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Las partes de una iglesia y los modelos dimensionales
1. Semana 5 · La arquitectura religiosa actual
Las partes de una iglesia y los modelos dimensionales
Iglesia de Santa María Alvaro Siza, Marco de Canaveses (Portugal), 1994/96; bocetos
2. En esta lección estudiaremos dos cosas: los principales tratadistas que
durante el siglo XX han abordado el tema de la arquitectura religiosa entendida
como problema dimensional (Neufert, Cornoldi, Bérgamo, Plazola, etc.), y
sobre todo, las partes que tiene una iglesia.
Desde la época post-tridentina, cuando el arzobispo de Milán san Carlos
Borromeo publicó sus famosas Instructiones Fabricae et Supellectilis
Ecclesiasticae, escritas poco después de 1572, son muchos los lugares donde se
dice cómo hay que construir una iglesia.
La novedad del siglo XX es la aparición de los tratados dimensionales: cuanto
tienen que medir las cosas —los espacios, los objetos— para que se puedan
usar con comodidad. Las medidas se tienden a normalizar, de acuerdo a la
ergonomía, o relación con el cuerpo humano.
Estas medidas se encuentran en tratados generales como el Ching (aunque con
algunos errores de concepto) y en tratados sectoriales, como el Neufert, Plazola
o en estudios específicos como el de Apollonj-Ghetti o Bergamo.
4. Se puede comprobar cómo existe un cierto paralelismo entre los tratados
dimensionales y el clima generado por la autoridad eclesiástica en un
determinado territorio.
Así, Neufert —entre muchas otras razones, ya que ha sido reeditado decenas de
veces— se nutre de los esfuerzos de la Conferencia Episcopal Alemana por
orientar la construcción de nuevas iglesias tras la II Guerra Mundial.
Apollonj-Ghetti se hace eco del trabajo de la Santa Sede en la época que va de
los pontificados de Pío X a Pío XII, justo antes del Concilio Vaticano II.
Bergamo intenta traducir en esquemas las indicaciones de la Conferencia
Episcopal Italiana de 1993 y 1996, las más influyentes en Europa en la
actualidad.
Y Plazola, curiosamente, incorpora las lecciones del sacerdote mexicano fray
Gabriel Chávez de la Mora, que estudiaremos con más calma en una lección
aparte.
Todos ellos tienen sus particularidades y sus prioridades. Son parecidos,
pero también muy diferentes.
5. Datos esenciales en el proyecto de iglesias Bruno Apollonj-Ghetti, Italia, 1952
9. Arte de proyectar en arquitectura Ernst Neufert, Alemania,
2007 (1936)
10. La otra cuestión que veremos aquí son las partes de una iglesia. Conviene
repasarlas con detenimiento, pues cada una de ellas posee un simbolismo
propio, que va más allá de su estricta funcionalidad.
El simbolismo es un tema delicado, porque siempre es susceptible de
exageraciones. Por eso, vamos a apoyarnos en los comentarios del padre
portugués Nuno Higino, que encargó a Álvaro Siza la construcción de su
iglesia en Marco de Canaveses, una pequeña villa cercana a Oporto.
Es una iglesia que ha sido muy premiada, que conozco personalmente y que
aprecio mucho. Pienso que sin ser perfecta —no hay una única solución para
edificar un templo cristiano—, se trata de uno de los mejores ejemplos que
puede estudiar cualquier arquitecto que pretenda construir una iglesia en la
actualidad.
12. Para quien entra en la ciudad, esta es la primera fachada que ve.
Comparándola con la fachada opuesta, la principal, esta es más dócil y airosa
dadas sus formas curvilíneas y la diferencia de altura de sus diversos
volúmenes.
Orientada a una zona de paso y de entrada, tiene un impacto visual inmediato y
sorprendente. El ojo de luz rectangular provoca, desde el primer momento, una
pregunta: ¿Qué habrá dentro de ese enorme volumen blanco?
No está mal que una iglesia plantee a quien llega una especie de enigma que el
viajero o visitante podrá descifrar, buscando la entrada del edificio. Ni siquiera
hay una cruz en la parte superior, como es habitual en todas las iglesias.
[Padre Nuno Higino]
13. La planta El centro parroquial (izq.) y la iglesia (der.). La iglesia tiene una cripta mortuoria a la que se accede desde la fachada nordeste.
15. Es la fachada principal de la iglesia. Su orientación es fundamental: se abre a
una zona de paso [el atrio], a un barrio de viviendas, a un instituto, a una
guardería y, en el futuro, a un centro parroquial. Su aspecto de fortaleza
abierta le confiere, por un lado, un aspecto acogedor y, por otro, recuerda al
creyente que la Iglesia es un refugio seguro.
En una lectura rápida, encontré en el libro de los Salmos dieciocho fragmentos
que expresan esa idea. Citaré tan sólo uno: «Señor, sé para mí una fuerte roca,
una casa fortificada que me salve, pues mi roca y mi muralla eres Tú» (Salmo
31, 3-4).
[Padre Nuno Higino]
17. Al mirar la enorme puerta recordamos inmediatamente las palabras de Cristo.
«Yo soy la puerta. Si alguien por mí entrare se salvará, y entrará y saldrá y
hallará pasto» (Juan 10, 9).
Jesucristo es el mediador, el sacramento, el lugar de paso del hombre hacia
Dios, la frontera donde se encuentra el sentido. En el Antiguo Testamento
aparece la misma idea. «¡Alzad, oh puertas, vuestros dinteles! ¡Levantaos,
eternos portales, para que entre el Rey de la Gloria!» (Salmo 24, 7).
Esta no es, por consiguiente, una puerta común. No está hecha a medida
humana, sino a medida de Aquél que la habita. Es alta, noble y con un enorme
peso en la fachada del edificio. Es una frontera entre lo profano y lo
sagrado, entre lo disperso y lo simbólico, entre la evidencia y el misterio. Es
un paso al lugar donde Dios habita, un espacio de tolerancia.
Quien traspasa esta puerta debe saber cual es la medida de la tolerancia: no
demasiado ancha, pero suficientemente alta.
[Padre Nuno Higino]
21. Quien atraviesa la puerta preparándose para entrar en la iglesia, tiene a su
izquierda una pantalla donde se proyecta la memoria del nacimiento de los
cristianos a la Iglesia: la roca donde brota el agua del bautismo para bautizar
(…).
En la entrada, en un espacio separado que se puede ver desde fuera pero al que
sólo se puede acceder de dentro, está el agua brotando de la roca, y recordando
a los fieles la fuente que los engendró a la vida. El agua brota sin parar,
resbalando por la piedra de mármol y produciendo un rumor sutil.
La pila bautismal es un pozo de luz. El revestimiento de todo el espacio con
azulejos le proporciona una claridad sonora y una sonoridad clara. Así,
cuando se celebra el sacramento del bautismo no se hace difícil recordar el
propio bautismo de Cristo, tal como sucedió según el relato de los
evangelistas: «Bautizado Jesús, salió luego del agua, y he aquí que se abrieron
los cielos y vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él,
mientras una voz del cielo decía ‘Este es mi hijo amado, en quien tengo mis
complacencias’» (Mateo 3, 16-17).
[Padre Nuno Higino]
27. Cuando se cruza la puerta, aparece ante nosotros una ‘caja vacía’. Notamos
entonces, con la tranquilidad, el orden, la luz. Este es un momento de
desconcierto: una iglesia vacía, desnuda, blanca. Una imagen muy diferente de
lo que esperábamos. Sin embargo, cuando se es humilde, recompuesto de la
impresión inicial, llega el momento de la reflexión y de la duda: ¿ésta es una
buena imagen de la iglesia de Cristo?
(…) La Iglesia ha asumido durante demasiado tiempo un estatuto dominante y
triunfalista, no ha tenido demasiada libertad para anunciar el Evangelio y ha
estado poco disponible para servir. Ha sido prisionera de su esplendor: «Aquel
que se despoja es libre». A la iglesia le conviene despojarse.
El orden, el despojamiento, la luz. Cada cosa está en su sitio de una manera
natural y justa: cada material, cada objeto, cada lugar. Dios es el orden y el
ordenador, Aquél que nos libera del caos. Y esa liberación, aunque no sea
esencialmente estética, también lo es.
La nave es una ‘caja vacía’ llena de orden y de luz: luz en la mirada y luz en
el alma; luz de anunciación y de respuesta.
[Padre Nuno Higino]
28.
29.
30. Los bancos o las sillas
[Características del espacio litúrgico. Maurizio Bergamo, 1995]
31. Esta iglesia, tal como fue diseñada, con la transparencia y la ligereza de su
espacio interior, soportaría malamente el peso de los típicos bancos de iglesia.
Así se salvaguardó la fluidez del espacio y su intencionalidad.
Por otro lado, sin impedir la unidad de la asamblea, peregrinando a Jerusalén
desde lo alto, el asiento individual favorece la identidad de cada uno de los
fieles tantas veces menospreciada en favor de un concepto de Iglesia demasiado
masificada.
Finalmente, esta silla es un asiento ligero, claro, funcional (con reclinatorio
incorporado) y seguro (a pesar de su apariencia frágil). En su perfil, insinúa
discretamente la inclinación del que reza.
La opción de la silla es uno de los casos en los que el arquitecto tenía razón
frente a la opinión general de las personas, incluyendo la del párroco, que
inicialmente no estaba de acuerdo con ella, pero que luego, sin embargo,
reconoció que no podía ser de otra manera.
[Padre Nuno Higino]
36. La palabra ‘presbítero’ significa etimológicamente ‘anciano’ o ‘jefe de la
comunidad’. En un sentido restrictivo, el presbiterio es el lugar reservado a
aquél o a aquellos que preside(n) la comunidad.
En el caso de esta iglesia, el presbiterio es toda el área un poco elevada en
relación a la nave que se localiza en el extremo noreste. Este desnivel se
consigue a través de tres peldaños.
Entre la nave y el presbiterio hay una relación muy estrecha que, no obstante,
no puede destruir la alteridad característica de la relación humano-divina. Sin
duda, la liturgia ilustra de manera ejemplar esa alteridad. Cristo preside la
comunidad bajo la mediación del presbítero.
El presbiterio es, de alguna manera, la cabeza; y la nave, el cuerpo (…).
Detrás del altar hay dos aberturas que lo prolongan. Ese eje de comunicación
está claramente señalizado: la puerta tiene tres metros de anchura, la misma
medida que el pasillo central, del altar y de las aberturas que lo ensanchan al
infinito...
[Padre Nuno Higino]
41. Según una definición aceptada y respetada por todos, una iglesia es ‘un espacio
interior centrado en el altar’. El altar es, por lo tanto, el elemento
fundamental del espacio sagrado cristiano. A pesar de que a partir de la
Edad Media se hubiese considerado el altar en casi todo momento como un ara
de sacrificio, una visión reductora, modernamente se ha recuperado su
significado de ‘mesa del Señor’, acercándonos a la Última Cena y a la
institución de la Eucaristía.
El Ritual de la Dedicación lo dice claramente: «Toda la dignidad del altar
reside en el hecho de ser la mesa del Señor» (n. 5). Y antes: «En el altar se
celebra el memorial del Señor; por eso, los escritores eclesiásticos vieron en él
una señal del propio Cristo, por lo que se dice que el altar es Cristo» (n. 4).
Llegando a este punto, encontramos una buena síntesis de lo que realmente es
el altar cristiano: el altar es Cristo. «La piedra que rechazaron los
constructores ha sido puesta como piedra angular» (Salmo 118, 22).
La piedra angular es la piedra de apoyo de todo el edificio que es la Iglesia.
Cristo es esa piedra.
[Padre Nuno Higino]
45. «La dignidad de la Palabra de Dios requiere, en la iglesia, un lugar apropiado
para su proclamación. Hacia ahí debe converger espontáneamente la atención
de los fieles durante la Liturgia de la Palabra» (Instrucción General del Misal
Romano [1975], 272).
El ambón es el lugar de proclamación de la Palabra de Dios.
El uso, después del Concilio, de lecturas bíblicas abundantes y variadas en
lengua vernácula, ha influido de manera decisiva en la recuperación del
significado de la Palabra en la liturgia. Así, se rectificó aquella visión
predominante durante varios siglos y que llegó hasta nuestros días, en la que las
lecturas bíblicas eran una mera preparación para la celebración de la eucaristía.
En esta iglesia el ambón es el elemento más saliente y avanzado del presbiterio,
el más cercano a la asamblea, «está apoyado en el suelo» y crece a partir de
los peldaños del presbiterio de manera natural. Parece que nos dice que la
Palabra de Dios, a pesar de estar por encima de nuestra cabeza, está cercana, a
nuestro alcance.
[Padre Nuno Higino]
46.
47.
48. La sede y/o la cátedra
[Características del espacio litúrgico. Maurizio Bergamo, 1995]
49. «La sede del sacerdote oficiante tiene que señalar su estatus de presidente de la
asamblea y guía de la oración». Su colocación en el presbiterio debe facilitar la
«comunicación entre el sacerdote y la asamblea de los fieles. Debe evitarse el
aspecto de trono» (Instrucción General del Misal Romano [1975], 271).
La sede del presidente no es un elemento meramente funcional como los otros
asientos para otros ministros, para los sacristanes o para los fieles. Es un lugar
simbólico: desde ahí el propio Cristo preside la asamblea en la persona del
ministro. Es un lugar preparado para el Señor y no un lugar de honor reservado
al ministro.
En esta iglesia, aunque esté flanqueada por otros dos asientos, la sede del que
preside se destaca. Está un poco más elevada, tiene un discreto respaldo y está
apoyada en una base de mármol. Este hecho permite, por un lado, establecer
una relación con el altar que también es de mármol. Por otro lado, reafirma
una vez más aquella idea persistente en todo el edificio de que todo «esté
apoyado en el suelo».
[Padre Nuno Higino]
52. El sagrario es el lugar donde se guarda la reserva de la eucaristía, el pan que
no se consumió en la comunión. No es, por ello, un lugar de celebración, sino
un lugar de oración personal y de devoción.
Por esta razón, algunos defienden que debería estar en una capilla apropiada y
fuera del espacio de celebración. Sin embargo, hay también argumentos de que
no debe estar demasiado alejado del altar, y mucho menos perderlo de vista,
ya que mantiene con él una relación frontal.
En nuestra iglesia prevaleció la segunda solución. El sagrario está en el
presbiterio y cerca del altar. La base que le sirve de soporte, si por un lado
refuerza la idea —nunca está de más repetirlo— de que todo en este espacio
«está apoyado en el suelo», insinúa, por otro, el convencimiento de que un
tesoro precioso (el sagrario es un cubo de cerezo totalmente revestido en
plata) tiene por soporte una base frágil, según la palabra de San Pablo:
«traemos, sin embargo, este tesoro en copas de arcilla» (2 Corintios 4, 7).
[Padre Nuno Higino]
56. La cruz es un símbolo religioso universal. Para los cristianos es el recuerdo del
sufrimiento y la muerte de Cristo. (…). La cruz es una señal omnipresente en
la iconografía, en la liturgia, en la devoción, en la mente de los cristianos.
Sería de esperar que la cruz estuviese colocada detrás del altar, en una posición
prominente sobre el presbiterio. En esta iglesia no ha ocurrido así. La cruz está
colocada lateralmente, orientada hacia el altar y lateral a la nave. El altar es el
centro del espacio litúrgico. Se respeta así mejor la centralidad.
Por otra parte, aunque la cruz sea el símbolo más importante y más
representado del cristianismo, se le ha dado una importancia exagerada (…). A
quien entra en esta iglesia se le van los ojos hacia el altar. La cruz está allí,
dignamente (revestida de oro) y bien destacada (cuatro metros de altura por
dos ochenta de anchura).
Allí no está Cristo de una manera obvia, sino sutil: el brazo vertical de la base
se eleva recordando la anatomía humana, el encaje que une el brazo vertical
con el horizontal parece insinuar una cabeza.
[Padre Nuno Higino]
60. La Virgen provoca en el corazón del pueblo una devoción a veces difícil de
articular con los preceptos teológicos. Por eso, tal vez parezca extraña la
colocación de la imagen en el espacio de esta iglesia.
La Virgen tiene en el proyecto de la salvación un papel fundamental que debe
tenerse en cuenta y venerarse. (…)
La Virgen no es Dios. Es una criatura que, por lo que se ha dicho, ha sido
elevada a una dignidad particular.
Se prefirió, por todo ello, colocar la imagen en un lugar destacado, más cerca
de la asamblea, dejándole el primer lugar a Ella. Allí está, frente al lugar de la
Palabra (ambón), como oyente atenta de su Hijo; frente a la cruz, como en la
tarde de la crucifixión; frente al altar, lugar donde la Iglesia renueva el
memorial de la Pascua del Señor.
Ella está allí con la misma discreción de la que nos habla el Evangelio. Ella
está allí, enseñándonos la Palabra y la Persona de su Hijo. Ella está allí, al
alcance de la mano y del cariño de los creyentes.
[Padre Nuno Higino]
62. El impacto visual de esta pared es muy fuerte. La nave es una caja cuya
simetría está quebrada por esta pared que dota inmediatamente de profundidad
a los tres ventanales de luz abiertos en la parte superior. Así, la luz que
proviene de arriba no es directa ni excesiva.
Se consigue una densidad del espacio sagrado a través de esta pared repleta de
misterio. De esta forma, somos conducidos al centro de la Revelación, a aquel
momento en el que Dios compromete a su propio Hijo con la historia,
haciéndolo carne. Esta relación, a pesar de no ser obvia, tiene consistencia.
El diálogo entre esa pared y la pared opuesta representa de alguna manera el
diálogo entre la inmanencia y la transcendencia. La abertura horizontal
representa el nivel de lo humano y nos conduce visualmente al mundo. La
pared curvilínea representa el nivel menos humano y nos conduce a lo alto.
Dios, rico en misericordia, vuelve su corazón hacia el hombre, se inclina sobre
la asamblea que celebra los misterios de la fe. La inmensa solicitud de Dios
para con el hombre sugiere una curvatura. (…)
[Padre Nuno Higino]
63.
64.
65.
66. Quien entra en la iglesia recibe una sensación de orden, de claridad, de
transparencia. No obstante, no se trata de un orden cerrado sobre sí mismo,
como si la iglesia fuese un refugio de iluminados escapados del ‘mundo’.
Los creyentes, incluso cuando se recogen en este refugio, no se olvidan de su
relación, también visual, con el mundo tal como es, hecho de orden y de belleza
(las montañas lejanas) y de múltiples desórdenes (el panorama más próximo...).
El Concilio Vaticano II dedicó todo un documento a la problemática de la
Iglesia en el mundo actual (Gaudium et spes), consciente de que el mundo era
su razón de ser.
La iglesia no es un fin en sí mismo. Es una constelación de mediaciones que
ilumina al hombre en su historia. La Iglesia es sacramental.
[Padre Nuno Higino]