texto argumentativo, ejemplos y ejercicios prácticos
Tiempos de la mitología griega relacionados con un mundo como el de ahora
1. Tiempos de la mitología griega.
En unos parajes inhóspitos y apartados había un castillo, eran tiempos de unicornios, dragones,
centauros (hombres mitad bestia) hombres mitad pájaro, con alas larguísimas que se recogían, por
su agilidad, destreza, soltura y dinamismo, los soldados pájaro eran asignados a ser guardianes del
castillo. Las mujeres y hombres centauro, por su contextura fuerte, pecho ancho, bien formado,
piel dorada, lomo brillante, fuerte, que invita a ser cabalgado, provocando siempre la envidia de los
débiles hombres pájaro. Son mandados a engrosar las tropas tomando la delantera en las batallas,
por lo tanto temidos y respetados. Distante están, las razas de centauros y hombres pájaro.
El castillo estaba protegido por bellas mujeres aladas, que reían y desplegaban sus alas dando
destellos e iluminando las estancias, de blanca piel, ojos azules y su delicadeza, complementaban el
adorno a dichos parajes. Aquel donde la mente queda en blanco y el aire te rosa la cara dando una
caricia amistosa.
Un día, una de estas damiselas se ve mustia y triste, su hogar, que era su orgullo, ha caído en la
deshonra, y la desgracia los invade, no pudiendo ella con la tribulación, huye muy lejos. Por mucho
tiempo, ha pasado construyéndose una coraza protectora para que nadie vea ni sienta su dolor,
cuando estuvo lista, emprende el vuelo de nuevo para ver que ha quedado de lo que un día era
dicha. Un lugar que era hermoso ahora inhóspito y la lujuria de aquellos que no ven por los ojos del
alma.
Faltando muchos kilómetros para llegar, se desvanece de cansancio, al caer, se lastima
fuertemente, sus alas están rotas, las mira y levanta, se tornan amarillentas y maltratadas, trata de
levantarse pero el dolor no se lo permite ¡De pronto! A lo lejos, escucha el trotecillo de un caballo,
levantando la vista ve que es un hombre centauro, trata de esconderse pero el dolor no la deja.
¡Oh no, un centauro! se asusta, estará a su lado en pocos momentos, por su bravura y arrojo
siempre se les ha temido.
¡La ha visto! como un parche blanco en la verde pradera, pero va ensimismado en sus
pensamientos, piensa en su pasado, en sus batallas, todas bien libradas. Se remonta a su juventud,
donde había disfrutado del amor, de muchas jóvenes y mujeres adultas, habían pasado por sus
brazos algunas damas de la corte, sonríe con ímpetu y orgullo, pasando su mano por su frente para
limpiar el sudor ¡Qué tiempos! dijo el orgulloso centauro, haciendo un gesto de complacencia.
Estaba solo, pero su vida le había dejado huellas, y muy lindas por cierto, sus hijos y unos
hermosos nietecitos, que eran su amor, la razón de vivir, por ellos su vida si que tenía sentido.
Se acerca, su aroma masculino se percibe a la distancia, el contoneo de su lomo, su tórax fuerte y
tallado, ella lo mira, su cara es varonil, fuerte, dura, muestra las cicatrices de las batallas, el ceño
fruncido nada denota en la amistad. Ella lo repara de arriba abajo, algo le llama la atención, y le da
un poco de tranquilidad, este centauro no lleva armaduras, ni espadas. Por espada lleva un pincel,
y de escudo, unas lindas rosas.
Sus miradas se encuentran, ni uno ni otro pueden desviarla, sin saber porqué, de adentro,
mutuamente, sale un grito de ¡Te amo! La dureza del rostro, varonil y osco, se torna dulce, el
centauro fuerte y agresivo, se vuelve suave y compasivo, viendo a la bella dama, tan débil y
dolorida, ofrece prestó sus servicios, tomando las aporreadas alas en sus manos fuertes. Ella de
inmediato siente otro tipo de peligro, el hombre cura con ternura cada pluma, pinta y pule las alas
doloridas, mientras ella, con sus mimos, va entrando suavemente en el alma de este amigo, que
como almas gemelas, sienten los vaivenes de las pasiones, hace tiempo dormidas, disimulan cada
uno sus impulsos, mientras sus corazones y sus mentes gritan en unísono ¡Te amo!
Ella oculta que su dolor persiste, está extasiada ante tal fortaleza que hace un bello conjunto, en
que mezcla la ternura y la arrogancia, atractivo francamente maravilloso, la fusión de lo fuerte con
lo suave. Él habla, y sus palabras derrumban las murallas que Iris (así se llama nuestra dama)
había construido. La miel que brota de la boca de Romo el centauro, la embriaga. De pronto,
perdiendo su resistencia, ha dicho a Romo que lo amaba. Romo, que cansado estaba de adularla,
se ve inundado de emociones mil, ella ni hablar, de dulzura está formada, que emoción se siente
2. en el ambiente, la magia de estos dos seres se desborda en elogios y elogios mil, ella lo mira, lo
admira, y piensa, volver a vivir? volver a levantar sus alas al viento? sin miedo? sintiendo que
alguien la respalda, era sencillamente, un regalo del cielo, este hombre que la amaba, y en su
éxtasis de amor, ella quiere creer tal situación que no había imaginado. Le dice a Romo con
sonrojado rostro ¡Dime amado que me amas, grita fuerte! ¡Quiero que tu grito penetre en mis
oídos e inunden mis sentidos, inunde todo mi ser para sacar las dudas que me embargan! ¡Oh
emoción inexplicable! olvidando la cordura, permite a su protector, en esos momentos su todo, que
la ame. Por unos instantes, el amor puro y verdadero inundó tales praderas. Los grillos, sapos,
mariposas y todo ser viviente calló ante tan sublime emoción. Fue efímero, pues tan sublime ha
sido su dicha, como también su dolor.
Los sueños desbordantes de Iris que salta haciendo fiesta con sus alas, embriagando a este
hombre con su néctar de miel y de emoción, de alegría ¡Tanto tiempo! decía ella negándose al
amor, y estaba ahí ¡Enamorada!
Tanta euforia fue asfixiante para Romo, acostumbrado a la rutinaria, a la falta de emociones, era
inaudito que dicha dama volara de nuevo, las dudas se apoderaron del galán, que tierno y noble
luchaba contra la desconfianza y el miedo, miedo que ella también tenía, estos sentimientos se
apoderan del guerrero, y decide que no es necesario que aquella dama volase, que con estar sana
bastaría, ella que no adivina sus pensamientos, sigue asfixiándolo con su euforia, abraza y besa sin
descanso, embriagándose con su amado, qué lejos, de lo que él pensaba.
Él, tomando unas tijeras, recorta las plumas de las alas que con tanto amor había pulido, ella llora,
se arrepiente de haber mostrado miedo, de haberlo asfixiado, ha debido calmarse, como él se lo
decía, que despacio, con calma, pero ella loca y desbordante, alardeó muy pronto su dicha efímera
encontrada. Estaba acostumbrada a expresarse, que todas las suplicas fueron banas, él con mucho
dolor, pues su amada tenía la dulzura que siempre había añorado. La amaba, no había duda, pero
el miedo y la desconfianza lo embargaron, ella con dos lagrimas rodando por sus mejillas, se llena
de fuerza, y calla, solo lo observa y piensa, él trata de secarle el rostro, pero ella lo esquiva, ya la
herida está abierta, mas tarde sanará y seré más fuerte, dice ¡Adiós mi amado musculoso, hubieses
podido conocerme! Empezaré de nuevo a protegerme, con coraza y muralla, con todo ¡Adiós
centauro!
La naturaleza es hermosa el por qué esta, mal dañarla aquella casa nuestra que ni respetamos
ahora esto lleno de lujuria de edificios, electricidad de personas incapaces de creer que ya no habrá
un mañana. Por el mero hecho de la pereza y comodidad se afectan a ellos mismos solo es una
forma este cuento por la que miras por otra ventana y te enfrentas a una realidad incierta y
efímera en este ejemplo el centauro se deja remolcar de sentimientos ilícitos tal como nos dejamos
remolcar cuando nos da pereza y simplemente encontrar la salida más fácil.
Este hermoso tiempo donde la cabeza y los sentidos aducían libres por donde no habían
preocupaciones solo vida a tu alrededor tiempos de la mitología griega cuando tanta pereza y
lujuria no existían.
La certeza y la razón dos grandes amigas úneteles y se un buen beneficiario de nuestro lugar
nuestro entorno la casa de todos aquel lugar que nos relaja y nos acoge en sus hombros dándonos
un consuelo