Lecciones 05 Esc. Sabática. Fe contra todo pronóstico.
San Maximiliano Kolbe
1. Quienes son elegidos por
la autoridad, se identifican
por sus números, como si
fueran cosas. En el campo nazi, sólo se escuchan
gemidos desgarradores,
ante lo irremediable.
Uno de los sentenciados,
el 5659, es un sargento
polaco, quien tiene esposa e hijos. Él se angustia
porque ellos quedarán
desamparados de por
vida. De pronto, lanza un
grito desgarrador, fruto del
amor profundo que siente
por su familia.
Los condenados marchan hacia su propia tumba. Allí los espera la muerte. Una muerte trágica y
feroz: los privarán de agua
y comida. Será una horrenda agonía de hambre,
sed y frío.
El corazón del Padre Kolbe
es conmovido vivamente
por el dolor lacerante del
sargento polaco, de tal
manera que lo conduce a
tomar una decisión traspasada de AMOR. Se acerca al jefe del campo, preguntándole: — “¿Puedo ir
yo en lugar del “5659”?
Como Jesús de Nazaret,
el P. Maximiliano, dona su
vida en rescate de un
alma, para su salvación.
Otra vez, se escucha la voz
del Padre, que colmada de
paz, dice: —“Soy sacerdote, no tengo ni mujer, ni hijos que me esperen. Pido
morir en lugar de ese
hombre.”
En el interior del P. Kolbe
resuenan las palabras de
CRISTO: “No hay amor
más grande, que dar la
vida por los amigos.”
El Padre sabe que la vida
no termina con la muerte
pues confía en la promesa del SEÑOR: “Yo los resucitaré en el último día”.
La muerte sólo es el paso
hacia el encuentro definitivo con Dios cuando el
alma vibrará de gozo celestial.
El Padre Maximiliano se suma
a la hilera de los condenados.
Comienza el momento más difícil y profundo de su entrega
personal. Como Jesús, empieza su Via Crucis, siguiendo
sus huellas, en este calvario
del campo de concentración.
Estupefactos, los otros elegidos para morir, no comprenden tal decisión. Un signo de
interrogación se dibuja en sus
rostros, incapaces de entender que el AMOR es más fuerte que la muerte.
A ejemplo de CRISTO que
salió a salvar a su pueblo,
el P. Kolbe da su vida por
ese padre de familia y
también por los demás
condenados, ya que los
ayudará a no morir en el
odio, sino a crecer en el
amor. Les predica el Evangelio, los confiesa y los
anima con su oración.
Pasan los días lentamente. Comienza la agonía.
Sin embargo, el rostro del
P. Maximiliano irradia una
gran paz. Es que él recuerda lo prometido por el
Mesías: “El que pierda su
vida por Mí y por el Evangelio, la salvará.”
Su elección es firme: seguir a Cristo hasta la muerte.
El Padre Kolbe ha sido
instrumento del SEÑOR
para estos prisioneros.
Pues antes de morir, les
ha hablado de la Misericordia y del AMOR Divino.
El Padre aún vive. Es la víspera de la Asunción de
MARÍA al cielo.
Un soldado entra en la celda y le inyecta un veneno
letal. El fin está próximo.
El ácido fénico actúa de
inmediato, apoderándose
de todo su cuerpo. Como
JESÚS en la Cruz, siente
que ha cumplido su misión. Él exclama: —“Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu.”
El P. Maximiliano ha muerto. Ha sido el guía en el
martirio de sus compañeros y es el único a quien el
jefe del campo autoriza
rendirle homenajes fúnebres. Tuvo que hacerlo. Su
vida y su muerte fueron un
auténtico testimonio para
todos los prisioneros de
Auschwitz.
Luego, el cuerpo sin vida de
este testigo del AMOR, fue
cremado. Las llamas lo devoraron, pero no a su alma, que
ya gozaba de la Luz Eterna,
en presencia de Dios. El horno ha sido su tumba. Hoy... es
su santuario.
El Padre Maximiliano Kolbe en
su vida mortal, creció en su
devoción a la Virgen, amó a
CRISTO y siguió sus pasos
por el camino de la paz.
El jefe acepta enseguida
el cambio, pues su odio es
mayor por un sacerdote
que por un simple sargento. Éste se estremece de
gratitud por la inmolada
entrega el P. Kolbe.
Hoy, es un mártir de nuestro tiempo. Un hombre de
DIOS, que supo AMAR,
hasta dar su vida.
Padre Kolbe, ruega por
nosotros.
Su Fiesta se celebra el 14
de agosto.
Se puede fotocopiar, imprimir y
publicar. Se agradece y bendice su difusión. Si quieres puedes hacer algunas copias y distribuirlas entre tus amigos.
2. SAN MAXIMILIANO KOLBE
El Padre Kolbe fue un sacerdote franciscano. Su
profunda devoción a la Virgen, lo lleva a fundar una
comunidad, en la cual defiende los ideales cristianos y patrióticos. Sus medios son la radio y una publicación llamada: “El Caballero de la Inmaculada”.
En 1939, el ejército alemán invade Polonia. Los
nazis consideran al P.
Kolbe una terrible amenaza para sus planes, ya que
él defiende los derechos
de los hombres, exaltando la libertad de los hijos
de Dios. A esto se debe
su primer arresto, y su
posterior envío a un campo de concentración.
Lo que más irritaba a los
alemanes era su fe en
CRISTO y su rechazo a
adorar el Estado. Este sacerdote se convierte así, en
un enemigo peligroso para
los ideales perversos del
invasor.
La vida en el campo de
Auschwitz es terrible y colmada de angustia: hay
hambre y frío, maltrato con
golpes feroces, alimañas y
enfermedades por doquier.
La muerte acechando en
las cámaras de gas. En
este infierno, el P. Kolbe va
a demostrar su amor al prójimo, que siendo personas,
los tratan como animales.
La desesperanza se ha
apoderado de sus corazones. El pánico y el trabajo
inhumano, son el amargo
pan de cada día. Los deportados ya no tienen
nombre, han perdido su
identidad. Ahora son sólo
un número. El Padre
Maximiliano lo acepta
todo. Ni una queja sale de
sus labios.
Lo único importante es
seguir vivo un día más.
Utilizan cualquier método
para lograrlo, hasta llegan
a robarse entre ellos mismos. Cada uno piensa en
salvarse solo. El otro ya no
cuenta. Todos son enemigos.
Sin embargo, el Padre
Kolbe comparte lo que tiene: su pan, su tiempo, su
amor al semejante que ve
sufrir. Su testimonio de
vida es un ejemplo para
los demás.
No sólo comparte su pan,
sino que a pesar de estar
enfermo, cede su lugar en
el hospital a un compañero que está peor. Como
buen discípulo de CRISTO,
el P. Kolbe ha puesto en
práctica la enseñanza de
su Maestro: “... el que quiera seguirme, niéguese a
sí mismo cargue con su
cruz...”
La verdadera amistad lo
comparte todo: el Padre
Kolbe se acerca a quienes
están en el mismo bloque,
para darles lo poco que tiene: su compañía y una palabra de aliento que los reconforte.
La salud del Padre se
agrava. Pero él, consciente de su ministerio sacerdotal, sigue ayudando
desde su lecho de enfermo: confiesa a los que piden la Reconciliación,
mostrándoles a un Dios
rico en Misericordia, hacia
los pecadores arrepentidos.
El 14 de julio de 1941, un
prisionero, cansado ya de
sufrir, se escapa. Según la
ley del campo, los compañeros deben pagar, con
sus vidas, tal osadía. El
Padre Maximiliano presiente en su corazón lo
que va a ocurrir.
Cae el atardecer y el fugitivo no aparece. Él pertenecía al mismo Bloque que
el Padre Kolbe, el 14. El
pánico se apodera de
aquellos que lo habitan,
transformando sus rostros. Aún no saben quiénes ni cuántos, muy pronto, van a morir.
Ha llegado la hora de la
cena. El Bloque 14 deberá mirar cómo comen los
demás. Luego su comida
va a ser arrojada por los
desagües. Para algunos,
ésta habría sido la última
cena.
Amanece el día tan temido por los prisioneros del
Bloque 14. El jefe del campo va a elegir a diez, sentenciándoles a muerte.
Mientras él, sin escrúpulo
alguno, se pasea delante
de los deportados, la sangre se les hiela a todos.
El jefe, sin expresar rastro
de humanidad, goza, haciéndolos sufrir, demorando su decisión. Se pasea.
Los mira. Vuelve a pasearse. Se comporta
como un animal, eligiendo a sus víctimas.
Comienza la pesadilla. El
jefe finalmente elige, con
lentitud. Los va señalando
uno a uno, con su dedo.
La barbarie es siempre
fruto del abuso de poder.
El jefe se cree dueño y
señor de la vida de los prisioneros.
Dibujos: Hilda Tessa. La Casa N. S. de Fátima te invita al próximo Retiro Espiritual. J. J. Paso 8385 ROSARIO Tel. (0341) 4510546