Este documento resume los orígenes del fascismo en Italia en el contexto de la Primera Guerra Mundial. Describe cómo Mussolini comenzó como un líder socialista radical pero luego abandonó el partido socialista para apoyar la intervención de Italia en la guerra. Luego fundó su propio periódico y defendió el nacionalismo y la defensa de los intereses de Italia. El documento también analiza cómo la guerra dividió al movimiento socialista entre internacionalistas y nacionalistas y cómo esto contribuyó al surgimiento del fascismo en Italia.
LO QUE NUNCA DEBARIA HABER PASADO PACTO CiU PSC (Roque).pptx
1914, los últimos catilinarios
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1914: LOS ÚLTIMOS CATILINARIOS
Francisco José Fernández-Cruz Sequera
Marzo 2014.
Publicado en: http://lagranpartida.blogspot.com.es
En Agosto de este 2014 se cumplirán 100 años del comienzo de la Gran Guerra,
pero este no es sólo el aniversario del inicio del primer conflicto mundial, sino que
también marca el centenario de la primera intervención militar de los EE.UU. en el
continente europeo, y del principio del declive político, económico y cultural de la
civilización europea.
Europa no pudo superar la confrontación entre el liberalismo transnacional, el
socialismo internacionalista y el socialismo nacionalista conocido como fascismo.
En el corto espacio de cincuenta años, el continente estaba ocupado militarmente, se
encontraba dividido en dos bloques antagónicos, y había dejado de ser la primera
potencia económica del mundo al trasladarse el eje del poder al otro lado del
Atlántico. Para por último, entró en una demografía suicida y en la extinción física
acelerada de sus naturales a finales del S. XX. Tras la disolución espiritual, la
desaparición biológica.
Por esta razón, me he decidido a rescatar del olvido una breve narración, que no
estudio ni análisis, que escribí hace quince años bajo el título de “La Marcha sobre
Roma. Una aproximación a los albores del fascismo” y que aún hoy permanece
inédita. La oportunidad de recuperar este texto en este año del centenario, se
justifica por el hecho de que fue en la Italia de 1914, el lugar y el momento en el que
se inició el enfrentamiento ente los tres estilos vitales que marcaron el final de una
Europa, que había sido hasta entonces la forma más elevada de Civilización y
Cultura, antes de convertirse en un vulgar zoco multicultural de inspiración
magrebí.
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“Nosotros los que somos de otra creencia-, nosotros los que consideramos el
movimiento democrático no meramente como una forma de decadencia de la
organización política, sino como forma de decadencia, esto es, de
empequeñecimiento, del hombre, como su mediocrización y como su rebajamiento de
valor, ¿a dónde tendremos que acudir nosotros con nuestras esperanzas? – A nuevos
filósofos, no queda otra elección; a espíritus suficientemente fuertes y originarios
como para empujar hacia valoraciones contrapuestas y para transvalorar, para
invertir “valores eternos”; a precursores, a hombres del futuro, que aten en el
presente la coacción y el nudo, que coaccionen la voluntad de milenios a seguir
nuevas vías. Para enseñar al hombre que el futuro del hombre es voluntad suya, que
depende de una voluntad humana, y para preparar grandes riesgos y ensayos
globales de disciplina y selección destinados a acabar con aquel horrible dominio
del absurdo y del azar que hasta ahora se ha llamado “historia” – el absurdo del
“número máximo.”
Friedrich Nietzsche
El siglo XX ha visto nacer y
morir a los hijos de Hegel, los
últimos hombres de la raza de los
catilinarios1
. Quizás podamos
decir que Mussolini fue como un
nuevo “Rienzi”2
, el último
tribuno de la plebe. A los
fascistas, Jules Monnerot los ha
llamado los “heterogéneos
subversivos”3
. Quizás por ello, la
historiografía de posguerra suele
acercarse a los orígenes del
fascismo, sin ser capaz de
sustraerse al conocimiento de los
hechos posteriores. Este prejuicio
ha impedido realizar una
aproximación objetiva a este
movimiento político que arrancó
en la intelectualidad de izquierda
francesa, en la generalidad de las
obras publicadas. Si a esto le
añadimos el empeño de los
autores de dichas obras, en el
esfuerzo de alejar al fascismo de
sus orígenes socialistas e
izquierdistas, para borrar, o al menos disimular, toda relación entre fascismo e
izquierda, podremos entender mejor la pobreza intelectual de la mayor parte de lo
publicado. Sólo hay una verdad admisible desde la hegemonía cultural y académica
de la izquierda: el fascismo es parte de la extrema derecha como una reacción de los
intereses reaccionarios del capitalismo pequeño burgués, y a la derecha debe serle
atribuida su paternidad en exclusiva. Toda otra razón es antidemocrática y herética, y
sitúa al que al realiza en el “revisionismo” y el “neofascismo” y, por ende, lo
convierte en un excluido social y cultural y en un delincuente político.
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I. Antecedentes.
Acercarse con curiosidad al fascismo no es fácil. Son muchas las dificultades que se
alzan entre el afán de conocimiento de las generaciones nacidas después de la
Segunda Guerra, y una información veraz y exacta del fenómeno fascista. Entre
todas las dificultades, la primera que hallamos es la pérdida de significado del
término fascista, que como significante no pasa de ser un epíteto vacío de contenido
real, generalmente asimilado al empleo ilegítimo e irracional de la violencia o al
carácter autoritario de una persona o institución, independientemente de cual sea su
ideología o significado político. Lo mismo sirve para descalificar al concejal de un
municipio que pretenda establecer una medida contraria a la opinión de quién utiliza
el término, que a la dictadura que haga al caso, ya sea el militar de una república
bananera o el reyezuelo tribal de alguna república de reciente invención del África
negra. Utilizada así, esta expresión descalifica intelectualmente más al que la lanza
como ofensa, generalmente el menestral de turno, que al que lo recibe generalmente
como un tremendo insulto a través del que se le imputa la síntesis de todas las
maldades.
La segunda dificultad, que sólo surge para aquellos que intentan forjarse su propio
criterio, radica en la obtención de información veraz y suficiente entre el aluvión de
propaganda generado por las potencias vencedoras en la última guerra mundial, y las
apologías carentes de rigor de grupúsculos más cercanos a fenómenos sociológicos
delictivos que al ámbito de lo político.
Superadas las anteriores, surge la tercera y quizás más importante, la de establecer
qué es realmente el fascismo. ¿Es posible dar una definición del mismo? ¿Pueden
englobarse en una misma categoría sistemas y regímenes tan dispares como el de la
España de Franco y el heterogéneo y confuso ideario del partido falangista que le
sirvió de soporte, el "Estado Novo" de Salazar, la Croacia de Ante Pavelic, la Francia
petenista o la del antiguo comunista Doriot, o los clásicos: el nacionalsocialismo
alemán y el fascismo italiano?. Parece difícil, cuando menos, lograr reducir a la
unidad en una categoría sistemática lo que ya nació como cauce de muy diversas
corrientes, procedentes casi todas ellas del romanticismo y del irracionalismo del
siglo anterior. Quizás pueda afirmarse, sin intención de dar una definición completa
y acabada, ni de polemizar, que el fascismo es fundamentalmente un intento de dar
respuesta a los problemas del hombre desde una perspectiva comunitaria, no
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colectivista, en la que el elemento espiritual y psicológico de los hombres no sea
ignorado. Mas, ¿Cómo surgió el fascismo?. Pocos recuerdan que el fascismo tuvo su
origen en una convergencia de muy distintas ideas, hechos y circunstancias sociales.
En cuanto a las ideas,
su paternidad debe
atribuirse por igual al
romanticismo nórdico y
a la idea de romanidad
clásica, y si no siempre
los fascistas
reconocieron la
paternidad de Hegel o
de Nietzsche, ninguno
negó la de Spengler que
estaba en el espíritu de
la época. El Fascismo
venía a representar un
regreso a lo sacro y al
misticismo, frente al
ideal agnóstico o ateo
del Liberalismo o del
Marxismo. El mismo
léxico fascista toma
elementos teológicos
para su formación,
como el carácter
"carismático" de sus
líderes.
Respecto a los hechos,
el fascismo no puede
ser concebido sin la
Gran Guerra y la crisis
del liberalismo y del
socialismo, que dará lugar al socialismo revolucionario tanto en la vertiente
internacionalista del comunismo soviético, como en el del socialismo nacionalista
conocido bajo el nombre de fascismo.
Por último, en cuanto a las circunstancias sociales, debe recordarse la crisis
espiritual de Europa que se traducirá en la decadencia de las Artes, provocada por el
marchantismo extraeuropeo y las vanguardias decadentes, que representarán una
ruptura con los sentimientos populares, que sólo será parcialmente salvada por la
incorporación de las nuevas artes y técnicas del cine o la publicidad, así como por el
empleo por primera vez, masivo y moderno, de los medios de comunicación.
El fascismo, que pretendía ser una jerarquía, una tradición y un culto a la autoridad,
supo hallar el equilibrio entre una absoluta modernidad en un marco tradicional de
retorno a la esencia de cada pueblo, complaciéndose, en el caso italiano, en escoger
como telón de fondo de sus celebraciones públicas las más genuinas ruinas romanas.
Pero entremos en la época.
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II. El tiempo previo a la Gran Guerra: la crisis del socialismo.
En 1913, Mussolini era uno
de los más radicales
dirigentes del Partido
Socialista Italiano y el
joven director del diario del
partido, el “Avanti”, en él
escribía: "Nosotros
consideramos los
acontecimientos con una
satisfacción legítima, la
misma satisfacción que ha
de sentir el artista
contemplando su propia
obra. Si el proletariado
italiano está adquiriendo
una psicología, más
ofensiva y feroz, se lo debe
a nuestro periódico". En
aquel tiempo, el que sería
Duce del fascismo,
consolidaba su posición en
el Partido Socialista e
imponía la radicalización
revolucionaria del
socialismo en Italia. Aún
no había sonado en
Sarajevo el pistoletazo que
acabaría con la vida del
Archiduque Francisco
Fernando, heredero de la
corona del Imperio
Austrohúngaro, y con la política al modo en que era entendida en el S. XIX, dando la
señal de salida al concepto de política absoluta e inmisericorde que ha caracterizado
al S. XX.
En 1914 los trabajadores de todos los países europeos, marcharían a los frentes de
batalla marcando con su paso, el fin del internacionalismo socialista, dejando el
socialismo convertido en mera pantomima socialdemócrata dominada por la
masonería. El 18 de Octubre de este año crucial, en las páginas del socialista Avanti,
su director Mussolini dirá: "¿Es que queremos ser, como hombres o como
socialistas, espectadores inertes de este drama grandioso?". Dos días después dimite
de su cargo, despreciando la indemnización económica que le correspondía, y funda
"Il Popolo d'1talia". En el congreso del Partido Socialista celebrado el 24 de
Noviembre de ese mismo año, hará una renovada profesión de fe socialista ante los
delegados de las federaciones de toda Italia, de los que se despedirá con estas
palabras: “Vosotros hoy me odiáis porque todavía me amáis!.; Estoy solo. Pero yo
soy fuerte a pesar de estar solo. Es más: os diré que soy fuerte precisamente
porque estoy solo.” La decisión de abandonar el partido, fue tomada decididamente
al entender que éste, ya no representaba los intereses de los trabajadores italianos.
Cartel de la serie televisiva en la que Antonio
Banderas interpreta al Mussolini revolucionario y
disidente del Partido Socialista Italiano
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III. El Mussolini de la guerra.
La división del movimiento socialista entre intervencionistas y no intervencionistas,
lo que equivaldrá más tarde a la división entre socialistas internacionalistas y
nacionalistas, provoca el abandono del Partido Socialista de los delegados
intervencionistas al Congreso del Partido liderados por Mussolini. Se inicia con esta
ruptura una nueva etapa del
socialismo italiano que afirma, igual
el socialismo francés, que la
verdadera lucha de clases no se da
entre clases sociales, entre clases
económicas de un mismo pueblo,
sino entre clases de hombres y de
naciones. La guerra, el ideal de la
Patria, de la identidad nacional, lo
último que el capitalismo puede
arrancar a los miserables, debía ser
defendido de los intemacionalismos
representados por la usura capitalista
y el comunismo internacional. Los
intervencionistas se enfrentan a las
naciones ricas, capitalistas,
burguesas y plutócratas, que
explotan y esquilman a las menos
poderosas. Mussolini se convierte
progresivamente en el defensor de
una nueva clase de explotados: la de
los italianos. Su prosa se verterá
fieramente en el periódico alrededor
del cual, gira la vida política italiana:
"La propaganda antiguerrera la
ejercen los bellacos: los curas, los jesuitas, los burgueses, los monárquicos"; "los
neutrales jamás dominaron los acontecimientos, sólo los padecieron!"; "¡Sólo la
sangre pone en movimiento la rueda sonora de la Historia!"; "Lo inevitable se
cumplirá: los viejos mundos de la vida política y social de Italia se convertirán en
polvo miserable!"; "No querer distinguir entre guerra y guerra, y pretender
oponerse a todas las guerras, sean las que sean, es una conducta propia de
imbéciles".
El 24 de Mayo de 1915 Italia entró en guerra contra Alemania y el imperio
austrohungaro. El 2 de septiembre Mussolini llegaba al frente, en el 110 Regimiento
de Bersaglieri, como soldado, ya que previamente había rehusado el grado de oficial
que le correspondía. Ascendido a cabo por méritos en el campo de batalla, Mussolini
cayó en combate, como dijo de él el “Morning Post” británico: "lleno de heridas
como César".
IV. "VITTORIA NOSTRA, TU NON SARAI MUTILATA".
Tras el fin victorioso de la contienda, y ya de nuevo en Milán, durante la celebración
de la victoria se dirigió a los arditi, los soldados de asalto: "¡Arditi! ¡Compañeros de
armas! Yo os defendí cuando los cobardes filisteos os difamaban." Luego añadió:
Mussolini como cabo de bersaglieri
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"El relámpago de vuestros puñales y el diluvio de vuestras bombas harán justicia de
todos los miserables que pretendan cortar el camino a una Italia más grande."
Contestaron levantando sus puñales: "A noi! A noi!" Se acababa de inventar el saludo
ritual fascista.
Italia había entrado en guerra para
recuperar su propio "Gibraltar",
tierras irredentas ocupadas por
extranjeros, cuyo símbolo fue
Fiume. La decepción italiana al
final del conflicto fue terrible, el 98
de Italia dejaba a cuatro millones de
proletarios y trabajadores italianos,
que sólo tenían sus medallas, sus
heridas y sus recuerdos de guerra,
sin aquello por lo que arriesgaron
sus vidas: "La Nación, la Patria, la
Italia más grande". El 16 de Enero
de 1919, Mussolini, el único
portavoz autorizado de los
excombatientes, grita: “iSeñores
del Gobierno!, ¡señores de la clase
dirigente!; ¡Tenéis que
escucharnos!". Sin embargo, la
gran burguesía hacía oídos sordos a
las reivindicaciones populares,
celosa de sus beneficios obtenidos
mediante la especulación durante la
guerra. Mussolini repetía sin cesar:
“Venimos proclamando la necesidad de dar un contenido social interno a la guerra,
no solamente para recompensar a las masas que han defendido a la Nación, sino
también para vincularlas al porvenir de la Nación, y a su prosperidad".
V. La fundación del fascismo.
El 21 de marzo de 1919 se forma en Milán el primer “Fascio Milanese di
Combattimento”, a cuyo frente estaba el triunvirato formado por Ferrucio Vecchi,
Michele Bianchi y Benito Mussolini, sus miembros provenían de diversas fuerzas
políticas. El día 23 se fundó la organización nacional, los “Fasci Italiani di
Combattimento”, en ellos formaban anarcosindicalistas, republicanos,
conservadores, socialistas disidentes, nacional sindicalistas, futuristas como
Marinetti, intelectuales como Giuseppe Bottai y hombres de acción como Roberto
Farinacci. Los arditi prestaron al movimiento su estilo y formas, la camisa negra
original de los mineros que habían combatido en las unidades de élite en la guerra y
se habían adherido al fascismo, el fez negro con la calavera y el puñal, a todo lo cual
se incorporó la frase populachera del dialecto romano: "Me ne frego!" -¡Qué me
importa!-. Todo ello con el entusiasmo de Mussolini, que escribió: "El orgulloso
lema de los 'squadristi', escrito sobre las vendas de una herida, no es solamente
una expresión de filosofía estoica o simplemente el resumen de una doctrina
política: es la educación a la batalla, a la aceptación de los riesgos que está
conlleva, es un nuevo estilo de vida ideal".
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Los fundadores de los “Fasci di Combattimento” en Milán en 1919.
VI. Del bautismo de fuego a Fiume.
El 15 de Abril de 1919 se produjo una concentración en la Arena de Milán, exaltada
la masa por los discursos de sus cabecillas, cien mil socialistas y anarquistas se
dirigieron a la plaza del Duomo por la vía Mercanti con intención de aplastar a los
escasos fascistas allí congregados. A su encuentro salieron los estudiantes del
Politécnico, algunos fascistas y futuristas, el choque fue violentísimo y se saldó con
varios muertos. Como represalia los fascistas atacaron el “Avanti”, protegido por el
Ejército, en la acción murió un soldado. Aquella noche, Mussolini fue aclamado por
el pueblo milanés bajo los balcones de "Il Popolo d'Italia".
El 25 del mismo mes llegó el mensaje de Wilson con su infame y humillante
decisión, servilmente acatada por el Gobierno. Wilson, presidente de los EE.UU, se
mostró inflexible durante la Conferencia de Paz: "Fiume no sería nunca para Italia".
Desde el 16 de Mayo, la ciudad quedó bajo control de la Sociedad de Naciones.
Mussolini viajó a Fiume para hablar contra Wilson y el Tratado de Versalles en el
Teatro Verdi de la ciudad. Después del discurso, Host Venturi formó en el Campo de
Marte un batallón de voluntarios con los asistentes al mitin. La tensión se puso de
manifiesto en el choque entre los soldados franceses de la Sociedad de Naciones y
los de Italia.
Como reacción ante la ocupación extranjera, el poeta Gabriele D'Annuzio, con 287
voluntarios y arditi, ocupó Fiume el 12 de septiembre al grito de: “¡Fiume o morte!”
En Octubre convocó un referéndum en la ciudad, en el que sobre 7155 votantes,
6999 votaron a favor de reintegrarse en Italia.
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VII. El "golpe" de la izquierda y la crisis económica.
A principios de 1920, el anarquista Enrico Malatesta, intentaría establecer un acuerdo
con el Partido Socialista encaminado a efectuar su propia "Marcha sobre Roma".
Descubierta la trama golpista por Mussolini, la publicó en "Il Popolo d'Italia", al
verse sorprendidos, los socialistas dieron marcha atrás temporalmente. Al mismo
tiempo, Trotsky advertía a los comunistas italianos de lo que significaba la pérdida
de Mussolini para el logro de sus objetivos diciendo: "la única carta seria la han
perdido ustedes; el único hombre que hubiera podido hacer la revolución en serio".
Tras la caída del gobierno Nitti, su sucesor Giolitti ordenó la evacuación de Albania,
y permitió la ocupación de las fábricas por los socialistas y comunistas en el llamado
“Biennio Rosso”, tratando de evitar la guerra civil. Después de firmar el Tratado de
Rapallo con Yugoslavia, mandó bombardear a D'Annunzio para lograr expulsarlo de
Fiume.
En el verano de 1920 la huelga agraria causó la pérdida de la cosecha en la llanura
del Po. Los piquetes marxistas dominaban la situación, así que los fascistas se
enfrentaron a ellos asaltando las Cámaras del Trabajo, los locales socialistas y las
Municipalidades que gobernaban, realizando las conocidas “Aduanatas squadristi”
de. Bolonia, Ferrara y Módena, que cayeron sucesivamente bajo el control de los
escuadras fascistas.
Llegado 1921 las huelgas se sucedieron hasta llegar a paralizar toda Italia,
aumentaron la miseria y el paro. Siguiendo el ejemplo soviético, se cerraron las
fábricas izando sobre ellas la bandera roja con el martillo y la hoz, y los miembros de
la "Guardia Roja", organización militarizada del Partido Socialista, fueron armados
con fusiles y bombas de mano y adiestrados en los patios de las fábricas.
Seguidamente se procedió a la total subversión del Estado, llegando a crear oficinas
de prensa, cooperativas y a emitir moneda. En este momento, los miembros más
Los arditi en Fiume.
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radicales del Partido Socialista se organizaron como un nuevo partido: el Partido
Comunista.
La ocupación de las fábricas durante la tentativa golpista de la izquierda conocida
como “Bienio Rosso”.
La burguesía alarmada por el alcance del movimiento revolucionario de corte
bolchevique, pretendía instrumentalizar a los fascistas, dado que eran la única fuerza
capaz de derrotarlos en las calles. Frente a esta pretensión, el 3 de Abril de 1921,
Mussolini, que ya empieza a ser llamado Duce, dirá en el escenario del Teatro
Comunal e de Bolonia que: "Si la burguesía no sabe defenderse por sí sola, no
espere que la defendamos nosotros. Nosotros defendemos a la Nación. Queremos
la fortuna material y moral del pueblo".
Los fascistas, como socialistas evolucionados que en gran medida eran, estaban tan
enfrentados con los izquierdistas, como podían estarlo con la burguesía en su idea
individualista propia del liberalismo, del que ellos eran enemigos declarados. Este
choque de ideas, se daba especialmente en todo lo referente a la concepción liberal
de la economía o de un mercado libre de la intervención del Estado. Así, defendían el
salario mínimo, la imposición de restricciones a la acumulación de beneficios, la
progresividad fiscal, la nacionalización de la banca y de los sectores estratégicos, así
como las escuelas públicas estrictamente laicas.
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La poetisa Ada Negri, vio a los camisas negras como: "Jóvenes de cuerpo y alma tan
resplandeciente, que más bien parecen jóvenes reyes". Se reprodujeron las
incursiones fascistas y las escaramuzas callejeras por toda Italia, y la violencia
alcanzó la intensidad de una guerra civil. En esta situación, se alternaron las
“expediciones de castigo” entre marxistas y fascistas, hasta que estos últimos
consiguieron derrotar a las milicias de la Guardia Roja. Así se detuvo el intento
golpista de la izquierda.
VIII. Los fascistas al Parlamento. Fundación del Partido Nacional Fascista.
El 13 de mayo de 1921 se convocaron elecciones generales en las que resultaron
elegidos diputados treinta y cinco de los más destacados fascistas, entre ellos Roberto
Farinacci, líder de los agricultores de Cremona, Dino Grandi y Mussolini. Este
último, en su primer discurso ante la Cámara, se ofreció a todos para colaborar sin
muertos y heridos en choques políticos en el período 1920-21
4
año
policía y
carabineros
socialistas fascistas
muertos heridos muertos heridos muertos heridos
1920 51 437 172 578 4 57
1921
(1 enero – 14
mayo)
21 53 48 149 35 146
La reconquista fascista de Empoli en Marzo de 1921, un ejemplo más de los
recíprocos ataques entre fascistas, socialistas y comunistas.
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restricciones en la construcción de una Italia en armonía: "el fascismo no predica ni
practica el anticlericalismo"; "hay que reducir el Estado a su expresión puramente
jurídica y política"; "la violencia no es para nosotros un sistema. Estamos
dispuestos a desarmarnos si vosotros lo hacéis también. Y sobre todo, hemos de
desarmar los espíritus."
Pero los enfrentamientos continuaron, y el Primer Ministro Bonomi creyó poder
detenerlos por medio de medidas de fuerza, atacando al tiempo a fascistas y
marxistas. En Sazarna y en Módena, numerosos escuadristas fueron torturados por la
policía o asesinados por los comunistas. Finalmente, se firmó a instancias de
Mussolini el Pacto de Pacificación con los socialistas, al que no se adhirieron los
comunistas, aunque estos continuaron con los ataques a los fascistas y a los grupos
nacionalistas, por lo que el acuerdo entró en vigor, pero sin llegar a menguar el clima
de guerra civil.
El 4 de noviembre de 1921, se organizó la ceremonia al Milite Ignoto -soldado
desconocido-. Cuatro días después, en el Congreso del Fascio, se funda el Partido
Nacional Fascista, para organizar y encuadrar los múltiples fascios locales a través de
los que el fascismo venía actuando, muchas veces falto de coordinación.
Mientras, el Gobierno de Bonomi era paulatinamente desbordado por la extrema
izquierda, y la incapacidad de los partidos democristianos y liberales para mantener a
raya a los revolucionarios marxistas, forzaba la intervención de las escuadras
fascistas que no estaban dispuestas a cederles el control de las calles, lo que no
satisfacía a la burguesía, pues su intervención no era con el fin de mantener el orden
establecido al gusto de las clases burguesas, sino para evitar una revolución de signo
opuesto al propio. Ante las agresiones sufridas a manos de los socialistas y
comunistas, el 15 de noviembre los fascistas denuncian el Pacto de Pacificación y
La Guardia Roja socialista durante la ocupación de las fábricas en el “Biennio
Rosso”.
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deciden sustituir al Estado, al ser éste incapaz de garantizar el orden público y la
seguridad de las personas. Así, el Partido Nacional Fascista proclama: "Nosotros
sustituiremos al Estado cada vez que éste se muestre incapaz de combatir las
causas y los elementos de la desintegración interior."
IX. 1922, el año definitivo.
En 1922 la crisis
económica continuaba
con toda su gravedad, y
la inestabilidad social y
política forzó la caída
del gobierno Bonomi y
la formación de uno
nuevo por Luigi Facta,
un hombre aún más
mediocre que su
predecesor y con la
misma carencia de
ímpetu y resolución.
En la primavera,
cuarenta mil braceros
fascistas dirigidos por
Italo Balbo ocuparon
Ferrara, como protesta
por las miserables
condiciones de vida. La
reivindicación de los
fascistas, irritó a los
sindicatos socialistas,
que paulatinamente se
veían privados de
penetración y capacidad
de representación dentro del movimiento obrero, dado que la adhesión de los
trabajadores a los sindicatos fascistas aumentaba exponencialmente. Más de 400.000
trabajadores se habían pasado a los sindicatos fascistas en toda la península italiana,
y a finales de julio de 1922 más de 700.000 trabajadores se habían afiliado a la
“Confederazione Nazionalle delle Corporazioni”, sindicato del PNF. Balbo y sus
jornaleros fascistas fueron agredidos por la CGT socialista, lo que no hacía sino
confirmar la derrota de la izquierda en el seno del movimiento obrero.
La ofensiva política fascista alcanzó en junio su cenit, en julio decía Mussolini:
"Nuestros adversarios continúan llamándonos bandidos, canallas, bárbaros,
esclavistas, bandoleros, vendidos. Nos importa un bledo. Vosotros publicáis,
señores, inútiles palabras injuriosas. Nosotros os contestamos saboteando política
y sindicalmente vuestros huesos. Con quirúrgica inexorabilidad”. Y el día 20 de
este mes, los socialistas asesinaron en Rávena a un fascista. En respuesta, Italo Balbo
y Dino Grandi, realizaron una nueva “expedición de castigo” ocupando la ciudad con
miles de trabajadores fascistas. Los comunistas y socialistas reaccionaron declarando
la huelga general, y la Guardia Roja se preparó para atacar a los fascistas. Siguiendo
Concentración fascista con motivo de la fundación del
Partido Nacional Fascista en 1920.
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las directrices del Partido Socialista, durante el entierro de la víctima abrió fuego
contra el cortejo fúnebre desde la Casa del Pueblo, con pobres resultados para los
marxistas que verían su sede asaltada y devastada por las escuadras fascistas.
El 31 de julio, el sindicato socialista que seguía viendo debilitada su fuerza por el
abandono masivo de los obreros para engrosar el sindicato fascista, trata de extender
el conflicto a toda Italia, y proclama la huelga general revolucionaria. Los fascistas
dieron un ultimátum a la Confederación General del Trabajo socialista, y se
dispusieron a frustrar la acción de la izquierda. El Gobierno mostró su ineptitud para
dominar la situación siendo incapaz de controlar la situación, por lo que de nuevo se
produjeron choques por toda Italia entre las milicias socialistas y comunistas de un
lado, y las fascistas de otro.
En este clima de guerra civil, no toda la prensa era hostil al fascismo, además de las
simpatías de gran parte de la opinión pública, y en especial entre las clases medias,
contaba con el apoyo de alguna prensa sindicalista y católica, disminuyendo la
influencia y el apoyo entre las clases altas conforme se adivinaba la posibilidad de su
llegada al poder. Ejemplo de ello es, que entre julio y septiembre de 1921 las
subvenciones recibidas por el PNF descendieron un 20%. Cuanto más cerca estaba el
fascismo del poder, más lejos de éste se situaban las clases aristocráticas, los
terratenientes, los monárquicos y los populares de la derecha conservadora liderada
por el sacerdote Don Sturzo. Para los poderes económicos italianos y los
monárquicos, el rey jugaba un importante papel dado lo reciente que era la unidad
italiana, eran tan indeseable la llegada al poder de los negros como de los rojos.
Inés Donati, militante fascista conocida como “La capitana”, durante la huelga
revolucionaria de 1920. La participación de las mujeres en el movimiento fascista,
fue un elemento determinante de su modernidad, en contraste con el papel
minoritario que jugaron entre los marxistas.
15. 15
X. La decisión final.
Mussolini planificó una campaña de propaganda para el siguiente otoño que dio
comienzo con una intervención pública en Udine el 20 de Septiembre. Por primera
vez no planteaba el derrocamiento de la monarquía como un fin inexcusable,
realizaba así un desplazamiento de la monarquía hacia una posición de no-
beligerancia frente al fascismo, ya que Mussolini sabía que si atacaba a la monarquía,
sus "camisas negras" no podrían enfrentarse al Exercito Reale y a los carabineros,
por lo que ante la primera posibilidad real de llegar al poder, buscó colocar al trono
al margen de las incipientes hostilidades, y asegurarse así la neutralidad de los
militares en el desarrollo de los acontecimientos, facilitando así la percepción de los
fascistas como un “mal menor” ante la actividad revolucionaria de los marxistas.
A finales de mes, los fascistas junto con algunos elementos nacionalistas, ocuparon
Bolzano y Trento expulsando a los socialistas de las calles. El 6 de Octubre,
Mussolini consideraba junto a Balbo la ejecución de una incursión contra Roma que
condujera al Partido Fascista al poder. El 7 de Octubre de 1922 y con el fin de
contribuir a una imagen de moderación, Bianchi negaba durante una entrevista
publicada en el “Giornale d'Italia”, la inminencia de un movimiento revolucionario
fascista. Al tiempo, mientras que en la capital se temía la irrupción de los fascistas,
en el medio rural los carabinieri y la gendarmería, al compás del resto de la sociedad
rural, se decantaban claramente por los fascistas. La división geográfica entre urbe
roja y agro negro, marchaba en paralelo con la división política.
El día 16 de Octubre, Mussolini convocó a los jefes de las milicias en la sede del
Fascio provincial en la calle San Marco de Milán. Acudieron Mussolini, Grandi, De
Vecchi, De Bono, un militar de carrera recientemente retirado del servicio tras
ejercer la jefatura del Ejército en Verona, Italo Balbo, Teruzzi, Fara, Igliori,
Ceccharini, Farinacci y Michele Bianchi, estos dos últimos, decididos partidarios de
El Estado Mayor fascista: De Bono, Bianchi Mussolini, de Vecchi y Balbo.
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la insurrección, apoyaban la propuesta de Balbo y de Mussolini de hacerse con el
poder en un golpe de audacia; Por el contrario, Dino Grandi apostaba por mantener
una táctica legalista. Ante la propuesta insurreccional, De Bono y de Vecchi adujeron
la falta de capacitación de las escuadras, y la necesidad de aguardar un período de
tiempo para su preparación. Finalmente se decidió ir a la insurrección en el primer
momento que resultase posible. Para lo que se acordó unificar el mando de las
milicias y la entrega de su jefatura a un triunvirato compuesto por Balbo, De Vecchi
y el general De Bono. Acerca de la estrategia a utilizar para asaltar Roma, se
planificó la formación de tres columnas: una cerca de Civitavecchia; otra en las
proximidades de Monterotondo, para los contingentes de Emilia, Venecia y
Lombardía, y la última en Tívoli, para las tropas de Marches, Abruzos, el Lacio y las
regiones del Sur. El cuartel general estaría situado en Perugia, y las reservas se
situarían en Foligno. Por último, Mussolini decidió que en cuanto comenzasen las
acciones militares, la jefatura del Partido debería resignar todas sus funciones en un
cuadrunvirato integrado por los comandantes de la Milicia, a los que se sumaría el
Secretario del Partido Michelle Bianchi.
Mussolini poco antes del Congreso del Partido de 1922 en Nápoles
17. 17
El 22 de este mes de Octubre, se reunían en Bordighera los jefes de la Milicia para
elaborar los planes del operativo militar. Su convicción acerca del triunfo, se vio
ratificada al conocer el éxito obtenido por las candidaturas fascistas en las elecciones
locales de Reggio Emilia, un síntoma del apoyo popular que les confirmaba en sus
planes de insurrección.
El 24 de Octubre en Nápoles, se celebró el congreso del Partido al que asistieron más
de 40.000 fascistas, lo que facilitó la concentración de las columnas en sus
posiciones de partida, al haber con este motivo multitudinarios desplazamientos de
escuadras fascistas por todo el país. La primera sesión del Congreso se efectuó en el
Teatro San Carlos, en su discurso, y al margen de reiterar el respeto por la corona,
Mussolini dijo: "Nosotros los fascistas no pensamos entrar en el Gobierno por la
puerta de servicio; nosotros los fascistas no pensamos renunciar a nuestra
formidable progenie ideal contra un plato de lentejas ministeriales. Porque
nosotros tenemos la visión que podemos llamar histórica del problema frente a la
otra visión, que se puede llamar política y parlamentaria (...) Se trata de injertar en
el Estado liberal toda la fuerza de las nuevas generaciones italianas hijas de la
guerra y de la Victoria. (...) Esto es esencial a los fines del Estado. Y no sólo del
Estado sino también de la Historia y de la nación (...) Por esto hemos reunido y
encuadrado y férreamente disciplinado a nuestras legiones: porque si el choque
hubiera de decidirse sobre el terreno de la fuerza, la victoria sea para nosotros.
Nosotros somos dignos de ella". Al final del discurso las siete mil personas que
ocupaban el teatro expresaron un delirante entusiasmo. Por la tarde, minuciosamente
preparado por el Foglio d'Ordine nº1 del mando de la milicia fascista, se celebró un
gran desfile desde el campo de deportes hasta la Plaza de San Ferdinando. Allí,
vestido de negro y con una banda cruzada con los colores de Roma, Mussolini pasó
revista a las escuadras de camisas negras, éstas prorrumpieron en gritos: "¡Roma!
¡Roma!.: ¡Todos a Roma!" Mussolini improvisó: "Yo os digo con toda la
solemnidad que el momento requiere: o nos entregan el gobierno o iremos
nosotros a Roma para conquistarlo. Ya es sólo cuestión de días, quizá de horas...
¡Hay que coger por el cuello a la miserable clase dirigente!"
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La noche del día 24 de octubre de 1922, el Presidente del Gobierno, Luigi Facta,
telegrafió al rey: "Yo creo que ya ha sido abandonado todo proyecto de marcha
sobre Roma" A la misma hora, en el hotel Vesuvio de Nápoles, Mussolini y los
cuadrunviros -De Bono, Balbo, De Vecchi y Bianchi- establecían la movilización
general de los camisas negras para el día 27 siguiente, y el asalto a Roma para el 28 a
las ocho de la mañana, el Congreso finalizó el día 26, pero los jefes de la Milicia
partieron hacia sus unidades el día anterior.
Los acontecimientos se precipitaban. Las fuerzas políticas liberales desunidas y
atemorizadas, maniobraron tratando de impedir lo que se perfilaba como inevitable,
Giolitti ofrecía a los fascistas una modesta participación en un gobierno dirigido por
él. El 27 de Octubre, el prefecto de Milán telefoneó a Facta informando de que
Giolitti buscaba una acuerdo con los fascistas, a su vez Mussolini llamaba a Salandra
para inquirir si, en el caso de que se produjera la dimisión de Facta se le permitiría
formar nuevo Gobierno, Salandra le instó a viajar a Roma para discutirlo, Mussolini
se negó.
La primera noche de la movilización, las escuadras fascistas habían ocupado la
mayor parte de las ciudades armados con fusiles, pistolas y algunas pocas granadas y
ametralladoras, para las que apenas había munición. Con grandes dosis de audacia e
ingenio, se hicieron con el control de los medios de comunicación, oficinas de
Correos, Prefecturas, etc. Los cuadrunviros habían establecido su cuartel general en
el Hotel Brufani de Perugia, tal y como estaba planeado, mientras que Mussolini,
para no alertar al gobierno, se dejaba ver en el Teatro Manzoni asistiendo a una
representación de "El Cisne" de Molnar.
A lo largo de todo el día habían estado llegando noticias alarmantes a Roma, el
gobierno Facta se reunió y acordó su dimisión. El Primer Ministro marchó a ver al
rey para entregar su renuncia, que fue rechazada, y habló al monarca de la necesidad
19. 19
de defender Roma y de proclamar el "estado de sitio': el rey consideró esta
proclamación como una medida imprudente y prematura.
Mientras esto sucedía, en Perugia las tropas fascistas estaban acuarteladas y su
dominio de la situación era absoluto, y a la vista de los cabildeos políticos, los
cuadrunviros creyeron oportuno suspender la acción durante cuarenta y ocho horas.
Cuando Farinacci recibió la orden en Crémona, se puso en contacto por teléfono con
Mussolini y le advirtió del desastre que en un momento así podía producir la
indecisión. Mussolini se mostró de acuerdo y revocó la orden. Lo cierto era que el
plan no se había ejecutado conforme a lo acordado, y tan sólo se habían producido
diversos choques violentos esporádicos, y además al cuadrunvirato le faltaba De
Vecchi, que aún estaba en Roma regateando acuerdos, la confusión reinaba entre los
insurrectos.
Mussolini envió a
Constancio Ciano a Roma
para seguir con las
negociaciones, como
maniobra táctica para
conjurar cualquier reacción.
Ciano debía exigir como
mínimo las carteras de
Gobernación, Justicia,
Guerra, Trabajo, Educación
y Obras Públicas, así como
la disolución del
Parlamento. Antes de que
Ciano llegase a Roma, se
agravó la inestabilidad
política de Facta. A las 3,
30 horas de la madrugada,
Bianchi telefoneaba al
secretario del dimitido
Primer Ministro Facta
conminándolo para que no
reaccionase provocando un
derramamiento de sangre
innecesario. A las 5, 00
horas de la madrugada,
Facta convocó al Gabinete
urgentemente, y en contra
de su opinión se decidió la
proclamación del ''estado
de sitio". A las 8, 30 horas
de la mañana, la proclama estaba fijada en las paredes de la ciudad de Roma. El
Consejo de Ministros ordenó al general Pugliese, comandante militar de Roma, la
defensa a ultranza de la capital con sus 25.000 hombres. Acto seguido, Facta se
dirigió a entrevistarse nuevamente con el rey en Villa Saboya con el fin de que
firmase la declaración proclamando la situación excepcional. El rey, decidido a no
agravar la situación y sintiéndose seguro en su posición, dado que los fascistas no lo
cuestionaban, se negó a acceder a la petición del hasta entonces Jefe del Gabinete.
Entrada de una columna fascista en Roma durante la
“Marcha”.
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Facta de regreso al Quirinale, admitió ante sus ministros su escasa autoridad tras su
dimisión, mostrándose decepcionado. Ante la presión de los miembros del gabinete,
volvió a visitar al rey con la pretensión de que se declarase esta vez el ''estado de
guerra", obteniendo idénticos resultados. Víctor Manuel III se negó a firmar una vez
más, sabiendo que era la forma más conveniente de actuar para salvar su corona, su
respuesta fue: "No vaya constituir un Gobierno durante la violencia, lo abandono
todo y me voy al campo con mi mujer y con mi hijo". Se desentendía de esta manera
de la situación, el único que tenía la capacidad de movilizar al Ejército Real y
detener a los fascistas.
El Estado Mayor fascista estaba casi aislado de las acciones desarrolladas en
provincias, sólo mantenían contacto con las columnas que caminaban, bajo un frío
severo y una lluvia torrencial, hacia Roma. La marcha dio comienzo entre grandes
dificultades. Apenas estaba armada la décima parte de los hombres que se dirigieron
a Roma. Al término del día 27 los fascistas se apostaban en Santa Marinella,
Monterotondo, Tívoli y otras localidades cercanas a Roma, con tropas llegadas de
Milán, Turín, Génova, Bari y Palermo. A las 00,45 horas del día 28, llegó a los
cuadrunviros la noticia de la declaración del "estado de sitio" y de la orden de
detener a los dirigentes del movimiento. Pero en ese momento se hizo caso omiso de
la noticia, dado ya habían caído Florencia, al mando de Farinacci, una ciudad a la
que se había llegado a llamar ''Fascistopolis'', Verona, Trieste, Venecia, Padua,
Piacenza, Ferrara, Bolonia, Módena..., y había marcha atrás.
El 28 de Octubre se inició entre negociaciones, Federzoni solicitó de Mussolini su
presencia en Roma para tomar parte en unas conversaciones en Palacio, éste, sabedor
de la debilidad del gobierno, contestó que no le era posible abandonar Milán. En su
lugar llegó a Roma Constanzo Ciano con la petición ya señalada. Mientras tanto el
rey se entrevistaba con los antiguos políticos y con De Vecchi, autoerigido portavoz
del fascismo en Roma. El resultado de estas consultas fue el encargo a Salandra de
formar gobierno, con el propósito de integrar al Duce en el gobierno y mantenerlo así
bajo control. Una vez más Mussolini rehusó el ofrecimiento.
Las dos principales líneas de ferrocarril del Norte, habían sido cortadas dejando
incomunicada la ciudad por tren. Hacia el mediodía del día 28 era clara la falta de
coherencia y de combatividad del Gobierno, y al inicio de la noche el general
Pugliese retiró las tropas a sus acuartelamientos. Llegado el día 29, el liberal
Salandra hizo un último intento desesperado para formar gobierno con la
participación de Mussolini, un compromiso radicalmente rechazado por éste.
Salandra, habiendo comprendido su fracaso, le hizo saber al rey la conveniencia de
Columna fascista tras su entrada en Roma.
21. 21
encargar al líder fascista la formación de gobierno. A primeras horas de la tarde del
día 29, el general Cittadini telefoneó al Duce fascista transmitiéndole el deseo real de
nombrarle Primer Ministro. Mussolini exigió un telegrama del propio rey que se lo
confirmara. Cuando lo recibió, no habiendo tren para trasladarse a Roma, pasó la
tarde preparando una edición especial de "Il Popolo d'Italia", después ordenó a
Cesare Rossi el asalto y destrucción de los locales de los diarios socialistas “Avanti”
y “Gustizia”. Este mismo día 29 el corresponsal de “The New York Times” remitía su
crónica al periódico norteamericano diciendo: “Se espera que los fascistas entren en
Roma, por la fuerza, hoy o mañana”. Al caer la noche del día 28 Mussolini llegaba
al Quirinal. Allí recibió solemnemente del pequeño rey, el encargo de formar
gobierno.
En realidad el aspecto
militar de la Marcha
fue un rotundo fracaso,
el mando de la Milicia
no tuvo el control sobre
la situación en ningún
momento. A las
inmediaciones de Roma
sólo pudieron llegar
unos catorce mil
hombres, al margen de
los tres mil en la
reserva de Foligno, mal
armados, sin
alojamiento ni apoyo
logístico de ningún
género, y en clara
desventaja numérica
frente a las fuerzas del
Ejército bien armadas,
descansadas y con
suficientes pertrechos.
Afortunadamente para
los fascistas nunca
llegaron a tener que
combatir, fue la
voluntad firme y
decidida de Mussolini
lo que derribó un
parlamentarismo que
ya estaba maduro para
su desintegración.
El nuevo gobierno quedó formalmente constituido el día 31 de Octubre de 1922, con
tres Ministros fascistas, dos socialdemócratas y con otros de diversas tendencias,
desde la derecha a la izquierda, pero excluida la extrema izquierda, y con Mussolini
como Presidente, Ministro del Interior y de Asuntos Exteriores de forma interina. El
cuadrunvirato no había demostrado ninguna capacidad durante la revolución, tan sólo
De Vecchi se había mostrado útil, y de hecho fue el único de sus cuatro miembros
Primera intervención internacional de Mussolini publicada
en la prensa española como jefe del gobierno de Italia.
22. 22
que entró en el gobierno. Mussolini ordenó avanzar a sus columnas y entrar en
Roma, en realidad era innecesario, mas quiso recompensar así a los que lo habían
seguido. Las legiones fascistas desfilaron por las calles de Roma: desde la Piazza del
Popolo, pasando por el estrecho Corso Umberto hacia la Piazza Venezia, subiendo
por el empinado desfiladero de la Vía 4 de Novembre, para llegar ante el balcón del
Quirinal y formar en posición de firmes en absoluto silencio, desfile que se prolongó
durante más de seis horas. Después de la gran parada, el nuevo Duce ordenó el
regreso de los fascistas a sus casas. El mismo día 31 los camisas negras iniciaron la
vuelta a sus puntos de origen desde la Estación Termini en sesenta trenes especiales,
comenzaba el mito de la puntualidad de los trenes fascistas. Así, con una revolución
incruenta, se inició un nuevo período de la Historia: la “Era Fascista”, veinte años de
Italia con sus luces y sus sombras.
1
Los ascendientes políticos de la actitud vital fascista, podría decirse que se
remontan a Lucio Sergio Catilina que vivió aproximadamente entre los años 108 a.C.
y 62 a.C. Perteneciente a una familia patricia, y bisnieto de Marco Sergio Silo,
heroico combatiente de la Segunda Guerra Púnica, su familia había perdido luego su
prestigio social y económico. Según Salustio, Catilina fue una persona sumamente
inteligente, hábil, ambicioso, fuerte de cuerpo y de carácter, de mente calculadora y
fría, destacó por su meritoria carrera militar en las guerras civiles entre Pompeyo y
Sila. Junto a este último, realizó una ascendente carrera política, desempeñándose en
el cargo de cuestor durante su mandato dictatorial, donde fue acusado por Plutarco de
haber cometido crímenes aberrantes contra sus adversarios políticos. Sus ideas se
anclaban en la defensa de la plebe empobrecida y endeudada, a la que ofrecía
reparaciones económicas, como la condonación de deudas. Según Salustio, que
escribió desde la enemistad política hacia lo que Catilina supuso, su entorno estaba
conformado por adúlteros, homicidas, sacrílegos, y todo tipo de miserables, y ya
desde su juventud, estuvo involucrado en actos contrarios a las buenas costumbres y
al pudor, como el cometido contra una sacerdotisa de Vesta, probablemente cuñada
de Cicerón. Se lo acusó además del asesinato de su propio hijastro, para casarse con
Aurelia Orestila. Fue designado pretor, en el año 68 a.C y luego propretor de África,
lugar del que regresó en el año 66 a.C., siendo acusado ante el senado por desempeño
abusivo de su mandato. Habiéndosele impedido acceder al consulado en el año 65 a.
C., se cree que Catilina organizó una conspiración, durante el consulado de Lucio
César y Cayo Figulo, urdida tal vez por Craso, hombre rico y poderoso, quien
ansiaba proclamarse dictador, seguida de otra posterior, que fracasaron, para asesinar
a los candidatos electos el mismo día de su asunción, tomando ellos sus lugares como
cónsules. Cuando en al año 63 a.C., logró Catilina presentarse a las elecciones
acompañado de Cayo Antonio Híbrida, fue vencido por Cicerón y Antonio. Tal vez
bajo la protección de César, presidente del tribunal, pudo salir exculpado de las
acusaciones que recayeron sobre él por los delitos de homicidio cometidos durante la
guerra civil en la que luchó junto a Sila. Enarbolando la bandera de defensa de las
clases populares, reunió entre sus adeptos a todos los opositores políticos de
Pompeyo y del senado romano. Cayo Manlio, logró aportar más hombres a la causa,
luego de la conspiración de Etruria, lugar que sería elegido como escenario para sus
luchas revolucionarias, para luego dirigirse a Roma. La parte más ambiciosa del plan
consistía en el asesinato de Cicerón hecho que debía cometerse el 7 de noviembre del
año 63 a.C. Sin embargo Cicerón fue alertado por Fulvia una mujer de la nobleza,
amante de Quinto Curio, partícipe de la conspiración, quien tenía una vida
escandalosa, y por ese motivo había sido echado del Senado por los censores. La
mujer delató la conspiración y Cicerón logró salvarse. Acto seguido acusó a Catilina
23. 23
ante el Senado, y el acusado tras una reacción violenta, huyó de Roma hacia Etruria
para reunirse con Manlio. En los siguientes comicios fueron elegidos cónsules Marco
Tulio y Cayo Antonio. Catilina desde el exilio seguía urdiendo planes contra la
nobleza que dominaba la república en Roma. Atrajo también a su causa a Sempronia,
la hermosa, lujuriosa y culta esposa de Junio Bruto, quien se había desempeñado
como cónsul, que murió en Módena asesinada por Marco Antonio. Una conspiración
en Roma fue desbaratada, hallándose cartas que incriminaron a cinco rebeldes, que
fueron ejecutados, a petición de Catón. Catilina y Manlio fueron declarados por
decreto, enemigos de la República, quedando privados de sus derechos civiles y
sometidos al derecho de guerra. En Pistoria, las tropas de Catilina se enfrentaron a
las de Antonio, quien por hallarse enfermo de gota, entregó el mando del ejército a
Marco Petreyo. en lo que sería para Catalina, su último combate. Primero fueron
muertos sus camaradas, Manlio y el Fiesolano y luego él mismo, quien en un acto
más de coraje ante la derrota y la muerte, se enfrentó casi en forma suicida con los
pocos hombres que le quedaban a las tropas de la República romana pereciendo en el
combate.
2
El paralelismo de las historias de Mussolini y Rienzi no admite discusión. Nicola
Gabrini, (1313–1354) más conocido como Cola di Rienzi, fue tribuno del pueblo
romano y proclamó en Roma una nueva forma de gobierno inspirada en la República
romana a la que llamó “El buen Estado”. Vivió la decadencia de su ciudad natal de
Roma, que lo llevó a pretender restaurar la grandeza de la antigua República romana
en contraste con la decadencia de su época, con un Papa residiendo en Avignon, e
inmersa en las luchas por el poder entre las grandes familias patricias de los Orsini y
los Colonna, a quienes odiaba profundamente al parecer debido al asesinato de un
hermano a manos de un noble. En 1343, formó parte de una delegación que fue
mandada a Avignon para entrevistarse con el papa Clemente VI y convencerle de que
volviera a fijar la sede pontificia en la Ciudad eterna. Cola di Rienzo se ganó el favor
y la estima del Papa quien lo envió de vuelta a Roma tras nombrarlo, en 1344,
notario de la Cámara Apostólica, institución encargada de la administración
financiera de la Santa Sede con competencias legislativa, administrativa y judicial.
Se mantuvo en su nueva posición de poder durante tres años, hasta el 21 de mayo de
1347, momento en el que, aprovechando una revuelta en la ciudad, convocó al
pueblo en el Capitolio donde prometió una nueva serie de leyes, una mejor
administración de los recursos públicos y la expulsión de la nobleza del gobierno de
la ciudad. Cuatro días más tarde fue elegido tribuno del pueblo romano, cargo en
principio temporal pero que posteriormente logró ocuparlo con carácter vitalicio.
Desde Avignon, el papa Clemente VI aprobó inicialmente la situación, hasta que
comprobó que el nuevo tribuno pretendía restaurar la autoridad de Roma sobre las
ciudades y provincias de Italia. Viendo así cuestionada su soberanía temporal sobre
los Estados Pontificios, apoyó a los nobles que se habían visto obligados a abandonar
la ciudad con la subida al poder de Rienzi. Los nobles se levantaron contra él, y el
Papa lo excomulgó acusándolo de criminal, pagano y hereje, y el 15 de diciembre de
1347 abdicó y huyó de Roma para refugiarse en primero en Nápoles y luego en 1350
en Praga, a donde viajó buscando la protección del emperador Carlos IV tratando de
convencerlo de que marchara sobre Italia para liberar Roma. El emperador lo
mantuvo recluido en la fortaleza de Raudnitz y más tarde lo entregó al Papa para que
fuera juzgado en Avignon. La muerte del Papa Clemente VI y la elección de
Inocencio VI, evitó su juicio y puesto en libertad. El nuevo Papa, en su
enfrentamiento por el poder con la nobleza romana, pensó que podría serle de
utilidad, para lo que lo envió a Roma acompañado del cardenal español Gil Álvarez
24. 24
de Albornoz como legado papal, al mando de tropas mercenarias, llegando en agosto
de 1354 a Roma, donde el pueblo lo recibió como liberador nombrándolo senador.
Sin embargo, en 1354, un levantamiento popular instigado por los Colonna, condujo
a su detención y ejecución por decapitación, tras lo cual su cadáver fue quemado y
sus cenizas arrojadas al Tíber. el sueño de Rienzi de lograr el renacimiento político
de Roma fue un ideal apoyado por el humanista y poeta de mayor relieve del
renacimiento italiano, Francisco Petrarca, quien en distintos textos literarios,
principalmente en Carmen bucólico. y diversas epístolas, dejó constancia del triunfo
y fracaso de Cola di Rienzi.
3
MONNEROT, Jules. “Sociología de la Revolución”. Centro de Estudios
Constitucionales. Madrid, 1979.
4
Datos oficiales del Ministerio del Interior publicados por Renzo de Felice en
“Mussolini il rivoluzionario”, Turín, 1965.