1. Creo en el Espíritu de Dios que habita a todos los seres. Él mora en ti, y tú moras en él. ... él siempre te acoge, te comprende, y te cobija dulcemente, como una madre. Cree en el Espíritu de Dios que es el alma de Jesús, el alma de cada comunidad cristiana, el alma del mundo, el alma de nuestra alma, el alma de cada criatura. Cree en el Espíritu de Dios que sigue creando al mundo hasta hacerlo templo de Dios. ¡Siéntete acompañado por el Espíritu consolador de Dios! José Arregui. Texto: Juan 14, 15-21. Pascua 6 A. Comentarios y presentación: M.Asun Espíritu.
2. 15 Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos El único mandamiento de Jesús consiste en amar. El amor no es un sacrificio ni una cuestión de obediencia o de deber; que se lo pregunten a una madre o a una persona enamorada. Para Jesús el amor a Dios y al prójimo es la respuesta agradecida y gozosa al amor incondicional de Dios, no una ley. Es la respuesta espontánea a la experiencia de Dios como Padre amoroso y solícito. ¿Vivo amando o “cumpliendo”?
3. 16 y yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: 17 el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque Él permanece con ustedes y estará en ustedes. Sólo el evangelio de Juan da al Espíritu el nombre de ‘paráclito’: consolador, abogado, huésped, defensor, animador, protector, solidario, iluminador... en el proceso interno de la fe. Ser cristiano es dejarse guiar por el Espíritu, descubrir y vivir cada día la novedad y la sorpresa de Jesús, la novedad de su Buena Noticia. ¿Estoy abierto al Espíritu? ¿Creo en él? ¿Me dejo guiar por él? ¿O busco falsas seguridades como la ley, la norma, la rutina, la autoridad, lo que hacen todos...? Recibir el Espíritu nos hace libres, nos ayuda a eliminar todos los miedos y nos convierte en defensores, compañeros, abogados... de quien lo necesite.
4. 18 No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.. Jesús nos asegura que no nos dejará huérfanos ni desamparados. Si nos sabemos y sentimos incondicionalmente queridos y acompañados, caminaremos por la vida acompañando y queriendo a los demás. Eso es dar verdadero “culto al Señor ” (I Pedro 3, 15).
5. 19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Me veréis , en vuestro corazón, en la comunión con los hermanos, en la palabra acogida, en la oración contemplativa. Me veréis , en la persona empobrecida, encarcelada y necesitada, en todas las llagas y miserias humanas. Viviréis , quien me ve se llena de luz, de verdad, de mi espíritu de vida, renueva su ilusión y su esperanza, encuentra más fuerza para vivir, para servir, para sembrar. Viviréis , quien me ve no muere, queda contagiado de eternidad.
6. 20 Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. 21 El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. Jesús revela la admirable y estrecha unión que existe entre él, el Padre y toda la humanidad. En Jesús conocemos al Padre, cercano, cariñoso, lleno de ternura, que nos quiere más que una madre a sus hijos. El Espíritu de Jesús nos lleva a vivir una relación con Dios y con los seres humanos basada en el amor. Sentirse incondicionalmente amado y amar incondicionalmente es la mayor fuente de alegría. La bondad y el amor desconcertante del Padre ha de traducirse en una actitud semejante en sus hijos.