El documento describe la resistencia de mujeres migrantes en España ante la crisis de la deuda hipotecaria. En 2013, 15 mujeres lideradas por Doris Pérez ocuparon un edificio vacío en Salt, Girona para exigir viviendas de alquiler social. Vivieron de forma comunitaria durante meses, enfrentando la oposición de las autoridades. Finalmente lograron que las familias fueran reubicadas en viviendas con alquiler accesible, demostrando la poder de la organización y solidaridad femenina.
Pronunciamiento de Mujeres en defensa de la Ley 348
4° Edición Boletín Sindical - Parte 3
1. siendo militantes de la izquierda,
sindicalizándose y preocupándo-
se por las desigualdades sociales.
La socióloga Teresa Valdés afirma
que estas mujeres se convirtie-
ron en políticas y organizadas,
pasando por períodos de clan-
destinidad y de labor silenciosa.
Ellas son las que pasan a formar
la AFDD por la necesidad de en-
contrar a sus familiares desapa-
recidos, ante la nula respuesta
del SENDET (secretaría nacional
del detenido). Su búsqueda las
hacía recurrir a centros de tortu-
ras, Vicarias, cárceles y hospitales.
Detrás de la primera cueca sola
bailada por Gabriela Bravo, aquel
8 de marzo en la conmemora-
ción del día de la mujer, es po-
sible encontrar no sólo el pro-
ceso histórico recién expuesto,
sino que se expresa un mensaje cla-
ro sin necesidad de hablar, donde el
dramaylasoledadsehacenpresente.
Donde el lamento y la desolación
toman fuerza en la vida de cada
madre, esposa, hermana, compa-
ñera y amiga que quedó viva tras
la desaparición de su ser querido.
Es la resignificación de este baile
un acto de protesta, pero además
es muestra de empoderamiento,
ya que la mujer al no tener “quien
la conquiste” transmite median-
te su danza en soledad, el senti-
miento que ha quedado tras la
incertidumbre de no saber qué
ha pasado con su desaparecido
(1) https://www.antiwarsongs.org/canzone.php?id=48152&lang=en
(2) https://elpais.com/diario/2011/08/20/in-
t e r n a c i o n a l / 1 3 1 3 7 9 1 2 0 8 _ 8 5 0 2 1 5 . h t m l
En un tiempo fui dichosa
apacibles eran mis días,
más llegó la desventura
perdí lo que más quería.
Me pregunto constante,
¿dónde te tienen?
y nadie me responde,
y tú no vienes.
Y tú no vienes, mi alma,
larga es la ausencia,
y por toda la tierra
pido conciencia.
Sin ti, prenda querida,
triste es la vida.
CUECA SOLA
Aunque desde los partidos se profe-
saba las ansias de llegar a un mun-
do igualitario, donde mujeres y
hombres lucharan codo a codo, el
rol de muchas de ellas en los par-
tidos se limitaba a servir la once y
criar nuevos hombres revoluciona-
rios, trabajo no remunerado que
históricamente ha sido relegado
a lo femenino. Cabe destacar que
la inclusión a la mujer militante
se hacía desde la propia mascu-
linidad, es decir mientras más se
comportara como hombre la com-
pañera, mejor. “No parecía nece-
sario tratarlas de forma diferente,
porque para lograr la igualdad su-
ponían que bastaba con incluirlas,
aunque esa inclusión fuera amol-
dándose a las características del
guerrero, universal-masculino.” (2)
Lo anterior manifiesta que las
mujeres se involucraron en el
proceso de politización chileno
Memoria/11 CARMELA JERIA Junio/2020
2. La resistencia mancomunada de las mujeres
en la ocupación del Bloc de Salt por. E.V.P
Afinales del 2007, España
experimenta una frenada en el au-
mento sostenido del precio de la vi-
vienda que había tenido en los años
anteriores. El precio de las casas y
departamentos se incrementaba
anualmente, hasta entonces, al me-
nos en un 10%, por lo que el sec-
tor inmobiliario se veía como una
inversión segura y sostenida en el
tiempo, atractiva al capital y la es-
peculación empresarial. Se constru-
yeron departamentos rápidamente
a diestra y siniestra, dada la renta-
bilidad no importaba mucho la de-
manda real, sino producir el bien
“inmueble” en la mayor cantidad y
tiempo posibles. Ante la necesidad
básica de hogar, y el incremento
explosivo de su precio, las familias
compradoras adquirían crédito hi-
potecario, pues comprar al contado
a ese precio era ilusorio. Llegó un
momento en que ni siquiera a través
de este crédito se podía costear el
precioexorbitantequehabíanalcan-
zado. Las ventas frenaron, también
la construcción. Como proliferó el
trabajo en el sector inmobiliario,
esta baja de demanda laboral con-
llevó un aumento repentino y drás-
tico en el desempleo, arrastrando
toda la economía con ella. Ya no
había con qué pagar las cuotas de
los créditos hipotecarios, pues en
algunos casos no había para comer.
El gobierno español fue al rescate,
no de la clase trabajadora, sino de
los bancos; en nombre de la eco-
nomía y su salud. ¿Cómo respon-
dieron las entidades bancarias?
Cobrando hasta las últimas conse-
cuencias, sin miramientos, a todo
deudor. Comenzaron las llamadas
telefónicas, amenazas, demandas,
subastas y por último, desalojos,
todo en medio de la peor crisis
económica que el país ibérico ha-
bía experimentado en las últimas
décadas. Se acumularon cientos,
miles de casos de trabajadoras, fa-
milias que quedaban en la calle,
impotentes ante la reacción ban-
caria apoyada por todo el aparato
estatal. La crisis golpeó especial-
mente a las personas migrantes,
quienes no cuentan con red de
apoyo familiar en el país extranjero.
Fue el caso de Doris Pérez, compa-
triota que en el 2011 se vio de la no-
che a la mañana con una deuda del
departamento en el que vivía que
no podía pagar, en plena crisis. “El
conflicto de la hipoteca llegó junto
a otros problemas. En muy poco
tiempo me separé de mi otrora es-
poso y además me diagnosticaron
un caso complicado de hipertiroi-
dismo”. Pensando qué hacer ante
el inminente desalojo, se encontró
con un aviso que llamaba a reunión
a todas las personas que tuvieran
este problema. Era la primera re-
unión en Girona que sondeaba el
número de personas con problemas
hipotecarios. “La mayoría eran mu-
jeres migrantes, principalmente de
países africanos. Los hombres en
general no reaccionaron ante esta
crisis, fueron introspectivos. Que-
daron paralizados ante la impoten-
cia de no cumplir su supuesto rol de
proveedor familiar”, asegura Doris.
A partir de esta reunión se generó
un nuevo nodo de la organización
de resistencia PAH, Plataforma de
Afectados por la Hipoteca, agru-
pación española creada para ha-
cer frente a la grave problemática
habitacional que generó la explo-
sión de la burbuja inmobiliaria.
Memoria/12 CARMELA JERIA Junio/2020
3. Así comenzó una convivencia in-
tercultural de mujeres migrantes y
sus familias, quienes compartieron
una vida comunitaria durante la
ocupación. “Lo mejor de la expe-
riencia de la ocupación fue la con-
vivencia intercultural. Nos turnába-
mos en la cocina comunitaria por lo
que había preparaciones de distin-
tos países todos los días, los niños
jugaban y estudiaban juntos. Había
total compromiso y solidaridad
entre nosotras, nadie se iba de allí
hasta que se consiguiera el objeti-
vo del alquiler social”. Otro cambio
radical que observaron durante su
convivencia fue la mejora de su sa-
lud psíquica. Habían sido meses (y
años en algunos casos) de angustia
por la persecución bancaria y falta
total de apoyo frente al desalojo de
sus casas. Cultivaron un huerto en
los terrenos del edificio y criaron
gallinas. Contaron con el apoyo de
varias organizaciones sociales que
vieron en la ocupación un eje de re-
sistencia y visibilidad del drama que
muchos habitantes de España esta-
ban viviendo, nunca había ocurrido
un hecho similar con anterioridad.
Sin embargo, no todo fue fácil.
Desde un inicio contaron con la
resistencia total de parte del alcal-
de municipio de Salt, Jaume To-
rramadé, quien indolente frente
a la problemática solo deseaba el
desalojo inmediato del Bloc. Más
de una vez amenazó con el des-
alojo y fue totalmente intransigen-
te con las demandas esgrimidas.
“En una ocasión iban a cortar el su-
ministro de agua del edificio, por lo
que llegó un operario de la empre-
sa junto a un piquete policial que
resguardaba la llave de paso. No sé
cómo pero me escabullí del cerco
policial y me senté en la cañería que
iban a soldar hasta que se fueron, no
me pudieron sacar. Esa noche con-
seguimos taparla con cemento, por
lo que no lo volvieron a intentar”.
Pasaron los meses y ya había una
acción judicial avanzada para des-
alojar el bloc. Se fijó una fecha para
desarmar la ocupación: 16 de octu-
bre de 2013. Ante la negativa de la
jurisdicción española de frenar tal
acción, La PAH recurrió al tribunal
europeo de derechos humanos. El
día del desalojo, se convocó a todo
miembro de la PAH para detenerlo
como diera lugar. Cientos de per-
sonas se dieron a la cita afuera del
Bloc de Salt, felizmente para recibir
la mejor noticia posible. El tribunal
de Estrasburgo ordenó al gobierno
español detener el desalojo, por lo
que la ocupación continuaría am-
parada en una resolución del tribu-
nal europeo, al menos de momento.
Para detener la ocupación, la au-
toridad terminó por aceptar la de-
manda principal, las familias fueron
reubicadas en hogares con alquiler
social, tal como había sido pedido
antes de tener que llegar a la toma
del bloc, durante los primeros días
de diciembre de 2013. “Fue bonito
ver que las propias afectadas pudi-
mos reunirnos y buscar en grupo
una solución al problema, sin recu-
rrir a la caridad, sino a la dignidad”.
Incapaces de pagar la deuda del
crédito, sin mayor red de apo-
yo ni recursos, decidieron to-
mar una acción más radical fren-
te a la necesidad básica de techo.
Las compras de inmuebles bajaron
notoriamenteduranteestetiempo,
sin embargo los bancos preferían
desalojar a las personas deudoras
de sus hogares y mantener edifi-
cios completos vacíos que adoptar
medidas de apoyo, por lo que no
era raro que existieran edificios
completos vacíos de propiedad
empresarial mientras las familias
quedaban en la calle. Todo perfec-
tamente amparado en la legalidad.
Es así como en semana santa de
2013, Doris y 14 mujeres más de
la organización, en su mayoría
migrantes con hijos, se tomaron
15 departamentos de un edificio
del municipio de Salt, en la pro-
vincia de Girona, que fue conoci-
do como la ocupación del Bloc de
Salt. Este complejo llevaba 3 años
vacío. Se asignó un departamento
para cada familia y dejaron uno co-
munitario, como comedor y lavan-
dería, además del lugar de encuen-
tro. La consigna era una: reubicar
a las familias en hogares pagando
un alquiler social, es decir, una ren-
ta proporcional a sus ingresos que
les permitiera tener seguridad y es-
tabilidad en el goce del derecho a
vivienda, inclusive durante los pe-
riodos en que no pudieran pagar.
16 de octubre de 2013, Amplio apoyo a la toma en el día del desalojo
Memoria/13 CARMELA JERIA Junio/2020
4. ¡DE LA CALLE A LA OLLA!
Han pasado casi tres me-
ses desde el 8 de marzo, día en
que millones de mujeres salimos
a gritarle al mundo entero que
somos nosotras quienes ocupa-
mos la primera línea contra el
modelo neoliberal chileno y su
sistema capitalista. Nos encontra-
mos, nos empiluchamos, nos emo-
cionamos. Y no solo por la alegría
que genera la protección de estar
juntas, sino también por la rabia
que nos sigue generando el esta-
do opresor expresado en todos los
tipos de violencia dirigida a los
cuerpos de mujeres y disidencias.
Pasamos de la euforia del 8 y 9 de
marzo al silencio e incertidumbre
que trajo la pandemia y, con ello,
una especie de letargo que nos per-
mitió decantar lo vivido, darle valor
a la inacción y menguar las emocio-
nes. Pero bastaron un par de sema-
nas para volver a ponernos de pie,
si no nos ha paralizado la violen-
cia histórica, menos lo hará hoy.
Somos ahora, nuevamente, las pro-
tagonistas: levantando ollas co-
munes, juntando los recursos para
financiarlas y cortando cada una
de las verduras que se cocinan al
fuego del amor que nosotras sa-
bemos ponerle al plato cuando
se trata de necesidad y hambre;
volvimos a activar los espa-
cios de organización territo-
rial, las asambleas, juntas de ve-
cin@s y los espacios feministas.
Aprendimostantodelarevueltade
octubre,quenonossoltaremosmás.
Las energías que por sí solas tene-
mos, se multiplican, desbordan y se
vuelven infinitas cuando estamos
juntas y organizadas. Haremos todo
con tal de no permitir el hambre,
no dejaremos que el pueblo pague
por esta crisis y la necropolítica de
este gobierno. Vemos profesoras de
comunas abandonadas por el Es-
tado organizando equipos de tra-
bajador@s completos, levantando
campañas de abastecimiento por
redes sociales, viviendo la impo-
tencia de un sistema educacional
injusto y desigual; vemos a las tra-
bajadoras de la salud, resistiendo
y sufriendo la pandemia de forma
directa, con el miedo permanente
de llevar el virus a sus casas; tam-
bién vemos a trabajadoras de casa
particular cruzando Santiago para
asistir a empresarios y poderosos
en las labores de cuidado y repro-
ducción, exponiendo sus cuerpos
diariamente porque es la única for-
ma de sobrevivir, paradojas del ca-
pital, injusticias de la modernidad.
Pero no romantizaremos la crisis
sociosanitaria y la vital acción que
realizamos como una primera lí-
nea transversal a todo acto político.
El amor que ponemos es un acto
revolucionario, pero es importan-
te mantener la claridad que somos
población explotada más allá del
ámbito público: somos mujeres que
deben volver a casa a continuar con
la extensión de la jornada laboral,
horas extras no remuneradas solo
por el hecho de ser cuerpos feme-
ninos útiles al sistema capitalista
patriarcal; somos mujeres migran-
tes, originarias y afrodescendien-
tes buscando alternativas laborales
en un sistema económico que nos
discrimina constantemente; somos
mujeres que hemos debido adecuar-
nos a la normalidad del teletrabajo
y ver en nuestro cotidiano cómo el
trabajo asalariado y la labor domés-
tica se convierten en un ojo castiga-
dor que nos obliga a mantenernos
esclavas dentro de nuestros propios
hogares. Doble jornada laboral, mi-
tad de remuneración. Somos muje-
res que vivimos la desigualdad de la
crisis en todas sus formas posibles.
Si bien sabemos que contamos con
la fuerza para afrontar esta pan-
demia, la cuarentena nos obliga
a repensar el rol tradicional sexo-
genérico que se nos ha impuesto.
No estaremos más tras el velo del
rol protector preocupadas, incluso,
de mantener el Covid 19 alejado de
nuestros hogares, de ser madres,
profesoras, cuidadoras y dueñas
de casa; no dejaremos que el capi-
tal se siga apropiando de nuestras
cuerpas, diciéndonos qué hacer.
Que nuestra historia y la Revuelta
de octubre nos recuerde que hemos
sido, somos y seremos la primera lí-
nea de toda acción política y social,
porque estamos en el frente de toda
trinchera, porque el futuro será fe-
minista y antirracista o no será.
por: Colectivo La Bailarina
Ilustración: Lolo Góngora,
frontis GAM, diciembre 2019
Opinión/14 CARMELA JERIA Junio/2020
5. MUJERES
MIGRANTES
POBRES
INDIGENAS:
elementos para
la violencia
por. Luz Vidal Huiriqueo
Presidenta SINTRACAP RM
Desde nuestro sindicato
SINTRACAP Región Metropolita-
na hemos estado dando la lucha por
visibilizar las demandas de nuestro
gremio, en esta situación de pande-
mia, a través de diversas metodolo-
gías: redes sociales, prensa escrita,
cartas al Parlamento y a la Presiden-
cia de la República, interponiendo
un recurso de protección contra
uno de los dictámenes de la Direc-
ción del Trabajo, incluso saliendo
a la calle el 1 de mayo, enviando
solicitudes de pronunciamiento a
organismos internacionales como
ONU Mujeres y a la Organización
Internacional del Trabajo; pero pa-
reciera ser que nada es suficiente,
ya que aún nos encontramos sin lo-
grar mucho, o logrando casi nada.
Las medidas económicas que este
gobierno ha implementado siguen
invisibilizando a este grupo de
trabajadoras, que en Chile corres-
ponde al 12% de la mano de obra
femenina, con un total de aproxi-
madamente 360.000 trabajadoras
en el país y una taza de informali-
dad de un 53%, según lo informa-
do por el INE a marzo de este año.
Como dirigentas actuales de SIN-
TRACAP nos preguntamos tam-
bién si es que son los factores enun-
ciados los que hacen que muchas
de nuestras compañeras no quieran
reconocerse como trabajadoras de
casa particular (TCP), porque al
igual que las mujeres que son gol-
peadas, ellas sienten vergüenza de
la realidad que viven, pero siguen
permaneciendo en ese círculo. Mu-
chas creen “que son parte de las
familias” y les cuesta reconocerse
como trabajadoras con deberes,
pero también con derechos, y esta
pandemia les ha mostrado su dura
realidad; compañeras que han
prestado servicios durante 7, 9 o
14 años a una familia fueron des-
vinculadas o vieron con pesar que
al no haber solicitado la formali-
zación de su trabajo quedaron en
absoluto desamparo, otras tantas
ven con normalidad el trabajar los 7
días de la semana, con la excusa de
“cuidarlas para que no se contagien”
y, quienes no acatan esa situación,
deben dejar sus puestos laborales.
La tasa de trabajado-
res sindicalizados es baja
en muchas areas laborales del país,
pero si quienes pertenecen a este
gremio comprendieran el poder
que se puede alcanzar al tener un
movimiento sindical fuerte y la
forma en que, con ello, se está pre-
sente en puestos claves de la orga-
nización nacional, no tendríamos
que seguir limosneando por dere-
chos que todos los trabadores tie-
nen. Cabe recordar que este gremio
alcanzó la igualación del sueldo al
ingreso mínimo mensual recién
el año 2011, antes de eso era legal
pagar el 70% del sueldo mínimo;
asimismo, que aún no tenemos de-
recho a seguro de cesantía; nuestras
jornadas laborales son mucho más
extensas que la norma general; no
tenemos derecho a fiscalización de
las condiciones laborales en las que
trabajamos, ya que la constitución
lo impide; existe la multifuncionali-
dad de tareas y aún así nuestro suel-
do promedio mensual se encuentra
muypordebajodelrestodelosotros
trabajadores del sector privado.
Por estos motivos y por la reali-
dad que nos ha tocado vivir en
los últimos meses es imperante
que las compañeras entiendan
la importancia de estar sindica-
lizadas, y las que lo están se ha-
gan conscientes de que su rol es
más que ser un simple espectador
de la realidad que viven o, más
bien, de la brutalidad que se sufre.
Faith Ringold / The Flag is Bleeding
Opinión/15 CARMELA JERIA Junio/2020