2. Me sorprendió lo bonito del dibujo y la felicité.
Y alzó sus ojos orgullosa.
No tenía más de cinco años.
Daniela, ¿cómo hiciste algo tan perfecto?
Si es muy fácil, Tito.
Lo calqué.
3. Y me enseñó el original, rebosando inocencia.
La imagen se correspondía en todo con el modelo.
Y eso me hizo reflexionar.
Somos “imágenes”.
¿Cómo llegar a igualar lo representado?
4. Y repasé el procedimiento.
1º Colocar el papel junto a lo que pretendamos
calcar. Lo más unido posible. En íntimo contacto.
2º Y todo sobre una mesa de luz o en el cristal
de una ventana.
3º Una mano retintará los trazos que la luz dibuja
en la superficie.
5. Y pensé ¡qué importante es el contacto íntimo,
la unión!
Pero eso “YA” no depende de mí.
Está hecho desde siempre.
No estoy en otra parte.
Soy “uno” con el Modelo, con el Ser.
6. Tampoco hay carencia de luz.
¡Nunca!
Resplandece constante
incluso en la supuesta oscuridad.
7. (La Ciencia Cristiana está amaneciendo
sobre una época materialista.
Las grandes realidades espirituales del ser,
como rayos de luz,
resplandecen en las tinieblas,
aunque las tinieblas, no comprendiéndolas,
tal vez nieguen su realidad.
Ciencia y Salud 546:23-27)
8. Porque nada tiene que ver
con un Sol de ocasos diarios
o con una Luna dependiente de sus fases.
Nunca fui buen dibujante.
Pero no es mi mano la que ha de subrayar.
9. Sólo he de ser consciente
que mi todo ya ha sido “tatuado” indeleblemente
por el trazo amoroso de la Mente.
10. Y finalmente como un espectáculo de pirotecnia,
me alegra saber que tampoco hay que llegar a ser,
sino que desde siempre
somos un “calco” de Dios.
11. Más aun, es Dios quien me tiene tatuado en Sí.
“Yo (el Señor)
te he grabado en las palmas de mis manos “.
(Isaías 49:16.)