El campo de la Orientación se hace cada vez más complejo y amplio. Es una exigencia de los tiempos en que vivimos. Porque ya no basta tener sentido común para poder orientar al hijo, al alumno, al amigo. Lo que hace unos años - tal vez no muchos - bastaba para salir airoso de un cometido como el de dar pautas o criterios para poder avanzar en la realización personal de un sujeto, ya no es suficiente. La multiplicidad de variables que interactúan en una situación personal es cada vez más intrincada. Y lo que es así en el orden de la "orientación personal", "profesional", "vocacional" etc, es más evidente en el terreno que ahora nos interesa: la orientación familiar.
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1.1 planteamiento de la of
1. PLANTEAMIENTO DE LA ORIENTACION FAMILIAR
(Tomado de: Ríos, J. (1994). Manual de Orientación y Terapia Familia.
España: Instituto de Ciencias del Hombre. Páginas 27 a 41)
El campo de la Orientación se hace cada vez más complejo y amplio. Es una exigencia de
los tiempos en que vivimos. Porque ya no basta tener sentido común para poder orientar al
hijo, al alumno, al amigo. Lo que hace unos años - tal vez no muchos - bastaba para salir
airoso de un cometido como el de dar pautas o criterios para poder avanzar en la realización
personal de un sujeto, ya no es suficiente. La multiplicidad de variables que interactúan en
una situación personal es cada vez más intrincada. Y lo que es así en el orden de la
"orientación personal", "profesional", "vocacional" etc, es más evidente en el terreno que
ahora nos interesa: la orientación familiar.
La familia no es ya el pequeño núcleo de convivencia en que casi todo se resolvía por un
buen sentido común y la aplicación práctica de vivencias que eran válidas para ser
transmitidas a otras generaciones. Ni las perspectivas eran tan complejas como lo son
ahora, ni la presión ambiental ejercía el tremendo poder que ahora realiza, ni, por otra parte,
las aspiraciones de los hijos quedaban tan lejos de las experiencias vividas por los padres.
Todo, en síntesis, estaba como al alcance de la mano. Los condicionantes socioculturales
no eran despóticos, ni las circunstancias socioeconómicas imprimían el ritmo de exigencias
que ahora nos azota. Aún más: el propio sujeto no tenía los incentivos que actualmente le
empujan a estructurar motivaciones y aspiraciones que se sitúan fuera de lo que la familia
media puede afrontar con sus recursos y experiencias naturales.
A todo ello, con no ser poco, se añaden otros factores que no pueden olvidarse. La familia
actual está en crisis, aunque tal crisis no suponga una situación agónica. No está muerta,
como se pretende, sino que atraviesa situaciones de verdadera prueba porque el contexto
social le exige nuevas actitudes, nuevos enfoques, nuevos modos de elaborar las propias
experiencias (RIOS GONZALEZ, 1980a). Hay una verdadera "enfermedad" que requiere un
adecuado diagnóstico, un sereno pronóstico ante las posibilidades reales de recuperación y
cura, así como un conjunto de resortes que es preciso poner en marcha para conseguir,
progresiva y serenamente, la recuperación de aquellos niveles más amenazados en el
fondo de la realidad de cada familia constituida. Tal conjunto de resortes admite diversos
tratamientos que, en mi criterio, constituyen lo que ampliamente puede denominarse
2. "orientación familiar" pero que, sin embargo, precisa matizaciones y determinación de
aspectos y niveles.
El tema de la "orientación familiar" ha sido abordado desde posiciones unilaterales. Con el
desarrollo de las ciencias de la educación y la aplicación de las teorías derivadas del mejor
conocimiento de las ciencias relacionadas con la conducta humana, el enfoque de la familia
ha ido adquiriendo mayores ámbitos y una profundidad más acorde con las actuales
exigencias del núcleo familiar. No obstante, y a pesar del interés teórico por el tema, aún
escasean las aportaciones científicas para un mejor conocimiento de este sector. A raíz de
|a promulgación de la Ley de Educación, la Sociedad Española de Pedagogía, a través de
su revista "Bordón", abordó el estudio de problemas básicamente relacionados con la
"orientación escolar", abriendo la posibilidad de hacer un planteamiento de aspectos
vinculados a la "orientación" en general (BORDON, 1971). En el estudio introductorio, DIAZ
ALLUE (1971) plantea, aunque sin denominarlo así, el ámbito de la "orientación familiar":
"....el Orientador no puede considerar cumplido su cometido con la orientación al alumno y
el asesoramiento al Centro. Deber suyo es también, y la legislación actual lo recoge con
acierto: orientar a los padres para que sean ayuda eficaz y estímulo de sus hijos en su
perfeccionamiento personal y en su integración social. De ahí las entrevistas individuales,
conferencias periódicas y coloquios que habrá de organizar el Departamento para Informar
sobre las personalidad de sus hijos -entendida en su más amplio sentido- para orientarles
sobre "el establecimiento de sanas relaciones familiares" y para formarles en orden a esa
eficaz colaboración en la tarea orientadora". Se marcan ahí, aunque de modo un tanto
esquemático, puntos que son esenciales para la determinación del ámbito de la orientación
familiar. Porque este modo de abordar la educación de los padres requiere haber
conseguido con anterioridad un adecuado conocimiento de lo que es la familia como grupo
humano y sistema de comunicación interpersonal, así como tener en la mano los datos
precisos sobre cada familia en particular. Por ello mismo, y en la misma situación antes
citada, yo mismo hablaba de que "lo social forma parte del proceso normal de madurez
personal", para añadir que "lo que interesa destacar aquí es la necesidad de valorar y emitir
un juicio respecto al grado de madurez que ha alcanzado, en un momento concreto, el
proceso de socialización del educando. En el planteamiento actual del conocimiento del
alumno se da entrada, de manera formal, al estudio del ambiente familiar" (RIOS GONZA-
LEZ, 1971 a). Pero la realidad, hasta ahora, ha sido muy distinta por algo que ya apuntaba
en aquella ocasión: "Cuando se ha presentado este aspecto en algunos de los últimos
documentos encaminados a facilitar el proceso de evaluación, no han faltado quienes se
3. han alarmado por dar entrada al análisis de la situación familiar. La alarma es infundada,
dado que hecho con tacto, no presentará grandes obstáculos", apoyando tal afirmación en
algo que, doce años más tarde, ratifico con los datos de la experiencia diaria en el trabajo de
orientación, diagnóstico y terapia de las relaciones familiares: "la familia tiende a colaborar
cuando se le ofrecen garantías de seriedad técnica y de orientación posterior. La
experiencia en la consulta psicopedagógica, centrada en el conocimiento de la dinámica
familiar, es positiva en todos los sentidos", porque "sólo un acertado conocimiento del
ambiente familiar y de cuanto se estructura en él, puede favorecer el enfoque adecuado del
proceso de integración social desde la comunidad educativa hasta la sociedad como
comunidad circundante" (RIOS GONZALEZ, 1971a).
La familia, como tal, sigue estando lejos del planteamiento completo de la orientación. Una
razón, entre otras que indudablemente pueden alegarse, es la que ya apuntaba en 1971 y
de la cual se derivó el deseo de aportar algunas pistas para que la relación con la misma
fuese realista desde las mismas instituciones educativas (RIOS GONZALEZ, 1972b).
Lo que la misma idea ha ido dando a lo largo de estos años va a constituir el fondo del
contenido de este volumen. Porque no se dará un paso eficaz sin haber aceptado y vivido
en la realidad que desde una seriedad técnica es posible tener un adecuado conocimiento
del ambiente familiar como factor estructurante de personalidades maduras como síntesis
de perfeccionamiento personal y de integración social.
Ante este planteamiento puede aducirse que la institución familiar está en evolución y que
malamente pueden darse criterios cuando el terreno sobre el que van a caer es un tanto
movedizo. No niego el hecho. Aún más: parto de él porque la realidad no puede
escamotearse por mucho que queramos. Lo movedizo y cambiante hay que delimitarlo muy
bien porque de lo contrario se pueden cometer graves errores. Quiero decir con ello que si
la institución familiar está sometida a modificaciones hay que precisar con la mayor
exactitud que sea posible, qué es lo que cambia en ella y qué es lo que, pese a todo, va a
conservar una cierta estabilidad y permanencia. Nadie duda que la familia es un grupo
primario de relación en el que se afrontan desafíos que se traducen en deberes y exigencias
inherentes a las transformaciones propias de los procesos evolutivos del ser humano en
crecimiento y desarrollo. Por ello mismo la familia puede ser vista como un sistema de
comunicación en el que tienen lugar estos procesos (MINUCHIN, 1976). El hecho inevitable
de que tales procesos tengan una concreción particular en función de parámetros culturales
no quita fuerza al hecho, también irrefutable por una realidad que se impone con claridad
4. meridiana, de que tales procesos se asientan en raíces universales que no pone en duda ni
el sociólogo, ni el antropólogo, ni el mismo etólogo que aporta conclusiones para ser
aplicadas al análisis riguroso de la conducta humana. Hay, por ello, temas comunes y
universales que admitirán posteriormente la adecuación a coordenadas peculiares del
entorno en que se desarrollan las personas concretas. Así, por ejemplo, siempre se dará
una relación recíproca entre miembros de un mismo núcleo familiar, unos ritmos de
crecimiento evolutivo que determinan el tipo, nivel y características de la interacción
personal entre progenitores e hijos, progenitores entre sí e hijos entre sí. Se darán,
igualmente, cambios en la interacción en función de ciclos vitales, maduración de procesos
y perturbaciones en el desarrollo personal de cada miembro del sistema. Todo ello, unido a
las transacciones con el ambiente extrafamiliar encarnado en la escuela, el grupo social, la
pandilla o el ámbito de la socialización, así como la relación con la familia circundante y los
modos de afrontar el mundo externo en su sentido más amplio, es algo que no puede ser
negado como una realidad inevitable. Este conjunto de fenómenos constituyen lo estable
de la institución familiar. Y sobre ello es sobre lo que ha de actuar el orientador familiar.
Ante la realidad de la familia como sistema de comunicación pueden adoptarse muchas
posturas en función de parámetros que perfilen enfoques teóricos sobre los que apoyan
una determinada acción orientadora. Por ello mismo se hace necesario definir desde ahora
cuál es mi enfoque, aunque su desarrollo tenga que ser desplegado a lo largo de todo el
volumen. En ello queda implícito el concepto que aquí se defiende acerca de lo que debe
ser la orientación familiar. Tal vez sea más clarificador exponerlo en unas cuantas
afirmaciones.
1. El enfoque que postulo es el derivado del hecho de que el proceso de maduración
personal que respalda la familia se asienta en el modo de plantear y desarrollar las
relaciones que vinculan a los distintos miembros del sistema familiar.
2. Tales relaciones configuran, aún admitiendo la diversidad y diferenciación debida a
raíces constitucionales propias de cada individuo en cuanto persona perfectamente
diferenciada, un determinado estilo que explica el modo de progresar hacia la madurez
personal y la integración social en sus distintas modalidades.
3. El planteamiento, por otra parte, se centra en las teorías sistémicas que niegan la
validez o cualquier intento de explicación de un fenómeno -incluido el de la evolución
maduradora del ser humano- como algo aislado.
5. 4. Esto obliga a modificar el modo clásico de observar un fenómeno humano, como es el
de aislarlo de su contexto. Obliga, por ello, a observar el comportamiento y el proceso de
maduración como el resultado de interacciones y circularidades que tienen lugar en el
interior de un sistema. En este caso en el interior del sistema familiar que se analiza y
observa.
5. El planteamiento sistémico que adopto no va a centrar la orientación familiar en el
seguimiento individual de un sujeto concreto que se presenta al orientador como
"problema", sino que va a centrarse en el estudio del "sistema relaciona!" de que forma
parte ese sujeto señalado como conflictivo, difícil o problemático.
6. Consecuentemente a todo ello, el orientador familiar no se conformará con
diagnosticar la situación personal individualizada de un educando, sino que tratará de
profundizar en lo que las apariencias que le muestran los padres o los educadores (ya sean
"comportamientos anormales", "trastornos de aprendizaje", "dificultades de adaptación",
"síntomas de apariencia psicopatológica", "síndromes encuadrados generalmente en la
patología", etc...) tienen como lenguaje cifrado que obedece a un código con el que se
transmite un significado comunicacional en el ámbito de ese sistema relacional concreto.
7. Esto mismo lleva a que el orientador familiar tenga necesidad de verificar una
verdadera conversión personal para salir del terreno de la psicopatología y, mediante una
tarea de despsiquiatrización y despsicopatologización de los fenómenos vistos en un niño o
un adolescente (y vale lo mismo para las conductas adultas), efectúe una nueva descripción
de conductas individuales en términos de relaciones interpersonales plagadas de co-
municaciones simultáneas en diversos niveles.
8. Si la orientación familiar va a ayudar a cada miembro, cualquier problema sometido a
la consideración del orientador en cuanto experto, debe abordarse desde perspectivas en
las que tanto el diagnóstico como el seguimiento o terapia posterior se hagan teniendo en
cuenta los elementos relacionales implícitos en este planteamiento.
9. La familia, desde esta perspectiva, se mostrará como un terreno en el que tienen lugar
determinadas reglas para mantener estilos, introducir cambios o defender posiciones que
se estiman inamovibles.
10. Por ello mismo el orientador familiar ha de ser un experto en descubrir las reglas del
juego sistémico que pone en práctica una familia concreta. La orientación familiar tendrá
mucho de estrategia para actuar sobre tales reglas y modificar la interacción que dificulta el
6. desarrollo personal de sus miembros. Igualmente deberá conocer las técnicas que facilitan
los cambios en la estructura del sistema, si es que con ellos se favorece el progreso de cada
miembro y del grupo familiar como elemento dinamizante de maduración.
Este planteamiento de la orientación familiar discrepa de otras posturas clásicas e
históricamente explicables. Porque el orientador familiar va a manejar situaciones
concretas que admiten distintos enfoques. En cualquier caso se tratará siempre de
situaciones catalogadas como problemáticas y difíciles mientras no se llegue a una
mentalización que haga situar las cosas en un nivel profiláctico más que terapéutico o
reorientador. Y los enfoques posibles tal vez puedan agruparse en dos modos tradicionales
de abordaje:
a) un intento de solución basado en la investigación de raíces bioquímicas y
neurológicas que expliquen el fenómeno que se consulta y sobre el que se desea luz y
orientación. A este enfoque corresponderá en fase posterior una técnica de solución
fundamentalmente basada en recursos farmacológicos y eminentemente organicistas.
Para tal enfoque el problema que afecta a una familia o a alguno de sus miembros parte de
una aceptación implícita de que el conflicto consultado es la consecuencia natural de unos
postulados que hacen ver al sujeto como un verdadero enfermo (1).
b) La búsqueda se funda en el modelo teórico que postula que la raíz de todo conflicto
humano está en componentes de naturaleza emocional. Para tal enfoque lo que se trae a la
consideración del experto obedece a que las vivencias del sujeto afectado han sufrido una
alteración porque la inmadurez que tenía el mismo en el momento de producirse una
determinada experiencia, impidió dar una respuesta sana y significativa. Tal respuesta fue
inadecuada en términos de salud mental y adaptación emocional, produciendo de modo
involuntario e inconsciente un "trauma" seguido de secuelas y huellas que hay que borrar.
Para tal enfoque el sujeto afectado no es un enfermo, sino que es una persona que no ha
sabido o no ha podido dar la respuesta sana que hubiera hecho posible el crecimiento
progresivo de su personalidad a partir de aquella experiencia no integrada. Esta
paralización del progreso personal puede ser temporal y transitoria, dando lugar a
comportamientos de tipo regresivo o, por el contrario, puede desencadenar una
paralización duradera y profunda que ocasiona cuadros clasificables como verdaderas
fijaciones.
7. Las técnicas utilizadas por los seguidores de este planteamiento quedan encuadradas
dentro de las líneas tradicionales en los tratamientos de naturaleza psicoterapéutica en sus
múltiples modalidades. Aquí se ve al sujeto como un ser menesteroso de reestructurar su
actitud ante una realidad interna o externa que se vivió como amenaza y provocó la
paralización de que he hablado.
Sin negar validez a tales planteamientos, y admitiendo honradamente que en no pocas
situaciones hay que recurrir a ellos para encontrar una explicación satisfactoria a
situaciones que nos son planteadas en la consulta de cada día, mi preferencia -y es la que
ofrezco aquí- se inclina por un nuevo modo de otear la realidad que se nos consulta.
El enfoque defendido aquí se centra en el análisis de contexto, porque sin conocer éste no
puede explicarse satisfactoriamente el por qué de una conducta. Por ello no se trata de ver
al sujeto como un enfermo o como un ser sometido a traumas insuperables en un momento
dado de su biografía. Se trata de verlo como una pieza, un elemento, un eslabón del
sistema en que ha nacido, crece y se desarrolla.
El problema consultado hay que tratar de aclararlo considerándolo como el resultado de un
modo de comunicación disfuncional en el interior del sistema. El comportamiento, por tanto,
se contempla desde la óptica de un lenguaje con el que el sujeto que lo padece quiere
expresar algo que no acierta a formular con palabras. O algo que no le es permitido
expresar de modo directo y verbal. Es un lenguaje no-verbal, cifrado, codificado, como ya
se ha dicho.
Desde el contexto relacional y la dimensión sistémica, lo que ven los padres o los
educadores, admite una doble lectura:
a) para los padres o el observador externo…. Una perturbación
b) para el experto desde el nivel sistémico….Un comportamiento adaptado a esa
disfuncionalidad de la comunicación en ese sistema.
De este modo, un niño o un adolescente sometido a la observación del orientador que
acepta tal enfoque no será más un "enfermo", "culpable", "raíz" o "causa" de un problema
que atañe a toda la familia, sino que será una pieza más -y no la única ni la principal en la
mayor parte de los casos- de la cadena que explica el proceso que palpita bajo la
sintomatología clamorosa que se somete a estudio. La conclusión que puede adelantarse
en el mayor número de situaciones es que tal niño o tal adolescente es el "paciente
designado" de un sistema interactivo enfermo y afectado.
8. La orientación, la ayuda, la terapia necesaria no afectará sólo al señalado por los padres o
educadores como afectado por "algo" que tratan de descubrir. Tales tipos de ayuda habrá
que extenderlos también a los señaladores, aunque crean lo contrario y traten de
defenderse de ello por todos los medios a su alcance.
Concepto de Orientación Familiar
Desde el planteamiento hecho anteriormente, puede decirse que la Orientación Familiar
debe ser entendida como el conjunto de técnicas encaminadas a fortalecer las capacidades
evidentes y las latentes que tienen como objetivo el fortalecimiento de los vínculos que unen
a los miembros de un mismo sistema familiar, con el fin de que resulten sanos, eficaces y
capaces de estimular el progreso personal de los miembros y de todo el contexto emocional
que los acoge.
En tal concepto quedan incluidos todos los aspectos y niveles que es preciso delimitar, con
el fin de que ningún área del comportamiento individual quede fuera del influjo del contexto
familiar como factor potenciador de las capacidades existentes en cada miembro.
Por otra parte, no debe limitarse a la consideración de los problemas o situaciones que
afectan a algún miembro en cuanto ser individualizado, sino que ha de extenderse a la
contemplación de todo el contexto familiar en que se sintetiza la dinámica del sistema de
interacción personal entre sus miembros.
Aún más: una situación familiar tomada como objeto de orientación puede colocarse en
distintos niveles. Inicialmente, puede ser una situación correspondiente a la evolución
normal de lo que es el progresivo crecimiento del sistema familiar. Orientar tal situación
sería, por ello mismo, iluminarla a la luz de los criterios de normalidad que corresponden a
cada ciclo vital del crecimiento del sistema. Tal situación será objeto de orientación en el
nivel que voy a denominar educativo. Otras veces la situación sometida a orientación va a
responder a exigencias que, sin dejar de ser normales en cuanto que tienen su explicación
en el mismo proceso evolutivo de la familia, presenta características o matices que la hacen
peculiar. Tal peculiaridad vendrá determinada por ciertas dificultades que no pueden ser
superadas con los criterios normales correspondientes al nivel anterior. Se tratará aquí de
situaciones que precisan un asesoramiento más específico porque la presencia de
variables más sutiles obligan a concretar de modo particular lo que pueden ser criterios
9. generales. Precisan un tratamiento especial. A tal nivel se le va a dar aquí la denominación
de nivel de orientación o asesoramiento.
Finalmente, y la experiencia lo demuestra así, hay situaciones en las que la complejidad de
factores obliga a utilizar procedimientos más específicos. No bastan los primeros de tipo
general, ni los que en segundo lugar se han indicado como especiales. Aquí se trata de
técnicas que se sitúan en lo que puede denominarse terapia familiar.
Por todo ello, y a partir de ese triple modo de considerar el objeto de la orientación familiar,
no hay más remedio que abordar el tema de los niveles en que ésta puede plantearse.
Niveles de la Orientación Familiar
Cualquiera de los ya apuntados, y que inmediatamente serán ampliados, afrontan
situaciones relacionadas con la estructura, dinámica y desarrollo de la familia entendida
como grupo humano. La distinción de niveles obedece a la necesidad de establecer
criterios que hagan posible el crecimiento de los miembros y del sistema total desde la
plataforma de encuentros, comunicaciones y contactos perfectivos que no son idénticos en
todos los casos. A ello se añade que tales objetivos han de hacerse realidad en una vida
compartida que es, a su vez, elemento esencial para la maduración continua del sistema y
sus elementos personales.
Aquí se van a distinguir tres niveles:
a) Nivel educativo de la Orientación
b) Nivel de asesoramiento en la Orientación
c) Nivel de tratamiento terapéutico en la Orientación.
A cada uno de ellos corresponden distintas finalidades, objetivos e instrumentos para su
realización.
a) Nivel educativo de la Orientación
Finalidad
Se trata de proporcionar a la familia los medios adecuados para la realización de su misión
educativa en todos los frentes y objetivos que le corresponden como "grupo primario" en el
que han de tener lugar los procesos que precisan el contacto y la comunicación total con las
figuras significativas para el hijo, ya sea niño, adolescente o joven.
10. Tal orientación, por ello, limita su acción a la formación básica de los padres para que
puedan cumplir una tarea de configurar personas sanas en el contexto que ellos mismos
han de crear y enriquecer. Es, por tanto, un nivel de contenidos mínimos para ser factores
de enriquecimiento global de los hijos.
Objetivos
Pueden indicarse los siguientes:
1. Ilustrar los estadios y procesos del desarrollo personal de los miembros del sistema.
2. Ilustrar los estadios y procesos que debe conseguir la familia como sistema para
proporcionar elementos de apoyo, seguridad y progreso a los miembros de la misma.
3. Aprendizaje de los modos en que debe verificarse el contacto perfectivo entre padres
e hijos para constituir una base sobre la que asentar las líneas fundamentales de la
maduración personal, así como los aspectos específicos de la dinámica familiar normal en
que se concreta tal contacto perfectivo.
4. Aprendizaje de los modos y peculiaridades en que ha de verificarse el encuentro
interpersonal entre los diversos planos del mismo sistema familiar en cuanto que cada
subsistema tiene unas exigencias propias y una dinámica peculiar para ser eficaces.
5. Aprendizaje de los niveles y tipos de comunicación que constituyen un elemento
básico para la interacción humana en el interior del núcleo familiar bien constituido.
Instrumentos para su realización
Es obvio que en este nivel de la Orientación se trata de utilizar instrumentos básicamente
formadores en cuanto que las finalidades y los objetivos no se apartan de lo que es el
núcleo central de la tarea educativa elemental de la familia. Tal evidencia no quita valora los
instrumentos a usar y, lo que es también evidente, hace difícil dar en el centro de las
motivaciones que hagan posible la aceptación de tales medios de formación por paite de los
padres.
Parecen imprescindibles dos caminos sobre los que las modalidades pueden adquirir
múltiples formas: por una parte se trata de poner en práctica las denominadas "escuelas de
padres" con estructuras atractivas y funcionales o, por otro lado, impulsar cuantos resortes
parezcan adecuados para instaurar, como modalidad de la educación permanente de
adultos (E.P.A.), una formación permanente de padres que los sitúe en los niveles
adecuados desde los que den respuestas válidas a sus responsabilidades educativas en el
11. interior de la familia. Como en otro lugar se volverá sobre estos puntos, no es necesario
ampliarlos aquí.
b) Nivel de asesoramiento en la Orientación
Finalidad
En este nivel se pretende ofrecer a la familia criterios de funcionamiento tanto para las
situaciones normales de la dinámica familiar, como para aquéllas otras en las que cualquier
alteración de los procesos o fenómenos normales presenten dificultades que obstaculicen
la consecución de los objetivos educativos y formadores de la familia como núcleo de
convivencia enriquecedora y desarrollo personal.
Se trata aquí de afrontar situaciones de normalidad y situaciones en las que los procesos
ordinarios sufran alguna alteración o desajuste. Por ello mismo va más allá de la formación
básica de los padres. Es una especie de introducción en la comprensión de momentos
evolutivos delicados que no pueden ser abordados con criterios ordinarios.
Objetivos Bastaría indicar dos fundamentales:
1. Ilustrar los procesos y etapas de la constitución del sistema familiar a través del tiempo
mediante la creación de programas adecuados a tal fin.
2. Replantear y formular reglas de intreacción y comunicación que caracterizan los
procesos que acontecen en el interior del sistema.
Ambos objetivos se centran en la familia, sin poner el acento en lo que es la vida personal
de cada uno de sus miembros. Cuanto respalda este criterio ha sido ya expuesto en las
páginas anteriores.
Instrumentos para su realización
En este nivel hay que situar los Servicios o Gabinetes de Orientación de Padres, mucho
más ricos en contenidos y finalidades que los habitualmente puestos en juego. No pueden
reducirse a un contacto superficial y ocasional provocado por motivaciones exclusivamente
centradas en el choque que desencadenan ciertas dificultades polarizadas en el área del
escaso rendimiento escolar. Hay mucho más, ya que la función materna y paterna no se
reduce a un objetivo de control de rendimiento de capacidades. Una vez más hay que
afirmar que lo que se convierte en objetivo de un Servicio no es más que una consecuencia
de otros abandonos no abordados.
12. Junto a tal instrumento -Gabinete de Orientación de Padres- hay que potenciar otra serie de
medios tendentes a plantear en todas sus dimensiones un auténtico Asesoramiento familiar
que no puede limitarse a lo que pasa por las coordenadas padres-hijos, sino que ha de
abarcar lo que atraviesa las que unen a los progenitores en su doble vertiente de
padre-madre y marido-mujer, así como las que afectan a los subsistemas que vinculan a
hermanos entre sí y a todos los miembros del núcleo central de la familia (padres e hijos),
con otros miembros vinculados a la vida familiar por múltiples motivos. Los instrumentos
tendentes a poner en práctica tal tipo de asesoramiento precisan una gran atención y a ellos
habrá que referirse en muchas ocasiones a lo largo de estas páginas.
c) Nivel de tratamiento terapéutico en la Orientación
Finalidad
El fin de este nivel es poner en manos de la familia las técnicas adecuadas para el trabajo
de elaboración y/o reestructuración de aquellos aspectos en los que una alteración
excepcional de los dinamismos del sistema familiar suponga una amenaza seria del
funcionamiento de los objetivos, medios y procedimientos inherentes a las finalidades
propias de la familia como contexto de comunicación y perfeccionamiento humano de sus
miembros.
Es evidente que se trata de situaciones excepcionales a las que hay que responder, por ello
mismo, con medios igualmente excepcionales. Se trataría, en síntesis, de situaciones en las
que hay un cierto deterioro de los mecanismos normales de funcionamiento en el sistema.
La razón de ello está en la necesaria elaboración o reestructuración de algo que ha perdido
su eficacia o su carácter progresivo. Los mecanismos de regresión o fijación que afectan al
ser individual afectan con igual fuerza al sistema familiar. Tal amenaza debe ser combatida
con resortes específicos, una vez determinada su naturaleza concreta.
Objetivos
Dado que en este nivel, y según las condiciones ya establecidas, el "paciente" es el sistema
familiar entero y su modo de interaccionar, los objetivos a tener en cuenta pueden
concretarse en lo siguiente:
1. Ilustrar los cambios y sus estrategias para conseguir romper con los dinamismos
paralizantes del progreso del grupo familiar, así como aprender el modo de imprimir en la
misma dinámica del sistema los elementos capaces de potenciar el crecimiento hacia
metas superiores para el grupo y sus miembros.
13. 2. Enseñar la utilización de resortes adecuados para superar las inevitables visicitudes que
derivan de la evolución de los miembros y de la interacción de los mismos con el sistema y
de éste con el ambiente.
Tales objetivos se centran en hacer posible el progreso de la familia frente a amenazas
cada vez más disgregadoras. Porque la familia se ve desafiada aquí por la exigencia de
cambios y ha de aprender estrategias que aseguren, al tiempo que la evolución adecuada a
unas circunstancias históricas concretas, la estabilidad de un dinamismo que no la
desintegre. Del mismo modo, y por el mismo desafío, ha de aprender a superar, sin
desgarrones irrecuperables, la presión de niveles de aspiraciones provenientes del
ambiente que la colocan en situaciones críticas. La adecuación entre tales aspiraciones y
sus posibilidades reales de respuesta, constituyen el núcleo central del desafío en el que no
pocas familias están actualmente sucumbiendo. Hay también, por todo ello, una verdadera
neurosis de la familia considerada como entidad grupal que está en interacción con un
ambiente y que, ya desde sus mismas posiciones interiores, sufre el incesante golpeteo de
la evolución de las personas que la integran.
Instrumentos para su realización
Cada vez es más evidente la necesidad de ofrecer a la familia Servicios de Terapia
especialmente diseñados para sus necesidades. A la alergia que en no pocos sectores
vinculados a la pedagogía se tiene ante cuanto huela a terapia, hay que decir que no todo
planteamiento terapéutico debe ser rechazado por considerarlo saturado de psicologismo.
Es éste un error que ha paralizado muchas iniciativas y ha bloqueado muy buenas
intenciones.
Quienes desde el campo de la pedagogía nos hemos adentrado en el ámbito de las terapias
no somos desertores de lo pedagógico. Lo que hay que centrar es el sentido exacto de lo
terapéutico desde planteamientos de orientación y ayuda. Y aquí la Orientación Familiar
tiene un campo muy poco explorado.
Por ello, en este nivel, es urgente abordar la implantación de Servicios de Terapia
Relacional al servicio de la Familia con diversos objetivos:
a) Terapia Relacional de todo el sistema familiar.
b) Terapia Relacional del subsistema conyugal o de pareja.
c) Terapia Relacional focalizada en uno o más miembros del sistema, ya sea como
individuos aislados (posibilidad menos frecuente en este enfoque), ya sea como
14. componentes de determinados subsistemas según criterios que se establecerán más
adelante.
d) Terapia Relacional del S.F.O. (sistema familiar de origen) cuando haya necesidad de
ampliar hasta tales orígenes la labor de reestructuración de los dinamismos amenazados.
Hasta aquí llegan los planteamientos del enfoque dado a la Orientación Familiar, el
concepto del que se parte y los niveles en que se plantea.