2. - No temas, Juan.
Pronto estarás gozando en el Cielo.
Y el anciano desde el pobre camastro:
- Don Antonio no es por discutir, pero,
como en la casa de uno… en ninguna parte.
3. A Juan, como a casi todos,
no le habían publicitado el Cielo
con un mínimo de atractivo.
La consecuencia generalizada es
que la inmensa mayoría no tienen mucha prisa
por disfrutar ese retiro de quietud
e iluminado aburrimiento.
4. Pero, ¿qué es el Cielo? ¿Vale la pena?
Sólo hay una respuesta correcta: DIOS.
Cuando medito “la oración de Jesús”, nunca me digo:
Padre Nuestro que estás en el Cielo…
Sino que sustituyo el verbo de lugar,
por el de identificación. Y así paladeo:
“Padre Nuestro que eres el Cielo”.
Porque Dios no está contenido en ningún lugar.
5. Él es lo único. El bien infinito, eterno,
absoluto y supremo. Él incluye el Todo.
Muchos piensan que algún día tendrán que ir al Cielo,
y renunciar a personas, situaciones y cosas
que aquí son causa de gran placer.
Y se produce una triste resistencia
más o menos consciente y resignada.
6. Pero eso sucede por falta de comprensión.
Etiquetamos nuestro entorno como material.
Y creemos que la materia es
la que nos provee de felicidad, aunque no sea completa.
¡Cuando no hay materia!
Todo es manifestación de Dios,
aunque sea defectuosamente percibida.
7. Todo lo que nos produce bienestar
en este día todavía neblinoso, proviene de Dios.
No existe lo malo.
El principio del mal es la percepción del bien como limitado.
El mal es una miope visión de lo siempre perfecto.
Pero en sí mismo no existe. Sólo es lo infinito.
Despertemos: El Cielo no es otra realidad.
Es experimentar lo bueno, lo único, sin limitaciones.
Gozar de y con Dios y todas sus ideas.
8. A nada hay que renunciar,
sino sumergirse en su inmensa profundidad.
Nada hay que abandonar o destruir
sino considerar de otra forma.
Se trata de aceptar el conocimiento de Dios.
“Nadie hará mal, ni daño alguno habrá en ninguna parte,
porque la tierra estará saturada
del conocimiento del Señor…”
(Isaías 11:9)
9. Y así las espadas dejarán de herir,
para convertirse en arados.
Y se descubrirá que toda la creación
vive en la paz de la unidad.
(Léase Isaías 2:2-5 y 11:6-8)
Dios y sus ideas constituyen el cielo.
10. Cuando eso se comprenda,
el hombre que es la inclusión de todas las ideas divinas,
descubrirá que no ha de ir o estar en el Cielo,
sino que él mismo lo manifiesta siempre.
El hombre más afortunado en este mundo
siempre está insatisfecho. Nunca es bastante.
(Satisfecho viene del latín “fecho satis” “hecho bastante”.)
11. Por eso, conviene saber
1º que Dios es la fuente de toda felicidad, y
2º que el hombre es su semejanza.
Sólo así nos sentiremos llenos de acuerdo al salmista:
“Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”
(Salmos 17;15)