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CORRESPONDENCIA
Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9186
ISSN 2225–4676
RNPS 2245
Comentarios sobre la propuesta de programa de la
residencia de neurología en Cuba
Alfredo Robles Bayón
Unidad de neurología cognitiva. Hospital La Rosaleda. Santiago de Compostela, España
Recibido: 16.1.2015. Aceptado: 16.1.2015. Publicado: 19.1.2015.
Correspondencia: Dr. Alfredo Robles Bayón. Unidad de neurología cognitiva. Hospital La Rosaleda. Santiago de Compostela, España. Correo electrónico:
alfredorobles@hospitalrosaleda.com
Cómo citar este artículo (Estilo NLM): Robles Bayón A. Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba [carta]. Rev
Cubana Neurol Neurocir. [Internet] 2015 [citado día, mes y año];5(2):186–9. Disponible en: http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/225
© 2015 Sociedad Cubana de Neurología y Neurocirugía – Revista Cubana de Neurología y Neurocirugía
www.sld.cu/sitios/neurocuba – www.revneuro.sld.cu
Editor: Dr. P. L. Rodríguez García
Commentaries about the proposal of residency neurology program in Cuba
Sr. Editor:
Quien remite estos comentarios es neurólogo y
trabaja en España, en el campo de la neurología
cognitiva, con actividad mayoritariamente
asistencial. Hace algún tiempo fue tutor de
residentes y profesor del tercer ciclo universitario
(doctorado post–licenciatura).
En respuesta a la invitación a enviar opiniones
sobre la propuesta de programa de formación en
neurología en Cuba (1), se adjuntan algunas
impresiones inducidas por una lectura rápida del
texto.
En la “Reseña histórica” (pág. 61) se hace
referencia a los avances relacionados con la
neurosífilis, tuberculosis del sistema nervioso
central, epilepsia, miastenia gravis, enfermedad de
Parkinson e ictus. Podría ser adecuado comentar
algo sobre la demencia. Siglos atrás preocupaba
más la locura que la demencia, porque ésta afecta
sobre todo a personas de edad avanzada y la
esperanza de vida era muy corta. Desde finales del
siglo XVIII, la demencia empezó a cobrar interés. A
lo largo del XIX y primera mitad del XX se
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Alzheimer, de Pick, de Huntington, de Creutzfeldt–
Jakob, con cuerpos de Lewy, demencia por
pelagra, sífilis, tumor y un largo etcétera;
actualmente se conocen más de 100 causas de
demencia). A medida que se fueron descubriendo
causas no degenerativas y fenotipos de las
enfermedades neurodegenerativas demenciantes,
así como las alteraciones genéticas, celulares y
moleculares subyacentes, y técnicas para lograr el
diagnóstico clínico (sobre todo a partir de los años
70 del siglo XX), la medicina de las demencias
experimentó una traslación paulatina de la
psiquiatría a la neurología.
Al referirse a los apartados de la “Función de
atención médica” (pág. 61 y 62), en el tercer punto,
relativo a la responsabilidad profesional y
adherencia a los principios éticos, podría
mencionarse la complejidad existente en la tarea de
juzgar sobre la capacidad de decidir de los
pacientes que sufren deterioro de funciones
cognitivas. Este aspecto es necesario para poder
respetar el derecho de autonomía del paciente y, en
algunas situaciones, induce la activación de
procedimientos para que otra persona capacitada
defienda sus intereses. Constituye una parte difícil
de la actividad del neurólogo, con trascendencia
legal no infrecuente (2,3).
En relación con la investigación (Función
investigadora [pág. 62] y Trabajo de terminación de
la especialidad [pág. 65]), se podría aludir en algún
lugar a la importancia de la investigación
traslacional (4). Es decir, de que los proyectos que
se afronten de tipo básico y clínico sean
probablemente útiles en la práctica clínica, en el
caso de que obtengan resultado exitoso. Las
investigaciones sobre temas sin utilidad práctica o
que ya han sido estudiados (y replicados), o con
metodología inapropiada (que invalidará cualquier
resultado) ocupan inútilmente a muchas personas
en todo el mundo.
En materia de “Habilidades específicas” (pág. 63 y
64), las relacionadas con los pacientes de
Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba
Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9 187
neurología cognitiva se expresan escuetamente
como “Realizar e interpretar el examen del estado
Minimental”. Esta frase parece dar a entender que
hay que enseñar al residente a realizar bien un
“minimental” (quizás el de Folstein, de 1974), lo
cual da pie a insertar aquí algunas consideraciones
personales. En las últimas décadas ha mejorado
mucho la formación de los médicos de atención
primaria, que son la base más adecuada para
lograr una detección precoz de las personas que
comienzan a deteriorarse. Estos médicos deben
conocer bien la evolución de los “tests de
detección”. Entre ellos, el de Folstein (conocido
como “el minimental”) es el más universal, pero ha
sido superado en los últimos años por otros, que
obtienen resultados más fiables en personas con
cualquier grado de formación académica, sin
aumentar el tiempo necesario de aplicación (5). Una
vez detectado el caso con deterioro, se envía a una
consulta de neurología, con el fin de investigar la
causa. Es decir, que en la tarea del neurólogo van a
ser poco útiles los tests de detección.
En neurología hay que realizar a este enfermo una
historia clínica completa (como a los demás
pacientes neurológicos). Hay matices diferentes,
como que la anamnesis se debe obtener a partir de
la entrevista al enfermo y, necesariamente, a otra
persona fiable conocedora del paciente. O que en
la exploración debe incluirse un examen de todas
las funciones cognitivas adaptado a las condiciones
laborales y académicas del enfermo, lo
suficientemente extenso como para obtener un
patrón de alteración, utilizando deseablemente
pruebas normativizadas y validadas en el idioma en
el que se administran. Hay que saber qué pruebas
complementarias están indicadas en cada caso de
deterioro cognitivo ligero y de demencia, cuáles de
forma universal (recomendadas por consenso
internacional para esas situaciones) y cuáles de
forma individualizada, según las características
específicas del enfermo. El residente tendrá que
aprender a explorar las funciones cognitivas, igual
que las motoras, sensitivas, sensoriales y
cerebelosas. Y deberá saber interpretar el
significado del patrón de alteración que obtenga, a
partir de la información que aporta la anamnesis, la
exploración (neuropsicológica, neurológica y
sistémica) y las pruebas complementarias.
Quedarse corto en las actuaciones incrementa el
riesgo de errar en el diagnóstico etiológico, o de
diferir la detección de un proceso que podría haber
sido susceptible de mejorar o revertir, si se hubiera
diagnosticado en la fase inicial. En otros casos, la
formación insuficiente del facultativo induce a
solicitar pruebas no indicadas, a veces tratando de
suplir su sentimiento de inseguridad. Estas
reflexiones finales pueden entenderse implícitas en
los seis puntos complementarios que se expresan
al final del apartado de las “Habilidades
específicas”, pero parece necesario expandir y
mejorar el contenido del sexto de los puntos
específicos precedentes.
En este programa podría ser adecuado modificar
ligeramente el área 4 del plan temático: “Función de
atención médica” (pág. 65 y 66). Siguiendo la
trayectoria precedente, parece más lógico situar en
primer lugar las enfermedades desmielinizantes, a
continuación las de la médula espinal, y finalmente
las del sistema neuromuscular. Además, quizá
fuera conveniente añadir como tema aparte las
“Ataxias y paraplejías hereditarias” e insertar a
continuación el de las enfermedades medulares
(“Otras enfermedades de la médula espinal”).
Sobre las rotaciones en Medicina interna o
Medicina intensiva cabe considerar lo que ya se
describe en el tercer párrafo del apartado
“Rotaciones o estancias externas” de la pág. 67 y
en el apartado “Rotación preliminar de medicina” de
la pág. 89. Son útiles si se llevan a cabo antes de
iniciar la residencia o en el primer año de ésta; si se
efectuaran más adelante, provocarían una
detención temporal indeseable de la inmersión en
neurología. Sin embargo, si el residente va a ser
instruido específicamente en neurología crítica e
intensiva, sí es procedente realizar la rotación en el
segundo o tercer año de residencia.
En el apartado “Distribución y duración de los
períodos de formación” (pág. 66) puede ser
susceptible de debate el acceso a través de la
neurología a una especialidad de Neurofisiología o
de Neurorradiología intervencionista. Parece
correcto considerar la instrucción del residente en
las técnicas neurofisiológicas tal como lo expresa el
Dr. Gutiérrez Gil en su artículo (6). Todos los
neurólogos deberían ser capaces de realizar e
interpretar un estudio básico de
electroencefalografía, electroneuromiografía y
potenciales evocados. Si el paciente es complejo,
se deriva a una unidad especializada de epilepsia,
de trastornos del sueño o de enfermedades
neuromusculares y ahí, si se estimase necesario, le
realizarán las pruebas a otro nivel (holter de
electroencefalografía, polisomnografía, estudio de
latencias múltiples del sueño, electromiograma con
estudio de fibra única, etc.).
En algunos lugares, debido a motivos operativos
diversos, no se permite que los neurólogos realicen
exploraciones instrumentales a sus pacientes, y se
agrupan estas exploraciones rutinarias en un
servicio de neurofisiología. En este caso, es dudoso
(debatible) que una persona que se va a dedicar
únicamente a realizar o informar unas pruebas
concretas tenga que ser especialista en neurología.
Algo parecido sucede con la neurorradiología
A. Robles Bayón
Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9188
intervencionista. Teniendo en cuenta que, para
lograr un alto grado de eficacia, el profesional
debería dedicarse en exclusiva a esa tarea, parece
más lógico que sea una subespecialidad de la
neurorradiología.
En cuanto a las rotaciones, podría ser cuestionable
la necesidad de realizar una rotación obligatoria de
un mes de duración en un servicio de
neuropatología. Sin menospreciar el valor de esta
disciplina, es posible que la parte que compete al
neurólogo clínico pueda integrarse en las sesiones
docentes (seminarios, sesiones clínico–patológicas,
etc.) y a través de la asistencia a algunas autopsias
(realización y presentación posterior) a lo largo de
los años de residencia.
Se echa en falta una mención como categoría
aparte a las cefaleas, por ser un padecimiento de
muy alta prevalencia. Curiosamente, en el
programa de formación las cefaleas se consideran
al abordar la semiología clínica neurológica (punto
4 de la pág. 72) y posteriormente se incluyen como
un apartado de la neuro–oftalmología (punto 6.b de
la pág. 84). Parece incorrecto considerar esos
trastornos (migraña, otros tipos de cefaleas,
síndromes clínicos con dolor y pérdida de la
sensación facial, neuropatía trigeminal, neuropatía
mentoniana, neuralgia del trigémino, dolor facial
atípico) como “trastornos neuroftalmológicos”.
En el módulo 6 (pág. 73) resultaría más apropiado
que el título fuera el que ahora figura entre
paréntesis: Neurología cognitiva y de la conducta.
Si se está proponiendo una formación para optar al
título de neurólogo, se está reconociendo que la
neurología es independiente de la psiquiatría,
aunque tengan aspectos de solapamiento (como
también los hay con otras especialidades). Este
módulo afronta una de las partes más apasionantes
de la neurología, la que estudia y trata, siguiendo
los procedimientos de las otras áreas neurológicas,
las alteraciones de “funciones cerebrales
superiores”. Se comprueba fácilmente que el
contenido de este módulo es nítidamente diferente
del que figura en la “Rotación de psiquiatría” (pág.
88 y 89). Por otra parte, el neuropsicólogo puede
servir de apoyo al neurólogo en algunos aspectos
de la historia clínica, y algunos psicólogos
intervienen para aplicar estimulación cognitiva, pero
ni estos profesionales ni los psiquiatras pueden
asumir la titularidad de una actividad que va a estar
bajo la responsabilidad del neurólogo.
En la rotación de psiquiatría (pág. 88) se expresa la
necesidad de desarrollar habilidades relacionadas
con las emergencias psiquiátricas, y en una lista de
ellas se incluye la demencia. El paciente con
demencia es propenso a desarrollar situaciones
urgentes diversas, psiquiátricas y de otros tipos,
pero la demencia en sí misma no es una
emergencia psiquiátrica.
Si centramos la atención en la neurología cognitiva,
debemos reconocer que el residente no puede ser
experto en esta materia al terminar el período de
formación. Pero es erróneo terminarlo pensando
que esta parte de la neurología no tiene importancia
si se compara con otras como, por ejemplo, las que
se centran en los ictus, la epilepsia o los trastornos
del movimiento. En la actualidad, tampoco parece
correcto desviar la responsabilidad formativa en
neurología cognitiva a una rotación en psiquiatría.
Más bien deben ser los residentes de psiquiatría y
geriatría quienes roten, para este fin, en la consulta
de neurología cognitiva.
En una visión global, da la impresión de que se
programa una formación neurológica demasiado
breve. Si se añadiera un primer año extra,
introduciendo en 6 u 8 meses las rotaciones
contempladas en el apartado “Rotación preliminar
de medicina” (pág. 89 y 90), y en el resto del tiempo
algunos módulos de formación neurológica básica
(teórico–práctica), se estaría extendiendo un 33 %
el periodo formativo y, a la vez, se habría
enriquecido al garantizar una instrucción básica
necesaria en las materias de la medicina interna.
Además, el programa aparenta ser excesivamente
“generalista”. Parece dejar apartada la
especialización real en áreas de especial
competencia (o subespecialidades), que se ofrecen
al residente en forma de clases, seminarios o
rotaciones breves en unidades específicas. En un
programa de formación de 3 años, probablemente
debe ser así. Pero sabe a poco. Sería preferible
extender el tiempo de formación y permitir que el
residente tenga un contacto directo lo
suficientemente prolongado con la práctica de cada
parte de la neurología como para que pueda
afrontar cualquier enfermedad como un verdadero
especialista cualificado. Lo cual no es óbice para
que los pacientes con enfermedades muy
complejas o refractarias al tratamiento convencional
sean derivados a unidades monográficas más
especializadas, o para que algunos neurólogos
decidan tras finalizar la residencia centrar toda su
actividad en una de esas unidades.
La propuesta de programa publicada es exhaustiva.
Su minuciosidad y el hecho de abrirla a discusión
externa es muestra de un gran interés por optimizar
la neurología en Cuba. Los comentarios vertidos en
este escrito no deben interpretarse en modo alguno
como una crítica, sino como una mera sugerencia
personal de matizar algunos aspectos puntuales.
En realidad, el que redacta este escrito tiene poco
conocimiento sobre el contexto médico cubano, por
Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba
Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9 189
lo que es posible que algunas de esas sugerencias
no sean apropiadas en ese entorno.
Conflictos de intereses
El autor declara no tener ningún conflicto de intereses.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Rodríguez García PL, García García RJ, Betancourt Nápoles
R, Bender del Busto JE, Aguilera Pacheco OR, Ortega
Santiesteban O, et al. Propuesta de programa de la
residencia de neurología en Cuba. Rev Cubana Neurol
Neurocir. [Internet] 2015 [citado 15.1.2015];5(1):56–98.
Disponible en:
http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/202
2. Boada M, Robles A, eds. Documento Sitges 2009.
Capacidad para tomar decisiones durante la evolución de
una demencia: reflexiones, derechos y propuestas de
evaluación. Barcelona: Glosa SL; 2009. Disponible en:
http://www.sen.es/pdf/2009/Documento_Sitges2009.pdf
3. Boada M, Robles A, eds. Análisis y reflexiones sobre la
capacidad para tomar decisiones durante la evolución de
una demencia: “Documento Sitges”. Barcelona: Glosa; 2005.
Disponible en: http://demencias.sen.es/wp–
content/uploads/2013/02/documento_sitges_2005.pdf
4. Helmers SL, Phillips VL, Esper GJ. Translational medicine in
neurology. The time is right. Arch Neurol. 2010;67(10):1263–
6. doi: 10.1001/archneurol.2010.253.
5. Carnero–Pardo C. ¿Es hora de jubilar al Mini–Mental?
Neurologia. 2014;29(8):473–81. doi:
10.1016/j.nrl.2013.07.003.
6. Gutiérrez Gil JV. Comentario sobre la propuesta de
programa de la residencia de neurología en Cuba. Rev
Cubana Neurol Neurocir. [Internet] 2015 [citado
15.1.2015];5(1):99–100. Disponible en:
http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/213
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  • 1. CORRESPONDENCIA Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9186 ISSN 2225–4676 RNPS 2245 Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba Alfredo Robles Bayón Unidad de neurología cognitiva. Hospital La Rosaleda. Santiago de Compostela, España Recibido: 16.1.2015. Aceptado: 16.1.2015. Publicado: 19.1.2015. Correspondencia: Dr. Alfredo Robles Bayón. Unidad de neurología cognitiva. Hospital La Rosaleda. Santiago de Compostela, España. Correo electrónico: alfredorobles@hospitalrosaleda.com Cómo citar este artículo (Estilo NLM): Robles Bayón A. Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba [carta]. Rev Cubana Neurol Neurocir. [Internet] 2015 [citado día, mes y año];5(2):186–9. Disponible en: http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/225 © 2015 Sociedad Cubana de Neurología y Neurocirugía – Revista Cubana de Neurología y Neurocirugía www.sld.cu/sitios/neurocuba – www.revneuro.sld.cu Editor: Dr. P. L. Rodríguez García Commentaries about the proposal of residency neurology program in Cuba Sr. Editor: Quien remite estos comentarios es neurólogo y trabaja en España, en el campo de la neurología cognitiva, con actividad mayoritariamente asistencial. Hace algún tiempo fue tutor de residentes y profesor del tercer ciclo universitario (doctorado post–licenciatura). En respuesta a la invitación a enviar opiniones sobre la propuesta de programa de formación en neurología en Cuba (1), se adjuntan algunas impresiones inducidas por una lectura rápida del texto. En la “Reseña histórica” (pág. 61) se hace referencia a los avances relacionados con la neurosífilis, tuberculosis del sistema nervioso central, epilepsia, miastenia gravis, enfermedad de Parkinson e ictus. Podría ser adecuado comentar algo sobre la demencia. Siglos atrás preocupaba más la locura que la demencia, porque ésta afecta sobre todo a personas de edad avanzada y la esperanza de vida era muy corta. Desde finales del siglo XVIII, la demencia empezó a cobrar interés. A lo largo del XIX y primera mitad del XX se describieron múltiples causas (enfermedad de Alzheimer, de Pick, de Huntington, de Creutzfeldt– Jakob, con cuerpos de Lewy, demencia por pelagra, sífilis, tumor y un largo etcétera; actualmente se conocen más de 100 causas de demencia). A medida que se fueron descubriendo causas no degenerativas y fenotipos de las enfermedades neurodegenerativas demenciantes, así como las alteraciones genéticas, celulares y moleculares subyacentes, y técnicas para lograr el diagnóstico clínico (sobre todo a partir de los años 70 del siglo XX), la medicina de las demencias experimentó una traslación paulatina de la psiquiatría a la neurología. Al referirse a los apartados de la “Función de atención médica” (pág. 61 y 62), en el tercer punto, relativo a la responsabilidad profesional y adherencia a los principios éticos, podría mencionarse la complejidad existente en la tarea de juzgar sobre la capacidad de decidir de los pacientes que sufren deterioro de funciones cognitivas. Este aspecto es necesario para poder respetar el derecho de autonomía del paciente y, en algunas situaciones, induce la activación de procedimientos para que otra persona capacitada defienda sus intereses. Constituye una parte difícil de la actividad del neurólogo, con trascendencia legal no infrecuente (2,3). En relación con la investigación (Función investigadora [pág. 62] y Trabajo de terminación de la especialidad [pág. 65]), se podría aludir en algún lugar a la importancia de la investigación traslacional (4). Es decir, de que los proyectos que se afronten de tipo básico y clínico sean probablemente útiles en la práctica clínica, en el caso de que obtengan resultado exitoso. Las investigaciones sobre temas sin utilidad práctica o que ya han sido estudiados (y replicados), o con metodología inapropiada (que invalidará cualquier resultado) ocupan inútilmente a muchas personas en todo el mundo. En materia de “Habilidades específicas” (pág. 63 y 64), las relacionadas con los pacientes de
  • 2. Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9 187 neurología cognitiva se expresan escuetamente como “Realizar e interpretar el examen del estado Minimental”. Esta frase parece dar a entender que hay que enseñar al residente a realizar bien un “minimental” (quizás el de Folstein, de 1974), lo cual da pie a insertar aquí algunas consideraciones personales. En las últimas décadas ha mejorado mucho la formación de los médicos de atención primaria, que son la base más adecuada para lograr una detección precoz de las personas que comienzan a deteriorarse. Estos médicos deben conocer bien la evolución de los “tests de detección”. Entre ellos, el de Folstein (conocido como “el minimental”) es el más universal, pero ha sido superado en los últimos años por otros, que obtienen resultados más fiables en personas con cualquier grado de formación académica, sin aumentar el tiempo necesario de aplicación (5). Una vez detectado el caso con deterioro, se envía a una consulta de neurología, con el fin de investigar la causa. Es decir, que en la tarea del neurólogo van a ser poco útiles los tests de detección. En neurología hay que realizar a este enfermo una historia clínica completa (como a los demás pacientes neurológicos). Hay matices diferentes, como que la anamnesis se debe obtener a partir de la entrevista al enfermo y, necesariamente, a otra persona fiable conocedora del paciente. O que en la exploración debe incluirse un examen de todas las funciones cognitivas adaptado a las condiciones laborales y académicas del enfermo, lo suficientemente extenso como para obtener un patrón de alteración, utilizando deseablemente pruebas normativizadas y validadas en el idioma en el que se administran. Hay que saber qué pruebas complementarias están indicadas en cada caso de deterioro cognitivo ligero y de demencia, cuáles de forma universal (recomendadas por consenso internacional para esas situaciones) y cuáles de forma individualizada, según las características específicas del enfermo. El residente tendrá que aprender a explorar las funciones cognitivas, igual que las motoras, sensitivas, sensoriales y cerebelosas. Y deberá saber interpretar el significado del patrón de alteración que obtenga, a partir de la información que aporta la anamnesis, la exploración (neuropsicológica, neurológica y sistémica) y las pruebas complementarias. Quedarse corto en las actuaciones incrementa el riesgo de errar en el diagnóstico etiológico, o de diferir la detección de un proceso que podría haber sido susceptible de mejorar o revertir, si se hubiera diagnosticado en la fase inicial. En otros casos, la formación insuficiente del facultativo induce a solicitar pruebas no indicadas, a veces tratando de suplir su sentimiento de inseguridad. Estas reflexiones finales pueden entenderse implícitas en los seis puntos complementarios que se expresan al final del apartado de las “Habilidades específicas”, pero parece necesario expandir y mejorar el contenido del sexto de los puntos específicos precedentes. En este programa podría ser adecuado modificar ligeramente el área 4 del plan temático: “Función de atención médica” (pág. 65 y 66). Siguiendo la trayectoria precedente, parece más lógico situar en primer lugar las enfermedades desmielinizantes, a continuación las de la médula espinal, y finalmente las del sistema neuromuscular. Además, quizá fuera conveniente añadir como tema aparte las “Ataxias y paraplejías hereditarias” e insertar a continuación el de las enfermedades medulares (“Otras enfermedades de la médula espinal”). Sobre las rotaciones en Medicina interna o Medicina intensiva cabe considerar lo que ya se describe en el tercer párrafo del apartado “Rotaciones o estancias externas” de la pág. 67 y en el apartado “Rotación preliminar de medicina” de la pág. 89. Son útiles si se llevan a cabo antes de iniciar la residencia o en el primer año de ésta; si se efectuaran más adelante, provocarían una detención temporal indeseable de la inmersión en neurología. Sin embargo, si el residente va a ser instruido específicamente en neurología crítica e intensiva, sí es procedente realizar la rotación en el segundo o tercer año de residencia. En el apartado “Distribución y duración de los períodos de formación” (pág. 66) puede ser susceptible de debate el acceso a través de la neurología a una especialidad de Neurofisiología o de Neurorradiología intervencionista. Parece correcto considerar la instrucción del residente en las técnicas neurofisiológicas tal como lo expresa el Dr. Gutiérrez Gil en su artículo (6). Todos los neurólogos deberían ser capaces de realizar e interpretar un estudio básico de electroencefalografía, electroneuromiografía y potenciales evocados. Si el paciente es complejo, se deriva a una unidad especializada de epilepsia, de trastornos del sueño o de enfermedades neuromusculares y ahí, si se estimase necesario, le realizarán las pruebas a otro nivel (holter de electroencefalografía, polisomnografía, estudio de latencias múltiples del sueño, electromiograma con estudio de fibra única, etc.). En algunos lugares, debido a motivos operativos diversos, no se permite que los neurólogos realicen exploraciones instrumentales a sus pacientes, y se agrupan estas exploraciones rutinarias en un servicio de neurofisiología. En este caso, es dudoso (debatible) que una persona que se va a dedicar únicamente a realizar o informar unas pruebas concretas tenga que ser especialista en neurología. Algo parecido sucede con la neurorradiología
  • 3. A. Robles Bayón Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9188 intervencionista. Teniendo en cuenta que, para lograr un alto grado de eficacia, el profesional debería dedicarse en exclusiva a esa tarea, parece más lógico que sea una subespecialidad de la neurorradiología. En cuanto a las rotaciones, podría ser cuestionable la necesidad de realizar una rotación obligatoria de un mes de duración en un servicio de neuropatología. Sin menospreciar el valor de esta disciplina, es posible que la parte que compete al neurólogo clínico pueda integrarse en las sesiones docentes (seminarios, sesiones clínico–patológicas, etc.) y a través de la asistencia a algunas autopsias (realización y presentación posterior) a lo largo de los años de residencia. Se echa en falta una mención como categoría aparte a las cefaleas, por ser un padecimiento de muy alta prevalencia. Curiosamente, en el programa de formación las cefaleas se consideran al abordar la semiología clínica neurológica (punto 4 de la pág. 72) y posteriormente se incluyen como un apartado de la neuro–oftalmología (punto 6.b de la pág. 84). Parece incorrecto considerar esos trastornos (migraña, otros tipos de cefaleas, síndromes clínicos con dolor y pérdida de la sensación facial, neuropatía trigeminal, neuropatía mentoniana, neuralgia del trigémino, dolor facial atípico) como “trastornos neuroftalmológicos”. En el módulo 6 (pág. 73) resultaría más apropiado que el título fuera el que ahora figura entre paréntesis: Neurología cognitiva y de la conducta. Si se está proponiendo una formación para optar al título de neurólogo, se está reconociendo que la neurología es independiente de la psiquiatría, aunque tengan aspectos de solapamiento (como también los hay con otras especialidades). Este módulo afronta una de las partes más apasionantes de la neurología, la que estudia y trata, siguiendo los procedimientos de las otras áreas neurológicas, las alteraciones de “funciones cerebrales superiores”. Se comprueba fácilmente que el contenido de este módulo es nítidamente diferente del que figura en la “Rotación de psiquiatría” (pág. 88 y 89). Por otra parte, el neuropsicólogo puede servir de apoyo al neurólogo en algunos aspectos de la historia clínica, y algunos psicólogos intervienen para aplicar estimulación cognitiva, pero ni estos profesionales ni los psiquiatras pueden asumir la titularidad de una actividad que va a estar bajo la responsabilidad del neurólogo. En la rotación de psiquiatría (pág. 88) se expresa la necesidad de desarrollar habilidades relacionadas con las emergencias psiquiátricas, y en una lista de ellas se incluye la demencia. El paciente con demencia es propenso a desarrollar situaciones urgentes diversas, psiquiátricas y de otros tipos, pero la demencia en sí misma no es una emergencia psiquiátrica. Si centramos la atención en la neurología cognitiva, debemos reconocer que el residente no puede ser experto en esta materia al terminar el período de formación. Pero es erróneo terminarlo pensando que esta parte de la neurología no tiene importancia si se compara con otras como, por ejemplo, las que se centran en los ictus, la epilepsia o los trastornos del movimiento. En la actualidad, tampoco parece correcto desviar la responsabilidad formativa en neurología cognitiva a una rotación en psiquiatría. Más bien deben ser los residentes de psiquiatría y geriatría quienes roten, para este fin, en la consulta de neurología cognitiva. En una visión global, da la impresión de que se programa una formación neurológica demasiado breve. Si se añadiera un primer año extra, introduciendo en 6 u 8 meses las rotaciones contempladas en el apartado “Rotación preliminar de medicina” (pág. 89 y 90), y en el resto del tiempo algunos módulos de formación neurológica básica (teórico–práctica), se estaría extendiendo un 33 % el periodo formativo y, a la vez, se habría enriquecido al garantizar una instrucción básica necesaria en las materias de la medicina interna. Además, el programa aparenta ser excesivamente “generalista”. Parece dejar apartada la especialización real en áreas de especial competencia (o subespecialidades), que se ofrecen al residente en forma de clases, seminarios o rotaciones breves en unidades específicas. En un programa de formación de 3 años, probablemente debe ser así. Pero sabe a poco. Sería preferible extender el tiempo de formación y permitir que el residente tenga un contacto directo lo suficientemente prolongado con la práctica de cada parte de la neurología como para que pueda afrontar cualquier enfermedad como un verdadero especialista cualificado. Lo cual no es óbice para que los pacientes con enfermedades muy complejas o refractarias al tratamiento convencional sean derivados a unidades monográficas más especializadas, o para que algunos neurólogos decidan tras finalizar la residencia centrar toda su actividad en una de esas unidades. La propuesta de programa publicada es exhaustiva. Su minuciosidad y el hecho de abrirla a discusión externa es muestra de un gran interés por optimizar la neurología en Cuba. Los comentarios vertidos en este escrito no deben interpretarse en modo alguno como una crítica, sino como una mera sugerencia personal de matizar algunos aspectos puntuales. En realidad, el que redacta este escrito tiene poco conocimiento sobre el contexto médico cubano, por
  • 4. Comentarios sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba Rev Cubana Neurol Neurocir. 2015;5(2):186–9 189 lo que es posible que algunas de esas sugerencias no sean apropiadas en ese entorno. Conflictos de intereses El autor declara no tener ningún conflicto de intereses. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Rodríguez García PL, García García RJ, Betancourt Nápoles R, Bender del Busto JE, Aguilera Pacheco OR, Ortega Santiesteban O, et al. Propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba. Rev Cubana Neurol Neurocir. [Internet] 2015 [citado 15.1.2015];5(1):56–98. Disponible en: http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/202 2. Boada M, Robles A, eds. Documento Sitges 2009. Capacidad para tomar decisiones durante la evolución de una demencia: reflexiones, derechos y propuestas de evaluación. Barcelona: Glosa SL; 2009. Disponible en: http://www.sen.es/pdf/2009/Documento_Sitges2009.pdf 3. Boada M, Robles A, eds. Análisis y reflexiones sobre la capacidad para tomar decisiones durante la evolución de una demencia: “Documento Sitges”. Barcelona: Glosa; 2005. Disponible en: http://demencias.sen.es/wp– content/uploads/2013/02/documento_sitges_2005.pdf 4. Helmers SL, Phillips VL, Esper GJ. Translational medicine in neurology. The time is right. Arch Neurol. 2010;67(10):1263– 6. doi: 10.1001/archneurol.2010.253. 5. Carnero–Pardo C. ¿Es hora de jubilar al Mini–Mental? Neurologia. 2014;29(8):473–81. doi: 10.1016/j.nrl.2013.07.003. 6. Gutiérrez Gil JV. Comentario sobre la propuesta de programa de la residencia de neurología en Cuba. Rev Cubana Neurol Neurocir. [Internet] 2015 [citado 15.1.2015];5(1):99–100. Disponible en: http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/213
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