2. Los maestros efectivos en el manejo de la conducta
problemática en el aula disciplinan dando ánimo y
alentando a los estudiantes, usando palabras
respetuosas y amables para atraer su atención. La
crítica negativa, los reproches y los regaños son
consideradas acciones perjudiciales, no intervenciones
beneficiosas, porque la meta es ayudar al estudiante a
que se sienta mejor en relación a sí mismo, y en
relación a su conducta, para que se integre de buen
ánimo a las actividades y tareas del salón. Por supuesto
que, como en todo salón de clases, el mal
comportamiento ocurre. Cuando eso nos pasa,
mantener presente las siguientes sugerencias resulta de
gran utilidad.
3. Respira hondo y mantén la calma. Es natural
que nos sintamos frustrados y resentidos,
incluso que nos de coraje. Pero permitir que
estos sentimientos nos alteren debilitará
nuestra habilidad para pensar racionalmente
y para manejar la situación con calma. La
agitación y el coraje, tanto del niño como del
maestro, son contagiosas, pero la calma
también.
4. Dale forma a la conducta que esperas del
niño. Mantén un tono positivo y modela la
respuesta apropiada, aun cuando esto
represente tomarte unos segundos para
componerte y para calcular tus palabras.
Puedes comunicarle al niño que necesitas
unos segundos para componerte; por
ejemplo, diciendo: «Esta situación me
incomoda y necesito un momento para
pensar sobre esto antes de que hablemos».
5. Enseña opciones o alternativas a la conducta
inapropiada. No es suficiente con que les
digamos a los niños lo que no deben hacer. Si
queremos que nuestra disciplina funcione, es
imperativo que los niños sepan lo que tienen que
hacer para superar sus conductas problemáticas.
Por ejemplo, si la estudiante da manotazos sobre
su escritorio cuando la tarea frente a sí la frustra,
discutimos otras posibilidades con la niña, entre
ellas, la niña puede preguntar de manera
respetuosa, « ¿Puedo tener un receso, por
favor?».
6. Enfoca en reconocer, en apreciar y
en recompensar la conducta
apropiada de tus estudiantes, en
lugar de fijarte en evaluar y
castigar su conducta inapropiada.
7. Dale al niño la oportunidad de
responder de manera positiva,
explicando lo que está haciendo mal,
pero también lo que puede hacer para
corregir lo que está haciendo mal.
8. Tu disciplina tiene que ser lógica. Los estudiantes
pueden aceptar un maestro estricto, pero
tendrán grandes dificultados siguiendo los
parámetros y la disciplina impuestos por un
maestro al que consideran injusto. Toda
consecuencia debe ser adecuada a su infracción,
pero algunas veces y sin que lo notemos, la
conducta y su consecuencia no caminan tomadas
de la mano. Una vez nuestros estudiantes nos
perciben como un maestro injusto, los perdimos.
9. Ignora y minimiza los problemas de menor
importancia, evitando interrumpir el flujo
de la lección. Muchas veces, todo lo que
necesitamos para corregir y redireccionar al
grupo o a un estudiante son: «la mirada»,
una pregunta dirigida, un comentario
jocoso o nuestra proximidad.
10. Asegúrate de que el estudiante
disruptivo entiende que tú
desapruebas la conducta, no al niño
(su identidad o carácter). Un mensaje
corto y directo como: «Me agradas,
Roberto, pero en este momento tu
conducta es inaceptable» pondrá en
claro tu posición.
11. Sé consistente en lo que
permites que tus estudiantes
digan y hagan.
12. Cuando el regaño es
necesario, lo decimos rápido,
de manera casual y sin
interrumpir la clase.
13. Apacigua la hostilidad y coraje del niño con
tu cortesía y paciencia. Si el niño necesita
ventilar sus sentimientos, concédele unos
minutos para que lo haga. Cuando su
agitación baje, «desármalo» con esta simple,
pero poderosa, frase: «Dime mas…».
Demostrarle al niño que te preocupas por él y
que te interesa lo que tiene que decir te
ayudará a ganar su respeto y a crear rapport
(afinidad) entre ambos.
14. Evita «etiquetar» al niño como «bueno»,
«malo», «problemático» o «instigador», entre
otras cosas. Reemplaza estas etiquetas al
niño por descripciones de conducta como:
positiva, aceptable, inaceptable o disruptiva.
Por ejemplo, en lugar de decirle al niño: «
¿Por qué eres tan problemático?»,
comentamos, «Esta conducta es
problemática».
16. Cuando queremos hablarle a un estudiante en
particular sobre su conducta, lo hacemos en
privado, nunca en público. Recordar esto es
fundamental cuando se trata de adolescentes;
los sermones y regaños públicos «son un
gatillo» para que el niño exhiba conductas
dirigidas a preservar su dignidad personal
frente a sus pares.
17. Anima al niño a que te hable de sus
sentimientos y preocupaciones, y ayúdalo a
clarificar sus comentarios, ya sea
reformulándolos o resumiéndolos. Puedes
refrasear la postura del niño para clarificarla,
pero al hacerlo, siempre concluye
preguntándole: « ¿Estoy en lo correcto?» o «
¿Dejé algo fuera?». Esto le dará al niño la
oportunidad para afirmar o corregir tu
interpretación.
18. Escucha al niño para entender su
posición o punto de vista, no para
defender tu posición, mucho
menos para juzgarlo.
19. Insiste en que el niño
acepte su responsabilidad
por su conducta.
20. Ofrécele opciones al niño. Una manera de
evitar oposición y desafío durante la lección
es presentándole al estudiante una alternativa
o una opción. Por ejemplo, si el niño se
rehúsa a completar su tarea, le podemos
ofrecer: « ¿Qué te ayudaría más: trabajar con
tu compañero de equipo o irte a la parte de
atrás del salón para que trabajes solo y en
silencio?».
21. Usa más correcciones on-the-spot o
«en el momento» y menos regaños;
por ejemplo: « ¿Qué se supone que
estés haciendo en este momento?».
(La niña responde). «Muy bien. Vamos
a hacer eso».
22. De manera precisa, describe las
conductas que consideras
inapropiadas, asegurándote de que
tus estudiantes entienden sus
consecuencias lógicas.
23. Es mucho más efectivo decir: «Todos
los ojos sobre mí», y esperar a que lo
hagan antes de dar nuestras
direcciones, a decir: «Paren de hablar
y abran el libro en la página 247».
24. Aléjate de las luchas por el poder,
evitando los conflictos tipo «yo gano-
tú pierdes». El énfasis debe ser en
cómo resolver el problema, no en
probar quién está mal o bien, mucho
menos en castigar.
25. Mantén las consecuencias al mínimo posible.
En otras palabras, cuando una regla se
rompe, administramos la consecuencia más
baja y más fácil de cumplir, entonces vemos
si esa consecuencia «hace el trabajo bien».
No nos precipitemos en usar las
consecuencias grandes demasiado rápido o
de manera impulsiva.
26. Envía un mensaje tipo «dos direcciones»,
reconociendo y validando el argumento del
niño antes de que el niño proteste. Por
ejemplo, decir: «No gorras en la cafetería, por
favor. Sí, ya sé, yo también creo que es una
regla absurda, pero te mantiene fuera de
problemas». Al ponernos del lado del niño,
«desarmamos» cualquier posible objeción.
27. Similarmente, con nuestras palabras,
podemos crear fricción entre esa regla
absurda e injusta y el niño, lo que nos
permite mantenernos a distancia segura del
problema o conflicto. Por ejemplo, cuando le
decimos al niño: «La regla de esta clase es
“no usar gorras en el salón”», estamos
creando conflicto entre el niño y la regla; el
ingenioso maestro queda fuera del problema.
28. Ofrece múltiples y variadas
actividades cooperativas para
estimular la cohesión del
grupo.
29. Trata a TODOS tus estudiantes de
manera respetuosa y con cortesía. Sé
precavido, y no demuestres
preferencias ni que aprecias a unos
estudiantes más que a otros. Puedes
tener tus favoritos (todos los
tenemos), simplemente no lo
demuestres a la clase.
30. Cómo gestionar conflicto en el aula a través del modelo SPS
Manteniendo la paz en nuestros salones de clases
31. Extraído de «Manteniendo la paz en nuestros salones de clases:
Cómo gestionar conflicto en el aula a través del modelo SPS»
Lo mejor que podemos hacer para apoyar a un niño que está
gritando es dejarlo que se desahogue. Específicamente, durante
el «momento del grito», no interrumpimos al niño, no
respondemos a lo que dice, no actuamos a la defensiva, no le
ofrecemos soluciones y mucho menos tratamos de darle
direcciones. Lo que sí hacemos es dar al niño tiempo adecuado
(cinco a diez minutos) para que exprese lo que él/ella siente que
necesita decir. Una vez el niño descarga sus emociones, lo
«desarmamos» diciendo calmadamente: «Dime más…». Con esta
corta pero impactante frase le estamos comunicando al niño que
no nos vamos a envolver en una lucha de poder. No hay
necesidad de que el niño siga gritando si ya no tiene a quien
gritar. Al mismo tiempo, «Dime más» le revela al niño que lo
estamos escuchando, facilitando el rapport o la buena relación
entre ambos y profundizando la comunicación (pág. 104).
32. Aunque diseñada con los maestros en mente,
esta innovadora guía psicoeducativa es un
excelente recurso para los padres,
preparándolos en el manejo eficiente de
disputas entre niños.
En formatos impreso y digital. Su edición
digital te permite adquirirlo en 1-clic en
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33. Tópicos desarrollados en esta
guía:
Asertividad
Negociación
Mediación
Pobres
relaciones/interacciones
personales
Discusiones y peleas entre
niños
Niños estresados
Conducta responsable
Modificación de conducta
Luchas de poder
Resolución de conflictos
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