2. 6º Domingo de Pascua - A
Evangelio: 14, 15-21
Si me amáis, guardaréis mis
mandamientos. Yo le pediré al Padre
que os dé un Defensor que esté
siempre con vosotros, el Espíritu de
la Verdad [...]
El que acepta mis mandamientos y
los guarda, ése me ama; al que me
ama, lo amará mi Padre y yo
también lo amaré, y me revelaré a él.
3. Amor implica unión
En la vigilia de su muerte, Jesús
abre su corazón y comunica a sus
amigos su legado. Son palabras
importantes para su futuro y el de
la Iglesia.
Amar implica adhesión a las
palabras de Jesús. Mandamiento,
en la cultura semita, no es tanto
una obligación como una
urgencia: algo de vital
trascendencia.
4. El único mandamiento
¿Cuáles son los mandamientos de
Jesús? Hay uno solo y necesario: amar
como yo os he amado, ser uno con el
Padre y ser perfectos en el amor.
De aquí se derivan consecuencias:
amar a los enemigos, hacer el bien a
quien nos persigue, no juzgar…
Especialmente, Jesús nos pide que
seamos uno con él. El grupo de los
apóstoles creció porque estaba unido.
5. El Espíritu, fuerza que une
Jesús sabe que su muerte puede
desorientar y abatir a los suyos.
Por eso les dice que intercederá al
Padre por ellos, para que les envíe
un Defensor que los acompañe.
Sin la fuerza del Espíritu Santo, el
grupo nunca se hubiera
aglutinado y le hubiera faltado el
coraje para salir en misión.
6. Yo estoy con vosotros
Con el Espíritu Santo, los apóstoles ya no
dudan: Dios está con ellos. Jesús, unido
al Padre, no los abandona nunca. Esa
triple unión les da la fuerza necesaria
para lanzarse al mundo a evangelizar.
El autor describe así el misterio de la
Trinidad: Padre Creador, Hijo – Palabra
encarnada por amor y Espíritu de fuerza
y compromiso.
7. Más que un mandamiento
Los mandamientos son más que un
precioso legado espiritual. No están
para ser guardados, sino para vivirlos
y sentirlos hasta hacerlos carne de
nuestra carne, cada día. Solo así
estaremos unidos a la Santa Trinidad.
Amar nos abre las puertas del amor
de Dios. Y el Hijo se nos revelará en
toda su plenitud.
8. El Hijo, transparencia del Padre
El Hijo es la transparencia del
Padre, la manifestación plena y
total de Dios. Los cristianos no
necesitamos nada más. Tenemos
suficientes argumentos para dar
razón de nuestra esperanza.
Cada domingo, el pan
sacramentado basta para
alimentarnos y empujarnos a
nuestra labor misionera.
9. Vivir los sacramentos
Hemos caído en una práctica ritual
rutinaria y nos cuesta vibrar. Hemos
envuelto tanto el regalo que no
acabamos de encontrarlo bajo las
capas que lo recubren. Venimos a
misa por inercia, por costumbre o
sentido del deber, pero nos falta la
alegría y la conmoción que produce
ahondar en su significado. Nuestras
liturgias corren el riesgo de
convertirse en ritos vacíos…
10. Fe y vivencia
Pero los ritos son necesarios. Un
regalo grande merece un hermoso
envoltorio, pero no podemos
quedarnos en él.
Nuestra fe, más que doctrina, es
vivencia. Nace de la experiencia de
Jesús resucitado, transmitida por los
apóstoles, que todos estamos
llamados a revivir.
11. El Espíritu nos transforma
El Espíritu Santo que Jesús envió a
los suyos es el mismo que también
sopla sobre nosotros. Si lo acogemos
nos hará renovar esta experiencia
capaz de transformar nuestras vidas.
Dos mil años después, los cristianos
somos parte de la misma familia
espiritual que los apóstoles. Y como
ellos estamos llamados a ser uno,
con él y con el Padre.