Está nublado en la capital colombiana y las caras mestizas y los colores sobrios me recuerdan a Santiago de Chile. De hecho, no me siento un extranjero entre la mezcla de ladrillo, vegetación y lluvia.
LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pptx
Cumbia en la misa del Señor de los Milagros
1. Cumbia de los milagros
E
stá nublado en Bogotá y las caras
mestizas y los colores sobrios me
recuerdan a Santiago de Chile.
De hecho, no me siento un extranjero
entre la mezcla de ladrillo, vegetación
y lluvia. Una imagen más cercana a las
ciudades australes de América Latina
que a la selva tropical.
Camino con mi amiga
Adriana, una profesora de
filosofía de una universi-
dad en Bogotá. Estamos
en La Soledad, el barrio de
su infancia. Como en gran
parte de la ciudad, los altos
árbolescircundanlasveredas
irregulares y cada fachada
de ladrillo es distinta a la
siguiente, reclamando su
particularidad.
En Bogotá los nombres
de las calles son números.
En la avenida 29 con calle
39 vemos puestos de comida
en la calle, choclos gigantes
y vendedores de figuritas
de santos. Y mucha gente
en las veredas.
“Me acordé que hoy es
jueves, y el barrio se reúne
a celebrar al Señor de los
Milagros”, me dice Adriana.
“Los demás días las calles
están vacías”.
Estamos en la cuadra de
la parroquia San Alfonso
María de Ligorio, también
conocida como la parroquia del Señor
de los Milagros. Esto por una imagen
de Cristo color oscuro que consagra el
lugar. Como ando en plan antropología-
turístico, decidimos entrar. Son las 7
de la tarde.
En la entrada me pasan un folle-
to con el programa de la misa. En la
primera página tiene cánticos. En la
última dice: “La parroquia no contrata
a nadie para cuidar carros”. Como a
gran parte de los chilenos, mi único
acercamiento al catolicismo fue mi
bautizo al nacer, pero conozco las so-
brias misas que se dan en Chile. Por
eso sigo con mi juego de encontrar
similitudes entre Bogotá y Santiago.
Cuando empieza la misa, de pronto
se escuchan bases bailables grabadas y
la gente, alegre, canta con estos ritmos.
Junto al cura, que anuncia las canciones
ycanta,un“animador”llamaa“batirlas
palmas” y “elevar las manos”, como en
un show de música tropical. Al parecer
es el monaguillo. La canción dice “por
la tierra, el aire y el sol, a ti, el Señor de
los Milagros, gracias te doy”, con una
música rápida, rítmica, energética. Como
cualquier templo evangélico-protestante
del continente.
Hace algunas horas me enteré del
nuevo Papa argentino, del cual sólo sé
que se llamará Francisco. Entonces, me
imagino cómo sería que a través de este
pontífice se latinoamericanizara el ca-
tolicismo. Como en Bogotá, con ritmos
de nuestro continente, con
iglesias italianas diciendo
misa con cumbia, con mate
en vez de vino, con el sincre-
tismo afro-indígena que veo
en las estampitas del tem-
plo San Alfonso brillando
en el Vaticano. Pero como
me pasa a menudo, estoy
soñando despierto.
Adriana me comenta que
en Bogotá el catolicismo se
adapta ante al auge de las
iglesias protestantes, con
reuniones alegres y ritmos
más bailables y engancha-
dores. Que es un fenómeno
que empezó a darse hace
25 años, más o menos, y
cada vez va cobrando ma-
yor fuerza.
A los pocos minutos, nos
alejamos de la parroquia
y cruzamos la calle para
comprar chocolates en Ar-
lequín, un local que existe
hace más de seis décadas.
Los mismos que Adriana
compraba en su niñez.
Oscurece en el barrio La Soledad, a
esa hora justamente de calles solitarias.
Porque, como sabemos, la gente está
en la parroquia, siguiendo el ritmo de
los milagros. n
David Cornejo,
desde Bogotá
90 AMÉRICAECONOMÍA /JUNIO, 2013
línea directa
Un Cristo oscuro
da la bienvenida.