1. Industria Cultural:
La masividad de las redes sociales y la Web en general, que son impulsoras y a la vez
escenario de la industria cultural, permite consolidar a través de la sociedad de masas
virtual la emergencia de modelos estandarizados de cultura, arte y como se puede ver en la
actualidad, de política. El territorio colombiano goza de cada vez mayor cobertura en
cuanto a tecnología digital se trata, y podría aludirse a Marshall Mcluhan con su
planteamiento de que “el medio es el mensaje”, si se pretende explicar a la Industria
Cultural en el contexto nacional al describir la idea de modernidad y de vanguardia
informática que representa el hecho de contar con un equipo con conexión a internet más
allá de su valor comercial, lo cual deja de manifiesto la ventaja que implícitamente otorga
en relación a otros. En el caso de la candidata Marta Ramírez esta teoría de industrias
creativas aplica de la misma manera cuando ella se vuelve un punto de referencia para sus
votantes, no sólo en el momento en que hipotéticamente la apoyen en las urnas, sino sobre
todo en el momento en que ella simboliza algo con lo que puedan identificarse y preferir
por encima de otros candidatos.
En su estrategia de campaña se ve cómo Marta Ramírez se convierte a sí misma en un
producto cultural de los que hablaba Adorno. En el afán por descubrir la manera de generar
vínculos de identificación con sus seguidores, la candidata se hace a una imagen de sí
misma amable, carismática, de tintes artísticos y de tipo musical, donde es
indiscutiblemente evidente una estandarización de su figura como personalidad política con
hambre de votos, y donde incluso en aquellas acciones donde quiere parecer única, se ven
reflejados esos modelos culturales que se han generado respecto a las figuras políticas
comunes, por lo que es normal verla en fotos donde está reunida con comunidades
desfavorecidas, donde se ve vestida premeditadamente de forma sencilla, humilde e
informal, slogans que proponen la inclusión y que aseguran el verdadero compromiso
social, entre otras acciones, que hacen parte del clásico estereotipo que debería cumplir un
político normal.
Finalmente, la política 2.0 y la campaña electoral de la candidata, se ve masificada junto
con muchas otras tratando de venderse como la más atractiva para el mejor postor, que en
este caso es el electorado, también masificado en su forma y cultura de participación
política, pues ya que según la industria cultural de Adorno y Horkheimer, es válido afirmar
que a los colombianos parecieron haberles vendido muy bien la idea de que más que sólo
votar por su político, el hecho de asistir a las urnas es un acto de ciudadanía y democracia
por el cual deberían enorgullecerse estar agradecidos porque en últimas “su voz es la que
cuenta”.