Este documento presenta una introducción al libro "El Caudillo Sagrado" sobre las rebeliones cristeras en el estado de Durango, México. Explica que las guerras cristeras involucraron a sectores indígenas y campesinos que luchaban por la sobrevivencia de su forma de vida, no por razones políticas. También describe que los cristeros carecían de un líder humano y en su lugar veían a Cristo Rey como su caudillo sagrado. Finalmente, estima que la Primera Rebelión Cristera causó 250,000 muertes
1. ANTONIO AVITIA HERNÁNDEZ
EL CAUDILLO SAGRADO
Historia de las Rebeliones Cristeras
en el Estado de Durango
Tercera edición, México, 2006
2. 2
El Caudillo Sagrado
Tercera edición, 2006
Copyright 54123
Derechos reservados
Antonio Avitia Hernández
avitia56@terra.com.mx
3. 3
Introducción
La gestación de las guerras cristeras mexicanas del siglo XX tiene sus
antecedentes en las pugnas por el poder político, entre los sectores católicos
conservadores o tradicionalistas y los grupos políticos emergentes, triunfadores de
la Revolución Mexicana; así como en la conformación de sindicatos,
organizaciones y partidos políticos católicos de oposición al régimen revolucionario
como la Acción Católica de la Juventud Mexicana ACJM, la Liga Nacional
Defensora de la Libertad Religiosa LNDLR y el Partido Católico, con base
ideológica en las doctrinas del Catolicismo Social surgidas en la Encíclica Papal
Rerum Novarum, aunque en Durango, durante su desarrollo, las guerras cristeras
involucraron a sectores indígenas y campesinos, cuyos móviles tuvieron más de
sobrevivencia étnica que de pugna política, en la defensa del último territorio que,
en los bosques, los capitales madereros no habían tocado. Al avanzar las
hostilidades se vería que estos grupos indígenas y campesinos no eran fácilmente
controlables y protagonizarían la más larga guerra de la región.
A principios de los años veinte del siglo XX, en diversas entidades de la República,
peleando por la recuperación del poder que habían perdido en la Revolución, los
católicos organizados se enfrentaron al jacobinismo revolucionario del llamado
Grupo Sonora, sector político que, al imponer su modelo económico, se
caracterizó por su extremada violencia y anticlericalismo, como forma directa de
establecer su hegemonía.
En el afán de imponer su hegemonía, ambos grupos beligerantes no dudaron en
involucrar, como sus aliados, a las masas campesinas, ya como cristeros o como
agraristas, cuyos intereses poco o nada tenían en común con la pugna entre
jacobinos y tradicionalistas.
El suceso que desató abiertamente las hostilidades por el poder, entre los dos
bandos, fue la suspensión de cultos del 31 de julio de 1926, decretada por el
Episcopado Mexicano, como respuesta a la entrada en vigor de la llamada Ley
Calles que lesionaba directamente los intereses de la Iglesia y los conservadores,
4. 4
al limitar el campo de acción del Clero, afectando sus bienes terrenales y
confinando la libertad de conciencia.
Las hostilidades se extendieron a sectores, como los indígenas de Durango, para
quienes la libertad de conciencia y la suspensión de cultos era algo indiferente y
cuyas banderas de lucha tenían más razones económicas y de sobrevivencia, que
de libertad de conciencia y poder político. En la historia nacional, el lapso de los
años 1926 a 1929 es crucial, ya que en ese periodo se instala el sistema político
que más ha tiempo perdurado en la historia contemporánea del país. El nuevo
Estado Mexicano estableció su hegemonía sostenida por su propio aparato
burocrático y militar y por un fuerte estrato social privilegiado, producto de la
Revolución.
En el momento en que el nuevo Estado Mexicano es visto como la espada fuerte
del poder emergente, se suscitaron las Cristiadas como movimientos de masas;
sobre todo campesinas, políticamente independientes; indiferentes a los bandos
instigadores y que se desarrollaron, actuando un rol de importancia excepcional, a
causa de su alcance geográfico, su larga duración y el carácter popular de sus
rebeliones, al desvincularse de los grupos tradicionalistas católicos citadinos.
La Cristiada, según Jean Meyer:
Fue un movimiento de reacción contra lo que nos hemos puesto de acuerdo
en llamar la Revolución Mexicana, una revolución que aceleraba la empresa
modernizadora del régimen anterior y resucitaba la cuestión de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado. El pueblo se moviliza entonces,
sobre la base de la legítima defensa, frente al anticlericalismo tan radical
como brutal. 1
La Cristiada tuvo, con la insatisfacción de sus actores regionales de la Primera
Rebelión, un poco conocido segundo brote guerrero, producto del despojo de
tierras; de las políticas agraristas ejidales para indígenas y mestizos del sur del
estado; de la limitación de cultos, la educación socialista y la represión política
para la Iglesia y los conservadores. Durante el brote de la Segunda Rebelión
Cristera, por incompatibilidad de intereses, en el estado de Durango los
5. 5
conservadores y la Iglesia, como instigadores de la guerra, se desvincularon,
definitivamente de sus aliados, los guerreros indígenas y mestizos serranos.
Leña de fogatas distantes.
El primer enfrentamiento entre la Iglesia y sus aliados; conservadores, campesinos
e indígenas, contra el Estado Mexicano y sus adeptos en el país, que arrastró a
otros sectores de la población, llegó a tener 50,000 hombres alzados que
perturbaron la paz de diversas regiones de los estados de Jalisco, Michoacán,
Nayarit, Durango, Guerrero, Colima, Puebla, Zacatecas, Aguascalientes,
Guanajuato, Sinaloa, Estado de México, San Luis Potosí, Tlaxcala, Veracruz,
Oaxaca, Tabasco y el Distrito Federal. Si bien, una buena cantidad de estudios
sobre la Cristiada consideran que el foco geográfico principal de la rebelión fue la
región de los Altos de Jalisco y El Bajío guanajuatense. 2
El Caudillo Sagrado.
Los cristeros son guerreros que aunque tienen múltiples jefes regionales, de
manera sorprendente, carecen de un líder humano que los aglutine y les dé
identidad y nombre. Hasta el momento de la Primera Rebelión, de manera
tradicional, los rebeldes mexicanos adoptaban el nombre de su caudillo o su
causa; son villistas, nateristas, carrancistas, pelaecistas, zapatistas o bien
constitucionalistas o anarquistas.
Los cristeros en cambio atacan y mueren exclamando ante sus adversarios el grito
de ¡Viva Cristo Rey! los llamaron Cristos-Reyes y después cristeros hasta llegar al
convencimiento de que el jefe de aquellos insurgentes irredentos era su redentor,
Cristo Rey, El Caudillo Sagrado.
Los cristeros del sur de Durango luchaban contra la invasión a sus terrenos
boscosos y por una forma de vida sincrética, indígena, comunal y mestiza que se
1
MEYER, JEAN. Historia de los cristianos en América Latina, México, Ed. Vuelta, colección La
Reflexión, 1989, p. 239.
2
DÍAZ, JOSÉ Y RAMÓN RODRÍGUEZ. El movimiento cristero y conflicto en los Altos de Jalisco,
México, Ed. Era,1979. Ver también BAILEY, DAVID. ¡Viva Cristo Rey! The Cristero Rebelion and
the state conflict in México, Austin and London U.S.A., University of Texas Press, 1974.
6. 6
veía atacada por el avance de los programas del gobierno y de las compañías
madereras en la zona.
Ya desde su nombre, bautizado con fuego, la Cristiada y los cristeros no pueden
ser analizados a la luz de la razón pura, o con la exclusividad numérica de la
historia económica sino más bien en el terreno de la subjetividad del imaginario
colectivo, en el cual es posible la existencia del divino jinete con espada Santo
Santiago Apóstol, tocado con sombrero charro, apoyando en las batallas a los
mestizos e indígenas del Mezquital y la imagen de la Virgen de Guadalupe
protegiendo a los soldados de su hijo encarnado, mandando neblinas que
obscurecen el camino y confunden a las tropas federales y agraristas en los
campos de batalla.
Un imaginario colectivo tepehuán, mexicanero, cora y huichol en el que se
confunden los mitos y ritos del mitote con la Semana Santa, en un sincretismo que
intenta la sobrevivencia de los bosques de la Sierra Madre y la resistencia a la
extensión vital de las etnias más indomables de Aridoamérica; Aztecas del norte o
mexicaneros, tepehuanes, coras, huicholes y mestizos que más tienen de
indígena que de europeo; confunden sus deseos, frustraciones y resentimientos,
en torno a lo único que puede integrarlos: Ixcaitiungu, ¡Cristo Rey y la Santísima
Virgen de Guadalupe! Según Jean Meyer:
Estamos en presencia de una conciencia religiosa centrada en un hecho
histórico (el conflicto de 1926), pero también metahistórico con su grito de
"Viva Cristo Rey" sellan un pacto con la divinidad. Y eso implica una
conciencia histórica y metahistórica en los sobrevivientes, que tratan de
comprender lo que han vivido. 3
El premio a la muerte en la lucha por lo subjetivo no es de poder, ni de bienes
terrenales, es la vida eterna a la diestra de Dios o a la diestra de Ixcaitiungu (el
que gobierna, héroe cultural de la mitología tepehuán que tiene aspectos
parecidos a Quetzalcóatl), que en otra visión del mundo es un don más valioso
que la vida en este Valle de Lágrimas, y con la garantía de la santificación
3
MEYER, JEAN. Op. Cit., p. 241.
7. 7
inmediata y sin necesidad de juicio de beatificación o canonización, en la
obediencia a un sistema de ideas diverso al del catolicismo criollo.
El saldo rojo.
Desplazamientos y emigraciones masivas, descalabro de los sistemas agrícolas
de las zonas de guerra y desmantelamiento de diversas industrias, además de la
discordia política y la generación de enconos al interior de las poblaciones fueron,
entre otros muchos, los resultados no evidenciados de la Primera Rebelión
Cristera.
En los recuentos que, en 1973, presentó Jean Meyer, en su libro La Revolución
Mejicana, el saldo rojo de la Primera Rebelión Cristera se presentó de la siguiente
manera:
90,000 combatientes en tres años; 12 generales, 70 coroneles, 1,800
oficiales, 55,000 soldados y agraristas. Y 30,000 cristeros. Quedan todavía
por contar las víctimas de la población civil, pero esta operación es
imposible de efectuar, pues es preciso tener presente los efectos de la
reconcentración, de la carestía de víveres, de las epidemias. 4
En el año de 2004, el mismo Jean Meyer, en su libro Pro Domo Mea. La Cristiada
a la Distancia, con base en información oficial, aclaró el punto de las cifras de las
bajas durante la Primera Rebelión Cristera:
En mi libro no aparecen cifras fundamentadas en cuanto al costo en vidas
humanas del gran episodio bélico, tampoco del costo económico: unas
anotaciones impresionistas, nada más. Gracias al equipo de ayudantes de
la Historia de la Revolución Mexicana, aparecieron datos concretos sobre
el segundo punto. En cuanto al primero, fue el presidente de la república,
Miguel de la Madrid, en visita oficial a Francia en el año 1986, quien
proporcionó una cifra. Cifra muy alta. Cito la entrevista realizada: por André
Fontaine, director de Le Monde.
De esto resultó en los años veinte (de 1900. Nota de Jean Meyer)
una guerra de religión que causó 250,000 muertos. Luego se
4
Ibíd., pp. 157 a 158.
8. 8
estableció a lo largo de los últimos años, un acuerdo
satisfactorio entre la Iglesia y el Estado” (Le Monde, sábado 30
de septiembre de 1986, Primera plana y toda la p. 6 “Un entretien
avec le president du Mexique) (...)
Alguna vez el general Luis Garfias, historiador militar entonces director del
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, me dijo que él
había proporcionado esa estimación al presidente. La cifra incluye las bajas
entre los combatientes de los dos bandos y de las sufridas, directa o
indirectamente, por la población civil. 5
La Primera Rebelión Cristera 6
no pudo ser resuelta ni apaciguada por las armas
del Ejército Mexicano, sino por la vía de la negociación entre las jerarquías
episcopales y del Estado, haciendo a un lado las demandas de las bases
guerreras campesinas. Como se puede observar, en el escueto informe oficial
sobre los arreglos, del presidente Portes Gil, la guerra cristera aparece como si
todo el conflicto se hubiera propiciado por una mala interpretación de la Ley
Calles, reduciendo la causa de la muerte de cristeros, pacíficos, agraristas y
militares, a un simple problema de redacción literaria
No es difícil comprender que los motivos religiosos, políticos y económicos que
llevaron a la lucha a los miembros citadinos de la ACJM del Distrito Federal, no
fueron los mismos que los de los campesinos de los Altos de Jalisco o los de los
mestizos e indígenas tepehuanes y huicholes del estado de Durango.
Los ocotes prendidos de la Sierra de Durango
Uno de los rasgos que caracterizan a las nuevas tendencias de la historiografía
mexicana actual, es su reconsideración geográfica y regional; dando otro ámbito a
los estudios generales de los procesos históricos, a partir del reconocimiento
protagónico de los actores de los pueblos, villas, municipios y ciudades de las
entidades de la República.
5
MEYER, JEAN. Pro domo mea: La Cristiada a la distancia, México, Ed. Siglo XXI, 2004, pp. 13 a
14.
6
AGUILAR CAMÍN, HECTOR Y LORENZO MEYER. A la Sombra de la Revolución Mexicana,
México, Ed. Cal y Arena, 1989, p. 103.
9. 9
De la misma manera se comienza a tomar en serio a diversas fuentes históricas,
como la lírica narrativa y la literatura testimonial, a las que anteriormente se les
negaba validez; entendiéndose que estas son parte y producto de los mismos
procesos y que, al tener estrecha relación con otras fuentes, logran su propia
validación y legitimación como elementos dignos y originales del discurso
histórico, surgidos del imaginario colectivo; en este contexto, Carmen Nava nos
dice que:
Los estudios sobre lo imaginario, las mentalidades y la cultura popular han
adquirido en nuestros días, dentro y fuera de las instituciones académicas,
un rango de primer orden. Más su legitimación hermenéutica y heurística
ha sido un proceso largo y accidentado. 7
Por su parte, en su texto sobre la Teoría de la microhistoria, Luis González y
González nos aclara que:
Las historias locales en la república de la historia tienen un lugar análogo al
ocupado por corridos y romances en la república de las letras. A la
microhistoria hay que verla como expresión popular. 8
Considerando lo anterior, para analizar las Rebeliones Cristeras en el estado de
Durango, antes que nada, tenemos que ubicar el escenario de los acontecimientos
en los municipios del sur de la entidad, situados en la Sierra Madre Occidental y
caracterizarlo como un movimiento que, si bien tiene nexos débiles con las
organizaciones del centro de la instigación conservadora, se mantiene, por sus
particularidades especiales, hasta cierto punto autónomo en la Primera Rebelión y
casi autogestionario y autoabastecido en la Segunda Rebelión.
Las Cristiadas durangueñas son movimientos periféricos de escasa importancia
nacional pero que, al seno de los municipios y poblados que afectaron es la
epopeya más importante de su historia.
7
NAVA, CARMEN Y ALEJANDRO CARRILLO. México en el imaginario, México, Centro Francés
de Estudios Mexicanos y Centroamericanos / Universidad Pierre Mendes Francés / Universidad
Autónoma Metropolitana Xochimilco, 1995. pp. XIII y XIV.
8
GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, LUIS. Todo es Historia, México, Ed. Cal y Arena, 1989, p. 228.
10. 10
De hecho, las relaciones entre la Iglesia y el Estado Mexicano, en el estado de
Durango, han tenido una historia por demás difícil, desde la instauración de los
dos poderes en el territorio estatal, la crisis de estas tirantes relaciones se
presentó, como en otros estados, en la década de los años veintes del siglo XX,
cuando el nuevo Estado posrevolucionario propició la limitación de la participación
de la Iglesia y los conservadores dentro del ámbito de las decisiones del gobierno.
Iglesia, Estado e indígenas, desde la colonia, fueron los tres polos de poder que
modificaron su peso específico y buscaron su equilibrio con diversas pugnas en
sus cuatro siglos de convivencia y violencia. Al ingresar el capital, a los reductos
territoriales de los indígenas, el débil punto de relación pacífica volvió a
quebrantarse.
En las Cristiadas durangueñas entraron en escena una gran cantidad de actores
con intereses diferentes y en ocasiones opuestos dentro de un mismo bando. Así
en una inusual vinculación, por parte del grupo rebelde participaron las
organizaciones católicas urbanas de la ciudad de Durango como los Caballeros de
Colón, las diversas archicofradías, la Acción Católica de la Juventud Mexicana,
ACJM, la Juventud Católica Femenina Mexicana JCFM, la Liga Nacional
Defensora de la Libertad Religiosa LNDLR, las Brigadas Femeninas Santa Juana
de Arco, también conocidas como Bi-Bi o Brigada Invisible-Brigada Invencible, los
miembros del Alto y el Bajo Clero católico, y los combatientes cristeros
campesinos; mestizos, tepehuanes, coras, huicholes y mexicaneros.
Los combatientes cristeros campesinos indígenas de Durango se vincularon en las
Cristiadas a los grupos conservadores aún cuando ambos no tenían intereses
afines, menos aún en el sentido religioso, ya que su práctica espiritual es más
sincrética y pagana, desde el punto de vista católico, y sin los oficios de los
ministros del Vaticano. Fue así como en la guerra durangueña por Cristo Rey hubo
cristeros que no comulgaban con la religión católica, es decir; cristeros no
católicos.
Si para los católicos citadinos y los que, en algunos poblados, contaron con
templos, sacerdotes y servicios religiosos sacramentales fue válido el motivo del
11. 11
alzamiento por la reanudación de los cultos suspendidos. En cambio, para los
indígenas huicholes, tepehuanes, mexicaneros y coras, creyentes sincréticos -no
occidentales- que habitan en los lugares más inaccesibles de las quebradas, la
razón del cierre de templos es indiferente, por el simple hecho de que no recibían
visitas sacerdotales y aún hoy no tienen templos católicos sino oratorios donde
ofician sus shamanes y mujeres santas y porque su religión reconoce más al
panteón nahua prehispánico, creado por sus antepasados, que al Dios del
Vaticano, aunque su mitología no deja de ocupar elementos importantes del
cristianismo. De esta manera, los motivos de la lucha de los cristeros indígenas de
Durango no tienen nada en común con los del centro del país, incluso se podría
considerar que la guerra de los conservadores, en un extraño embrollo, es
antagónica a la de los cristeros de la sierra de Durango, aún cuando en su
momento, pelearon aliados en el mismo bando. No es de extrañar pues, el
abandono de los conservadores a los cristeros, una vez que las acciones
guerreras de los mismos no sirvieron a sus intereses de lucha por el poder político
en contra del Estado Mexicano y la insistencia en la guerra de resistencia indígena
por el reconocimiento del bosque como su patrimonio étnico primigenio, que
continuó, aún sin el apoyo de los conservadores.
La guerra de sobrevivencia indígena tiene poca relación de motivos con la
persecución religiosa y con la lucha por el poder entre la Iglesia y el Estado. De
allí que el tema de la historia de las Rebeliones Cristeras en Durango provoque
diversas preguntas para resolver en la investigación.
En el bando del gobierno, los grupos involucrados no fueron menos diversos, se
incluyeron los miembros de las Logias Masónicas del estado, sobre todo la
GLMGVED Gran Logia Masónica Guadalupe Victoria del Estado de Durango, el
Ejército Federal, los soldados auxiliares agraristas socialistas de la Liga de
Comunidades Agrarias del Estado de Durango LCAED, así como los indígenas
tepehuanes, huicholes y coras afiliados al gobierno y en conflicto de cacicazgos al
interior de sus propias etnias, sobre todo por la disputa en las opciones agraristas
de dotación en comunidad o ejido. En conjunto, los hombres del gobierno también
tenían serias diferencias entre sí, como lo demuestra la crisis escobarista de 1929,
12. 12
en medio de la cual fue fusilado el líder agrarista socialista José Guadalupe
Rodríguez. Más allá de la lucha por la reanudación de cultos católicos y por el
reconocimiento de la Iglesia como sociedad sui juris, o por la derogación de la Ley
Calles, las Rebeliones Cristeras constituyeron para las familias conservadoras
citadinas, la oportunidad de limitar el avance agrarista ante la emergente
hegemonía del nuevo Estado Revolucionario; mientras que, para las compañías
madereras, sobre todo la Lumber Co., implicaba la apertura legal de los bosques,
venciendo la resistencia de sus tradicionales propietarios.
Para la Iglesia, las rebeliones eran la vía para que la sagrada institución recobrase
sus propiedades confiscadas y la legitimidad y poder que la Constitución y la Ley
Calles le limitaba, tanto en los cuerpos como en las almas de sus feligreses.
Las razones de los cristeros mestizos por la rebelión van desde la reanudación de
cultos, la restitución de terrenos serranos comunales de los que habían sido
despojados, incluyendo la defensa de un sistema de vida comunal cuyo eje
cultural central se encuentra en el calendario y sacramentos de la Santa Madre
Iglesia, en el que santos, mártires, viudas, vírgenes, nacimientos, pasiones
novenarios, bautizos, comuniones, extremaunciones, peregrinaciones, imágenes,
exvotos, milagros, escapularios, aguas benditas, rosarios, misas, confesiones,
cruces, medallas, oraciones, responsos, altares, hábitos, retablos y trisagios, sin
guía sacerdotal, integraban un sistema de ideas que los jacobinos y masones del
nuevo Estado Mexicano intentaban destruir sin apuntar alternativas válidas;
negando así toda identidad cultural religiosa a los afectados. En este sentido; de
acuerdo con Alan Knight con respecto a los cristeros mestizos:
Más que agravios materiales, fueron antagonismos culturales los que
provocaron la Rebelión Cristera. 9
Por su parte José Antonio González Fernández aclara que:
Cuando lo sagrado se convierte en el patrimonio de una institución y ésta
pacta con quien ejerce el poder, se convierte precisamente en una de las
9
KNIGHT, ALAN. "Revolutionary Project, Recalcitrant People, México 1910-1940", en: Rodríguez,
Jaime (Comp).The Revolutionary Process in México. Essays on Political and Social Change, 1880-
1940, Los Angeles, University of California, 1990, p. 250
13. 13
formas de ejercicio del poder y en un mecanismo a través del cual éste
puede mantenerse. (...) Una vez instaurada la obligación de una creencia
única, la Iglesia adquirió el poder suficiente como para querer mantenerlo a
través del tiempo, poder económico, social, político y cultural. 10
En el caso de los indígenas, indiferentes a la reanudación o suspensión de cultos,
la Cristiada es la última guerra de resistencia que pelean, en un desesperado
intento de sobrevivencia, los pueblos tepehuán, mexicanero, cora y huichol, ante
el despojo de sus territorios y la tala de sus bosques.
Así, Cristo, El Caudillo Sagrado de los cristeros no representa la misma imagen de
Jesucristo de los conservadores y la Iglesia y, tampoco, fue el mismo símbolo para
los cristeros indígenas no católicos.
En el bando contrario, los campesinos agraristas socialistas durangueños
intervienen en la gestación de una Revolución Comunista con el vano fin de lograr
la instauración de los soviets durangueños adoptando el modelo de la Unión
Soviética y la simbología de la estrella roja de cinco puntas, con la hoz y el
martillo, aunque el sueño de los Koljoz en la Región de los Llanos murió con la
figura de su organizador Guadalupe Rodríguez, miembro del Partido Comunista
Mexicano, PCM, luego de servir como combatiente aliado del Estado. Así como
los conservadores dejaban de lado a sus aliados campesinos; en el gobierno no
se dudó en hacer lo mismo con los agraristas, el peligro comunista a la legitimidad
del Estado era tal vez mayor que el cristero, desde el momento en que, por
principio, cuestionaba la propiedad privada.
Otra de las características que hacen diferente a las Cristiadas durangueñas es la
gran duración del movimiento. Los cristeros de Santiago Bayacora, municipio de
Durango, son los primeros que se levantan en el país en la Primera Rebelión,
durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, el 29 de septiembre de 1926 y
prolongan su lucha hasta después de los Arreglos entre la Iglesia y el Estado, en
1929. En esta investigación se pudo comprobar que la Segunda Rebelión, iniciada
10
7).- GONZALEZ FERNÁNDEZ, JOSÉ ANTONIO. "Las Relaciones entre las Iglesias y el Estado
Mexicano", en Derecho Eclesiástico Mexicano, México, Ed. Porrúa/UAM/Universidad Americana de
Acapulco, 1993, p.8.
14. 14
en 1934, se alargó en la sierra durangueña hasta 1941, durante más tiempo aún
que en los demás estados de la República en los que hubo levantamientos.
La historia no escrita.
La literatura histórica que aborda las rebeliones no es de por sí abundante y en lo
que respecta al ámbito regional, es aún más limitada. Dentro de la historiografía
sobre la Cristiada, que aborda el tema desde un enfoque nacional y que se
detiene en las particularidades regionales del estado de Durango, se pueden
mencionar los siguientes trabajos por orden de fecha de publicación:
En Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929. Sus antecedentes y
consecuencias, de Alicia Olivera Sedano, se estudia el enfrentamiento entre la
Iglesia y el Estado, así como las acciones de la Liga Nacional Defensora de la
Libertad Religiosa, LNDRL, y se establece la gran complejidad del levantamiento.
Sin embargo el texto de Olivera Sedano no hace ninguna mención a la Segunda
Rebelión Cristera. Las principales fuentes del libro de Olivera Sedano fueron el
periódico David, publicado por Aurelio Robles Acevedo y el archivo de la Liga
Nacional Defensora de la Libertad Religiosa de Miguel Palomar y Vizcarra.
Olivera Sedano consigna, en el norte de Durango, levantamientos en lugares
donde sólo hubo conatos de rebelión y las acciones armadas correspondían más
bien al bandidaje sin bandera; los lugares en cuestión fueron los municipios de
Santiago Papasquiaro y Tepehuanes. 11
Méjico Cristero, de Antonio Rius Facius, es una narración sobre la evolución de la
ACJM, Rius compiló y ordenó las acciones políticas y guerreras, sobre todo
urbanas de los acejotaemeros y diversas organizaciones religiosas en el periodo
de la Primera Rebelión, sin considerar la segunda fase del levantamiento. 12
Con un enfoque nacional, en su libro La Cristiada, Jean Meyer analizó y deslindó
la gran trama de factores y actores que intervinieron en la gran guerra cristera. En
tanto historia diplomática, entre el Vaticano, Washington y México, relato que
11
OLIVERA SEDANO, ALICIA. Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929. Sus antecedentes
y consecuencias, México, INAH, 1966.
12
RIUS FACIUS, ANTONIO. Méjico Cristero, Historia de la ACJM, 1925-1931, México, Editorial
Patria, 1966.
15. 15
involucra cristeros, ejército, católicos y demás, en la obra clásica sobre el tema, en
la que se hace énfasis sobre las características regionales del movimiento en El
Bajío, los Altos de Jalisco, Michoacán, Durango, Zacatecas y la ciudad de México,
entre otros. En La Cristiada es tal el cúmulo de grupos, sucesos y parcialidades,
que el ámbito regional no pudo ser cubierto en su totalidad y la Segunda Rebelión
Cristera se estudió, no como la continuación de la Primera, sino como un fruto
tardío sin mayor trascendencia. Con todo, los tres tomos de La Cristiada
constituyen la más completa investigación sobre las guerras cristeras; tanto por el
uso de una gran diversidad de fuentes, como por lo acertado de la interpretación.
13
Los textos regionales.
Dado el impacto que las rebeliones cristeras tuvieron en la vida regional del sur del
Estado, existen diversos trabajos sobre el tema, mismos que, en su mayoría, no
han gozado de suerte editorial y hasta el momento, permanecen inéditos o sus
tirajes han sido limitados.
En 1929, después de los arreglos de paz, entre el Episcopado y el Estado
Mexicano, Everardo Gámiz fue comisionado, por la Comisión de Historia de la
Secretaría de Guerra y Marina, para realizar un estudio sobre El Conflicto religioso
en el Estado de Durango, y éste fue el nombre que Gámiz puso a su trabajo, en el
que da relación de las causas del movimiento y los hechos de armas de la Primera
Rebelión Cristera, desde el punto de vista del gobierno. El texto de Gámiz no ha
sido publicado y como su factura data de 1929, la Segunda Rebelión no podía ser
mencionada, por el hecho de que aún no sucedía. Hasta donde sabemos éste es
uno de los primeros textos historiográficos que aborda el tema de la Cristiada. 14
Juan Gualberto Amaya en su libro: Los Gobiernos de Obregón, Calles y
Regímenes "Peleles" del Callismo, tercera etapa, 1920 a 1935, publicado en 1947,
relata su propia experiencia como protagonista, en tanto gobernador del estado de
Durango, en el año de 1929. En la narración, Amaya da su punto de vista con
13
MEYER, JEAN. La Cristiada, tres tomos, México, Ed. Siglo XX, 1973.
14
GÁMIZ, EVERARDO. El Conflicto Religioso en el estado de Durango, Durango, mecanoscrito
inédito, Biblioteca del Museo Regional de Durango, 1929.
16. 16
respecto a los motivos de su defección del gobierno de Calles, su vinculación con
la Rebelión Escobarista y las conexiones de ésta con el Ejército Cristero de
Durango, aunque como protagonista, cuidando su propia imagen, Amaya
contradice hechos y situaciones que se detallan en otros textos y otras fuentes,
como el episodio de la entrada de las tropas cristeras de la ciudad de Durango, en
marzo de 1929. 15
La trinchera sagrada, del presbítero David G. Ramírez, a la sazón secretario del
arzobispo de Durango José María González y Valencia, es una compilación de
discursos de agitación, pronunciados por el autor, en diversos lugares de Durango
y otros estados, entre 1923 y 1947, y dirigidos a los miembros de las
organizaciones conservadoras como la LNDLR, la ACJM, la JCFM y los
Caballeros de Colón. En sus discursos, Ramírez se abocó a elogiar la labor de la
derecha urbana, ignorando y desdeñando a los cristeros serranos. 16
Historia del estado de Durango de Everardo Gámiz, en sus capítulos XIII, XIV y
XV, se ocupa brevemente de las Rebeliones Cristeras, desde la óptica del Estado
Mexicano y ponderando las acciones guerreras del Ejército Mexicano con un estilo
parcial desde el punto de vista del Estado. 17
La Segunda Rebelión Cristera produjo la excelente narrativa de Antonio Estrada
Muñoz, de cuya novela Rescoldo, los últimos cristeros, Juan Rulfo opinó:
Se trata de una de las cinco mejores novelas de la literatura
mexicana.18
Los personajes de Estrada son los cristeros de la Sierra Madre Occidental que
luchan por defender la sierra y por la sobrevivencia de las Naciones Tepehuán,
15
AMAYA, JUAN GUALBERTO. (General). Los gobiernos de Obregón, Calles y regímenes
"Peleles" derivados del Callismo, tercera etapa, 1920 a 1935, México, Ed. del autor, 1947.
16
RAMÍREZ, DAVID G., La trinchera sagrada, el caso ejemplar mexicano, México, Ed. Rex Mex,
1948.
17
GÁMIZ, EVERARDO. Historia del estado de Durango, México, Ed. del autor, 1953.
18
JOSÉ GIL OLMOS. "Rescoldo, los últimos cristeros vuelve a prensas luego de 28 años", El
Nacional, sección Cultura, México, domingo 12 de marzo 1984, p. 2
17. 17
Cora, Huichol y Mexicanera, muy lejos de los curas, los conservadores y las
Iglesias, aunque creyentes y fieles al Caudillo Sagrado: ¡Cristo Rey!
El caso de Antonio Estrada es único en el país, en particular por la represión que
sufrió durante toda su vida, tanto en su persona como en sus creaciones literarias.
Según Jean Meyer y Juan José Doñán
Dentro de la narrativa cristera, Antonio Estrada es un caso aparte. Con su
novela Rescoldo (1961) se acerca a una suerte de literatura sin ficción, en
la que apenas si puede hablarse de invención. Los hechos que se cuentan,
de un modo bastante austero -Estrada rehúye lo folklórico y pintoresco-,
corresponden a las peripecias vividas y sufridas por su familia durante la
reanudación de la guerra cristera en 1934 y las cuales culminan con la
muerte de su padre, el coronel Florencio Estrada, jefe cristero de Durango,
quien pierde la vida en combate en 1936. Como testimonio personal que en
gran medida es Rescoldo está narrado en primera persona, sin asomo de
sentimentalismos y sin caer en el tono lastimero tan frecuente en este tipo
de historias. Con una emoción contenida, el testigo-narrador parece
aceptar el trágico destino de los suyos. 19
La importancia de Antonio Estrada y su novela histórico-testimonial Rescoldo,
tanto en el terreno literario como en la parte histórica, en especial lo que se refiere
a la Segunda Rebelión Cristera, obligó en este trabajo a dedicarle una parte
especial y a abundar más acerca de los detalles de su trayectoria como escritor y
a su papel de miembro del Ejército Libertador Cristero. Por estas razones, el
capítulo VI versa exclusivamente sobre el caso literario de Antonio Estrada Muñoz
en su relación con el conflicto entre la Iglesia y el Estado Mexicano, situación que
marcó, por espacio de treinta años, el ostracismo a su literatura de calidad
excelente. 20
Apuntes para la historia de la persecución religiosa en Durango de 1926 a 1929,
de José Ignacio Gallegos es un texto breve que se centra en el relato de las
19
MEYER, JEAN Y JUAN JOSÉ DOÑÁN. Antología del cuento cristero, Guadalajara, Secretaría
de Cultura de Jalisco, 1993, p. 22 y 23.
20
ESTRADA MUÑOZ, ANTONIO. Rescoldo, Los últimos cristeros, México, Ed. Jus, colección
Voces Nuevas # 17, 1961.
18. 18
anécdotas sobre la represión que sufrió el Clero y diversas organizaciones y
archicofradías religiosas conservadoras de la ciudad de Durango, también se da
noticia del martirologio clerical en la entidad, entre 1926 y 1929, mencionando de
manera somera a los combatientes cristeros serranos y sin hacer alusión a la
Rebelión de 1934. 21
El coraje cristero (testimonios) de Jean Meyer, es una compilación de textos
testimoniales de los hermanos Francisco y Agapito Campos, oficiales
excombatientes cristeros de Santiago Bayacora, municipio de Durango, sobre su
participación en la guerra cristera que, como material de primera mano, dan luz
sobre la composición, motivos, organización y cuadros del Ejército Libertador
Cristero de Durango. Validado y apuntalado con otras fuentes, El coraje cristero
es una de los principales documentos de esta historia regional. En desorden
cronológico, los testimonios de El coraje cristero abordan algunas acciones y
situaciones de la Segunda Rebelión Cristera. En la compilación también se
incluyen textos de combatientes cristeros de otros estados de la República. 22
El levantamiento cristero de 1926, en Santiago Bayacora, Durango, de Francisco
Campos, es un libro manuscrito en el que se narra la participación de los
habitantes del poblado de Santiago Bayacora en las cristiadas; también se
detallan los débiles vínculos de los guerreros cristeros con las organizaciones
religiosas citadinas. En este libro hay algunos textos que también fueron
reproducidos en El coraje cristero y en el periódico cristero David, dirigido por
Aurelio Robles Acevedo. El texto de Campos fue reproducido en computadora por
el santiaguero Luis Monreal, lo cual lo hizo más accesible. 23
El muy noble y leal Real de Minas de San Pedro de los Chalchihuites, del clérigo
Jesús Ramírez y Pérez, es un escrito hagiográfico que destaca el episodio,
21
GALLEGOS, JOSÉ IGNACIO. Apuntes para la historia de la persecución religiosa en Durango,
de 1926 a 1929, México, Ed. Jus, colección México Heroico # 42, 1965.
22
MEYER, JEAN. El coraje cristero, México, Universidad Autónoma Metropolitana, colección
Cultura Universitaria # 4, 1981.
23
CAMPOS, FRANCISCO. El levantamiento cristero de 1926, en Santiago Bayacora, Durango,
Santiago Bayacora, Durango, mecanografiado por Luis Monreal Lozano, 1986.
19. 19
sucedido en 1926, de la inmolación de los beatificados mártires de Chalchihuites,
Zacatecas, cuya parroquia pertenece a la Arquidiócesis de Durango. 24
La lira de Cristo Rey
Generalmente los corridos populares no son considerados como una fuente
histórica fidedigna. Sin embargo, una buena cantidad de investigadores, entre
ellos: Francisco Castillo Nájera, Cuauhtémoc Esparza Sánchez, Robert Redfield,
Catherine Heau, Simmons Merle, Américo Paredes, Guillermo Hernández y Miguel
Ángel Gutiérrez, coinciden en que, si bien existen corridos de temática de ficción
también existe el corrido histórico que es de hecho un documento histórico-
folklórico que narra los sucesos de manera más sentida y con mayor intensidad
que los documentos oficiales, además de que está expresado con el lenguaje de
la región en que se produce. Catherine Heau nos dice que:
La producción del canto popular crece y adquiere tonalidades épicas
cuando se dan conjuntamente estas dos condiciones: la emergencia de una
coyuntura de lucha popular y la fusión de intelectuales cultos o semicultos
con los estratos populares del movimiento. 25
Al tratarse de un documento cantado, el corrido corre los peligros de la tradición
oral siendo muy susceptible de perderse en la memoria de los oyentes, los
creadores o los intérpretes, una historia en la que, el papel del compilador es vital
para su conservación como obra intangible, como lo expresa Carlos Navarrete:
Los corridos se escriben tomando en cuenta el impacto de las noticias de
los periódicos locales, principalmente de los temas novedosos que llenan la
página roja, con crímenes de resonancia o accidentes notables. Estas
letras circulan en las ciudades grandes, en los mercados, plazas y
estaciones de ferrocarriles. Otro tipo de corridos, más domésticos y de
circulación limitada, son los que relatan sucesos ocurridos en rancherías,
colonias ejidales y ranchos, y solamente en contadas ocasiones llegan a ser
24
RAMÍREZ Y PÉREZ, JESÚS. El muy noble y leal Real de Minas de San Pedro de los
Chalchihuites, s/l, s/p, s/f.
25
HEAU, CATHERINE. "Para discutir sobre el corrido", Cuicuilco, Año III, # 7, Revista de la ENAH,
México, INAH/SEP, 1989, p. 25.
20. 20
impresos; cumplen su función durante un tiempo y desaparecen a medida
que el caso pierde actualidad. 26
Hasta hace poco tiempo, una de las fuentes menos estudiada y más desdeñada
de la historia, era la folklórica. Al respecto el investigador Américo Paredes nos
dice que:
Quizá sea una verdad que en todo país nuevo el folklore y la historia se
desarrollan codo a codo, y que las pasiones y en nacionalismo juegan cierto
papel en la folklorización de la historia (...) el folklore puede servir al
historiador que tiene que hacer uso de informes verbales o de documentos
fundados en los mismos. Es decir, los folkloristas necesitamos ser también
historiadores y los historiadores según parece deberían ser folkloristas. 27
Como documentos históricos,. los corridos de una región son para el investigador
tan importantes como la información bibliográfica, hemerográfica o de archivo, o
como, de manera más apasionada lo expresa Franco Lao Méri:
El canto es también una forma de escribir la historia, de impugnar las
diversas formas de servidumbre e injusticia, de gritar el hambre o el dolor,
de revelarse y rebelarse. Bambucos, boleros, bossa-novas, incluso el tango
y el vals, componen el gigantesco y colorido fresco musical de la liberación
como anhelo o como acto, expresan la pena, la desesperación o la ira,
hablan de los trabajos y los males, de la revuelta y la revolución, de los
traidores y los héroes. 28
Visto de esta manera no se puede exigir que las composiciones de la lírica
narrativa histórica popular sean objetivas e imparciales, sino más bien que
expresen el punto de vista del bando al que pertenece el autor. Así, una de las
características del corrido en general es que el autor siempre justifica, en su
composición, la conducta y las hazañas de los personajes y las causas del bando
26
NAVARRETE, CARLOS. El romance tradicional y el corrido en Guatemala, México, UNAM,
1987, pp. 199 a 200.
27
PAREDES, AMÉRICO. "Folklore e Historia. Dos cantares de la Frontera Norte", en Veinticinco
estudios de folklore, México, UNAM, 1975 p. 156.
28
LAO-MERI, FRANCO. ¡Basta!, Canciones de testimonios y rebeldía de América Latina, México,
Ed. ERA, 1967, p. 15.
21. 21
con el que está comprometido en el momento de hacer su composición, de esta
forma, en el corrido casi siempre se defiende al protagonista y se agrede al
antagonista.
La tradición de cantar la historia ha sido muy respetada en el país y, salvo
excepciones, todo movimiento social en México, a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, tiene sus corridos y en correspondencia, los movimientos más
importantes han propiciado la creación de una mayor cantidad de corridos.
La creación de la mejor lírica narrativa histórica debe su origen a que en los
ejércitos populares, como una costumbre, eran incluidos los compositores oficiales
de los corridos del movimiento, como fue el caso de Irineo Menchaca, alias El
Jabalín, quien fue corridista de los cristeros huazamotecos de Florencio Estrada, o
también se podría mencionar a Marciano Silva, el sargento corridista, compositor
oficial de las bolas surianas del Ejército Zapatista del estado de Morelos.
Durante la fase de acopio de información, se logró obtener una buena cantidad de
corridos en fuentes bibliográficas y discográficas, así como recogidos en el mismo
sitio de su interpretación primigenia, otros fueron recogidos en hoja suelta o
manuscritos inéditos; a estos últimos hubo que aplicar una trascripción
paleográfica para descifrar sus versos. Con una gran riqueza narrativa y en
relación directa con los sucesos a que se refieren, los corridos cristeros
durangueños son de hecho la versión cantada y la memoria popular de la historia
de algunas de las acciones y de las tragedias de los personajes principales de la
lucha. Destacan por su belleza las Mañanas de Florencio Estrada y el Corrido de
la Muerte de Trinidad Mora. Al tener a la mano esta creativa aunque poco usada
fuente de narrativa histórica, se decidió incluir los versos de los corridos, las
mañanas y las tragedias en los lugares del texto que cronológicamente les
corresponde, de acuerdo al relato de los acontecimientos, abundando los detalles
y la validación documental de la lírica, con el apoyo de las diversas fuentes
tradicionales de archivo, bibliografía y hemerografía.
22. 22
La región escenario de las Rebeliones Cristeras de Durango se caracteriza por ser
uno de los lugares en que se han producido una mayor cantidad de corridos
históricos en el país y hasta el final del siglo XX era tiempo en que se podía oír a
los corridistas o historiadores cantantes, como don Luis Domínguez y Francisco
Félix, tañer sus arpas y entonar los monorrítmicos versos de las tragedias,
mañanas y corridos, que describen las hazañas y acciones de guerra de los
personajes de la sierra de Durango, incluidas las tragedias de la Segunda
Rebelión Cristera.
Si bien, las composiciones líricas que se transcriben en este trabajo son sólo una
más de las fuentes en que se apoya la narración histórica.
De algunos de estos materiales se localizó también la música de la cual se hizo la
audiotranscripción cuya pauta se incluye en el texto.
El tema específico que ocupa a esta investigación hizo necesaria la consulta de
diversos archivos, en especial el Fondo Aurelio Robles Acevedo, que se encuentra
en el Centro de Estudios Sobre la Universidad, CESU, como parte del Archivo
Histórico, A.H., de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, el cual,
en su sección Durango, cuenta con un abundante acervo documental
directamente vinculado con las Rebeliones Cristeras de Durango, en él se
localizaron actas, correspondencias, comunicados, consignas, órdenes,
proclamas, planes, folletos y partes de guerra del Ejército Libertador Cristero de
Durango y de la Guardia Nacional, en particular de la Segunda Rebelión Cristera,
por lo cual esta fuente primaria se transformó en uno de los pilares de la
investigación.
En el mismo tenor de las fuentes de archivo, la consulta de materiales del Archivo
General de la Nación, AGN, en sus grupos documentales: Álvaro Obregón,
Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Lázaro Cárdenas
complementaron diversos aspectos oficiales de la guerra y la política en la región.
De la misma manera se consultó el archivo personal de Antonio Estrada Muñoz,
mismo que fue facilitado por la señora Dora Maldonado viuda de Estrada, en la
ciudad de México.
23. 23
También se revisaron los archivos de Antonio Rius Facius, en su propio domicilio
de la ciudad de México y el de Francisco Flores, excombatiente cristero de
Temoaya, municipio de Mezquital, Durango.
Hasta donde fue posible investigar, salvo la novela Rescoldo y los testimonios de
El coraje cristero, no se localizó literatura histórica específica acerca de la
Segunda Rebelión Cristera en Durango, de allí que para complementar los datos
de esta historia fuese preciso apoyarse indistintamente en fuentes de archivo,
hemerográficas, bibliográficas, discográficas y de comunicación oral.
En la cobertura de esta última fuente se efectuaron entrevistas con diversos
personajes sobrevivientes de la guerra que tuvieron roles deuteragónicos y
tritagónicos en el proceso, como Manuel Deras Rodríguez, Francisco Flores,
Francisco Hernández y Casimiro Ruiz todos ellos excombatientes cristeros rasos
de los municipios de Mezquital y Durango; también se pudo entrevistar a la
señorita María Teresa Sánchez Nájera ex miembro de las Brigadas Femeninas
Santa Juana de Arco.
En la mayoría de la literatura cristera sobresalen los comentarios y menciones
sobre la actuación de estos grupos clandestinos femeninos también conocidos
como BI-BI, Brigada Invisible-Brigada Invencible, mismos que, según la tradición,
manteniendo su clandestinidad con el voto de silencio promovieron la acción
guerrera y pertrecharon a los contingentes de combatientes serranos, además de
que realizaron acciones de espionaje y de adoctrinamiento, transformándose en la
fuerza femenina clandestina más activa de la historia nacional misma que, hasta
hoy, constituye un enigma en lo referente a sus cuadros y formas de organización
por su irrompible voto de silencio y su inquebrantable juramentación de lealtad,
aplicada a la defensa del ámbito religioso de los templos y oratorios
tradicionalmente considerados terreno del imaginario casi exclusivo del tiempo, las
ideas, los cantos y ritos de las mujeres católicas mexicanas.
Otro entrevistado fue don Walter Bishop, quien a la sazón fue secretario de
Clarence Henry Cooper, gerente del aserradero de El Salto, municipio de Pueblo
Nuevo, Durango, en la época de la Segunda Rebelión quien de manera casual
tuvo un papel clave para la amnistía de los últimos cristeros.
24. 24
Para la reconstrucción de los hechos narrados en esta investigación fue
fundamental el material hemerográfico regional, ya que en los periódicos de la
capital del país las noticias sobre acciones y secuencia de las Rebeliones
Cristeras, cuando llegaban a aparecer, tuvieron una redacción que minimizó su
alcance e importancia. En cambio, en las publicaciones regionales se reproducen
testimonios, partes de guerra oficiales, declaraciones y relatos sobre el curso local
de los acontecimientos, en especial de la Segunda Rebelión.
De esta manera, los ejemplares de Revista Durangueña y Diario de Durango,
publicados entre los años de 1926 a 1945 que se localizan en la sección
hemerográfica de la Biblioteca Pública del Estado de Durango José Ignacio
Gallegos, establecen el alcance de la guerra en la entidad, mientras que los
mismos hechos, en la prensa nacional, fueron omitidos o desdeñados.
La imagen cristera
De manera afortunada, durante el trabajo de recopilación de información los
protagonistas de esta historia regional fueron adquiriendo rasgos y facciones, a
medida que se localizaba el acervo fotográfico en los diversos archivos
consultados.
Aurelio Robles Acevedo y Jesús Sanz Cerrada fueron los fotógrafos de la epopeya
cristera de Durango y tomaron la mayoría de las reproducciones gráficas que se
localizan en el antes mencionado Fondo Aurelio Robles Acevedo. De la misma
manera, del archivo de Francisco Flores, así como de diversas fuentes
bibliográficas, hemerográficas y del Primer Informe del gobernador Epidio G.
Velázquez, proviene el complemento del material iconográfico.
El pedazo cristero de estado
Al hacer el relato sobre algún conflicto o situación especial en alguna entidad, lo
usual es que se considere que dicho conflicto o situación especial afecta a todo el
estado, aún cuando la perturbación esté localizada en una porción específica de la
superficie de la entidad, sin tomar en cuenta las extensiones o variedades
territoriales de las diversas zonas geográficas de la jurisdicción.
25. 25
Por lo anterior es preciso aclarar que el estado de Durango tiene una superficie de
123,520 kilómetros cuadrados, y por su extensión ocupa el cuarto lugar en la
República. Es un poco más chico que los 130,000 kilómetros cuadrados que tiene
Nicaragua y un poco más grande que la isla de Cuba con sus 114,524 kilómetros
cuadrados.
Por la ecología del terreno se ha dividido al estado en cuatro regiones; la de las
Barrancas o Quebradas, la de la Sierra, la de los Valles y la Semidesértica.
En la época de la cristiada 38 municipios integraban la división política (ahora son
39) y en lo que se refiere a los enclaves económicos sobresalen la región de los
Valles, en cuanto a producción agrícola. En la parte semidesértica, la Región
Lagunera es zona de atracción de población, por su desarrollo industrial, agrícola,
minero y ganadero. Por lo demás existen diversos enclaves de minerales y
aserraderos en las regiones de la Sierra y las Quebradas. Sólo la poco accesible
parte sur de la región de las Quebradas y de la Sierra; en los municipios de Pueblo
Nuevo, Mezquital, Durango y Súchil, fueron incendiados por el fuego de Cristo Rey
en la Primera Rebelión y la guerra afectó también a los municipios de Vicente
Guerrero (antes Muleros) y Nombre de Dios y de manera indirecta a los municipios
norteños de Santiago Papasquiaro y Tepehuanes, es decir que únicamente 8 de
los 38 municipios de la entidad sufrieron el conflicto.
En la Segunda Rebelión, las hostilidades se extendieron al municipio de Canatlán,
en el cual se conformó un Ayuntamiento cristero, si bien, en este periodo, los
vanos intentos de extensión geográfica del movimiento y de incremento de
efectivos del Ejército Libertador Cristero de Durango, por parte de la organización
instigadora, la Guardia Nacional, se centraban sin éxito en la rica Región Lagunera
y en el centro del estado, hasta poco antes del reparto agrario cardenista de La
Laguna en 1936.
Visto así, se puede especificar que las Cristiadas afectaron sólo una porción de la
entidad, lo cual viene a corroborar lo expresado por Luis González con respecto a
la controversia metodológica de la historia regional:
26. 26
La región mexicana es una unidad cambiante de índole ecológica,
económica, histórica y cultural… que generalmente no corresponde a una
jurisdicción político-administrativa. 29
De este modo se podría hablar en detalle de la guerra cristera en la Región de las
Quebradas del sur del estado de Durango, o bien de la guerra cristera en la región
indígena del sur de Durango.
Las diversas regiones de la entidad han tenido un desarrollo desigual, por lo cual,
en la evolución histórica del estado, no puede estudiarse con el mismo enfoque a
la Región Lagunera, que a la Región de las Quebradas, por ejemplo.
La estructura.
La gran diversidad de protagonistas y la complicación de las acciones e influencias
recíprocas de los personajes del tema que nos ocupa dificultaban las posibilidades
de una estructura narrativa histórica líneal de principio a fin, de este periodo
regional, por lo que, para dar mayor fluidez al trabajo, éste fue dividido en siete
apartados, que corresponden a las diversas fases de la dinámica del movimiento
en su ámbito local, de acuerdo a la actuación de los múltiples grupos y a la
diversidad de actores del proceso, en el que el enfrentamiento entre el poder
político del Estado Mexicano y el poder Eclesiástico en la entidad dieron como
resultado una rebelión con la anexión de elementos fuera de control para ambos
bandos.
A lo largo del texto, constantemente se hace referencia a los sucesos nacionales
de importancia que incidieron en la historia regional como una forma de
contextualizar el periodo.
El primer apartado contiene un somero recorrido del devenir de los poderes
políticos de la Iglesia y el Estado, desde la instauración de los mismos, en el
actual territorio estatal, durante la época colonial, además se mencionan sus más
famosas desavenencias y pugnas de hegemonía en el siglo XIX, en el periodo
porfirista y en el proceso revolucionario, así como en los inicios de la instauración
29
GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, LUIS. El oficio de historiar, México, El Colegio de Michoacán, 1988,
p. 57.
27. 27
del Estado posrevolucionario con sus diversos líderes, hasta llegar a los
acontecimientos que precipitaron el estallido de la Primera Rebelión, sin dejar, en
ningún momento, de lado la actuación de las etnias locales, y especificando el
papel de cada grupo separadamente, en los diversos periodos de la Colonia, la
Independencia, la Reforma, el Porfiriato y la Revolución.
En la primera parte del segundo capítulo se presenta y se describe a los actores y
grupos que tuvieron papel en la trama de la Primera Rebelión, como los citadinos
conservadores, la Iglesia, el Estado y sus aliados y los cristeros campesinos,
destacando sus roles, conformación y estilos de actuación; así como los motivos
económicos, religiosos, familiares y de poder que los llevaron a tomar parte en la
guerra. También se hace énfasis sobre los principales momentos de su aparición
en la escena histórica y las alianzas y vinculaciones, ya de cristeros con
conservadores, o del Estado con los agraristas, entre otros. Se incluye un análisis
de las condiciones económicas de la región cristera y su evolución ante la
determinante irrupción de las compañías madereras.
Una vez establecida la identidad, filiación y conducta de los personajes se
desarrolló una cronología de las acciones militares y los sucesos políticos de esta
primera etapa del proceso entre 1926 y 1929. Sin olvidar el importante episodio
de la Rebelión Escobarista en el que se reclutó a las huestes cristeras dentro de
las filas militares rebeldes antigobiernistas. Juntos, cristeros y escobaristas,
ocuparon la ciudad de Durango, siendo la única capital estatal del país que fue
momentáneamente ocupada por tropas de Cristo Rey, durante todo el transcurso
de la guerra.
En el tercer apartado se analiza el impacto que en la entidad tuvieron los Arreglos
entre las altas jerarquías nacionales del Estado Mexicano y la Iglesia Católica, así
como la manera en que algunos rebeldes fueron aceptando la amnistía, en otros
casos la cooptación y la manera en que los más insumisos fueron reprimidos,
iniciándose en este periodo la desvinculación entre la Iglesia, los conservadores y
los cristeros campesinos e indígenas.
La cuarta sección del trabajo se dedicó a los años de 1929 a 1934 que, en el
escenario de la historia que aquí se cuenta, fue de transición entre la Primera y la
28. 28
Segunda Rebelión, en ese tiempo el estira y afloja entre el Estado y la Iglesia
propició el lanzamiento del poco conocido Plan de Durango, redactado por los
conservadores urbanos con el fin de instaurar un gobierno católico y destruir las
bases del nuevo Estado Mexicano. Mientras que los excombatientes y la Iglesia
eran hostilizados y perseguidos.
Sin alterar la secuencia de los acontecimientos, el quinto capítulo versa sobre la
Segunda Rebelión Cristera en Durango, de la cual se estudia, en un primer
momento, el comportamiento y evolución de los grupos y protagonistas que
actuaron en la Primera Rebelión y que volvieron a entrar en el reparto de papeles
de la Segunda, observando detenidamente la paulatina desvinculación de la
alianza entre el Clero, los conservadores y los cristeros, a medida que avanzaba la
derrota del Ejército Libertador Cristero de Durango, sin olvidar la participación de
los capitales madereros que influyeron en la evolución del movimiento, en el
municipio de Pueblo Nuevo.
Se analiza también el fallido intento de la Guardia Nacional, organización
conservadora instigadora de la Segunda Rebelión, para tomar a la Sierra de
Durango como base de reinicio de un nuevo levantamiento nacional. En esta parte
se incluye asimismo la cronología de la guerra y los acontecimientos aledaños que
intervinieron en esta fase del movimiento de 1934 hasta la amnistía final en 1941,
ya en los inicios del sexenio de gobierno del general Manuel Ávila Camacho. Esta
sección se concluye con un epílogo sobre la evolución de cacicazgo del último jefe
rebelde, Federico Vázquez, hasta su caída en 1945.
Hasta donde se pudo investigar, en lo que respecta a la Segunda Rebelión
Cristera en Durango, algunos trabajos solamente hacen mención de la misma y
nadie marca su exacta duración y evolución, en cuanto a acciones de guerra,
abastecimientos, traiciones, jefes, proclamas y comunicados, por lo que el
presente trabajo se encarga, en detalle, de los pormenores de la actuación
protagónica del Ejército Libertador Cristero de Durango, ELCED, en la Segunda
Rebelión cuyo curso fue opacado por importantes acontecimientos
contemporáneos nacionales e internacionales como la Guerra Civil Española, La
29. 29
Segunda Guerra Mundial, La Expropiación Petrolera y el Reparto Agrario de La
Laguna, entre otros.
Como rebeldes irredentos, por su garantía de oposición al régimen, la propaganda
vasconcelista llegó a manos de los líderes guerreros de Cristo en la sierra de
Durango y por su parte, Juan Andrew Almazán, tras perder las elecciones contra
Ávila Camacho, intentó incorporar a los soldados del Caudillo Sagrado entre sus
adeptos en su conato de rebelión en 1940. De la misma manera, en el periodo
cardenista, Saturnino Cedillo también llegó a enviar propios parlamentarios de
alianza con los rebeldes que más tiempo habían durado en pie de guerra.
El capítulo VI está dedicado al análisis del caso literario de Antonio Estrada
Muñoz, autor de la destacada novela histórica testimonial Rescoldo, los últimos
cristeros.
En la séptima parte del texto se hacen diversas reflexiones y consideraciones
sobre la suerte de los grupos que actuaron las Cristiadas regionales, después de
concluido el movimiento y se observa de nuevo la gran diferencia de intereses y
motivos de los variados elementos y personajes que intervinieron en esta
complicada urdimbre histórica regional.
La larga y complicada historia del Caudillo Sagrado en Durango puede dar más
luces sobre los procesos y grupos de poder que afectaron a la posterior vida
cotidiana de la entidad, de manera diferente al resto de la República, al mismo
tiempo aclara el origen de ciertas conductas y modos regionales que podrían
parecer extraños si se desconoce esta narración que, hasta hace poco tiempo, se
encontraba oculta por afectar los intereses de los dos principales grupos de poder
político que se enfrentaron.
La historia de la guerra de la Iglesia contra el Estado Mexicano en Durango, con
su arrastre de grupos ajenos a los intereses de las dos corporaciones, proyectada
a futuro, da las justificaciones de la reconciliación entre México y el Vaticano en la
década de los noventas del siglo XX.
Este trabajo no hubiera sido posible sin la ayuda amistosa y generosa de los
informantes que me dieron sus valiosos datos y el acceso a sus archivos
personales.
30. 30
Muchas de las piezas que conforman este rompecabezas fueron facilitados por
amigos y familiares quienes, dándome ánimos, se interesaban en la personal
empresa. Por su tiempo, atención, aportes y paciencia nunca van a saber cuánto
les debo. No sería justo olvidarse de mencionar aquí la invaluable intervención de
la doctora Andrea Olivia Revueltas Peralta quien, de manera desinteresada,
entusiasta y profesional asesoró la realización de este trabajo hasta su
terminación, por lo cual le expreso mi más profundo agradecimiento, al igual que al
doctor Mario Ramírez Rancaño y a la doctora Andrea Sánchez Quintanar, por su
apoyo como sinodales de ésta Tesis de Maestría en Historia de México,
sustentada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México, UNAM, en 1998.
31. 31
I Iglesia, Estado e indígenas en Durango.
Antecedentes
Los encuentros coloniales.
Iglesia, Corona, colonos y etnias primigenias del territorio durangueño fueron los
núcleos centrales de influencia y poder en la época colonial. A diferencia de lo
sucedido en los territorios centrales de La Nueva España, tras la derrota de los
nahuas, las etnias seminómadas del norte no fueron sometidas por la Iglesia, los
colonos y la Corona, con la misma rapidez. Así, el establecimiento de la Religión
Católica y de la entronización de la Corona en los vastos territorios que los
hispanos denominaron Nueva Vizcaya tuvo las dificultadas de los frecuentes y
severos encuentros con las etnias primigenias, nombradas como los bárbaros del
norte de México.
La constante resistencia indígena hizo de la Nueva Vizcaya una zona de guerra
constante en la que se propiciaba el frecuente pueble y despueble de los poco
abundantes asentamientos de hispanos, criollos y mestizos. Sólo las misiones, los
reales de minas más productivos y los presidios de las regiones llaneras y
semidesérticas del estado se conservaron como núcleos de población
relativamente estable. Si bien, los esfuerzos guerreros y evangelizadores hispanos
redujeron a los grupos indígenas insumisos a los terrenos montañosos de la sierra
y a las quebradas inaccesibles, sobre todo en el extremo sur del estado, donde
aún hoy, sobreviven las mismas etnias primigenias, en una suerte de resistencia
cultural, ajena y diversa a las formas, ritos y mitos de la vida europea. En el lapso
de dos siglos y medio, a pesar de la resistencia indígena, la mayoría del territorio
de la Nueva Vizcaya era formalmente territorio colonial novohispano.
La Iglesia neovizcaína.
En su papel de capellán del Clero Regular, en el año de 1554, arribó al territorio
durangueño Juan García, el primer sacerdote católico en la Nueva Vizcaya, quien
inició el establecimiento del que sería, al igual que en todo Nueva España, uno de
32. 32
los grupos de poder con más fuerza en la región. Pronto llegarían los frailes
franciscanos, seguidos de los jesuitas, conversores de las creencias nativas y
benjamines de la Iglesia Católica, como Fray Cintos, Fray Pedro de Espinareda y
Fray Diego de la Cadena, héroes de la historia hagiográfica de la conquista
evangélica en el estado. Los frailes destruyeron ídolos y centros ceremoniales de
los tepehuanes, de los tarahumaras, de los coras y demás etnias, fundaron
templos, catequizaron, impusieron santos y rituales y creyeron borrar todo vestigio
de supuestas herejías y supersticiones. 30
Ya desde el siglo XVI, en la región escenario de las guerras cristeras se
establecieron misiones en diversos lugares. En el pueblo de Súchil, hacia el año
de 1558 y en Agua Zarca, de la región del Mezquital, en 1560.
El convento de Mezquital se erigió en el año de 1558, dado que la misión se había
establecido desde 1586 en el barrio indígena llamado Jacales, integrando a la
población a la vida en policía.
Para fines del siglo XVI y principios del XVII había misiones en Atotonilco, Paura,
Troncón, Santiago Bayacora, San Juan de Analco, Nayar y Huazamota, con tierras
de cultivo deslindadas para el sostenimiento de las misiones. 31
Al inicio de las labores misionales, la Provincia de la Nueva Vizcaya quedó,
canónicamente, bajo la jurisdicción del Obispado de Guadalajara. Sin embargo, el
progreso de la expansión evangélica a tierras y etnias ignotas facilitó que el Papa
Paulo V emitiera la bula del 11 de octubre de 1620, mediante la cual se fundó el
Obispado de la Nueva Vizcaya.
Así, Durango quedaba como cabeza de la nueva Diócesis que según Porras
Muñoz:
Comprendía lo que hoy es territorio de cuatro provincias eclesiásticas: el
Arzobispado de Durango, Sonora, con las Diócesis sufragáneas de
Culiacán, Mazatlán y Torreón; el de Santa Fe, en Nuevo México; con los de
El Paso y Gallup; el de Chihuahua con los de Ciudad Juárez y el de
Hermosillo, con la de Ciudad Obregón. (…) Además comprendía el actual
30
GÁMIZ FERNÁNDEZ, EVERARDO. Historia del estado de Durango, México, Ed. del autor, 1953.
P. 57.
31
Ibid, p.57.
33. 33
Obispado de Tucson sufragáneo metropolitano de Los Ángeles, el Vicariato
Apostólico de la Tarahumara, una parte de Obispado de Saltillo,
correspondiente al Arzobispado de Monterrey, y algunos distritos de la
actual Arquidiócesis de Guadalajara. 32
De hecho, la Diócesis de la Nueva Vizcaya constituyó el Obispado más extenso de
la Nueva España.
Poco a poco, los establecimientos misionales se fueron transformando en las
actuales poblaciones estatales, como Nombre de Dios, San Juan del Río,
Cuencamé, Topia, San Francisco del Mezquital y Huazamota, y no pocas de estas
misiones vivían bajo la constante zozobra de la amenaza de la rebeldía étnica.
Para el siglo XVIII, en medio de la guerra de resistencia indígena, la Iglesia
neovizcaína se había hecho de múltiples propiedades terrenas, merced a las
generosas concesiones que recibió por parte de la Corona española.
Los ingresos de la Iglesia provenían de una gran variedad de formas de agencia,
como: las limosnas, los diezmos, los aniversarios, la ayuda de la Corona, la cesión
de tierras para la construcción de templos y monasterios, la donación o herencia
de fincas urbanas y rústicas o de haciendas y ranchos que hacían los fieles para la
salvación de sus almas, de acuerdo a la mitología católica.
Las autoridades eclesiásticas reinvertían sus riquezas en el préstamo usurario y
esta situación acrecentó los recursos de la institución, constituyéndola en la más
pudiente y de mayor influencia financiera durante el virreinato. Si bien, la Iglesia
colonial también tenía sus gastos en la propia administración de la Iglesia, la
cuenta episcopal, la cuarta capitular, los novenos reales, la fábrica y el hospital,
así como las tasas reales y las limosnas de la bula cruzada, los cuatro novenos
eclesiásticos y el mantenimiento del Seminario Conciliar, 33
fundado en 1702.
Con respecto a su relación con los indígenas, para los doctrineros estaba
prohibido que echaran derramas entre los indios con ningún pretexto, ni para
32
PORRAS MUÑOZ, GUILLERMO. Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, 1562-1821, México,
UNAM, 1980, pp. 7 a 8.
33
Ibid, pp. 347 a 383.
34. 34
gastos de la fábrica ni ornamentos, que mandaran a los pueblos de un sitio a otro,
o que quitaran o extinguieran cacicazgos. 34
Aunque la Iglesia progresaba, era evidente la pobreza, riesgo y falta de cobertura
de servicios religiosos en el tan extenso territorio neovizcaíno, de la misma
manera, los doctrineros se enfrentaban constantemente a las agresiones físicas,
incluso caníbales, de los indígenas regionales no conversos.
En la región de las Rebeliones Cristeras, en 1702, en la misión de San Bernardino
de Milpillas, los tepehuanes dieron muerte a los sacerdotes Ramiro de Álvarez y
Fray Diego de Hevia. En 1711, Fray Antonio de Margil intentaba evangelizar a los
nayaritas, entrando por Huejuquilla y arribando a Huazamota, pero viendo la
belicosidad de los naturales desistió de su intento.
Continuando con los esfuerzos misionales, en 1715, de San Antonio de Muleros
(hoy Vicente Guerrero), salió otra expedición al Gran Nayar, los misioneros
llegaron a Huazamota en donde, de manera fingida, los huazamotecos ofrecieron
sumisión y obediencia el Rey de España.
Según las referencias de Tamarón y Romeral, en 1765, el doctrinero franciscano
de Huazamota, era tan pobre que, cuando le faltaba comida tenía que pedir
limosna. 35
El funcionamiento de las misiones bien establecidas permitía que, una vez que se
cubrían las necesidades primarias de los indígenas allegados a las mismas, y que
vivían en policía, el resto de la cosecha se vendía, generalmente a los presidios
cercanos. 36
En la zona cristera, a fines del siglo XVIII, el poblado indígena de Santiago
Bayacora contaba con tres cofradías. Si bien, la Iglesia iba ganando terreno con
los indígenas, por otro lado las relaciones entre la Corona y la Orden de los
Jesuitas se deterioraban por diversos problemas de orden político en sus ámbitos
no definidos. Sin embargo, los problemas de una Orden, en términos políticos y su
34
Ibid, p. 411.
35
Ibid, pp. 304 a 305.
36
GALAVIZ DE CAPDEVILLE, MARIA ELENA. Rebeliones indígenas en el norte de la Nueva
España, XVI-XVII, México, Editorial Campesina, Clásicos de la Reforma Agraria, 1967, p. 24
35. 35
sumisión a la Corona no significaba la sumisión de la Iglesia a los lineamientos de
la política de Estado en la Nueva Vizcaya ni en la Nueva España.
El Estado colonial en la Nueva Vizcaya.
Como provincia virreinal, la Nueva Vizcaya fue territorialmente mayor que la
Península Ibérica; incluía los actuales estados de Durango, Chihuahua, Sonora y
Sinaloa, con parte de los de Coahuila, Zacatecas, Nayarit y Jalisco, así como el de
Arizona en el sudoeste de los Estados Unidos. Esta era la vasta región que fue
parcialmente colonizada durante el periodo del dominio hispano, aunque, de
hecho, el límite septentrional neovizcaíno nunca fue definitivamente determinado.
37
La capital burocrática de la Nueva Vizcaya fue la ciudad de Durango, salvo en un
breve periodo, a principios del siglo XVII, cuando la ciudad de Parral substituyó a
la Perla del Guadiana como capital neovizcaína.
El ejercicio del poder de la Diócesis de Durango, como el del gobierno de la Nueva
Vizcaya, con fuerzas paralelas y convergentes en los altos mandos regionales
ejercieron su jurisdicción y desplegaron su actividad en un ámbito espacial
determinado y diferente, en sus límites y lindes, aunque con la mayoría de su
territorio coincidente.
Si la base de creación de propiedad privada de la conquista en el centro de la
Nueva España fue la encomienda, en el norte de la colonia la variante de esta
base de creación de propiedad en la jurisdicción europea fue la congrega. La
congrega se manifestó como la forma de propiedad legada a hispanos y criollos,
sobre todo en aquellos lugares donde no existían poblaciones indígenas estables,
mientras que en la encomienda, precisamente el hecho de tener población
indígena estable garantizaba la mano de obra para las labores agrícolas, mineras
y ganaderas.
La congrega consistía en la redada periódica de indígenas nómadas o
seminómadas a los que se reducía temporalmente, con objeto de compelerlos al
37
PORRAS MUÑOZ, GUILLERMO. Op. Cit. p. 7.
36. 36
trabajo, bajo la vigilancia de los miembros de las familias hispanas que ostentaban
el cargo de protectores de la congrega.
Dada la rebeldía de los naturales neovizcaínos, la Corona intentaba realizar la
congrega sin violentar a los congregados, empleando La persuasión y no la
fuerza, sin hacerles presión como ordenaba la Real Cédula de 1538, o con mucha
templanza y moderación, como expresa la de 1531.
Para evitar abusos y alentar a los naturales a que se congregaran, en el año de
1560, el Rey ordenó que aquellos indígenas que ingresaran a las nuevas
reducciones conservaran sus tierras. 38
Otra forma de poblamiento del septentrión novohispano fue mediante el traslado
de miembros de los grupos étnicos naturales sedentarios y sumisos llevados del
centro de la Nueva España, indios aculturados, como los tlaxcaltecas que, como
colonos, constituían un ejemplo de sumisión para los indomables norteños. Para el
establecimiento del poder colonial, los conquistadores crearon también los reales
de minas y los presidios militares y, por su parte, los frailes construyeron las
misiones, estos asentamientos paulatinamente se transformarían en los pueblos
como Santa Catarina de Tepehuanes y Guanaceví, desde 1610.
La constante guerra contra los indígenas insumisos dio carácter netamente militar
al cargo de gobernador de la Nueva Vizcaya, de manera que quien asumiera el
puesto, salvo raras ocasiones, debía tener virtudes guerreras. De hecho, la
diferencia entre la Nueva Vizcaya y otras provincias fue precisamente su
belicosidad y su atraso, en lo que a colonización respecta.
La resistencia indígena dificultó también el gobierno de la Iglesia y el territorio
neovizcaíno fue la tumba de los mártires doctrineros de la Iglesia Católica. La
misma resistencia provocó múltiples dificultades para el desarrollo de la economía
y la ausencia de boato en las celebraciones hispanas y criollas neovizcaínas. La
provincia se enfrentó a diversas trabas burocráticas para su defensa y seguridad,
en las que, por los límites jurisdiccionales, algunos presidios militares
38
GALAVIZ Y CAPDEVILLE, MARIA ELENA. Op Cit. pp. 17 a 19.
37. 37
dependientes del virrey, no observaban la obligatoriedad de participación con el
Gobierno Provincial Neovizcaíno.
La religión oficial
Con antecedentes en el siglo IV, durante el reinado de Constantino, con el Edicto
de Milán, el Cristianismo emerge en Europa como la religión oficial, confundiendo
los poderes, legislaciones y jurisprudencia de la Iglesia con la del Estado. Así, la
Iglesia ampliaba su hegemonía hacia la sociedad civil, por medio del llamado
Derecho Canónico.
En el Imperio Español, la relación entre la Iglesia y el Estado, trasplantada a la
Colonia expone el entendimiento entre la Corona Española y el Papado, por medio
del cual se obtienen los títulos jurídicos de conquista de América, a cambio de la
responsabilidad de evangelización. Además, la Corona obtuvo de la Iglesia el Real
Patronato, que la facultaba para tener injerencia en las decisiones y actos
eclesiásticos coloniales.39
En la práctica de la conquista de almas y tierras
neovizcaínas, con suma frecuencia surgieron problemas entre los misioneros de la
Iglesia y los soldados de la Corona, ya que ambos pretendían obtener el dominio
absoluto de la mano de obra y la voluntad de los indígenas.40
El efecto de la legitimidad de la Corona Española, apoyada en la Iglesia, nos lo
explica Porras de la siguiente manera:
Cuando el Estado es absolutista y además, oficialmente católico, ha
necesitado de subterfugios para conciliar la temporalidad de sus intereses
con la eternidad de la doctrina de Cristo. Es decir, que la corrupción de su
absolutismo por lo que se refiere a la Iglesia, se ha disfrazado de
paternalismo engañado a los fieles nacionales y salvando la conciencia del
gobernante. 41
La inestabilidad de la Nueva Vizcaya reconocida como tierra de guerra, hacia que
pueblos indígenas enteros fueran identificados por sus acciones bélicas
39
RUIZ MASSIEU, JOSÉ FRANCISCO. “Hacia un derecho eclesiástico mexicano”, en Derecho
Eclesiástico Mexicano, México, Porrúa/UNAM/UAA, 1993, p. 32.
40
GALAVIZ Y CAPDEVILLE, MARIA ELENA, Op. Cit. p. 23
41
PORRAS MUÑOZ, GUILLERMO. Op. Cit. p. 315.
38. 38
provocando el despoblamiento de los asentamientos de españoles, mestizos y
mulatos, de manera que la conquista efectiva de la Nueva Vizcaya no se concluía
por completo. Según Atanasio G. Saravia:
Con toda facilidad se explica que no fuera Durango lugar en que se
acumularan grandes fortunas, si no fue en casos realmente excepcionales,
los medios de vida y los negocios que más principalmente se ejercitaban
eran de cuatro clases: el comercio, que en su mayor escala estaba
circunscrito a la capital, o sea Durango; la minería, que se ejercitaba en
muy diversas partes del estado, pero luchando contra la dificultad de las
comunicaciones y por lo alejados que estaban los centros minerales de los
grandes centros de población, y, en muchos casos de difícil acceso por lo
abrupto de los caminos. 42
De hecho, en la Nueva Vizcaya, la presencia de las etnias nómadas constituía un
serio obstáculo para el desarrollo de las regiones mineras, porque impedían el
desenvolvimiento social y en ocasiones el poblamiento mismo.
En la jerarquía social de la colonia, los propietarios de minas y haciendas, los
comerciantes, las autoridades coloniales y el Alto Clero hispano integraban la
cúpula de la pirámide, manteniendo como subalternos a españoles y criollos de
propiedades medianas, junto con burócratas y oficiales intermedios que eran el
soporte de la endeble y amenazada estabilidad del régimen novohispano, mientras
que indígenas y castas, principalmente mestizos, sin acceso a los puestos
dirigentes, configuraban la base de la estructura social de la colonia, en la Nueva
Vizcaya.
Las tierras llaneras más libres de conflictos o agresiones indígenas entraron en el
juego de la oferta y la demanda del mercado novohispano y, de ser territorios
donde trashumaban los indígenas, se transformaron en haciendas agrícolas o
ganaderas, reales de minas y tierras misionales, si bien los territorios más
inaccesibles de la sierra y las quebradas no fueron objeto de la codicia mercantil
de los colonos ni de la Iglesia.
42
SARAVIA, ATANASIO G. Obras, apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, tomo III, México,
UNAM, 1980, p. 231.
39. 39
De acuerdo con la división política novohispana, en 1734: Sonora, Ostimari y las
Californias son segregadas de la Nueva Vizcaya. La administración virreinal
mantuvo hasta 1776 a la Nueva Vizcaya como reino, con gobernación de la Nueva
Vizcaya, dividida en dos provincias mayores: de la Guadiana o Durango y la de
Chihuahua. Para 1776, con las Reformas Borbónicas, se agrupó a los gobiernos
de las regiones septentrionales en una entidad política de más alto rango, e
independiente del virreinato que recibió el nombre de Gobierno Superior y
Comandancia Interna de las Provincias Internas, dentro del cual quedó incluido el
Gobierno de la Provincia de la Nueva Vizcaya. Veinte años después, en 1796, el
territorio colonial quedó dividido en 12 intendencias que recibieron el nombre de
sus ciudades capitales. Así, la Provincia de la Nueva Vizcaya pasó a ser la
Intendencia de Durango.
En 1803, la Intendencia de Durango estuvo dividida en 34 partidos y al territorio
del actual estado de Durango le correspondían 16 partidos.
En lo referente a la región escenario de las Rebeliones Cristeras, la presencia de
la Corona se manifestó desde 1530, cuando el capitán Pedro Almendes Chirinos,
quien formaba parte de la expedición de Nuño de Guzmán, visitó Huazamota, 25
años antes de que se iniciara la conquista formal de la Nueva Vizcaya. Desde ese
momento algunos españoles se asentaron en Huazamota, y se dedicaron a la
agricultura y la minería. 43
En 1551, el conquistador Ginés Vázquez de Mercado guió a un grupo de hombres
a caballo en una jornada al norte de Topia, que duró nueve días, durante la cual
descubrió el poblado de Huazamota y abrió comunicación con las montañas de
Culiacán. 44
Acabado de dar asiento a las villas, minas y lugares de su gobernación
aprestó gente y vituallas para enviar a poblar la provincia, sierras, valles y
minas de Guainamota y Guazamota, para cuyo afecto eligió por capitán o
caudillo a Salvador Ponce el cual con mucha solicitud, diligencia y cuidado
43
GÁMIZ FERNÁNDEZ, EVERARDO. Op. Cit. p. 55
44
MECHAM, J. LLOYD. (Trad. de Francisco Durán). Francisco de Ibarra y la Nueva Vizcaya,
Durango, UJED, p. 84
40. 40
prosiguió en el viaje la serranía e valles con mucho trabajo e riesgos de las
vidas de los que llevó consigo, porque es tierra áspera, fragosa de poca
gente e la que se halló es desnuda y cursada de malicia de guerra y robo
de sus contrarios. Este viaje se hizo por la gran fama de los metales ricos
que de ordinario han habido noticia de religiosos e capitanes que en ellos e
sus alrededores habían andado, de ley de a treinta y cuatro marcos. Los
cuales no los hallaron ni es tierra que se puede poblar sin que primero
estén descubiertos y esperimentados metales ricos, así por ser tierra
áspera y poco poblada como por ser de gente indómita, rústica, débil y
villana y sin casas de asiento y venado. 45
Para el primer tercio del siglo XVII, la misión de San Francisco de Mezquital era
transformada en alcaldía mayor. Sin embargo, dado su despoblamiento, por causa
de la guerra constante con los indígenas, en 1671, esta alcaldía había
desaparecido en los legajos de la administración y un siglo después se tornaba a
su recreación.
La intención de transformar los territorios indígenas tepehuanes del sur del estado
en propiedades privadas es iniciada por el general Gregorio Mathías de Mendiola
quien, a principios del siglo XVIII, adquiere mercedes reales en Nombre de Dios y
Súchil y denuncia realengos en la Sierra de Michis. Siguiendo con la misma
intención, en 1774, el gobernador Fayni aprobó que, para obtener los fondos
necesarios para las obras de la Casa del Gobernador, entre otras, se avencindara
en Durango a los indígenas de Tunal y Santiago Bayacora y se vendieran los
terrenos que dichos naturales poseían. Ante el proyecto de despojo por parte del
Gobierno Neovizcaíno, la movilización indígena no se hizo esperar, por lo cual , el
mismo gobernador desistió de llevar a la práctica el despojo planeado. 46
Así, la
región de las guerras cristeras del siglo veinte, durante la era colonial permanecía
sin que los europeos pudieran ejercer, de hecho, su hegemonía religiosa ni política
sobre los indígenas.
45
OBREGÓN, BALTAZAR DE. Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva
España, escrita por el conquistador en el año de 1584, México, Ed. Porrúa, Biblioteca Porrúa # 92,
1988, p. 236.
46
GÁMIZ FERNÁNDEZ, EVERARDO. Op. Cit., p. 125.
41. 41
Las etnias primigenias.
Al momento de su arribo a las tierras norteñas, los europeos se encontraron con
tribus seminómadas que se asentaban de manera temporal a las orillas de los ríos
y los aguajes, con sus coas cultivaban pequeñas parcelas de tierra y practicaban
la caza por los llanos y las sierras. El maíz, frijol, chile y calabaza eran sus
principales cultivos, mientras que los bizontes, venados, conejos y aves eran las
piezas que cobraban en sus cacerías.
Sin establecer poblados fijos, hasta donde se sabe, y sin conformar comunidades,
las reuniones de las etnias primigenias de Durango tenían como motivo principal,
el hacer la guerra a los enemigos comunes. 47
En Aridoamérica, los esfuerzos evangélicos y militares no siempre proporcionaron
los resultados esperados de sumisión a la Corona Española y a la cruz católica.
Algunos pueblos fueron sometidos a congregas, otros fueron destruidos y no
pocos presentaron resistencia armada a la conquista durante todo el periodo
virreinal, mientras que otros más preferían el suicidio colectivo, o dejaban de
proliferar por el desgano vital, ante las nulas expectativas de su existencia bajo el
dominio de los europeos.
Entre los pueblos que habitaban el territorio neovizcaíno se encontraba, con sus
espacios geográficos más o menos definidos los pueblos: cabezas, cacaris,
cocoyomes, colorados, conchos, coras, apaches, comanches, hinas, humis,
huicholes, irritilas, michis, acaxes, tarahumaras, tepehuanes, tobosos, xiximes,
zacatecos y mexicaneros o nahuas, entre otros.
De acuerdo con Porras Muñoz: Por la naturaleza indómita de los indios de Nueva
Vizcaya no se dio el caso de que cayeran en esclavitud. 48
No fueron suficientes
los tres siglos de conquista europea para arrancarles sus hábitos, ni su orgullo de
raza, innato y recio, que los hacía considerarse iguales, o quizá superiores, a los
47
PORRAS MUÑOZ, GUILLERMO. Op. Cit. p. 399
48
Ibid, p. 402
42. 42
conquistadores. Esta actitud contrastaba enormemente con la sumisa y paciente
observada por muchos de los indios del centro y sur de la Nueva España. 49
Los indomables tepehuanes
Poseedores de la mayor parte del actual territorio durangueño, los tepehuanes
fueron los indígenas que sobresalieron en la resistencia contra la conquista. En
tanto etnia seminómada, con sus complicados lazos religiosos y mitológicos que,
en su imaginario colectivo incluyen a Ixcaitungu-Lucero de la Mañana-El Hombre
que Manda- El Hermano Mayor- de allí viene el nombre de Ixcai, el gobernador, el
que manda. La Estrella Comedora de Huaraches que anuncia la noche, patrona
de chamanes y brujos cuyo cuerpo, aún hoy, sigue expuesto en la comunidad y
centro ceremonial de Santa María de Taxicaringa. Según la tradición, un gran
chiquihuite contiene su esqueleto milagroso. Así, Taxicaringa es el bastión y
baluarte principal del tepehuán, el lugar al que, con sólo visitarlo y poner de cerca
las partes enfermas del cuerpo, con el poder de la Estrella Comedora de
Huaraches, se logra la sanación.
Con mitotes, peyotes, ritos y mitos de una complicada religión, el mundo tepehuán
abarca los lugares místicos de San Pedro Xícoras y Cerro Gordo, en los que el
Dios y los santos judeocristianos, con todo su poder, lo estoico de sus sacrificios y
el martirio de los doctrineros católicos con sus predicas y sacramentos, se
estrellaron contra el muro irreductible del espíritu tepehuán. Según Benítez:
Arlegui no se explica por qué la luz del evangelio era incapaz de penetrar
en las oscuras almas de estos brutos. Creo que el cristianismo de por si
sólo compensa la pérdida de su libertad, el hecho atroz de que se apoderen
de sus mejores tierras y los obliguen a trabajar como esclavos en las minas
y en las haciendas de los blancos. 50
La constante resistencia.
49
GALAVIZ Y CAPDEVILLE, MARIA ELENA, Op. Cit. p. 38.
50
BENÍTEZ, FERNANDO. Los indios de México, los tepehuanes/los nahuas, Tomo V, México, ed.
ERA. 1980, p. 32.
43. 43
Desde la llegada de los europeos a territorio durangueño, las etnias primigenias
iniciaron la constante resistencia contra la Corona Española y la cruz católica. La
Primera rebelión antihispana fue protagonizada por los tepehuanes en 1539, en
Huazamota, en la ocasión, tras la celebración de un mitote en el centro ceremonial
de Taxicaringa, los tepehuanes dieron muerte al encomendero Juan de Arco,
liberándose de su dominio para retomar su seminomadismo. 51
En 1579, la rebelión de los tarahumaras, cabezas y cocoyomes tuvo como motivo
el intento de impedir que los peninsulares poblaran los terrenos de Indé. Everardo
Gámiz da referencia de otra sublevación de tepehuanes en Huazamota, el 4 de
agosto de 1584, durante la cual los naturales acabaron con los misioneros
franciscanos y quemaron la misión. De inmediato, de Guadalajara, los hispanos
enviaron mil de tropa, bajo las órdenes del capitán Juan Salas para controlar a los
insurrectos y nunca se supo la cantidad de indígenas que murieron durante la
represión.
En el oeste durangueño, la región de la sierra fue el escenario de la rebelión de los
acaxees, en 1591, motivada por la sobreexplotación y el maltrato de que eran
objeto por parte de los hispanos. Los acaxees se separaron de las misiones e
hicieron de los minerales de Las Vírgenes y San Andrés los objetivos de sus
ataques. Ante la insurrección, el gobernador Francisco de Urdiñola aprehendió a
las mujeres y descendientes de los bravos acaxees y, en plan conciliatorio, envió
comida y regalos a los guerreros indios, quienes, con semejante actitud,
reconsideraron su rebeldía. 52
En 1601, los mismos acaxees se vuelven a insurreccionar en Topia y peleando por
su libertad, asaltan, matan y asolan los minerales. En esta ocasión, el obispo Mora
intervino en la pacificación, enviando su mitra y su anillo a los indígenas y, según
la tradición, el gesto apaciguador de Mora calmó los ánimos de los sublevados. 53
En adelante, los jesuitas se encargarían del adoctrinamiento de los acaxees. La
Nueva Vizcaya es zona de guerra y epidemias en la Colonia y el exterminio de su
población indígena es catastrófico, según los cálculos de Peter Gerhard: Entre
51
GALAVIZ Y CAPDEVILLE, MARIA ELENA. Op. Cit. pp. 98 y 99.
52
Ibid, p. 77.
53
Ibid, p.119.
44. 44
1550 y 1800, la población indígena de la Nueva Vizcaya disminuyó de 344,500 a
sólo 50,400, es decir que la proporción bajo en razón de 6 a 1. En el municipio de
Mezquital, durante el mismo lapso, de 10,000 naturales que había, a la llegada de
los europeos, en 1800 únicamente existían 2,000. Por otra parte, en el partido de
Durango, de 20,000 originales tepehuanes, en 1800 sólo 1,000 vivían en ese
territorio, mientras que paulatinamente, otros grupos étnicos, como los españoles,
mestizos y negros progresaban. 54
Las causas de la disminución dramática de la población nativa fueron, entre otras:
el excesivo trabajo en las congregas, las epidemias, el hambre, el desgano vital, la
guerra, la miseria y el cruce de razas en el mestizaje novohispano.
Cogojito fue el nombre del jefe tepehuán que dirigió la rebelión de los tarahumaras
y tepehuanes en 1606. Para someter a los guerreros de Cogojito, 70 españoles,
unidos con los laguneros, xiximes y acaxees, pelean durante dos años hasta que
la insurrección de los gogojitistas termina al momento de la muerte del propio líder.
55
Olvidando a sus enemigos comunes peninsulares, en 1607, por problemas
territoriales, tepehuanes y tarahumaras se enfrascan en un conflicto interétnico
que es pacificado por los misioneros católicos, quienes, para ese entonces, ya
tienen cierta ascendencia sobre los indígenas.
El gran mitote
Misiones, minerales y presidios, paulatinamente fueron transformando la geografía
neovizcaína. Para el Gobierno y la Iglesia, el norte de la Nueva España iba siendo
domeñado y los salvajes se convertían al cristianismo y en las congregas, su
fuerza de trabajo era bien aprovechada. Sin embargo, de manera secreta, los
shamanes tepehuanes organizaron la gran Rebelión de 1616, bajo el argumento
del mesianismo y la redención indiana.
La guerra dio inicio en El Zape, Santiago Papasquiaro, Santa Catarina y Tenexpa,
lugares desde donde la insurrección se extendió rápidamente por todo el centro
54
GERHARD, PETER. La Frontera Norte de la Nueva España, México, UNAM, 1996, pp. 213 a
214.
55
GALAVIZ Y CAPDEVILLE, MARIA ELENA. Op Cit, p. 121.
45. 45
del territorio estatal. Españoles y esclavos negros, así como xiximes y acaxees,
aliados de los conquistadores, son los enemigos de los bravos tepehuanes. 56
El terror se apodera de los hispanos y con miedo irracional masacran a sus
aliados indios en la villa de Durango. Aunque las cifras varían mucho, se calcula
que el número de sublevados llega a 20,000 y el gobierno de la Nueva Vizcaya
está fuerte con 1,000 de tropa. El enfrentamiento decisivo entre los seminómadas
y los europeos es en los Llanos de Cacaria (en el actual municipio de Canatlán).
En la batalla, la más costosa en vidas humanas en la historia durangueña, 15,000
bravos tepehuanes sucumben, ante los arcabuces y los cañones de los hispanos.
57
De acuerdo con Antonio Estrada:
Perdió así la tribu de una vez a casi todos sus mejores hombres, con un
gran desequilibrio entre la población masculina y femenina. El resultado fue
una gran baja en la procreación, hasta quedar reducido el grupo a su
mínima expresión. Después, aunado esto a la precaria vida en su hostil y
reducido territorio, pobre alimentación, epidemias, y enfermedades
endémicas, dio como consecuencia que se redujera más aún la población.
58
Los indígenas sobrevivientes de la guerra se reconcentraron, unos en Mezquital,
donde las inaccesibles quebradas permitían el exilio de los llanos del centro del
estado, y otros, en el sur de Chihuahua, poblando Nabogame y Baborigame. Los
antiguos centros de población tepehuán del centro del estado quedaron
abandonados y los restos de la etnia se vieron fraccionados definitivamente en
tepehuanes del norte y tepehuanes del sur. 59
Una vez lograda la frágil paz entre tepehuanes y españoles, en los pueblos
comarcanos a la ciudad de Durango, como Santiago Bayacora y El Tunal, se
56
Ibid, pp. 122 a 125.
57
RAMÍREZ, JOSÉ FERNANDO. Noticias históricas y estadísticas de Durango, (1849-1850),
Durango, Gobierno del Estado de Durango (edición facsimilar de la primera; México, Imprenta de
Ignacio Cumplido, 1851), 1994, p. 14.
58
ESTRADA MUÑOZ, ANTONIO. Los tepehuanes, la tribu más desconocida de la República,
mecanoscrito inédito, Archivo personal de Antonio Estrada Muñoz, p. 7.
59
MASON, J. ADEN. “Notas y observaciones sobre los tepehuanes”, en: Hinton, Thomas B. Coras,
Huicholes y Tepehuanes, México, INI, 1971, p. 138.
46. 46
localizaron múltiples pertrechos de guerra, así como una corona, de rica plumería,
supuestamente destinada al Señor del Guadiana. 60
Entre 1617 y 1622 se suscitan diversos conatos de rebelión y los españoles optan
por la mediación, más que por la acción. La Nueva Vizcaya continúa siendo zona
de guerra y los brotes insurreccionales menores no dejan de perturbar la paz de
los colonizadores. En 1643, los tepehuanes, junto con los salineros, mamites,
julimes, conchos y cacazones se rebelan en Mezquital y, en 1645, la rebelión se
generaliza en el norte del estado a El Tizonazo, Ramos, Cuencamé y San Pedro.
Los colonizadores y misioneros viven en la zozobra.
La inseguridad, la drástica disminución de la población indígena y, por
consiguiente, de la fuerza de trabajo producen el aletargamiento de la economía
de la Nueva Vizcaya, mientras que en toda la Nueva España, sucede algo
parecido y en 1650, la población novohispana se calcula en sólo 1,500,000
habitantes.
Las matanzas de españoles, mestizos, negros y grupos indígenas llevados, de
Tlaxcala, del Estado de México y de Michoacán, a trabajar los minerales serranos
durangueños se multiplicaron, por parte de los tepehuanes, como producto de su
empeño por no dejarse dominar. Resultaba pues imposible, para los
colonizadores, servirse de tan insurrectos nativos. La Nueva Vizcaya no era
terreno seguro para extranjeros. Ante el carácter indómito de los tepehuanes, el
Gobierno Colonial sin obtener resultados, optó al fin mejor por dejarlos en paz y no
trabar más contacto con ellos.
En el siglo XVIII, las relaciones entre indígenas, españoles y Clero no varían
mucho, aunque el avance lento de la conquista es irreversible. Así, en 1717, en un
nuevo intento, los tepehuanes de Huazamota se enfrentan a los colonos
españoles y a un cacique nayarita, aunque al siguiente año son sometidos. Los
pleitos coloniales se extienden al nuevo orden borbónico, y los parcialmente
aculturados indígenas, evolucionando en el sincretismo, adoptan los sistemas de
60
SARAVIA, ATANASIO G. Op. Cit., Tomo I, p. 203.
47. 47
gobierno español desde finales del siglo XVII y la figura del gobernador indígena
sustituye o cambia el nombre al tradicional indígena.
Sin embargo, indios y mestizos permanecen apartados de los puestos de la
administración pública colonial y sin posibilidades de acceso a la educación
occidental, excepto a la catequesis, hasta que, el 11 de septiembre de 1766, por
Cédula Real, se dispone su aparente igualdad, su acceso a los colegios hispanos
y la promoción, de acuerdo a sus méritos y capacidades, a los puestos públicos u
oficiales. Lo que fue la Ley no se hizo de hecho y en la Nueva Vizcaya la acción
guerrera marcaba la línea infranqueable de distanciamiento entre las naciones
indígenas y el mundo colonial. Aunque los tepehuanes están voluntariamente en
paz. Por otra parte, en 1777, Hugo O’Conor informaba a Teodoro de Croix, que la
guerra que se hacía en Nueva Vizcaya a los apaches, desde 1740, continuaba con
porfía. Por años habían caído los apaches sobre los pueblos de indios y españoles
causando destrozos, muertes y otras clases de daños, por lo que muchos ranchos
y haciendas, habían quedado despoblados. O’Conor calculaba las pérdidas de la
Nueva Vizcaya, en los años de guerra, en 12 millones de pesos y pasaban de
4,000 los muertos de uno y otro sexo 61
y a fines del siglo XVIII, los indios dieron
muerte a 1963 personas, despoblaron 116 ranchos y colonias de ganado. Los
riesgos del poblamiento hispano neovizcaíno, tanto para clérigos, como para
colonizadores, son demasiados y la pérdida de la vida, trunca muchos de los
esfuerzos de asentamiento, sobre todo en las regiones serranas.
El ocaso colonial.
En las postrimerías del dominio colonial, las relaciones entre la Iglesia y la Corona,
con constantes intervenciones mutuas, en sus respectivos ámbitos de poder.
aunque sin enfrentarse de manera directa, cuestionaban entre si la hegemonía de
ambas instancias. Con el escenario de la guerra constante con las tribus
seminómadas de apaches y comanches y de la limitación serrana de los
61
VELÁZQUEZ, MARÍA DEL CARMEN. El Marqués de Altamira y las Provincias Internas de la
Nueva España, México, El Colegio de México, Colección Jornadas # 8, 1976, p. 108.
48. 48
tepehuanes, el territorio central de Durango, estaba ocupado y fraccionado a
conveniencia de la misma Iglesia y la Corona.
De hecho, la Iglesia se transformó en la institución poseedora de una buena
cantidad de propiedades urbanas y rurales con un valor estimado en tres millones
de pesos y con diversas transacciones hipotecarias y financieras que llegaban a
los 45 millones.
La Corona, por su parte, incrementó sobremanera la exacción a los habitantes
coloniales, poniendo énfasis en los gravámenes a la Iglesia. De esta manera, en
1804, con la Real Cédula sobre enajenación de bienes y cobro de capitales de
capellanías y obras pías para la consolidación de vales reales, la Corona obligó a
la Iglesia a realizar diversos movimientos financieros sobre sus propiedades e
hipotecas, para cubrir los impuestos reales que afectaron también a los pocos
pequeños propietarios. La cantidad de dinero que la Iglesia transfirió a la Real
Hacienda durante el lapso que el decreto estuvo vigente (1804-1809) se calculó
entre 10 y 12 millones de pesos. El incremento de los gravámenes disminuyó el
poder económico de la Iglesia y de su financiamiento a la agricultura en la
Intendencia de Durango. 62
En este contexto, establecidos en la región interétnica del suroeste del estado de
Durango, compartiendo territorios con coras, huicholes, y mexicaneros, los
tepehuanes del sur, durante el ocaso colonial, comenzaron a reconsiderar la
erección de su nación y la recuperación de sus territorios. Según los testimonios
del franciscano padre Colombano, primer sacerdote asignado a la Iglesia de Santa
María Ocotán, para 1807 los tepehuanes habían forjado una nueva religión y un
nuevo culto apoderándose totalmente del templo católico. 63
Sin poder efectivo de la Corona y sin ministros de la Iglesia en sus zonas, en
1808, los gobernadores indígenas del sur de Durango iniciaban una conspiración
independentista que involucraba a los poblados indígenas de Mezquital,
Huazamota, Santa María Ocotán, Temoaya, Taxicaringa, Santiago Teneraca y
Xoconoxtle, entre otros.
62
NAVARRO GALLEGOS, CESAR. Durango, las primeras décadas de vida independiente, México,
Tesis de Maestría en Historia de México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1993, PP. 85 Y 86
63
BENITEZ, FERNANDO. Op. Cit. p. 81.