El documento resume la historia bíblica de Jesús curando a un hombre ciego de nacimiento. Jesús unta barro en los ojos del hombre ciego y le dice que vaya a lavarse, tras lo cual el hombre puede ver. Algunos fariseos dudan de que Jesús venga de Dios por sanar en sábado, mientras que otros se maravillan de que un pecador pueda hacer tales señales. El documento también reflexiona sobre cómo Dios desea nuestra salud y nos da la vida, y cómo debemos reconocer a Dios en
2. “Me puso barro en los
ojos, me lavé y veo”.
Algunos de los fariseos
comentaban: “Este
hombre no viene de
Dios, porque no guarda
el sábado”. Otros
replicaban: “¿Cómo
puede un pecador
hacer semejantes
signos?”
Jn 9, 1-38.
3. Jesús no pasa de largo ante el dolor de las
personas. Cuando ve al ciego, se detiene ante él.
Ensaliva la tierra y le mete el barro en los ojos. Este
gesto evoca el Génesis: con barro, Dios moldea al
primer hombre, Adán. Con su aliento divino, Dios
también moldea nuestro espíritu y nuestra vida.
4. El agua simboliza la purificación, la limpieza interior. El
ciego obedece a Jesús y, al regresar del baño, sus
ojos se abren y recibe el don de la vista.
Dios nos lava del pecado y la culpa. Ante él, todos
somos indigentes y necesitamos su gracia y su amor
para que nos cure, nos limpie y nos ayude a ver
claro el horizonte de nuestra vida.
5. La gente queda atónita ante
el milagro. ¿Quién puede
curar a un ciego de
nacimiento? Dios puede
sanar hasta la
enfermedad más grave y
persistente. Quizás la
peor de todas las
dolencias es cerrar los
ojos y negar a Dios, la
prepotencia de creer que
todo lo podemos sin él.
6. Los fariseos interrogan al ciego. Para él, la claridad es
cada vez más intensa, mientras que los judíos de la
sinagoga, obcecados, cierran los ojos ante ese
acontecimiento extraordinario. Su obstinación les
impide ver lo ocurrido porque no creen en Jesús.
El ciego reconoce al profeta y se acerca a él.
7. Surge aquí la cuestión del sábado. Para Jesús la ley es
importante, pero también lo es la dignidad de la
persona y su vida. El hombre no está hecho para la
ley, sino la ley para el hombre. ¡Cuántas veces pesan
más en nosotros los ritos y el cumplimiento del
precepto, que el amor, la caridad, la unión entre
todos los cristianos!
8. El ciego sufre su propio vía crucis: pasa por un
interrogatorio que, lejos de minar su convicción, lo
lleva a afirmar con mayor fuerza su adhesión a
Jesús. Pero esto lo aboca al rechazo y es echado de
la sinagoga. Los cristianos de hoy, que vivimos de
forma entusiasta y convencida nuestra fe, podemos
topar con el rechazo de muchos sectores sociales.
9. Una experiencia viva y personal para nosotros es
evidente, pero para otros puede ser increíble o
inaceptable. Incluso podemos ser vilipendiados por
nuestras convicciones. Pero estas pruebas,
comparadas con el amor de nuestro Creador, no
han de servir para otra cosa que reforzar nuestra fe
y buscar con mayor ahínco su luz.
10. Dios quiere nuestra salud. El gesto de emplear saliva
y barro para curar los ojos puede significar también
que Dios ha puesto en la naturaleza todos los
medios terapéuticos para mejorar nuestra calidad
de vida. Pero no hablamos sólo de la ceguera física,
sino de la peor de las cegueras, la de aquellos que,
viendo, no quieren ver.
11. Dios nos da, no sólo la vida y el aire para respirar,
sino que continuamente obra pequeños
milagros que refuerzan nuestra vida espiritual.
Hemos de saber ver a Dios en los demás,
descubriéndolo en los acontecimientos de cada
día, seguros de que siempre está actuando y
dándonos vida y luz.