LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pptx
Aquí estoy para hacer tu voluntad
1. AQUÍ ESTOY PARA HACER TU
VOLUNTAD
4º DOMINGO DE ADVIENTO – CICLO C
Las lecturas de hoy nos hablan de la maternidad y del cuerpo.
La madre es la que lleva en su seno otra criatura: su cuerpo se
convierte en templo de la vida, cuna de un nuevo ser. Ser
madre es el sacrificio más primigenio: la mujer da su cuerpo y
parte de su vida para que su hijo pueda crecer. Esta donación,
en María, se hace inmensa: su vientre se convierte en el
santuario de Dios. Nadie como ella se ha abierto tanto, nadie
como ella ha dispuesto su cuerpo y su alma, de manera total e
incondicional, para que se cumpla la voluntad divina.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un
cuerpo… Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. San Pablo
recoge estas palabras para alentar a los creyentes. Atrás queda
la religión del sacrificio, se acabó la fe condicionada por las
ofrendas. Dios no puede ser comprado ni aplacado, no es eso
lo que pide. El mejor sacrificio no son animales, ni tesoros, ni
méritos ganados. El mejor don es el ofrecimiento de uno mismo.
No puedo darte nada, Señor del universo, pero puedo darte a
mí mismo. Que tu sueño se cumpla en mí.
¿Quiénes son nuestros maestros? Jesús, que se entregó a sí
mismo, y María, que se dejó habitar por Dios. Confiando la vida
en manos de Dios, esta adquiere un sentido nuevo y profundo.
Muchas personas persiguen su felicidad y su propósito vital. La
tendencia es buscarse a sí mismo y ser artífice de uno mismo,
con esfuerzo y constancia. Se ensalza el hombre hecho a sí
mismo, la mujer diosa, la persona autosuficiente que avanza a
golpe de voluntad. Hay otro camino, más humilde, más oculto,
menos reconocido pero mucho más luminoso: dejar que sea
Dios el escultor de tu vida y el jardinero de tu semilla única.
¿Quién nos conoce mejor que él, que nos ha formado? ¿Quién
nos hará crecer siendo nosotros mismos, auténticos, hasta
nuestra plenitud? María lo entendió muy bien y se abrió. Por eso
fue bendita entre las mujeres. Y en su vida sencilla, entre aldeas
de montaña, vio florecer el milagro de un Dios que se hace
pequeño. Un Dios que se hace niño, un Dios que se hace pan.