1. Una confusión experimental de nuestro
mercado laboral.
Félix Sánchez
Para que haya gente con experiencia en el uso de herramientas de todo
tipo, una tarea práctica, en alguna función concreta, en una peculiar
actividad, en los quehaceres de un oficio, en los distintos métodos y técnicas
aplicados en un sector o en aquellos procedimientos y contenidos específicos
de cualquier organización, es imprescindible no requerir ni exigir tener
experiencia para formar parte de un grupo de trabajo, porque estaríamos
ignorando la esencia misma de la experiencia. El experto, el experimentado, el
que sabe transmitir formas de hacer las cosas, el que sabe sugerir cómo
ejecutar un trabajo, el que conoce la práctica gracias a la teoría, el que anima
a la mejora de los resultados, el que dirige y gestiona rendimientos personales
y profesionales, el que valora actitudes y aptitudes, el que atribuye
sentimientos, sensaciones e impresiones según los esfuerzos, cualidades y
capacidades de cualquier individuo, no puede ser el que exija años de
experiencia a un demandante de empleo que se ofrezca como candidato a un
puesto de trabajo. Su propia experiencia quedaría deslucida, sería
incontrastable, denotaría indolencia profesional, regiría sus criterios desde lo
teórico e ideal en lugar de sustentar sus exigencias en la práctica y la
diligencia que se le asume. Si no es capaz de enseñar, instruir, educar,
aleccionar, organizar, capacitar o cualificar a otro individuo que, la experiencia
aleatoria de la vida, el azar o sea la explicación que fuere, tenga hábitos y
vivencias acumuladas en una dimensión o ámbito distinto al del experto
experimentado, no podríamos valorar ni reconocer sus conocimientos ni su
nivel profesional.
Todos aquellos conocimientos que se van adquiriendo gracias a la
práctica, han sido posibles por la aceptación sin remisión de que no todo el
mundo puede tener experiencia en todas las cosas de la vida, sin embargo los
que tienen experiencia sí que pueden y deben reclutar a aquellos individuos
sin el mismo nivel de práctica. Si hiciera falta tener experiencia en todas las
actividades que hacen que podamos hablar de la vida, ésta no existiría. Por
eso es posible todos aquellos fenómenos sociales que estructuran nuestra
condición humana: las tradiciones, las costumbres, la transmisión cultural de
valores, las formas de pensamiento y la socialización de los más recientes.
En este país hemos construido formas de exigir cosas que no tienen
ningún sentido, no sé si producto de que el interés se impone constantemente
a lo que conocemos como «poner interés», a que vivimos rodeados de algunas
ideologías donde su todo vale les beneficiará a ellos, pero no a la inmensa
mayoría de las personas que afrontan sus vidas desde la más absoluta
normalidad.