1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, Nº 24, mayo 2008
Foto:Baharri http://confidenciasdeungerente.blogspot.com
Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
“En un avión, una señora le pregunta al cura que
viajaba en el asiento de al lado:
- Padre, ¿puedo pedirle un favor?
- Sí, hija mía, ¿qué quieres?
- Mire, Padre, compré en Miami un depilador
eléctrico bastante caro y tengo miedo de que
supere mi límite en la Aduana. ¿Podría usted
pasármelo debajo de su sotana?
- Sí puedo, hija mía, solamente debo advertirte que
no sé mentir.
La señora piensa "¡Ay, ojalá que nadie le pregunte
nada al cura!", le da las gracias y le entrega el
depilador. Al llegar al destino, en el aeropuerto, el
Inspector de Aduana le pregunta al sacerdote:
- ¿Algo que declarar, Padre?
A lo que el cura responde:
- De la cabeza a la cintura, nada, hijo mío.
Extrañado, el inspector le pregunta:
- ¿Y de la cintura para abajo, qué tiene?
- Allí abajo tengo un instrumento para mujeres
que nunca he usado.
El inspector muerto de la risa, dice:
- Adelante, ¡el próximo de la fila!
Mentimos y mentimos mucho, por pasiva o
activa, por bondad o maldad, inconsciente o
conscientemente, por protección o ataque.
Veamos cuatro clases y causas de mentiras:
Autoengaño. Cuando las cosas no son
como nos gustaría, nos decimos -y decimos
a los demás- que lo que nos gusta no nos
gusta o que ya tenemos algo mejor en su
lugar. “No están maduras” es una
justificación perfecta que reduce las
frustraciones y tensiones de la cruda
realidad. No hay nada de malo en esto, si no
producimos ningún mal.
Ocultación. Vivir en sociedad la hace
inevitable. Dado que es imposible no
comunicarse, este tipo de engaño es la única
forma de proteger nuestra intimidad. Si nos
regalasen una bonita casa de cristal, cuyas
transparentes paredes permitiesen a todos
observarnos en cualquier momento, no
tardaríamos en pintarlas o ponerlas cortinas.
Igualmente utilizamos las palabras no solo
para expresar la verdad, sino también para
ocultarla. Tendríamos menos mentiras de
este tipo reduciendo nuestra curiosidad
hacia la vida privada de los demás.
Proteger el orden social. Los líderes de
opinión generan artefactos culturales que
refuerzan la identidad, cohesión y
pertenencia de su grupo, enfrentándolo a
otros. Falsos símbolos diferenciadores que
son la causa de conflicto, muerte y
destrucción más frecuente: la defensa
violenta de los “derechos” de una Raza,
Cultura, Religión o Ideología, pagada con la
vida y sufrimiento de millones de personas.
Mentiras bien intencionadas, pero malvadas.
Traición. Propia de estafadores y
manipuladores: “prometer hasta conseguir y
una vez conseguido se acabó lo prometido”.
Malvados malintencionados ante los que hay
que agudizar la inteligencia y reducir la
emoción, porque ellos conocen bien nuestra
psicología: creemos muy fácilmente lo que
deseamos. El remedio es sencillo pero difícil:
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