Los obispos peruanos reflexionaron sobre el aumento de la delincuencia y la violencia en el Perú. Señalan que la primera causa es la crisis de valores en la sociedad, la cual ha llevado a la desintegración familiar y a la corrupción. Para construir una cultura de paz, todos deben trabajar en la familia, escuela, iglesia y gobierno para combatir la corrupción, buscar el bien común y reconocer a Dios como centro de la sociedad.
1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
25 Enero
2015
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba
CONSTRUCTORES DE PAZ
Esta semana los obispos del Perú hemos
celebrado nuestra asamblea anual, parte de la
cual hemos dedicado a reflexionar sobre el
aumento de la delincuencia y la violencia en el
Perú.Además de los robos y asaltos, extendidos
por todo el país, asesinatos y sicariato remecen
varias ciudades, llenando de dolor y
desconcierto a familias enteras y a la sociedad
en su conjunto. Asimismo, el desprecio a la
dignidad de la vida humana desde su
concepción hasta la muerte natural, el
narcotráfico, el uso irracional de los recursos
naturales, la explotación infantil, el pandillaje
juvenil, la trata de personas y la corrupción, sea
de autoridades como de ciudadanos, generan
un círculo vicioso que deteriora cada vez más la
calidad de vida y la moral de nuestra sociedad.
En contraste con ello, la gran mayoría de
peruanos anhelamos una vida digna y paz
social. Con esa finalidad, hay quienes sostienen
que se deben endurecer las sanciones a los
delincuentes. Sin embargo, la experiencia
demuestra que, pese a que cada vez hay más
delincuentes en la cárcel, la inseguridad
ciudadana y la corrupción se continúan
agravando día a día. No es ésa, por tanto, la
solución. Pretender erradicar el problema
luchando contra sus manifestaciones externas
es condenarnos al fracaso. Si queremos acertar
de verdad debemos, más bien, ir a las causas y
no sólo a los efectos.
La primera causa de la delincuencia y de la
violencia ciudadana es la crisis de valores, la
crisis de una sociedad que ha puesto en el
centro al dinero y ha transformado a la persona
en un mero objeto del que se puede disponer
para la satisfacción de las propias necesidades
y rechazar, ignorar o hasta eliminar si colisiona
con mis propios intereses. Esta crisis de valores
ha ocasionado, entre otros, la desintegración de
la familia. Ahora bien, si no hay una familia
unida, si no hay un hogar en paz, en el que los
padres dediquen suficiente tiempo a estar con
sus hijos y a educarlos bien, con la palabra y el
ejemplo; si los niños no se sienten acogidos y
queridos, lamentablemente serán vulnerables
ante la tentación de la delincuencia y la
violencia. Otra de las consecuencias de la crisis
de valores es la corrupción, que causa graves
daños a la sociedad; en especial, la corrupción
impune de autoridades, políticos y funcionarios
públicos, que causa estragos en la juventud
cuando, a través de las noticias, los jóvenes
toman conocimiento de hechos escandalosos
cuyos verdaderos responsables y culpables
nunca llegan a ser descubiertos y sancionados
o, peor aún, son elegidos para ocupar puestos
importantes de gobierno.
La construcción de una cultura de paz y
seguridad ciudadana es tarea de todos y
debemos desarrollarla en la familia, el barrio, el
centro de estudios o de trabajo, los organismos
del Estado y las organizaciones a las que
pertenecemos. Al concluir nuestra asamblea
anual, los obispos del Perú hemos hecho un
llamado a los creyentes, a las autoridades, los
responsables de los medios de comunicación y
a todas las personas de buena voluntad, a unir
esfuerzos para combatir la corrupción, trabajar
por el bien común y construir la paz en el Perú.
Sin perjuicio de ello, sin embargo, hemos de ser
conscientes que mientras no volvamos a poner
a Dios en el centro de la sociedad, nuestros
esfuerzos, meramente humanos, no serán
nunca suficientes; porque, como dicen las
Sagradas Escrituras: “Si el Señor no construye
la casa, en vano se cansan los constructores”
(Salmo 126).
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa