1. EL VALOR DE LA VIDA
Ante el recrudecimiento de la inseguridad y violencia extrema en los últimos días
traducidos en secuestros, asaltos, asesinatos, justicia por manos propias, con la
pérdida injustificable de vidas inocentes, la Conferencia Episcopal Paraguaya, CEP,
expresa su dolor, indignación y firme condena, y manifiesta su profunda
preocupación por la situación global que envuelve a nuestra sociedad con relación
al valor de la vida humana.
En sólo tres días, el país vivió una serie de crímenes que conmueven a la opinión
pública. El asesinato de dos hermanas en Ciudad del Este; el atraco mortal, con
fines de robo en Villa Hayes; el secuestro y asesinato del niño de 10 años, Aníbal
Riquelme, con aparentes fines de venganza; el asalto y asesinato a un adolescente
en su propia vivienda y en medio de su familia; el asesinato de dos campesinos en
Caaguazú.
Si a esto sumamos los casos de suicidio cada vez más frecuentes en diversos
puntos del país, nos preguntamos: ¿qué está pasando con el valor de la vida propia
y la de los demás?. Atentar contra la vida humana es una rebeldía frente a Dios.
Dios se identifica con la vida, es la Vida (Jn. 14,6), por consiguiente, si nosotros
vamos contra la vida, vamos contra Dios quien nos dijo: "Yo vine para que tengan
vida y la tengan en abundancia", (Jn. 10,10).
La inseguridad se instaló no solamente en el ámbito social, sino sobre todo en la
sicología misma de cada ciudadano, y la violencia criminal pasó a formar parte de
nuestra vida cotidiana, con respuestas insuficientes por parte de los organismos del
Estado. La ciudadanía percibe un Estado ausente y que se encuentra
absolutamente indefensa en sus bienes y en su vida.
La Iglesia ve la debilidad e ineficiencia de los poderes públicos y de los organismos
de seguridad del Estado para proteger a sus ciudadanos y exhorta a las autoridades
a adoptar todas las medidas para garantizar la vida de las personas.
Asimismo, todas las instituciones y organizaciones de la sociedad civil debemos
encarar acciones efectivas, solidarias, que nos permitan cuidarnos los unos a los
otros, con estrategias de seguridad ciudadana.
Finalmente, urge reforzar las medidas preventivas en el seno de las familias, los
centros educativos, las parroquias y otros espacios ciudadanos a través de la
reflexión y el diálogo sobre el valor supremo de la vida. Debemos trabajar la
esperanza creativa para superar la cultura del crimen y de la muerte que nos enluta
en estos días, sobre todo forjando una mentalidad de mayor confianza mutua.
Apelamos a la conciencia de nuestro pueblo, para que en estos momentos difíciles
desarrolle sus sentimientos y sus valores de respeto, solidaridad y amor al prójimo.
2. Elevamos nuestras plegarias por los fallecidos y por sus familiares.
Invocamos al Señor de la Vida para que bendiga a nuestro querido Paraguay.
Asunción, 13 de octubre de 2004