La mano diestra del capitalismo, de Leo Strauss al movimiento neoconservador II
La mano diestra del capitalismo, de Leo Strauss al movimiento neoconservador (I)
1. LA MA O DIESTRA DEL CAPITALISMO, DE LEO STRAUSS AL
MOVIMIE TO EOCO SERVADOR (I)
Francisco Jose Fernández-Cruz Sequera
Octubre 2013.
Publicado en: http://lagranpartida.blogspot.com.es
La dimensión subterránea de la Historia que ha cruzado el siglo XX europeo de
principio a fin, ha estado formada por diversas corrientes intelectuales sostenidas por
quiénes ya desde la más lejana Antigüedad, encarnaron las prácticas mercantiles, las
ideas religiosas, filosóficas y políticas, que se tradujeron en el ideal materialista del que
nacería el capitalismo moderno como sistema económico vigente desde el siglo XIX.
Desde esas corrientes ideológicas, se ha llevado a cabo la progresiva demolición de la
cultura y modo de vida occidentales, hasta su casi total extinción.
Con este trabajo, volvemos otra vez a analizar el asalto a la cultura occidental realizado
desde el capitalismo a lo largo del pasado siglo, que ha puesto de manifiesto que esta
concepción de la existencia, representa el mayor desafío que se ha planteado nunca a la
supervivencia de Europa como civilización. Y el estudio de esta ofensiva cultural contra
el alma europea, nos conduce directamente una vez más, a la “caja torácica” que
contiene el corazón del capitalismo: los Estados Unidos.
Actualmente, la sociedad norteamericana cada día es más débil, el grosero materialismo
de su escala de antivalores, la degeneración política de sus instituciones, la corrupción
de sus políticos, el omnímodo poder de las corporaciones, el control ejercido por el
lobby judío sobre su política, su imagen pública y el concepto que tienen de sí mismos,
la ruptura entre el sistema político y la ciudadanía, la exclusión social de cada vez un
1
2. mayor número de personas, la descomposición de su sociedad en grupos raciales que
llevan a cabo una guerra civil intestina, su primitivismo artístico y cultural, determinan
su debilidad y su fragilidad. Como ya dijimos al tratar el pensamiento anarcocapitalista
de Ayn Rand, éste junto con el pensamiento neoconservador de Leo Strauss han
intentado afrontar la crisis histórica de la “nación elegida por Dios”, como campeones
intelectuales del capitalismo, en la
recta final del siglo pasado y lo
transcurrido del presente, luchando
por mantener a cualquier precio su
hegemonía mundial. Y lo han hecho
una como la “mano zurda” y el otro
como la “mano diestra” del
Leviatán capitalista.
Lo que Ayn Rand viene siendo
entre las élites neoliberales del
Partido Demócrata, Leo Strauss lo
ha venido siendo entre las élites
conservadoras
del
partido
Republicano. Generalmente, se
tiene tendencia a pensar que unos y
otros responden a los mismos
principios, pero no es así.
Habitualmente, los seguidores de
Ayn Rand se han identificado con
el
pensamiento
libertario
izquierdista norteamericano dentro
del Partido Demócrata, y los de Leo
Strauss con los sectores más
extremistas del Partido Republicano
como el Tea Party, unos con el
anarcocapitalismo o liberalismo
Leo Strauss en su juventud
extremo
y
otros
con
el
neoconservadurismo. Ambas tendencias se reparten los papeles del verdadero poder
entre bambalinas, el espacio en el que se sitúa lo esencial del poder político al que se
accede exclusivamente desde el dominio del dinero, a través de las formas que
proporcionan a los plutócratas las bases teóricas justificativas de su poder, establecidas
por ambos pensadores judíos: Leo Strauss o Ayn Rand,. De ahí la necesidad de tras
conocer la “mano zurda” de la plutocracia, conocer su “mano diestra”.
Biografía.
Leo Strauss nació el 20 de Septiembre de 1899 en la pequeña ciudad de Kirchhain en
Hessen-Nassau, situada en la región de Fráncfort del Meno, una provincia perteneciente
al Reino de Prusia. Según señaló el propio Strauss, sus padres, Hugo Strauss y Jenny
David, formaban una familia judía conservadora, incluso ortodoxa, que guardaba un
estricto apego a las leyes ceremoniales. Su padre y su tío operaban un negocio de
suministros agrícolas y la ganadería que heredó de su padre, Meyer, uno de los líderes
de la comunidad judía local.
2
3. En la Pascua de 1905 comenzó a
asistir al Kirchhain Volksschule y
Rektoratsschule protestante, y
después
de
la
educación
preparatoria en el pueblo, en la
Pascua de 1912 se matriculó en la
Philippinum Gymnasium (liceo
alemán) en las cercanías de
Marburg, donde se graduó en
1917. En este lugar entró en
contacto con los clásicos
europeos, a través de los
seguidores
del
filósofo
neokantiano Hermann Cohen, y
también descubrió la obra de
Universidad Protestante de Marburgo
Friedrich Nietzsche, de la que
confesaría que "creía literalmente todo lo que leía de ietzsche". Durante el transcurso
de la Gran Guerra fue reclutado por el Ejército alemán, sirviendo como interprete
destacado en Bélgica entre julio 1917 a diciembre 1918.
______________
Acabado el conflicto, en 1919 acudió a la
Universidad de Protestante de Marburgo,
que había sido la sede y el centro de la
escuela de neo-kantiana fundada por el
filósofo judío Hermann Cohen, "el mayor
representante de los judíos en Alemania y
su portavoz"1. Cohen murió en Berlín en
1918, por lo que Strauss no llegó nunca a
conocerlo, pero se sintió atraído por su
filosofía, porque era “un filósofo
apasionado y un Judío dedicado al
judaísmo", lo que era aún más relevante para Strauss. En el momento en el que Strauss
llegó a esta universidad, era considerada el principal centro de estudios de los jóvenes
judíos con inquietudes filosóficas y la universidad con más judíos de Alemania, la
escuela neo-kantiana estaba en declive. La desintegración se debió principalmente a la
aparición y el auge de la fenomenología de Edmund Husserl2. En 1921, se doctoró en
filosofía en la Universidad de Hamburgo, donde tendría como director de tesis a Ernst
Cassirer, a la que titularía como "Sobre el problema del conocimiento en la doctrina
filosófica de Friedrich Jacobi (1743-1819)”. También asistió a cursos en las
Universidades de Friburgo y Marburg, incluidos algunos impartidos por el filósofo
judío Edmund Husserl y el alemán Martin Heidegger, dando sus primeros pasos por la
filosofía existencialista.
Strauss se unió en su
juventud al
movimiento sionista
_______________
Strauss se unió al movimiento sionista de Vladimir Jabotinsky, en donde tomó contacto
con varios intelectuales también sionistas nacidos en Alemania, como Norbert Elias,
Leo Lwenthal, Hannah Arendt y Walter Benjamin. Strauss fue el mejor amigo de Jacob
Klein, pero también estaba intelectualmente comprometido con Karl Iwith, Julius
Guttman, Hans-Georg Gadamer, Franz Rosenzweig, Gershom Scholem, Alexander
Altmann y el arabista Paul Kraus, quien se casó con su hermana Bettina.
3
4. Entre 1922 y 1924, cursó estudios
en la Freies Jüdisches Lehrhaus
del filósofo y teólogo judío Franz
Rosenzweig en Frankfurt-amMain. Entre 1923 y 1924 llevó a
cabo una lectura analítica de “La
Religión de la Razón” de Herman
Cohen. En el curso académico de
1924 a 1925, junto con la también
militante
sionista
Nehama
Liebowitz, doctora por Marburgo
experta en traducciones bíblicas al
alemán y más tarde profesora de la
Universidad Hebrea de Tel Aviv,
Strauss asistió al seminario
impartido por Julius Guttmann en
Berlín sobre la “Guía de los
perplejos”
de
Maimónides.
También en esta mismo período de
1924 a 1925 en el Frankfurt
Lehrhaus Strauss analizó el Tratado teológico-político de Spinoza, intercambiando
clases sobre Platón con las clases sobre Abravanel con Nahum Glatzer. Ese mismo año
defendió su "Teoría del sionismo político" y publicó diversos artículos sobre esta
cuestión en “Der Jude” y “Jüdische Rundschau”. Gracias a todos estos trabajos, atrajo
la atención de Julius Guttmann y se aseguró un puesto como investigador en la
“Akademie für Wissenschaft des Judentums” de Berlín de la que éste era director. En la
Akademie, entre 1925 y 1928, escribió su primer libro referido a la crítica de Spinoza de
la Religión como fundamento de su Ciencia de la Biblia, conteniendo las
investigaciones sobre el “Tratado Teológico-político de Spinoza”, que dedicó a la
memoria de su primer maestro Franz Rosenzweig. En 1931, Strauss buscó continuar su
formación postdoctoral con el teólogo Paul Tillich, pero no lo admitió.
En 1931 la Akademie comenzó a tener problemas financieros, por lo que salió de la
misma en 1932, al conseguir una beca de estudios de la “Rockefeller Fellowship” para
trabajar en París en los filósofos judíos medievales, abandonando Alemania a la que
sólo regresó por unos días veinte años después. Una vez en París, conoció a Hans
Gadamer, Walter Benjamin y a Alexander Kojève, con el que mantuvo una duradera
amistad. Ese mismo año se casó con Miriam Berenson (o Bernsohn) también judía, con
la que nunca tendría hijos, pero que aportaba al matrimonio un hijo de un anterior
enlace del que quedó viuda de nombre Thomas. Juntos adoptarían a la sobrina de
Strauss, Jenny, huérfana en 1942 de su hermana Bettina y de Paul Krau.
En 1935 se trasladó al Reino Unido al obtener un empleo temporal en la Universidad de
Cambridge con la ayuda de su cuñado, David Daube, que estaba afiliado al Gonville and
Caius College. En Inglaterra, se convirtió en un amigo cercano de R.H. Tawney,
Raymond Aron y Étienne Gilson, por contra mantuvo una relación distante y poco
amistosa con el pensador también judío Isaiah Berlin. De 1928 a 1932, Strauss había
escrito su segundo libro titulado “Filosofía y Derecho: contribuciones a la comprensión
de Maimónides y sus predecesores”, pero no fue publicado hasta su llegada a la Gran
4
5. Bretaña en 1935. Su redacción la había llevado a cabo inspirado por lo que él advertía
de coincidente en la obra de Maimónides, llamado Ranbam en la literatura hebrea, con
la de Platón. De hecho, el motivo de su traslado al Reino Unido arrancaba de su interés
en estudiar a Hobbes directamente en los manuscritos del mismo, habida cuenta de las
influencias del filósofo medieval judío en este último. En 1936, Strauss fue finalmente
capaz de publicar la “Filosofía política de Thomas Hobbes”.
En 1938 abandonó la Gran
Bretaña
ante
las
dificultades para encontrar
un
empleo
estable,
marchando como profesor
asociado a la Universidad
de Columbia enseñando de
1938 a 1948 Ciencias
Políticas y Filosofía en la
ew School for Social
Research de Nueva York
bajo el patrocinio de
Harold Laski, logrando ser
profesor
titular
de
Ciencias Políticas
en
1944, puesto en el que
permanecería hasta su
jubilación
en
1968.
Durante un breve período
de tiempo en 1939, ocupó
el cargo de profesor
visitante en las universidades de Hamilton, Union College, Schenectady, Nueva York,
Amherst College de Massachusetts y en la Universidad de Wesleyan de Connecticut. En
1948 Strauss terminó y publicó su libro “On Tiranny” y al año siguiente, Martin Buber
le ofreció su puesto en la Universidad de Jerusalén a Strauss después de su retiro, pero
Strauss declinó la oferta. De 1949 a 1953, Strauss trabajó en “Derecho atural e
Historia”, que fue publicado en 1953, año en el que Strauss fue profesor visitante de la
Universidad de California, Berkeley, en donde se le ofreció un puesto permanente que
no aceptó. Desde finales de 1954 hasta mediados de 1955 Strauss aceptó un puesto
como profesor de filosofía y ciencias políticas en la Universidad Hebrea, en Jerusalén,
la serie de conferencias dictadas entre diciembre de 1954 y enero de 1955 en la
Universidad Hebrea de Jerusalén, en la que impartió una serie de conferencias que
darían lugar a su obra más importante, siendo publicadas en 1959 bajo el célebre título
de “¿Qué es la Filosofía Política?”. También viaja a Alemania, a Marburg para visitar
la tumba de su padre y a Heidelberg para dar una conferencia en invitación de Gadamer
sobre Sócrates.
En los primeros años de su estancia en los EEUU Strauss tomó conciencia de la realidad
norteamericana y se convirtió en un ciudadano de los EEUU en 1944. El
descubrimiento de los EE.UU. fue de crucial importancia en el desarrollo de su
pensamiento posterior. Tras su llegada al país, sus escritos comenzaron a ser
enigmáticos, incluyendo en ellos especulaciones de aparente intranscendencia, que
terminan produciendo en el lector cierta extrañeza y hastío. Esta tendencia se iría
5
6. acusando a partir de 1949, año en el que obtuvo una plaza de profesor de Filosofía
Política durante un breve período de tiempo en el Departamento de Historia la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago y después en la de Stanford en
California. En 1954 conoció a Karl lwith y a Hans-Georg Gadamer en Heidelberg, en
donde impartió una conferencia sobre Sócrates. En 1965 recibió el doctorado honoris
causa y una cátedra temporal en la Universidad de Hamburgo y la
Bundesverdienstkreuz a través del cónsul alemán en Chicago. En 1969, Strauss se
trasladó al Claremont McKenna College de California durante un año. En el campus de
Chicago dirigió unas cien tesis doctorales de los que más tarde serían sus
propagandistas. De este largo período destacan sus obras “Persecución y arte de
escribir” (1952), “Derecho atural e Historia” (1953), “Maquiavelo” (1958),
“Sócrates y Aristófanes” (1966), “Derecho atural e Historia” (1953), “La Ciudad y
el Hombre” (1964) y “Liberalismo Antiguo y Moderno” (1968). En 1959, Strauss se le
concedió el “Robert Maynard Hutchins Distingue Servir Profesor” de la Universidad
de Chicago. De 1962 a 1964 escribió “La ciudad y el hombre”, recibiendo en 1963 el
título de Doctor en Derecho por la Universidad Dropsie.
Pasó sus últimos años
de enseñanza, entre
1968 y 1973, como
profesor honorario en
las universidades de
California y Maryland,
período en el cual
profundizó sus estudios
sobre la Grecia clásica.
Finalmente
impartió
clase en el Saint John
College de Annapolis,
muy
cerca
de
Washington desde 1969
y hasta su muerte en
1973. Ya desde
los
años cincuenta, este
centro había estado bajo la conducción de Jacob Klein, amigo de Strauss durante
muchos años. Se retiró de la Universidad de Chicago en 1967, y luego pasó un año en el
colegio masculino de Claremont, en California., fue académico residente del Saint John
College. Allí murió en octubre de 1973, dejando una obra muy importante y una gran
influencia en los sectores políticamente conservadores y en los de fe religiosa judía.
Está enterrado en el cementerio judío de Annapolis.
Las referencias acerca de su carácter y de su obra son igualmente contradictorias,
probablemente debido a que su actividad académica a lo largo de estos años, se
caracterizó por un extraordinario grado de secretismo y heterodoxia. Sus clases
consistían en debates a puerta cerrada y raramente dejaba información escrita de algún
tipo. Strauss fue, además de un profesor influyente, un personaje contradictorio, un
misógino amigo de las formas autoritarias y enemigo de la llamada “contracultura”,
promovida por sus correligionarios judíos de la Escuela de Frankfurt, capaz de imponer
a Mozart a sus alumnos aficionados a los sonidos del rock, del pop y del folk. Era un
6
7. transmisor selectivo de sus enseñanzas, a las que sólo accedían los estudiantes por él
seleccionados, por su afinidad con sus enseñanzas y doctrinas.
La identidad intelectual judía de Leo Strauss y su relación con el Sionismo.
Leo Strauss fue un filósofo hermético, cuyos pensamientos no se mostraban
transparentes a sus lectores y sólo eran accesibles leyendo entre líneas. De ahí la
dificultad para precisar de modo exacto las enseñanzas que transmitía, y que mucha de
la información y de los análisis del mismo tengan un carácter contradictorio y confuso.
Si Friedrich August Von Hayek y Milton Friedman erigieron la justificación ideológica
del sistema capitalista en la Economía, Leo Strauss proporcionó la justificación
filosófica e ideológica de la vertiente conservadora del actual capitalismo. Para ello
construyó
un
sistema
de
pensamiento conducente al control
de las personas por los detentadores
del poder, que garantizase la
“correcta” asunción por las masas
de las decisiones políticas de “los
elegidos”, asegurando así la
preservación de “la civilización”,
dada la falta de preparación de las
personas comunes para conocer “la
verdad”. ¿Pero qué quería decir con
estas ideas Strauss?, ¿en qué valores
o
creencias
se
apoyaba?.
Averiguarlo y explicarlo resultan
ser los pasos previos necesarios
para comprender las consecuencias
prácticas en la política mundial de
las décadas posteriores a su muerte,
aun a riesgo de extendernos.
Se ha dicho y se viene repitiendo
que Strauss era ateo, pero
finalmente debería considerársele
más que un “sin Dios”, un creyente
de un dios “distinto” y no válido
para todos. Cuando tenía 17 años,
Strauss se convirtió en seguidor del
líder del fascismo sionista Vladimir Jabotinsky3. Trabajó durante varios años en el
movimiento sionista en Alemania junto con sus amigos Gershom Scholem y Walter
Benjamin, que eran admiradores de Strauss, escribiendo varios ensayos referentes a sus
controversias, seguiría considerándose un adepto al movimiento sionista durante toda su
vida.
Entre Diciembre de 1954 y Enero de 1955, fue profesor en la Universidad Hebrea de
Jerusalén, y dictó una serie de conferencias que darían lugar a la que puede
considerarse, su obra capital: “¿Qué es la Filosofía Política?”. La reflexión sobre la
materia objeto de reflexión de la Filosofía Política que realiza Strauss, la presenta
7
8. vinculada a los propósitos
que pueden “elevar a todos
los hombres más allá de
sus pobres sí mismos”
(“beyond
their
poor
selves”). Pero la distancia
entre la reflexión y el
resultado empírico de la
misma es para Strauss
insalvable.
Y
esta
circunstancia se aprecia
especialmente en Jerusalén,
la ciudad santa que es el
lugar en el que la reflexión
de la Filosofía Política se
ha elevado más que en
ningún otro lugar. En esta ciudad, el ansia de justicia “ha inundado los corazones más
puros y las almas más elevadas”. Strauss se siente obligado por la modernidad a
trabajar sobre un ámbito de pensamiento en el que el legado profético se ha
desvanecido, en el que se ridiculiza o ignora, en el mejor de los casos, la cuestión del
reino divino del dios judío, dice Strauss: “ unca olvidaré, ni por un momento, qué es lo
que representa Jerusalén” (“I shall not for a moment forget what Jerusalem stands
for”).
Strauss alude en la anterior expresión al Salmo 1374, un poema bíblico en el que el
salmista parece hacerse eco de los sentimientos de gratitud del pueblo judío al ser
liberado de la opresión babilónica. Así, alaba a Yahvé por el cumplimiento de sus
antiguas promesas, lo que servirá para que todos los reyes de la tierra reconozcan su
señorío y poder. Esta esperanza de conversión de las naciones, aparece en el Salmo
101,15-16 y en los capítulos 40 a 66 de la segunda parte del libro de Isaías y es muy
frecuentado por la tradición judía, que impone su recitado en el ritual del día noveno del
mes de Av5, fecha que conmemora las catástrofes padecidas por el pueblo de Israel, y
especialmente las destrucciones del primero y segundo Templo. En el poema, el
salmista
proclama
que
su
inteligencia y su habla, es decir, las
cualidades específicas de su
condición humana, sólo son válidas
si logra conservar en su exilio entre
los gentiles, la certeza de que no hay
vida alegre posible lejos de
Jerusalén. Strauss se hace eco del
Salmo, y sugiere que no puede haber
puro goce en la filosofía que se
___________________
practica en el mundo moderno de la
idolatría, el ateísmo. En este paralelismo establecido por Strauss, puede reconocerse una
identidad entre el exilio de los judíos en la Babilonia persa, con el conflicto entre
Judaísmo y Nacionalsocialismo que condujo a la Segunda Guerra Mundial, así como la
guerra total que enfrenta al moderno Estado de Israel con el mundo musulmán. La
Jerusalén añorada por el salmista y venerada por Strauss no se pretendía perfectamente
justa y racional, pero en ella los personas más elevadas aspiraban a la piedad y a la
__________
“ unca olvidaré, ni por un
momento, qué es lo que
representa Jerusalén”
8
9. justicia y se tomaban a través de la Filosofía Política. Del contraste entre Judaísmo
religioso y filosófico y Sionismo, Strauss concluye que este último es “problemático”.
Prueba de ello es una carta que dirigió al editor de ational Review, Strauss
reprochándole que en uno de los artículos publicados se hubiera llamado a Israel
“Estado racista” sin pruebas de ello en su opinión termina diciendo: “El sionismo
político es problemático por razones
obvias. Pero no puedo olvidar lo que se
logra como una fuerza moral en la era
de la disolución completa. Me ayudó a
detener
la
ola
de
nivelación
"progresista" de las diferencias
ancestrales, cumpliendo una función
conservadora.”
Para Strauss el choque entre Judaísmo y
Sionismo
permite
establecer
la
diferencia que existe entre la filosofía
política y el pensamiento político. La
primera es la aspiración constante para
adquirir un conocimiento objetivo
acerca de la naturaleza de la Política; la
segunda es el resultado de la opinión, y
consiste en la defensa de una
convicción, o de un mito; expresa la
mera adhesión a un orden y a un curso
de acción política determinados. Un
Theodor Herzl
hecho siempre subjetivo fruto de la
voluntad. De ahí extrae la superioridad
de la filosofía sobre el pensamiento. Y para ilustrar esta diferencia, menciona dos libros
centrales en el movimiento sionista contemporáneo: Judenstaat, de Theodor Herzl6, y
Autoemancipation, de Leon Pinsker7. Sobre éste último, Strauss señala que el lema del
autor es una cita célebre, que el autor no cita completa mutilando así su significado.
Pinsker encabeza su libro proclamando: “Si no soy para mí, ¿quién lo será? Y si no es
ahora, ¿cuándo?”. Pero omite la frase siguiente: “Pero si sólo soy para mí, ¿qué
soy?”. Strauss señala que esta cita advertidamente incompleta, es una premisa central en
la teoría política sionista, y la justificación de la misma se encuentra en los capítulos 3 y
16 del “Tratado Teológico-Político”, del filósofo Spinoza. Esta cita había sido tomada
de un aforismo atribuido al sabio rabino Hillel8, que consta en el parágrafo 15 de la
sección primera de Pirquei Abot (“Sabiduría de nuestros padres”), texto talmúdico de
suma relevancia en la tradición rabínica. El parágrafo 12 de esta obra se atribuye a
Avtalyon, un sabio estudioso de la Tora, que advierte a los sabios que “deben ser
cuidadosos con lo que dicen y enseñan, ya que su irresponsabilidad puede exponerlos
al castigo del exilio en un lugar de aguas malsanas, aguas que podrían beber sus
discípulos, con peligro de muerte o, lo que es peor, de profanación del nombre divino”.
Como veremos, esta idea se convertirá en uno de los ejes alrededor del cual girarán las
enseñanzas de Strauss.
El argumento de Pinsker que asumirá después Herzl, eje principal de la crítica de
Strauss a aquél, es que la llamada cuestión judía no puede solucionarse por la vía de la
asimilación individual de cada judío en las sociedades gentiles que los hospedaban, sino
9
10. que necesariamente se debe constituir
un Estado judío, dado que los Estados
nacionales
sólo
pueden
ser
enfrentados por un ente de idéntica
naturaleza. Los estados nacionales
nunca encuentran un equivalente en
un grupo cultural, racial o religioso
que por su propia naturaleza les está
sometido, por lo que la respuesta
política ineludible para el problema
judío, terminaba Pinsker, era la
creación de un Estado judío. De esta
necesidad
se
concluía
en
“Autoemancipation”: “nadie nos
ayudará si no luchamos política,
económica,
diplomática
y
militarmente por nuestra existencia.
Esta empresa debe emprenderse
cuanto antes, ya que “tarde” –como
bien estuvo a punto de demostrar la
historia subsiguiente- puede llegar a
significar “ya nunca”. Pero Strauss,
criticando a Pinsker ilustra, de facto,
la cualidad perenne del problema
teológico político: la lealtad a la
patria. Obviamente, la patria de un
emigrado judío alemán que vive en Estados Unidos, no es otra que Israel. Aunque según
dice Strauss, esta lealtad para con Jerusalén no debe suprimir el examen honesto de los
interrogantes palnteados en cada momento. A su manera, Strauss en Jerusalén se ve a sí
mismo, como Sócrates en Atenas.
Lo que omite el lema de Pinsker es un contenido central en la tradición judía. La
Mishná considera tan contrario y exterminador de la identidad judía la hostilidad gentil
como la autonegación nacida del exilio espiritual voluntario. El argumento que
relaciona las carencias de fundamento del sionismo político con las consecuencias
nefastas de la filosofía de Spinoza es expuesto por Strauss en una conferencia del año
1962, “Why we remain Jews?, y desarrollado con más amplitud en el Prefacio a la
edición en inglés de La crítica de la religión de Spinoza, de 1965. La crítica straussiana
del sionismo político señala que el precio que éste ofrece pagar para que el pueblo judío
pueda perseverar en su existencia es la renuncia al fundamento del propio Judaísmo. La
omisión de la frase central del central aforismo del rabino Hillel es un intento por poner
a Israel al mismo nivel de los demás Estados nacionales, lo que equivale a olvidar que
Israel sólo justifica su existencia como nación custodia de la Torá, como “nación
dedicada a algo más alto que sí misma, a lo que es infinitamente alto”. Para Strauss,
depositar la esperanza de solución definitiva para los judíos en la asimilación en un
Estado semejante a los Estados de los pueblos gentiles, es un error conceptual que
resulta de importar las carencias de fundamentación propias del liberalismo moderno. Y
ello porque precisamente, el núcleo del liberalismo político consiste en cancelar la
intervención del Estado en cuestiones propias de la vida privada, y porque además, el
cristianismo parte de la premisa de que el Judaísmo persevera en la negativa a reconocer
10
11. que ha sido superado por la Revelación cristiana. Si la sociedad fuera liberal y la
discriminación casi nula, eso significaría que se ha resuelto la tensión que existe entre
la fe en la revelación y la filosofía en la razón; nos encontraríamos ante una sociedad
atea y economizada consagrada al progreso tecnológico, pronta a derivar hacia formas
perversas de idolatría y vulgaridad. Si, en cambio, la comunidad judía demanda la
protección especial de la fuerza
política, entonces actúa de forma
antiliberal, al exigir la injerencia
legal del Estado en cuestiones
propias de la esfera privada.
Por este motivo, el Estado de
Israel tampoco debería albergar
una sociedad mayoritariamente
atea, ni debe constituirse como
teocracia, ya que además de
confundir crítica filosófica de la
modernidad con anacronismo
político, implicaría la blasfemia
de equiparar a un ente estatal de
naturaleza humana con la
realización de la promesa divina
Baruch Spinoza
de redención y armonización
universal con la llegada del Mesías judío. Por estas razones, Strauss reclama que
Spinoza no vea en la Biblia hebrea nada diferente de lo que puede aportar la razón
autónoma, y, que, además, proponga que los judíos abandonen los principios de su
religión que debilitan a los judíos si quieren recuperar el Estado perdido, lo cual
significaría renunciar a la confianza en Dios, confiando solo en su propia capacidad de
redención. Por lo que, al decir de Strauss, Spinoza plantea un camino alternativo al
Sionismo: la autodesjudaización, el ataque contra la ortodoxia para preservar la libertad
de conciencia en una sociedad liberal. Finalmente, para Strauss, la creación del Estado
de Israel, es el acontecimiento histórico judío más relevante desde que se completó la
compilación del Talmud.
_____________
Como podemos apreciar, Strauss
plantea la necesidad de apoyarse
en las fuerzas del propio pueblo Strauss plantea la necesidad de
judío para crear su Estado, pero no
apoyarse en las fuerzas del
niega la existencia del dios de su
pueblo. Pero esta afirmación
propio pueblo judío para crear
acarreará que se le llegue a llamar
su Estado
“destructor del Judaísmo”, y que
se le tilde de “ateo”. Sin embargo
_________________
ninguna de las dos cosas es exacta,
aunque el Judaísmo en Strauss no es el centro de su filosofía política, porque ésta, como
saber humano que es, aspira a conocer la verdad de forma puramente racional, Strauss
pone de manifiesto su judaísmo en una situación académica que originó la publicación
capital de su pensamiento, lo que es perfectamente compatible con sus estudios de
naturaleza racional, porque como indica en “Philosophy and Law”, es posible
interpretar que la Torá misma, que prohíbe aparentemente leer libros de idólatras,
11
12. ordena estudiar también otras fuentes en busca del sentido pleno de la Ley, por lo que el
creyente reflexivo debe hacer filosofía para rendir cuentas ante la revelación divina,
porque cualquier solución humana, ya sea filosófica o política, que no se asuma a sí
misma como parcial e imperfecta, desemboca en las soluciones finales totalitarias que
suplantan a la divinidad.
Maimónides
Por lo tanto, la filosofía, la teología y la educación liberal, son formas espirituales
minoritarias que sólo se encuentran equilibradas en una democracia liberal, porque ésta
no permite una síntesis superadora de la filosofía y de la teología, que sólo puede
desembocar en el totalitarismo. Para Strauss, en la democracia liberal el elemento judío
se revela pues decisivo y no un simple antecedente histórico cultural, sino que es
esencial, porque busca, como Maimónides, un camino no cristianizado hacia la
transcendencia. El judaísmo conservador de Strauss, que no ortodoxo, se plantea como
una teología política en sentido negativo, una especie de vacuna antitotalitaria contra la
sacralización de lo público y contra todo intento de reducir las cuestiones fundamentales
a meros problemas del conocimiento tecnológico o científico.
Se convierte así con Strauss la cuestión judía en la cuestión del ser humano, y queda
fuera del ámbito de la Filosofía todo lo no judío. Lo judío y lo filosófico son una sola
cosa. Para Strauss, el Judaísmo es para Occidente lo que la Filosofía era para Atenas.
Como colofón al estudio de la identidad judía de Strauss, debemos recordar las palabras
que pronunció en Diciembre de 1961, en el funeral de Jason Aronson, un estudiante de
postgrado. La muerte, dice Strauss, es una experiencia aterradora que amenaza con su
poder corrosivo la posibilidad de vivir una vida humana. Frente a este peligro existen
dos experiencias alternativas: Una es la filosofía, un continuo despertar hacia la
comprensión de la necesidad ineluctable; La otra es la conciencia de pertenencia al
pueblo judío, lo que significa reconocer que las propias raíces se hunden en el pasado
más antiguo, y que se está comprometido con un futuro que está “más allá de todo
futuro”. En estas dos experiencias no debe primar una sobre la otra, y por eso encomia
Strauss que Aronson no haya permitido a su mente que acallara al corazón, ni al corazón
que gobernara su mente. El discurso fúnebre de Strauss terminó con la fórmula
12
13. tradicional judía, en la que se ruega a Dios que los deudos sean incluidos entre los
piadosos que lloran por Sión y por Jerusalén.
Strauss fue crítico con el Sionismo sin dejar de ser sionista, crítico con el Judaísmo sin
dejar de ser judío y crítico con el Liberalismo sin dejar de ser liberal.
Las “malas compañías” de Strauss.
Una de las acusaciones más disparatadas que se le
han hecho a Strauss, ha sido tildarle de “nazi”. Lo
que únicamente puede entenderse sólo desde la
perspectiva del significado actual de esta
expresión, como descalificación injuriosa que
sintetiza el Mal absoluto, y no en su sentido literal
o estricto como se pretende tan a menudo. Esta
intención injuriosa y absurda, sobre todo si se
considera que se dirige contra un judío sionista,
viene siendo reiterada por aquellos que consideran
a Strauss seguidor intelectual de Carl Schmitt9 y en
menor medida de Martin Heidegger. Esas “malas
compañías”. Sin embargo, nada más lejos de la
realidad. Cierto es que Strauss estudio con
Heidegger al inicio de su carrera, pero éste no es
determinante en ningún caso de su curso
intelectual, si bien extrajo de éste el rechazo por la
Martin Heidegger
modernidad, el desprecio por el cosmopolitismo y
el universalismo que rigen una sociedad corrupta
que el filósofo no debe reformar, sino destruir. Y también es cierto que conoce a
Schmitt, y que parte de algunas nociones de su obra para elaborar la propia, pero Strauss
no asume del legado de Schmitt más que algún aspecto del mismo y no su totalidad.
De Schmitt adopta Strauss el conocido concepto
de “lo político”, del que se desprende la
diferenciación entre lo bueno y lo malo, entre
amigo y enemigo del ámbito privado y lo sitúa
en el ámbito de lo político, de la política
entendida como res pública. Por ende, el
concepto “enemigo” siempre señala al enemigo
público colectivo, nunca al privado-individual.
Recoge así la antigua diferencia romana entre el
“inimicus” y el “hostis”. Para Schmitt “el
soberano”, entendido como “voluntad general”
expresada en una sola persona, tiene la
obligación de establecer y conservar el orden
político interno, y cuando éste peligra, puede y
debe concretar la identidad del enemigo público
o “enemigo absoluto” al objeto de asegurar la
supervivencia del orden político comunitario.
Schmitt considera que del “auténtico liderazgo
político” surge el “auténtico liderazgo
13
Carl Schmitt
14. judicial”. En otras palabras, el presidente o “conductor político” es al mismo tiempo
creador y administrador de la ley, esto es, legislador y juez. Pero el “Führerprinzip”, o
“Teoría del Caudillaje” tal y como la importó a España el profesor Francisco Javier
Conde, no debe confundirse con la idea de la “unitary executive” o “poder ejecutivo
unitario” que se ha incorporado al Derecho norteamericano por los discípulos de
Strauss, que ha concedido una posición reforzada extraordinaria del presidente, incluso
por encima del poder de la Corte Suprema de Justicia en materia de interpretar la
Constitución, tal y como ocurre en los EEUU desde la presidencia del George Bush a
comienzos del presente siglo. Este concepto de “unitary executive” excluye cualquier
“intromisión” de los poderes legislativo y judicial en el ámbito del poder ejecutivo y de
los derechos y poderes presidenciales, con lo que desaparece el sistema de controles y
balances (checks and balances) del sistema político norteamericano. Pero esto no
significa que el presidente se convierta en “fuente de Derecho” como ocurre en el caso
nacionalsocialista, lo que es una diferencia esencial de los straussianos respecto de la
teoría schmittiana del “Führerprinzip”.
Leo Strauss realizó una enérgica crítica intelectual del sistema político de los EEUU,
considerado como el caso más avanzado de liberalismo, entendido éste como absoluto
relativismo moral e individualismo extremo, y por consiguiente, el país más expuesto a
su destrucción por el relativismo moral conducente al nihilismo10. Su crítica a la
democracia liberal se fundamenta en la idea de que ésta, con su énfasis en las libertades
individuales, ha conducido a las sociedades occidentales al relativismo moral y con ello
a la decadencia de la civilización. Y
para superar esta decadencia liberal,
propuso la unión de política, religión y
moral, retornando a “teologizar” la
política. La primera está interesada
únicamente en la verdad, con
independencia de las consecuencias
que pueda tener para la sociedad,
incluso dañosas, mientras que la
teología política se halla al servicio de
los intereses comunes de la ciudad y
basa sus enseñanzas políticas e la
revelación divina11. Volvía en cierto
modo así a insistir en la importancia de
la clásica dicotomía de la Filosofía
Política: Atenas vs. Jerusalén; antiguo
frente moderno. Los "antiguos" eran
los filósofos socráticos y sus herederos
intelectuales, los "modernos" comienzan con Maquiavelo. El contraste entre los
antiguos y los modernos está relacionado con la tensión irresoluble entre la Razón y la
Revelación. Los antiguos, reaccionando frente a los primeros filósofos griegos, trajeron
la filosofía al ámbito humano y no divino, entrando de lleno en lo político. El Medievo
devolvió la Filosofía al terreno teológico, frente a lo que reaccionaron los modernos
rechazando la el papel atribuido a la Revelación en la sociedad medieval, promoviendo
la emancipación de la Razón, oponiéndose a la fusión de la Teología y el Derecho
Natural representado por Tomás de Aquino. En cierto modo, coincide con el averroísmo
de Maimónides y busca la conciliación de la Filosofía con el Judaísmo, si bien, al igual
que Maimónides, considera que tanto la Religión como la Moral, cumplen un rol social
14
15. y su valor político se limita a la capacidad movilizadora que poseen para dirigir al
pueblo, evitando así el desequilibrio que conduciría al nihilismo destructor de la
civilización.
Un nihilismo destructor que Strauss enseñó que el Liberalismo contenía en sí mismo,
como una tendencia intrínseca hacia el relativismo extremo, dando lugar a dos clases de
nihilismo: El primero fue el “totalitario” fascista y marxista, que él decía que como
descendientes del pensamiento ilustrado, habían tratado de destruir todas las tradiciones,
la historia, la ética, las normas morales y sustituirlas por las fuerzas en las que la
naturaleza y la humanidad están subyugadas; El segundo tipo de nihilismo era el
"suave", que se encuentra en las democracias liberales occidentales, en una especie de
falta de sentido de la vida motivado por la ausencia de valores, el hedonismo, y el
"igualitarismo permisivo", que consideraba que impregnaba la sociedad de los EEUU
El “esotérico texto straussiano”.
Strauss estuvo muy influenciado por la formulación platónica de que el ideal político
supremo es el gobierno de los sabios. Pero en nuestro tiempo un gobierno de esta
naturaleza no es concebible, porque la masa del pueblo no aceptaría nunca el gobierno
de los mejores sobre los más. Advertido de esta dificultad, Strauss trato de salvarla, y
expuso una solución posible en su obra “Los
argumentos y la acción de las leyes de
Platón”: formar un gobierno encubierto de
“los sabios”, que sería posible en la práctica
dada la abrumadora estupidez y necedad del
común de las personas.
Esta versión straussiana del elitismo
platónico, requería un extraordinario grado
de secretismo y heterodoxia en su difusión a
través de la docencia, por lo que sus clases
consistían en debates a puerta cerrada y
raramente dejaba información escrita de
algún tipo. Los seminarios, cursos y clases
que impartía eran de acceso restringido, pues
consideraba que el pueblo común no debería
tener acceso a la verdad, y eso incluía a las
mujeres, a las que no consideraba preparadas
para ocupaciones elevadas. Consideraba que
la filosofía era un arma peligrosa en manos
inadecuadas, pues permite cuestionar la
moral y los fundamentos del orden social
establecidos, por lo que no puede estar nunca
al alcance de las masas, cuya simpleza
mental no puede entenderla, ya que
necesariamente acarrearía su propia destrucción. Por lo tanto, y ante las consecuencias
que pueden derivarse del verdadero conocimiento filosófico, esta disciplina debe ser
tratada con suma responsabilidad por los iniciados en su saber, manteniendo a los legos
al margen de su verdadero significado.
15
16. Partiendo de lo anterior, Strauss ve la necesidad de introducir en la redacción de su
obra, lo que será un concepto central de la misma, el denominado “texto straussiano”;
un ensayo filosófico escrito en dos niveles: uno aparente de manera tal que el lector no
iniciado no pueda penetrar en su verdadero significado; y otro hermético, apenas
esbozado, que expresa el verdadero contenido y significado real de lo escrito. Así, el
mensaje sólo lo entenderían los lectores ilustrados, un pequeño grupo de “iniciados”,
suscitando el cansancio, el hastío y el rechazo en los curiosos.
Convencido de estas ideas, publicó en 1952 “La persecución y el arte de escribir”, obra
en la que expone como esta escritura hermética logra un doble objetivo: por un lado
protege al filósofo de la persecución por el poder político adverso; por el otro, protege a
la filosofía de la influencia
corruptora del vulgo ignaro. El
efecto que se pretende lograr
con la escritura hermética, es
provocar la atracción del lector
conocedor de la filosofía y
repeler al lector común, al
constituirse
la
labor
de
desentrañar el significado y
comprensión correcta del texto,
en un complejo ejercicio de
razonamiento filosófico.
Strauss creía que la filosofía se
había expuesto en este tipo de
lenguaje críptico desde la más
remota
Antigüedad.
Los
pensadores y filósofos habían
redactado sus textos en códigos
comprensibles sólo por los
iniciados en esta sabiduría. A
este convencimiento había
llegado inspirado por su estudio
de la obra de Platón,
especialmente su “Fedro”,
siguiendo con Maimónides para
acabar con la obra de Al-Farabí,
un pensador musulmán que vivió en Bagdad en el S. IX, y que es considerado por los
historiadores de su religión, como el “segundo maestro” tras Aristóteles.
Al-Farabí consideraba complementarios el pensamiento de Platón y Aristóteles, y a
éstos como los fundadores de la filosofía. Strauss conoció su obra debido a los estudios
que realizó sobre Aristóteles, y le sorprendía la existencia de algunos elementos
incomprensibles en el análisis que este pensador uzbeko había realizado a su vez de la
obra de Aristóteles y Platón. Tanto en los textos de los griegos como en los propios del
musulmán, algunas partes le parecían de una banalidad exasperante impropia de la
profundidad de su pensamiento. Strauss se convenció así de que el arte clásico y
medieval de la escritura esotérica, era el único cauce de expresión posible para el
16
17. aprendizaje filosófico, en lugar de mostrar los pensamientos filosóficos de modo
evidente y abierto, los textos filosóficos al igual que los de los pensadores clásicos y los
medievales, debían guiar a sus lectores por el pensamiento y el aprendizaje de forma
sutil. No es que Strauss creyera que los escritores medievales se expresaban de forma
hermética, sino que afirmaba que disimulaban sus ideas bajo estratagemas retóricas,
contradicciones aparentes e hipérboles, introduciendo el mensaje y su correcto
significado de forma tácita, por lo que el auténtico contenido no coincidía con la
literalidad del texto, en el que
se sucedían las sentencias
acerca del valor social de la
moralidad, del patriotismo y
de la religión, con el objetivo
de disuadir al lector de
continuar con una lectura
árida y manida, sin que los
breves fragmentos con el
verdadero contenido pudieran
ser
interpretados
correctamente por la gran
mayoría de los que lo leían.
De todo lo anterior se
desprende que el propósito de
de estos textos cifrados es
mantener la división de la
sociedad en clases opuestas y
excluyentes entre sí, entre
sujeto y objeto del poder,
entre
gobernantes
y
gobernados, entre individuos
activos emisores de consignas
e
individuos
pasivos
receptores de las mismas,
manteniendo la ficción de que
el orden social existente es
justo, bueno y “natural”, y
está asentado en una virtud
moral, ética, imprescindible
entre la masa, pero totalmente prescindible entre la élite, ya que la virtud moral sólo
tiene una función: el control social de la masa previamente formada para creer en ella.
Haber faltado a este principio es para Strauss el mayor error cometido por la filosofía
política moderna, que ha intentado abolir la rígida distinción entre clases en nombre de
la libertad, conduciendo a una igualación radical de la gente, es lo que ha tenido
consecuencias catastróficas, porque ha dado lugar a lo que Strauss llama el “nihilismo
liberal” en el que se han perdido los valores que funcionaban como medios de control
social, como son los basados en la religión y la clase social basada en la riqueza y no en
el mérito. Strauss sitúa el punto de inflexión en la historia de la filosofía política, que
marcó el inició de la degeneración de la filosofía clásica en filosofía política moderna,
en Maquiavelo. Éste, con su realismo filosófico sobre la lógica del poder, destruyó los
mitos que escondían los verdaderos intereses de las clases dominantes.
17
18. La función social de la mentira.
Platón definió en su obra “La República” el concepto de “mentira noble”, como una
falacia o, a menudo, un mito de carácter religioso, sostenido por la élite gobernante para
mantener la unidad sociedad en torno al gobierno. Strauss recogió este concepto y,
persuadido de la idea de Nietzsche sobre la inconveniencia de exponer las “verdades
terribles” al pueblo, reinterpretó la visión platónica de la mentira y la redefinió como un
mito usado por los líderes políticos para mantener una sociedad cohesionada en torno a
unos valores comunes.
En consecuencia, la
distancia que separa el
“texto straussiano” de
la mentira es inexistente.
Strauss convencido de la
peligrosidad
de
la
verdad y de su poder
destructivo
para
la
sociedad, por lo que
considera
necesario
ocultarla tras un mito,
ya que la verdad suscita
temor entre los hombres
corrientes.
Es
precisamente este miedo
el que históricamente
los ha llevado a inventar mitos religiosos como la reencarnación, la resurrección o la
vida eterna, para poder soportar la finitud de su existencia12. En su juventud, Strauss,
aprendió de Nietzsche que sólo unos pocos hombres superiores están en condiciones de
conocer la verdad sin derrumbarse, por lo que los filósofos no pueden decir lo que
piensan verdaderamente sin destruirlos a los simples. Son por ello sus disertaciones
herméticas, “mentiras necesarias” para la transmisión de la doctrina a “los iniciados”.
Esta idea críptica sobre la expresión de la verdad filosófica, ha motivado que a los
seguidores actuales de Strauss se los conozca con los nombres de: “la logia” o “la
cábala”. La mentira se convierte así en la herramienta que la élite dirigente de iniciados
en la verdad debe utilizar para preservar la sociedad, ya que sólo unos pocos están en
condiciones de conocer y aceptar la realidad. Necesariamente por tanto, la élite
dirigente, el círculo de iniciados es minoritario y desempeña el rol de conductor de la
masa, que no sabe lo que le conviene.
Con estas ideas, Strauss creyó alcanzar una síntesis del valor social de la “verdad”, de la
élite dirigente y su relación con el poder, su justificación para prescindir de toda moral,
de la ética, de la solidaridad, de la empatía con el dolor ajeno, con la justicia social, que
habían sido recogidos en la República de Platón, en el mito de la caverna del mismo
autor, y en la obra de Aristóteles, Thomas Hobbes, el filósofo musulmán Al-Farabí y
Nietzsche. Obviamente, para formular su sistema de pensamiento, Strauss parte de una
premisa no demostrable: la superioridad de la vida filosófica sobre cualquier otra.
Afirmación que arranca de una dogmática defensa del mundo clásico, pero que no
puede probar su superioridad, pues la filosofía no es más que un acto de voluntad. Pero
entre las “nobles mentiras” de la visión de Strauss, también se encuentra la ocultación
por el filósofo de esta realidad para salvaguardar el orden social. Pues desde la
18
19. perspectiva judía de Strauss, en cuanto se su adhesión al judaísmo fue siempre sincero,
la Razón no ha vencido nunca a la Revelación, ni la Filosofía ha sido capaz de refutar a
la Teología, pero tampoco existe contradicción entre ambos extremos, pues Torá
significa Enseñanza (de la Ley) y Ley.
El proceso de “iniciación” en la élite y las enseñanzas de Strauss.
En cuanto a la “iniciación” de sus seguidores, la universidad ofrecía a Strauss un
ambiente inmejorable para realizarla. Tras el ejercicio de la docencia aparentemente
inocuo, realizaba un proceso de selección de los alumnos más brillantes, de entre
aquéllos que realizaban los doctorados bajo su dirección, siguiendo sus criterios de
organización social. Reunió así un grupo
selecto de un centenar de doctores,
muchos de los cuales pasaron a ser
profesores universitarios que, a su vez,
realizaron otras “iniciaciones” con sus
propios
doctorandos
y
así
sucesivamente. Siguiendo a Al-Farabi y
a los cabalistas judíos y su tradición
especulativa, utilizaba el tres como
número mágico que en los “sephiroth” o
atributos de Dios según esta tradición
especulativa, se corresponde con la
inteligencia, el entendimiento. Strauss
dividía a sus estudiantes en tres
categorías: los “filósofos” considerados
la élite suprema, accedían a las
enseñanzas de Strauss en seminarios
reservados, en su despacho, o en
Leo
reuniones
y
debates
preparados
Strauss
específicamente para ellos, y asumían la
“verdad esotérica” o verdadero
significado de los textos, la “verdad”
inherente a su filosofía; los segundos en
el nivel jerárquico eran los “caballeros” o “gentiles”, que realizaban masters,
postgrados y cursos, sin tener nunca acceso al verdadero conocimiento expresado
discretamente, asumiendo sólo los postulados exotéricos o externos; y el “vulgo”
componía el resto, que era formado en las enseñanzas vulgares de cualquier cátedra
universitaria al uso, considerados incapaces de comprender la profundidad de su
pensamiento. Para Strauss era suficiente que se les enseñara a las masas lo justamente
necesario para que pudieran cumplir con sus funciones en la sociedad de clases sin
dudar del orden establecido o rebelarse en su contra, mientras que un grupo selecto de
personas pertenecientes a la élite tuviera el conocimiento de la verdad. Solo las dos
primeras categorías eran consideradas como “iniciados” por Strauss, y solo los
“filósofos” conocían la verdad última, por lo que debido a estas diferencias de mensaje
en razón del auditorio al que se destina, las enseñanzas de Strauss siempre se han
proyectado de forma contradictoria en sus alumnos, pues en razón de la “casta” a la que
pertenecían recibían una u otra doctrina, por lo que las polémicas doctrinales entre los
mismos no han sido escasas.
19
20. En contraste con el pensamiento político contemporáneo, el pensamiento predominante
en la época clásica negaba que hubiera algún derecho natural a la libertad. Para los
clásicos, los seres humanos no nacen ni libres ni iguales y la condición humana natural
no es la libertad sino la subordinación. Ideas que eran y son obvias, no hay dos seres
humanos iguales, la libertad es un estado de la persona no necesariamente existente en
todos los seres humanos al nacer y las relaciones de jerarquía se han establecido en
todas las especies gregarias de modo natural, ser humano incluido. Partiendo de lo
anterior, Strauss concluye que el error cometido por la filosofía política moderna es
haber querido abolir la rígida distinción entre clases en nombre de la libertad, lo que ha
conducido a una nivelación igualitaria de la mente con consecuencias catastróficas. Es
lo que Strauss llama el "nihilismo liberal" en el que se han perdido los valores basados
en la religión y respetuosos de la sociedad clasista. En un primer momento Strauss
enseñaba al grupo reducido de
los alumnos “filósofos”, la
función social de la religión y
de la moral, entendidas ambas
como un medio de control y no
como valores o creencias reales
validos
salvo
para
los
“gentiles”.
Tales herramientas de control
en el pensamiento de Strauss,
tienen
como
objetivo
tranquilizar y someter a la
masa, que ha de permanecer al
margen de la verdad. En
segundo lugar, les hacía tomar
conciencia de la distinción
entre los “filósofos” la élite
decisora, ellos mismos, y las
restantes clases. Ellos eran la
encarnación de los seres
superiores carentes de moral o
de ética, libres de cualquier
vínculo con los restantes seres
humanos, y de las nociones de
justicia o bien común. Una
noción de seres superiores o “superhombres” extraída de Nietzsche, que para él es el
“filósofo”, considerando como tal a aquel que conoce la verdad. Seguidamente los
iniciaba en lo que consideraba la verdadera esencia de los textos clásicos de Platón,
Aristóteles y los demás filósofos ya citados, presentándolos como adalides de un orden
natural en la especie humana basada en el distinción entre amos y esclavos, una
subordinación de la masa que debía mantenerse con un discurso que exaltara la libertad
individual, el egoísmo materialista como único guía de la conducta humana que logra
por el interés material la felicidad, la nación como unión de la masa de individuos
identificados con sus dirigentes, utilizando como herramienta para ello el miedo a
perder sus bienes y la creación de un enemigo exterior e interior que mantenga la
cohesión social y el consenso político en torno a los gobernantes…era la llamada
“enseñanza tiránica de los antiguos” que “estaban decididos a mantener estas
20
21. enseñanzas tiránicas en secreto porque no era probable que el pueblo tolerara el hecho
de que estaban destinados a la subordinación”. Y además, valora los principios
morales o religiosos, porque reconoce a estos una capacidad movilizadora muy superior
a los ideales políticos, por lo que se revelan como mucho más útiles para la conducción
de la masa.
La profesora canadiense, de la
Universidad de Calgary Shadia Drury,
autora de “The Political Ideas of Leo
Strauss”13 y “Leo Strauss and the
American Right”14, ha expuesto la
división en castas de la sociedad humana
por Strauss de la siguiente manera: “Los
sabios son los amantes de la dura verdad
desnuda y sin alteraciones. Son capaces
de mirar al abismo sin temor y sin
temblar.
o reconocen ni Dios ni
imperativos morales. Son devotos, por
sobre todas las cosas, de la búsqueda por
sí mismos de los “altos” placeres, que
procura simplemente el asociarse con
sus jóvenes iniciados. El segundo grupo,
los gentiles, son amantes del honor y la
gloria. Son los más cumplidores de las
convenciones de su sociedad –es decir,
las ilusiones de la cueva. Son verdaderos
creyentes en Dios, en el honor y en los
imperativos morales. Están listos y
deseosos de acometer actos de gran
heroísmo y autosacrificio sin previo
aviso. Los del tercer tipo, la mayoría del
vulgo, son amantes de la riqueza y el placer. Son egoístas, holgazanes e indolentes.
Pueden inspirarse para elevarse por encima de su embrutecida existencia sólo por el
temor a la muerte inminente o a la catástrofe” Drury llega a la conclusión de que: “Leo
Strauss fue un profundo creyente en la eficacia y la utilidad de las mentiras en la
política” y que “el disimulo y el engaño es la justicia peculiar de los sabios” y que
“mientras más crédulos, simples y poco perceptivos sean, los gentiles o vulgo, más fácil
será para los sabios controlarlos y manipularlos”.
Lo cierto es que el mantenimiento de estas creencias en el contexto de las actuales
democracias de mercado, en las que se mantiene el formalismo electoral como mercado
de “venta” de las diferentes “marcas políticas”, la organización social en castas así
expresada no sería muy popular, así que resulta necesario recurrir a la mentira y a la
simulación para controlar y manipular a las masas de electores que componen el vulgo,
lo que se logra a través de los valores de los que participan los “gentiles”, la justicia, el
orden, la estabilidad, el respeto a la autoridad, la justicia social, etc. que aunque carecen
de sentido porque son precisamente estos valores los propios del vulgo, cumplen una
función de marketing político, en el que resulta esencial el mito nacionalista de que los
EEUU tienen un “destino manifiesto” de carácter mesiánico, consistente en combatir a
las fuerzas del mal por todo el mundo.
21
22. El relativo “ateísmo” de Strauss.
El otro gran mito movilizador de la masa para Strauss es la Religión. La consideración
de ésta en la obra de Strauss y sus creencias personales, han suscitado múltiples
controversias entre sus discípulos, seguidores y críticos. Como ya hemos visto, la
adhesión personal de Strauss al Judaísmo no admite discusión, si bien no es posible
afirmar de modo categórico su fe religiosa judía dada la debilidad de su práctica.
Resulta pues difícil discernir hasta qué punto su fe formaba parte de su nacionalismo
judío, parte de su definición personal prescindiendo del sentido transcendente que pueda
atribuírsele a la misma.
Lo que sabemos con
certeza es que Strauss
despreciaba abiertamente
el ateísmo, lo que hizo
evidente en sus escritos
de Max Weber. En
especial desaprobó la
incredulidad dogmática
contemporánea,
que
consideraba desmedida e
irracional. Strauss por
tanto no era un creyente
ortodoxo, pero tampoco
era un ateo convencido, y
se mantenía equidistante
tanto de una supuesta
Revelación divina, como de la absoluta independencia de la Razón. Para él esta cuestión
era sí misma una de las preguntas "permanentes" de la Filosofía, en la que la ortodoxia
religiosa debía seguir siendo una opción igual de defendible que la incredulidad. Como
filósofo, Strauss estaba interesado en conocer la naturaleza de la divinidad, en lugar de
tratar de negar la existencia misma de la divinidad, pero mantenía su neutralidad a la
pregunta sobre el "quid" de la divinidad. Ya en su “Derecho Natural e Historia”,
defendió una lectura socrática de la divinidad, que le diferencia de una lectura
materialista convencional.
La teoría de la guerra permanente.
Una vez había enseñado la “verdad” a la casta de “los filósofos”, la organización en
castas de la especie humana y la función de las “nobles mentiras”, tomando para ello de
Carl Schmitt la “reteologización de lo polític; la unión de política, religión y moral”.
Strauss tomó de Schmitt el punto de partida de una de las ideas centrales de su
pensamiento, que dejaría una marca histórica indeleble hasta el presente: la distinción
de amigo-enemigo como lo esencial del fenómeno político. Strauss partía de esta idea
schmittiana para establecer claramente que la idea nuclear de lo político que era el
conflicto, alcanzaba su máxima expresión y utilidad con la guerra, al obligar a progresar
a los pueblos, y facilitar a las élites más poder y hegemonía social, ya fuera ésta fuera
militar o económica, gracias a la mayor cohesión social que se obtenía entre
gobernantes y gobernados, “amenazados” por un enemigo de la sociedad externo o
22
23. interno. Esta idea ya la
elaboró antes de su salida
de Alemania, cuando
formuló su “Crítica y
aclaraciones
a
el
concepto de lo político”
de Schmitt, escribiendo a
éste en 1932: "porque el
hombre es malo por
naturaleza, que tanto
necesita el dominio pero
el dominio se puede
establecer, es decir, los
hombres
se
pueden
unificar sólo en una
unidad contra otros
hombres
Cada
asociación
de
los
hombres
es
necesariamente
una
separación de los demás
hombres... la política así
entendida no es el
principio constitutivo del
Estado, de orden, sino
una
condición
del
estado".
Esto
no
significa que coincidiera
en con el que fuera principal jurista del nacionalsocialismo, por el contrario, Strauss se
opuso directamente a la posición política de Schmitt. Pero esta idea no sólo la
encontramos en Schmitt, sino también en su predecesor Hobbes, que entendía que la
agresividad inherente a la naturaleza humana sólo podía ser contenida por medio de un
Estado poderoso basado en un principio nacionalista. Y continuando el hilo conductor
justificativo de la guerra permanente con Maquiavelo, del que Strauss añadió a su
propio corpus ideológico, que si no existiera dicha amenaza externa, entonces ésta
debería ser inventada. Estableciendo por tanto en el centro de la agitación política, el
mito del enemigo común que debe ser utilizado por los ”filósofos” para cohesionar a la
sociedad.
La justificación práctica de la necesidad de una guerra permanente, la encontraba
Strauss en la situación de decadencia social de los EEUU Estaba convencido de que en
la sociedad moderna, las masas han tenido todo aquello a lo que aspiraron
históricamente durante siglos, sin que les haya servido para alzarse sobre su situación
original; de hecho y por el contrario todo lo contrario, han degradado todo cuanto han
alcanzado, continuando reducidas a su papel de estúpidos destinados a obedecer. Esta
actitud plebeya y de las masas, es lo que le hacía estar convencido de que el proceso
degenerativo de las sociedades actuales, estaba más avanzado en EEUU que en
cualquier otro lugar y que la vida del hombre moderno se había tornado algo frívolo,
trivial y carente de sentido derivaba asimismo en un nihilismo que se manifestaba en un
igualitarismo permisivo y hedonista presidido por las propias voluntades egoístas de
23
24. cada individuo, lo que supondría la destrucción de toda cohesión social. Strauss estaba
convencido de que estas eran las causas de la decadencia de la sociedad norteamericana
y debían ser erradicadas si se quería dotar de sentido a la vida, lo que sólo se podría
lograr a través de la lucha por la supervivencia.
Esta concepción polemológica del
devenir humano que situaba la esencia de
lo político en el conflicto, en la distinción
entre amigo y enemigo, nos conduce en
Strauss a la noción de guerra, a su
necesidad, su ineluctabilidad y su función
regeneradora, al sustraer al hombre
inferior de las comodidades de la
modernidad y devolverle la tensión
revitalizadora de su condición humana.
Para Strauss es la guerra el factor que
hace que el ser humano se sacrifique por
los designios de los “filósofos”,
manteniendo la sociedad alerta. La paz es
negativa porque deriva en la debilidad de
la sociedad haciendo que las sociedades
se atrofien, impidiéndoles someterse al
poder de las élites que dominan a la masa
inculta, “por su propio bien”… Los
“filósofos” de la República ideal de
Platón, decidían qué pueblo era explotado
por el bien de la “verdad” y la “civilización”, y el pueblo, como también pensaban los
ilustrados del siglo XVIII, era un niño y debía de serlo por su bien, ya que sus vidas
eran insignificantes, prescindibles.
Strauss considera que en Estados Unidos se da la mayor acumulación de élites que
puede entender sus valores, pero una victoria de este país en la lucha por la hegemonía
mundial, sería más un fracaso que un progreso, porque tendería a relajar a la opinión
pública norteamericana y, por tanto, a aumentar el hedonismo y cualquier otro rasgo
distintivo del “vulgo”. La extensión del mercado y de la democracia a todo el planeta.,
supondría una ausencia de conflicto que privaría de su fortaleza de carácter a la
sociedad norteamericana. El “último hombre” nietzscheano terminaría por extinguirse y
la trivialización de la vida que auguraba Schmitt llegaría al fin. Por eso es necesario
mantener en “los gentiles” la creencia en el patriotismo y la religión propios de los
norteamericanos desde sus orígenes. Así pues, es mejor que los EEUU no construyan un
imperio basado en la “pax americana”, que impediría el desarrollo y fortalecimiento de
la sociedad. Se necesita de una guerra perpetua de destrucción limitada que mantenga en
tensión su energía. Como podemos ver, la teoría de la guerra permanente surgió con Leo
Strauss y se incorporó al acervo de la doctrina política de los Estados Unidos durante la
guerra fría, permaneciendo vigente hasta la actualidad.
En síntesis, Strauss estaba convencido de que las democracias occidentales erigidas
sobre los valores del individualismo, que habían alcanzado su máximo desarrollo en los
EEUU, escondían un lado siniestro: la banalización de la vida, la pérdida de la
excelencia y del sentido de la vida, la vulgaridad y la corrupción de las instituciones.
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25. Ayn Rand
Todo ello provocaba la ruptura de la cohesión social y el embrutecimiento de las masas.
La sociedad de consumo y el “Estado del Bienestar” se presentaban como sinónimos de
prosperidad, pero en realidad eran signos de decadencia y de corrupción moral, social y
política internas. La sociedad liberal contenía en su seno las semillas de su propia
destrucción. Leo Strauss, al igual que Ayn Rand, estaba persuadido de la idea de que
había llegado el momento de que una élite tomara el poder, pero a diferencia de Rand,
Strauss pretendía superar la crisis moral y la falta de cohesión social causadas por el
relativismo y el individualismo
en los EEUU Esta élite debía
utilizar una mitología construida
alrededor de la noción de que
Leo Strauss y Ayn Rand creían
Estados Unidos goza de un
destino
único,
afirmando que había llegado el momento de
incondicionalmente un orden
que una élite tomara el poder
social unitario dividido en
castas, dirigido por un grupo de
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iniciados en una verdad
hermética, quienes ocultan la verdad a las “masas ordinarias” movilizadas por una
guerra permanente de alcance limitado. Aspecto éste de su doctrina que pertenece a lo
“esotérico” de la misma, lo que dificulta un análisis claro obligándonos a utilizar para
su explicación, no sólo la obra de Strauss, sino también la actuación posterior de sus
discípulos en el terreno de la aplicación práctica de sus doctrinas en la política.
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Todo esto compone la “verdad” filosófica, política y económica que viene impregnando
las prácticas políticas de los EEUU desde hace más cuarenta años.
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