchar la música? ¿Y cómo aprender a
escuchar con ese tercer oído?
El buen narrador introduce en su relato elementos de sorpresa y cierta dosis de
suspenso, con lo que aumenta el interés del oyente. Por su parte, el buen oyente trata de
predecir el giro de los acontecimientos, tolera el sostenido suspenso del relato (este
soportar cierto grado de suspenso no es sino una variante de la tolerancia a la
ambigüedad), y saborea con fruición los elementos sorprendentes.
2. La profesión misma del terapeuta lo convierte en un oyente interesado y atento.
Interesado, porque desea aprehender la estructura del relato de su paciente; atento,
porque su atención activa le permitirá lograr la deseada comprensión. Pero existe
también la posibilidad de escuchar en forma pasiva, mostrándose abierto a la estructura
del relato (Atención Flotante). Debe darse el necesario equilibrio entre la representación
activa de los futuros acontecimientos y la audición pasiva, acrítica, del relato. El
terapeuta debe esforzarse por oír todo, lo cual exige cierto grado de pasividad. Con la
atención “flotante” (concepto de Freud), se concibe como una suerte de atención
similar a la del ensueño con la cual seguimos libremente el relato del paciente sin
demasiada concentración. De este modo damos rienda suelta a nuestras asociaciones y
fantasías, lo cual nos permite, a la vez, dejar que nos vengan a la mente hipótesis e ideas
en forma muy libre.
El tercer oído debe funcionar en forma selectiva y juiciosa, sin que signifique, salvo
ocasionalmente (como en el relato de un sueño), una exclusión de los dos oídos
restantes.
Un aspecto muy útil del consejo de Freud es el modo en que dicha atención flotante nos
permite liberarnos de presiones internas. No importa el grado de pasividad o actividad
con que estemos escuchando; siempre debemos esforzarnos por escuchar tranquilos y
relajados. Evitaremos dejarnos llevar por la ansiedad o la inquietud. Nuestra meta ha de
ser un sereno interés, una atención no forzada, aun cuando estemos empatizando con
contenidos que se caracterizan por la falta de calma y la tensión. El terapeuta
experimentado no oye simplemente el contenido del relato de su paciente: atiende
también al tono de su voz, las palabras que elige, el uso de metáforas, los cambios de
ritmo y tiempo, las pausas y vacilaciones; vale decir que toma en cuenta todos los
aspectos y características de la comunicación. Por consiguiente, debemos escuchar tanto
activa como pasivamente, con tres oídos, en lugar de dos, y tanto a la música como a la
letra del mensaje. Además, por difícil que parezca, debemos hacerlo con calma y
neutralidad.
Nuestros criterios de evaluación que hemos escuchado adecuadamente son dos: 1) haber
comprendido; 2) poder recordar. Cuando se escucha un relato como es debido, es
posible recordar todos sus detalles.
Existe, además, algo denominado “realimentación” (feedback), la manera en que el
oyente reacciona frente a lo que escucha. Comúnmente se recurre a una serie de
interjecciones destinadas a asegurar al otro que se lo escucha, y alentarlo a continuar
con su relato; el oyente dice “Sí”, “Ya veo”, lanza un gruñido, masculla un “Ajá”
(expedientes habituales del psicoterapeuta); y todo ello va acompañado de inclinaciones
de cabeza, sonrisas, gestos, movimientos de hombros, etc. No obstante, en la
conducción de la terapia psicoanalítica es mejor prescindir de todas las señales citadas
(Cuando el paciente está recostado en el diván, no ve al analista; y así se elimina
muchos de estos mensajes paraverbales y no verbales del analista).
La ventaja de escuchar en una actitud impasible es que se evita ejercer control sobre lo
que comunica el paciente. Para alentarlo a que prosiga con su relato, sus señales, gestos
e interjecciones lo incitan a seguir con el mismo tema. Es inevitable, además, que la
oportunidad en que emita sus señales aliente al paciente a proseguir en una dirección
determinada. La más simple de de sus señales o gestos puede ejercer considerable
3. control sobre el discurso del paciente, y eso es lo que debemos evitar o, al menos,
reducir a su mínima expresión.
El acto de escuchar impasible entraña considerable pasividad, que puede generar a su
turno sentimientos conflictivos. Estos sentimientos pueden generar angustia e
impulsarnos a ser más activo no al provecho del paciente (proceso terapéutico), sino
para tranquilizarnos o para nuestra satisfacción personal. Es por esto que debemos
manejarlo con sumo cuidado utilizando toda la capacidad autoanalítica que podemos
tener.
Empatía significa compartir, sentir lo que siente otro ser humano. Uno participa de la
índole, no de la cuantía de los sentimientos. Su motivo en terapia analítica es llegar a
entender y comprender al paciente. Es esencialmente un fenómeno preconsciente; puede
provocarse o interrumpirse conscientemente; y puede producirse en silencio y de un
modo automático, oscilando con otras formas de relación con la fuente. El mecanismo
esencial es una identificación parcial y temporal con el paciente, basada en el modelo de
trabajo que lleva el analista del paciente, hecho con la suma de su experiencia con ese
paciente.
hipnosis .-genera todavía rechazo entre los psicólogos, debido a los mitos
que sobre ella circulan en ámbitos no especializados. siete mitos sobre la
hipnosis son analizados, proporcionándose una visión alternativa más
ajustada a la evidencia empírica aportada por la investigación en el
campo. Se aportan, además, dos métodos de inducción hipnótica
divergentes de los modos de hipnotizar popularizados por lo medios de
comunicación y enraizados en los mitos expuestos. Tales métodos
concatenan la práctica profesional del psicólogo con la investigación
experimental sobre hipnosis, y aportan nuevas formas de intervención al
bagaje de procedimientos del psicólogo.
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a realidad acerca de la cientificidad de la hipnosis es bien diferente: Wundt (1882), William
James (1902), Paulov (1923), Hull (1933) y Eysenck (1960), entre otros autores de innegable
seriedad y prestigio en la Psicología Científica, investigaron experimentalmente sobre la
hipnosis. Ya en sus comienzos, la hipnosis fue tanto un tema de estudio empírico, como una
herramienta terapéutica en Psicología y Medicina (Sarbin y Coe, 1972). Desde los años
cincuenta, en USA, investigadores como T.X. Barber (1969), Sarbin (Sarbin & Andersen, 1963) y
E. Hilgard (1969), estudiaron la hipnosis desde un vertiente teórica y experimental "dura". Sus
seguidores han publicado y siguen publicando un sinfín de trabajos experimentales, tanto en
revistas especializadas en el tema, como en revistas más generalistas y de elevado prestigio
entre la comunidad científica psicológica.
…………………………………..La hipnosis es un estado mental o de un grupo de actitudes generadas
a través de un procedimiento llamado inducción hipnótica. Usualmente se compone de una
serie de instrucciones y sugerencias preliminares.1 Dichas sugestiones pueden ser generadas
4. por un hipnotizador o pueden ser autoadministradas (autosugestión o sugestión
autohipnótica). El uso de la hipnosis para uso terapéutico se conoce como hipnoterapia.
La hipnosis, tal como hoy la conocemos, empezó hace dos siglos en Francia. La palabra
“hipnosis” (de una palabra griega, “hypnós”, que significa sueño) fue definida por James Braid
en 1843, pero lo que Braid describía no era sino lo que había iniciado en París un médico
alemán llamado Franz Anton Mesmer, bajo el nombre de “magnetismo animal”.
Mesmer
Mesmer fue el descubridor de una espectacular manera de curar
enfermedades, basada en la sugestión. Llegó a París (entonces, el centro
del mundo) en 1778 precedido de una reputación de hacedor de
milagros. Al parecer había devuelto la vista a una joven música de Viena
que la había perdido.
La forma de trabajar de Mesmer era espléndida y teatral. Partía de la
base de que él era capaz de acumular una porción del “fluido universal”
(hoy lo llamaría “energías positivas”) y de transmitirlo a sus semejantes.
La Academia de Medicina rechazó sus técnicas, pero uno de sus pacientes (M. Bergasse) abrió
una suscripción de 100 luises por persona que le fue ofrecida a Mesmer para montar una
clínica, a condición de revelar a los suscriptores los secretos del “magnetismo animal”.
La sala de tratamientos que montó Mesmer en el Hotel Bouillon estaba instalada con gran
habilidad: semioscuridad, perfumes orientales, músicas lejanas y exóticas, así como decoración
recargada y misteriosa. Presidía el centro de la sala la llamada “cubeta de la salud”, una
especie de simbiosis entre altar y pila bautismal, llena de agua sulfurosa. Los pacientes se
sentaban rodeados por cordones que salían de la cubeta. Asimismo, tocaban con las manos, de
vez en cuando, unas varillas metálicas en contacto con el agua, las cuales debían apretar sobre
las partes enfermas de su cuerpo. También se tocaban unos a otros en las puntas de los dedos,
para hacer circular “el fluido”. Mesmer, majestuoso en su túnica de seda morada, pasaba entre
ellos tocándoles con su varilla, o con sus manos, en la frente y en las manos. No era extraño
que durante el acto los pacientes entrasen en trances convulsivos (al estilo de una macumba
vudú) para lo cual algunos compadres de Mesmer, bien pagados, daban el pertinente ejemplo.
Sea como fuere, el caso es que Mesmer se hizo el “hombre de moda”, y su consulta, bien
repleta, tenía listas de espera que en nada envidiarían a las de nuestra Seguridad Social.
Ante las apasionadas discusiones entre partidarios y críticos, el Rey encargó a una comisión de
científicos que analizasen el trabajo de Mesmer. Como curiosidad señalemos que, en el grupo
de expertos, compartieron tareas el químico Lavoisier, Benjamin Franklin y el tristemente
relevante Dr. Guillotin. Los resultados fueron negativos para el alemán, y un informe de la
comisión (del que se publicaron 20.000 ejemplares) ilustraba acerca de la superchería. Una
parte del informe revelaba que algunos de los tratamientos eran claramente inmorales, y que
no era infrecuente que bellas damas, sugestionadas por el santón, acabasen en una sala
5. acolchada llamada “sala de las crisis” donde Mesmer calmaba sus nervios mediante la
aplicación de una vara propia enteramente natural.
Al ver que venían malos tiempos para él, Mesmer volvió a Alemania y se llevó el dinero de sus
suscriptores, quienes nunca obtuvieron el secreto prometido. A pesar de sus evidentes
falacias, el método de Mesmer fue un indiscutible precursor (y posiblemente un inspirador) de
futuras investigaciones y aplicaciones en el campo de la medicina psicosomática.
Bernheim, Liébeault y Charcot
Hipólito Bernheim, psiquiatra nacido en Alsacia, era profesor agregado de la facultad de
Medicina de Estrasburgo, en el último cuarto del siglo pasado, cuando contactó con un médico
rural, Liébeault, el cual había desarrollado un método hipnótico muy parecido al que hoy en
día empleamos. Se apartaba completamente de las turbias teatralidades del método
mesmeriano.
Juntos crearon la “Escuela psicológica de Nancy”, auténtica pionera en el estudio de la
hipnosis, y opuesta a la “Escuela neurofisiológica de París” del Hospital de la Salpetrière, en la
que el neurólogo francés más importante de aquellos tiempos, Charcot, impartía sus lecciones
de neurología, pero también de psiquiatría e hipnosis. La doctrina de Charcot era que
solamente se podía hipnotizar a los enfermos histéricos (lo cual es un notorio error). Pero su
fama como neurólogo era tal, que por sus aulas pasaron alumnos que, con el tiempo, serían
grandes médicos (Sigmund Freud, entre ellos).
La escuela de Nancy, menos laureada en su época, trabajó de forma más callada. Las
publicaciones de Bernheim son predecesoras de la moderna medicina psicosomática, y de las
aplicaciones de la hipnosis en este tipo de enfermedades.
James, Prince, Janet, Breuer, Freud.
El interés de la hipnosis se mantuvo en los Estados Unidos a través de
escritos de William James, Morton Prince y Boris Sidis, interesados por
las extrañas manifestaciones de ciertos pacientes histéricos con doble
personalidad, o con personalidad múltiple. En Europa, Janet acuñó el
concepto del inconsciente y usó la hipnosis como un método para
acceder a las capas más desconocidas de la conciencia. Breuer y Freud
empleaban la regresión hipnótica como base para llegar al análisis de los contenidos
inconscientes traumáticos. Freud abandonó más adelante la técnica, al desarrollar el método
psicoanalítico, si bien en sus últimos años reconoció la validez de la hipnosis como un método
eficaz.
Siglo XX
El interés por la hipnosis, muy enfriado en las primeras décadas del siglo 20, resurgió durante
la guerra civil española, y más adelante en la segunda guerra mundial, cuando los psiquiatras
6. del ejército advirtieron que la técnica era útil para resolver los estados de trance llamados
“neurosis dela trinchera”. Mi maestro, Santiago Montserrat Esteve, aplicó la técnica en las
Fuerzas de la Generalitat de Cataluña, con impresionante éxito. Kardiner y Spiegel, en EEUU
aplicaron idénticas soluciones en la confrontación de los años 45-50.
En los años 50 aparece una fiebre investigadora acerca de la hipnosis. La prestigiosa APA
(American Psychiatric Assotiation) reconoce el valor de la hipnosis como legítimo método
terapéutico, y, hoy en día, una división de la American Psychological Assotiation está dedicada
a su estudio e investigación.
Sofrología e hipnosis
En la década de los 60 aparecieron los trabajos de un médico
colombiano, A. Caycedo, quien, trabajando en Barcelona, desarrolló una
especie de redescubrimiento de la hipnosis, bajo el nombre de
“Sofrología” (de una palabra griega que significa descanso, reposo). Su
exposición, avalada por el Prof. Dr. A. Sarró, atrajo a numerosos
profesionales y profanos. Los discípulos de Caycedo (por otra parte,
apartado ahora de actividades médicas) enriquecieron la “sofrología”
con diversas aportaciones, técnicas de meditación y hasta de Zen. La sofrología, hoy en horas
bajas (aunque de repente surgen seguidores apasionados donde uno menos se espera) no ha
sido sino un intento de revitalizar la hipnosis, en épocas de poco atractivo, a base de
“enmascararla” bajo otro nombre y “embellecerla” con un discurso orientalista, fácil de vender
en la década prodigiosa.
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haberse comportado como un proceso ondulatorio
sinusoidal, con puntos máximos y mínimos1.
Dentro de la cultura occidental, los
momentos cumbre en el comportamiento histórico
de la hipnosis coinciden con las últimas décadas
de los siglos XVIII, XIX y XX: la década
de 1770 contempló la puesta en escena del
mesmerismo o magnetismo animal ; la de 1880 vive
la era dorada del denominado hipnotismo, con
el estelar enfrentamiento entre las Escuelas de
Nancy y de la Salpêtrière; y, finalmente, en los
años sesenta de nuestro siglo se inicia el llamado
período de hipnosis científica.
2. Teóricos del Estado vs. teóricos del
8. rígido, el constructo preverbal, el constructo subordinado y el constructo
supraordenado.
Se conoce como constructo social, por otra parte, a la entidad que surge en un sistema
construido por los integrantes de una sociedad. Los integrantes de dicho constructo se
comportan como si esta entidad existiera, respetando ciertas reglas convencionales. El
constructivismo social es la corriente de pensamiento que analiza los constructos
sociales.
Estado constructo, por otra parte, es la forma que adopta un adjetivo o un sustantivo en
diversas lenguas semíticas, como el hebreo o el árabe.
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somático
Somático procede de un vocablo griego que puede traducirse como “corporal”. Este
adjetivo se utiliza para nombrar, en un ser animado, a aquello que es corpóreo o
material.
En la biología y la medicina, un síntoma somático es aquel cuya
naturaleza es eminentemente de este tipo (corpórea), a diferencia de los síntomas
psíquicos.
Por ejemplo: “Pensamos que los mareos eran por el estrés, pero resultó ser un tema
somático”, “El médico le recomendó a Bruno que vea a un psicólogo, ya que no
encontró ninguna evidencia somática de lo que él indica”, “Los problemas somáticos y
los psíquicos deben ser tratados con la misma seriedad”.
Lo trastornos psicosomáticos son aquellos procesos psíquicos que tienen influencia y
efectos en lo somático. Esto quiere decir que ciertos síntomas somáticos (con evidencia
corporal) pueden tener su origen en procesos emocionales. Dicha realidad es muy difícil
de precisar para los médicos ya que inciden variables inaccesibles para el método
científico.
La subida de la presión ante una situación de nerviosismo, el rubor (ponerse colorado)
cuando se siente vergüenza y el colon irritable por el estrés son algunos ejemplos de
consecuencias somáticas a partir de algo emocional.
Se conoce como sistema nervioso somático (SNS), por otra parte, al sistema
compuesto por las neuronas sensitivas que trasladan información desde los receptores
sensoriales (como la piel) hacia el sistema nervioso central (SNC) a través de axones
motores.
9. Los nervios espinales, los nervios craneales, el nervio óptico, el nervio olfativo, el
nervio motor ocultar común, el nervio trigémino, el nervio troclear y el nervio vago son
algunos de los componentes del SNS.
…………………………………………………………………..s
ubjetividad
El concepto de subjetividad está vinculado a una cualidad: lo
subjetivo. Este adjetivo, que se origina en el latín subiectīvus, se
refiere a lo que pertenece al sujeto (estableciendo una oposición a
lo externo) y a una cierta manera de sentir y pensar que es propia
del sujeto.
En este sentido, puede
afirmarse que la subjetividad es una propiedad opuesta a la
objetividad. Mientras que la primera se sustenta en la opinión y
los intereses propios del sujeto, la objetividad implica tratar a los
conceptos como si fuesen objetos, de manera distante y con la
menor influencia personal posible.
La diferencia entre la subjetividad y la objetividad es clara al
analizar distintos textos. Aquellos que explicitan la opinión del
autor son subjetivos; los que intentan limitarse a los datos
concretos y fácticos son objetivos. Por ejemplo: “El fantástico
equipo argentino humilló al rival con un juego de gran nivel” es
una frase subjetiva; “Argentina derrotó cuatro a cero a su
oponente” es una frase objetiva.
En un sentido similar, si alguien expresa “La mejor banda de
rock de la historia ofrecerá uno de sus mágicos shows en nuestro
país” estará siendo subjetivo, a diferencia de quien comenta que
“Los Rolling Stones se presentarán en nuestro país”.
10. El tema de la subjetividad es analizado detalladamente desde la
filosofía. De acuerdo a esta ciencia, la subjetividad está vinculada
a una interpretación que se realiza sobre la experiencia, por lo que
sólo es accesible a la persona que vivió la experiencia en
cuestión. De esta forma, el sujeto desarrolla sus propias opiniones
de acuerdo a sus experiencias y determinadas por lo vivido.